Justo medio, política y centro Desde el centro se reconocen las aportaciones parciales de cada posición ideológica Cuando se teoriza sobre los antecedentes del denominado espacio del centro es, hasta cierto punto, frecuente citar como precedente doctrinal nada menos que al viejo Aristóteles y su doctrina ética del justo medio. Desde esta perspectiva, el centro político suele interpretarse como el justo medio entre dos posiciones extremas. Siendo consciente de las intuiciones que hay detrás de esta simple explicación, pienso que el centro político no puede entenderse como pura equidistancia lineal entre extremos rechazables. Más bien, como ha señalado Eugenio Trías, el justo medio es el lugar del límite en el sentido de que separa tendencialmente del segmento que une los extremos, y cuanto más se distancie de ellos mejor. Para este filósofo, la idea del justo medio subraya la moderación, la nivelación, lo más excelso, ya que por definición, es el lugar de la virtud, de la excelencia. Es bien interesante, gráfico y geométricamente relevante la explicación, como señala Trías, de un profesor de filosofía que para acercar la doctrina aristotélica de la virtud, regla en mano, coloca el puntero en posición horizontal. Entonces, el maestro señalaba el centro a la vez que exclamaba: el justo medio no está aquí. Luego, colocaba el mismo puntero en posición vertical y señalaba el extremo más alto del mismo mientras decía: aquí se halla el justo medio, el lugar de la excelencia. Desde luego, algo hay, y no poco, de esta reflexión en la categorización del espacio de centro, un espacio que se nos va de las manos en momentos, como los que vivimos, en los que los excesos, de uno u otro signo, son los protagonistas diarios de toda la crónica política. Por eso, según Trías, para acceder al justo medio, al centro, es menester tensar la cuerda, la acción y todas las facultades intelectuales. Lo que no es fácil en un ambiente en el que la ausencia de crítica, de estudio serio y sereno de la realidad brillan por su presencia mientras se manipula y maneja sin escrúpulos a los ciudadanos, a quienes no se duda en utilizar, dar cuerda, o engañar sistemáticamente con tal de permanecer en el vértice, con tal de mantener la posición. Claro, esa tensión de la que habla Trías —que para mí reside en las coordenadas del pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario, en la centralidad de la dignidad del ser humano, de la realidad y de la racionalidad— es francamente difícil de ejercer en un mundo consumista, ferozmente individualista y, por ello, profundamente insolidario. Más bien, dicha tensión se va fracturando, por exceso o por defecto, porque todo su mantenimiento requiere un temple cívico y una educación que sea sólida, que no aparece en las prioridades de los políticos del presente. Siguiendo en materia de geometría, el centro se puede considerar también como el vértice que pone en foco el abanico complejo y plural de la realidad. Sabemos, por el contrario, que las ideologías cerradas refieren toda su interpretación de la realidad a un único factor desde el que se explica y se pretenden solucionar todos los problemas. Desde las ideologías dogmáticas se establece siempre una dicotomía, una división maniquea de la división social y política en la que lo prioritario es fijar el enemigo a batir. En cambio, desde el centro se reconocen las aportaciones parciales de cada posición ideológica, al mismo tiempo que se subraya su parcialidad y dogmatismo. Desde la perspectiva del centro de la esfera o la circunferencia, a la que me he referido en anteriores artículos, también se entiende que el centro se realiza en un contexto amplio de posibilidades y posiciones que permiten, desde la realidad y la centralidad de la persona, seleccionar la política concreta que mejore las condiciones de vida de los seres humanos. Igualmente, también se puede comprender el centro, como ha señalado Muñoz Alonso, pensando no tanto en la equidistancia entre los extremos, como en el lugar del encuentro en el que se puede encontrar la síntesis, lo mejor de las diferentes posiciones. En fin, el justo medio es, sobre todo, la posición prudencial, el lugar del juicio por cuanto supone situarse en un ejercicio constante de ponderación y, también, de rectificación cuando así lo aconseje la valoración racional de las situaciones reales, ya que la realidad es, en sí misma, cambiante, dinámica y hasta cierto punto imprevisible. Días atrás, en Chile, hablando con varios de los protagonistas de la transición de la dictadura militar a la democracia, entendí con más intensidad lo relevante que es el acuerdo de las fuerzas políticas y sociales en los asuntos de fondo, en los temas en los que se juega el progreso y desarrollo de un país: cuestión territorial, libertades o seguridad. Hoy, años después, toda la sociedad chilena, con las legítimas diferencias, asiste a un horizonte político en el que los fundamentos del Estado siguen uniendo a los distintos partidos.