UNA VISITA GUIADA POR LAS TERMAS ROMANAS MARTA ROJANO SIMÓN (UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA) INTRODUCCIÓN Roma se impuso en Occidente a partir del siglo V a. C. El pragmatismo que abandera esta civilización permitió que las conquistas de los territorios a manos de los romanos, no fueran sino una acumulación de tierras y gentes provistas de su propia cultura (Grecia, Egipto, Mesopotamia) que se mezcló, con la mayor naturalidad, con las costumbres y modos de vida propios de la civilización latina. De este modo, la cultura latina ha llegado hasta nosotros como un preservado baúl de infinitas riquezas culturales atesoradas desde antaño, cuyos cambios no son sino restauraciones prácticas que no hacen que se pierda el significado original. En el presente trabajo abordaremos el análisis de las infraestructuras hidráulicas del periodo de ocupación romana, desde diferentes puntos de vista (cronológico, tipológico y de uso) y, muy especialmente, estudiaremos las termas en el territorio latino y su significado en la cultura que nos ocupa. UN PASEO POR LAS CONSTRUCCIONES HIDRÁULICAS ROMANAS. Hasta el final del siglo IV a. C., Roma se abasteció del agua de pozos y manantiales, así como de la lluvia que se recogía en cisternas públicas y privadas establecidas en los atrios de las casas. En el año 312 a. C., Apio Claudio “el censor” construyó el primer acueducto, denominado Aqua Appia. En el año 270 a. C., se construyó el Aqua Vetus, con fondos procedentes de la conquista del Epiro. En época republicana llegó a haber hasta diez construcciones hidráulicas que se abastecían del río Anio. En el 144 a. C., se erigió el Aqua Marcia, que pronto adquirió gran renombre gracias a la pureza de sus aguas. La parte inicial del canal era subterráneo, pero llegaba a la ciudad sobre una elevada estructura con arcationes. Aqua Marcia fue el primer acueducto que constituyó un gran reto para la ingeniería romana, dada su dificultad y los elevados costes que conllevaba una obra de estas dimensiones. Por el mismo motivo, los canales que se sucedieron cronológicamente, Aqua Tepula (125 a. C) y el 1 Aqua Julia (33 a. C) se construyeron sobre el Aqua Marcia, con el fin de acceder a Roma formando tres arcadas superpuestas. El Aqua Virgo, que fue construido por Agripa en el año 19 a. C., se destinó a abastecer las termas de Campo Marzio. El Aqua Alsietina fue construido en el año 2 a. C., durante el mandato de Augusto, para abastecer su Naumachia (lago artificial situado en la orilla oeste del Tíber, utilizado para organizar batallas navales y otros grandes espectáculos acuáticos). Sin embargo los dos acueductos más importantes en cuánto al volumen de agua transportada, eran el Aqua Claudia y el Aqua Anio Novus que fueron inaugurados en el año 52 d. C. Las cloacas de época romana recogían el agua de los ríos, las termas y los depósitos residuales de casas (aunque eran muy pocas las que conectaban con las mismas) y calles. La red de cloacas estaba construida en desnivel, enlazaban unas con otras y desembocaban, en última instancia, en la cloaca general. Dicha red discurría bajo las calles y debido a que carecía de sifones para evitar el escape de gases, los atascos y podredumbre se podían apreciar a menudo en la superficie. Por este motivo, desde un primer momento, se especificó un cargo público para el mantenimiento de las cloacas y, además, uno de los gastos públicos en los que invertían aquellos candidatos políticos que pretendían ganarse el favor de la ciudad, era la construcción de nuevas redes de alcantarillado. De todas ellas, la cloaca más famosa de la ciudad de Roma es la denominada Cloaca Maxima, cuya construcción se atribuye al rey Lucius Tarquinius Priscus alrededor del año 600 a. C. En origen era una cuneta abierta para ayudar a dar salida a las aguas de la zona pantanosa, aunque inevitablemente albergaba también aguas residuales. En los últimos años de la República, la Cloaca Maxima se convirtió en un gran canal subterráneo que evacuaba todos los residuos de la ciudad. En línea recta su longitud es de unos 900 metros, pero su trazado serpenteante con motivo de las desviaciones alrededor de los edificios, hacía de su tamaño algo extraordinario. LAS TERMAS Los antecedentes de las termas romanas se encuentran, sin duda, en el mundo griego, donde el concepto de baño se basaba en la ablución ritual e higiénica. Se construían en zonas cercanas a los ríos y estaban asociados a la palaistra que servía para la instrucción en la areté física, tan importante para la padeia (este tema lo tratamos con detenimiento en el artículo denominado la padeia griega). Las termas constan de áreas básicas según la función que desempeñan: palaistra (zona de ejercicios); apodyterion (los vestuarios, que solían contar con sus correspondientes taquillas para ropa); laconicum (sauna); bibliotheca; peristilo y numerosos patios porticados y al aire libre; nadatio (que se identifica con lo que actualmente se conoce como piscina olímpica); frigidarium (salas con bañeras de agua fría); tepidarium (salas con bañeras de agua templada); caldarium (salas con bañeras de agua caliente). El recorrido por los baños se efectuaba de la siguiente manera: paso rápido por el caldarium, estancia relajada en el tepidarium y, finalmente, inmersión en el frigidarium. 2 Conocemos cuatro etapas en la evolución temporal de los recintos termales: la primera de ellas podemos documentarla en el siglo II a. C. Se utilizaban como terapia médica y de higiene individual, ya que no podemos olvidar que para los romanos, evocare corruptum humorem, habitum corporis mutare. El recinto consistía en una sala angosta que se calentaba mediante braseros. Estaba provista de recipientes de agua caliente para lavarse. Los usuarios recibían un baño caliente para expulsar toxinas, seguido de un baño frío que activaba la circulación sanguínea. Un buen ejemplo de esta primera etapa es el baño de Escipión el Africano en su villa de Liternum, situado en Lavastrina. En la segunda fase, que se desarrolla a fines del siglo II a. C., se constata la ubicación de los recintos en las cercanías del subsuelo volcánico, que expulsa aguas termales de origen natural (Bayas, Nápoles) que tenían propiedades curativas. En este periodo se amplían los baños con salas de caldarium y frigidarium. La tercera fase acontece durante el siglo I a. C. Se incorporan nuevos elementos procedentes de la tradición helenística, como son la palestra, el tepidarium y la natatio. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en las termas Stabinianas halladas en la ciudad de Pompeya. Las termas se convierten, a partir de este momento, en establecimientos públicos regentados por particulares (balneatores), que arrendaban las termas del Estado. El precio por sesión era módico y accesible para la mayoría de las clases sociales. De igual modo, las sesiones estaban separadas por sexos, de manera que las mujeres accedian al recinto durante la mañana y los hombres durante la tarde. Será en los inicios de la cuarta fase (siglo I d. C.) cuando se construyan las primeras termas públicas gratuitas de Roma. A partir de este momento no contamos con cambios significativos en los recintos termales hasta finales del Imperio romano, salvo la monumentalidad y el lujo, que irán in crescendo a través de los siglos. Como comentabamos con anterioridad, los conjuntos termales exhiben una riqueza ornamental como pueden ser los recubrimientos de paredes y suelos de opus sectile y opus reticulatum y la duplicación de espacios y circuitos para la conducción del calor. Los nuevos recintos, pues, serán edificios de varias hectáreas provistos, además de las salas vistas anteriormente, de letrinas, grandes ventanales con vistas a los patios y espacios de ocio, como auditorios, bibliotecas, unctorium (masajes de aceites y ungüentos) y solarium para tomar baños de sol. Dado el carácter público y la diversidad de actividades que se podían llevar a cabo, las termas se convierten en un centro clave de la vida social en Roma, que se utilizaban tanto para el esparcimiento corporal e intelectual, como para las reuniones de ambito profesional. Por el censo del año 33 a. C. realizado por Agripa, tenemos constancia de que había 170 baños de pequeñas dimensiones en Roma. Hacia principios del siglo V d. C., por el contrario, había 856 baños de pequeñas dimensiones y 11 termas imperiales. Estas últimas se cuentan entre los conjuntos urbanos de gran envergadura más sofisticados y ambiciosos de la Antigüedad. Estaban proyectadas de forma simétrica en torno al eje que se constituía por el frigidarium, el tepidarium y el caldarium, teniendo en cuenta la circulación de los usuarios por el edificio. A continuación analizaremos con un mayor detalle las Termas de Trajano en Roma, que, por su estado de conservación y las continuas intervenciones arqueológicas realizadas, nos permite ilustrar nuestra visita. 3 La distribución de estas termas ha sido muy estudiada. Fueron construidas en las faldas del monte Esquilino, en el mismo lugar en el que se encontraban las termas de Tito, destruidas a causa de un incendio en el año 104 a. C. Quedaron en pie sólo las estancias abovedadas de la planta baja. Los patios y jardines fueron unidos con muros y cubiertos con bóvedas para elevar toda la zona hasta la altura de la primera planta. La colina se elevó a la misma altura que la Domus Aurea de Nerón (47 metros sobre el nivel del mar), mediante una plataforma artificial de 340 x 330 metros. Los nuevos baños públicos ocupaban el triple de superficie. Su orientación era tal que las principales salas caldeadas recibían el sol de la tarde, momento habitual para el baño. Finalmente, fueron inauguradas el 22 de junio del año 109 d. C. Las hipótesis de los historiadores con respecto al diseño de las termas se aunan en la suposición de que fueran proyectadas por el arquitecto personal de Trajano, Apolodoro de Damasco. La construcción era, en su mayor parte, de hormigón revestido de laceratum. El conjunto estaba circundado por una línea continua de edificios, sólo interrumpida por un gran semicírculo abierto, provisto de asientos. Entre estos edificios había dos bibliotecas y dos ninfeos. La entrada principal al recinto se encontraba en el nordeste. El cuerpo central de los baños tenía 190 x 212 metros y estaba adosado al cerramiento exterior por el nordeste. El conjunto termal contaba con dos fuentes de suministro de agua. En primer lugar, el Aqua Traiana, acueducto que entraba en Roma por la orilla occidental del Tíber. Se cree que los canales que irradiaban de este gran depósito abastecía, también, a todos los barrios de la ciudad. El agua llegaba hasta la ribera occidental a través de conductos situados sobre los puentes. No se conoce el recorrido del acueducto por la orilla derecha del río, como tampoco la acometida a los baños. La otra fuente de suministro de agua era el depósito conocido como Sette Sale, que se encontraba abastecido por un acueducto procedente de los altozanos del este. La orientación del Sette Sale ha hecho pensar a algunos historiadores que podría haber formado parte de las instalaciones de la Domus Aurea, pero los sellos estampados en el ladrillo confirman que su construcción data de época de Trajano. Tenía dos plantas y estaba hecho de hormigón revestido de ladrillo. En cada nivel había nueve grandes cámaras interconectadas, de 8 metros de alto, con unas dimensiones globales de 46,6 x 37 metros. Las cisternas, que tenían capacidad para unos 7 millones de litros cada una, estaban en el nivel superior. El acueducto conectaba con el depósito a una altura de aproximadamente 8 metros por encima de la plataforma de los baños, llenando las cisternas y produciendo suficiente presión para abastecer de agua los tanques situados bajo el caldarium. Las excavaciones emprendidas entre 1981 y 1983 probaron que el agua procedente del gran depósito discurría a lo largo de la fachada del edificio para ser conducida por tuberías de plomo enterradas bajo su patio hacia una pequeña estructura, que tenía la misma orientación que el depósito adosado al perímetro de los baños, a partir del cual se alimentarían las dependencias principales. El edificio semicircular con cúpula era un ninfeo. El agua, procedente del corredor curvo posterior, entraba por unos orificios a 11 nichos y caía en cascada al estanque situado debajo. La construcción de dos ábsides, también estaba orientada en la misma dirección que el gran depósito, del que salía un acueducto que transportaría el agua de los ninfeos y la piscina. El estanque rectangular tenía aproximadamente 1 metro de profundidad y estaba rodeado de pórticos. Contenía agua fría, y más que para nadar estaba concebido como lugar donde los bañistas pudieran refrescarse después de someterse a las altas temperaturas del caldarium. El frigidarium era el corazón del 4 proyecto y constituía una gran estancia rectangular delimitada por 8 pilares con grandes columnas. Había 4 baños de agua fría, uno en cada esquina. A cada lado del frigidarium había un espacio rectangular abierto, de 32 x 22 metros. Este espacio se usaba para hacer ejercicio antes de pasar a las salas caldeadas, conocido con el nombre de palaestra. Las principales estancias caldeadas de las termas eran el tepidarium y el caldarium. Sin embargo, había al menos otras 6 salas a cada lado del caldarium que también estaban caldeadas. El tepidarium estaba dispuesto de modo que separara las estancias caldeadas de las frías. El caldarium tenía ábsides en tres de sus lados, cada uno de los cuales contenía un baño de agua caliente. Las excavaciones realizadas en las zonas calientes de las Termas de Trajano, muestran un sistema de calefacción muy similar a los encontrados en Ostia. La sala caliente estaba flanqueada por pasadizos subterráneos abovedados, a menudo angostos, de unos 2 m. de ancho por 2,5 de alto e iluminados gracias a unos tragaluces rectangulares situados en el techo. Desde ahí los esclavos manejaban el sistema de calefacción del subsuelo por medio de las numerosas bocas de horno que horadaban la base de los muros principales del edificio. Tradicionalmente se atribuye a los romanos la invención de los baños de vapor y del hipocausto como sistema de calefacción del subsuelo. Sin embargo, los primeros y más claros indicios de hipocausto son anteriores; proceden de las Termas Stabianas de Pompeya y de los baños griegos de Olimpia. Era un sistema por el cual circulaba bajo el suelo aire caliente procedente de la dependencia de la caldera, donde también se calentaba el agua. El suelo estaba sustentado por pilae, pequeños pilares o arquillos en el suelo, generalmente de ladrillo, aunque en ocasiones se han hallado de piedra o terracota. El suelo debía ser de bastante grosor para evitar que se calentara demasiado y fuera imposible caminar sobre él. Eran auténticos hornos con doble suelo y dobles paredes calentados con fuego de leña y calderas de bronce. El método más común para realizar un hipocausto era empalmar elementos tubulares de terracota (tubuli) que se sujetaban al muro con abrazaderas metálicas y después se revestían con mármol o se aplicaba un revoco. La fila inferior de tubuli se disponía para que el aire caliente del subsuelo pudiera subir fácilmente por el interior de la pared (un buen ejemplo de este sistema se puede apreciar hoy día en las termas del foro de la ciudad de Ostia). Otra técnica consistía en usar piezas especiales de terracota (tegulae mammatae) para crear una cámara en el muro por la que pudiera salir el aire caliente. Si una habitación caldeada estaba abovedada el aire se hacía circular mediante elementos curvos empotrados. De igual modo, la orientación de los baños permitía que el sol de la tarde creara un efecto invernadero dentro de las salas caldeadas. Para contrarrestar el hermético cerramiento que debía aplicarse a los habitáculos, éstos tenían grandes ventanales con doble acristalamiento para evitar, así, que los clientes sufrieran algún tipo de claustrofobia. La zona de la caldera, preafurnium, calentaba el agua que llenaba las bañeras y generaba el vapor que se conducía por las tuberías hasta las salas cálidas. Los baños de agua caliente, a menudo, estaban flanqueados por calderas cilíndricas. El arquitecto romano, Vitruvio, en su famoso tratado Architectura, describe dos sistemas para calentar el agua. El primero consiste en mantener tres tanques interconectados, uno de los cuales era una caldera colocada encima del horno. Este sistema permitía al 5 mismo tiempo mantener la caldera llena de agua y que el agua fría se mezclara con la caliente en los baños y piscinas. El segundo sistema es el llamado testudines alveolarum (bañeras calientes), que permitía calentar el agua de las bañeras, con calderas de bronce. Se basaba en una ingeniosa tecnología que requería un tanque colocado de modo que quedara a unos pocos centímetros del fondo del baño. El agua del cilindro se calentaba constantemente y subía automáticamente para ser reemplazada por el agua, ya fría, de los baños. CONCLUSIONES En nuestro trabajo pretendemos mostrar con detenimiento la importancia que las infraestructuras hidráulicas tenían para Roma. Hacemos una mención muy especial de las termas, puesto que se constituían en el mundo romano como un lugar de esparcimiento que propiciaba también las reuniones sociales, así como la transmisión de conocimientos de manera distendida, ya no sólo los relacionados con el ámbito corporal, en la palaestra, sino con el ámbito intelectual en los patios, las bibliotecas y el laconium. De todos es conocido que Roma aportó a la sociedad occidental el paso definitivo para la modernización de las redes estructurales cívicas que constituyen el armazón de las ciudades, incluso hoy en día. Nuestro estudio no pretende sino hacer hincapié, una vez más, en estos avances que la poderosa Roma, tan pragmática y técnica, consideró importantes para configurar unos modos de vida factibles en los grandes nucleos de población. Por este motivo, en el artículo mostramos las obras hidraúlicas más sobresalientes en el ambito itálico y nos detenemos, como ya comentamos, en las termas, aportando información sobre la evolución que han sufrido a lo largo del tiempo, los elementos que las componen y los hábitos para los que fueron concebidas. Con el fin de perfeccionar la metodología de trabajo y favorecer el aprehendizaje de los datos ofrecidos, presentamos como ejemplo práctico las termas de Trajano en Roma. Con todo, debemos afirmar, por último, que con el presente trabajo no pretendemos sino aportar algunos conocimientos sobre el mundo romano y sentar las bases para futuros estudios. BIBLIOGRAFÍA BLANCO, A. (1989). “Roma Imperial”, Historia 16. nº 13: 25-34. ELVIRA, A. (1989). “Etruria y Roma Republicana”. Historia 16, nº 12: 113-115. GARCÍA, A. (1979). Arte Romano. Madrid: CSIC. NAVARRO, F. (2004). Roma. Historia Universal Vol. 6. Madrid: Salvat. VENTURA, A. (1996). 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