Capítulo II El Despliegue de la Sensibilidad Humana I. EL

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Capítulo II
El Despliegue de la
Sensibilidad Humana
I. EL CONOCIMIENTO HUMANO SENSIBLE
A. Rasgos generales del conocimiento sensible.
Como decíamos al hablar de la vida animal, ésta se
caracteriza por el conocimiento y la apetición sensible. Hay quien
se sorprende al escuchar decir que el animal conoce, pero esto
es evidente, lo que ocurre es que su conocimiento es, a diferencia del hombre, sólo sensible y como tal sólo concreto
y particular, no abstracto ni universal. El animal por medio de
sus sentidos conoce los objetos a los que tiende y de acuerdo
con ello despliega su actividad.
La sensibilidad es el grado más elemental de conocimiento. El que este conocimiento sea elemental o básico no quiere
decir despreciable, sino que tiene su importancia e
interés. Por lo pronto, es lo diferencial y superior respecto de
la vida vegetativa. El vegetal no conoce, aunque vive, pero su
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forma de vida es pobre al compararla con la del animal y con
la del ser humano, ya que carece de conocimiento.
Se vive más si se conoce. La intensidad con la que vive
un animal es superior a la de cualquier vegetal. En ese nivel el
ser vivo se posesiona, hace suyas, muchas otras realidades,
apropiándose de modo intencional, de aquello que el no es. Por
ejemplo, se vive la rosa que no es la rosa, al verla, al olerla, al
tocarla, al sentirla; se vive el mar en toda su inmensidad, y el
canto de los pájaros, el cielo estrellado, y toda la variedad de
seres, animales y personas.
Una característica fundamental del conocimiento sensible
es la de ser una actividad vital intencional e inmanente. En el
conocimiento se da una cierta relación con la realidad diferente
a una síntesis de elementos materiales, físicos o químicos en
la que cada elemento pierde su naturaleza propia. Según la sentencia clásica cognoscere est fieri aliud in quantum alius:
Conocer es hacerse otro en cuanto otro, intencionalmente, no
materialmente.
Cuando un animal, o un ser humano, ve una piedra es
claro que no posee la piedra, materialmente. La posesión material de la piedra estropearía al ojo. El conocimiento sensible
tiene una intencionalidad cognoscitiva que es diferente de la
intencionalidad que puede tener un apetito sensible o la voluntad. Siguiendo uno de los significados de in tendere tenemos
que se refiere al «remitirse a» de esta manera la imagen sensible de la piedra que se conoce visualmente remite a la piedra
que existe en la realidad.
Desde luego que es necesario un medio real para que el
sentido externo pueda conocer, es decir, que si ahora mismo
fuese de noche, estuviera a oscuras o se apagara la luz, no
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podría ver los objetos ni las personas que están alrededor; las
ondas luminosas que golpean mi retina hacen posible que se
produzca una afección en el órgano de la vista, aunque esta
afección no es sin más el objeto conocido, el cual no es nada
física o material, sino intencional.
Ahora bien, ¿cuándo poseo aquel objeto inmaterialmente?
el objeto conocido sólo se da si hay acto de conocer; por
tanto, sólo cuando, por ejemplo, se realiza el acto de ver es
cuando se da su objeto intencional, no antes ni después. Al
realizarse el acto de ver, sirviendo de medio las ondas luminosas, se produce una afección en el órgano de la facultad, esta
afección se denomina especie impresa.
También es importante detenerse en la diferencia entre el
órgano y la facultad sensible, por que no son lo mismo. El órgano es material, en cambio las facultades son mucho más,
tienen como soportes biológicos a los órganos, pero no se
reducen a ellos. La forma de la facultad sensible no se agota
en la simple constitución del órgano sino que además lo
hace capaz de conocer, de poseer muchas formas más.
Conviene entonces diferenciar para no caer en equívocos; una cosa es la realidad externa (la piedra por ejemplo),
otra el medio que hace posible la afección (por ejemplo, las
ondas luminosas), otra diferente es esta misma afección (que es
la especie impresa), la cual se produce inmediatamente al realizarse el acto de sentir (de ver) y una cosa bien distinta son la
operación de ver y el objeto conocido (llamado especie expresa).
Así tenemos que el objeto conocido no es la piedra, que
está en la realidad, ni es el medio, ni es la afección, ni es el acto
(de ver en este caso); sólo es lo conocido sensiblemente por
medio de la vista, es lo visto, lo cual está siendo poseído de
manera intencional.
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Se trata de un conocimiento que sólo es posible si se
da una apertura de las facultades cognoscitivas, a través de un
medio real o del propio órgano. Las facultades cognoscitivas
tienen capacidad de actualizarse con el objeto, y por su parte la
realidad es cognoscible, tiene la posibilidad de ser conocida.
Si las facultades cognoscitivas no pudieran «hacerse» el objeto,
no se podría conocer y si la realidad fuera «cerrada», incognoscible, tampoco podría haber conocimiento.
Tenemos entonces que todo conocimiento es posesivo de
la realidad. Al conocer uno se hace lo conocido, aún en el nivel
sensible. Si veo una puesta de sol (una de aquellas hermosas
puestas de sol que vemos al atardecer en la Universidad de
Piura), en cierta manera uno «se hace» sensiblemente aquel
paisaje la luminosidad y la intensidad de los colores.
Aristóteles considera que en el acto de conocer el
cognoscente y lo conocido en acto son uno. Y Tomás de Aquino
también corrobora esta tesis y al referirse al conocimiento intelectual afirma que «en el acto de entender, el entendimiento y lo
inteligible son una misma cosa, como en el sentir son una misma
cosa el sentido y lo sensible». Por esta razón se puede decir
que por medio del acto de sentir o pensar el sujeto cognoscente
se hace su objeto intencionalmente, lo sentido o lo pensado
respectivamente.
Es conveniente resaltar que el acto de sentir se mide
con lo sentido. Todo acto de conocimiento posee un objeto.
Este principio se puede aplicar también a cualquier acto intelectual. No hay conocimiento previo a lo conocido. Es en el acto
de conocer que se nos entrega el objeto conocido. El acto de
conocer y su objeto son simultáneos. Se realiza una cierta identificación entre el acto de conocer y lo conocido, y sin embargo
la alteridad del sujeto cognoscente se mantiene; la inmanencia
del acto no la anula.
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En definitiva, todo conocimiento, también el sensible, es
activo. Siempre que se ejerce el acto de conocer, el objeto, la
forma conocida, comparece, se hace presente, gracias a dicho
acto. La forma inteligible se encuentra en la realidad, pero no
está siendo inteligible en acto, sólo lo será si se ejerce la operación u acto cognoscitivo. Es importante entender el carácter
activo de todo conocimiento. En la realidad externa no están
las formas «conocidas» en acto, sino que la actualización de lo
conocido se produce al ejercerse la operación y a su vez lo conocido determina al acto cognoscitivo.
Es importante recordar también que los actos cognoscitivos pertenecen a un ser vivo cuyas operaciones son inmanentes. Los diferentes actos cognoscitivos perfeccionan la facultad, ya que al redundar sobre ella la disponen más o mejor.
B. El objeto de los sentidos externos.
De modo general se puede afirmar que el objeto de los
sentidos es el universo material, o el conjunto de los entes corpóreos con los cuales entramos en relación. Las cosas que
podemos conocer sensorialmente son innumerables, sin embargo, siguiendo la teoría clásica, es posible distinguir los sensibles propios y los sensibles comunes.
El sensible propio es aquel aspecto de lo físico o
aquella cualidad sensible que puede ser captada por un sentido
y nada más que por él. Así, el sensible propio de la vista es el
color, del oído es el sonido, del gusto es el sabor, del olfato es
el olor, del tacto es la textura.
Algunas formas sensibles pueden ser captadas por más
de un sentido. A este conjunto de cualidades sensibles que pueden ser captadas por más de un sentido Aristóteles deno-
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minó sensibles comunes y concluyó que eran cinco: movimiento,
reposo, número, figura y magnitud.
En la tradición aristotélica medieval se denominó también sensibles per se tanto a los sensibles propios como a los
sensibles comunes y se llamó sensibles per accidens a aquellas realidades que no son sentidas por sí mismas sino precisamente en sus accidentes. El sensible per se es el objeto
sensible directo, es lo que un sentido percibe en razón de su
naturaleza o constitución, corresponde a lo que se podría llamar «sensación bruta o pura».
Esta sensación bruta se produce rara vez en el sujeto
cuando es adulto. Los sensibles per accidens, son los objetos
sensibles indirectos. Es todo aquello que el sentido no percibe
por sí mismo, sino lo añadido. De alguna manera el sujeto sintetiza, percibe el conjunto de los elementos sentidos. Es lo que
corresponde a la percepción, por ejemplo, oír el ruido de un
auto por la calle y percibir indirectamente el auto. Por otra parte, el ser humano es una unidad, de manera que hay una interrelación entre los diferentes actos y sus facultades.
C. Naturaleza de los sentidos externos.
Como hemos dicho anteriormente, los sentidos son
facultades que se especifican por sus actos y éstos por sus
objetos, de ahí que la clasificación de los sentidos se haga
atendiendo a su objeto.
La división de los sentidos externos en cinco: vista,
oído, tacto, gusto y olfato y la de los sentidos internos, sentido común, imaginación, memoria, estimativa o cogitativa es bastante
acertada. Sin embargo también es posible distinguir más
sentidos, por ejemplo, el sentido cinestésico, el del dolor, del
calor, de la orientación y equilibrio, etc.
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Las características principales de los sentidos son:
1. Los sentidos son facultades.
Según la filosofía clásica una facultad es potencial, es
decir que no siempre está en acto, por ejemplo, el sentido de la
vista no siempre está en acto, el caso más conocido es que
cuando dormimos no se ejerce el acto de la visión, aún cuando
hay quien dice que puede dormir con los ojos abiertos, la verdad es que si está dormido, no está ejerciendo el acto de la
visión. De esta manera tener la facultad, la capacidad, es como
decir tener una potencia, y ésta es diferente del acto y aunque
si bien es verdad que toda potencia puede pasar a acto no por
ello quiere decir que de hecho ya esté actualizada.
Así tenemos que un ser vivo reacciona cuando está
ante estímulos físicos, sus facultades sensibles pasan a acto
ante la presencia de tales estímulos. Las facultades no son
substancias separadas que existan por sí mismas, son potencias del alma, principios próximos de operaciones, que de ordinario existen junto con otras.
Además, como ya señalamos anteriormente, conviene
no confundir la facultad con el órgano, ya que no es igual a
éste, es «más» que él, este «más» se denomina sobrante formal.
La forma que constituye al órgano no se agota informándolo sino
que permite captar otras formas, por ejemplo la facultad de la
vista se apoya en el órgano, en el ojo para ver, pero éste además
tiene la capacidad de «hacerse» con muchas formas diferentes.
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2. Los sentidos en sí mismos no son ni materiales ni espirituales
Los sentidos son facultades que no se reducen a su soporte biológico que es el órgano, el cual si no está vivo no puede
actuar, no proporciona ninguna sensación. De ahí que la sensación no se pueda reducir a lo material sino que es una operación
psíquica, es decir propia del alma o principio vital. Aristóteles
decía que una mano cortada no era mano propiamente, porque
no estaba viva; una mano separada del cuerpo vivo no puede
asir ningún objeto, no puede tocar, ni sentir el calor, frío, dolor,
etc.; también ponía el ejemplo del ojo de vidrio, el cual no podía
ejercer ninguna operación visual, ya que no estaba vivo.
Si bien los sentidos no pueden reducirse a su soporte
orgánico, ya que hay ahí una «presencia» del alma del ser vivo;
sin embargo, tampoco es espiritual ya que depende del órgano
aún cuando no se reduce a él. Por esta razón es que se puede
atrofiar la función de los sentidos, la intensidad de la excitación
puede alterar al órgano del sentido.
Sin embargo, esto no ocurre en las facultades espirituales, ya que éstas no dependen del órgano. Por ejemplo, si miramos un objeto demasiado potente como el sol, podemos
quedar ciegos por un momento o podemos quedar con la vista
estropeada, en cambio la inteligencia, ante un objeto altamente
inteligible, no se estropea sino que está como en una fiesta e
incluso ello le permite entender más posteriormente.
D. La naturaleza del acto de sentir o sensación.
De acuerdo con lo que llevamos estudiando, la sensación
vendría a ser el resultado del acto cognoscitivo sensible del que siente y
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su objeto o forma sensible que especifica al acto. Por lo tanto
podemos definir que en cierta manera la sensación es «el acto
común del que siente y es sentido».
1. La sensación es un fenómeno psíquico.
La sensación es un fenómeno psíquico inmaterial. Esta
tesis va contra el materialismo en todas sus formas (mecanicismo, fisiologismo, etc.), que sostenían que la sensación era
un hecho físico que se explicaba mediante la relación mecánica
entre estímulo y respuesta (a lo cual denominaban sensación)
o que se reducía a los simples fenómenos fisiológicos, a los
movimientos del sistema nervioso.
De acuerdo con lo que hemos dicho antes, el mecanicismo sería contrario a la verdadera actividad de los sentidos,
ignora que el objeto sentido es intencional. Por otra parte, el
mecanicismo, en rigor no es coherente con un planteamiento
adecuado de la vida, ya que llega a considerar al hombre como
un compuesto de partes materiales, al modo de una máquina,
pero un ser vivo no es una máquina, hecho sólo por simples
partes materiales.
2. La sensación es un acto de conocimiento.
Los sentidos conocen en cuanto son vitales. No se puede equiparar el sentido de la vista, por ejemplo, a una cámara
fotográfica, aunque en la película queden grabadas unas imágenes después que se ha accionado la máquina fotográfica. Las
imágenes simplemente quedan impresas en la película, pero ahí
se terminó la operación mecánica.
En cambio, en un animal o en un ser humano, la «especie impresa» es conocida intencionalmente por la vista, la
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cual forma la intentio de aquella realidad que ha visto, y entonces la conoce inmediatamente (por decirlo de alguna manera
«despega» esa imagen impresa del órgano material). En cambio, la máquina fotográfica no conoce porque no está viva.
La sensación si bien la sensación tiene una dimensión
biológica (hay una actividad de los receptores sensoriales, de
cuyo estudio se encarga la biopsicología); sin embargo, no se
reduce a ello sino que es un cierto conocimiento inmanente en
el cual el sentido posee un objeto intencional, inmaterial.
3. La sensación es un conocimiento
con fundamento in re.
El conocimiento sensible es relativo, pero lo es en cuanto está referido no al sujeto que conoce sino principalmente a un
objeto externo. El sujeto no determina caprichosamente sus
sensaciones, sino que lo sentido remite a la realidad externa.
Aunque la sensación dependa por una parte del estado de los
órganos, de su salud, fatiga, saturación, lesión, etc., y también
de los estados internos del sujeto, de su atención, de sus intereses, de su inteligencia y de su voluntad; aún con todo, el
objeto conocido, lo sentido, remite a la realidad externa.
A veces se dice que en cierta manera vemos lo que
queremos ver u oímos lo que queremos escuchar, sin embargo,
esto no atenta contra la realidad externa, de lo contrario ésta
sobraría y nos bastaría con generar nuestras propias sensaciones. Un ser vivo es más o menos capaz de captar sensorialmente la realidad externa, pero esa capacidad no afecta a la
realidad. Evidentemente, la realidad externa no es contradictoria, sino que permanece intrínsecamente tal cual es. El querer
reducir la realidad a sólo lo conocido en la operación que se
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ejerce, es una pretensión que violenta a la realidad y sólo es
explicable por el engreimiento del sujeto humano.
4. La sensación es un conocimiento directo.
Es decir que la sensación en cuanto tal se produce sin
«discurso» sin razonamiento. La sensación «da» lo real sin que
haya necesidad de razonar, ni aún inconscientemente. Por ejemplo, cuando al despertar uno abre los ojos y percibe la luz que
entra por la ventana percibe aquella luz en primera instancia y no
la sensación visual.
En conclusión, podemos decir que los sentidos son puestos en acto a través de un objeto exterior, el cual especifica al
sentido. La sensación no es algo puramente material ya que es un
acto por el cual se posee la forma u objeto sensible y uno «se
hace» aquello que conoce, lo cual se integra dentro del ser vivo.
E. El cuidado de los sentidos externos.
La sensación es un acto inmanente, que afecta y permanece en el sujeto, lo cual reviste especial importancia en el
ser humano. Los actos cognoscitivos que se ejercen a través
de los sentidos inciden en sus facultades configurándolas, en
definitiva recaen en su principio remoto que es su alma, facilitándole o dificultándole sus operaciones propiamente espirituales. El ser humano, a diferencia de los animales puede ejercer
un cierto control y cuidado de su actividad sensible gracias a
que posee inteligencia y libertad.
a. Ver y mirar
Se podría diferenciar el ver y el mirar. Ver es simplemente ejercer el acto de la visión, si el órgano está sano y hay un
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medio físico como la luz entonces se produce el acto de la visión y aquí hay poco por hacer de nuestra parte. El ver supone
simplemente una cierta maduración orgánica y especialmente
una organización de los diferentes elementos captados visualmente por parte de los sentidos internos, sentido común, imaginación, etc.
Sin embargo, el mirar humano es más que el simple
ver, es ver con detenimiento, fijar libremente la vista en aquello
que queremos detenernos. Por esto, la mirada humana supone
una cierta dirección por parte del sujeto, lo cual comporta tener
en cuenta unos ciertos criterios.
Por eso es que el cuidado de los sentidos se corresponde con el saber dirigirlos. No da igual mirar, escuchar, etc.
cualquier cosa, porque de esas formas vistas, escuchadas,
etc., se “alimenta” el alma en el sentido de que son integradas
dentro del ser humano. Uno se hace aquello que conoce; por
esa posesión intrínseca el objeto conocido queda, permanece,
dentro de uno mismo.
Así por ejemplo, si a través de la televisión uno obtiene
imágenes de violencia o pornográficas, y entonces «se hace»
todo aquello que conoce, introduce dentro de sí toda esa violencia o inmundicia; lo cual no sólo afecta simplemente a su
sistema nervioso, sino que le impide ejercer actos superiores;
queda por así decirlo «debilitado» por la presencia de aquellas
imágenes que irresponsablemente ha hecho pasar a su interior
y que le obstaculizan su propio desarrollo personal.
El ser humano es el único ser que puede dirigir inteligente y libremente su conducta, aún tratándose de acciones tan
elementales como el mirar o escuchar; sin embargo, por esa
misma razón también es el único ser que puede ir en contra de
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sí mismo (los animales están protegidos por su instinto). El ser
humano es libre, pero al ejercer su libertad tiene que saber por
lo menos las consecuencias de lo que hace.
Así pues, la mirada humana, a diferencia de la del animal puede ser dirigida por la inteligencia. El mirar supone en
cambio una dirección de la facultad de manera que la mirada
puede detenerse en aquello que considera relevante.
Es muy importante aprender a mirar, es una de las
maneras más inmediatas con la que nos hacemos con la realidad externa. Por ello es importante tener criterios, distinguir
aquello que es conveniente mirar de aquello que no lo es; la
observación más elemental es un acto cognoscitivo que va
acompañado de la atención. Este detenerse, el fijar la mirada
puede y debe ser dirigido. Hay cosas que es conveniente saber
mirar y otras que es mejor ni siquiera verlas. El ser humano
tiene la posibilidad, mediante los criterios adecuados, de educar la mirada.
A su vez, la mirada humana no es sólo posesiva, hacia
la realidad externa, sino que también es expresiva de lo que se
lleva dentro, y tiene la capacidad de manifestar la interioridad
del sujeto. Por esto se suele decir que los ojos son como las
«ventanas» del alma, lo que hay dentro de un ser humano se
suele transparentar en la mirada humana.
La misma racionalidad queda patente en la mirada
humana. Aquí como en tantas cosas más, el ser humano aparece claramente superior. Aunque tanto el animal como el
hombre tienen sentidos, a pesar de que tienen dos ojos, la
mirada humana es distinta de la del animal. En el ser humano
se manifiesta la índole espiritual de su ser.
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Por ejemplo, esto se puede observar en las típicas
fotografías que se suele hacer un niño de unos ocho años con
su perro, los dos frente a la cámara fotográfica, puestos casi al
mismo nivel, y entonces podemos advertir que la belleza de la
mirada del niño es patente, en cambio se podría decir que la
mirada del perro es estúpida. El brillo de la mirada del niño
pone de manifiesto la presencia de un espíritu, su naturaleza
racional, propia del tercer nivel de vida, que es el superior respecto a los demás seres vivientes.
Por otra parte, a través de la mirada humana podemos
captar el nivel de vitalidad de las diferentes personas. Una mirada brillante normalmente manifiesta alegría, optimismo,
interés. Esa vivacidad se ve disminuida en el caso de la mirada
triste. Por eso, siempre que advertimos tristeza en la mirada
podemos darnos cuenta de que aquella persona tiene alguna
dificultad o dolor suficientes como para amenazar su desarrollo
vital.
Podríamos detenernos mucho en este asunto, ver las
diferentes clases de mirada (miradas esquivas y miradas limpias, miradas indiferentes, miradas profundas, etc.), podríamos
ir hasta su base fisiológica; sin embargo a pesar de que la mirada humana es un tema antropológico, no es éste un tratado
de psicología y no nos podemos detener mucho en las descripciones, sí podemos destacar la importancia de los sentidos, y
especialmente su cuidado.
A través de la educación artística se puede aprender a
mirar un paisaje natural o una obra artística, se puede distinguir
los elementos relevantes, la armonía de las formas, el trazo
genial, la diferente intensidad de los colores, la luminosidad, etc.
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La realidad física del universo es digna de ser contemplada. A veces no se sabe mirar el universo, que en cierta manera es la casa del viviente, no se sabe mirar ni siquiera su
“decorado”, y hay quien se va de esta vida sin saber si el cielo
cambia de color. Gran parte de esa pérdida se debe al acostumbramiento y a las prisas. Por lo demás, los seres humanos
tendemos a acostumbrarnos hasta a lo más maravilloso.
Aquí quizá podríamos hacer la experiencia de echar
abajo, como de un manotazo, el acostumbramiento, e intentar
superar ese extraño sopor que a veces tenemos los seres
humanos. Precisamente cuando Aristóteles hablaba del hombre despierto y del hombre dormido se refería al acto de conocer, y aunque el conocimiento sensible es inferior al conocimiento intelectual, al cual se refería Aristóteles especialmente,
sin embargo no por ello deja de ser importante.
A veces caminamos por el mundo como adormilados,
sin la experiencia ni el gozo de conocer. Si intentáramos mirar,
por ejemplo, las estrellas, las plantas, las personas, etc., con la
novedad de la primera vez, es posible que quedemos deslumbrados. Es llamativo el asombro de los niños, cuando por primera vez se enfrentan a una realidad.
Más llamativo todavía es el hecho de que los mayores
intenten, a veces, exagerar los rasgos de los personajes de los
cuentos, de las viñetas, con el objeto de llamar la atención de
los niños; a veces se exagera por ejemplo el largo de una nariz,
cuando para un niño lo asombroso, y ante lo cual se detienen,
es que un ser humano tenga nariz.
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b. Oír y escuchar.
De modo semejante a la diferencia entre ver y mirar
podemos distinguir entre oír y escuchar. Como es evidente,
tanto en la diferenciación anterior como en ésta se incluye la
presencia de otras facultades superiores a la mera vista u oído.
Sin embargo, como hemos dicho desde el principio, el ser
humano es una unidad y no cabe en una explicación meramente analítica, en que las partes se estudien aisladamente.
Oír se diferencia del escuchar en que es el simple acto
por el cual se capta un sonido. En cambio escuchar supone la
captación auditiva de una unidad de significado, por lo que
supone una cierta actividad de los sentidos internos, especialmente de la imaginación, como luego veremos.
Lo que queremos resaltar ahora es la importancia de
saber escuchar, de saber oír con atención, con criterios sobre
lo que vale la pena escuchar y sobre lo que es mejor no prestar
atención; todo ello referido al desarrollo integral del ser humano
y en especial al mejor despliegue de sus facultades espirituales,
como son la inteligencia y la voluntad. La actividad espiritual del
ser humano se desarrolla mejor si se ejerce un dominio sobre
la sensibilidad, empezando por la actividad de los sentidos
externos.
Saber escuchar, es otro tema bastante extenso. Para lo
que corresponde a este texto introductorio podemos hacer alusión al influjo que tiene ahí también la dimensión espiritual del
ser humano, que es capaz de discriminar, de tener criterios para
saber escuchar. Por ejemplo, al saber escuchar una melodía, se
requiere identificar las diferentes tonalidades y en especial los
tiempos de la melodía. Por eso escuchar buena música que
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no es meramente flujo de ruidos o sonidos discordes, constituye una actividad bastante formativa.
Así como fijamos la atención al escuchar una melodía
musical, también podemos ejercer una cierta discriminación y
control respecto a lo que escuchamos. Así por ejemplo, es
conveniente prestar mucha atención cuando estamos en una
clase, atendiendo a una persona, etc. y es mejor no prestar
atención a comentarios denigrantes, negativos, o irrelevantes
sobre las personas o sucesos.
El afán de saberlo todo, incluso cosas que no nos incumben, si fuera un hábito, puede llevar a una gran pérdida de
tiempo, cuando no a actos muy injustos como juicios temerarios, prejuicios, etc. y lo que es peor todavía pueden acarrearnos un daño al guardar aquellas cosas que pueden ser un obstáculo para el desarrollo personal.
En definitiva, de modo semejante al mirar, el criterio
general es que conviene mirar y escuchar todo aquello que
contribuya al desarrollo personal propio o de los demás y hay
que saber ser ciego y sordo ante todo aquello que puede dañarnos. En el ser humano, el escuchar muchas veces va unido
con el ejercicio del lenguaje, por lo que a veces hay que hacérselo
ver a las personas: Eso que estás contando, ¿me ayuda a mejorar a mi o a tí mismo? Si no nos ayuda ni a mi ni a tí no lo escucho. En general podríamos plantearnos, ¿de qué me sirve
esto que estoy escuchando? Así como uno tiene cuidado de lo
que se lleva a la boca, así también debemos cuidar lo que
miramos y escuchamos, ya que al “ingerir” esas formas, aquellos objetos conocidos cuando llegan al interior del sujeto pueden
ayudarle en su desarrollo o también pueden entorpecerlo.
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II. LA SENSIBILIDAD INTERNA.
Los sentidos internos se nutren de lo que les proporcionan
los sentidos externos, los cuales nos ponen en contacto directo
con la realidad externa. En los sentidos externos la especie
impresa proviene del exterior, en cambio en los sentidos internos la especie impresa viene del interior de la misma sensibilidad, es la llamada imagen retenida o retenta.
Los sentidos internos son aquellas facultades del alma
capaces de representar las imágenes sensibles sin que el objeto
esté presente, ya que posee especies retentas. Estas formas ya
se poseen interiormente, gracias a las operaciones de los sentidos externos. Así por ejemplo, la imaginación realiza representaciones pero éstas son posibles en cuanto existen ya las
imágenes proporcionadas por los sentidos externos. Uno sólo
se puede imaginar lo que antes ha visto, oído, gustado, sentido. Por esto el cuidado de la imaginación, memoria, etc. parte
del cuidado de los sentidos externos, los cuales son como la
“puerta de entrada” de aquellas formas, imágenes, etc.
Según la clasificación clásica los sentidos internos son
cuatro. Tres de ellos son fundamentalmente cognoscitivos: el sentido común, la imaginación, y la memoria. El otro sentido aunque
es cognoscitivo es también valorativo y se llama estimativa en los
animales y cogitativa en los seres humanos. Tanto la estimativa,
como la cogitativa requieren del concurso de los otros sentidos
internos, del sentido común, de la imaginación y de la memoria.
A. Sentido común
El sentido común no equivale al buen sentido, es decir a
la razón o la inteligencia en su actividad espontánea, que tiene
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la capacidad de poder distinguir lo verdadero de lo falso, ya
que los animales que tienen sentido común no por ello poseen
inteligencia. Tampoco es un sentido que tenga por objeto los
«sensibles comunes» (tamaño, movimiento, etc.), ya que éstos
son objeto de los sentidos externos, en cambio el sentido
común es interno.
Sus funciones son:
1. Distinguir y unir cualidades sensibles diferentes,
de orden diferente, como un calor y un sabor. Por ejemplo
ante un terrón de azúcar distinguimos el blanco de lo azucarado y lo referimos a lo mismo, pero para comparar hay que tener
a la vez los dos objetos. Esto no lo puede hacer ningún sentido
sino el sentido común.
Por ello el sentido común es el que toma parte en la
configuración básica de la percepción (unido frecuentemente a
la imaginación), ya que compara y relaciona la información que
dan los sentidos externos sobre un mismo objeto. Es considerado un sentido interno porque su objeto son las imágenes
sensibles previamente captadas por los sentidos externos.
2. Saber que sentimos. Por ello se le puede llamar
conciencia sensible. Un sentido no puede reflexionar sobre sí
mismo. Por ejemplo, el ojo ve los colores pero no puede ver su
visión de ellos. Por lo cual se requiere del sentido común, que
no reflexiona sobre sí mismo sino que recae sobre las sensaciones de los otros sentidos. Sin embargo reflexión no significa
aquí operación intelectual porque al volver sobre los objetos de
los otros sentidos no lo hace sobre objetos abstractos sino
sobre imágenes sensibles.
Gracias al sentido común, que unifica la experiencia
sensible, es posible conseguir una conducta adaptativa y unitaria
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respecto a los objetos con los que se relaciona el hombre, como el animal.
El sentido común se basa en los sensibles comunes y
a partir de ahí compara las diferentes sensaciones y hace una
primera verificación de su coherencia. A continuación veremos
la importante actividad de la imaginación.
B. Imaginación
Es una facultad que tiene como objeto representarse la
imagen sensible o fantasma. Por esto se le llama también fantasía.
a. Naturaleza de la imaginación.
La actividad imaginativa consiste en volver a hacerse
presente un objeto concreto, sensible, captado inicialmente por
los sentidos externos.
Por los sentidos externos se hace “presente” una imagen
por primera vez, por los sentidos internos se vuelve a hacer presente esa imagen, de manera que la imagen representada no es
la presentación directa de la realidad, sino la representación de
un objeto real, cuando éste se encuentra ausente.
La actividad imaginativa siempre tiene dos elementos:
- Los materiales imaginativos de los que parte (que se
poseen ya interiormente gracias a los sentidos externos).
- La imagen que produce como resultado de su actividad: la representación de una imagen, la composición
de una escena, etc.
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Como queda claro, la imaginación, como todos los sentidos internos, funciona a partir de los datos que le suministran
los sentidos externos. El proceso de la imaginación puede seguir las siguientes fases:
1. La fijación de las sensaciones pasadas. Aquí ya la
imaginación cumple una función selectiva, pues, sólo fija lo que
le afecta suficientemente o lo que le interesa. Para realizar la
fijación se requieren dos condiciones:
•
Fijación o persistencia de las sensaciones en su base
orgánica.
•
Atención e integración de las sensaciones en una unidad de significado (percepción).
2) La conservación de las percepciones como unidades de sentido significativas.
3) La reproducción de las imágenes: Lo agradable se
representa con más facilidad, pero también se puede olvidar de
un modo natural y espontáneo. La reproducción de las imágenes puede seguir las leyes de semejanza, de contigüidad, de
causalidad.
4) La creación o facultad de generar nuevas imágenes a partir de sensaciones y percepciones que ya poseemos; contar un cuento, imaginar una sirena, etc. La imaginación, animal y humana, es capaz de ejercer una actividad muy
importante en la vida práctica que es la de prever y anticipar
futuros esquemas de acción. El objeto de la imaginación es la
reproducción de imágenes sensibles que antes han sido percibidas por otros sentidos, y que la imaginación las recrea nuevamente.
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b. Tipos o niveles de imaginación humana.
Se pueden distinguir varios tipos de actividad imaginativa. La clasificación más general distingue entre fantasía de
expectativas y la consiguiente fantasía planeadora:
 La fantasía de expectativa, que es la imaginación que
se despierta ante la satisfacción de una tendencia o el
temor de su no satisfacción. Las imágenes se producen
ante la presencia de un estímulo asociado a una necesidad. Esta fantasía, a diferencia de la planeadora se
desata inmediatamente, las imágenes amenazadoras o
placenteras son el motor desencadenante de las tendencias y de los movimientos de búsqueda del alimento, de casa o satisfacción de una necesidad.
 La fantasía planeadora, que es aquella por la que un
ser cognoscente se adelanta al futuro a fin de satisfacer las necesidades que siente, o imagina posibles
respuestas a fin de evitar un peligro temido. En el animal esta actividad está determinada por el instinto y por
la experiencia anterior.
Tanto la fantasía de expectativa como la placentera se
dan propiamente en el animal, pero también se dan en el ser
humano, aunque no de la misma manera, en el ser humano, la
imaginación presenta una riqueza y posibilidades que superan
a la imaginación del animal, por eso se pueden considerar varios tipos o niveles de actividad imaginativa en el ser humano:
-La imaginación eidética, la cual consiste en reproducir
sólo imágenes, aisladas, sin establecer relaciones entre ellas.
Eidos, hace referencia a ver, lo eidético es lo visto. Por eso
118
este nivel es el más básico, el que está más cercano a la percepción, a los sentidos externos, como la vista, el oído, etc.
Este tipo de imaginación se puede detectar especialmente en los niños. También es posible advertirla en los sueños, en los que la sucesión de imágenes es incoherente. En
este nivel, las imágenes no están organizadas. Por esto es que
si un ser humano no desarrolla su imaginación y se queda solo
con la imaginación eidética sufre un gran desorden en su imaginación y queda a merced de ellas, sumiéndose en una situación caótica, distrayéndose continuamente, y agitándose por
las variadas emociones e inquietudes que ese caos provoca en
el interior del sujeto. Es, por tanto, conveniente en la “loca de la
casa” afectando la vida personal y sus actividades, como por
ejemplo el estudio.
-La imaginación asociativa y proporcional. Este
nivel, aunque es básico como el anterior, se caracteriza por
presentar un incipiente nivel de organización de las imágenes.
Por medio de la imaginación se pueden establecer relaciones
entre las imágenes. Así, se pueden establecer varias relaciones
de asociación: comparación, diferenciación, semejanza, con lo
cual se establece una cierta proporcionalidad.
La asociación permite también establecer un tipo de
relaciones parecidas al razonamiento lógico, pero que no se
pueden confundir, son actividades distintas, una es de la imaginación, la otra es de la inteligencia.
Este tipo de asociación se puede formular de la siguiente
manera: “Sí esto, entonces aquello”. Por ejemplo, un gato que es
un animal que también tiene imaginación eidética y proporcional,
puede relacionar el salto sobre la mesa de la cocina con el
119
comerse el pescado que suele ponerse ahí, o si ve a la cocinera
ahí no se atreve a realizar esa hazaña, debido a esta capacidad
de relacionar se dice a veces que el animal “es inteligente”.
Sin embargo, esa asociación, que es muy conveniente
para la conducta práctica del animal no quiere decir que posea
inteligencia, ya que es una actividad que realiza gracias a su
imaginación simplemente.
El razonamiento lógico condicional: “Si A entonces B”
es diferente, porque se aplica a lo general y no a lo concreto
como es el caso del animal, el cual no puede llegar a abstraer
leyes, ni a hacer generalizaciones. El ámbito del animal es
exclusivamente concreto, relaciona “ese” alimento, con “ése”
lugar, “esa” cocinera con “ese” escobazo que le impedirá
hacerse con “ése” pescado.
El ser humano también puede moverse con asociaciones o relaciones concretas. También a veces pueden darse
confusiones en este orden, ya que una persona puede tener
muy desarrollada su capacidad de relacionar elementos concretos; por ejemplo, aquellas personas que son muy rápidas en
ese aspecto y que en el Perú se llama “muy moscas”, o “muy
avispadas” y que debido a esa habilidad de asociar o relacionar
siempre encuentran una salida para conseguir sus objetivos.
Sin embargo, eso no quiere decir que sean muy inteligentes, ya que muchas veces ignoran qué es un objetivo y si
aquel detrás del que van es o no realmente conveniente para el
perfeccionamiento de su naturaleza. Así pues aunque es importante la capacidad asociativa, el ser humano puede ir más
allá gracias a su inteligencia, puede ir a la naturaleza de las
cosas, de las situaciones y a encontrar su sentido.
120
Un grado superior a la simple asociación (respecto de
lugar, cantidad, tamaño, etc.) es establecer proporciones. Éstas
suponen no sólo una relación sino que ésta conlleva una cierta
medida. Por ejemplo, cuando decimos que árbol es a bosque
como hoja es a libro, se está estableciendo una relación de
parte-todo.
También cuando establecemos proporciones matemáticas, como por ejemplo: 1 es a 2 como 2 es a 4, etc. Un tipo de
relación muy especial es el de causa-efecto, que supone un
cierto procedimiento inductivo, hacia la naturaleza de las cosas.
-La imaginación del espacio y del tiempo.
En este nivel, la imaginación es capaz de representarse
figuras en el espacio y continuidad en el tiempo. Este espacio
al que nos referimos es el espacio euclídeo que es el imaginable, por ser tridimensional o de tres dimensiones. El espacio de
cuatro, ocho, diez dimensiones, así como el espacio y el tiempo
infinito no los podemos imaginar, son captables por la inteligencia.
Captar figuras en el espacio y el tiempo, como se hace
en la Geometría y en la Aritmética, supone actividades imaginativas de muy alto nivel. La noción de medida y de regla son
aquí de gran importancia. La medida es interna a ellos mismos.
Por esto es posible descubrir en ellos una regularidad.
Por tanto, el descubrimiento de las reglas, de los teoremas, de la geometría euclídea son muy formativas para la imaginación humana. El estudio de la geometría cumple aquí un
papel muy importante; sin embargo, su tratamiento es propio de
la Filosofía de la Educación.
121
-Imaginación simbólica
Es la que pone en relación un símbolo o un signo con
aquello que representa. Aquí cabe la actividad representativa
del lenguaje y la actividad creativa de la literatura.
c. La educación de la imaginación.
En primer lugar, podemos decir que teniendo en cuenta
lo anterior, es evidente que es importante tratar de superar el
nivel de la imaginación eidética e ir consiguiendo los niveles
más altos de imaginación. La educación de la imaginación se justifica en cuanto que es una facultad perfeccionable intrínsecamente,
es decir que en este caso no sólo cabe una conducción, una dirección desde fuera de la facultad, sino una perfección de la facultad misma.
La imaginación, al igual que todos los sentidos poseen
una base orgánica. Sin embargo, a diferencia de los sentidos
externos, su maduración es más lenta y comporta muchos
años. Se suele decir que la imaginación se puede educar hasta
los 18 años aproximadamente. Así, es posible desarrollar la
imaginación desde la más tierna infancia, de modo que orgánicamente se puedan establecer las relaciones o configuraciones
(los llamados circuitos de las neuronas libres).
Si se educa la imaginación ésta puede desarrollarse y
con ello se posibilita una actividad intelectual muy potente. En
cambio, si la imaginación está desordenada es muy difícil avanzar en el campo intelectual.
Es lo que sucede en el nivel de la imaginación eidética.
Su desorganización provoca un desorden, en esta situación las
imágenes fluyen sin control. Esto es propio de los niños, pero
122
también se puede dar en las personas adultas. En este caso se
habla de la imaginación como de la “loca de la casa”, debido a
que la algarabía de las imágenes, de la fantasía, alborota al
sujeto que la sufre. En este sentido también se suele decir de
estas personas, que tienen “la azotea alquilada”, en cuanto que
al modo de quienes tienen inquilinos molestos en el piso de
arriba, tienen “mucho ruido” y muchos problemas debido a esos
disturbios.
Sin embargo, cabe dominar, “sujetar”, la imaginación
en la medida en que una persona vaya educando su imaginación, en la medida en que controle sus impresiones, sus emociones, sus sentimientos, y aprenda a “pasar la página”, es
decir a tener criterio, a discriminar, a no dar lugar a que imágenes inútiles o nocivas le dominen; en esa misma medida se
introducirá el orden y el dominio interior.
Por otra parte, como hemos señalado, el dominio de
la imaginación es indispensable para progresar en el conocimiento intelectual. Por esto es importante ir adquiriendo los
niveles superiores de la actividad imaginativa. De lo contrario,
la disciplina, el orden y la profundidad que requiere la actividad intelectual no podrá ser posible. Así, no es difícil prever lo
que le sucede a un alumno que se pasa más horas delante
del televisor que delante de los libros, ya que de ordinario no
abundan los buenos productores de programas televisivos, y
entonces en lugar de pensar o imaginar disciplinadamente,
aquel alumno a menudo sólo tiene una actividad pasiva, sin
criterios.
Para contribuir al desarrollo de la imaginación se puede aprovechar el juego, el arte, la lecto-escritura y la geo-
123
metría. También es conveniente encauzar la imaginación a través
de la creación artística en todas sus modalidades, las artes plásticas, la literatura, el baile, etc. lo cual le introducirá poco a poco en
una normativa propia de cada una de esas actividades.
En cuanto a las “ensoñaciones” tan frecuentes en los
adolescentes, es conveniente ayudarles con delicadeza a introducir una confrontación de sus imágenes con la realidad concreta, a ayudarles a organizar sus imágenes y a introducir el razonamiento en sus sueños. Por otra parte enseñar a soñar a un
niño o a un adolescente es un arte que está muy relacionado con
otras facultades como la cogitativa, la inteligencia y la voluntad, a
través de las cuales se puede ayudarle a tener proyectos.
En el ser humano es posible un control de la imaginación, para dar lugar a las imágenes convenientes y del modo
adecuado. Gran parte de este control se produce vigilando
atentamente lo que entra por los sentidos externos y luego
sabiendo identificar las imágenes que tenemos en nuestro interior, cortando su influjo o su presencia si no son convenientes
o si son inútiles (lo que llamábamos «pasar la página»).
Por otra parte, si empleamos bien la imaginación podemos llegar a componer situaciones que sean útiles o beneficiosas para los demás, tratando de dar una respuesta imaginativa a cada situación difícil. Esto se puede aplicar a un proyecto personal o institucional, a una situación familiar, al cómo
emplear el tiempo libre, al modo de decorar un ambiente, a
una conversación interesante y atractiva, etc. La creatividad
lleva a buscar la mayor cantidad de datos tratando de establecer nuevas relaciones entre ellos, de modo que saliéndose
de lo dado, se den respuestas imaginativas a situaciones o
problemas reales.
124
C. Memoria
Es diferente a la imaginación a la cual incluye. La imaginación no es lo mismo que la memoria porque ésta es la facultad
de conservar el pasado en cuanto tal y de reproducirlo. Su objeto
formal es el pasado, es el conocimiento del pasado como pasado. Su acto propio es el recordar. Supone una imagen del presente y cierta percepción o una apreciación del tiempo.
Se considera que los animales tienen:
1. Memoria sensomotriz: por la que el animal asocia sus
movimientos actuales con los pasados. Se distinguen
tantos tipos de memoria sensomotriz como tipos de
sentidos: memoria visual, auditiva, táctil, etc.
2. El reconocimiento: es la capacidad de identificar algo
que conocía con anterioridad.
3. El reaprendizaje: es aquel tipo de conducta que perdura después de haber olvidado una tarea que se conocía
perfectamente.
En el hombre, además de las formas anteriores, se
realiza:
4. El recuerdo deliberado: es el proceso deliberado de
búsqueda de un determinado objeto.
En todo proceso rememorativo es posible distinguir los
siguientes elementos:
1. El estímulo inicial, que es fijado en la memoria y va
hacer objeto del recuerdo. No se trata de una sensación
125
sino de la representación de una totalidad de significado con circunstancias de lugar y tiempo.
2. El estímulo residual: que queda en el período de latencia cuando se inicia el proceso de olvido, el cual puede
ser parcial o total.
3. El estímulo rememorativo: que es el estímulo actual
que suscita el recuerdo de una experiencia pasada,
debido a alguna semejanza que existe entre ambos:
Una fotografía, un objeto, una palabra, un lugar, etc.
Sin embargo, no siempre se necesita este estímulo para recordar deliberadamente.
4. El reconocimiento que es la comparación del estímulo
residual con el rememorativo, de modo que a través del
recuerdo se reproduce el estímulo inicial aunque sin la
nitidez que tenía en sus comienzos.
De acuerdo con estos elementos es posible hacer una
distinción entre la memoria residual, que es el conjunto de
recuerdos posibles almacenados, y la memoria reproductiva
que consiste en la efectiva reaparición de los acontecimientos
pasados. Ello permite al hombre y al animal almacenar su
experiencia pasada y obtener así una mejor adaptación respecto al medio ambiente en el que vive.
En el hombre la memoria está perfeccionada por influencia de la inteligencia la cual puede organizar los recuerdos,
reunirlos, confrontarlos, facilitando su evocación y localización. A
veces se ha preguntado si se puede admitir en el hombre una
memoria propiamente intelectual ya que si la memoria lo es del
pasado en sentido estricto, no hay memoria intelectual porque
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el concepto abstracto representa esencias intemporales. Por
ejemplo, pensar la idea de «triángulo» no implica ninguna referencia al pasado.
Sin embargo, sí es posible la memoria intelectual, si la
tomamos en sentido amplio (conservación y recuerdo de formas
inteligibles). Tomás de Aquino admite una memoria intelectual
que pertenece al intelecto posible. Lo que queda en la inteligencia cuando cesa de pensar una esencia no es tanto una forma
latente, una especie inteligible, es sólamente un hábito, una aptitud para concebir rápida y fácilmente tal o cual tipo de conceptos.
La función de la memoria es recordar y olvidar según
las necesidades. Con todo, la calidad de los recuerdos dependerá de diversos condicionamientos internos o externos como:
las condiciones del aprendizaje (si ha sido bien aprendido), la
actitud del sujeto, la tonalidad emocional, la organización del
material, la relación con lo conocido, la cantidad de material a
recordar y la reiteración del aprendizaje. También es preciso
tener en cuenta que los principales factores del olvido son: el
tiempo de latencia transcurrido entre el estímulo inicial hasta
que se recuerda, la interferencia con otras actividades y los
factores afectivos que pueden bloquear al sujeto.
También es posible el control de la memoria en el ser
humano, para saber retener sólo lo conveniente, es decir lo que
ayuda al perfeccionamiento de la propia naturaleza. Por ello es
importante saber hacer una «limpieza» en la memoria, quitando
los recuerdos que causen un retraso en el desarrollo personal.
Si no aprendemos a olvidar lo que tenemos que olvidar
se puede tener un «archivo» inútil o dañino en la memoria y
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entonces el sujeto se puede machacar gratuitamente porque
cada vez que lo recuerda está reviviendo continuamente aquellas situaciones que le hacen daño, es como si lo estuviera
volviendo a sufrir y esto aunque no le suponga más que un
desgaste de energías es por lo menos inútil. Por ello conviene
recordar sólo lo que es bueno y beneficioso para nosotros y
para los demás.
D. Estimativa/cogitativa
Su objeto es la utilidad o la nocividad de las cosas percibidas. En el animal es un elemento del conocimiento que está
implicado en el instinto (tendencia y habilidad innatas). La estimativa es el sentido que juzga de modo espontáneo e inmediato sobre la bondad o maldad de los objetos y sobre su utilidad
práctica.
Aunque es una facultad cognoscitiva, tiene una dimensión tendencial porque está muy relacionado con un apetito
natural sensible, aunque puede ser perfeccionado por la inteligencia. Si está reservada al instinto animal se denomina estimativa, si se refiere al hombre se llama cogitativa porque está
perfeccionada por la razón.
Supone la percepción del objeto y la imaginación de
algo. El efecto es una acción futura. Se trata de un futuro imaginado. Se acerca a la inteligencia, ya que opera con un principio cercano a la abstracción, porque capta o se representa una
relación pero aún no abstrae.
Esta función, hace que el animal o el ser humano busque o huya de ciertas cosas a causa de su utilidad o nocividad
real aunque lejana; en el hombre: se da una función igual con
diferente nombre. Se llama cogitativa porque el hombre es inteli-
128
gente y su inteligencia influye, por lo que se le suele considerar
como una razón particular.
Esta razón particular consiste en una comparación de
los casos particulares para obtener una regla empírica de acción que es la fuente de la experiencia de lo que se llama un
hombre de experiencia, de extrema importancia para la vida
práctica.
Al igual que los otros sentidos internos, es posible distinguir los siguientes elementos en el proceso de la estimativa o
cogitativa:
1. La comparecencia de contenidos formales o unidades de significación, los cuales vienen dados
básicamente por los sentidos externos, por el sentido común que configura la percepción, por la
imaginación y por la memoria; en el hombre intervienen también sus operaciones espirituales.
Estos datos son importantes, sin embargo, la estimativa o cogitativa, a diferencia de los otros sentidos internos, es también tendencial. El sentido
común, la imaginación y la memoria informan al
sujeto, pero no comportan una aversión o acercamiento. Esta información puede estar incorporada a través de la herencia o de la experiencia.
2. La valoración de esa realidad, a través de la información recibida. La valoración es la consideración de aquella realidad como conveniente o nociva, como útil o perjudicial para el sujeto. De ahí
que la valoración relacione la realidad externa con
la propia realidad vital del sujeto.
129
3. La huida o acercamiento hacia aquella realidad; es
decir que la valoración pone en actividad las potencias motoras del sujeto (su movimiento de repulsa o acercamiento). Debido a estos tres elementos se puede considerar que la estimativa o
cogitativa es la que sirve de punto de partida para
los apetitos, tendencias y sentimientos del ser vivo.
Si no hay un control de la cogitativa también pueden
haber anomalías en el ser humano, ya que se puede alterar la
valoración de lo útil y lo nocivo, debido a que en el ser humano
esa relación no es meramente instintiva, no tiene una predeterminación como es el caso de la estimativa, sino que hay un
espacio que corresponde a la inteligencia, y voluntad.
Es posible que sin criterios claros, sin el dominio racional
del sujeto el temor lo invada, que la imaginación puede presentar imágenes sumamente amenazantes, si el futuro se adelanta
exagerando los peligros el ser humano puede quedar afectado
hasta quedar como paralizado, totalmente dominado por el temor. Algo parecido sucede con respecto al placer. Por otra parte
esto ha dado lugar a teorías conductistas, en las que se pasa por
alto la capacidad espiritual del ser humano, su libertad, quedándose sólo con mecanismos que relacionan indefectiblemente el
reflejo condicionado con la conducta respectiva.
Es posible que si el ser humano lo permite se den
mecanismos de ese tipo, sin embargo no se puede reducir a
esas situaciones toda vida humana. También es posible llegar
a alterar los objetos beneficiosos y dañinos; esto se da claramente en casos de serio deterioro como el que padece, por
ejemplo, un drogadicto quien al ver la droga puede que no la
130
considere dañina sino útil, siendo que en realidad le destruye.
Algo parecido pasa en las alucinaciones del hombre ebrio que
puede llegar a ser daño a su mejor amigo, considerándolo
enemigo suyo, ya que las conexiones neuronales de su cerebro
están alteradas por el alcohol.
En la actualidad hay más riesgo de alterar la cogitativa
ya que se ha ido imponiendo la siguiente relación: placer=bien
y dolor o esfuerzo=mal, de modo que podemos llegar a buscar
exclusivamente lo placentero sin el auxilio de la inteligencia que
discrimina y podemos alejarnos de todo esfuerzo o sacrificio
como si fuera algo totalmente nocivo, siendo que puede ser un
bien muy grande (por ejemplo, los esfuerzos que comporta
estudiar). Si nos dejamos llevar por la tendencia al placer estamos desasistidos a merced de las pasiones. Esto es algo que
veremos con más detenimiento en el próximo capítulo.
E. Los sentidos internos según Aristóteles.
A manera de resumen y por ser tan precisa la descripción que sobre los sentidos internos hace Aristóteles, la incluimos a manera de resumen:
1. EL SENTIDO COMÚN. «Cada sentido hace referencia a su objeto propio; éste reside en su órgano del sentido, y
discierne respecto a su objeto propio; por ejemplo, la visión
discrimina entre lo blanco y lo negro, y el gusto entre lo dulce y
lo amargo; y de manera semejante en todos los demás casos.
Pero puesto que también distinguimos lo blanco y lo dulce, y
comparamos entre sí todos los objetos percibidos, ¿por medio
de qué sentido percibimos que ellos difieren? Evidentemente
tiene que ser mediante algún sentido como percibimos la dife-
131
rencia, ya que son objetos del sentido. Por otra parte, tampoco
es posible juzgar que lo dulce, en efecto, difiere de lo blanco.
Es, pues, la misma facultad que afirma esto. Así, pues, el sentido que juzga debe ser indiviso y, además, debe juzgar sin
intervalos de tiempo».
2. LA ESTIMATIVA. «La facultad de poseer imágenes
sensibles es también informada de lo que se debe buscar y lo
que se debe evitar. De este modo cuando un objeto es agradable o desagradable, el alma va detrás de él o lo evita, haciendo
con ello una especie de aserción o negación. Sentir placer o
pena es adoptar una actitud respecto al objeto sensible en
cuanto tiende a lo bueno y a lo malo en cuanto tales. Esto es lo
que significan, cuando son actuales, el evitar y el apetecer las
cosas, y las facultades del apetito o apetitiva y la evitativa no
son realmente distintas la una de la otra o de la facultad sensitiva, aunque su esencia actual sea distinta.
Ahora bien: para el alma pensante las imágenes ocupan el lugar de las percepciones directas, y cuando el alma
afirma o niega que ellas son buenas o malas, las evita o las
busca. De aquí que el alma nunca piense sin una imagen mental. (...). Así, por medio de estas imágenes, afirma que un objeto es agradable o desagradable, y busca o evita lo que ha pensado; y esto generalmente en acción».
3. LA IMAGINACIÓN. «Es evidente, por las consideraciones que exponemos a continuación, que la imaginación no
es una sensación. La sensación es o bien potencial o bien actual, por ejemplo, es vista o visión actual, mientras que la imaginación tiene lugar cuando no ocurre nada de esto, como
cuando los objetos son vistos en sueños. En segundo lugar, la
sensación está siempre presente, mientras que la imaginación
no lo está.
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Por otra parte, las sensaciones son verdaderas, mientras que muchas imaginaciones son falsas. Tampoco decimos
«imagino que esto es un hombre» cuando nuestro sentido observa claramente un objeto, sino sólo cuando no lo percibimos
con la suficiente distinción. Y como hemos dicho antes las visiones son vistas por los hombres aun con los ojos cerrados. Si
la imaginación es tal y como la hemos descrito, la imaginación
debe ser un movimiento producido por la sensación actualmente operante. Puesto que la vista es el más importante de los
sentidos, el nombre de fantasía deriva de luz –faos- porque sin
luz es imposible ver.»
(ARISTÓTELES, Sobre el Alma, III, 7)
4. LA MEMORIA. «Puede plantearse la cuestión de
cómo es posible recordar algo que no está presente, puesto
que sólo está presente la impresión, pero no el hecho. Puesto
que, el estímulo, en efecto, produce la impresión de una especie de semejanza de lo percibido, igual que cuando los hombres sellan algo con sus anillos sellados. Ahora bien: si la memoria efectivamente tiene lugar de esta manera, ¿qué es lo que
uno recuerda, la afección presente o el objeto que dio origen a
ella? Si lo primero, entonces no recordásemos nada una vez
ausente; si lo otro, ¿cómo podemos, percibiendo la afección,
recordar el hecho ausente que no percibimos?
Si hay algo en nosotros, análogo a una impresión o una
pintura, ¿por qué razón la percepción de esto será memoria o
recuerdo de algo distinto y no de esto mismo? Pues esta afección es lo que uno concibe cuando ejercita su memoria. ¿Cómo,
pues, se recuerda lo que no está presente? Hemos, pues, de
considerar la pintura mental que se da dentro de nosotros como
un objeto de contemplación en sí mismo y como una pintura
mental de una cosa distinta. En la medida en que la relaciona-
133
mos con alguna otra cosa, por ejemplo, una semejanza, es un
recuerdo.»
ARISTÓTELES, Sobre la Memoria y del Recuerdo, I-II
III. LOS APETITOS SENSIBLES
Y LOS SENTIMIENTOS
A. Noción de apetito
De modo general, el apetito es una tendencia o inclinación por la cual un ser se dirige a aquello que le es conveniente
a su naturaleza. En cierta manera, también en los seres desprovistos de conocimiento se da una inclinación natural, que
deriva de su forma natural y se llama apetito natural. Se trata
de una tendencia intrínseca e impresa en la naturaleza misma
del ser vivo hacia la propia perfección, hacia todo aquello que
haga posible su autoconservación, hacia lo que le conviene a
su ser. Cuando el apetito natural no involucra al conocimiento
es sólo la inclinación de su naturaleza. «Todos los seres naturales están inclinados a lo que les conviene, pues hay en ellos
ciertos principios de inclinación por el que su inclinación es
natural».
En el animal y en el ser humano, el apetito sensible a
diferencia del simple apetito natural, supone el conocimiento,
se despierta con él; entonces se habla de apetito elícito. Los
animales y los seres humanos pueden conocer especies sensibles a través de los sentidos. El apetito elícito es una tendencia
que sigue al conocimiento (a la posesión cognoscitiva de una
forma). Este apetito nace precisamente a raíz del conocimiento
inclinándose hacia los bienes conocidos. Sin embargo, en el
hombre el conocimiento es además de sensible también intelectual y por tanto tiene no sólo una apetición sensible sino que
134
a través de la inteligencia se hace en cierto modo todas las
cosas, apeticiendo no sólo los bienes sensibles, conocidos a
través de los sentidos, sino también los bienes captados por el
entendimiento.
De esta manera tenemos que si el conocimiento es sensible se despierta el apetito sensitivo, y si sigue al conocimiento
intelectual es un apetito intelectivo o voluntad, que tiende al bien
más perfectamente que aquel. Según Tomás de Aquino: «Los
seres dotados de inteligencia se «inclinan» al bien de un modo
perfectísimo, y a esta inclinación se le llama voluntad».
En el apetito elícito se pueden distinguir dos momentos:
1. La recepción del bien sensible: el sujeto es atraído
por el bien aprehendido o captado.
2. El movimiento hacia su consecución: el bien sensible
mueve, como agente, su conducta hacia el bien, incluyendo los actos aprehensivos.
B. Los apetitos sensitivos y su importancia.
Los apetitos o tendencias sensibles son principalmente
dos: el apetito irascible y el concupiscible.
1) Apetito concupiscible: es la inclinación a procurar
el bien sensible placentero, de manera inmediata, y por tanto a
eludir lo nocivo. Sus actos son inmanentes y se refieren al bien
presente al cual tienden con razón de fin.
2) Apetito irascible: es la tendencia a conseguir el
bien sensible que a diferencia del anterior no es inmediato sino
que está en el futuro. Se trata por tanto de una tendencia a un
fin mediato y difícil, ya que supone acometer tareas arduas y
resistir lo adverso, para lo cual se despliega una cierta agresividad. Su objeto es el bien arduo, por lo cual el sujeto tiene que
135
usar de su agresividad para acometer o para hacer frente a los
obstáculos que impiden alcanzar las cosas convenientes que el
concupiscible apetece.
Por tanto, las pasiones del irascible van relacionadas
con el concupiscible. Por ejemplo, la ira se despierta en un
perro, cuando al dirigirse hambriento a comer unos alimentos,
se le aparece otro que quiere compartir su menú, entonces
aquel manifiesta una agresividad proporcionada a la dificultad
que es la de evitar que el otro le deje sin comida, por tanto,
aquel animal trata de ahuyentarle o vencerle, por ello si se mide
con el otro y ve que tiene posibilidades de vencerle, entonces
audazmente le agrede.
Tanto el apetito concupiscible como el irascible son
muy importantes. El apetito concupiscible (y a su manera también el apetito irascible), está puesto en la naturaleza básicamente en atención a la sobrevivencia, por esto en él la tendencia concupiscible la posesión de su objeto es acompañada de
placer, que facilita el acto correspondiente.
Cuando se trata del ser humano esa finalidad de lograr la sobrevivencia es todavía más importante que la de los
animales. Los actos referidos a la sobrevivencia son: a) actos
de la sobrevivencia personal: comer y beber; y b) actos de la
sobrevivencia de la especie humana: actos de la reproducción.
Tanto los actos de supervivencia personal como los de
la especie son actos muy importantes y necesarios; pero lo son
de diferente modo, el mandato en el primer tipo de acto es obligatorio para cada uno, ya que si uno no come o no bebe, o
come o bebe inadecuadamente entonces atenta contra su vida,
la pone en peligro; en cambio el segundo tipo de actos es
136
un mandato a la especie y no obliga a cada uno, de manera
que si ya lo cumplen un 90% de seres humanos, y se logra la
sobrevivencia de la especie, un sujeto particular puede abstenerse de realizarlos, sólo estaría obligado a continuar la especie en el hipotético caso de que sólo quedara una pareja en el
universo.
Los actos del comer y del beber, así como los de la
reproducción humana son muy importantes; de no realizarse no
sobreviviríamos tanto a nivel personal como de la especie por
eso es que la naturaleza que es «sabia» otorga el placer como
acompañante, para facilitar su realización.
De lo contrario, podríamos pensar qué ocurriría si cada
mañana, tarde y noche tuviéramos que «hacer el sacrifico de
comer», probablemente nos dejásemos morir de hambre (la
anorexia es un caso patológico), de manera semejante ocurriría
con los actos de la reproducción humana, si no se acompañaran de placer no se facilitaría el realizarlos y entonces la especie humana correría el peligro de extinguirse.
Pero también por ello su realización es extremadamente delicada porque en el ser humano se cuenta con la presencia del espíritu, con la inteligencia y la voluntad y con las finalidades ineludibles en este nivel superior. Entonces se tiene que
tratar de que aquellas operaciones sensibles no impidan los
actos intelectuales y volitivos, cuanto más cuanto está de por
medio una finalidad más alta que supera en mucho aquella
finalidad de la mera sobrevivencia, que no es despreciable sino
que cumplir ésta es condición primera o inicial para el desarrollo de las otras finalidades más altas.
Este es el problema que sólo lo tienen los seres humanos, los animales no lo tienen precisamente porque no poseen
137
espíritu ni finalidades de este nivel. Es por tanto una tarea bastante delicada porque el ser humano puede perder de vista
estas finalidades más altas, quedarse sólo con el placer, sólo
buscar éste y por tanto atropella sus fines superiores y de paso
estropear las tendencias sensibles que están subordinados a
los fines más altos; cuando no se actúa rectamente aparece el
estropicio, el daño a veces irreparable. No es difícil observar
hasta qué punto el sujeto puede estropearse con los desórdenes en el comer, en la bebida o en el ejercicio de su sexualidad.
El estropicio acaece cuando viene el desorden, cuando el sujeto se engaña poniendo al placer como fin exclusivo,
dejando de atender a las finalidades inherentes a los propios
actos e impidiendo el logro de las finalidades espirituales más
altas. Los actos del comer y del beber tienen que atender a su
finalidad propia que es la de alimentarse y si en vez de buscar
esta finalidad se busca sólo el placer entonces no consigue
alimentarse y el sujeto se daña tremendamente. Alterar estos
actos es signo de degradación, como sucedió en la Roma
decadente en que se comía exclusivamente por el placer de
comer, se daban unas grandes comilonas, luego se pasaba al
vomitadero y se volvía a comer sólo por el placer de hacerlo.
Algo semejante puede pasar con los actos de la reproducción humana. Su finalidad en ellos es doble, la primera es el
fin de la procreación de los hijos y su consiguiente educación,
ya que los seres humanos nacen prematuramente y tienen que
completar su desarrollo a través de unos 15 a 20 años; pero
esta finalidad no es la única ya que a diferencia de la comida o
la bebida, los actos de la reproducción humana son de aquellas
cosas que uno no pueden realizar solo, sino en pareja, por
tanto la segunda finalidad es precisamente atender a la finalidad de la otra persona, de la pareja, que no es cualquier
138
cosa, sino una persona humana cuyo fin es perfeccionarse,
ponerse en condiciones de amar y ser amada, tanto a nivel
humano como divino.
De manera que estas dos finalidades, la procreacióneducación de los hijos y la de favorecer el perfeccionamiento
de la otra persona, tienen que atenderse al realizar los actos de
la procreación humana. Si no se respeta esos fines, si no son
esos fines los que se buscan sino el placer, se produce un gran
estropicio; se daña a la otra persona usándola como si fuera
una cosa, un simple objeto de placer, se daña la institución
familiar que es requerida precisamente porque el primero de los
fines exige que la procreación se complete con la educación de
los hijos que por de pronto requieren estabilidad y su prerequisito la fidelidad de los padres ya que dicha tarea es larga y
difícil, y en definitiva, se daña la continuidad de la propia especie humana; actualmente para nadie es un secreto los grandes
desórdenes que se presentan en lo referido a estas cuestiones,
cómo el matrimonio, la familia, y la educación de los hijos, así
como los índices tan altos de abortos, de madres solteras y
también de fenómenos como los bajos índices de natalidad en
algunos países y otros que van en el mismo camino.
Es importante entender bien esto. A veces se ha considerado que el placer sensible por sí mismo es malo, no es así,
sólo hay que ponerlo en su lugar. El placer rectamente ordenado es algo bueno. Si no se lo entiende bien se puede dar lugar
a actitudes extremas, por una parte la de aquellos que consideran que todo placer por el hecho de serlo es malo, y entonces
se provoca la actitud opuesta, la de quienes consideran que el
placer es un bien absoluto.
139
No es de extrañar esta reacción, es explicable, ¿por
qué se va a decir que el placer es malo?, si se dice que lo es se
falta a la verdad y entonces vienen las otras posturas crispadas
precisamente como reacción a aquello que es falso, con la
consecuencia de que el afán de reconocerlo como bueno puede hacerse exageradamente y entonces se quedan en esas
formas de hedonismo, de ejercicio desbocado de la sexualidad,
etc., que en gran parte se deben a que no se ha hecho una
verdadera y real valoración de los bienes sensibles, que no se
han puesto en su justo lugar.
Por esto hace falta entrar en estos temas sin falsos
temores, en profundidad, sin prejuicios; es necesario hacerlo
ahora cuando el placer sensible se ha puesto en alza tan desmedidamente, y no abundan los estudios rigurosos y profundos
sobre las tendencias sensibles, sobre las pasiones, los sentimientos, etc., los cuales a menudo están poco esclarecidos,
por tanto no es de extrañar que reine la confusión; a veces se
ha pretendido incluso eludirlos, pero no por dejar de verlos
dejan de existir. Actualmente, por ejemplo, se precisa mucho,
especialmente para los jóvenes, de una verdadera Antropología de la sexualidad humana y de una Filosofía de la afectividad humana que lleve a saber por lo menos qué es una pasión,
por qué se produce y cómo controlarla.
Algo parecido a lo que hemos dicho del apetito concupiscible podemos decir de la importancia del irascible, ¿qué
sería de nosotros si no tuviéramos una dosis de agresividad
para hacer frente a las dificultades? No podríamos sobrevivir.
Es necesaria esa tendencia al bien difícil porque de ordinario el
ser humano se tiene que enfrentar a las dificultades, al mal y la
experiencia de éste que es el dolor.
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Como señalamos al estudiar al viviente, éste se encuentra inevitablemente con los influjos externos; un ser vivo
aislado del universo no podría vivir, un ser humano tampoco. El
hombre está en el universo pero evidentemente va más allá. El
hombre es transespecífico, va más allá de la especie, se encuentra con relaciones interpersonales y por tanto además del
universo físico se encuentra con que vive en un mundo humano con individuos que son personas humanas y entonces su
vida ya es bastante compleja, porque interactúa a diferentes
niveles.
Las carencias propias y ajenas, el mal en el mundo,
son hechos ineludibles. La presencia del mal en el hombre es
mayor que la de cualquier animal, se podría decir que «está
expuesto más». Evidentemente no se trata del mero mal físico,
sino de niveles de males distintos, más profundos, y a veces
mucho más amenazantes y destructivos que los que tiene que
afrontar un animal.
El ser humano tiene que vérselas con las dificultades,
con los problemas, con el mal, de manera inevitable; para enfrentarlos ha recurrido a lo que tiene de superior, por ejemplo, a
su inteligencia y se ha inventado las ciencias, la medicina, la
economía, etc.; y aún con todo siempre tiene que ver con dificultades, con carencias.
De manera que el hombre siempre tiene que vérselas
con dificultades; es más todavía: el mismo hombre encuentra las
carencias, el mal, dentro de sí. Por tanto, ¿qué sería del ser
humano sin una dosis suficiente de agresividad? Desde luego
que como luego veremos hay que dirigir esta tendencia irascible
porque puede debilitarse (cobardía) o hacerse excesiva (violencia, agresividad desmedida) haciendo imposible el logro de las
finalidades propias de la persona humana, pero en sí misma esta
141
tendencia, es de gran ayuda para el hombre. Se podría decir
que estamos bien equipados.
C. Las tendencias sensibles en el animal
y en el ser humano.
Con lo dicho ya se puede ver lo diferente que es el
apetito sensible en el animal y en el hombre, insistiremos un
poco más en esto. Esta diferencia es fácil constatarla, por
ejemplo, se ve que el apetito irascible animal es diferente del
humano en las peleas entre animales, en éstas la agresividad
surge sólo por objetos de nivel sensible, por el alimento o por
placeres sexuales, por la sobrevivencia en definitiva. El animal
no puede querer la justicia, libertad, verdad, etc., él no tiene
espíritu y por tanto no puede tender a esos bienes, no le hacen
falta.
Los apetitos sensibles requieren del conocimiento, de
la presentación imaginativa de algo agradable, o de una percepción actual semejante a la cogitativa (por lo que ésta se
parece al apetito o tendencia sensible); todo ello en el nivel
sensible.
Por otra parte, en el animal para que haya agresividad
y para que el animal realice operaciones arduas y de larga
duración se requiere el equipamiento completo de la sensibilidad interna (sentidos internos). Esto es importante porque se
puede integrar el futuro (estimativa) y el pasado (memoria). En
el hombre, los apetitos están influidos por las facultades superiores del alma donde reside el entendimiento y voluntad y en
orden a su ejecución se influyen por ellos.
En el animal el apetito sensitivo es movido fundamentalmente por la estimativa, la cual por ejemplo le hace huir a la
oveja ante la presencia del lobo. En el hombre es movido por
142
la cogitativa (razón particular) que compara representaciones
individuales.
Sin embargo, el ser humano no está determinado a
actuar inmediatamente, sino que espera el mandato de la inteligencia y el movimiento del apetito superior que es la voluntad,
y cuando éste no se da entonces queda desasistido. Precisamente en esto el animal tiene una cierta ventaja sobre el hombre: el animal a diferencia del hombre está protegido por sus
tendencias que funcionan de manera instintiva; el hombre no
está determinado instintivamente al actuar, para hacerlo tiene
el concurso de la inteligencia y de la voluntad, pero si no las
usa bien entonces queda a merced de sus tendencias descontroladas o de la manipulación externa.
Así pues en el hombre media la racionalidad, hay un
«espacio» entre la tendencia o apetito y su determinarse por el
objeto. Esto es lo que hace posible que dirija racionalmente sus
tendencias, libremente. El ser humano puede por ejemplo, recurriendo a ciertas consideraciones racionales, mitigar o acabar
con su ira, con el temor, con la tristeza y otros sentimientos o
pasiones similares.
Los apetitos sensibles se encauzan a través de una
fuerza motora muscular. En los animales, los apetitos siguen
inmediatamente el movimiento ya que no hay apetito superior
que se oponga resistencia. En ellos no sólamente los apetitos
ejercen un dominio despótico sobre el sistema muscular sino
también la misma percepción es encauzada a través de la estimativa. El circuito estímulo-respuesta es inmediato y casi automático.
En la consideración de las tendencias sensibles se han
dado varios errores, uno de los más conocidos es el de la
143
Escuela psicológica conductista que llega a considerar la conducta animal igual que la conducta humana. Skinner sostiene
que uno se mueve por premio o castigo. Pero ésto es quedarse
sólo en el nivel sensible. El conductismo propone una configuración de la conducta humana automáticamente. Sin embargo,
en el hombre no hay un circuito estímulo-respuesta cerrado,
sino que es abierto a la inteligencia, a la voluntad libre del ser
humano. Por ello, en rigor, en él no hay respuesta sino propuesta, es decir: su respuesta es una propuesta.
En los seres humanos una cierta disposición fisiológica
de los apetitos o tendencias sensibles es lo que marca el temperamento de cada uno, pero al mismo tiempo en cuanto posee los niveles superiores de inteligencia y voluntad el hombre
es tarea para sí mismo. Eso es parte del desarrollo y formación
de su carácter y su personalidad.
El temperamento es básicamente heredado, tiene un
fundamento biológico, en especial depende de la disposición
del sistema nervioso, que es parte importante de la base
orgánica de la sensibilidad humana en general. Así, es posible advertir que hay personas que son muy sensibles, que
se conmueven rápidamente ante los acontecimientos externos e internos. A veces lo manifiestan externamente, por
ejemplo a través de las lágrimas, la palidez del rostro, los
gritos, las palabrotas, el sonrojarse, etc., pero otras veces
aunque no necesariamente lo manifiesten quedan muy “afectadas” interiormente por los hechos, las personas, etc. Así
mismo hay quienes no son tan sensibles, que las cosas no
les afectan con tanta intensidad. En el primer caso tenemos
a las personas emotivas y en el segundo se trata de personas con escasa emotividad.
También cabe la posibilidad de que ante los hechos,
sucesos, personas, etc., se despierte inmediatamente la activi-
144
dad, la necesidad de actuar; si rápidamente se activan las facultades motoras, la imaginación, la inteligencia, etc. tenemos a
personas activas; pero también puede darse una tendencia a
replegarse y con ello el sujeto puede quedarse en la inactividad
o pasividad.
A su vez, un sujeto puede tardar en “recuperarse” de la
impresión que los acontecimientos le producen, puede albergar
la fijeza de esas impresiones por un tiempo más o menos largo,
y entonces se suele decir que es un sujeto con gran resonancia
interior. Sin embargo, existen otras personas que se restablecen enseguida, y los acontecimientos no permanecen en ellos,
no tienen tanta “resonancia” como en los primeros.
Tanto la emotividad, como la actividad, como la resonancia son características que se refieren básicamente a la
sensibilidad y que como hemos dicho tienen base fisiológica.
La confluencia de esos tres factores, emotividad, actividad y
resonancia han llevado a identificar determinados caracteres.
Así por ejemplo, de una persona muy emotiva, activa y con
poca resonancia se suele decir que es colérica. De un temperamento emotivo, activo y con mucha resonancia interior se
dice que es apasionado. De un sujeto emotivo, inactivo con
poca resonancia se dice que tiene temperamento nervioso,
porque su emotividad no cuenta con una salida o un cauce de
actividad y a menudo se desahogan con impulsos que sin embargo no son sostenidos sino intermitentes.
En el caso de personas con temperamento emotivo,
inactivo y con gran resonancia interior, se dice que son sentimentales porque la emotividad se junta con la resonancia interior
y dan cabida a sentimientos muy hondos y prolongados.
145
Por otra parte, se puede identificar a las personas inemotivas,
con todas sus variantes. Si se trata de un sujeto inemotivo,
pero con gran actividad y resonancia se dice que es flemático,
y debido a que su sensibilidad raramente es arrebatada por los
hechos y circunstancias puede llevar adelante una actividad
más sostenida y fecunda que se ve facilitada por su resonancia
interior.
A quienes poseen inemotividad, son activos, pero con
poca resonancia se les ha llamado sanguíneos, y a quienes
son inemotivos pero con escasa actividad se les llama apáticos
o amorfos según tengan o no una resonancia interior.
Sin embargo, a pesar de las disposiciones que tenga
un sujeto gracias a su temperamento inicial, eso no lo determina definitivamente. Es decir, cabe una educación del carácter,
un cierto dominio del temperamento, que tiene una base fisiológica y si bien las tendencias sensibles no pueden eludir ese
condicionamiento, poco a poco pueden irse modelando gracias
a uno mismo o a otras personas o a factores externos.
Aunque el temperamento no se puede cambiar completamente, sí es posible controlarlo. Para esto hay que conocerse, y saber identificar los puntos fuertes y los puntos débiles
que tengamos; los primeros para aprovecharlos y ponernos al
servicio de los demás y los otros para luchar con ellos y tratar
de dominarlos para que no obstaculicen esa meta tan alta de
poseerse y darse en un servicio alegre a los demás.
Sobre el temperamento y el carácter, se pueden «trabajar», ésta es una tarea educativa por la que se llega a aprender a controlar la sensibilidad, las reacciones, a superar la pasividad, la impulsividad, etc. El ser humano puede esencializar,
146
perfeccionar la naturaleza recibida. Los hábitos perfectivos, que
posteriormente veremos, la fortaleza, la constancia, la perseverancia, la laboriosidad, la moderación o templanza, etc., van
educando y perfeccionando a las tendencias sensibles. De esa
manera se van logrando un conjunto de modificaciones que
reconfiguran al sujeto dando lugar a una especie de «segunda
naturaleza».
Hay mucho por encauzar, por racionalizar, por perfeccionar, dentro de nosotros mismos. Por otra parte, en cierto
modo la adquisición de hábitos que perfeccionen o deterioren
al sujeto es inevitable. Con el paso del tiempo siempre se adquieren hábitos, virtudes o vicios, modos de reaccionar, costumbres, pocas o muchas habilidades intelectuales, etc.
En general, en los apetitos humanos hay que tener en
cuenta lo siguiente:
1. Las percepciones de realidades que pueden tener interés para el sujeto.
2. Cuando se percibe algo de interés no se queda definitivamente fijado para siempre, ya que sobre la sensibilidad, cogitativa, memoria, tendencias sensibles, etc.,
pueden ejercer control la voluntad y la razón.
3. La forma de realizar una acción tiene que ser en cierto
modo «inventada» por el hombre, porque su conducta
no está determinada por su naturaleza. De ahí que en
rigor en el hombre no haya sólo lugar para las respuestas, sino que tiene la posibilidad de responder con propuestas libremente pensadas y queridas.
Esto sucede desde las operaciones más básicas como por
ejemplo el comer, lo cual no es un acto meramente biológico; la
147
tendencia a comer no le lleva indefectiblemente al ser humano a
avalanzarse sobre los alimentos como una bestia, tampoco los
come de cualquier manera, por ejemplo, no suele comerlos crudos, sino preparados o cocidos, tampoco come en cualquier
lugar y en cualquier momento, ya que elige un horario para comer y un lugar (por ejemplo, en un comedor y no en su cama);
todo esto ha dado lugar al arte de la culinaria, a la gastronomía,
a la dietética, y junto al alimentarse se ha hecho de la comida un
acto social en el que se sigue unas normas de educación.
El hombre no tiene instinto animal, y puede substraerse
a la atracción de los objetos, tiene libertad y en lugar de una
inalterable
constancia
de
los
factores
percepcióncomportamiento tiene una variabilidad indefinida para el comportamiento: es decir: tiene hábitos, tiene moral, cultura, realiza
un trabajo, desarrolla unas técnicas, un arte.
D. Las pasiones, emociones y sentimientos
a. Naturaleza de los sentimientos
Las pasiones, emociones y sentimientos son las reacciones sensibles fuertes frente al bien o mal sensibles. Todos
los seres humanos, por el hecho de poseer sensibilidad reaccionamos siempre ante los bienes o males sensibles; unos más intensamente y otros menos, dependiendo del temperamento y del
carácter, pero todos lo hacemos, lo que ocurre es que en algunos esa reacción es muy escasa y por eso (y en ausencia de
otro nombre mejor) se les puede llamar inemotivos, pero lo
tienen es escasa emotividad, poca afectación en su sensibilidad.
Las tendencias, como su nombre lo dice, tienden hacia
algo, hacia su objeto propio. Los sentimientos surgen precisa-
148
mente en esa relación de la tendencia sensible con su objeto.
Los diferentes sentimientos aparecen cuando la tendencia se
dirige hacia uno bien sensible presente o ausente, asequible o
no, si logra poseerlo o no, en este proceso y situación, se producen un tipo de sentimientos u otros.
De esta manera, los sentimientos se diferencian del
apetito en cuanto que son un cierto resultado, una cierta consecuencia de su despliegue. Por tanto para controlarlos eficazmente
más que ir directamente al sentimiento que fluye, donde hay que
ir es a la tendencia y a su término que es su objeto sensible.
Entonces es cuando se puede «racionalizar» la tendencia o
apetito, se puede encauzarla respecto a los objetos más convenientes, en esto consiste el gobierno «político» de los apetitos sensibles, se puede encauzarles, por medio de razones,
retirándoles, «despegándoles» de unos objetos sensibles, presentándoles otros, etc.
Los sentimientos pueden ser más o menos intensos,
más o menos duraderos y pueden tener una mayor o menor
repercusión fisiológica. Así, se denominan simplemente sentimientos a las afecciones normales que se despliegan en la
sensibilidad humana. Se llaman emociones a los sentimientos
intensos acompañados de gran afección fisiológica (temblor,
llanto, agitación, etc.) y pasiones cuando el grado de intensidad
del sentimiento es suficientemente alto como para afectar significativamente la interioridad y la conducta del sujeto en cuestión.
Los actos de los apetitos sensitivos que se dan en el
hombre y en el animal tienen una base orgánica. Sin embargo
en el hombre sus pasiones, emociones y sentimientos son más
complejos y de una índole superior debido al concurso de sus
facultades espirituales. Así, en el ser humano se puede dar una
149
pasión muy intensa sostenida por gran actividad intelectual, por
ejemplo, se puede dar esto cuando la inteligencia y la voluntad
se ponen en relación con bienes espirituales y se produce gozo, amor, etc.
Los sentimientos no son de suyos actos cognoscitivos
pero sí dan noticia de la situación en que se encuentra la subjetividad (de atracción o de repulsión) con respecto a realidades
externas, ya que manifiestan la reacción del cognoscente frente
a objetos conocidos y valorados (reconocidos como bienes).
En el hombre las pasiones en sí mismas no tienen connotación moral: no son ni buenas, ni malas. Serán buenas si se
dirigen a un objeto bueno y están controladas por la razón, y
malas en caso contrario (mal orientadas, no sometidas a la
razón). También pueden tener efectos favorables o desfavorables para el organismo y el espíritu y no se tienen que dar
siempre, ni son necesarias para la perfección del acto de la
voluntad. Un acto de amor voluntario puede ser intenso sin que
lo acompañe una pasión o sentimiento y al revés, pueden darse pasiones vehementes sin que conlleven un similar acto de
amor de la voluntad (es por ejemplo el caso del pietismo, sentimentalismo religioso).
Es importante darse cuenta que los sentimientos son
resultados del despliegue de las tendencias y de la posesión o
no del bien apetecido, de un presentarse éste asequible o no.
Por tanto en los sentimientos son muy importantes la calidad de
los objetos que los despiertan, ya que son éstos los que determinan la calidad de aquellos. En el ser humano puede haber
una discriminación y atención sobre esos objetos y de los sentidos que los procuran, y por tanto un control de las tendencias
sensibles.
150
b. Clases de sentimientos y pasiones:
En el primer nivel tendencial (apetito concupiscible) se
dan como sentimientos específicos el amor como inclinación,
aptitud o connaturalidad con el bien y el odio como relación con
su contrario: el mal. Las pasiones del apetito concupiscible se
despiertan ante el bien que es apetecible, que atrae, (el mal es
repulsivo, no atrae) de manera inmediata.
El bien es el primer principio del movimiento de cualquier ser, es el fin al cual tiende y a su vez el principio del amor
es el conocimiento. El bien no puede ser amado si no es conocido. Así, la visión corporal es principio del amor sensitivo y la
contemplación de la verdad, de la belleza o bondad espiritual
es principio del amor espiritual.
Los sentimientos propios del concupiscible son:
En general:
Respecto al bien sensible: el amor sensible
Respecto al mal sensible: el odio sensible
En lo que se refiere al factor tiempo:
Respecto del bien futuro es el deseo
Respecto del bien presente: placer o alegría sensible
Por lo que se refiere al objeto contrario:
el afecto respecto del mal futuro: la aversión
y respecto del mal presente: la tristeza
En el segundo nivel tendencial (apetito irascible) tenemos la tendencia a la consecución de un bien difícil de alcanzar
u obstaculizado en su consecución (bien arduo) y por tanto
supone una temporalidad mayor ya que no se encuentra inmediatamente, está en el futuro.
151
Los sentimientos propios del irascible son:
respecto del bien futuro alcanzable: la esperanza
respecto del bien futuro no alcanzable: desesperanza
respecto de un mal futuro inevitable: temor
respecto de un mal futuro evitable: audacia
respecto de un mal presente: Ira.
***
Tratado de las Pasiones Humanas de Tomás de Aquino.
Esta clasificación de los sentimientos sigue a la realizada por Tomás de Aquino en su Tratado de las Pasiones
Humanas, por lo cual hemos considerado conveniente influir
sus textos más importantes y esclarecedores sobre la naturaleza de la pasión y sus observaciones sobre cada uno de los
sentimientos.
1) Sobre la pasión
«El nombre de pasión implica que el paciente sea
atraído hacia el agente; y el alma es más atraída hacia un objeto por la potencia apetitiva que por la aprehensiva, pues por la
primera el alma dice orden a las cosas en sí mismas. Por eso
dice el Filósofo que el «bien y el mal», que son los objetos de la
potencia apetitiva, «existen en las cosas mismas». En cambio,
la potencia aprehensiva no es atraída hacia una cosa por lo
que ésta es en sí misma sino que la conoce según la intención
que de la cosa tiene en sí o recibe según su modo propio. Por
eso en el mismo pasaje se dice que «lo verdadero y lo falso»,
que pertenecen al conocimiento «no están en las cosas, sino
en la mente» (S.Th. 1-2 q. 22 a.2)
2) La diferencia de las pasiones entre sí
«Para conocer qué pasiones residen en el irascible y
cuáles en el concupiscible, se debe examinar el objeto de ambas
152
potencias. Ahora bien, se ha dicho que el objeto de la potencia
concupiscible es el bien o mal sensible tomado en absoluto,
que es lo deleitable o doloroso. Pero como es inevitable que el
alma experimente a veces dificultad o contrariedad en la adquisición de estos bienes o en apartarse de estos males sensibles,
por cuanto ello excede en algún modo el fácil ejercicio de la
potencia del animal, por eso el mismo bien o mal, en cuanto
tiene razón de arduo o difícil, es objeto del irascible» (S. Th. 12, q.23 a 1)
3) La moralidad de las pasiones
«Las pasiones del alma pueden considerarse de dos
modos: uno en sí mismas; otro en cuanto están sometidas al
imperio de la razón y de la voluntad. Si se consideran en sí
mismas, esto es, en cuanto movimientos del apetito irracional,
de este modo no se da en ellas el bien o el mal moral, que depende de la razón, como anteriormente se ha dicho. En cambio, si se consideran en cuanto sometidas al imperio de la razón o de la voluntad, sí se da en ellas el bien o el mal moral. Y
se dicen voluntarias por cuanto o son imperadas por la voluntad o no son impedidas por ella» (S. Th. 1-2 q. 24 a.2)
4) El amor sensible.
«El amor es la primera de las pasiones del apetito concupiscible, ya que es la aptitud o adecuación del apetito al fin,
que es el bien sensible. El amor no es otra cosa que la complacencia del bien. El movimiento hacia el bien es el deseo y el
descanso en él es el gozo» (S. Th. 1-2. q.25 a.2)
5) El amor sensible es diferente de la dilección
«Toda dilección o caridad es amor, pero no al contrario, por cuanto la dilección añade sobre el amor una elección
precedente, como su nombre lo indica; por lo cual la dilección
153
no se encuentra en el apetito concupiscible, sino sólo en la
voluntad y únicamente en la naturaleza racional. La caridad, a
su vez añade sobre el amor una cierta perfección de éste en
cuanto el objeto amado se estima en mucho, como da a entender el nombre mismo» (S. Th. 1-2 q. 26 a.3)
6) Clases de amor:
Amor de amistad y de concupiscencia.
a) Amor de concupiscencia: Se quiere el bien para sí
mismo.
b) Amor de amistad: Se quiere a aquel para quien se
quiere el bien. Este amor ama por el otro. Sólo se
ama por él mismo y de modo absoluto. (Esto se
puede dar respecto de Dios).
«El amor se divide en amor de amistad y de concupiscencia. Pues se llama propiamente amigo aquel para quien
queremos algún bien; y se dice que deseamos con amor de
concupiscencia lo que queremos para nosotros» (S. Th. 1-2 q.
26 a.4)
7) Las causas del amor: el bien, el conocimiento y
la semejanza
«Hemos dicho que el bien es la causa del amor a modo
de objeto; mas el bien no es causa del apetito sino en tanto que
es aprehendido, y por lo mismo el amor requiere una aprehensión del bien amado» (S. Th. 1-2 q. 27 a.2)
«La semejanza propiamente hablando es causa del
amor. Pero se ha de notar que la semejanza puede entenderse
de dos maneras: una, cuando los dos semejantes poseen en
acto una misma cualidad, y otra cuando el uno tiene en potencia
aquello que el otro posee en acto y se inclina hacia ello. El
154
primer modo de semejanza produce el amor de amistad o benevolencia, puesto que, por lo mismo que dos seres son semejantes, al tener en cierto modo una sola forma, son como uno
solo, y por eso la afección del uno se dirige hacia el otro como
hacia sí mismo.
El segundo modo de semejanza produce el amor de
concupiscencia, de lo útil y lo deleitable. La semejanza tiene
que ser virtuosa pues cuando por esta semejanza resulta un
impedimento para la consecución del bien que ama, se le hace
odioso su semejante, no como semejante sino como obstáculo
para su bien propio. Por eso los alfareros riñen entre sí ya que
se obstaculizan en el lucro y por eso se suscitan pendencias
entre los soberbios porque mutuamente se usurpan la superioridad que ambicionan» (S.Th. 1-2, q.27 a.3)
8) Efectos del amor: unión mutua inhesión y celo.
Si el amor es la tendencia o inclinación hacia el bien
propio su consecuencia natural o efecto será mantenerse en su
presencia y en trato y unión con él.
«El amor produce la primera unión efectivamente,
puesto que mueve a desear y buscar la presencia del objeto
amado como conveniente y perteneciente a uno mismo; y produce la segunda unión formalmente por cuanto el mismo amor
es tal unión o vínculo» (S. Th. 1-2 q.28 a.1)
«Este efecto de la mutua inhesión puede entenderse en
cuanto a la potencia aprehensiva y en cuanto a la apetitiva.
Respecto de la primera se dice estar el amado en el amante en
cuanto que el amado mora en la aprehensión del amante. Y en
cuanto a la potencia apetitiva se dice estar el amado en el
amante por lo mismo que se establece dentro de su afecto
mediante una cierta complacencia» (S. Th. 1-2 q. 28 a.2)
155
«El celo bajo cualquier aspecto que se le considere,
proviene de la intensidad del amor. El amor intenso trata de excluir aquello que se le opone. Esto, sin embargo, acontece de
modo distinto en el amor de concupiscencia y en el de amistad.
Pues en el amor de concupiscencia el que desea intensamente
una cosa se mueve contra todo aquello que impide la consecución o fruición pacífica del objeto que ama. Más el amor de amistad busca el bien del amigo; por lo que cuando es intenso impulsa al hombre contra todo aquello que es opuesto al bien del amigo y en este sentido se esfuerza en rechazar todo lo que se hace
o dice contra el bien del amigo» (S. Th. 1-2 q. 28 a.4)
9) Sobre el odio
El odio es la aversión o contrariedad ante el mal sensible. Su objeto: el mal sensible, pero ausente o distante. En el
amor de concupiscencia se manifiesta en la antipatía. Si se
trata de un odio pasional conlleva un mal corporal físico. La
causa del odio: el amor. Se diferencia de la ira en que ésta es
poco duradera, es más impulsiva, en cambio el odio puede
hacerse más profundo a medida que se lo cultiva en el interior;
por esto también el odio daña más que la simple ira.
El odio natural es un sentimiento de repugnancia para
todo lo que le es contrario y corruptivo. Así como todo lo conveniente es bueno, lo que es nocivo es malo. Ninguna cosa se
aborrece sino por ser contraria al objeto que ama. Por eso el
amor es más fuerte que el odio. (Cfr. S. Th. 1-2 q.39)
10) Sobre la concupiscencia y la deleitación
«Según dice Aristóteles la concupiscencia es el apetito
de lo deleitable. La deleitación es doble, una la que se da en el
bien inteligible que es el bien de la razón; otra la que se halla
en el bien proporcionado al sentido» (S. Th. 1-2, q. 30 a 1)
156
Las causas de la delectación son: la operación, el movimiento, la esperanza, la memoria, la tristeza, las acciones de
otros, el hacer bien a otros, la semejanza y la admiración. (Cfr.
S. Th. 1-2 q. 32). Los efectos son: la expansividad, el deseo o
sed la misma delectación, el impedimento del uso de la razón, y
la perfección de la operación. (Cfr. S. Th. 1-2 q. 33)
11) Del dolor y la tristeza
«Así como para la delectación se requieren dos cosas
cuales son la unión del bien y la percepción de esta unión, así
también para el dolor se requiere la unión de algún mal -es un
mal por lo mismo que priva de algún bien- y la percepción de
esta unión» (S. Th. 1-2 q. 35a.1)
«La causa del dolor externo es el mal presente y contrario al cuerpo y la del interno es el mal presente y opuesto al
apetito. El dolor externo sigue, a su vez, a la aprehensión de
los sentidos, especialmente del tacto; y el dolor interior a la
aprehensión interna de la imaginación o de la razón misma. El
dolor interior es más fuerte que el externo del mismo modo que
la aprehensión de la razón y de la imaginación es más alta que
la del sentido del tacto» (S. Th. 1-2 q. 35 a 7)
Las especies de tristeza son cuatro:
1) la compasión: es la tristeza del mal ajeno en cuanto éste se considera como propio.
2) la envidia: es la tristeza ante el bien ajeno que se estima como mal propio.
3) la ansiedad: es la tristeza por la imposibilidad de huida
ante el mal. Cuando ésta se agrava por no vislumbrar
consuelo alguno se produce la angustia.
4) el abatimiento: cuando la tristeza se agrava hasta el
punto de paralizar los miembros exteriores, por ejemplo
priva de la voz. (Cfr. S. Th. 1-2 q. 35 a.8)
157
12) De las causas y efectos de la tristeza
y el dolor.
Las causas de la tristeza:
- el bien perdido
- el mal presente,
- la concupiscencia,
- el apetito de la unidad y
- el poder al que no se puede resistir.
Los efectos de la tristeza:
- El dolor priva de la facultad de aprender,
- la pesadumbre de ánimo, debilita toda operación y daña el
cuerpo. (Cfr. S. Th. 1-2 q.36 y 37)
Los remedios contra la tristeza y el dolor:
-La tristeza se alivia con el llanto,
-por la compasión de los amigos,
-por la contemplación de la verdad y
-se mitiga con cualquier delectación al modo de un cierto descanso.
13) De la esperanza y de la desesperanza
La esperanza es la pasión del apetito irascible que sigue al bien sensible futuro, arduo y posible de conseguir. Se
contrapone al temor porque así como éste es expectación de
un mal futuro, la esperanza lo es de un bien futuro. Se contrapone a la desesperanza porque ésta es la tristeza sin ninguna
expectación de cosas mejores.
La desesperación no comporta la sola privación de la
esperanza sino una repulsa positiva de la cosa deseada por
considerarla imposible de alcanzar. Las causas de la esperanza
158
son: la experiencia, la instrucción, el conocimiento y todo lo que
aumenta el poder del hombre: las riquezas, la fortaleza, etc.
(Cfr. S. Th. 1-2 q. 40)
14) Del temor
El objeto del temor es el mal futuro difícil de superar, de
apartar, o de combatir, al cual no puede resistirse. (Cfr. S. Th.
1-2 q. 41)
-Considerado en sí mismo:
-temor actual= temor
-temor habitual= timidez
-Considerado en sus efectos:
-en el ánimo: conturbación
-en el cuerpo: terror
-en la cabeza: horror
-en el rostro: rubor y palidez
-en las extremidades: temblor, rigidez
Las causas del temor son: el amor y la impotencia.
Los efectos son: induce a consultar, produce temblor y contracción
e impide la operación. (Cfr. S.Th. 1-2 q.44)
15) De la audacia
«La audacia es lo que más dista del temor, pues éste
rehuye el daño futuro a causa de la victoria que éste ha de
lograr sobre el que teme, mientras que la audacia afronta el
peligro inminente en razón de la victoria que se ha de lograr
sobre el peligro mismo» (S. Th. 1-2 q 45 a 2)
La audacia sigue a la esperanza y los audaces son más
valerosos al principio que en el momento mismo del peligro.
159
16) De la ira
La ira es una pasión especial porque puede ser causada por el concurso de varias pasiones, ya que no brota el movimiento de ira sino a causa de alguna tristeza inferida y supuestos el deseo y la esperanza de vengarse. Su objeto puede
ser el bien y el mal, ya que tiende a la venganza que apetece y
a otro, bajo la razón de mal que es el hombre dañino de quien
desea vengarse. (Cfr.S. Th. 1-2 q. 46)
Las causas de la ira: por una acción que se ha hecho
contra uno lo cual produce la irritación, por el desdén y el menosprecio ya que todas las causas de la ira pueden reducirse al
rebajamiento de la propia dignidad lo cual parece implicar menosprecio, la conciencia de la propia excelencia y los defectos
de los otros. (Cfr. S. Th. 1-2 q. 47)
Los efectos de la ira son: La ira causa delectación por la
venganza que conlleva, se impide en gran manera el uso de la
razón y provoca el silencio, ya que la lengua se traba y el rostro
se enciende en el poseído por la ira.(Cfr. S. Th. 1-2 q.48 )
Los remedios contra la ira son: quitar las causas que
producen la ira o al menos debilitar al máximo posible su influjo.
Frente al movimiento de ira antecedente a todo juicio de la
razón se procurará quitar su causa física, evitando el dolor y
cuando ésto no sea posible prever las reacciones emocionales
que a ellos o a cualquier otro estímulo emocional han de suceder, para tratar de ordenarlos racionalmente. También podemos considerar la ira en el orden moral. No juzgar temerariamente, ya que la causa de la ofensa pudo haber sido la ignorancia. No dar lugar a la sospecha y en especial dice Sto. Tomás: «contra la ira el mejor remedio es el reconocimiento de la
propia fragilidad». (Cfr. S. Th. 1-2 q. 47 y 48)
160
E. El control de las pasiones
1. Las pasiones y la voluntad
Las pasiones son actos del apetito sensible. En el ser
humano la voluntad, acompañada de la razón ejerce un dominio político e impera sobre su actuar mismo y la ejecución a la
que impulsan.
En cuanto a la ejecución:
- En individuos normales, ninguna pasión lleva a ejecutar
nada sin el concurso de la fuerza voluntaria. La voluntad siempre apoya o contrarresta a la pasión. En el
hombre el circuito estímulo-respuesta es libre.
- Accidentalmente una pasión puede imponer insoslayablemente un acto, fruto de la intensidad de la pasión
que puede bloquear al intelecto y a la voluntad, de modo que se trata de un acto del hombre no imputable
moralmente.
En cuanto al actuarse o desencadenamiento de la pasión:
- Aquí el dominio de la voluntad es más indirecto, ya que
esto depende inmediatamente de los actos aprehensivos sensibles por lo tanto a la percepción o representación del objeto, por ejemplo de la belleza que desencadena automáticamente el goce e incluso el amor, y la
percepción o representación de la injusticia la ira.
- La voluntad se puede controlar en su mismo surgir indirectamente como control de los sentidos internos y externos mediante la sustitución de las percepciones o
representaciones. Esto es importante respecto de las
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pasiones de lujuria (revistas, películas con escenas
provocantes, faltas de pudor, etc.)
El control voluntario se puede facilitar mediante el ejercicio de hábitos buenos: virtudes y se puede dificultar mediante
el ejercicio de hábitos malos: vicios, que veremos posteriormente. Existe una resistencia de las pasiones a someterse al
dominio de la parte más noble del hombre lo cual es consecuencia del pecado original que se puede agravar más por los
desórdenes que personalmente se vayan consintiendo en la
actuación de las potencias sensitivas.
2. Los hábitos perfectivos de los apetitos sensibles.
1) El hábito que perfecciona al concupiscible:
La Templanza
La templanza es una virtud y como tal es un hábito operativo bueno adquirido por la repetición de actos, por tanto es
una virtud dinámica, nunca estática, ya que puede perderse o
que puede progresar, hacerse cada vez mayor. Por medio de
ella se moderan las pasiones del apetito concupiscible. Su nombre etimológico es temperantia y significa moderación. A veces
la templanza se ha reducido sólo al comer y al beber y nada
más. Además, cuando se ha referido a la comida y la bebida se
ha visto en ellas sólo la moderación en la cantidad. También se
ha empleado la templanza en relación con la ira. Así cuando
alguien está airado, se le suele pedir que «se modere».
Sin embargo, el verdadero significado de la templanza es
el de ser un hábito por el cual se posee una discreción ordenadora
del apetito que se dirige al bien sensible inmediato. Con ella se
trata de hacer un todo armónico de una serie de componentes
162
dispares. Por tanto la templanza no sólo quiere decir poner
freno o parar, sino respetar, tratar con miramiento una cosa. La
templanza tiene como finalidad lograr el orden interno en la
persona humana. La tranquilidad de espíritu requiere un dominio de los apetitos, especialmente del concupiscible que evita
la autodestrucción
La templanza es la virtud que modera el apetito concupiscible, la tendencia natural hacia el placer sensible que se
obtiene en la comida, en la bebida y en el deleite sexual. Esas
dos tendencias, la de la comida-bebida y la de la reproducción
humana, son como ya señalamos una manifestación de las
fuerzas naturales más potentes que actúa en la conservación
del hombre. También tiene que ver con la mansedumbre, aunque ésta es una virtud del irascible, ya que modera la ira. Sin
embargo, las virtudes que más propiamente se derivan de la
templanza son:
 En lo que respecta a la comida y la bebida: sobriedad
 En lo que respecta a la sexualidad humana: castidad,
pureza y pudor.
De modo general y en lo que respecta al saber la templanza se encuentra en la studiositas y en lo que se refiere a la
propia estima, se encuentra en la humildad que protege al ser
humano contra el instinto de dominio, y contra el afán de imponer la propia valoración.
LA SOBRIEDAD: Es la virtud por la cual se controla la
tendencia a la comida y a la bebida, teniendo en cuenta su fin y
no sólo en su cantidad sino en su contenido. Por ejemplo, es
posible que una señora piense que es sobria porque sólo come
unas galletitas por la tarde. Pero si aquellas se precisa
163
que sean de tal marca, untadas con tal tipo de mantequilla, tostadas de tal manera, etc., aquella señora está desvirtuando la
finalidad de la comida que es alimentarse, y está poniendo en su
lugar el placer o la ley del gusto, o simplemente el capricho.
LA CASTIDAD: Es la virtud por la cual se regulan de
modo racional, y verdadero, todos los actos propios de la
sexualidad humana, atendiendo a sus fines que son la procreación-educación de los hijos, lo cual debido a su importancia
exige como ya señalamos una institución que es el matrimonio,
y al fin de la mutua ayuda fiel y permanente de los esposos.
Es necesario cuidar mucho esta virtud por la importancia de aquellos actos, y cuanto más importante es una cosa,
tanto más ha de seguirse en ella el orden de la razón. Por eso
es de gran ayuda el entender rectamente la sexualidad humana
que no debe ser reducida a sólo su aspecto biológico, como en
los animales sino que tiene que tener en cuenta las otras dimensiones psicológicas, espirituales y éticas que son inherentes a todo acto humano libre. Por otra parte, los desórdenes en
este ámbito restan mucha fuerza a la voluntad.
EL PUDOR: Es una virtud muy cercana a la castidad.
Es aquel hábito de la reserva, que lleva a un individuo a cubrir
su intimidad, guardándola respecto de extraños, de manera
que esté dispuesto a entregarla a la persona adecuada y en el
momento adecuado. El pudor tiene tres aspectos: Lo primero
es el pudor en el propio cuerpo. El cuerpo es algo muy íntimo
de cada uno. Por eso debe cuidarse que se dé en él una manifestación de la propia persona, de lo más espiritual que hay en
ella y que por tanto con el modo de vestirse, se guarde el propio cuerpo respecto de las miradas de cualquiera. El modo de
vestirse atiende al hecho de proyectar externamente el propio
espíritu.
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Por eso los novios suelen disgustarse si su novia se
presenta en minifalda públicamente, porque entienden que el
cuerpo de su novia no se puede exhibir así delante de todo el
mundo, ya que le pertenecerá sólo a él, quien tendrá derecho a
él en el matrimonio.
Otro ámbito del pudor es el lenguaje, por el cual las
cosas íntimas no se cuentan a cualquiera y en cualquier lugar
y de cualquier modo, sino que se ejerce la racionalidad y el
carácter personal de cada uno. No se puede poner la propia
intimidad en manos de cualquiera porque puede ser un desaprensivo que puede no recibirla bien, ni del modo adecuado.
La vivienda o la propia habitación constituyen un lugar
bastante íntimo. Una señal de ello es que por los pasillos de la
casa se puede andar en pijama, lo cual no es posible hacerlo
por la calle. Y dentro de la habitación pueden hacerse cosas
que no se hacen fuera. A cualquier desconocido no se le hace
pasar a que entre a la casa, menos a las habitaciones. No se
comparte con cualquiera.
2) El hábito que perfecciona al irascible: la fortaleza
El término fortaleza viene del latín fortitudo, que significa fuerza, energía. A su vez la palabra griega andreia que significa fuerza o fortaleza viene de andros, que significa virilidad,
hombría. Sin embargo, la fortaleza no sólo se refiere a los
hombres sino a todo el género humano, ya que el dolor, el
sufrimiento y el mal está presente en la vida de todo ser
humano, es algo connatural a él y para hacerle frente se precisa de esa energía interior, esa dosis de agresividad interna,
conducida, controlada y gobernada por la inteligencia y la voluntad, lo cual da como resultado la virtud de la fortaleza.
165
Es la virtud de apetito irascible que regula la tendencia
a acometer bienes difíciles de alcanzar o a resistir males difíciles de evitar. Tiene por tanto dos actos fundamentales: el ataque o acometimiento y la resistencia. El ataque supone menos
energías que la resistencia, porque en este último caso, el dolor, mal o daño está presente, en cambio en el ataque el mal
que se trata de evitar está en el futuro.
Las virtudes del acometimiento son:
- La magnanimidad significa espíritu grande, que a pesar
de todas las dificultades que conlleve una tarea es capaz de arrostrarla.
- La magnificencia es la virtud que no repara en el desgaste de energías necesario, o en la cantidad de gastos o recursos a emplear que demande una tarea o una
empresa. El magnífico es el hombre espléndido.
- La reciedumbre es la fortaleza pero referida a la dimensión corpórea o material, por ejemplo, bañarse con
agua fría, resistir el calor, el frío, comer lo que a uno no
le gusta, etc.
Las virtudes propias del resistir son:
PACIENCIA: Es la virtud por la cual se resiste en una
tarea a pesar de la cantidad de dificultades que sobrevengan.
PERSEVERANCIA: Es la virtud por la cual se sostiene
el esfuerzo en la realización de una tarea ardua, a pesar del
tiempo que conlleve.
AUDACIA: Es la virtud por la cual se acomete una
tarea difícil, en vista de la posibilidad real de la consecución de
su finalidad que es evitar un mal o lograr un bien arduo.
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Los vicios del irascible son principalmente: el cinismo,
la iracundia, la pusilanimidad. El cínico es aquel que no acomete empresas de valía, debido al esfuerzo que conlleva su realización, por lo cual no reconoce su valor y se burla de ellas,
excusándose así de realizarlas. El cínico procede astutamente,
como en el ejemplo de la zorra y las uvas. La zorra al no poder
alcanzar las uvas niega que éstas sean buenas y dice: no están maduras.
El cínico, así como el astuto, corrompen su inteligencia
al negar que el bien sea precisamente bien. Esta alteración del
ejercicio de la inteligencia es muy seria, tanto que ha llevado a
hablar de dos tipos de sinvergüenzas: el buen sinvergüenza y
el mal sinvergüenza.
El primero es aquel que aunque obra mal reconoce que
lo está haciendo mal, sería aquel que dice: ahí está el bien, lo
reconozco como tal, esas personas que lo hacen son buenas,
yo no tengo las fuerzas para realizarlo, pero no niego que
aquello sea un bien, lo acepto como tal; en cambio el mal sinvergüenza es aquel que se niega a reconocer la verdad, el
bien, diciendo que no lo es, que es una tontería y las personas
que lo hacen son unos raros, fanáticos o tontos.
De esta manera violenta a su inteligencia que está
hecha para reconocer el bien oscureciéndola aún más. El primero tiene una ventaja y es que ha dejado claro el bien, el fin,
el norte, el segundo no de manera que se hace imposible rectificar porque ha retirado del horizonte el bien hacia el cual enderezar sus pasos. Además el cínico no tiene esperanza, porque
le parece que no es posible mejorar las cosas, por lo cual se
exime de intentarlo.
167
Muy cercano al cínico está el indiferente, el pasota, y el
pusilánime que son aquellos que no acometen ninguna tarea
costosa, por el esfuerzo que comporta o por miedo a sufrir, y
entonces se hace indiferente, pasa de todos los problemas, o
se llena de miedo, lo cual les inmoviliza para acometer una
tarea ardua.
El iracundo o violento: es aquel que no soporta el dolor
o el mal y al no poder resistirlo, por falta de fortaleza para acometerlo con paciencia y perseverancia, quiere eliminarlos de
manera inmediata y concluyente, por ejemplo el terrorista trata
de terminar con el mal poniendo una bomba para protestar
contra el mal o situaciones de injusticia social.
El iracundo es aquel que por falta de fortaleza no ha
moderado la pasión de la ira y ante una dificultad, un dolor o un
mal, «explota» agresivamente, no lo resiste precisamente porque es débil. Se requiere poca energía para «explotar» iracundamente, en cambio, para resistir se requiere mucha fortaleza;
por lo cual se concluye que el que grita o reacciona agresiva o
destempladamente no es fuerte, aunque lo parezca, sino que
es precisamente un hombre débil, incapaz de resistir el mal.
3. Importancia del control de las pasiones.
Es necesario controlar las tendencias sensibles y sus
actos que son las pasiones o sentimientos, debido a varias
razones. En primer lugar, y tal como ya señalamos anteriormente
este control hace posible la sobrevivencia humana y en segundo
lugar porque este control es condición para ejercer actos superiores que van perfeccionando a la naturaleza y la disponen a
vivir auténticamente como personas humanas.
168
Sobre la importancia de la templanza ya hemos dicho
lo fundamental, especialmente que hace posible un recto uso
de los bienes sensibles inmediatos, evitando que sean éstos
los que determinen la vida del sujeto, lleva a respetar los fines
propios de los actos de comer y beber así como los actos de la
reproducción humana de manera que no impidan el desarrollo
y perfeccionamiento del sujeto subordinándolos a bienes últimos superiores.
Sobre la fortaleza y sus virtudes derivadas podemos
abundar un poco más. Son hábitos operativos muy necesarios
para que un ser humano sepa dirigir su agresividad adecuadamente y de esta manera se pueda enfrentar con el mal. ¿Cómo
se controla el irascible? Para empezar, teniendo una actitud
acertada frente al mal y el dolor. El dolor sensible y en general
cualquier dolor, es la experiencia del mal, y presentado en sí
mismo es algo absurdo, no estamos hechos para el mal, la
naturaleza humana lo detecta enseguida. Así por ejemplo, el
dolor físico es una sensación que le da un dato informativo al
sujeto, le dice que algo está dañando su naturaleza, que amenaza su vida.
Por esto es tan necesario que la fortaleza se fundamente en un verdadero sentido del mal y del dolor. Para lograrlo lo primero que hay que saber es que no todo dolor es totalmente malo, sino que se puede sacar de ahí mucho bien. Si de
entrada consideramos que el mal y el dolor son definitivamente
malos entonces podemos enfrentarlos de manera inadecuada y
la fortaleza se haría imposible.
En segundo lugar hay que considerar cuáles son los
verdaderos males, para lo cual hay que tener en cuenta que el
mal es siempre carencia del bien debido, es siempre ausencia
de algo que debiera estar presente para contribuir al desarrollo
169
del sujeto. Si no tenemos en cuenta este principio, podemos
considerar que cualquier carencia es un mal humano. Así por
ejemplo, un muchacho puede considerar que es un mal para él
no tener un carro último modelo y en consecuencia entristecerse
por ello. Tendría entonces que pensar hasta qué punto la tenencia de ese bien es indispensable para su desarrollo personal.
De manera que puede darse una apreciación equivocada o acertada del mal y en consecuencia puede haber dolores falsos y dolores verdaderos, tristezas falsas y tristezas auténticas. ¿Cuáles son los verdaderos males? la respuesta se obtiene de la consideración de cuáles son los bienes verdaderos. Es
necesario entonces tener una acertada jerarquía de valores.
Esto es importante porque de lo contrario se puede sufrir gratuitamente como en el caso anterior. Alguna vez los padres o
también los maestros han ayudado a este esclarecimiento fundamental, importantísimo en la educación de la afectividad, ya
que responde a las preguntas: Yo, ¿por qué cosas tengo que
llorar o sufrir y por cuáles no tengo que hacerlo?, lo cual lleva a
la pregunta fundamental: ¿Cuáles son los bienes más importantes cuya pérdida es un verdadero mal y me tiene que causar
dolor?
Tal como señalamos antes, las pasiones y sentimientos
se controlan racionalizando la tendencia en función de sus
objetos, porque de esa relación se van a desprender los diversos sentimientos. Una persona controla sus afectos cuando va
a su tendencia dirigida a tal o cual objeto y ejerce ahí un juicioso discernimiento que le lleva a reconducir su tendencia hacia
otros objetos diferentes, dándole razones, moviendo a la voluntad para que haga una revaloración, rápida o no, de aquello
que ha capturado a su tendencia.
170
Así se puede decir, por ejemplo: vamos a ver, eso qué
sientes, ¿por qué lo sientes?, ¿a qué objeto estás considerando
como bueno o como malo?, ¿vale la pena?, es decir: ¿es un verdadero bien o un verdadero mal?, y entonces se puede reencauzar la tendencia hacia otros objetos o bienes. Este proceso
no es tan simple, no es fácil, ni tan rápido, las tendencias pueden
presentar mayor o menor resistencia dependiendo de sus hábitos,
de sus disposiciones, y racionalizar las tendencias puede costar
una pelea interior muy intensa y sin embargo es la manera como
se logra controlarlas, consiguiendo las virtudes respectivas.
Si éstas no se obtienen, si el sujeto no controla sus tendencias, sus afectos, entonces queda a merced de ellos. Esto
tampoco es un secreto en estos momentos, ya que vivimos una
época que culturalmente no nos favorece ese control, todo lo
contrario, ya que en la actualidad la mayoría de las personas han
renunciado al ejercicio de sus facultades superiores, de la inteligencia, y de la voluntad y le han dado las riendas de su vida a la
tercera y última potencia activa que es su sensibilidad, de manera que la que gobierna la vida es la afectividad, pero esto es un
error, sobre los sentimientos no se asienta una vida.
Sin embargo esta situación se está dando y se ha llegado a alterar la relación entre placer y bien, y también la relación
entre dolor y mal. Desde el punto de vista ético no todo placer es
bueno y no todo dolor es malo, ya que el criterio de bondad o
maldad moral no viene del bien conveniente al apetito (porque le
produzca agrado o desagrado) sino del bien conveniente a la
naturaleza y que por lo tanto dirija al ser al cumplimiento de sus
fines atendiendo al perfeccionamiento del sujeto.
Por eso es un error creer sin más que todo placer es un
bien y todo dolor un mal. Una medicina puede ser amarga,
171
desagradable o incluso dolorosa y puede ser un bien para el
sujeto. El estudio puede no ser placentero y causar algunos
sacrificios pero es un gran bien. Por lo demás el dolor está
presente en la vida humana y es necesario saber resistirlo con
fortaleza y aprovecharlo para el propio mejoramiento y el de los
demás.
Algo que es importante frente al mal es no desconcertarse. Tenemos que contar con que hay males, los cuales son
carencias; estas carencias están en el universo pero también
en nosotros mismos, nuestra inteligencia es tarda para conocer
la verdad y no es falible, nuestra voluntad también, no es pronta para adherirse al bien que la inteligencia le presenta, las
pasiones están desordenadas, no siempre están subordinadas
a la inteligencia y voluntad.
Es evidente que esas carencias, inciden en otros debido a la dimensión social del ser humano, de manera que alguien paga por ellas, aquellos que están alrededor del ser
humano en cuestión. Por tanto, no es de extrañar constatar
esas carencias, que a veces pueden provocar sentimientos de
misericordia, o a veces causen mucho dolor y sufrimiento.
En todo caso si el mal tiene un sentido y actuamos en
coherencia entonces sabremos recibir el mal, las dificultades,
las ofensas, etc., con ánimo fuerte, sin dejarnos vencer de la
tristeza, controlando la sensibilidad. En definitiva, el último sentido del dolor está en la caridad, en el amor que lleva a perdonar y ser paciente, constante, audaz, etc. para superarlo o remediarlo.
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CUESTIONES ANTROPOLÓGICAS DE
ACTUALIDAD
I. AMOR DE PERSONA Y AMOR DE COSA
Como actualmente estamos a vueltas de muchas palabras, es de todos conocida la degradación que ha sufrido la
palabra amor, de manera que se llegan a denominar así incluso
formas aberrantes o contrarias al amor verdadero. Es necesario
aclararse y entonces vamos a distinguir entre amor de persona,
llamado también amor de amistad, y el amor de cosa que es el
amor sensible o concupiscible que sólo tiende a usar egoístamente de la otra persona como objeto de placer.
Como ya vimos en la síntesis del Tratado de las Pasiones de Tomás de Aquino, el amor sensible es la primera de las
pasiones ya que es la complacencia en el bien. Sin embargo,
en el ser humano la calidad del amor está llamado a traspasar
su aspecto sensible y a involucrar las dimensiones espirituales
del hombre: inteligencia y voluntad. En el amor humano el que
ama se hace semejante al objeto amado, ya que el amor es
causado por el bien, el conocimiento y la semejanza.
Evidentemente este tema del amor humano es tan
complejo que habría que dedicarle un libro. En este texto introductorio esbozaremos lo que llamaremos el amor personal
no en el sentido de que sea el de cada uno concretamente
considerado, sino que trataremos de verlo filosóficamente a
partir de la noción de persona. Así pues el amor más proporcionado a la persona humana es el amor de nivel personal, el
que se da a otras personas, ya que el objeto de amor tiene que
ser apropiado a su nivel, sólo ahí es posible que se de una
173
verdadera amistad, en la que hay una relación de persona a
persona, no seres reducidos a cosas. Si uno deseara o se
complaciera sólo con la posesión de objetos de poca entidad,
desciende de nivel, al hacerse aquellas cosas que ama.
Es importante entonces, distinguir el amor solo concupiscible, que es el amor de cosa, y el amor de amistad, que es
el amor de persona a persona. El primero es amor de cosa, el
segundo es propiamente el verdadero amor personal. En el
primero el hombre busca a sí mismo en la satisfacción de la
tendencia; en cambio en el amor de amistad se busca el bien
del otro, del amigo, por él mismo.
El amor de persona tiene como efectos la unión y la
mutua inhesión de modo más permanente que en el amor sensible. Es una unión no superficial sino muy profunda y radical. San
Agustín afirma: «Bien dijo alguien de su amigo: la mitad de mi
alma». En cambio, el amor de concupiscencia es egoísta, sólo
sensible y por tanto es pasajero como pasajeros son los sentimientos, tiene corta duración, es transeúnte no permanente.
La mutua inhesión del amor de amistad es profunda e
íntima. Se da según el conocimiento y la voluntad, y aunque
conlleve la afectividad no siempre requiere necesariamente la
presencia de los sentimientos y deseos. Es una posesión muy
intensa del otro, ya que la actividad de la voluntad es más profunda que la sensible. El amante está en el amado profundamente. Por ello el amor de amistad no se da transitoria y superficialmente.
En este amor de persona predomina el interés por
el bien del otro, por ello es que otro de sus efectos es el celo, por el cual el que ama no soporta nada que dañe a la otra
174
persona, de manera que ahí los celos no surgen ante un temor
por la pérdida de aquel bien para el propio sujeto, sino lo que se
cuida es que no se le acerque nada que pueda dañarlo, pero por
el bien de aquel a quien se ama. En todo caso, la tristeza surge
por la pérdida de bondad en el otro o en la mutilación de su integridad, entonces al dañarse el otro, queda uno también dañado,
pero los celos no son por la pérdida, ya que no se quiere al amigo porque le satisfaga nada, sino por él mismo. En cambio los
celos del amor de cosa, no surgen por causa del bien del sujeto
que se ama sino por el propio egoísmo.
Se podría decir que el amor humano sólo es verdadero
cuando es realmente humano o personal, para ello debe poseer básicamente estas dos características: ser inteligente y
radicalmente donante o generoso:
1) Es extraordinariamente lúcido: No es verdad que el
amor auténticamente humano o personal lleve una venda en
los ojos; es exactamente al contrario. Lo característico de toda
persona humana es su capacidad racional con la cual tiene que
orientar su amor. Precisamente porque en el amor humano se
busca el bien del amigo y no el propio se precisa de un gran
ejercicio racional, no sólo para no hacerle daño (lo cual supone
vigilancia, porque el hombre de entrada no es justo y puede
buscar sin darse cuenta el bien propio en lugar del ajeno); sino
especialmente porque gran parte de la tarea de la propia vida
involucra al amigo considerado como tarea también, en el sentido de que uno es responsable no sólo de no hacerle mal sino
fundamentalmente de hacerle bien, ayudándole a crecer, a
mejorar como persona.
Ese cometido es lo que hace que quien ama a su amigo
se vea muchas veces en «quebraderos de cabeza», pensando
175
qué es lo mejor para el otro, y a ponerlo por obra, aunque eso
suponga grandes esfuerzos, renuncias o sacrificios de los egoísmos del propio yo. Sin embargo, esta tarea no es triste sino extraordinariamente alegre. Si esto se hace un hábito (la amistad es
una virtud), se dejará poco espacio para las salidas a veces
inoportunas o no bien dirigidas de los impulsos espontáneos.
Si se procede de modo racional, controlando los impulsos, la voluntad se fija cada vez en el bien del otro y cuando
eso hace posible unas manifestaciones del amor éstas son
acompañadas de unos sentimientos de elevada calidad. Así es
posible ver que si se cuida el amor se va constatando que cada
vez el otro es un bien mayor en sí mismo. Los más elevados
sentimientos surgen en esa línea: la ternura exquisita, el respeto, la misericordia, la admiración, etc.
Si el amor humano se degenera y no es lúcido sino
irracional no sólo se corre el riesgo de estropear al otro, de
obstaculizar su camino hacia su plenitud, sino que se hace
también poco intenso, ya que no ha requerido más que dejarse
llevar. Un filósofo moderno, Hegel, afirmaba que la pasión más
fuerte era la pasión fría, porque está sostenida por la inteligencia. Se entiende que sea así, ¿por qué iba uno a tener que
renunciar a su inteligencia, para que la pasión sea más intensa? Es al contrario, las pasiones rectamente dirigidas se hacen
más intensas, llevan más de lo espiritual humano.
Por lo demás, el sujeto que en vez de dirigir o dominar
su impulso, se deja llevar por él, centra la acción en sí mismo y
se hace un centro necesitante que requiere del otro, simplemente como un remedio a su necesidad afectiva, y si es un
centro insaciable nunca considerará lo recibido como suficiente.
176
2) Supone una donación personal. La persona propiamente no es un ser exclusivamente necesitante; es un sujeto
donante, que se entrega, y no un centro que exija ser satisfecho por la otra persona. Es posible que el amor humano tenga
un aspecto necesitante, pero no en el sentido de llenar un vacío, porque la persona supone plenitud y lo más importante en
ella es dar, mucho más que recibir; tendría que estar dispuesta
a seguir dando, aunque no reciba, siempre y cuando sea lo
mejor para el otro.
Al contrario, en el amor de concupiscencia, el ser
humano sólo se queda en el amor sensible, y se ve al otro como un medio para satisfacer un deseo, una necesidad y nada
más; con ello se atenta contra la dignidad de la persona humana, ya que ella es fin y no medio. Las que son medios y sólo
deben considerarse así, en la medida de su utilidad, son las
cosas, pero las personas no, porque no son cosas que se puedan usar y tirar cuando ya no se necesiten. Con las personas
se pueden establecer relaciones de mucha más riqueza que las
del uso, ya que precisamente no son cosas y tratarlas como tal
es una injusticia, no darles lo que les corresponde. Por esto es
una exigencia ética tratar a las personas no como medios, no
como cosas. Usar a las personas, tratarlas como cosas es
siempre inmoral.
El amor de persona supone vivir la vida no en soledad
sino en compañía. Lo más opuesto al ser personal es el individuo en soledad. No existe persona sola, sino que es radicalmente relacional especialmente en el plano personal. En el
amor humano personal no se vive ya para uno mismo sino que
la alteridad está signando la propia vida. La presencia del otro
o de los otros es indiscutida, y entonces todo el despliegue de
la vida es en compañía, junto al otro(s), procurando darse cada
vez más, tratando de que el Otro(s) tenga(n) más lugar dentro
177
de uno hasta el punto de perder de vista lo que egoístamente
se pueda considerar como propio, lo cual aparece en todo caso
en plural, en el nosotros.
Con todo, el amor humano no sólo se refiere a los amigos sino que tiene diferentes modalidades, amor filial, maternal,
fraterno, conyugal, etc.; y sin embargo en todos debe haber las
características del amor humano personal: inteligente y donante, lo cual supone generosidad, desinterés y unos hábitos operativos buenos que sean garantía, un soporte de su permanencia.
El amor de amistad precisa del ejercicio de virtudes, las
cuales no se improvisan sino que conllevan esfuerzo porque el
amor verdadero es algo arduo, no es fácil, es exigente. Sólo es
verdadero amor aquel que lleva a mejorarse mutuamente, si
ésto no sucede es un espejismo, un amor de cosa o concupiscible, un simple amorío. El amor de persona es difícil de realizar, por lo cual se tienen que tener hábitos operativos buenos
para poder ejercitarse en el bien y así poder amar con la nobleza, la entereza y la generosidad que exige todo amor humano
auténtico.
En el problema del amor personal está el de la felicidad
humana, por lo que importa mucho entenderlo bien y esforzarse por hacerlo realidad en la propia vida. El mayor fracaso de
un ser humano es el de no alcanzarlo, porque el mayor problema que tiene un ser humano es el de cómo ser feliz. En definitiva, toda persona humana se explica por amor y al amor se
ordena, y para que sea feliz debe tratar de alcanzarlo. Ya desde los inicios, un ser humano tiene dificultades en su desarrollo
si no es acogido y querido como persona por sus padres.
Un autor ha señalado que la expresión propia del amor
es « ¡qué bueno que tú existas!» El amor supone la aceptación,
178
de ahí que exige respeto, no intentar que de entrada el otro
sea “aquel” que uno quiere caprichosamente que sea, sino que
se debe aceptar al otro con sus cualidades y con sus defectos,
precisamente porque sólo a partir de ahí se podrá ayudarle a
ser mejor.
Debido a que el amor conlleva aceptación confirma en
el ser a todo ser humano, el cual precisa de que su existencia
no sea indiferente para nadie, sino que signifique algo para
alguien. Un ser humano sin amor no se entiende, lo requiere
desde el nacimiento hasta el mismo momento de la muerte.
En definitiva al ser humano le es revelado su ser a través del amor, por ello somos personas, un quién, único, insustituible. Si no fuéramos nadie, si fuéramos ninguno para el resto
de los seres humanos nuestro ser se vería negado radicalmente. En último término nuestro ser es confirmado por Dios. Si
somos alguien para Dios, si Él nos ha amado primero, si Él «ha
muerto por mí», ese “mí” está ratificado de modo radical.
179
II . CONS I DE RACIÓN ANTROP OLÓGICA
DE LA SE XUALIDAD HUM ANA
Antropológicamente la sexualidad humana es tratada
en el ámbito de lo que se denomina la naturaleza humana, que
reúne a las características y operaciones que como seres
humanos todos tenemos. Sin embargo, dado que el ser humano tiene una dimensión transespecífica, es persona, entonces
la sexualidad humana se ordena a ese ámbito personal que
tiene unas dimensiones más profundas todavía.
El tema sería muy largo de explicar, pero podemos por
lo menos hacer su planteamiento inicial. Empezaremos, entonces por lo más básico, la sexualidad humana aparece dentro
de la consideración de los tipos humanos. Para entender los
tipos humanos podemos empezar por acudir a la diferencia
entre ser humano y ser angélico. Los ángeles agotan su especie, cada ángel es de una especie única, no hay dos ángeles
de la misma especie, por eso no hay relaciones intersubjetivas
o sociedades angélicas, por eso mismo la relación radical del
ángel es respecto de Dios la cual ya se determinó desde el
principio.
En cambio, en los seres humanos sucede de modo diverso, ninguno de nosotros agotamos la especie, no existe una
sola manera de ser humanos, sino múltiples maneras, a estos
modos de manifestarse la especie humana es a lo que se denomina tipos humanos.
Los tipos humanos son modalidades de la especie
humana y su existencia exige y hace posible la colaboración.
Ningún ser humano tiene en sí mismo todos los múltiples modos de ser humano, y quien se crea que él es la máxima o total
180
manifestación de la especie está equivocado y además es muy
soberbio.
Existen muchos tipos humanos, con más o menos facilidad para ejercer determinadas actividades, por ejemplo, existe
el tipo humano intelectual, el tipo humano técnico, el tipo
humano artista, el tipo humano político, etc., eso no quiere
decir que sean antagónicos, o que los artistas no tengan inteligencia, sino que aún teniendo todos la misma naturaleza
humana, sensible y racional, unos tipos humanos tienen más
facilidad para determinado tipo de actividades y entonces sabiendo organizarse y coordinar adecuadamente unos pueden
recibir y a su vez aportar a los demás, viviendo en sociedad.
Dentro de los tipos humanos, de la variedad de la especie humana, existen dos básicos: Ser humano femenino y
ser humano masculino. Ser hombre y ser mujer son dos modos
de ser humanos. Se puede ser humano según la modalidad de
hombre o según el modo femenino. Desde que venimos a esta
vida nacemos sexuados.
Desde luego que como dijimos antes los tipos humanos
supone un modo que conlleva una riqueza, y por tanto un aporte.
¿Qué es lo propio de ser hombre y qué es lo propio de ser mujer? Siendo que ambos son seres humanos, con igualdad de
derechos, con igual naturaleza; sin embargo ésta está tipificada,
de modo que no se es superior, ni inferior, sólo diferente, y esas
diferencias es en vistas de una aportación de una cooperación.
La tipología del ser humano es muy importante en
nuestra especie, de las gallinas no importa mucho que una
manifieste toda la gallinería posible, el que sean unas de un
181
tipo y otras de otra apenas si es relevante. En el ser humano, a
diferencia de los animales hay sociedad, hay tipos humanos
que juntos pueden ayudarse mutuamente.
La sexualidad humana es una tipificación que traspasa
el aspecto meramente corpóreo, es una manera de ser, se
podría decir que es un modo de ser psicológico, atendiendo al
significado de psyché: alma; de manera que teniendo todos
alma humana, sensible y racional a la vez, hay un modo de ser
sensible y racional femenino y otro masculino.
De la misma manera que no se puede reducir la naturaleza y la persona humana a sólo lo biológico, no se puede reducir la sexualidad humana a sólo ese aspecto, es mucho más.
El alma femenina es tan humana como la masculina y sin embargo tiene un «modo» diferente. Insistimos que esta tipificación está en función de la sociedad, de las relaciones de cooperación mutua. Por esto también es una necedad la llamada
guerra entre los sexos masculino y femenino, en que uno intenta someter al otro, o por el dominio de la fuerza bruta o por el
dominio de la seducción respectivamente.
No cabe ver una oposición hombre-mujer si tanto uno
como el otro son modos diferentes de manifestarse de una sola
especie, la humana. De entrada no debe de haberlo. Los afanes
de dominio pueden introducir el desorden y los diferentes tipos
humanos pueden llegar a relaciones muy injustas, pero no tendría que ser así, ya que lo más adecuado es precisamente la
cooperación, de lo contrario los dos pierden, se autodestruyen.
El aporte, el servicio, sólo puede darse gracias a la
dimensión personal del ser humano. Esta dimensión personal
involucra a la naturaleza y a la especie humana para que sea
182
posible la donación. Es importante tener presente que en el ser
humano existe la naturaleza humana, en el que está la especie,
y el nivel personal que aunque es superior al anterior no lo
excluye sino que lo integra. Según la naturaleza humana el
hombre es animal racional, de manera que esta esencia es
compartida por todos los miembros de la especie humana en la
que caben diferentes tipos o modalidades de ser humano. En
cambio el ser humano no se reduce a sólo tener una esencia
compartida por todos, es más: es persona es un quién único e
irrepetible, con un acto de ser personal que Dios le ha dado
donalmente.
Precisamente porque el ser humano es persona, sus
relaciones intersubjetivas, con los demás miembros de la especie, tienen tantos horizontes, porque como persona que es
está abierta a las otras personas, puede aportar, puede convocar todo lo mejor de su esencia humana, poner en juego
toda su imaginación, su capacidad técnica, su inteligencia, su
voluntad, etc., para realizar aportes sustanciosos en la sociedad.
El ser humano es, pues, persona, es trans específico,
es superior a la especie. Sin embargo, el que el hombre no
esté determinado y finalizado exclusivamente por su especie,
puede llevarle en algunos casos a actuar en contra de los otros
miembros de la especie e incluso intentar su destrucción. No
ocurre así en los animales, los cuales siempre juegan a favor
de su especie. Por esto se ha dicho que la frase de Hobbes de
que el hombre es un lobo para el propio hombre es una ofensa
a los lobos, porque los lobos no se destruyen entre sí en cambio los seres humanos si lo pueden hacer, un ejemplo es la
guerra.
Precisamente para evitar la destrucción mutua es que
las relaciones entre los miembros de la especie humana están
183
reguladas, pero también en atención a la índole personal del ser
humano esas relaciones están abiertas como decíamos antes a
mucha riqueza si es que se cuenta con el aporte personal.
El ser humano es parte de la especie, no se reduce a
ello, desde luego que sí tiene finalidades de ese orden pero no
está enteramente finalizado por su especie sino que por ser
persona, por ser trans específico, sus fines no son exclusivamente de la especie sino que van más allá hacia un nivel superior, trascienden el ámbito de la mera especie: el hombre tiene
fines personales. En cambio los animales están sólo en función
de la especie
Es importante tener en cuenta la dimensión personal
respecto de la sociedad básica que es la familia, y fundamentalmente el matrimonio, en el que pueden superar las simples
relaciones de dominio suscitadas por intereses egoístas y se
pueden asentar sus relaciones en el nivel personal que es radicalmente aportante.
Por eso también una verdadera causal del divorcio no
puede ser la de incompatibilidad de caracteres, ya que como dice
Chesterton: ¿qué hay más incompatible que un hombre y una
mujer?, un hombre ve la realidad diferente que una mujer, de entrada aquel se fija más en unos aspectos y de modo diferente que
una mujer, basta señalar cómo ésta se fija tanto en los detalles.
De manera que ésa no es la cuestión, si atendemos a
que el ser humano no es sólo específico sino que es persona y
en este nivel está el amor que es radicalmente aportante. La
cuestión es si se aman o no, si están dispuestos a pasar por
encima de sus diferencias para ayudarse mutuamente, para
colaborar especialmente en función de su núcleo familiar, de
los hijos, como luego veremos.
184
Las diferencias no son obstáculo insuperable, así una
mujer puede considerar que su esposo es una bestia, porque
según el esquema de algunas mujeres los hombres son un
poco bestias, y también un hombre puede pensar que su mujer
es una loca, porque según el patrón de algunos hombres las
mujeres son un poco locas, pero ésto no tiene porque ser un
obstáculo para la estabilidad del matrimonio, si es que ella está
dispuesta a vivir el romance de «La Bella y la Bestia» y él considera que las locuras de su mujer son más atendibles que las
“corduras” de cualquier otra que no sea la suya.
El problema de la llamada relación entre los sexos
masculino y femenino en el matrimonio, es problema de amor,
aunque evidentemente tiene una base tipológica que tiene que
ser convocada para que juegue a favor de la pareja y de la
familia, como después veremos.
Esto además es una exigencia antropológica fundamental en cualquier relación humana, por ejemplo, un tipo que sea
más imaginativo que otro no puede desesperar junto a él, ni un
intelectual tiene que considerarse superior a un tipo técnico,
porque necesita de éste, como éste de aquel. Una persona no
puede decirle a otra: tú tienes algo que yo no tengo y por tanto
me ofendes, tendría que ser al contrario, tendría que decir: dado
que yo no agoto toda la especie humana voy a ver qué tienes tú
que yo no tengo y en lo que puedes colaborar conmigo y al revés, lo que yo tengo y tú no, lo pongo a tu servicio.
Tomás de Aquino dice que en algún aspecto toda persona es superior a otra. No verlo así es una locura, ¿por qué
me va a incomodar que otro tengo alguna cosa que yo no tengo, si de entrada ningún ser humano agota su especie? La
soberbia humana ha hecho aquí muchos estragos, y ha llevado
a olvidar el precepto cristiano de «honrarse mutuamente» Pres-
185
tarse honor unos a otros es de justicia, pero además evitaría
muchos conflictos y comportamientos neuróticos verdaderamente notables.
Los tipos humanos prestan entonces una gran ventaja,
y así ser hombre y ser mujer están ¿para qué? para establecer
relaciones de cooperación. El estatuto de la sociedad, la organización de las instituciones sociales, le división del trabajo, los
problemas del subdesarrollo de algunas sociedades, etc., tienen en la teoría de los tipos humanos una gran contribución,
sin embargo no nos detendremos en esto ya que es más propio
de la filosofía social.
En lo que a nuestro tema corresponde podemos ver
que esa contribución que pueden hacer el hombre y la mujer
tiene gran importancia en esa sociedad básica que es la institución familiar y por consiguiente en el mundo del trabajo
humano. Las diferencias aquí aunque sean sutiles, pueden y
deben jugar en favor de todos los miembros de la familia. Así,
el padre puede aportar en la familia su mayor capacidad de
objetividad. El modo de ser masculino suele ser objetivo que
una mujer porque separa más los diferentes elementos y
aspectos de la realidad, en cambio una mujer está más centrada y por ello puede reunir más dichos elementos y aspectos de la realidad, lo cual es indispensable para formar el núcleo, el fuego del hogar que es esencialmente reunitivo.
El hombre al estar más descentrado, separa más, toma
más distancia respecto de la realidad, entonces cosifica más; el
modo de gestionar que tiene un hombre es por eso bastante
claro y secuencial. Se podría decir que está más preparado
para tratar con cosas. En ese vérselas con las cosas el frío
análisis puede ser una gran ventaja para dominarlas. En parte
186
eso está en relación con su función de proveedor, aunque no
sea ésta su única función en el hogar.
Esta capacidad también puede ser un gran riesgo para
el hombre ya que puede cosificar a las personas, por ejemplo a
la mujer misma. A veces, la mujer puede verse herida por esa
brusquedad masculina, por su gran sensibilidad, pero puede
pasar por encima de ella y comprender más los arranques intempestivos o los enfoques parciales, cosificadores, de su marido, para poder ayudarle.
Un hombre diferencia más, objetiva más, ve más rápido
el todo y cuando ve las partes las ve como tales, como separadas, por eso tiene el riesgo de tener compartimentos estancos
en su vida, ya que para él una cosa es su familia, otra distinta
es su trabajo, otra diferente sus amigos, aparte, si la tiene, está
su relación con Dios, etc.
La mujer relaciona más, y por tanto puede ejercer mejor su función de madre. A diferencia del hombre, todo es para
ella más cercano, especialmente todo lo que tiene relación con
lo humano. Esta capacidad le lleva a atender mejor a las personas, y al hogar; tiene a las personas más cercanamente a
ella, y por tanto, se fija más en los detalles, en una cara desangelada, en un tono de voz, etc. y además puede atender a diferentes cosas al mismo tiempo, ya que las relaciona más; puede
por ejemplo, atender a su hijo pequeño y estar haciendo otras
cosas como escribir, cocinar, etc., pareciera que con un ojo
vigila al pequeño, con el otro lee y con las manos escribe o
cocina. Un hombre procede más secuencialmente: primero una
cosa y luego otra, después la siguiente, hacerlas todas al mismo tiempo le pondría nervioso.
La capacidad de relacionar los detalles y los diferentes
aspectos humanos es relevante en una mujer; por eso es que un
187
detalle le dice tanto, porque «conecta» esa rosa, aquella palabra, con muchos más realidades. A un hombre una rosa apenas si le dice algo, para él la rosa es la rosa, la que está ahí, a
pulso puede detenerse en sus detalles; a una mujer la rosa le
dice mucho. También por eso es sensible al galanteo, una palabra, lo cual a veces no es tenido en cuenta por un esposo.
Así por ejemplo, un señor puede argüir que no hace falta repetirle a su mujer todos los días que la quiere «porque eso ya eso
se da por supuesto», y que de hacerlo es una tontería, una
redundancia; sin embargo no es así, para su mujer esa palabra
es necesaria, significa mucho y su ausencia también.
Sin embargo, esta misma capacidad de relacionar y de
centramiento que tiene la mujer puede volverse en contra de
ella misma o de los otros miembros de su hogar. Así, una mujer
puede complicarse de una manera pasmosa, no sólamente por
los nervios ante la complejidad de los innumerables detalles de
las situaciones o cosas, sino frente a las relaciones personales,
ya que por ejemplo, si por si acaso no la saludan puede tejerse
una historia increíble, peor si alguien le dice algo que le disgusta, como lo ve más relacionado, tejido con una multiplicidad de
cosas más, se puede llegar a obsesionar gratuitamente. De
manera que si no tiene la fortaleza suficiente para descentrarse
(nadie puede pretender ponerse como centro, el único centro
en todo caso es Dios), si no salta por encima de sí misma no
puede llegar a la generosidad que requiere el amor.
Por esta diferencia hombre-mujer también se ha procedido a equívocos, esencialmente por que la mujer puede y de
hecho sucede, ser considerada como un objeto nada más. Aquí
la industria pornográfica, que cada vez obtiene abundantes
beneficios, ha destrozado la sexualidad, a la mujer, al matrimonio, a la familia y por tanto a la sociedad.
188
Evidentemente que aquellos destrozos no se daría sin
el consentimiento de la mujer que no sabe resistirse, pero también influyen otros factores. Habría que decir, desde la antropología, que no saben hasta qué punto, este estropicio es grave
para la vida en sociedad. La tipicidad de la mujer es muy conveniente para la vida en sociedad, no sólo para la familiar, sino
para toda la sociedad en su conjunto, si se la destruye se está
aniquilando uno de los aportes necesarios para la propia sobrevivencia de la especie humana y están deshumanizando de
manera acelerada el mundo.
Sin decir que la mujer sea superior al hombre sí tenemos que reconocer que esas capacidades de relacionar y de
humanizar tan propias de su tipo son indispensables para
humanizar el mundo. Sin ese cuidado por lo humano, por sus
intrincadas relaciones, no hay mundo humano. Podemos empezar señalando que esa capacidad humanizadora empieza
por el cuidado y el arreglo. A veces se dice que la mujer está
para arreglar los estropicios que cometen los hombres aunque
no es del todo así porque hay que ver si las mujeres realmente cumplen su función, hay que reconocer que precisamente
una función típicamente femenina es la de arreglar, y el arreglo,
interno y externo, es exigencia de la condición temporal que
tiene el ser humano.
Esta capacidad es especialmente requerida en la educación de los niños, y de los grandes también porque todo ser
humano necesita del consuelo. Un niño precisamente porque
todavía está en proceso de desarrollo, necesita del auxilio materno tantas veces, así es lo propio del niño es el reclamo tan
conocido: ¡Mamá!, cuando llega a casa del colegio o de fuera
normalmente busca a la madre, necesita ese centro seguro, ese
refugio, busca el regazo de la madre, su consuelo, la seguridad
189
de saberse amado incondicionalmente; y así hasta el final,
cuando una persona en su lecho de muerte quiere tener a alguien cerca ésa es su madre.
Corromper a la mujer madre, es dejar al mundo sin la
experiencia de la nobleza, del amor abnegado, de la generosidad en la atención al ser humano desde su sobrevivencia más
elemental, desde que el ser humano es un recién nacido y en
los primeros años de su vida que son tan fundamentales para
su desarrollo emocional; porque esa vida está llena de detalles,
en ese estar en las mil cosas pequeñas que exige el hogar.
Para llevar adelante un hogar es preciso de una mano o un
talento femenino, a un hombre esa multitud de detalles puede
serle irresistible.
El aporte de la mujer en todos sus ámbitos de la vida
humana es insustituible. Precisamente el mundo laboral, a menudo tan cosificado, reclama la presencia humanizadora de la
mujer. Pero, para que sea posible la presencia de la mujer en el
mundo del trabajo se necesita que el esposo comparta con ella
la educación de los hijos. Actualmente estamos en una situación tal que hay hogares sin padre, es decir, sin su presencia, y
mundo laboral sin madre. Esta disfunción debería superarse en
los próximos siglos.
Se podría decir también atendiendo al tipo humano femenino que cuando la mujer se corrompe se daña más que un
hombre, precisamente porque en ella las diferentes realidades
están más interrelacionadas. Así, el libertinaje sexual que daña
tanto al hombre como a la mujer, la daña más a ésta, ya que
«toca a más cosas», en ella las realidades sexuales no están
tan separadas como en un hombre.
190
Una mujer cuando se hace mala causa mayor estropicio todavía que los hombres. Aquí también se cumple el dicho
de que la corrupción de lo óptimo es pésima. Por ejemplo, si a
la mujer le ha sido encomendado el cuidado del ser humano,
su sobrevivencia, a través de la función de la maternidad qué
estropicio causa si no atiende a su función o si al contrario se
vuelve en contra de ella.
Si la maternidad se vuelve una esclavitud entonces
evidentemente se plantea la liberación, entonces viene el llamado «sexo seguro», usar del sexo desligándolo de su función
más propia que es la de la procreación humana, pero en ese
mismo instante se está conviertiendo en objeto de placer porque se sustituye aquel fin natural por la búsqueda del placer.
Pero el hacerse un objeto a la mujer no le va, y la corrupción se va ahondando; en estas condiciones no puede evitar el riesgo del aborto, y siendo que lo más propio de la mujer
es cuidar la vida humana se vuelve contra ella. El matar no es
propio de la mujer, necesita violentar mucho su naturaleza para
hacerlo, pero una vez que lo hace ya se puede esperar cualquier cosa. No es tan usual ver a una mujer con un fusil, la
guerra es algo que una mujer verdadera no entiende jamás, es
algo que se le presenta como totalmente absurdo e irracional,
por eso es una de las cosas que más teme. A un hombre le
sucede distinto, para un hombre incluso puede ser ocasión de
reafirmar su poderío, su fuerza, su virilidad, y pueden ver el
enfrentamiento con una frialdad impresionante.
Una mujer no, esa situación le puede producir una
conmoción de profundo rechazo; pero puesta a guerrear, cuando una mujer ha aceptado la corrupción en ella, puede ser más
mala que un hombre, puede encizañarse más con sus víctimas
191
hasta límites inimaginables, no es ya noticia que en países en
que el terrorismo ha hecho muchos estragos quien daba el
último tiro de gracia, incluso a un inocente, era una mujer.
Sin embargo, la desnaturalización de una mujer la desgarra profundamente. El aborto, por ejemplo es un ejemplo de
ello. Normalmente, el aborto, el matar a su propio hijo le parece
a una mujer algo intolerable, puede no planteárselo nunca,
¿cómo podría matar a ese ser que palpita dentro de sí? Una
mujer sinceramente no se cree eso de que su cuerpo es suyo y
que por eso puede abortar, esto en todo caso se dice hacia
fuera, pero una mujer nunca deja de saber que el hijo que lleva
en su seno no es una parte de su cuerpo, como lo es su bazo,
o su hígado, sino que sabe perfectamente, ella más que nadie,
que aquel ser es un ser humano.
Ordinariamente después de los meses que una madre
ha convivido con esa vida que lleva en su seno ama a su hijo,
aún sin verlo todavía se lo imagina. En general, una mujer
siempre termina amando aquello que cuida y el hijo es normalmente muy amado de su madre. Cuando en lugar de proteger,
defender, de ayudar a su hijo, lo mata, esto la marca ya para
siempre, incluso si ella pretendiera acallar su conciencia, o
hacer como si no hubiera pasado nada. Esto lo saben bien
quienes atienden las consultas psicoterapéuticas que se hacen
al respecto.
La vida conyugal, familiar, tiene que tener en cuenta y
aprovechar las características femeninas y masculinas, porque
en ellas está la base de la maternidad y de la paternidad. De
manera que la sexualidad va más allá lo simplemente orgánico,
está en función de la cooperación la cual es una exigencia patente en la institución familiar. Así, la gran capacidad de objetivar que tiene el hombre, junto a su fortaleza física, son de
192
gran importancia para la formación de los hijos, que tienen que
ver la reciedumbre varonil en su padre, lo cual se complementa
con la seguridad que la madre les da con su cercanía, con sus
atenciones, con su hondo sentido humano; en definitiva por su
capacidad de amar que va directamente a la otra persona, a
valorarla tal cual es ella por ella misma, más allá de consideraciones aspectuales.
Todo esto es muy necesario para el desarrollo emocional de los hijos, que más de una vez acudirán a la visión clara y
directa, objetiva, de su padre y al regazo de su madre como un
refugio, como un centro seguro, para ser consolados, con la
seguridad de ser aceptados o queridos incondicionalmente.
Así pues, la sexualidad humana es más que lo meramente biológico, e incluso es más todavía que lo simplemente
psicológico: involucra la dimensión personal de la persona, ya
que se engarza en último término en el amor. También por esto
se entiende el significado del pudor, en razón de que tiene raíz
personal, es decir que la reserva de la intimidad respecto de los
extraños, tanto en el modo de vestir, como en el hablar, etc.,
sólo tiene sentido porque la persona en cuestión se reconoce
como tal.
Si la persona se reconoce como un ser único e irrepetible que integra su cuerpo, su alma y todo su ser en esa dimensión personal, por la que se sabe un quién sostenida por el
amor y destinada al amor, y que por tanto no puede tratar irrespetuosamente su intimidad, ni permitir que otros lo hagan; en
cambio quien no se sabe persona es muy difícil que pueda
reservar su intimidad empezando porque no sabe lo que ésta
vale, porque ignora su dimensión personal.
193
La realidad personal del ser humano tiene como raíz y
como fin el Amor. Una manera de vivirlo es en el matrimonio y
por ello la sexualidad humana está orientada hacia el amor
conyugal. Éste es una de las formas de amor humano e involucra las instancias espirituales. Por tanto, en el amor conyugal
confluyen diversas dimensiones del ser humano: corpóreas,
psicológicas, espirituales y por tanto éticas.
Cuando la sexualidad humana se abre camino en el
amor conyugal convoca todas esas dimensiones. Así sucede
en el matrimonio que funda la institución familiar. El amor
humano personal entre un hombre y una mujer nace de una
elección y de una promesa, ya que el ser humano está en el
tiempo y no puede adelantar el futuro, que todavía no le pertenece. La elección se da a partir de la primera fase, la del enamoramiento, una vez sucedido el gran acontecimiento, el encuentro con la verdad de una persona, viene el deslumbramiento, y entonces se produce una aceptación. Si se dice: «¡es
ésta (e)!», se da una cierta elección.
A partir de entonces el conocimiento, el «descubrimiento», de la otra persona y de sí mismo, ponen delante una «tarea», la de ayudarse de una manera más intensa, luchando por
buscar el bien del otro mutuamente. Esto va forjando un tipo de
relación muy especial, la cual si se lleva adecuadamente va
sacando de cada uno lo mejor de sí mismo. Posteriormente, si
el camino recorrido hace posible una relación que sea para
siempre, que sea exclusiva y fecunda entonces se formalizará
el noviazgo con vistas al matrimonio. Aquí es donde la elección,
la decisión, se hace irrevocable, y aparece también la promesa,
el «para siempre», la exigencia de exclusividad y por consiguiente la fidelidad y fecundidad.
194
Es entonces cuando a través del amor se da cumplimiento a las leyes de las tendencias sensibles recurriendo a la
sexualidad humana de manera que al realizarse los actos de la
reproducción humana se atiende a la doble finalidad, la de procrear y educar a los hijos y la de contribuir al perfeccionamiento
del otro cónyuge, tareas que aunque atienden a fines de la
especie humana sólo pueden llevarse a cabo desde el nivel
personal, por amor.
Los actos conyugales para que sean propiamente
humanos y personales tienen que convocar todas las instancias humanas, también y de modo especial a las espirituales,
ya que obedecen a la radicalidad de la entrega: la totalidad del
ser, cuerpo, alma, espíritu, todo se da generosamente al cónyuge, sin reservarse nada. La reserva, si hubiera algo que no
se quiere dar, lleva al distanciamiento y es a la larga la ruina
del amor.
La unión es entonces fecunda, se quieren los frutos del
amor que cuando es grande tiende a salir fuera de sí. Los hijos
entonces son la corona, el feliz regalo a tanta generosidad, con
ellos no sólo se prolongan ellos mismos, o prolongan su amor
indefinidamente, sino que además conservan la garantía de
que su entrega conyugal ha sido precisamente eso: total.
Las políticas familiares anticonceptivas, los “slogans”
del llamado «sexo seguro» desconocen los requerimientos del
amor conyugal, no saben hasta qué punto es importante para
los esposos no reservarse nada. Mediante el acto conyugal
abierto a la vida, cada cónyuge da al otro una semilla de sí
mismo, lo más íntimo, lo más propio y esto es así no sólo porque las células reproductoras contienen la dotación genética,
los veintitantos cromosomas propios de cada uno, sino porque
el mismo acto significa una donación realmente total.
195
Evidentemente la estabilidad de la pareja es exigida y
no sólo por los requerimientos de la propia vida conyugal que
supone actos exclusivos, ya que aquello que no se da a nadie
se da al cónyuge, sino que va más allá todavía, la generosidad
de ese amor sale de sí y mira a los hijos, los cuales exigen la
estabilidad del matrimonio. ¿Por qué? Porque el ser humano
nace prematuramente y necesita unos 15 a veintitantos años
para completar su desarrollo.
Un animal no necesita de tanto tiempo para ponerse en
condiciones de ser viable, por ello no precisa de la estabilidad
de sus progenitores, a las horas de nacido ya puede valerse
por sí mismo, por ejemplo, luego que rompe el cascarón del
huevo el polluelo sale andando, el ser humano no, ni siquiera
puede hacerlo a los días, ni a las semanas, precisa de años
para que madure su capacidad psicomotriz, y luego muchos
años más para que complete su madurez psicológica y moral
para que sepa conducirse adecuadamente.
Por tanto, si no cuenta con esa institución básica que
es el matrimonio, si no cuenta con el amor del padre y madre,
que el hijo percibe como uno solo, si no hay una estabilidad, si
sus padres son una pareja irresponsable, entonces el niño
simplemente no puede completar su desarrollo adecuadamente,
o se muere, porque ya sabemos bien que la sobrevivencia del
niño no sólo está en función de los alimentos, sino del afecto,
de la presencia de sus padres.
Así pues durante esos 20 - 25 años el hijo precisa de la
fidelidad de los padres, también luego, pero de modo especial
en esa etapa en que se completa su desarrollo, su madurez. El
divorcio rompe no sólo a los padres sino también a los hijos. La
fidelidad de los cónyuges viene exigida por el desarrollo del
196
hijo, ya que precisa de la estabilidad de una familia, no sólo
externamente sino afectivamente, de lo contrario se prepara
mal para enfrentar al mundo, su inestabilidad emocional hace
mella en su carácter y en el desarrollo de su personalidad.
Por eso es que a la decisión, a la elección responsable
de los esposos, acompaña la promesa, y en este sentido el
matrimonio es un compromiso muy serio. Si no están dispuestos a pasar juntos las crisis, inclusive las más duras y amargas,
no se aman lo suficiente como para prometerse nada. Si no
están dispuestos a luchar por adquirir los hábitos operativos
buenos que sostengan el amor mutuo su relación tiene pocas
garantías de permanencia, con el agravante que esto tiene
para la familia, especialmente para los hijos. Esto es algo que
tienen que tener presente los jóvenes cuando se encuentran
frente a situaciones de mal uso de su sexualidad, por lo menos
tienen que saber todo lo que comporta y si no están dispuestos
a ser consecuentes lo mínimo es que sepan qué realidades y
personas están atropellando.
El ejercicio de la sexualidad, por tanto es algo muy
serio, y conlleva las exigencias del amor auténtico que es muy
sacrificado, pero este amor es precisamente lo que hace crecer
a las personas humanas, ya que logra sacar las energías más
profundas y ponerlas al servicio del cónyuge y de los hijos. Las
políticas familiares que promueven en lugar del amor sacrificado el egoísmo y la utilización del otro como objeto de placer
son no sólo denigrantes e injustas sino que debilitan grandemente a los ciudadanos, quienes requieren vivir el sacrificio
también para sacar adelante el Bien Común de la sociedad; de
modo que aquellos gobiernos se están cortando la hierba bajo
los pies, pues sus efectos son contundentes.
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Cuando se trata de fomentar en los jóvenes una mentalidad anticoncepcional o de falsa utilización de la sexualidad,
¿qué consiguen? Denigrar a las personas, acentuar su egoísmo,
la irresponsabilidad, la idea de que se pueden divertir sin consecuencias, la ley del mínimo esfuerzo, por eso es que es mentira
que, como se dice por ahí con una propaganda funesta, que la
planificación familiar ayude a evitar el embarazo de las adolescentes, o a prevenir el aborto; esto no se lo creen ni los que dicen esos slogans, porque está comprobado en los países en que
se han seguido esos programas, que al fomentar una liberación
sexual lo que se consigue precisamente es aumentar el embarazo de adolescentes y en consecuencia se elevan los casos de
abortos, ya que al ejercitar tan irresponsablemente la sexualidad,
cuando fallan los anticonceptivos, entonces se tiene que recurrir
al aborto como solución desesperada.
Esto además es más grave si se trata de una población
mayoritariamente católica, ya que la religiosidad es un factor
radical de la cultura que es viva, tremendamente dinámica. Si
se debilita el ejercicio de la libertad de aquellas personas cara
a Dios, a buscar su voluntad, a ponerla por obra, si se rompe
aquel vínculo que está llamado no solamente a mantener el
respeto por lo sagrado (si no se respeta a Dios que es lo más
sagrado, a quién se podrá respetar), sino que cercena esas
energías que tensando la libertad de modo muy intenso sacan
lo mejor de cada uno.
Si se hace eso entonces se deprime mucho a los sujetos, si se corta esa relación ¿a dónde se dirigirá la libertad? a
cosas de poca monta, o a buscar sólo el bienestar económico
pero estamos en un mundo hoy en que precisamente si los
medios materiales no tienen una finalidad superior a ellos mismos da como resultado una obturación del futuro. Los medios,
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que son necesarios, sólo son realmente tales cuando atienden
a una finalidad más alta, de modo que si no hay una finalidad
última, éstos se descoyuntan y se vuelven en contra del propio
hombre y de la sociedad de la que forma parte.
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