380-2011 Amparo Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. San Salvador, a las nueve horas y treinta y dos minutos del día nueve de septiembre de dos mil once. Analizada la demanda firmada por el abogado Héctor Alfonso Ramírez Figueroa, en su calidad de apoderado de la señora María Cristina Marroquín de Quintana, junto con la documentación anexa, es necesario realizar las siguientes consideraciones: I. En síntesis, el apoderado de la peticionaria manifiesta que el día 21-VI-2010, el Juez Primero de lo Civil de Santa Ana, departamento de Santa Ana, pronunció sentencia definitiva en el juicio ejecutivo mercantil con referencia 334-2008, en la que se condenó a la demandante al pago de cierta cantidad de dinero, intereses legales y costas procesales. En ese orden de ideas, sostiene que su representada suscribió una escritura pública de compraventa con pacto de retroventa a favor del señor Fernando Rivera Méndez, expresando además, que la señora Marroquín de Quintana solicitó un plazo mayor para el pago de la obligación contraída con aquel, por lo que suscribió como garantía una letra de cambio, la que argumenta sirvió como documento base de la acción para el juicio ejecutivo mercantil a que se ha hecho referencia. Por otra parte, expresa que su mandante fue demandada por el delito de estafa agravada por el señor Fernando Rivera Méndez y que el Tribunal Primero de Sentencia de Santa Ana, pronunció sentencia absolutoria el día 12-VIII-2010. Por lo que la peticionaria sostiene que: “… es […] la misma persona que ha sido perseguida, en base a un mismo hecho que […] se origina en el negocio jurídico del contrato de venta con pacto de retroventa otorgado entre ella y el señor Fernando Rivera Méndez […] a través de dos procesos, cuyos fundamentos o pretensiones son iguales en puridad, traducida en conseguir la declaración de responsabilidad de pago contra [su] representada a favor de su […] acreedor…” [mayúsculas y negritas suprimidas]. Como consecuencia de lo relatado estima que se han vulnerado a su poderdante el derecho a la seguridad jurídica y la garantía ne bis in ídem o derecho a no ser juzgado dos veces por la misma causa. II. Determinados los argumentos esbozados por la parte actora, corresponde en este apartado exponer los fundamentos jurídicos de la resolución que se proveerá. 1. Tal como se sostuvo en la resolución de improcedencia de fecha 14-X-2009, pronunciada en el proceso de amparo 406-2009, el instituto de la cosa juzgada debe 1 entenderse como la permanencia en el tiempo de la eficacia procesal de la decisión judicial, por lo que constituye un mecanismo para la obtención de seguridad y certeza jurídica. Por medio de ella, el ordenamiento jurídico consigue que las decisiones de los jueces sobre los derechos de los ciudadanos queden permanentemente eficaces en el tiempo, con lo que se alcanza una declaración judicial última en relación con la pretensión planteada que no podrá ser atacada ni contradicha en posteriores decisiones de órganos judiciales. La cosa juzgada parte de la firmeza que por esencia corresponde a las sentencias de fondo que profiere la jurisdicción y supone la vinculación en otro proceso a la decisión contenida en la sentencia emitida en el primero y anterior, es decir, a la declaración que se produce en ella sobre la existencia o inexistencia del efecto jurídico pretendido. De acuerdo con lo anterior, la eficacia de la cosa juzgada no tiene carácter interno sino externo, es decir, no se refleja en el proceso en el que se produce, sino en un potencial proceso posterior. Por ello sin referencia a otro proceso posterior –considerada en sí misma–, la cosa juzgada atiende únicamente a la situación de la relación o situación jurídica que en su momento fue deducida y que queda definitivamente definida. Ahora bien, la cosa juzgada adquiere su completo sentido cuando se la relaciona con un proceso posterior, ya que hasta entonces es cuando adquiere virtualidad la vinculación de carácter público en que consiste. Tal vinculación se manifiesta en dos aspectos o funciones, denominadas positiva y negativa. A. La función positiva de la cosa juzgada atiende a que el citado instituto vincula al operador jurídico que conoce del segundo proceso, en el sentido que se atenga a lo ya juzgado cuando tiene que decidir sobre una relación o situación jurídica de la que la sentencia anterior es condicionante o prejudicial. En este último supuesto, la cosa juzgada no opera como excluyente de una decisión sobre el fondo del asunto, sino que le sirve de base. B. Por su parte, la función negativa de la cosa juzgada implica la exclusión de toda decisión jurisdiccional futura entre las mismas partes y sobre el mismo objeto, es decir, sobre la misma pretensión. Se trata de la garantía ne bis in ídem. La citada función debería impedir la iniciación de un nuevo proceso sobre la misma pretensión; sin embargo, ello no es posible, ya que al juez o tribunal, de hecho, se le puede presentar la demanda en el segundo proceso, la cual exigirá la emisión de un pronunciamiento sobre su admisión o no. Por ello, la consecuencia se reduce a impedir que se emita una decisión sobre el fondo del asunto en ese segundo proceso. 2. Al respecto de la garantía ne bis in ídem, debe acotarse que esta goza de reconocimiento en el sistema jurídico salvadoreño a partir del artículo 11 de la Constitución 2 de la República, el cual prescribe que: “… ninguna persona puede ser enjuiciada dos veces por la misma causa…”. Según jurisprudencia constitucional salvadoreña, la doble persecución ocurre cuando se inicia un nuevo proceso habiendo otro ya concluido. En ese orden de ideas, la sentencia de amparo de fecha 18-XII-2003, pronunciada en el amparo 1350-2002, establece que la garantía ne bis in ídem, en esencia está referida a aquel derecho que tiene toda persona a no ser enjuiciada dos veces por la misma causa, a no ser objeto de dos decisiones que afecten de modo definitivo su esfera jurídica por la misma causa. Es pues, una prohibición dirigida a las autoridades, de pronunciar más de una decisión definitiva respecto de una misma pretensión o petición, según el caso. Se advierte que tal garantía –vinculada con el derecho a la seguridad jurídica individual– está conformada esencialmente en el artículo 11 de la Constitución, por dos vocablos que le dan su significado: "enjuiciado" y "causa". El vocablo "enjuiciado" se refiere a la operación racional y lógica del juzgador a través de la cual se decide definitivamente el fondo del asunto de que se trate. Se entiende por "misma causa" –aunque no se tenga una definición natural– una misma pretensión: eadem personas o sea identidad de sujetos; eadem res, identidad de objeto o bien de la vida; y eadem causa petendi, identidad de causa: sustrato fáctico y fundamento jurídico; es decir que está encaminado a proteger que una pretensión no sea objeto de doble decisión definitiva, en armonía con la figura de la cosa juzgada y la litispendencia. La garantía ne bis in ídem, pues, asegura a una persona no ser enjuiciada dos veces por la misma causa, al proscribir la duplicidad de decisiones respecto de un mismo hecho y en relación a una misma persona, es decir que está encaminado a impedir que una pretensión o petición –según el caso- sea objeto de doble decisión jurisdiccional o administrativa de orden definitivo, en armonía con las figuras de la cosa juzgada y la litispendencia. III. Con el objeto de trasladar las nociones esbozadas al caso concreto, se efectúan las consideraciones siguientes: 1. De manera inicial, se observa que el abogado Ramírez Figueroa, manifiesta dirigir su queja contra el Juez Primero de lo Civil de Santa Ana, por haber pronunciado sentencia definitiva en contra de su mandante el día 21-VI-2010 condenándolo al pago de cantidad de dinero, intereses legales y costas procesales. Para justificar la inconstitucionalidad de la actuación apuntada y, específicamente, para fundamentar la presumible transgresión al derecho a la seguridad jurídica y la garantía ne bis in ídem, argumenta que la autoridad demandada ha realizado un doble juzgamiento de la señora María Cristina Marroquín de Quintana al pronunciar la sentencia relacionada 3 en el epígrafe que antecede, ya que esta había sido procesada ante denuncia interpuesta por el señor Fernando Rivera Méndez y sobre la cual el Tribunal Primero de Sentencia de Santa Ana pronunció sentencia absolutoria el día 12-VIII-2010. 2. A. Ahora bien, a partir del análisis de los argumentos esbozados en la demanda, se advierte que el abogado de la peticionaria sostiene que la pretensión en el proceso penal y el proceso ejecutivo mercantil seguidos en contra de su mandante es la misma, ya que el señor Fernando Rivera Méndez en ambos juicios buscaba obtener una condena de pago a su favor. Así, argumenta que en el proceso penal seguido contra la señora María Cristina Marroquín de Quintana, por la presunta comisión del delito de estafa agravada en perjuicio del señor Rivera Méndez, este solicitó que fuera condenada a pagarle cierta cantidad de dinero, por ser responsable penal y civilmente de la comisión del delito de estafa agravada. B. Sobre lo expuesto por el apoderado del demandante, es necesario acotar que en sentido estricto el objeto del proceso, es decir, aquello sobre lo que versa este de modo que lo individualiza y lo distingue de todos los demás posibles procesos, es siempre una pretensión. C. En ese sentido, puede verificarse de la certificación del juicio ejecutivo mercantil con referencia 334-2008 y de la sentencia pronunciada por el Tribunal Primero de Sentencia de Santa Ana el día 12-VIII-2010, que los objetos de los referidos procesos son diferentes, y ello no obstante que el apoderado del demandante alegó que en ambos se pretendía obtener una condena en pago a favor del señor Fernando Rivera Méndez. Lo anterior, en virtud que el juicio ejecutivo en materia mercantil es aquel en que un acreedor con título legal –verbigracia un títulovalor– persigue a su deudor moroso y ello, de conformidad con lo establecido en el artículo 586 del Código de Procedimientos Civiles derogado –normativa aplicable al caso en comento–. Así pues, en el juicio ejecutivo mercantil con referencia 334-2008, promovido ante el Juez Primero de lo Civil de Santa Ana por el señor Fernando Rivera Méndez contra la señora María Cristina Marroquín de Quintana, se ejerció una acción cambiaria directa derivada de la letra de cambio suscrita y aceptada por la referida señora, por ser uno de los documentos a los cuales el Código de Comercio les concede fuerza ejecutiva para exigir su cumplimiento por esa vía a fin de que la referida autoridad –en sentencia de remate– la condenara al pago de una cantidad de dinero líquida y accesorios legales. Ahora bien, entre las teorías que estudian los títulosvalores se encuentra la doctrina de la causa, que se refiere a que no obstante estos pueden tener una causa, por la abstracción aplicable a algunos de estos documentos –como la letra de cambio– la relación 4 causal queda desvinculada del derecho documentado. Así pues, se afirma que la abstracción es el desligamiento de la causa y obligación que le dio origen al títulovalor. En ese orden de ideas, no obstante que el abogado Ramírez Figueroa sostiene que su representada, la señora María Cristina Marroquín de Quintana, suscribió una letra de cambio como garantía de la compraventa con pacto de retroventa –suscrita por ella y el señor Fernando Rivera Méndez– de conformidad con lo expuesto en el epígrafe que antecede, el citado títulovalor se desvinculó del mencionado documento puesto que dio origen a una nueva obligación literal y autónoma. Así, con fundamento en la literalidad y autonomía de la letra de cambio y ante el incumplimiento en el pago de la obligación contenida en aquella, la ley ordinaria reconoce el derecho a cualquier acreedor a ejercer la acción cambiaria contra su deudor moroso, iniciando el proceso ejecutivo correspondiente. D. Por otra parte, en el proceso penal se ejerce una acción penal –principal y necesaria– para la persecución de una conducta tipificada como delictiva, y dentro de esta persecución se puede ejercer de forma –eventual y accesoria– la acción civil, a fin de que en caso de pronunciarse una sentencia condenatoria, la autoridad correspondiente ordene la reparación de los daños materiales, perjuicios causados, y costas procesales, así como las personas obligadas a satisfacerlos y quién deberá pedirlos. Así fue como ocurrió en el proceso penal instruido en contra de la señora María Cristina Marroquín de Quintana, cuya pretensión principal era la obtención de una sentencia condenatoria, en la que se declarara la responsabilidad penal por la supuesta comisión del delito de estafa agravada atribuido a la peticionaria, y como consecuencia accesoria la reparación por los daños materiales y perjuicios causados, mediante la fijación de la responsabilidad civil. En ese sentido, al analizar los hechos que soportan la pretensión propuesta por el abogado de la demandante se advierte que si bien tanto en el proceso penal como en el ejecutivo mercantil a que se ha hecho referencia participaron los mismos sujetos, el objeto y la causa petendi de las citadas pretensiones son de naturaleza totalmente diferente, ya que con el proceso penal se perseguía sancionar a la peticionaria señora María Cristina Marroquín de Quintana por la supuesta comisión del delito de estafa agravada, estableciendo una doble responsabilidad de carácter penal y civil. Por otra parte, con el proceso ejecutivo mercantil promovido en contra de la demandante, se pretendía que esta fuera condenada al pago de lo debido a favor del señor Fernando Rivera Méndez. En razón de lo anterior, se evidencia que la sentencia de remate pronunciada en este último proceso no guarda relación con la pretensión ventilada y juzgada en el proceso penal 5 tramitado en contra de la señora María Cristina Marroquín de Quintana, en el que se emitió una sentencia absolutoria a favor de esta por el Tribunal Primero de Sentencia de Santa Ana. Así pues, en virtud de las circunstancias y aclaraciones apuntadas se concluye que el acto contra el cual reclama el abogado de la pretensora no revela una posible transgresión a la garantía ne bis in ídem, y en razón de ello, el reclamo planteado se traduce en una mera inconformidad de la parte demandante con la decisión emitida por el Juez Primero de lo Civil de Santa Ana. 3. En virtud de las circunstancias y aclaraciones apuntadas se concluye que en el presente proceso no se advierte la trascendencia constitucional de la queja sometida a conocimiento de este Tribunal, dado que la reclamación planteada constituye una cuestión de simple inconformidad con la actuación impugnada, situación que evidencia la existencia de un defecto en la pretensión de amparo que impide la conclusión normal del presente proceso y vuelve procedente su terminación mediante la figura de la improcedencia. Por tanto, con base en las consideraciones precedentes y lo establecido en el artículo 13 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, esta Sala RESUELVE: 1. Tiénese al abogado Héctor Alfonso Ramírez Figueroa, como apoderado de la señora María Cristina Marroquín de Quintana, por haber acreditado debidamente la personería con la que actúa en este proceso. 2. Declárese improcedente la demanda de amparo presentada por el abogado Héctor Alfonso Ramírez Figueroa, en calidad de apoderado de la señora María Cristina Marroquín de Quintana, contra la actuación atribuida al Juez Primero de lo Civil de Santa Ana, departamento de Santa Ana, por la presumible vulneración al derecho constitucional a la seguridad jurídica y la garantía ne bis in ídem, de conformidad con lo detallado en el considerando III de esta resolución. 3. Tome nota la Secretaría de este Tribunal del lugar y medio técnico señalados así como de la persona comisionada para recibir los actos procesales de comunicación, por el abogado Héctor Alfonso Ramírez Figueroa. 4. Notifíquese. ---J. B. JAIME---F. MELÉNDEZ---J. N. CASTANEDA S.---E. S. BLANCO R.---R. E. GONZÁLEZ B.---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---E. SOCORRO C.---RUBRICADAS. 6