LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS A LA NUEVA ESPAÑA: LUJO, ‘MESTIZAJE CULTURAL’ Y ESPIRITUALIDAD Beatriz de Alba-Koch University of Victoria ¿Qué papel jugó Asia en la conformación de la cultura de la Nueva España? ¿Qué guía para vislumbrar tan vasto panorama puede darnos la Grandeza mexicana, el famoso poema de 1604 de Bernardo de Balbuena? Los estudios de la cultura virreinal se han centrado en los procesos de mestizaje o transculturación entre la cultura hispana y las indígenas, que son los dominantes. Pocas veces, sin embargo, estos fenómenos son matizados para incluir la aportación asiática aunque ésta dio un sello distintivo a la Nueva España en diversos ámbitos. Los artefactos de lujo provenientes de Asia, como muebles y porcelanas, realzaban la elegancia de los menajes de casas aristocráticas; las tallas religiosas en marfil se integraban en iglesias y oratorios a los objetos de culto. Asimismo, textiles y vestimentas, productos alimenticios, diversiones y otros aspectos de origen asiático llegaron a dar toques característicos a la vida cultural y material de amplios sectores de la población virreinal, persistiendo algunos de ellos hasta en el México actual. Además, la adopción de técnicas y motivos asiáticos en las manufacturas novohispanas resultó —a lo largo de los siglos— en lo que Gustavo Curiel denomina un triple mestizaje cultural que 1 merece mayor atención . Otro aspecto que ha sido poco estudiado es 1 Curiel, 2002. Al considerar este triple mestizaje cultural, Curiel señala que es importante tener en cuenta que hubo un influjo doble en Nueva España, ya que, además de los productos provenientes de Asia, también llegaban de Europa las llamadas chinoiseries, es decir, los productos europeos que reformulaban motivos asiáticos. Publicado en: Actas del I Congreso Ibero-asiático de Hispanistas Siglo de Oro e Hispanismo general (Delhi, 9-12 de noviembre, 2010), ed. Vibha Maurya y Mariela Insúa, Pamplona, Publicaciones digitales del GRISO/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2011, pp. 17-32. ISBN: 84-8081-216-8. 18 LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS la aportación de Asia a la espiritualidad novohispana. La labor evangelizadora de jesuitas y franciscanos en aquellas tierras fue modelo de cristianización para el norte del virreinato y, en una Nueva España deseosa de santidad, el martirio de uno de sus hijos en Japón, San Felipe de Jesús, no sólo impulsó la espiritualidad, sino que nutrió el patriotismo criollo. México, centro del mundo Como lo indica el título completo del poema, Carta del bachiller Bernardo de Balbuena a la señora doña Isabel de Tobar y Guzmán describiendo la famosa ciudad de México y sus grandezas, el objetivo de la obra es ofrecer a la destinataria una idea de la capital del virreinato. Doña Isabel, quien había radicado toda su vida en San Miguel de Culiacán, una pequeña población situada en el pacífico norte del virreinato en lo que hoy es el estado de Sinaloa, había enviudado y estaba por viajar a la Ciudad de México a fin de ingresar a un convento; el autor le anticipaba a su antigua amada lo que habría de encontrar en la capital. Hijo ilegítimo de un indiano, Balbuena nace en Valdepeñas en 1562. A los veintiún años se traslada a Nueva España donde su padre tenía propiedades en el actual estado de Jalisco; en la Ciudad de México transcurre una importante etapa de la vida del poeta en la que continúa su educación y comienza a hacer una exitosa carrera eclesiástica que lo llevaría a ser Abad de Jamaica y Obispo de Puerto 2 Rico . El poeta manchego, escribiendo en plena madurez, se enorgullece de la tierra americana a la que llegó en su mocedad; al describir la Ciudad de México, comienza por destacar que «donde nadie creyó que hubiese mundo», se encuentra una “máquina soberbia» fundada sobre una laguna o, en palabras del poeta, «sobre una delicada costra 3 blanda» . Tras subrayar la localización y extraordinario fundamento de la antigua Tenochtitlan, Balbuena orgullosamente afirma que ahora es: 2 Para datos biográficos de Balbuena y de doña Isabel, de la cual estaba enamorado el poeta, ver Rojas Garcidueñas, 1982, pp. 3-93; para su orgullo patrio ver SabatRivers, 1994. 3 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 41. 19 BEATRIZ DE ALBA-KOCH la ciudad más rica y opulenta, de más contratación y más tesoro, que el norte enfría, ni que el cielo calienta4. 5 México, indica ufano, «al mundo por igual divide» y «[c]on todo 6 él se confronta y comunica» pues ahí: Entra una flota y otra se despide de regalos cargados la que viene la que se va del precio que los mide7. El comercio interoceánico al que se refiere aquí Balbuena daba, sin duda, un extraordinario carácter cosmopolita a la capital de virreinato. En el poema, esta actividad no sólo genera la grandeza mexicana, sino que se enarbola como lo más significativo de lo propio. Al hacer de México una metrópolis comercial y cultural, Balbuena indirectamente cuestiona la subordinación de la Nueva España ante la Vieja, negando la posición periférica del virreinato. El comercio interoceánico La insistencia de Balbuena en que en México podía adquirirse un 8 sin fin de productos suntuarios no carece de valor documental . El inventario de importaciones que ofrece el poema resulta ser algo más que una estrategia retórica de acumulación cuando los versos son cotejados no sólo con los registros del comercio interoceánico, sino con las huellas que esas importaciones dejaron en la cultura novohispana. La comunicación interoceánica concertada desde la Nueva España facilitó, en efecto, un intercambio de productos, ideas y gente a una dimensión planetaria sin precedentes. Balbuena escribió su poema a escasas cuatro décadas de haberse establecido la ruta de los llamados ‘galeones de la plata’ que entre 1565 y 1815 atravesaron anualmente el Pacífico enlazando las Filipinas con la Nueva España. Las Filipinas eran una Capitanía General 4 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 60. Grandeza mexicana, p. 64. 6 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 63. 7 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 43. 8 Ver Christian, 1981, Martínez Peñalosa, 1998, pp. 95-109 y Knauth, 1998, pp. 37-48. 5 Balbuena, 20 LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS gobernada desde México y, en mucho, este comercio favorecía los intereses mercantiles novohispanos por encima de los de España. En la primavera, las naves salían de Acapulco rumbo a Manila llegando a destino en dos meses. El tornaviaje, en cambio, duraba entre tres y seis meses. Para tomar la corriente Kuro Shivo que los llevaría de regreso a América, los galeones debían subir hasta el Japón antes de atravesar el océano, y luego, costear miles de kilómetros desde la Alta California hasta desembarcar en Acapulco. La necesidad de abastecer a los galeones de agua e insumos básicos, sobre todo cítricos para aliviar el escorbuto que sufría la tripulación tras la larga travesía, impulsó la colonización de la actual California y el establecimiento de 9 sus huertos de naranjos . La ruta del Pacífico se complementaba con la ruta transatlántica que cada año hacía la ‘Carrera de Indias’ entre 10 Veracruz y Cádiz . La lenta y compleja articulación entre Asia y Europa, aunque requería dos viajes transoceánicos y la travesía del continente americano desde Acapulco hasta Veracruz, lograba competir eficazmente con la ruta portuguesa que circunnavegaba el Cabo de Buena Esperanza. Este comercio global, entonces, fue el que colocó a México en el lugar central que alaba el poeta. «¿Quién», pregunta Balbuena apostrofando a la ciudad, de tus ricas flotas los haberes, de que entran llenas y se van cargadas dirá si tú la suma dellas eres? En ti están sus grandezas abreviadas, tú las basteces de oro y plata fina y ellas a ti de cosas más preciadas. En ti se juntan España con China, Italia con Japón, y, finalmente, un mundo entero en trato y disciplina. En ti los tesoros del Poniente se goza lo mejor; en ti la nata de cuanto entre su luz cría el Oriente11. 9 Rivero Lake, 2005, pp. 78-105. Hermanson, 2003, pp. 80-122. 11 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 80. 10 Meehan BEATRIZ DE ALBA-KOCH 21 Pero Balbuena no se conforma con afirmar que Oriente y Poniente se unen en México; la asombrosa variedad de artículos de lujo provenientes de todo el mundo que se dan cita en la capital novohispana es enumerada así: La plata del Pirú, de Chile el oro viene a parar aquí y de Terrenote clavo fino y canela de Tidoro. De Cambray telas, de Quinsay rescate, de Sicilia coral, de Siria nardo, de Arabia incienso, y de Ormuz granate; diamantes de la India y del gallardo Scita balajes y esmeraldas finas, de Goa marfil, de Siam ébano pardo; de España lo mejor,12 de Filipinas la nata, de Macón lo más precioso, de ambas Javas riquezas peregrinas; la fina loza del Sangley medroso, las ricas martas de los scitios Caspes, del Troglodita el cínamo oloroso; ámbar del Malabar, perla de Idaspes, drogas de Egipto, de Pancaya olores; de Persia alfombras, y de Etolia jaspes; de la gran China sedas de colores, piedra bezar de los incultos Andes, de Roma estampas, de Milán primores; cuantos relojes ha inventado Flandes, cuantas telas Italia, y cuantos dijes labra Venecia en sutilezas grandes; 12 España pierde aquí su posición metropolitana al ser listada como un lugar más entre tantos otros desde el cual llegan las importaciones a México. Ver Fuchs y Martínez-San Miguel, 2009, pp. 680-681. 22 LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS cuantas Quimeras, Briareos, Giges, Amberes en bronce y lámina retrata, de mil colores, hábitos y embijes; al fin, del mundo lo mejor, la nata de cuanto se conoce y practica, aquí se bulle, vende y barata13. De entre lo más selecto que vino de Asia en el galeón de Manila destacan, en efecto, sedas, porcelanas finas, alfombras y marfil, como lo menciona Balbuena, pero también llegaron muebles suntuosos, lacas chinas y japonesas, y otros elementos decorativos que el poeta no lista pero que se integraron felizmente en la ecléctica decoración barroca que preferían los magnates y aristócratas novohispanos. Un singular aunque tardío ejemplo de este eclecticismo es el programa decorativo del palacio de los condes de Santiago de Calimaya en la Ciudad de México, remodelado por Francisco Antonio Guerrero y Torres en 1781. La piedra angular es una cabeza de serpiente que hace patente el sustrato prehispánico del edificio. En contraste, enormes mascarones orientales dominan el monumental portón de cedro traído de Filipinas, donde el conde había servido como Adelantado, y dos leones fo al pie de la escalera custodian el acceso a la parte privada de la mansión indicando, como en Asia, la alcurnia de la familia (ver ilustraciones 1, 2, y 3). En iglesias y oratorios, junto a las tallas policromadas, encontraron su sitio los Niños Dios que recuerdan al Buda y las Vírgenes de marfil con ojos rasgados (ver ilustración 4). Asimismo, enconchados, porcelanas y objetos litúrgicos provenientes de Asia dieron un toque de lujo a los templos. Aunque la mayoría de estos artículos se concentraban en la capital, su presencia ahí no era exclusiva. Porcelanas y sedas de China, así como muebles de Filipinas, se encontraban hasta 14 en las iglesias de los confines del virreinato . 13 Balbuena, Grandeza mexicana, pp. 60-62. Más adelante (p. 64), Balbuena vuelve a presenta el comercio interoceánico negándole a España un lugar primordial. Nótese su interés por las piedras preciosas, que frecuentemente se usaban en custodias y relicarios, así como por las estampas y los grabados. La Iglesia se valía de este tipo de objetos para dar mayor esplendor a los templos y uniformizar la difusión de imágenes religiosas. 14 Bargellini, 2009. BEATRIZ DE ALBA-KOCH 23 Producción local Balbuena no habla solamente de importaciones; también alaba la maestría con la que se practicaban gran variedad de oficios en la capital. Esta sección del poema ha sido menos estudiada; no obstante, es evidente que en ella encontramos una temprana manifestación del tropo de la vitalidad americana, y por lo tanto de su superioridad respecto de Europa, tan desarrollado por los escritores hispanoamericanos de mediados del siglo veinte en su caracterización del Nuevo 15 Mundo como real maravilloso . Balbuena afirma que la «templanza» del clima mexicano da mayor «aliento y brío» a todos los oficios que 16 lo que el frío de Europa da a la imaginación del «flamenco rubio» . El artesano europeo obra con sutileza pero en México, dice Balbuena, la producción es superior. El poeta escribe cuando el comercio interoceánico tiene relativamente poco de haberse establecido; con el paso del tiempo, sin embargo, habría de tener un impacto decisivo en la producción no17 vohispana . Un importante ejemplo de esa producción que capta el aporte de Asia al arte novohispano son los biombos; una década después de publicada la Grandeza mexicana, del Japón llegaron los primeros biombos como regalo al virrey. Los biombos servían de complemento decorativo a los muebles del estrado, ocupando el lugar de las tapicerías; pronto empezaron a ser construidos y decorados localmente llegando a distinguirse como artefactos suntuarios típicamente novohispanos. En ellos se plasmaron alegorías, emblemas, batallas y paisajes típicos, pero su manufactura, sobre todo la inclusión en algunos de ellos de nubes doradas, hace patente la procedencia japonesa 18 de estos objetos . Otro ejemplo de aclimatación de motivos asiáticos a productos novohispanos es el de la talavera de Puebla. Esta mayólica evidencia cómo los colores azul y blanco utilizados en China, así como motivos chinos de aves y flores, se asimilaron a la estética novohispana al grado de darle a esta loza un carácter que la distingue de su contraparte castellana. Incluso la función de los objetos se adaptó 15 El texto paradigmático para esta caracterización de América es el prólogo de Alejo Carpentier a su novela de 1949 El reino de este mundo. Capentier, 1978, pp. 3157. 16 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 65. 17 Curiel, 2009 y Rivero Lake, 1998. 18 Curiel, 2002, Rivero Lake, 2005, pp. 295-303 y Sanabrais, 2009. Para la emblemática en los biombos novohispanos ver Martínez del Río de Redo, 1994. 24 LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS en tierra americana: a los tibores se les substituyó la tapa por una 19 chapa de hierro para resguardar mejor las tablillas de chocolate . En cuanto a los textiles, además de la demanda de las sedas chinas para confeccionar vestimentas, y del gusto por los llamados mantones de Manila, elaborados en China o por artesanos chinos radicados en Filipinas, hay aportes de la India que fueron adoptados por amplios sectores de la población y son usados aún hoy en día. El hombre del campo complementa su atuendo con un gran pañuelo rojo de algodón fino, conocido como paliacate, cuyo estampado denota que es de la India. Antes de producirse en Nueva España, se importaban de Pulicat, ciudad al norte de Chennai conocida como Paliacatta o Palliacatte, entre otros nombres. El rebozo, considerado un elemento típico del atuendo femenino mexicano, es triplemente mestizo pues conjuga técnicas indígenas, asiáticas y europeas. La prenda no es prehispánica, aunque su origen se asocia al paño de sol; comenzó a generalizarse a mediados del siglo diecisiete, integrándose felizmente al modo de vestir de muchas etnias. En la historia de la confección de este paño y del anudado de su rapacejo tuvieron impacto el sari hin20 dú, el shaal persa, la mascada española y la chalina china . Los ejemplos de aportaciones asiáticas podrían multiplicarse pero destacamos que las hoy populares camisas llamadas guayaberas o filipinas, la construcción abierta con techo de palma o palapa, los productos alimenticios de entre los cuales sobresalen los mangos y los gallos malayos de pelea, llegaron con los galeones. Aunque no todo esto lo alcanzó a conocer Balbuena, el poema es un valioso documento de época que fija una primera fase de integración de aportaciones asiáticas a la cultura novohispana dominada por las importaciones. Interés y espiritualidad El esplendor del que nos habla Balbuena tenía un móvil: es el interés, al que incluso llama codicia y sed de oro, «sobre que el mundo 19 Curiel, 2009, pp. 29-32. y Balassa, 2001, vol. 3, pp. 224- 225 y vol. 4, pp. 296-297; para la difusión de rebozo en México ver Castelló Iturbide, 2008. 20 Lavín BEATRIZ DE ALBA-KOCH 25 21 y su grandezas estriba» . Aunque en la Grandeza mexicana se insiste en el interés como motor de toda actividad material, Balbuena contrapone a ello la espiritualidad. Cual hombre de iglesia, juzga que, en última instancia, la mayor riqueza novohispana es la espiritualidad, a pesar de dedicarle pocos versos. En el capítulo titulado «Religión y Estado», lista las órdenes religiosas establecidas en la ciudad de México, a las que considera la flor de la espiritualidad. Apostrofando a su amiga, la destinataria del poema, afirma: Este pues es, señora, el verdadero tesoro, que entre redes y canceles de tierra, en ésta hace un cielo entero22. Doña Isabel pronto se incorporaría a ese «cielo», al ingresar al convento de San Lorenzo en la Ciudad de México, y su hijo, Hernando de Tobar, ya era parte de la Compañía de Jesús. El poeta lo menciona cuando le dice a doña Isabel que ahí: adonde al cielo vivo, al mundo muerto, está el único fruto que pariste, de tu sangre y virtud precioso injerto; ángel en todo, porque en todo fuiste su madre, y alma y cuerpo le criaste con la doctrina y leche que le diste23. Resulta irónica la mención del padre Hernando como «al cielo vivo, al mundo muerto», pues unos años después de que se publicara el poema, éste, que era misionero en el norte de la Nueva España, sería el primero de los ocho frailes que moriría en la rebelión de los tepehuanes ocurrida en 1616, en lo que hoy es el estado de Duran24 go . Sin embargo, este martirio y el de más de un centenar de franciscanos y jesuitas que murieron en el proceso de evangelización de esa zona del virreinato, no dejó la misma huella en el imaginario novohispano que el martirio de San Felipe de Jesús en Japón. 21 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 46; también se refiere al interés como «gigante» (p. 46), «columna» (p. 46), «dulce golosina» (p. 47) y «señor de las naciones» (p. 49); ver Madrigal, 1992. 22 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 105. 23 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 101. 24 Deeds, 1998, pp. 6-12, Giudicelli y Ragon, 2005. 26 LA GRANDEZA MEXICANA Y LOS APORTES ASIÁTICOS Aunque Balbuena sólo menciona la plata, los galeones también 25 llevaron frailes a Asia, en especial franciscanos y jesuitas. Felipe de las Casas (1572-1597), enviado por sus padres a comerciar en Asia, ingresó en Manila a la orden franciscana, llegando al Japón no como misionero, sino porque la nao en que viajaba a México para ordenarse naufragó en sus costas. La crucifixión y lanceado del futuro santo, junto con otros frailes y japoneses cristianos, conmovió a los novohispanos al grado de convertirlo en patrono de la ciudad de Méxi26 co . Por otra parte, San Francisco Xavier (1506-1552), aunque llegó mucho antes a Asia por la ruta portuguesa y nunca puso pie en América, fue visto como modelo por los jesuitas en Nueva España. Por ser el primero de la Compañía tanto en India como en Japón se le nombró patrono de las misiones. Un óleo de 1720 de Antonio de Torres titulado San Francisco Xavier cargando a un indio, perteneciente al ciclo dedicado al jesuita en la iglesia de la Profesa en la Ciudad de México, lo muestra llevando a hombros, como lo vio en un sueño, a un neófito, presentado aquí con atributos americanos y orientales (ver ilustración 5). El trasfondo del cuadro muestra una escena de ‘indios salvajes’, un reconocimiento a la nada fácil evangelización del norte del virreinato. Coda: Los indígenas de Nueva España, de ‘indios salvajes’ a tributarios de la grandeza mexicana Dos figuras indígenas enmarcan el texto de Balbuena. El poeta abre su prólogo con la figura amenazadora de un indígena ataviado con arco y flecha que anima el paisaje de donde era oriunda doña Isabel. En «los más remotos confines destas Indias occidentales», dice el poeta, en aquel pedazo de tierra que, según él, estaba «vacío de gente», puede repentinamente verse «la temerosa imagen y espantosa figura de algún indio salvaje, que en suelta y negra cabellera con presto arco y ligeras flechas, a quien él en velocidad excede, sale a caza de alguna fiera menos intratable y feroz que el ánimo que la 27 sigue» . En contrapunto, la figura del pacífico indígena tributario cierra el poema. Balbuena no puede concluir su alabanza sin recono25 También llevaron la valiosa grana cochinilla, de gran demanda para teñir texti- les. 26 Estrada de Gerlero, 2000. Grandeza mexicana, p. 33. 27 Balbuena, BEATRIZ DE ALBA-KOCH 27 cer, aunque sea mínimamente, esta contribución básica de la población indígena a la generación e intercambio de tanta riqueza. En el penúltimo terceto, en una mención que no hace justicia a su verdadero lugar en la grandeza mexicana, reconoce que es gracias al «indio feo, / y por tributo dél», que se llenan las flotas, orgullo del Imperio 28 español . A pesar de todo, entonces, Balbuena no se deja deslumbrar totalmente por el comercio interoceánico. Esta brevísima alusión a la explotación de la población indígena viene a despertarnos de la fascinación por el lujo, recordándonos el precio en vidas humanas. Y, si bien para Balbuena, la aportación indígena ocupa un papel meramente tributario, cuando no amenazador, las huellas de su participación en todo aquello que produjo la Nueva España nos recuerdan que la poesía nunca es fiel reflejo de la historia, sino su imperfecta refracción. 28 Balbuena, Grandeza mexicana, p. 122. 28 LA GRAN NDEZA MEXI XICANA Y LOSS APORTES ASIÁTICOS A Ilustración 1. Piedra anggular. Palacio o de los Cond des de Calim maya. Footo de la auto ora. 2 Mascarón. Palacio de lo os Condes dee Calimaya. FoIlustración 2. too de la autorra. BEAT TRIZ DE ALBA--KOCH 29 Ilustración 3. 3 Leones fo. Palacio de lo os Condes dee Calimaya. Fotoo de la autorra. Ilustración 4. 4 Virgen dee Guadalupe. Talla china en marfil, sigglo R Lake. XVIII. Collección R. Rivero 30 LA GRAN NDEZA MEXI XICANA Y LOSS APORTES ASIÁTICOS A Ilustración 5. 5 Antonio dde Torres, Saan Francisco Xavier X cargan ando a un indio, 1720. Pinacoteeca de la Iglessia de la Proffesa, Ciudad de México. 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