“Recuperación y recreación de saberes y conocimientos desde las bibliotecas públicas” Por Alfredo Manuel Ghiso1 “No pienso auténticamente si los otros no piensan también. Simplemente no puedo pensar por los otros, ni para los otros, ni sin los otros: ésta es una afirmación que incomoda a los autoritarios por el carácter dialógico implícito en ella”. Paulo Freire 1 Entre saberes y conocimientos Las comunidades, los grupos humanos construyen, recrean, generan y a veces transmiten y comparten, casi siempre de manera desigual, los diversos saberes y distintos conocimientos; para esta tarea, la humanidad a lo largo de su historia ha construido espacios sociales y culturales especializados como lo fueron y lo son las bibliotecas, las escuelas y los museos. Es de notar, que los modos en los que saberes y conocimientos se producen, transfieren, socializan, negocian y recrean han variado, como han variado las tecnologías, los lenguajes, el tipo de información a transmitir, los modos y mediaciones comunicacionales. Sin duda los espacios sociales-culturales como la biblioteca, escuelas y museos en los que se encuentran y circulan los saberes y conocimientos, hoy se ven exigidos por necesidades y urgencias de innovaciones, que tengan en cuenta los cambios en las áreas antes mencionadas. Pero antes de continuar esta reflexión, aclaremos qué entendemos por saberes y conocimientos. Partamos de los saberes concebidos como esa plataforma de ideas, experiencias, creencias, imágenes, reflexiones, opiniones que vamos construyendo a lo largo de nuestras trayectorias de vidas individuales y colectivas (Mejia, Awad; 2003). Es por esto que los procesos del saber son diferentes entre sí y se encuentran profundamente ligados a los fenómenos culturales e históricos de las personas y de las comunidades. Así todo y su peculiaridad – singularidad -, estos saberes nos 1 Alfredo Manuel Ghiso: Educador popular, Docente investigador, Coordinador del Laboratorio Universitario de Estudios Sociales, Grupo de investigación de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Docente de los cursos Pedagogía Social Contemporánea y Perspectiva pedagógica de lo psicosocial en la Escuela de Postgrados de la Fundación Universitaria Luís Amigó. Docente a cargo de los cursos de Investigación social, Diseño cualitativo y Pedagogía social en las Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, en la Universidad de Antioquia, Medellín, Colaborador del Programa de Sistematización CEAAL y autor de artículos, capítulos y compilador de libros sobre el tema. Correo electrónico: [email protected] Consultar CV en : http://190.216.132.131:8081/cvlac/visualizador/generarCurriculoCv.do?cod_rh=0000020192 permiten relacionarnos con las personas que comparten nuestro contexto cultural y entorno social, de una manera particular. Los saberes dan cuenta de los modos en las que las personas participamos y actuamos en nuestros grupos sociales, comunidades e instituciones. Por ejemplo, a lo largo de la vida, de acuerdo a nuestro contexto y entorno familiar o barrial, vamos tejiendo un saber en torno al libro y a la biblioteca pública o escolar, que nos lleva a actuar en ella y a comprender de una manera lo que en ella pasa. A largo de la historia, a estos saberes algunos estudiosos como Antonio Gramsci y Paulo Freire, sociólogos como: Max Scheler, Berger & Luckman, Heller y Manuel Canales – chileno- los han llamado: saber o conocimiento cotidiano, vulgar, también lo denominaron: saberes del sentido común, saber popular. Muchas adjetivaciones que se le dan al saber, parecerían significar que es algo que está por debajo o sometido a un conocimiento con más poder y legitimación, como puede ser el científico. Es bueno que no caigamos en esa trampa, excluyente y homogeneizadora, muy de moda en nuestros tiempos cuando todo queremos homologarlo y parametrizarlo, conforme a estándares internacionales. El saber cotidiano es condición indispensable para la sociabilidad y la comunicación de los sujetos; esto es el mundo intersubjetivo inmediato, donde se comparte con otros una misma realidad (Torres; 1995:27). El saber nos permite compartir vivencias con los demás porque proviene de trayectorias vitales, de tradiciones que se transmiten y comparten en grupos; es así como los saberes se constituyen en saberes de la historicidad de la vida misma, saberes que hacen posible la historia. Es el equipaje con el que los humanos nos relacionamos, seamos lo que seamos, gente de a pié, como dicen, o profesionales, especialistas muy connotados (Costa; 2006). Es desde saberes construidos desde antes y durante nuestra vida que podemos entender subjetiva y objetivamente, individual o colectivamente, las vivencias ajenas, los contenidos de estas y los sentidos que en ellas se han desarrollado. Todos estos saberes se exteriorizan en relación, frente al otro, “cara a cara” con el otro. De lo planteado hasta ahora se pueden generar algunas preguntas: ¿Qué lugar tienen los saberes en los espacios socioculturales llamados bibliotecas?, ¿Qué importancia le damos a la historicidad que en los saberes se expresa, comparte y transmite como elemento constitutivo de las historias locales, barriales o comunitarias?, ¿Qué estrategias de recuperación y diálogo de saberes, como expresión de historicidades diversas, múltiples y conflictivas tenemos en las bibliotecas? Siguiendo con la distinción, el conocimiento a diferencia del saber goza de prestigio social, porque está casi siempre legitimado e institucionalizado, sancionado oficialmente por títulos, por ello es que podemos hablar de la organización social del conocimiento o de la “sociedad del conocimiento”, donde determinados saberes gozan de validación científica y de reconocimiento social. Aquí es que podemos hablar de conocimientos científicos, como modalidades de conocer que tiene su propia lógica y racionalidad, sus criterios de validez, sus principios metodológicos de sistematicidad, rigurosidad y veracidad. Un conocimiento que busca dar cuenta de una manera ordenada, consistente y coherente de los objetos de los que se ocupa (Torres; 1995:43). Cuando hablamos de este conocimiento instituido y socialmente legitimado estamos hablando de unos productos culturales enseñables, transferibles, comunicables en un lenguaje apropiado, universal, con unos conceptos claros y precisos dentro de enfoques teóricos específicos. Son conocimientos científicos, comunicable entre pares e incluso socializados y divulgados entre la gente del común por medio de revistas, libros, artículos y en especial por medio de la enseñanza. En la actualidad enfrentamos el problema de una nueva organización del conocimiento científico, que a diferencia de otros momentos de la historia de la humanidad, hoy, está regido y direccionado a la producción de soluciones técnicas a problemas prácticos, un conocimiento capaz de producir información que pueda penetrar los nichos de la técnica y la tecnología, un conocimiento útil al mercado, que sea operativo, que dé cuenta de aplicaciones concretas. Un conocimiento que desprecia las humanidades, el arte, la filosofía, la historia… Algunos opinan que llegamos al fin de ese conocimiento racional y entramos en la era de un conocimiento que se mueve con el mercado y el consumo buscando las posibilidades de experimentar, de innovar para llegar a otros lugares (Mejia; 2006). Recuerdo al sociólogo Orlando Fals Borda (1992) cuando decía: “En efecto, científicos puros o cartesianos pueden descubrir cómo llegar a la luna, pero sus sistemas de valores no les permiten resolver los problemas de aquella mujer pobre que todos los días tiene que ir a pie por agua para su casa. Son dos prioridades y dos valores distintos: el uno intervencionista, el otro participativo. Lo primero es posible como "desarrollo tecnológico" o económico simple. Lo segundo es el gran reto de nuestro tiempo.” (p.6) Considero que, en razón de los alcances de esta reflexión tenemos, en esta primera parte, una serie de distinciones, características y propiedades que muestran las diferencias que podrían plantearse entre saberes y conocimientos. Quedan muchas cosas por tratar, sabiendo que las fronteras entre uno y otro son difusas, no hay muros que permitan plantear con claridad donde termina uno y donde empieza el territorio, los productos y las practicas del otro. También no hemos hablado de las disputas que se dan en el campo complejo del saber/conocimiento, como unos subyugan, silencian o asimilan al otro, lo que nos dice que en este tema no se puede ir con ingenuidades, sino que requiere del que reflexiona opciones éticas y políticas; porque hay que recordar que ningún saber o conocimiento es neutral. O le apuesta a la vida y su dignificación o prefiere la muerte y la deshumanización. 2 Recuperar, deconstruir y recrear saberes y conocimientos Ahora que tenemos claras algunas diferencias y que sabemos que los saberes y conocimientos tienen que ser tratados sin ingenuidades, vamos a reflexionar sobre tres procesos claves y básicos a realizar en un proceso sociocultural de apropiación de saberes y conocimientos. Estos tres pasos pueden impulsarse desde la biblioteca, si existe el interés y la decisión política y administrativa de realizarlos con el lector o participante de los procesos de investigación temática o generadora propia de la promoción pertinente de la lectura. El primer paso lo denominamos recuperar. Cuando emprendemos el viaje cultural frente a un tema, un autor o la creación de nuestros propios textos, partimos de reconocer que todos somos portadores de vivencias, experiencias, saberes, ideas, creencias, imágenes y conocimientos que tienen que ser puestos en evidencia, porque muchos de ellos serán dinamizadores de preguntas e inquietudes, otros serán filtros de las lecturas que se harán, otros serán barreras para la comprensión de lo nuevo. Ningún ser humano se enfrenta a la realidad como una tabla rasa; por el contrario aborda los nuevos conocimientos y las nuevas realidades desde una estructura de saberes, emociones, experiencias y conocimientos que fueron construidos con anterioridad y que le identifica de manera singular. Es desde la historia personal, familiar, comunitaria, desde los procesos de socialización, la cultura particular que entendemos, pensamos y reaccionamos frente a lo que pasa a nuestro alrededor, o respondemos a lo que se nos propone. Todos estos elementos constituyen y configuran esa plataforma de saberes, imaginarios y conocimientos que hay que recuperar si queremos apropiarnos y recrear saberes y conocimientos que nos permitan estar y ser de otro modo, en el mundo concreto que nos toca vivir. (Mejia, Awad, 2003) Deconstruir es el segundo paso, que posibilita analizar y resignificar los saberes y conocimientos, los imaginarios y creencias para recrearlos con un nuevo sentido. Deconstruir es darnos a la tarea de descubrir lo que se oculta en esas vivencias, experiencias, expresiones y conceptualizaciones que ordenan nuestras vidas y que no aportan ni generan movimientos de recreación o de reconfiguración de nada nuevo, sometiéndonos a rutinas e inercias mentales y emocionales. La deconstrucción es una posibilidad de resignificar la experiencia humana individual, grupal e institucional (Mejia; Awad; 2003). Pero, ¿qué es resignificar, en un proceso de deconstrucción? La respuesta pasa por reconocer que nada de lo que pasa en nuestras vidas, nada de lo que sabemos o ignoramos, de lo que conocemos o desconocemos es insignificante. Lo que hacemos en la deconstrucción es dar sentido a nuestras experiencias, saberes, conocimientos, lecturas, historias. Incorporamos los sentidos individuales y colectivos que descubrimos al sentido de la cultura y del mundo. Compartimos los sentidos reconociendo el sinsentido de muchas propuestas sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales. Deconstruir es en definitiva algo así como relacionar y contextualizar, experiencias, saberes, conocimientos, además de los discursos que construimos acerca de ellos. Es impregnar de sentido las diversas prácticas sociales e institucionales, sin descuidar la vida cotidiana (Gutiérrez, Prieto; 1999). Una vez que en el proceso de animación sociocultural, se dieron los dos pasos anteriores es que podemos pasar al momento de recrear saberes y conocimientos. No es raro que muchos quieran desarrollar este paso sin haberse involucrado en los dos anteriores, con toda seguridad el paso se dará en falso y sin profundidad. En los procesos culturales se educa para la recreación cultural, para la apropiación de lo creado por otras personas y recreado por el grupo. En este paso se recrean temas y conceptos, se desacralizan los discursos y los textos, se desrutiniza la mente y la emoción, se buscan nuevos caminos y formas de expresión. Para ello se le da vuelo a la imaginación, tolerando las intuiciones, promoviendo el descubrimiento a partir de preguntas, resematizando las palabras, comparando los sentidos y significados, reelaborando las ideas a partir de los conocimientos apropiados, teniendo en cuenta las percepciones diversas. Recrear es desnaturalizar, desfamiliarizar, desubicar la mirada, para poder situarse en otro lugar distinto del que se partió, a través de la conciencia y aplicación de lo recuperado, deconstruido y resignificado. Ahora bien, tenemos que dejar claro que estos tres pasos no se dan por fuera del diálogo de saberes y la negociación cultural, tema que abordaremos a continuación. 3 Dialogo de saberes y negociación cultural en la Biblioteca Los grupos sociales, pueblos y/o comunidades que le han apostado a la vida y a la dignidad han creado condiciones, desarrollando capacidades para entablar diálogos, y negociaciones culturales con el fin de recrear prácticas, acceder y apropiarse de conocimientos con el fin de crear o recrear sus formas de comprender, expresar, emocionar y actuar. El diálogo es práctica social que funda el encuentro donde las personas se potencian para la tarea común de saber y actuar; es la palabra generada en la experiencia, mediada por las interacciones y los lenguajes. Es por eso que el diálogo de saberes tiene la potencia y la capacidad de reinvención, de reconocimiento y de conocimiento. El diálogo es una actitud y una praxis que impugna el autoritarismo, la arrogancia, la intolerancia, la masificación, porque es la forma de superar los fundamentalismos y de posibilitar el reconocimiento de los campos de acuerdos y desacuerdos, de equilibrios y de conflictos entre semejantes/diferentes/diversos y desiguales (Ghiso; 2010). Como toda práctica social el diálogo es intencionado, interesado, generado desde opciones es por ello que Paulo Freire afirmara (1970) “Si el diálogo es el encuentro de los hombres para ser más, este no puede realizarse desde la desesperanza. Si los sujetos de diálogo nada esperan de su quehacer, ya no puede haber diálogo. Su encuentro allí es vacío y estéril. Es burocrático y fastidioso.” (p: 106) La construcción dialógica y la negociación cultural quiebran el pensamiento único, por la presencia rebelde de la pregunta, de la duda, de la insatisfacción, de la indignación frente a la realidad. La pregunta alimenta y nutre el diálogo que emerge como afirmación del sujeto, capaz de correr riesgos, capaz de resolver la tensión entre la palabra y el silencio, entre el conocer y el ignorar, entre el acordar y discordar, entre lo que piensa y lo que hace, entre el yo, el tú y el nosotros. La pregunta confronta la respuesta única y definitiva, la pregunta lleva al repliegue y a la reflexión, por ello es que se afirma que toda reflexividad crítica es reflexividad dialógica (Ghiso; 2010). Cuando hablamos de negociación cultural, estamos yendo un poco más allá en el contenido de los diálogos, estamos tramitando la diferencia de conocimientos y formas de conocer, Mediante la negociación cultural se transita a nuevos aprendizajes, conocimientos y acciones (Mejía, Awad; 2003) Mediante este proceso se crean nexos entre diferentes formas de conocimiento formalizado y las del saber cotidiano teniendo en cuenta la historicidad de este. Así se promueve un tipo de interaprendizaje y de interapropiación del conocimiento que tiene un carácter reconstructivo, porque reconstruye visiones, conceptos, motivaciones, preguntas. Esto es posible porque no sólo se negocian contenidos e ideas, sino que se negocian estilos e intereses que mueven las formas y sentidos que tiene el conocer la realidad en la que vivimos (Ghiso, 2010). ¿Sobre qué es necesario dialogar y negociar culturalmente en un espacio sociocultural como la biblioteca? La lista puede ser amplia, pero podríamos señalar los más críticos y pertinentes al ámbito en el que situamos la reflexión; estos pueden ser: Los lenguajes, códigos y símbolos; sentidos, mediaciones, imágenes y representaciones, saberes técnicos, saberes histórico/culturales, aplicaciones tecnológicas e innovaciones, nuevas institucionalidades, otras lógicas del conocer, múltiples modos de expresar el conocer, diferentes opciones éticopolíticas, múltiples procesos de socialización y divulgación del conocimiento, el conocimiento, sus aplicaciones, acciones colectivas y comunitarias informadas (Ghiso, 2014:3). Estos son algunos de los asuntos que en nuestras prácticas educativas y de animación sociocultural hemos facilitado y promovido, hay otras que no están aquí expresas. Hay que alertar, que cada aspecto generador de diálogos y negociaciones culturales merece atención, estudio riguroso. Esto se puede hacer en una biblioteca si vamos desarrollando ambientes que posibiliten el encuentro en la palabra, y la confianza donde la libertad de crear sea viable estimulando la superación del miedo a la aventura responsable, se tiene que ir más allá del gusto mediocre de la repetición por la repetición; en esos ambientes dialógicos se tiene que hacer evidente que errar no es pecado, sino un momento normal del proceso gnoseológico2. 4 La biblioteca como generador de encuentros creativos En el contexto que vivimos, las prácticas socioculturales que optan por desnaturalizar y romper determinismos sociales – guerra, apatía, corrupción – buscando ofrecer un mayor abanico de posibilidades se ven obligadas a ampliar el universo de lecturas y de apropiaciones de la realidad, de los individuos y de los grupos involucrados, desarrollando capacidades, potencialidades con las que las personas puedan restablecer la palabra, rehabilitar el diálogo, el respeto, la creatividad, la esperanza y la indignación. Es un desafío para los proyectos socioculturales, que se desarrollan en las bibliotecas, propiciar ambientes, nichos o dinámicas en las que los participantes tengan la posibilidad de restablecer la autonomía y la solidaridad necesarias para el diálogo y la negociación cultural, entendidos como facilitadores de la reconstrucción de la creatividad social, con la que se participa y se decide sobre la pertenencia, la producción y el uso de los saberes y conocimientos que se requieren para satisfacer las necesidades individuales y colectivas. Hoy son fundamentales, tanto los espacios, como los encuentros dialógicos para afrontar viejos y nuevos desafíos. Una propuesta de acción sociocultural en la biblioteca tiene que intencionarse a promover y desarrollar nichos, espacios, encuentros de libertad creativa, donde se estimule la superación de la desconfianza, del miedo al error y a la incertidumbre que ofrecen las aventuras culturales responsables. Las propuestas socioculturales que se desarrollen en la biblioteca tienen, entonces, que configurarse en diálogos y negociaciones culturales generadoras de ideas, lenguajes, emociones y 2 La frase reúne y contiene ideas de Paulo Freire expresadas en múltiples ocasiones y textos. acciones que posibiliten ir más allá del gusto mediocre de la repetición, de la inercia y la rutina. Sólo es posible recuperar, deconstruir y recrear saberes y conocimientos en las bibliotecas públicas, si sus agentes culturales, directivas y administrativos optan por la construcción y consolidación de culturas y sujetos democráticos. Si esto es lo que buscan, entonces necesitan asumir el desafío estratégica y creativamente, reconociendo que más allá de los estándares, los formatos y las normas ISO, es posible cambiar; porque para ser creativos es necesario reconocer la condición de cambio en lo personal, grupal e institucional. Para finalizar, no podemos olvidarnos de la esperanza, como un elemento esencial en los proyectos socioculturales que la biblioteca emprende. Estos pueden responder a todos los parámetros, y estar fundamentados en las últimas teorías de la promoción de la lectura y de la gestión cultural, pero su éxito no va a ser posible si los involucrados carecen de esperanza. Estos proyectos se ponen en marcha si hay deseo, si se comparten sueños, si se construyen creativamente acuerdos y estrategias. Se necesitan sueños sin limitaciones sobre la biblioteca y sobre lo que ésta quiere llevar a la práctica. Sin esperanzas, sin deseos, sin sueños, sin creer en posibilidades de cambio, ninguna propuesta sociocultural, ninguna práctica en nuestras vidas, puede ser creativa y tener éxito. Adenda: El mundo y la conciencia, juntos, se constituyen dialécticamente en un mismo movimiento, en una misma historia {…}. La conciencia emerge del mundo vivido, lo objetiva, lo problematiza, lo comprende como proyecto humano {…} Todos juntos, en círculo, y en colaboración reelaboramos el mundo (Freire, 2005). Medellín, Octubre, 2014. Referencias bibliográficas: COSTA, XAVIER (2006) Sociología del conocimiento y de la cultura. Tradiciones en la teoría social. Valencia: Tirant lo Blanch FALS BORDA, O (1992) Ponencia "Perspectivas Metodológicas en la Política Social". Universidad Internacional Menéndez, Pelayo. Valencia 28 septiembre-2 de octubre 1992. FREIRE PAULO (1970) Pedagogía del oprimido. México: SigloXXI GHISO ALFREDO (2010) La investigación dialógica. Resistencia al pensamiento único. En: Sujetos políticos y acción comunitaria. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana. (2014) Nuevos campos de actuación del educador social. Recuperar, deconstruir y recrear saberes a partir del diálogo. (Sin publicar) GUTIÉRREZ FRANCISCO, PRIETO DANIEL (1999) La mediación pedagógica. 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