Lo cierto de lo incierto en las jubilaciones y

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Lo cierto de lo incierto
en las jubilaciones y pensiones
Gustavo López Laredo
El poder busca
profundizar las reformas en la
Seguridad Social
“...Que mientras no se llegue a constituir el estado
social que anhelamos, por estar basado en la Justicia, se
hace necesario la adopción de algunas medidas que como
paliativos, suavicen siquiera el malestar que sufren las clases productoras dentro del inhumano y antieconómico régimen capitalista actual...”.
“...Artículo 13º. Es obligación de los patronos y propietarios, conservar sus establecimientos con las condiciones de
salubridad e higiene a ejecutar las obras necesarias para
precaver a sus trabajadores de las enfermedades, de agotamiento prematuro y de los riesgos, inherentes al trabajo que
preste...”
Proyecto de la Ley General del Trabajo, emitido
el 7 de noviembre de 1915 por el Ejército Libertador del Sur.
42
Con las modificaciones que recientemente se hicieron al Régimen de Jubilaciones y Pensiones (RJP) de los
trabajadores del Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS), se colocó de
nueva cuenta el debate de uno de los
temas de la agenda sobre las reformas
estructurales. Con los cambios a dos
artículos de la Ley del Seguro Social
(277-D y 286-K), ligados al manejo de
los recursos destinados al pago de las
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jubilaciones y pensiones pactadas en el
Contrato Colectivo de Trabajo (CCT),
se establece un precedente de proporciones incalculables en perjuicio de los
derechos adquiridos de los trabajadores. Con ello, se abre la puerta para que
en lo sucesivo se promueva el desconocimiento de los derechos contractuales por la vía del poder legislativo,
pasando por encima de los derechos
constitucionales. En los hechos, se está
aplicando también la reforma laboral
para “ajustar” los Contratos Colectivos
de Trabajo a los intereses de los patrones, los dueños de los dineros.
La manera de proceder para
imponer los cambios, da cuenta de los
intereses comprometidos que tiene el
poder y las alianzas que le permiten
imponer sus propuestas.
En este caso, la Seguridad Social,
es un asunto que ha sido tratado de
manera gradual y ahora se quiere profundizar, es decir, avanzar en el proceso de privatización, siguiendo las
“recomendaciones” de los organismos
financieros internacionales, como el
Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otros,
para darle continuidad a la ejecución
del modelo neoliberal en el país, bajo
la tutela del actual régimen cuyos
tiempos en la administración gubernamental se agotan.
Para no dejar lugar a dudas sobre
las medidas emprendidas por el régimen foxista, el martes 2 de agosto, el
titular de la Oficina de la Presidencia
de la República, Eduardo Sojo, señaló
que la reforma al sistema de pensiones
del IMSS “es un primer paso en la
‘dirección adecuada’, pero también
deberán tomarse decisiones similares
en Petróleos Mexicanos, Comisión
Federal de Electricidad, Luz y Fuerza
del Centro, en la banca de desarrollo,
en los gobiernos federales, estatales y
municipales, así como en ‘algunas’
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universidades”. Además, subrayó, queda una agenda pendiente, que tendrá que enfrentarse “tarde o temprano”. (La Jornada, martes 3 de agosto). Para mostrar sus “buenos oficios”,
enfatizó: “el gobierno no apuesta a heredar este problema a los
siguientes gobiernos o a las siguientes generaciones de mexicanos; el gobierno “no está pensando en ese escenario”, sino en
resolver el sistema de pensiones a través de reformas legales —
como en el IMSS—, o bien, en negociaciones de los contratos
colectivos, “dependiendo de cada institución”.
De esta manera se presenta la prepotencia y el autoritarismo, combinado con el cinismo del actual gobierno del “cambio”. Ante esa actitud, los trabajadores están respondiendo con
la resistencia y movilización; sin embargo, más allá del repudio y rechazo que ha provocado esta nueva ola ofensiva en contra de los derechos adquiridos de los trabajadores del IMSS, lo
que en realidad está en juego es todo el Sistema de Seguridad
Social actual en el país, pues también está en la mira la situación financiera del ISSSTE, lo mismo que la manera cómo se
aplican las jubilaciones en otras instituciones y empresas,
sobre todo las estatales (Pemex, Comisión Federal de Electricidad y Compañía de Luz y Fuerza del Centro, entre otras). Es
decir, lo que realmente está en juego es el futuro de la salud de
la inmensa mayoría de la población del país.
Para darse cuenta de los alcances que pueden tener los
cambios que se están introduciendo con la reforma a la Seguridad Social, basta recordar que las dos instituciones pilares del
actual modelo, IMSS e ISSSTE, atienden a más de la mitad de
los habitantes del país, considerando a trabajadores y familiares; asimismo, se responsabilizan de mejorar la vida y la salud
de ellos, habiendo logrado la desaparición de muchas de las
enfermedades que asolaban a la población y ocasionaban infinidad de muertes, creando una expectativa de vida que ha cambiado, de ser 55 años el límite en los años cincuenta, a oscilar
entre 75 y 80 años en la actualidad (c.f. Ricardo Saenz, revista
Trabajadores n°. 43 ). El Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) es una Institución que tiene casi los mismos fines del Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS), de más moderna creación (1960)
pero de origen similar.
Entre ambas instituciones se da cobertura a poco más de
62 millones de habitantes; el resto de la población tiene atención a través de centros de salud particulares o asistenciales a
través de la atención privada o pública (Secretaría de Salud,
entre otros).
Por lo tanto, el asunto de las jubilaciones y pensiones
forma parte de todo un proyecto que tiene que ver con la readecuación del Sistema de Salud actual a las necesidades que
plantea el modelo de explotación del capital en su fase por
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todos conocida como neoliberalismo, cuya
característica fundamental es la sobreexplotación del trabajo y la exclusión de la
mayoría de la población de los beneficios
de la llamada “modernización”. En cuanto
a las necesidades que atiende la Seguridad
Social, se busca la inducción a la individualización para aquellos que tengan los
recursos económicos para satisfacerlas.
Las reformas van pues en serio, utilizando todos los recursos que el poder tiene
a su alcance para legitimar los golpes a los
trabajadores. Esto obliga a plantear lo que
está sucediendo con las modificaciones
impuestas al RJP de los trabajadores del
IMSS y la incidencia hacia todos los demás trabajadores. Las
medidas tomadas en las jubilaciones y pensiones no se pueden
desvincular de su relación con el Sistema de Seguridad Social
en el país. Más cuando se anuncian acciones para homologar a
los trabajadores que están en situaciones similares (Pemex,
CFE, CL y FC) y tratarán de hacerlo también con los que en
estos momentos están bajo el amparo de otras instituciones.
Las medidas aplicadas forman parte de un proceso que se
inició de manera simultánea a la aplicación del neoliberalismo
en México, desde 1982 con el régimen de Miguel de la Madrid.
Se ha puesto al descubierto el verdadero caos que existe en el
actual modelo de Seguridad Social y las salidas que se están
ofreciendo para resolver esa situación, para nada atienden las
necesidades de la población en general y, en particular la de los
trabajadores del país y los derechohabientes. Más bien se va
perfilando cada vez con mayor claridad el verdadero interés
que está detrás de esas reformas: adecuar, cambiar el modelo
actual por uno a la medida de las necesidades de explotación
del capital en su modalidad neoliberal con su rapaz sobreexplotación del trabajo. Para dar cuenta de esto, se puede dar
seguimiento a varios de los elementos que están en juego en el
proceso de las modificaciones: el papel de complicidad de los
sindicatos corporativos, las alianzas de los partidos políticos
para la aprobación en el legislativo, la intervención de la Secretaría del Trabajo, la campaña mediática pagada desde el IMSS
o el ISSSTE, para linchar y deslegitimar cualquier resistencia.
En otro campo de esta batalla por el rumbo que deberá
tomar la Seguridad Social, se encuentran las múltiples denuncias sobre la falsedad con la cual se sustentan las acciones del
poder, como son: el recorte presupuestal sobre las instituciones
de salud pública y la promoción de los servicios privados a través de los Seguros de Gastos Médicos Mayores y la aplicación
de medidas “alternativas” como el Seguro Popular para la
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llamada población abierta (los que no
tienen derecho a ningún tipo de servicio del IMSS e ISSSTE); la injusticia
en el trato a los diferentes sectores
sujetos a las pensiones y jubilaciones;
la intervención de la banca privada en
el manejo de los recursos (SAR y Afores); entre otros.
Evadiendo la responsabilidad
que corresponde al gobierno del país
de mantener en óptimo funcionamiento estos servicios, se le dedica cuando
mucho un 6 por ciento del PIB, cuando
en buena parte de países se destina entre el 15 y el 20 por ciento, con la premisa fundamental de que la salud y el
bienestar social son de las más grandes
responsabilidades de los gobiernos.
En cuanto a la injusticia en las
jubilaciones y pensiones, sobran los
casos de escándalo en los que se ha
dado un trato preferencial a funcionarios públicos y ciertos grupos de la
burocracia política, como el del ex
regente del DF Espinoza Villarreal y el
ex Secretario de Hacienda Pedro Aspe,
que se jubilaron con jugosas pensiones
y con corto tiempo de laborar. Asimismo el trato que se da entre los ex presidentes y ex rectores, en comparación
con lo que se les paga a los jubilados
del IMSS e ISSSTE, como se puede
apreciar en el siguiente cuadro:
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Injusticia en el pago de pensiones
Institución
IMSS
ISSSTE
Ex presidentes
de la república
Ministros de la
Suprema Corte
Número de
pensionados
2.1 millones
480 mil
4
40 (estimado)
Además de lo señalado, también
entra en el proceso de privatización
de la Seguridad Social el manejo de
los recursos destinados a las jubilaciones y pensiones a través de la
banca comercial, desde 1992 con el
SAR y más tarde, en 1997, con las
Afores tras la entrada en vigor de las
reformas al IMSS de 1995. Con ello, se dio un fuerte
golpe con el pretexto de buscar alternativas viables
para enfrentar la descapitalización o desfinanciamienMonto anual
asignado
to en que se encontraba el IMSS. El doble discurso del
poder para dar este paso se puede apreciar en las ins20,097.50
trucciones que el ex presidente Ernesto Zedillo dio
61,790.40
para hacer un estudio sobre la situación prevaleciente
en el IMSS, respetando los siguientes principios:
208,000,000.00
—El sistema de seguridad social mexicano, no se
privatizará.
133,000,000.00
—Mantendremos la función pública, de procurar
la salud social de los mexicanos.
—No debe haber más cargas a los trabajadores y las
empresas.
—Deben explorarse mecanismos para conciliar las
finanzas sanas del Instituto, con la viabilidad de los ramos de
aseguramiento.
—Procurar la ampliación de la cobertura del Instituto y
estimular su papel como promotor del empleo.
—Los avances deben contar con el consenso de los trabajadores.
Sin embargo, la Ley aprobada entonces por el Congreso
de la Unión nada de esto incorporó. Por el contrario, como
bien señaló Ricardo García Saenz, “...la nueva Ley abandona
el modelo solidario intergeneracional y lo sustituye por el del
ahorro individual, cuyas graves consecuencias parecen ignorarse. El sistema de ahorro individual, al alcanzar su plena
madurez, reduce el valor de las pensiones en comparación al
obtenido por el sistema solidario” (Trabajadores, revista de
la Universidad Obrera de México, n°32 sep/0ct. 2002 y n° 43,
jul./agosto 2004).
En sí, se afirma “...la reforma aprobada por la sola
mayoría del partido en el poder (PRI), tiene propósitos distintos y ajenos a los de la Seguridad Social. No tiene como objetivo central el mejorar la atención médica ni resolver el
espectacular rezago en guarderías, ni tampoco incrementar
las pensiones. Su propósito es reducir servicios y coberturas y
transferir al sector financiero cuantiosos recursos presupuestales durante los próximos años...” (ídem.).
De esa manera fue como se pasó a la entrega de la Seguridad Social, a la privatización de los fondos de pensiones,
los cuales se entregaron sin reservas al sector privado. La
nueva Ley creó las condiciones para una parcial privatización
de los servicios médicos por la vía de la reversión de cuotas y
posteriormente, durante 6 años, por la vía del desmantelamiento silencioso de los mismos. No es total sólo porque el
“mercado” no se interesa en los grupos sociales de baja capacidad económica.
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Las nuevas leyes son pieza fundamental en la tarea de
desmantelar el Estado de bienestar en los términos impuestos
por el programa de ajuste estructural, para darle continuidad
y con la mira en aplicar las medidas a todas las demás instituciones. Se anuncia cómo se tratará al ISSSTE, aplicando un
espejo a semejanza del IMSS, es decir creando las condiciones para la AFORE y “ajustes” a las condiciones actuales
para las jubilaciones y pensiones.
movilizaciones que el movimiento
obrero socialdemócrata estaba ejerciendo para que fueran atendidas sus
demandas relacionadas con los accidentes, enfermedades y riesgos de trabajo que enfrentaban en los centros de
trabajo.
Este ejemplo se expandió rápidamente en varios países de Europa y
luego en otras naciones de los demás
continentes. La concreción de este
modelo de Seguridad Social transitó
por diferentes etapas, teniendo como
ejes centrales las formas de enfrentar
las consecuencias de las enfermedades, los accidentes de trabajo y el
abandono de los trabajadores a su
suerte después de ser despojados de
su riqueza principal, su fuerza de trabajo. Dentro de ese proceso de búsqueda de alternativas para aminorar
Un modelo que se agota
“El sistema de gobierno más perfecto es el que produce
mayor suma de felicidad posible, mayor suma de Seguridad
Social y mayor suma de estabilidad política”.
Proclama del Libertador Simón Bolívar. 1819.
El modelo de Seguridad Social es el resultado de un largo
proceso de evolución de la sociedad y por ahora todo indica
que se está buscando la implantación de otro modelo, pues el
que hasta estos momentos venía operando se encuentra en
plena decadencia y enfrentando la embestida de las privatizaciones, para responder a las necesidades de las nuevas formas de explotación del trabajo.
Lo que está sucediendo tiene que ver con el
modelo de desarrollo social que se ha venido imponiendo desde fines de la década de los setenta para
enfrentar una crisis más del capitalismo; para dar
paso a otro tipo de relaciones en donde se garantice
la sobreexplotación del trabajo por varias vías. Así
como facilitar la entrada de los capitales financieros
y de las transnacionales en el manejo de todo tipo de
recursos, incluyendo uno de los más rentables y
atractivos como lo es el de la Seguridad Social, espacio tan codiciado que ahora, a través de las llamadas
reformas estructurales, se abre a la privatización.
La demanda de Seguridad Social tiene sus
antecedentes desde principios del siglo XIX, y
comienza su concreción a fines del mismo, en Alemania, por medio de la iniciativa del Canciller Otto
von Bismarck, quien el 17 de noviembre de 1881 da
a conocer su mensaje sobre los seguros sociales.
Para junio de 1883 se aprueban en el parlamento las
leyes del seguro de enfermedad; después, en junio
de 1884 sigue el seguro de accidentes de trabajo y en
julio de ese año el de invalidez y vejez.
Desde luego que tales acciones no fueron fruto
de la buena voluntad del Canciller y los patrones de
la época, sino que fue una respuesta a las presiones y
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los efectos sobre la salud de los trabajadores surgieron las mutualistas, las
acciones de asistencia social a través
de voluntarios y grupos religiosos.
En nuestro país, los antecedentes están vinculados al saqueo de los
recursos y explotación de sus habitantes, por ello se pueden encontrar huellas desde la época colonial, con las
casas de socorro y formas de organización del trabajo alternativo, como
la enseñanza de las artesanías, que
aún perdura en muchos lugares. Pero
es a principios del siglo pasado cuando las demandas de protección para la
salud, desde una visión de lo que más
tarde sería la Seguridad Social, van
tomando forma.
En efecto, se encuentran diversos
antecedentes en leyes locales (en 1904,
en Nuevo León), o en proclamas y programas como el del Partido Liberal
Mexicano (1906) o la Ley Laboral
Zapatista del 7 de noviembre de 1915;
todo esto se plasmó en el artículo 123,
fracción XXIX de la Constitución de
1917. Sin embargo, para su operación
habrían de pasar varias décadas y adecuaciones a su redacción original, para
plasmar con mayor precisión lo que se
quería garantizar para los trabajadores
del país. En 1929, se señala en dicha
fracción que: “se considera de utilidad
pública la expedición de la Ley del
Seguro Social y ella comprenderá
seguros de Invalidez, de Vida, de Cesación Involuntaria del Trabajo, de
Enfermedades y Accidentes y otros con
fines análogos”.
Entre 1930 y 1935 hubo fuertes
luchas emprendidas por la Central
Sindical Unitaria de México, de tendencia comunista, para lograr que se
hiciera realidad este precepto constitucional, pero no es sino hasta 1943
cuando se establece la creación del
Seguro Social. Éste se da a la tarea de
dar cobertura, en principio, a todos
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aquellos trabajadores que están inscritos en las laborales de
empresas privadas. Las cámaras empresariales se opusieron
rotundamente a la creación del IMSS, llegando al extremo de
enviar grupos de pistoleros a balacear la primera clínica de
esa institución, establecida en San Ángel.
La Ley del Seguro Social (en la fracción XXIX aún
vigente) establece que: “Es de utilidad pública la Ley del
Seguro Social, y ella comprenderá seguros de invalidez, de
vejez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes, de servicios de guardería y de cualquier otro encaminado a la protección y bienestar de los
trabajadores, campesinos no asalariados y otros sectores
sociales y sus familiares”. Lo que dio cobertura a los trabajadores de las empresas privadas del apartado A; en tanto que
para los del apartado B, se estableció otro régimen que da
atención a los trabajadores de los Poderes de la Unión, el
Gobierno del Distrito Federal y sus trabajadores, es decir, los
del apartado “B”. Se creó entonces el inicial sistema médico y
de pensiones, que en 1960 se convirtió en el ISSSTE.
El contexto en el cual se conforma la Seguridad Social
en el país es dentro del período de desarrollo del capital conocido como “sustitución de importaciones”, en el que se generaliza el Estado de Bienestar (Welfare State). Esta etapa se
prolonga hasta fines de la década de los setenta y comienza a
enfrentar la embestida de las presiones ejercidas por las economías de los países de mayor desarrollo, así como la apertura al mercado globalizado en el marco del neoliberalismo. La
Seguridad Social es el ámbito que más reciente las medidas
tomadas para desmantelar lo que se había construido durante
el Estado de Bienestar. Surge así el actual ciclo de despojo
salvaje y criminal hacia la población con las reformas que
hasta el momento se han aplicado, tendientes a la individualización y a la privatización.
Para minar el modelo de Seguridad Social, las acciones
emprendidas desde el gobierno han tenido tratos diferenciados, dando como resultado la existencia de un sistema con
varias opciones en el que, sin embargo, los pilares fundamentales que son el IMSS e ISSSTE, son quienes están resintiendo
la embestida. No obstante, las demás instituciones que complementan la atención a la Seguridad Social, Pemex, CFE, CL
y FC, Fuerzas Armadas (ISSFAM) e instituciones estatales
(Secretaría de Salud, DIF, entre otros), no escapan al proceso.
En esta diversidad de instituciones se encuentran lo mismo
trabajadores de la industria, de servicios o a veces de ambos.
El proceso de los actuales cambios se inició entre 1978
y 1982. En el caso del IMSS, se detuvo el crecimiento de la
infraestructura, pese al acelerado aumento en el número de
afiliados al organismo, según informes oficiales de la época.
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Según Ricardo García Sainz, la embestida tiene su punto
de inicio “a partir del año de 1982, que es un parteaguas, a partir de la crisis en febrero de ese año, a partir de la devaluación y
sus consecuencias; a partir de esa fecha, lo que ha ocurrido es
una caída ininterrumpida del valor real de los salarios, lo que
determina que la cantidad de dinero en términos reales, que se
entrega a la seguridad social, es la cuarta parte de la que se
entregaba en 1982. En todos los discursos muy elegantemente
decimos que el valor real de los salarios ha caído al 25 por ciento
del de 1982, esto quiere decir que si las contribuciones están vinculadas al salario, la caída del valor real de las contribuciones
es una caída a la cuarta parte de lo que se venía entregando”.
Más adelante, el mismo autor reafirma: “Por lo tanto,
desde 1982, la seguridad social ha sido víctima de dos agresiones, déjenme llamarles agresiones macroeconómicas: la
primera, la caída del valor real de los salarios a niveles inimaginables; la segunda, la ausencia absoluta de crecimiento,
que determinó toda esa incapacidad de redistribución desde
esos tiempos. Dentro de esa realidad pudimos transitar varios
años porque teníamos suficientes colchones creados y porque
el país estaba parado”.
En 1997, un estudio de la OCDE proponía criterios para
establecer un mercado de ¿seguridad social?: “Bajo el nuevo
modelo, la seguridad social debe concentrar sus esfuerzos en
las funciones de regulación y normativas... Debería haber
muchos proveedores (tanto públicos como privados) compitiendo para proporcionar los servicios” (OCDE, Reforma del
Sistema de Salud, México). Se trataba de impulsar medidas
que llevaran a la individualización de la seguridad social (en
curso) e incluso de la salud (próximamente). Como en el caso
de las Afores, para garantizar el servicio médico, cada trabajador tendría que “comprar” una especie de seguro “médico
mínimo” que, en función de su salario, le daría o no acceso a
especialistas o tratamientos y cirugías especializadas. Una
atención diferenciada, por allí va la idea foxiana del Seguro
Popular, es decir, la privatización de manera paulatina pero
segura ante una población que se mueve en su inmensa mayoría en la economía informal.
Las agresiones no pararon ahí, sino que los abusos y complicidades de la clase política para disponer de los recursos de
los trabajadores no tienen paralelo en estos momentos y, como
muestra, basta un botón: en diciembre del 2002, el gobierno,
mediante una ley aprobada por el Senado dispuso, sin más
derecho que el abuso del poder, de veinte mil millones de pesos
propiedad de los trabajadores que se acumularon en la cuenta
concentradora del SAR 92, para canalizarlos al rescate de Banrural y la creación de Financiera Rural, siendo que en todo caso
se debieron destinar para fortalecer la seguridad social. Al ser
denunciada esta acción, el gobierno
simplemente explicó que “en caso de
que los trabajadores lo reclamaran”,
entonces se tomarían las medidas para
regresarles sus aportaciones.
Lo anterior sólo es una pequeña
muestra de la injusticia con la cual se
trata a los trabajadores en el manejo de
sus recursos destinados para la jubilación y pensiones. A ello habría que
agregar los abusos y corruptelas que se
han generado, así como el uso clientelar que se ha hecho de los recursos de
las instituciones de Seguridad Social.
Otros golpes que han influido
para minar y deteriorar aun más la
seguridad social son, por un lado, el
deterioro de los salarios que, al estar
sujetos a un congelamiento, reducen la
base de los ingresos a las instituciones
de Seguridad Social. Por otro lado, el
despojo que se hace al retirar los fondos de pensiones del control del IMSS
y pasarlo al Sistema de Ahorro para el
Retiro (SAR) y las Administradoras de
Fondos para el Retiro (Afore) para que
éstos sean manejados por la banca privada, copada por el capital extranjero.
Tiempos de cambio
y de resistencia
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Entonces, lo que realmente está sucediendo son las consecuencias de un
cambio de modelo de desarrollo, el de
la sustitución de importaciones por
uno nuevo orientado hacia la acumulación sesgada hacia la exportación,
con mayor grado de apertura externa
y con el protagonismo directo del sector privado, que para el caso nuestro y
de los países de América Latina, no es
otra cosa que la inserción de las transnacionales en toda la actividad económica, política y social.
Este modelo de desarrollo va
dejando una estela de desempleo por
las prácticas privatizadoras, arrojando
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gruesos contingentes de trabajadores a
la llamada economía informal, por un
lado, y acrecentando las rutas de la
emigración, por el otro. Las desviaciones se complementan con el desmantelamiento de los principios que dieron
origen a los seguros sociales, como son
el de establecer un régimen de cobertura universal y solidario, lo cual permitía generar los recursos necesarios a
través del sistema tripartito de aportaciones (empresa, gobierno y trabajador) para generar los fondos necesarios para cubrir tanto los servicios de
atención médica como garantizar las
pensiones para el retiro o por enfermedad o accidente de trabajo, así como el
apoyo a los derechohabientes (los
familiares de los trabajadores).
La campaña de justificaciones
que se comenzó a manejar en torno a
los problemas que enfrentaban las
instituciones de Seguridad Social,
apuntaba aspectos concretos:
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—La llamada “crisis financiera” para cubrir
las obligaciones de reparto, destacando esto como
uno de los aspectos centrales.
—La desigualdad en la proporción de los servicios, es decir, cobertura limitada ante la demanda
de la población.
—Deficiencia administrativa, que sólo se
podría corregir con la sagrada intervención del “eficiente” sector privado.
—La falta de equidad, o sea, trabajadores “privilegiados” por tener conquistas contractuales
(IMSS, CFE, Pemex, CLy FC).
Sin embargo, lo que se ha tratado de tapar, de
cubrir, son las verdaderas razones por las cuales se
vienen promoviendo las reformas a la Seguridad
Social. Como se ha señalado, el cambio de un modelo de desarrollo a otro ha generado:
—Crisis financiera por el desempleo generalizado y la pérdida de miles de puestos de trabajo ante
el cierre de empresas.
—El control brutal de los salarios con la aplicación de los llamados “topes salariales”, lo cual ha
provocado una pérdida real de más del 70 por ciento
con relación a 1982, cuando inició tal política.
—El retiro de las instituciones de Seguridad
Social de los fondos de pensiones que han pasado desde 1992
(con el SAR, para ISSSTE e IMSS) a un manejo individualizado y desde 1997 con la Afore (sólo IMSS), ahora administradas por la banca privada, generando un verdadero saqueo a
los ahorros de los trabajadores.
—Sumado a todo lo anterior, está la reducción de las
cuotas obrero patronales, a partir de las reformas de 1995, en
un 33 por ciento.
Por consiguiente, ¿con todos estos factores presentes,
cómo no va a existir desfalco en la administración de las instituciones de la Seguridad Social?, más aun, si lo que está atrás
de todo esto es la adecuación a un modelo de desarrollo, como
se ha dicho, se aparenta que no queda otra salida que las mencionadas reformas que, además, como se ha evidenciado con lo
que está sucediendo en el IMSS, esas reformas no irán aisladas,
es decir, no sólo apuntan a aplicar el mismo esquema a otras
instituciones o empresas, sino que van ligadas a las relaciones
laborales, o sea a los pactos contractuales y, por lo tanto, para
“ir a fondo, por todo”, también está en la mira la reforma a la
legislación laboral.
Lo antes señalado ha sido advertido así por diversos contingentes de los trabajadores que se han movilizado y están
dando una respuesta más o menos coordinada, no sin múltiples
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dificultades por la justificada desconfianza existente hacia las
maniobras de las cúpulas sindicales que siguen arrastrando el
cáncer del corporativismo, que sólo será extirpado con el concurso de las bases, organizando desde abajo la respuesta y la
búsqueda de alternativas.
Puede que no exista una alternativa que nos legue el
mundo deseado y necesario. Pero sí hay alternativas que confluyen y se articulan, que se complementan y enriquecen, que
languidecen a veces para dar lugar a otras que las desarrollen
desde una perspectiva más integradora. Todas ellas se afianzarán o no, en dependencia de múltiples factores(Valdés
Gutierrez¸ G., FALFISA; Cuba, 2004):
La sociedad deseada, por supuesto, tiene mucho que ver
con el camino que recorramos para llegar a ella, y de la capacidad para no desvincular fines y medios, para no reproducir
viejas o generar nuevas formas de dominación.
La lucha contra la mercantilización del mundo es la verdadera lucha contra el neoliberalismo, mediante la construcción de una sociedad democrática en todas sus dimensiones,
lo que necesariamente significa una sociedad gobernada
conscientemente por los hombres y no por el mercado (ídem).
Se trata de recuperar el Estado-nación como espacio de
un proyecto nacional alternativo a las tendencias destructivas
y desagregantes de la globalización.
Debemos orientarnos no sólo hacia la búsqueda de alternativas “como si no estuvieran”, sino hacia las alternativas que
efectivamente ya están en curso, derivadas de las prácticas de
las distintas vertientes del sujeto social-popular planetario, que
hoy se enfrenta al curso genocida de la globalización neoliberal.
Lo importante es no encapsularnos en corazas corporativas y pensar qué nos une, qué podemos aprender de unos u
otros movimientos y perspectivas liberadoras, qué retos
comunes enfrentamos y qué compromisos históricos claman
por nuestro accionar. Si la crisis es de paradigmas, necesitamos, más que un nuevo pensamiento, una nueva manera de
pensar. Los misterios que entorpecen la batalla multifacética
por la emancipación siguen encontrando su solución en la
práctica humana y en el esfuerzo plural por comprenderla.
Es en este contexto en donde se están dando las batallas
por establecer nuevas formas de atender la Seguridad Social
y los múltiples problemas a enfrentar pueden rebasar cualquier expectativa en su desenlace; sin embargo, lo que no se
puede hacer es mantener la indiferencia cuando lo que está en
juego son proyectos de nación en los que se disputa el futuro
de éstas y las próximas generaciones, en donde la vida tenga
su verdadero valor, donde la dignidad del hombre tenga su
lugar y no sea avasallado por los intereses mezquinos del
mercado.
50
Por ello no habrá que perder de
vista que la respuesta que el gobierno
está imponiendo para resolver uno de
los aspectos centrales de la Seguridad
Social, el de las jubilaciones y pensiones, está encaminada a privatizar todo
y, para ello, aumenta la edad de jubilación, elimina los derechos contractuales en este campo, reduce las cuantías
de las pensiones y sigue fomentando
las recetas del Banco Mundial.
En contraparte, habrá que buscar las alternativas para recuperar y
fortalecer los principios fundamentales de la Seguridad Social, como son:
—Solidaridad intergeneracional,
en donde se incluya a todos los trabajadores y que permita cubrir los riesgos
de enfermedad común, accidente y
enfermedades de trabajo, enfermedad
profesional, maternidad, invalidez,
total o parcial, vejez y muerte.
—Universalidad, que comprenda
a toda la población; generar las instituciones para esto, integrando un solo sistema de administración de los recursos.
—Que las cuantías de las prestaciones sean proporcionales al aporte
de los trabajadores.
—Garantizar las prestaciones en
especie, servicios y recreación como
parte del desarrollo integral del ser
humano.
En tanto esto es posible, las
acciones a emprender se están desarrollando desde la coordinación de la respuesta desde las bases, sumando en las
acciones a toda la población. Esto está
llevando a preguntarse si es posible que
un modelo que tiende a individualizar
todo, como el que impulsa el actual
gobierno, podrá ser rebasado por otro
que necesariamente tendrá que cuestionar las bases sobre las que están planteadas las reformas para favorecer el
capital, es decir, preguntarse, como lo
hacen desde las resistencias a esta ofensiva, si otro mundo es posible.
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