La generación del 14: Juan Ramón Jiménez

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Tema 2. La generación del 14: Juan Ramón Jiménez
• Introducción: ¿Generación del 14?
Para los amigos del orden, en todos los ámbitos de la vida, debe resultar doloroso que la literatura y los
autores literarios no se hayan podido encuadrar definitiva y claramente en compartimentos estancos. Si cada
uno de los escritores, de las corrientes artÃ−sticas, o de los movimientos que han pululado por el mundo de
las letras estuviera perfectamente definido y clasificado, su estudio serÃ−a mucho más fácil y su relación
con el resto no presentarÃ−a ningún obstáculo.
Pero resulta que nadie es menos sujetable a las normas, a escuelas, a esquemas, a reglas, que los artistas. De
esta manera, pese al noble y esforzado intento de multitud de crÃ−ticos de todas las latitudes por reducir a
parámetros universales la innumerable nómina de los creadores de arte, éstos se les escapan por los
resquicios más insospechados de sus cajas chinas. Es como si incluso, mil o dos mil años después de
muertos, se negaran a ser manipulados -por muy asépticamente que esta operación se realice-,
manifestando asÃ− la independencia de su genio.
Con todo, suele aceptarse, un tanto por la facilidad que proporciona al estudioso y al estudiante, otro tanto por
la similitud de planteamientos ideológicos entre lagunos creadores, la existencia de escuelas, movimientos,
“generaciones”, grupos, etc. algunas de estas tendencias parecen bien definidas, delimitadas y aceptadas ya
como tales, pero otras bastante menos.
Ortega y Gasset en Vieja y nueva polÃ−tica (1914) menciona por primera vez en nuestro paÃ−s la
“conciencia de generación”. En ese mismo año publicará Meditaciones del Quijote, donde formulaba las
bases de su concepción filosófica. No por casualidad este libro estuvo al cuidado de Juan Ramón, quien
dirigÃ−a las publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Tampoco por casualidad Ortega es el autor del
prólogo de El pasajero, de Moreno Villa, editado entonces; ni lo es que Juan Ramón publique la edición
abreviada de Platero y yo. En 1914, año en que Gómez de la Serna inicia sus celebérrimas tertulias en la
cripta del café “Pombo”, concurre un número tal de acontecimientos culturales que Ortega, el filósofo
del momento, se atreverá a proclamar en el madrileño teatro de la Comedia “el nacimiento de una nueva
generación”; una generación (del `14) nacida a la reflexión de 1898, pero sin maestros, sin ambiciones
personales, y especialmente austera.
La lÃ−nea asÃ− esbozada parece marcada por el ascetismo y, de algún modo, semejante postura concuerda
perfectamente con los principios que emanan de la Institución Libre de Enseñanza, imbuida de la
ideologÃ−a krausista, también imperante en otros sitios de Europa. Lo cierto es que, pese a la
contemporaneidad y la semejanza de muchos planteamientos de los supuestos miembros de la “generación
del `14”, todos ellos fueron tan irreductibles y tan diferentes entre sÃ− que no todos los crÃ−ticos aceptan su
nómina o la incorporación de alguno de ellos a la misma.
Por otra parte, el mismo Ortega, teórico del “grupo”, hubo de admitir, como era de esperar (1917), que en
cada época conviven siempre tres generaciones: la que está en trance de desaparecer, la dominante y la
que se inicia. La suya propia, bien poco tiempo después de haber alcanzado, tras no poco esfuerzo, la
floración y el cuestionamiento de la generación del '98, se verá amenazada a su vez por la del '27, cuyas
caracterÃ−sticas parecen mejor dibujadas.
La “generación del `14” pues, con Ortega, Juan Ramón, D'Ors, Gabriel Miró, Moreno Villa, Pérez de
Ayala, Gómez de la Serna y Manuel Azaña, entre otros, resulta un tanto apagada por el último rescoldo
de la generación del '98 y por el vivo resplandor de la del '27. Huérfana de maestros, la “generación del
`14” se sentirá, sin embargo, demasiado pronto a aceptar discÃ−pulos de la pujante generación
1
subsiguiente.
Miembro prototÃ−pico de esta posible generación, si hacemos caso a Ortega, Juan Ramón Jiménez se
encuentra ayuno de antecedentes literarios, e inmerso en la casuÃ−stica e ideologÃ−a de la Residencia de
Estudiantes. AllÃ− conoce a algunos miembros del “grupo”, convive con otros, escucha a los mejores de la
generación precedente, y va a dejar una huella imborrable sobre los de la venidera. à stos verán pronto en
el aún joven Juan Ramón Jiménez, el maestro necesario. En efecto Juan Ramón se convierte muy
pronto en el modelo de esos jóvenes que hacia 1925 empiezan a publicar sus primeras obras. En su poesÃ−a,
en su prosa, encontrarán Lorca y Alberti los motivos andaluces dispuestos para un tratamiento universal;
Pedro Salinas y J. Guillén verán en él a un poeta “puro”, exquisito y magistral. V. Aleixandre y J.
BergamÃ−n (en especial este último) se considerarán durante mucho tiempo fervientes admiradores e
imitadores. Altolaguirre se convertirá en digno sucesor de sus pautas impresoras. E. Prados tendrá en él
un antecedente de su poesÃ−a mÃ−stica.
Juan Ramón fue durante un largo perÃ−odo el transmisor de un testigo poético y el introductor (o el
motivador) de bastantes de ellos en la expresión lÃ−rica. Malentendidos, celos, recelos, choques y otras
circunstancias negativas fueron convirtiendo aquella camaraderÃ−a, aquella amistad, aquella cordialidad
inicial, en tirantez, cuando no en enemistad. Nada, sin embargo, impide que siga siendo considerado maestro
de la generación del '27, justamente, eso sÃ−, con otro gran andaluz de difÃ−cil encasillamiento: Antonio
Machado. Las palabras de Alberti lo confirman: “por aquellos apasionantes años madrileños, Juan
Ramón Jiménez era para nosotros, más aún que Antonio Machado, el hombre que habÃ−a elevado a
religión la poesÃ−a viviendo exclusivamente por y para ella, alucinándonos con su ejemplo”.
• Juan Ramón Jiménez.
Juan Ramón Jiménez Mantecón nace en Moguer, un pueblo de Huelva cercano a la desembocadura del
RÃ−o Tinto, el 23 de diciembre de 1881, aunque él mismo solÃ−a posponer su fecha de nacimiento para
hacerla coincidir con la de Jesús, autoconsiderándose asÃ− el Niño Dios, como su madre le llamaba. Fue
el benjamÃ−n de una familia en la que hasta su nacimiento no faltaba de nada. Los malos negocios que fue
haciendo su padre, VÃ−ctor Jiménez, de La Rioja (su madre, Mª Purificación, era de Osuna), le
condujeron a la pobreza, y de vivir en la mejor calle del pueblo, la calle nº 2 de la Ribera (que daba al rÃ−o,
donde se escuchaba por las mañanas a los marineros cargar y descargar, algo que no soportaban ni su padre
ni el mismo Juan Ramón años más tarde) se trasladaron a la Calle Nueva, más interior.
Durante sus cuatro y cinco años Juan Ramón estuvo en el kindengarten de Dña. Benita Barroeta.
Después acudió a la escuela de D. Carlos Girona, donde demostró ser uno de los chicos más aplicados
(uno de los “siete sabios de Grecia” le llamaban) y mostró ya su personalidad introvertida y misántropa. A
menudo se entretenÃ−a con ensoñaciones (su madre le llamaba Josefito) y con caleidoscopios. Se inclinó
ya siendo niño por observar las cosas que habÃ−a a su alrededor y por estudiar detenidamente a las mujeres
que no eran del pueblo (¿complejo de Edipo?).
Tras el bachiller su padre le envió con su hermano Eustaquio al colegio San Luis Gonzaga en el Puerto de
Sta. MarÃ−a (donde también estudiaron otros literatos como Alberti). AllÃ− se interesó enseguida por los
libros que contenÃ−an algo de poesÃ−a como el Manual de retórica y poética en el que comenzó a
escribir algunos versos y a hacer algunos dibujitos, sobre todo de asnos.
Se hizo gran amigo de Fernando Villalón y tras aprobar el bachiller se matriculó en Sevilla en el curso
introductorio a la carrera de Derecho y tomó también algunas clases de pintura. En el Ateneo asistió a
numerosas conferencias ofrecidas por poetas posrománticos de segunda y tercera fila, aficionándose asÃ−
a la poesÃ−a posmoderna. Pronto publicó sus trabajos de prosa y poesÃ−a en una revista onubense,
firmando siempre con sus iniciales J. R. porque le daba vergüenza.
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Pero al poco tiempo de estar en Sevilla se truncaron sus estudios de Derecho por un problema de salud que le
obligó a regresar a Moguer en busca de los cuidados de su madre. Se entregó entonces decididamente a la
lectura, destacando entre sus preferencias la poesÃ−a arábigo-andaluza, los autores clásicos, autores
románticos y posrománticos de la periferia, como RosalÃ−a de Castro, Jacinto Verdaguer, y andaluces
como Salvador Rueda o Bécquer, cuya poesÃ−a le influyó de manera notable en aquella época.
Más tarde publica algún poema en Vida Nueva y pasa a ser conocido en toda España como uno de los
seguidores de la nueva tendencia modernista junto a Reina, S. Rueda y R. DarÃ−o. Ante esto, Francisco
Villaespesa le pedirá que se una al bloque de poetas actuales (donde también firmaba DarÃ−o) y Juan
Ramón decide marcharse a Madrid acompañado de un libreto con unos cuantos poemas al que habrÃ−a
titulado Nubes si lo hubiese publicado. Llega a Madrid en Semana Santa de 1900 y pronto contacta con los
que están en la lÃ−nea de vanguardia (anteriores además de Valle-Inclán y Benavente), bastante
noctámbulos. Lo cierto es que Juan Ramón no soportaba ese estilo de vida y aborrecÃ−a el ruido por lo que
en mayo regresó a Moguer, sin embargo sus amigos se encargaron de publicar dos libros con los poemas que
él llevó a Madrid, su Nubes se convirtió en Ninfeas, impreso en tinta verde, y Almas de Violeta, impreso
en violeta, que con el tiempo el mismo Juan Ramón rechazarÃ−a por considerarlos muy primitivos.
Su padre muere de una ataque al corazón mientras dormÃ−a en julio de 1900, algo que para el joven J. R.
supone el regreso a la mala salud, ante lo que se le recomienda que no escriba. En Madrid contacta con un
especialista que le envÃ−a a Burdeos, donde se interna en un castillo reconvertido en sanatorio, la Maison de
Santé du Castel d'Andorte, donde parece ser que tuvo alguna aventura con alguna encargada además de un
affaire con la mujer del médico (parece ser que en algunos de sus poemas cantaba a Francine, algo que
podrÃ−a considerarse una abstracción de las mujeres de Francia, pero Zenobria se encargó de destruirlos).
No sólo aprovechó esta época para curarse en salud, también marchó a Lourdes, escribiendo algún
poema al respecto. En cualquier caso resultó ser una época curiosa, de definición, entre la carne y el
espÃ−ritu.
Después de mejorar algo en salud, se trasladó en 1902 al Sanatorio del Rosario en Madrid que regentaba
en Dr. Luis Simarro. AllÃ− encontró algunas novicias interesantes a las que dedicó poemas, además de
descubrir a algunos capellanes cuyas vidas no eran ejemplares, haciéndose por ello más anticlerical. El
amor romántico que pudo tener con alguna de las enfermeras lo reconvirtió en 1903 en Arias Tristes, con el
que se considera que el modernismo triunfa en España, más tarde, en 1904, escribe la también
modernista Jardines Lejanos.
A la muerte de la mujer de Luis Simarro, considerado más que un médico, un humanista, su discÃ−pulo
Nicolás Achúcarro y el propio Juan Ramón se van a vivir con él, algo que vino muy bien a la
hipocondrÃ−a de J. R.. Se sentÃ−a pues feliz de vivir con un médico, por lo que fue una época tranquila
en la que se dedica a escribir sin preocuparse de publicar (ya lo hace por él Gregorio MartÃ−nez Sierra).
En 1905 regresa a Moguer y vuelven al mismo tiempo los ataques, no obstante encontró un bálsamo en la
hija de un médico a quien escribió poemas donde aparecÃ−a idealizada como Mª Almonte. Pero los
problemas no cesan y poco después de su llegada se desborda el RÃ−o Tinto destrozando las tierras de
regadÃ−o y llevándolos a todos a la ruina. Durante esta estancia en su pueblo natal colabora con la revista
Renacimiento que le dedica un número en 1907 y a menudo se dedica Juan Ramón a dar paseos montado
en un burro plateado (al que más tarde poetizarÃ−a como Platero y que no era suyo, sino del casero), la
gente del pueblo empieza a verlo como un joven extraño y los niños cuando le ven por la calle le tiran
cosas y le llamaban “el loco”, algo que parecÃ−a no molestar en exceso a J.R. Cada cosa que se le ocurrÃ−a
la iba escribiendo con intención de publicarlo, no como Platero y yo, sino como Baladas de primavera, la
segunda parte de la trilogÃ−a que planeaba.
AllÃ− en Moguer recibÃ−a pocas visitas, una de ellas fue la del pintor JoaquÃ−n Sorolla, que pasó un
tiempo en el monasterio dominico de La Rábida, donde vivÃ−a Zenobria con su padre, a quien conoció J.
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R. Jiménez. Empieza a trabajar por aquel entonces en Soledad Sonora, Poemas Mágicos, Laberinto y
MelancolÃ−a, entregándose al arte por completo.
En diciembre de 1912 regresa a Madrid, poniéndose antes en contacto con Ramón Gómez de la Serna
para que le buscase una casa próxima a una casa de socorro, pero el ruido de los vecinos le resultaba
insoportable y se mudó al poco tiempo. No tuvo demasiada suerte en ese sentido en su nueva casa, donde
tenÃ−a como vecinos a un matrimonio americano que de vez en cuando celebraba alguna fiesta. No obstante,
una noche pudo escuchar entre el ruido una risa especial, la risa de una joven que le llamó la atención por
su voz. A partir de ese momento empezó a investigar de quién podrÃ−a provenir, y aquella joven resultó
ser Zenobria CamprubÃ−, una chica catalana, educada en América, seis años más joven que él. Se
enteró de que Zenobria se habÃ−a matriculado en un curso de GeografÃ−a y Literatura en la Residencia de
Estudiantes y él hizo lo mismo, empezó asÃ− el acoso y derribo, pero ni ella ni su madre parecÃ−an estar
muy por la labor y Juan Ramón comenzó a investigar cómo podÃ−a enamorarla. Una noche se puso en la
plaza de su casa y empezó a darle cartas a quien fuese a visitarla para que se las hiciese llegar.
En el verano de 1913 rechazó una beca para volver a Moguer, cerca de La Rábida, donde iba a estar
Zenobria que se ofreció voluntaria allÃ− para dar clases, algo que le hizo ser muy querida allÃ−. En
noviembre de ese mismo año, Juan Ramón fue invitado a la Residencia de Estudiantes, donde conoció a
la intelectualidad del momento: su obra empezaba a ser considerada.
En ese mismo año, 1913, recibe el Nobel de Literatura Rabindranath Tagore, autor de The Crescent Moon,
obra que traducÃ−a Zenobria y que Juan Ramón pulÃ−a, entrando en contacto con la literatura y la
filosofÃ−a del indio. Lo cierto es que la relación con Zenobria no era nada fácil, sobre todo frente a la
oposición de la madre de ella, presentando numerosos altibajos hasta llegar al acuerdo, en 1915, de que es
algo serio. A finales de 1915 Zenobria y su madre se marchan a Nueva York, donde esperan a Juan Ramón
que llegará el 21 de enero del año siguiente. Se casan en St. Stephen el 21 de marzo de 1916 y un año
más tarde, en 1917, publica Diario de un poeta recién casado, obra que reúne las notas que el poeta
llevaba escribiendo desde que llegó a Nueva York. Se publica también en aquella época la edición
completa de Platero y yo.
En 1924 viajan a Granada invitados por Federico GarcÃ−a Lorca, donde conocen también a Falla, y en
1925 funda la revista SÃ−, de la que sólo publica un número. Los jóvenes poetas que se empiezan a mover
en la vanguardia lo toman ya como referente de la generación, sin embargo su introversión y apartamiento
harán que sea rechazado en cierta medida. A finales de 1927 acude a Sevilla a un encuentro en torno a la
figura del torero Ignacio Sánchez MejÃ−as, que les pagó el viaje, a quien Juan Ramón consideraba un
poeta adherenadizo. En 1933 se intenta sacar a la luz el primer número de Los cuatro vientos, revista por la
que se movÃ−an fundamentalmente Gerardo Diego y Jorge Guillén, en honor a Bécquer; si bien J. R.
Jiménez iba a colaborar en un principio, al enterarse de que la colaboración de Unamuno iban a ponerla
antes, retiró dicha colaboración, retirándole también su amistad a los dos jóvenes poetas.
Cuando estalla la Guerra Civil y durante el tiempo que ésta duró, Juan Ramón y Zenobria se dedican a
recoger niños de la calle y hospedarles en su casa. Más tarde J. R. será nombrado agregado cultural de la
embajada española en Washington, de modo que a partir de 1936 da comienzo su etapa americana y desde
este momento sus crisis nerviosas serán constantes y los momentos de tranquilidad los que menos. En 1944
publica Los españoles de tres mundos y en el 46 La estación total. En Miami estuvieron viviendo en Coral
Gables, y allÃ− publicará, en 1948, Los romances de Coral Gables, tras lo cual se marchan en un viaje de
norte a sur. Aquella estancia en Coral Gables será su último momento realmente bueno, tras haber sido
reconocido como el mejor poeta vivo de la lengua castellana.
Su estancia en Puerto Rico la estrena con una conferencia sobre “poesÃ−a abierta y poesÃ−a cerrada” y allÃ−
escribe a la revista malagueña Caracola acerca de los poetas del '50, entre los que destacó a Rafael León,
Bernabé Fernández Canivell (de quien dijo que era un poeta ágrafo), Mª Victoria Atencia y Vicente
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Núñez.
En 1953 Zenobria enferma de cáncer de pulmón, lo que supuso para J. R. Jiménez un duro golpe ya que
era ella la que le sacaba una y otra vez de sus depresiones. Su mujer morirá el 27 de octubre de 1956, dos
dÃ−as después de que le concedan el Premio Nobel. En silla de ruedas desde una caÃ−da y encerrado solo
en un cuarto a oscuras, Juan Ramón Jiménez muere el 29 de mayo de 1958 en Puerto Rico. Serán
enterrados juntos en Moguer.
• Su obra.
Ciertamente la obra de Juan Ramón Jiménez es vastÃ−sima y resulta bastante complicado reunirlas y
clasificarlas de acuerdo a géneros. No obstante, podemos distinguir seis fases:
• PerÃ−odo inicial: poemas escritos en torno al 1900.
• 1900-1903
Poemas primerizos influenciados por el romanticismo y el posromanticismo, sobre todo por Bécquer y
Rubén DarÃ−o.
♦ Ninfeas
♦ Almas de Violeta
♦ Rimas
♦ 1903-1913
Se ha asentado su forma de escribir, se aleja de los románticos y lo atrae la música y el
impresionismo.
⋅ Arias Tristes
⋅ Jardines Lejanos
⋅ ElejÃ−a
⋅ Pastorales
⋅ PerÃ−odo de maestrÃ−a (1914-1916)
Se ve influenciado por Zenobria.
♦ Sonetos espirituales
♦ EstÃ−o
♦ Platero y yo
♦ Diario de un poeta recién casado
♦ Recién casado-Guerra Civil (1916-1936)
Es un buen momento, marcado por el benéfico influjo de
Zenobria. Busca y consigue casi siempre la desnudez total en
la poesÃ−a (eliminar todo lo que no es poesÃ−a, todo lo que
resulta prosaico).
⋅ Eternidades
⋅ Piedra y cielo
⋅ PoesÃ−a
⋅ Belleza
⋅ La estación total
⋅ Canción
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⋅ Etapa americana (1936-1958)
Fundamentalmente se publican
recopilaciones de textos que escribe poco a
poco y que van saliendo en revistas.
♦ Españoles de tres mundos
♦ Dios deseado y deseante
♦ Estética y ética
estética
♦ Leyendas
Otros consideran tan sólo cuatro
perÃ−odos:
⋅ P. Primerizo (hasta 1915)
Hasta Platero y yo
⋅ Matrimonio Guerra Civil (1916-1936)
Diario de un poeta recién casado
⋅ P. Altibajos (1936-1938)
Dios deseado y deseante
⋅ Hasta la muerte (1938-1958)
Se preocupa más por el acercamiento a
Dios que él se ha forjado en su viaje a
Argentina.
También hay quien divide su obra en tres
perÃ−odos:
⋅ Hasta 1915 (Platero y yo)
⋅ Boda-Guerra Civil
⋅ Etapa americana
Platero y yo
Platero y yo se adscribe al género que
podrÃ−amos definir como prosa poética.
Lo escribe en Moguer entre 1905 y 1907 y la
primera edición (edición prÃ−ncipe, no
completa) se publica en 1914. Tres años
más tarde se publicará una nueva
edición, más completa, pero que tampoco
contiene la obra en su totalidad y hoy en
dÃ−a aún las ediciones que se publican son
incompletas, versiones de 137 capÃ−tulos.
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Platero y yo es sin duda una de las obras
maestras de la literatura del siglo XX, no
obstante, ha sido poco leÃ−da, el motivo
principal es que a menudo se ha pensado que
se trata de un cuento para niños y este
carácter infantil se debe precisamente a
Acebal, editor de cuentos juveniles, que
propone a Juan Ramón publicar la obra.
Escrita entre los 24 y 30 años, siendo el
autor un joven adulto, curtido ya en el arte
de escribir, se puede sentir una cierta
influencia krausista proveniente del
compromiso ideológico de Juan Ramón
por aquella época con la Institución de
Libre Enseñanza, presidida por Francisco
Giner de los RÃ−os.
Un lector sin prejuicios puede pensar que la
obra es una simple suma de capÃ−tulos,
pero esto es cierto sólo en parte, ya que el
autor introduce criterios cronológicos en el
libro: la historia empieza y acaba en
primavera.
Los protagonistas son, sin duda alguna,
Platero y yo, ¿pero quiénes son ellos?
Platero bien puede ser una sÃ−ntesis de
diversos asnos que pasaron por casa de Juan
Ramón y que en cierto modo se concentran
en el último burro del casero con el que se
paseaba por las calles de Moguer. El yo es
una suma del Juan Ramón niño (las
vivencias de su infancia), el Juan Ramón
adulto (el contemporáneo entre 1905 y
1911), que nos proporciona un sentimiento
profundo de su tierra, de Moguer y de
AndalucÃ−a, y el Juan Ramón
ficticio-escritor. Pero más que de una
simple adición o sÃ−ntesis, se trata de una
superposición: el ficticio sobre el adulto y
éste sobre el niño. Además aparecen
otros personajes totalmente reales, como sus
sobrinas.
En la obra podemos encontrar también
dos visiones distintas del mundo focalizado
en Moguer: el Moguer de la infancia y el
Moguer contemporáneo. El primero es un
lugar idÃ−lico, mientras el segundo es todo
lo contrario, un pueblo animado por la
actividad del hombre, como le ha ocurrido a
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las contaminadas aguas del RÃ−o Tinto.
Es destacable también el hecho de que
Juan Ramón esté constantemente
hablándole al asno, le dice cómo podrÃ−a
vivir mejor, le ofrece datos, le da consejos,...
es como si se tratara de un Yo (Juan
Ramón) guÃ−a y Platero fuese su
discÃ−pulo. Se trata de la dicotomÃ−a
clásica entre el maestro y el discÃ−pulo, el
senex y el puber, que podemos encontrar ya
en obras maestras como El Quijote. A este
respecto es curioso mencionar que en 1903,
cuando J. R. Jiménez estaba aún en
Madrid, se cumplÃ−a el tercer centenario de
la publicación de la primera edición del
Quijote y los intelectuales de la época se
dedicaron por aquel entonces a pensar y
reflexionar mucho acerca de la obra, tras
esto, Juan Ramón vuelve a Moguer y
escribe Platero y yo. Deducimos entonces
que quizá la obra de Cervantes sirviera de
base al libro que comentamos, es más, en
un momento de El Quijote Sancho habla con
su Rucio igual que Yo habla con Platero,
pero sin embargo no podemos catalogar
éste como el único antecedente de
Platero y yo.
Debido a la influencia de la Institución de
Libre Enseñanza, es esta una etapa de su
vida en la que más imbuido en la religión
está. Se trata de un perÃ−odo ascético
del autor en el que se desprende de lo
material y la importancia radica en el
espÃ−ritu. Hay por tanto que prescindir de
todo aquello que no sea necesario. Un
ejemplo de ello es la importancia que Juan
Ramón da a la naturaleza, mucho más que
a la vida de los hombres que en las
festividades religiosas se emborrachan
mientras él permanece aislado. Algunos
paralelismos bÃ−blicos en Platero y yo son
por ejemplo las persecuciones injustas que
sufre Jesucristo o la manera en que Cristo
vino al mundo para traer caridad, algo que se
refleja en el libro cuando los protagonistas
ayudan a una muchacha. Lo cierto es que en
el libro hay un perÃ−odo de peregrinaje en
el que Platero va superando distintas etapas
educativas. El Platero de caracterÃ−sticas
infantiles va evolucionando, va
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comprendiendo, teniendo sentimientos, hasta
que finalmente muere. Después
resucitará cuando Yo va a visitar su tumba
y observa una mariposa blanca revoloteando
junto a un lirio, sÃ−mbolos de su alma pura.
Diario de un poeta recién casado
En 1915 Juan Ramón Jiménez y
Zenobria CamprubÃ− se prometen y
empiezan entonces a preparar la boda. Por
aquel entonces Zenobria estaba traduciendo
The crescent moon y otras obras de autores
ingleses, como Shakespeare, al español.
Juan Ramón se encargaba del servicio de
publicaciones de la Residencia de
Estudiantes, poco después la editorial
Calleja advirtió la buena composición de
las obras publicadas por Juan Ramón y le
invitó a ocuparse de sus colecciones. Al
recibir un sueldo y tener un cierto prestigio
se siente ya animado y dispuesto a casarse.
Limadas las asperezas con la madre de
Zenobria ambas se marchan a Nueva York
en diciembre de 1915, después llegarÃ−a
Juan Ramón que antes viaja desde Madrid
a Moguer.
Está contento Juan Ramón, es un hombre
inspirado y decide escribir un diario, en
principio poético, en el que incluye prosa
y verso “según los vientos de la
inspiración”, apuntando todo lo que le
apetece.
Pensó en dividir ese Diario en cinco partes,
acorde con su ideal de composición (que
heredarán los poetas del `27) y que le
permite escribir sobre un eje. AsÃ− la
estructura inicial (que no salió finalmente
como él querÃ−a) resultarÃ−a una
estructura simétrica en torno a cinco
capÃ−tulos:
⋅ “Hacia el mar”. Explica el viaje
Madrid-Cádiz (Sevilla-Moguer).
Reúne poemas escritos entre el 17 y el 29
de enero de 1916. Es un viaje eufórico, ha
hecho muchas veces ese viaje, pero nunca se
ha sentido tan inspirado, todo le recuerda a
su amada (los almendros en flor son su
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pureza, la Giralda su belleza,...).
⋅ “Amor en el mar”. Viaje
Cádiz-México.
Se observan dos momentos:
⋅ Responde a la postura vital del poeta, la
alegrÃ−a esperanzada por encontrase con su
amada.
⋅ Aquella alegrÃ−a se va convirtiendo el
melancolÃ−a, soledad y aburrimiento. Todo
lo ve negro, su marcha le resulta tediosa, el
mar, comparado con la tierra, es como una
mancha de agua insoportable por la que
avanza como Don Quijote en busca de
Dulcinea. Ni siquiera en los últimos
poemas se muestra un cambio de actitud.
⋅ “América del este”. Es el más amplio y
más importante, donde se inscriben los
poemas que escribe antes (Boston y
California) y después (costa este de
EEUU) de la boda.
Se distinguen sobre todo los que se refieren
al antes y el después de conocer a los
amigos y familiares de Zenobria y a los
poetas imaginistas estadounidenses.
También visita Boston, que le resultará
impactante, no le gustará por el frÃ−o,
pero el romanticismo de sus cementerios, los
teatros,... le apasionan. Se casa el 2 de marzo
en St. Stephen´s de Nueva York, no hay
información de los dos primeros dÃ−as de
casados, además de los problemas de los
dÃ−as siguientes a la boda se advierte un
problema durante los primeros dÃ−as de
casados.
⋅ “Mar de retorno”. Desde que zarpan de
Nueva York, el 7 de julio, de regreso a
Cádiz.
Se produce una reconciliación con el mar,
que pasa a ser el principio y fin de su
existencia. Después de consumado su
amor, el mar ya no es negro, si no azul. Para
Juan Ramón el mar es además una
especie de enciclopedia que contiene en sÃ−
mismo toda la historia de la humanidad.
Tras la influencia de los poetas imaginistas
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americanos, se preocupa de desnudar la
poesÃ−a, eliminar todo lo accesorio.
⋅ “España”.
“Todo desnudo sobre el mar morado”, ha
conocido ya el mar y la mujer en su
intimidad, es la iniciación de la poesÃ−a
pura, desnuda. Empieza a verlo todo con
ojos renovados (“sencillez, hija fácil de la
felicidad”). Ya en España comienza a
tomar conciencia de muchas cosas, sabe que
no ha tratado bien a su madre y le escribe un
sentido poema.
Más tarde añadió otro, además de un
apéndice:
⋅ “Recuerdos de América del este”.
Poemas escritos “aquÃ−”, en España,
sobre asuntos de allÃ−.
Tras completar las cinco partes que
formaban su estructura ideal, sigue
escribiendo, sobre todo en prosa. Se nota
además una cierta injerencia de las
traducciones que estaba realizando de Emily
Dickinson. También escribe algunos
textos caricaturescos, engarzando esta sexta
parte con algunos textos de Platero y yo y de
Españoles de tres mundos.
⋅ “Apéndice”.
Españoles de tres mundos (España,
América, la Muerte). Panorama de mi
época.
Se trata de la obra más representativa en
prosa de la 2ª etapa del autor, con la que no
sólo crea un género nuevo (aunque no le
pertenezca en exclusiva: Quevedo, José
MartÃ−,...), sino que ensalza la prosa
española del siglo XX siguiendo además
la corriente artÃ−stica de la época
plasmada, por ejemplo, en las obras de
Picasso. La concluyó en 1942, en Buenos
Aires, tras un perÃ−odos de gestación de
dieciséis años (1914-1940). Los textos
breves se fueron publicando prensa, tanto en
España como en América, y la primera
edición se publicó en el '61.
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Se compone de 61 caricaturas y esperaba
llegar a los 150 textos, no obstante sólo
escribió alrededor de 130 referidos a 107
personajes (21 de ellos se repiten dos veces
y Jorge Guillén aparece hasta tres), todos
hispanos, la mayorÃ−a de ellos escritores,
además de artistas, algunos cientÃ−ficos,
educadores, polÃ−ticos, etc..., pretendiendo
separar a los ya muertos (que conocÃ−a de
“leÃ−das”), a los españoles y a los
americanos, claro está, el problema
venÃ−a a la hora de retratar a los exiliados.
La obra se divide en 5 partes:
⋅ Muertos transparentes
⋅ Rudos y entrefinos del `98
⋅ Internacionales y solitarios
⋅ Entes de antro y dianche
⋅ Estetas de limbo
15 de los textos son retratos, más relistas,
en los que hace descripciones de rasgos
fÃ−sicos y psicológicos sin modificarlos.
Los demás son todos caricaturescos,
exagerando algunos rasgos, son siempre
caricaturas lÃ−ricas, en las que Juan
Ramón empleó un lenguaje muy
poético.
Podemos encontrar caricaturas de
personajes:
⋅ Precedentes:
Gustavo Adolfo Bécquer
RosalÃ−a de Castro
José de Espronceda
Miguel de Unamuno
Antonio Machado
Menéndez Pidal,...
⋅ Consecuentes (generación del `27):
Vicente Aleixandre (a quien retrató sin
mala idea por ser discÃ−pulo suyo)
⋅ Contemporáneos:
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Ramón Gómez de la Serna
Juan José Pomenchina
Moreno Villa
Antonio Espina,...
⋅ Americanos (dos generaciones):
♦ Antecedentes: Rubén
DarÃ−o, José MartÃ−,...
♦ Descendientes: Pablo
Neruda, César Vallejo,
Eugenio Florit,...
♦ Amigos (pocos):
Nicolás Achúcarro
Cada texto se configura de
forma diferente, realizando
una sÃ−ntesis del personaje
y exponiendo unos
planteamientos distintos en
cada caso. No obstante
podemos señalar algunas
generalidades:
◊ establece un marco
cronológico y
espacial en el que
situar a los
personajes,
◊ utiliza diferentes
planos en los que
retratar a cada
personaje:
◊ planos lejanos,
◊ primeros planos:
solos o
acompañados.
◊ aporta algunos
detalles del mundo
interior de los
personajes.
Suele basar las caricaturas y
los retratos en metáforas
muy brillantes y en
ocasiones encontramos
algún matiz curioso en
cuanto a la sintaxis que en
algunos momentos parece
deshilvanada, seguramente
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porque el texto se abandona
sin terminar y se rcupera
más tarde.
Dios deseado y deseante
La obra nace en 1948,
durante su viaje norte-sur
por el Atlántico. Para Juan
Ramón es ésta una etapa
de meditación, ya no es un
niño y empieza apensar
qué puede encontrar
más allá de la muerte. Si
bien nunca ha abandonado
sus creencias católicas,
sÃ− que ha recibido una
notable influencia de la
filosofÃ−a oriental,
fundamentalmente hindú, a
través sobre todo de la
literatura de Tagore, de
modo que tiene una visión
del mundo que ha ido
evolucionando. Ã l mismo
distingue varios momentos
en su relación con Dios:
♦ Mutua entrega (28 años).
Soledad sonora es
exponente de esta
situación, en la que se
marca la influencia de los
mÃ−sticos y ascetas
clásicos españoles (Fray
Luis de León, San Juan de
la Cruz,...).
♦ Fenómeno intelectual de
conquista mutua (48
años). La etapa de
PoesÃ−a y belleza y
AntologÃ−a poética II
está marcada por la
colaboración con Zenobria.
♦ Camino vocativo (67
años). Su camino hacia
Dios es como cualquier otro
y responde a su llamada. Se
da cuenta de que avanzar en
poesÃ−a es avanzar hacia
Dios, porque Dios es
poesÃ−a y la poesÃ−a es
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Dios, y en este sentido, si el
hombre crea la poesÃ−a, el
hombre también crea a
Dios.
Dios deseado y deseante se
compone de cinco partes,
respondiendo a su ideal de
composición:
♦ “Ciudades” (de América
del Norte)
♦ “Mar abajo”
♦ “Ciudades” (del Mar de
Plata)
♦ “Mar arriba” (Mar Caribe)
♦ “Ciudades”
El Dios de Juan Ramón es,
por lo que ya hemos
comentado, el Dios
cristiano, pero visto
también desde otras
culturas panteÃ−stas y
corrientes filosóficas. No
obstante, Juan Ramón
Jiménez se acerca a él
como hacen los mÃ−sticos,
en su viaje a América
“toca” a la divinidad, lo que
transforma también su
poesÃ−a, pues el poeta
fabel, que escribe tras la
conmoción y el éxtasis,
se convierte en el poeta
furens, que escribe con la
conmoción y el éxtasis.
No obstante encontrará en
su camino hacia Dios a
través de la poesÃ−a el
problema de la inefabilidad,
pues no encuentra palabras
con que poder expresar en
lenguaje natural la grandeza
de Dios, de modo que se
sirve, al igual que hicieran
los mÃ−sticos, de
metáforas y alegorÃ−as
que le permiten utilizar el
lenguaje cotidiano.
El mar del viaje a Buenos
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Aires es mucho más
extenso que el de
Cádiz-Nueva York, no
obstante ha descubierto ya
su eterna belleza, su
plenitud, y que todo está
dentro de sÃ− en realidad.
El sentimiento de júbilo
que el autor plasma en los
versos sobre este viaje (en
comparación con la
melancolÃ−a del otro) no es
más que el éxtasis
mÃ−stico, aunque algo
más profano. AsÃ−, en la
primera y segunda parte se
puede observar fácilmente
la influencia de la Biblia y
la aparición de los
elementos naturales (aire,
fuego, agua y tierra). A
partir de ahÃ−, Dios se va
alejando del hombre (o
viceversa), que está cada
vez más cerca del infierno.
Pasa entonces Juan Ramón
a tratar asuntos personales,
no sin dejar de manifiesto su
estado de júbilo y
felicidad. Ya en Buenos
Aires recibe un homenaje de
aquellos españoles
exiliados que le adoraban
como escritor,
manteniéndose el júbilo
mÃ−stico que lleva a
escribir en un lenguaje
equÃ−voco (decir algo
queriendo decir otra cosa) a
través de metáforas.
Concluye definiéndose
como “un hombre del sur”,
no obstante, y para eliminar
sentidos peyorativos,
aclarará que encontró “el
norte en el sur”, dando
además una nueva
definición del Yo que tiene
que ver con su influenciada
visión panteÃ−sta.
♦ Otros aspectos de la
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poesÃ−a ramoniana.
Junto a Dios deseado y
deseante escribió un largo
poema en prosa titulado
Espacio, que será el relato
fruto de su encuentro con
Dios y en el que aclara,
entre otras cosas que “los
dioses no tuvieron más
esencia de la que tengo”. En
otros manuscritos anteriores
a Espacio que quedaron en
Puerto Rico vuelve a
afirmar: “Yo soy como los
dioses, como Dios”, dejando
de nuevo patente su actitud
panteÃ−sta e indicando que
llegar al conocimiento de
Dios es ser como él. El
poeta además no está
sometido a leyes fÃ−sicas,
es por eso Dios, que es
PoesÃ−a.
Comienzan a confluir en
él todos los seres del
pasado, por lo que éste
deja de existir, pero
también desaparece el
futuro, sólo existe el
presente en continuo
devenir, sin llegar nunca al
mañana, pues siempre es
hoy.
à tica y estética reúne
en una sola obra, publicada
a tÃ−tulo póstumo, toda
una serie de artÃ−culos,
poemas y textos en la que se
define el pensamiento
crÃ−tico del autor, además
de su buen hacer literario.
Por su propia constitución
resulta un libro variopinto
en el que los textos no
están explÃ−citamente
relacionados. Encontramos
algunos referentes a la
Guerra Civil, sobre la que
escribió de acuerdo a sus
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preocupaciones por la gente
y por la poesÃ−a, afirmando
que un poeta no puede
escribir en guerra (le
molestaba excesivamente el
ruido), ni identificarse con
ningún bando, pues el
poeta debÃ−a ser libre.
Acerca de la calidad de la
poesÃ−a escribió: “La
poesÃ−a, principio y fin de
todo, es indefinible”; la
poesÃ−a es Dios, y si
hubiese alguien capaz de
definirla serÃ−a su dueño,
serÃ−a Dios. Lo mejor por
tanto de su poesÃ−a, como
respuesta a aquellos que
criticaron su obra sin
molestarse en leerla, es la
fusión exacta entre forma y
fondo.
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