13/05/2014 Tirada: 63.020 Categoría: Aragón Difusión: 52.046 Edición: Regional Audiencia: 177.887 Página: 12 AREA (cm2): 440,5 OCUPACIÓN: 38,1% V.PUB.: 2.158 Un momento de la jornada celebrada ayer en el Colegio de Abogados de Zaragoza. ASIER ALCORTA Los juristas creen que el test P-300 debe regularse antes de ser usado El Colegio de Abogados reunió a los expertos en Zaragoza de la prueba neurológica que se aplicó a Losilla y Carcaño ZARAGOZA. Las neurociencias están avanzando mucho y tanto los investigadores como las normas legales que den luz verde a su aplicación en casos prácticos deben ponerse al día. Los primeros, desde médicos a psicólogos pasando por policías, trabajan ya en nuevas técnicas para ponerse por delante de los delincuentes. Los juristas, por su parte, tienen claro que es preciso una regulación legal para poder ponerlas en práctica, como ocurrió en su día con la prueba del ADN. La Agrupación de Abogados Jóvenes reunió ayer en su sede colegial a los pioneros en la aplicación en España de la prueba del potencial evocado cognitivo (conocido como P-300) en la investigación criminal: el neurofisiólo- go José Ramón Valdizán, la doctora en psicología Cristina Andreu y el inspector de la Jefatura Superior de Policía de Aragón Antonio Longarón, con el visto bueno de los jueces Rafael Lasala y José Luis Martínez. Aunque el equipo multidisciplinar que intervino fue más amplio, los tres fueron las cabezas visibles, cada uno en su ámbito, en la práctica, por primera vez, de la prueba a un sospechoso de homicidio. Antonio Losilla, en prisión preventiva por matar presuntamente COLEGIOS DE ABOGADOS a su mujer y descuartizarla para hacer desaparecer su cuerpo, se sometió a la misma más o menos voluntariamente, pues no dio un consentimiento claro y rotundo, como los juristas que ayer participaron en la jornada, el penalista Enrique Trebolle y el magistrado de la Audiencia Provincial de Zaragoza Rubén Blasco, creen que debe hacerse. Ellos fueron los encargados de introducir en el debate la necesidad de que en cualquier investigación criminal debe obtenerse la verdad respetándose siempre los derechos fundamentales del individuo. Trebolle –que en su día fue el primero en España en pedir la prueba de ADN para un acusado de asesinato– se mostró partidario de usarla sin problemas en causas ya juzgadas y sentenciadas y con la voluntariedad del condenado, como ocurrió con Miguel Carcaño en el caso de Marta del Castillo. Distinto es, y así coincidió con Rubén Blasco, cuando el sospechoso no da su consentimiento, pues equivaldría a vulnerar su derecho a no declarar contra sí mismo. El caso de Antonio Losilla la autorización fue, cuando menos, confusa puesto que en un principio se negó a someterse a la prueba y dijo que no quería ser un conejillo de indias. Después manifestó que «si su señoría lo ordenaba», él accedía porque «si no, qué iba a hacer». Para su abogado, Javier Notivoli, esta respuesta no supuso un consentimiento libre y recurrió ante el Constitucional. Rubén Blasco recordó el debate suscitado en la Audiencia, en un pleno sin precedentes de las salas penales, y que resolvió equiparar el P-300 a la práctica de análisis de ADN, que se hace sin el consentimiento del investigado, lo que contó con el voto particular de los magistrados Alfonso Ballestín y Carlos Lasala. MARTA GARÚ