la violencia juvenil 1 - BVS

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Revista de APPIA - Agosto 2004 - N°. 15
LA VIOLENCIA JUVENIL
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Patrice Huerre*
Clementine Huerre
Traducción: Inés Garbarino
Ocupándome de adolescentes 1icea1es y estudiantes que necesitan
cuidados psiquiátricos, abordaré en este artículo la cuestión de la violencia en la adolescencia a partir de una parte marginal pero antigua de mi
práctica profesional.
Para hacerlo, utilizaré el enfoque que me aporta mi experiencia con
adolescentes criminales en tanto que experto y el estudio que efectué a
propósito de cien de ellos, que compararé a una cohorte de ochenta adolescentes víctimas de crímenes o agresiones.
A partir de una historia particularmente i1ustrativa de los desafíos
presentes en la génesis de la violencia adolescente y de los resultados de
este estudio, propondré al fin algunas reflexiones que suscita el encuentro
con estos adolescentes criminales.
Comencemos con los adolescentes violentos y/o criminales. No es
seguro que hablemos siempre de los mismos adolescentes violentos. Antes de extraer conocimientos de los grupos que estudiamos, es importante
precisar un poco más las características. Los que yo recibí son casi todos
autores de crímenes y de delitos sexuales.
Hay que recordar que contrariamente a los discursos mediáticos, el
l. Adolescencia. Monografía ISAP 2000. Trastornos de la personalidad. Trastornos de las
conductas.
* Psiquiatra. Médico Jefe Clínica Georges Heuyer, París.
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problema no es nuevo, aún si la edad de los jóvenes en causa está bajando
desde hace algún tiempo. Es la cuestión de la violencia juvenil lo que
contribuyó a principios del siglo XX, por la emoción suscitada, a que nacieran y se expandieran las ciencias humanas. E. Durkheim escribía a principios de siglo: "el adolescente siente atracción por la sangre y la violación".
Uno de los riesgos de esta cuestión es que se encuentra resumida o
limitada a explicaciones sociogenéticas o psicopatológicas unÍvocas. Los
factores en juego son, sin embargo, múltiples y complejos.
En efecto, durante la adolescencia entran en juego y en resonancia
para algunos jóvenes un mundo interno trastornado, cimientos narcisístas
frágiles, un ambiente socio-familiar a menudo perturbado y perturbador,
así como elementos de la historia personal y transgeneracional.
En particular, los silencios sobre los orígenes y la filiación se
reencuentran frecuentemente, volveré sobre este punto más adelante.
Veamos en un primer momento los resultados obtenidos del estudio
comparativo de los grupos de adolescentes violentos.
-La edad promedio de las víctimas es más joven que la de los agresores. Tres cuartos de las víctimas tienen entre diez y dieciocho años. Tres
cuartos de los agresores tienen dieciséis años y más.
-Los agresores son casi todos de sexo masculino (98%), y dentro de
las víctimas, tres cuartos son de sexo femenino.
-El porcentaje de jóvenes de nacionalidades extranjeras es más importante en los agresores (18%) que en las víctimas (12,5%).
-Podemos señalar, en los agresores, el porcentaje mucho más importante de jóvenes nacidos fuera de Francia (29% contra 6,25%).
-También sobre este tema, en los agresores, el porcentaje de padres
provenientes de otros países es mayoritario (52%).
-Mientras que tres cuartos de las víctimas viven con uno de sus padres o con los dos, en los agresores sólo el 60% 10 hace.
-La situación de los padres es equivalente de un grupo al otro. Encontramos un porcentaje de divorcio a la altura de un tercio aproximadamente, equivalente al promedio de divorcios en Ile-de-France.
-Hay que señalar el porcentaje importante de padres sin empleo o
desocupados dentro del grupo de las víctimas (31 %) con respecto al grupo
de los agresores (15%), dentro del cual es el porcentaje de madre desocupada o sin empleo el que domina ampliamente (54%).
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-Las víctimas han sido educadas más a menudo por sus padres que
los agresores (70% contra 54%). Han tenido, más que los agresores, a un
padrastro o una madrastra presentes en su educación.
-Los hermanos mayores son más importantes en porcentaje tanto en
las víctimas como en los agresores. Los agresores pertenecen más frecuentemente que las víctimas a fratrías numerosas de más de tres hijos.
-Tanto víctimas como agresores tienen raramente un nivel de estudios superior al primer ciclo de la enseñanza secundaria. La joven edad de
las víctimas debe moderar esta apreciación.
-Cuatro jóvenes agresores sobre diez han sido objeto de una medida
de detención preventiva.
-Los padres de las víctimas presentan más seguido antecedentes judiciales que los de los agresores (6,25% contra 4%).
-Hay que destacar la buena salud habitual en el plano físico sobre
todo en los agresores (96%), de los cuales más de la mitad presenta una
psicopatología de tipo impulsiva y trastornos de las conductas que resultan
para muchos de patologías del narcisismo y encubren a menudo angustia y
depresión, muchas veces subestimados, mucho más que demostrando una
construcción psicopática o psicótica (en mi estudio solamente un 4% pueden ser diagnosticados esquizofrénicos, y un 10% presenta trastornos del
humor). Las modalidades de expresión patológicas, cuando se reconstituye
la historia, son a menudo lábiles, con una alternancia de breves momentos
depresivos y ansiosos rápidamente ocultados por los pasajes al acto. Es
decir los riesgos iatrógenos del diagnóstico y del pronóstico en la adolescenCIa.
A continuación la historia de Émile, prototípica, porque reúne
todos los elementos que se encuentran casi siempre dispersos:
Émile acaba de cumplir diecisiete años. Está preso hace dos semanas por violar a una niña de seis años.
Cuando nació, su padre biológico, del cual no sabe nada, ya se
había ido. Su madre se casó - mientras lo esperaba - con el hombre que le dio su nombre, y del cual Émile se enteró recientemente que no es su padre. Este hombre dejó a su madre poco tien;po
después de su nacimiento. Émile se quedó los tres primeros años
de su vida con su madre y su abuelo materno. Luego su madre
empezó a vivir COIl. otro hombre, su "padrastro", que lo encerraba
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con llave en su cuarto y le pegaba sin razones cotidianamente.
Paralelamente, de los cinco a los once años, fue violado regularmente por su abuelo materno. Estos sucesos permanecían en
secreto. Lo llevaban a la escuela episódicamente, donde le iba
mal y era violento e indisciplinado.
A los doce años se fuga, no pudiendo soportar más la situación. A partir de ese momento, nunca más verá a su madre. Se
encontrará dos o tres veces con el hombre que le dio su nombre.
Pero se quedará desilusionado por ese hombre silencioso y "borracho".
Es en ese momento que comienza a alcoholizarse él mismo. Es, como se autodenomina, "un pequeño canalla", impulsivo
y violento, que no pasa un día sin peleas. Va de hogar en hogar, de
familia en familia.
Está "solo en el mundo". Está condenado a prisión con sentencia en suspenso por violencia. Tiene heridas y fracturas a causa
de peleas y accidentes.
Hace más de un año que estima cambiar: "empiezo a razonar", dice. Tiene una novia que quiere y con la cual le gustaría
vivir más adelante.
Tiene dificultades para dormirse todas las noches y pesadillas. Es enurético.
Recién ahora está mejor, luego de haber violado a la hija
del responsable del lugar de recibimiento donde está alojado.
No entiende por qué hizo eso, tiene vergtienza y estima estar "loco" por haber podido cometer un acto así.
Desde que está encarcelado, no es más incontinente, ve a
un psicólogo regularmente y busca
Estos estudios muestran en estos adolescentes algunos rasgos comunes.
-En la mayoría de los casos, nunca tuvieron la oportunidad de hablar
de su vida, de ser escuchados, de intentar establecer lazos entre los pedazos de su historia.
Sus capacidades de verbalización en situación de examen están muy
por encima de lo que su funcionamiento psíquico, su nivel cultural yescolar y sus actos darían a entender.
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Por otro lado, hay que señalar el rol frecuentemente encontrado de
los mecanismos de entrenamiento de grupo, con sus actos delictivos o
criminales en reunión.
-Fallas en las representaciones de las imágenes de los padres:
Imágenes de un padre generalmente despojado o eliminado de su
función paternal, esté o no presente en la vida del sujeto. No puede proteger al niño de sus pulsiones. Con él no se habla. No puede ser un modelo
identificatorio, él mismo a menudo apartado de una filiación, de una cultura, de una sociedad. Un tercio de los adolescentes criminales que estudié
nacieron fuera de Francia, y la mitad tienen padres de origen extranjero.
No es esta constatación en sí que me parece interesante, sino más bien lo
que le es subyacente, a saber las rupturas en las historias personales, en las
referencias culturales, en fin, en la patología que se presenta en la transmisión. Estos padres, más que extranjeros en términos de nacionalidad, son
extranjeros a su historia. Con ellos, la integración de la Ley, principalmente edípica, no ha sido posible.
-La imagen de la madre reenvía frecuentemente a un vacío, o bien es
la imagen - arcaica - de omnipotencia. Su hijo no ha podido crearse - a
través de sus cuidados - un espacio propio donde desarrollarse y reconocerse.
No han podido nutrirlo narcisísticamente. La posición maternal, despojada de su función de para-excitación, deja al niño enfrentado a representaciones amenazantes y angustiosas. Su disposición defensiva lo conduce entonces a una vida fantasmática reducida en la cual el pasaje al acto
es una consecuencia que permite esperar prevenirse contra la pérdida de
autonomía e identidad.
-Su problemática pregenital los mantiene en un funcionamiento arcaico que no les permite renunciar a la ilusión de omnipotencia y adaptarse a la realidad. Las fallas en las representaciones de las imágenes de los
padres vuelven la relación con la pulsión peligrosa y caótica.
-Buscan tener lejos emociones, deseos y sentimientos. Les hace falta
establecer una barrera impermeable entre su mundo interno y el exterior.
El pasaje al acto será para algunos una suerte de cortocircuito. Este miedo
del mundo interno trae con él un empobrecimiento de 10 imaginario, inhibición intelectual y bloqueo asociativo. Es por eso que sus resultados escolares no están a la altura de sus posibilidades. Pensar es muy doloroso.
La imagen de sí mismos carece de cimientos, dependiendo de las gratifica-
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ciones en la realidad que viven como decepcionante y fmstrante.
-Su funcionamiento intelectual parece bien adaptado. Pero su poca
estima de ellos mismos les hace vivir las fmstraciones como rechazos o
fracasos que conducen a la huída o al retraimiento.
-Algunas palabras a continuación sobre la cuestión de las transmisiones entre generaciones.
Su historia - así como la de sus ascendentes - está marcada por
traumatismos no elaborados, que guardan toda su carga emocional, integrados a las huellas de las experiencias sensoriales y pulsionales.
Así, la historia de lean.
lean, diecinueve años, está en la cárcel luego de una violación
a una mujer de cuarenta años, aún cuando se encuentra viviendo
con una joven mujer embarazada de él.
Durante la instmcción de su crimen se enterará de que su padre no es el que creía. Nunca lo conoció ni se 10 encontró. A la
misma edad, a los diecinueve años, su padre también había violado a una mujer madura, mientras vivía con la madre de lean, en
ese entonces embarazada de él.
La mayoría no pudieron comprender o elaborar la violencia que sufrieron de niños: ella está ahí, en su estado puro, sin haber podido cobrar
sentido. Su pasado no está integrado, la historia de sus padres les es ajena:
se caracteriza por ser borrosa y con brechas.
Este vacío contribuye a tornar difícil la constmcción de un porvenir.
El instante, 10 inmediato, son privilegiados. Se muestran más "puberrantes"
que adolescentes, frenados por la conjunción de los cambios puberales y
de una historia a menudo traumática.
Bajo el efecto del rechazo, esperan una señal exterior que reproduzca las condiciones del advenimiento del traumatismo inicial para producir
un pasaje al acto, como si de esta manera algunos pudieran revivir 10 que
ha sido silenciado, como para acercarse por un pasaje al acto. De ahí la
cuestión de los medios ofrecidos para permitirles una elaboración psíquica de la carga emocional.
Es hacia los dieciséis/diecisiete años que los actos violentos y criminales aparecen mayoritariamente, luego de numerosas transgresiones no
relevadas por el entorno. Las medidas que podrían haber sido tomadas
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entonces no fueron tomadas nunca, tanto en el plano educativo o social
como en el plano psicoterapéutico.
En la adolescencia, la fuerza pulsional hace ceder los límites interiores demasiado frágiles y no puede ser frenada por un cuadro exterior desfalleciente.
El acto criminal trata de poner a distancia una situación demasiado
penosa. Cuando la relación con uno mismo se vuelve intolerable, esto
empuja a la violencia sobre el otro o sobre sí mismo. Como para intentar
poner en el exterior lo que sería horrible en uno mismo.
El pasaje al acto referido a la historia personal y a la psicopatología
del menor parece a menudo querer simbolizar y equivaler psíquicamente
al asesinato del padre por el hijo, al robo de la potencia materna, a la
violación incestuosa, o también a la tentativa violenta de supresión de una
empresa de representaciones arcaicas no mobilizables en un trabajo y una
elaboración fantasmática.
Queda planteada la pregunta a propósito de las razones por las cuales el pasaje al acto toma tal forma más que tal otra. De la misma manera
queda planteada la pregunta del sentido del acto violento cuya forma parece a menudo dar cuenta de desafíos subyacentes indecifrables de otra manera. Así, en la masacre de Little Town, en Estados Unidos: ¿Por qué los
autores de estos crímenes planeaban, como lo habían hecho saber, asesinar luego prioritariamente a los profesores de matemáticas?
Entonces, ¿qué hacer?
Los estudios relativos a los adolescentes violentos podrían hacemos
pensar en trayectorias de vida predeterminadas por factores genéticos familiares y ambientales sobre los cuales tendríamos poca influencia.
Hay que señalar que la experiencia muestra que en la adolescencia,
algunos cambios importantes son todavía posibles y que las intervenciones terapéuticas y educativas paralelamente a las respuestas judiciales no
carecen de efectos. Los datos que resultan de los estudios que pude efectuar no deberían conducir a dejar de lado toda inversión en la prevención.
En efecto, aparecen a menudo antecedentes que hubieran podido o debido
llamar la atención y suscitar respuestas adaptadas. En mi estudio, repetir el
año escolar es frecuente en el ciclo primario, un poco más dentro del grupo de los agresores (55%) que dentro del de las víctimas (47,5%). Para los
agresores, la repetición del año continúa a la misma altura en el primer
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ciclo de secundaria (56%), contrariamente a las víctimas, para las cuales
disminuye (27%).
Además, un 48% ha presentado antecedentes médicos y un 24% antecedentes quirúrgicos.
Los unos como los otros presentan antecedentes personales muy a
menudo: cerca de la mitad de los agresores tuvieron problemas médicos,
de la misma manera que el 40% de las víctimas. Un buen número enfrentó
también problemas quirúrgicos (24%), así como otros enfrentaron problemas psiquiátricos (17%). Más de un tercio de las víctimas así como de los
agresores han sido objeto de violencia. En fin, cerca de la mitad de los
agresores ya han tenido antecedentes judiciales contrariamente a las víctimas en las cuales esto se observa muy poco (1,25%).
Hay un 17% que ha manifestado trastornos psiquiátricos. Y un 47%
ha tenido antecedentes judiciales sin una continuación importante para
ellos.
Hay que señalar que los encontramos en un cuarto de los padres de
víctimas tanto como de agresores, así como los antedecentes psiquiátricos
maternos, más frecuentes en las víctimas (25%).
Con respecto a la violencia sufrida en la infancia, haya sido psíquica
o sexual, concierne a más de un tercio de estos adolescentes violentos.
Desde el punto de vista de los hechos en causa, las violaciones asociadas o no a otras agresiones representan la mayoría un poco más a menudo en las víctimas (58,75%) que en los agresores (25%).
La cuestión de saber si han sido realmente sufridas o no me parece
relativamente secundaria con respecto al hecho de que han sentido como
tal una violencia. Lo mismo para la inseguridad y las carencias afectivas:
que sean cuantitativas o cualitativas tendrá a menudo el mismo efecto sobre el narcisismo. Las intervenciones precoces ocupan un papel muy importante, ya sea se sitúen en el campo escolar, social o psicoterapéutico.
Deben estar sostenidas y desarrolladas.
Como conclusión:
Con respecto a las intervenciones en adolescentes criminales y violentos: ~ún siendo difíciles, existen.
¿Cuáles son las condiciones?
Hay que remarcar que son casi siempre inducidas, en particular por
~I
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la intervención de la justicia.
La importancia del encuentro inter-humano que les es propuesta, ya
que son tan frecuentemente colocados en medio de comportamientos y
dejados de lado en tanto que sujetos. Lo que les devolvemos de ellos mismos hoyes determinante tanto como lo que les devolvemos de ellos más
adelante.
Para poder seguir trabajando, pensando, invirtiendo, el profesional
enfrentado a estos adolescentes necesita trabajar con otros interventores
que tengan roles diferenciados. Es gracias a esta condición que el adolescente podrá él solo utilizar el cuadro que le será propuesto y le permitirá
contener sus pulsiones y elaborar psíquicamente.
¿A qué objetivos se puede apuntar?
Antes que nada, a la búsqueda de una inversión de la lógica de lo
negativo en la cual estos jóvenes están atrapados, para intentar restaurar
un narcisismo enfermo y desfalleciente. Los más destructores y los más
violentos son también los que tienen las potencialidades de construcción a
veces más fuertes.
Luego, al intento de establecer nue\LGSlazos entre los hechos de violencia y su historia: que puedan volverse los co-creadores y no solamente
los actores.
En fin, al hecho de reinscribirlos en su historia familiar y cultural
para que se vuelvan los propietarios.
¿Qué medios?
Ofrecer experiencias de vida nuevas, siempre dirigiendo con una barra
puesta a una buena altura, es decir no muy alta.
Ofrecer apoyos que no prometan más de lo que pueden sostener, en
el tiempo: que se trate a veces de medicamentos, de actividades y de mediaciones - en particular culturales - , de proyectos de formación ... dándoles una libertad de elección y permitiendo la esperanza de una nueva identidad social, y por lo tanto de una integración posible.
Las intervenciones en estos adolescentes tienen también por vocación el objetivo de prevenir las repeticiones traumáticas que generan la
violencia en las generaciones siguientes.
Pero no es por saber el por qué de las repeticiones que éstas desaparecen. Es sin embargo posible esperar que la fuerza de lo negativo dismi-
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nuya en la generación siguiente.
El conjunto de los estudios relativos a los adolescentes violentos por su diversidad - muestra nuestra ignorancia al respecto de la razón por
la cual - con factores desfavorables iguales y personalidades patológicas
iguales - algunos se irán hacia las repeticiones violentas y otros hacia las
creaciones vivientes.
La psiquiatría es sin duda alguna una disciplina a situar del lado de la
investigación.
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