EXPOSICIÓN-MANIFESTACIÓN-DEMOSTRACIÓN Antes de

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Well, the first days are the hardest days,
Don't you worry any more.
'Cause when life looks like Easy Street,
There is danger at your door.
--The Grateful Dead, Uncle John's Band
EXPOSICIÓN-MANIFESTACIÓN-DEMOSTRACIÓN
Antes de titularse “A la Comunidad Futura”, la exposición se titulaba Manifestación.
Ambos tienen el mismo sentido: quieren hacer explicito el compromiso de Jesús Palomino
con el espectador-ciudadano, dejar constancia desde el principio que su actividad artística
también es política. Si acaso, el título definitivo es más directo y no quiere agotarse en la
exposición. Más allá de la manifestación, del manifiesto personal y ocasional, la exposición
quiere crecer en la conciencia ciudadana y ser un instrumento útil para el mejor desarrollo
futuro de la comunidad. Pero para entender mejor esto, quizás sea conveniente detenerse en
el primer titulo de la exposición y en el origen de la misma, en las fotografías de las
manifestaciones que ilustran este catálogo.
Exposición y manifestación son dos palabras que tienen un innegable aire de familia, casi
sinónimas según qué ámbitos, pero la redundancia me parece importante. Sin recurrir a
complicadas etimologías, Exposición es sacar a la luz, dar a conocer, también es el
planteamiento de algo, la primera parte del drama donde se presenta el asunto y se enuncia
la situación. Manifestación es poner las cosas claras, hacer explicito algo con cierta
intensidad, ofrecer un testimonio. En este sentido supone un avance en ese drama o, al
menos, queda clara la posición desde donde lo expuesto se expone. Así, el manifiesto es la
consecuencia de la manifestación. Naturalmente, manifestación también es la concurrencia
de un elevado número de personas en un espacio público que reclaman algo o expresan una
protesta común sobre un hecho o situación determinada. Esta última acepción se traduce en
inglés por Demostration, que es el título genérico de las fotografías de Jesús Palomino.
Jugando con los idiomas, la exposición sería la demostración de la manifestación. Más que
una argumentación lógica quizás sólo sea necesaria.
Las fotos de la exposición de Jesús Palomino son de tres manifestaciones públicas en
Londres, Nueva York y Hong Kong. En principio, nada parece significativo en ninguna de
ellas. La manifestación es un derecho reconocido de los ciudadanos en los regimenes
democráticos. Estamos muy acostumbrados a ellas, las respetamos desde cierto
descreimiento y hasta con la sospecha de que la liberalidad del régimen las permite e incluso
fomenta como estrategia propagandística de sus bondades. En cualquier caso, son de las
pocas actividades en las que el ciudadano puede participar conscientemente en el desarrollo
de la vida pública.
Estas de las fotos, como digo, apenas parecen significativas y hasta pudieran parecer una
ocurrencia gratuita o quizás un acto de apropiación de la participación ciudadana en la vida
pública como objeto artístico o, mas bien como hecho de consideración artística, un poco
como Marcel Duchamp elegía objetos cotidianos y al contextualizarlos dentro del marco del
arte los convertía en hechos artísticos. Si tuviera que elegir uno de sus ready made para
compararlos con las fotos de las manifestaciones me fijaría en el que tituló “A bruit
secret” (un ruido secreto), un ready made construido de 1916, un año antes de la famosa
fuente. “A bruit secret” es una bobina de cuerda aprisionada entre dos planchas de metal.
En el interior de la bobina, un objeto indeterminado (hay muchas especulaciones sobre lo
que hay encerrado) produce sonidos al ser agitada la pieza.
Hay algo en las fotos de las manifestaciones de ruido secreto, de rumor lejano, que nos
obliga a buscar algo, cualquier cosa, en las fotos. Empezamos por clasificarlas o
distinguirlas. La primera distinción es obvia: son tres manifestaciones distintas y la causa
que las provoca son muy diferentes. La más antigua parece ser la de Londres. En ella un
nutrido grupo de personas que podemos identificar por sus vestimentas y pancartas como
practicantes del credo islámico, reivindican la figura Mahoma. Alguna pancarta nos hace
ver que la manifestación está provocada por la utilización de la figura del profeta como
personaje cómico en un periódico danés el 30 de septiembre de 2005. Las otras dos son
más difíciles de fechar. La de Nueva York es en contra de la participación norteamericana
en la guerra de Iraq. La guerra empezó en marzo de 2003 y todavía continua la invasión del
país asiático. Pero la manifestación es bastante posterior, la apelación al elevado número de
muertos así parece indicarlo, puede ser en 2006 o 2007. La tercera manifestación es la de
Hong Kong y parece la más reciente por las alusiones que se hacen a las próximas
olimpiadas en Beijín. En ella, los manifestantes protestan contra la persecución que el
gobierno chino hace de los miembros de Falun Gong, practicantes de un tipo de meditación
considerada incorrecta por la autoridad. Esta persecución está denunciada entre otros
organismos por Amnistía Internacional.
Pero el ruido secreto, el rumor lejano persiste y el recuerdo de Blow Up de Antonioni nos
hace seguir mirando las fotos. La discreta presencia policial en cada una de ellas no nos
llama la atención, es parte consabida de la representación de la manifestación. Puede ser
casualidad, pero las tres manifestaciones discurren por lugares relacionados con el arte o
con manifestaciones artísticas. La de Londres pasa delante de la Burlington House, en
Picadilly, sede de la Royal Academia of Art, donde se exhibe en ese momento una
exposición sobre China titulada “The three emperors” (1662-1795) La de Nueva York pasa
delante del Grace Building, en el 1114 de la Avenue of the Americas. En ese edificio tiene
su sede la escuela del Internacional Centre of Photography (ICP), mientras el museo de la
esa institución está un poco más arriba, en el 1133 de la misma avenida. La de Hong Kong
también pasa frente a un rascacielos, el número 100 de la Queen Road Central. Allí se
anuncia una próxima exposición sobre relojes orientales con el título “Watching over every
precious moment”. Como digo, puede ser casualidad, pero podemos imaginarnos a un
artista entretenido en cualquier ocupación profesional y que se encuentra de repente con una
manifestación discurriendo por la calle. No sabe muy bien qué pasa pero la manifestación le
llama la atención y empieza a tirar fotos, a participar de alguna manera en la misma. La
primera ocasión puede ser casualidad, una simple conmoción que no sabe bien donde
podría llegar y qué podría desencadenar. Un grupo de personas ejerciendo su derecho a
manifestarse en el espacio público. Las fotos no tienen pretensiones “artísticas”
tradicionales ni tan siquiera documentales al uso, si acaso una especie de registro privado
como de anotación en un diario personal. Aunque el artista se mueve un poco para tomar
varias perspectivas de la manifestación, es un elemento parado frente a la misma y cuando
pasa el grupo, queda de nuevo solo, está otra vez perdido en la gran ciudad porque el lugar
especifico que la manifestación creaba ha cesado de funcionar, todo vuelve a la normal
anormalidad urbana. Pero de alguna manera el interés o curiosidad inicial creció, el ruido
lejano y sordo empezó a hacerse audible y convertirse en instrumento de actuación, de
ponerse en marcha.
Extrañado y excitado, la idea de la manifestación como posibilidad artística nace. Delante de
la siguiente ya no hay dudas y puede que hasta fuera buscada: es la manifestación en Nueva
York contra la participación de Estados Unidos en la guerra de Iraq. Ya la manifestación no
es algo extraño y, cuando hace las fotos, Jesús Palomino está participando de la misma y
pensando en su posible tratamiento posterior. La tercera manifestación en Hong Kong abre
el abanico geográfico y temático de la defensa de los derechos y libertades. Ahora ya el
proyecto empieza a definirse a partir del espacio público, la reivindicación de los derechos
humanos y la participación ciudadana en la vida política. Una comunicación del artista el 19
de diciembre de 2007 vía email desde Hong Kong confirma el interés ya explicito de las
manifestaciones para su exposición:
Mañana mismo voy a intentar fotografiar otra "MANIFESTACION". Es en
Victory Park en la Isla de Hong Kong. Los fines de semana todas las sirvientas del
hogar (en su mayoría mujeres filipinas e indonesias) van a pasar su tarde al parque.
La acumulación de mujeres sentadas conversando y comiendo, hablando por sus
móviles o simplemente durmiendo, no deja indiferente al paseante casual. Porque lo
que ocurre cada fin de semana es, simple y abiertamente, una manifestación de
presencia. No hay slogans ni reivindicaciones. Solo se reúnen para compartir su
tiempo libre todas a la vez y al mismo tiempo. Allí, en presencia de estas mujeres se
puede entender fácilmente por qué en el argot teatral al público se le
llama también "EL RESPETABLE". Allí donde hay un grupo de personas,
numeroso o no, convocados física y temporalmente para compartir una idea de
reunión, ahí se genera una vivencia colectiva y publica nueva. Una actualización de
las respetables posibilidades, explícitas o no, de lo político.
Otro dato importante, que puede pasar desapercibido hoy día, es que las manifestaciones
ocurren en lugares muy distantes entre sí, en tres continentes diferentes. En todas partes
cuecen habas y se vulneran los derechos humanos. También hablan de la movilidad y los
desplazamientos del artista. Seguir la obra de Jesús Palomino no es fácil por la diversidad
de sitios en los que ha trabajado en los últimos años, pero además de poder consultar su
página web ( HYPERLINK "http://www.jesuspalomino.com" www.jesuspalomino.com)
también contamos con el catálogo sobre sus obras recientes que el propio artista ha editado
(1). Toda la información ahí contenida y el conocimiento directo de algunas de sus
instalaciones nos habla no de un nómada ensimismado, sino de un observador atento a los
grandes conflictos pero también, y muy especialmente, a las cuestiones locales, o por lo
menos, de cómo se perciben en ámbitos muy concretos, las grandes cuestiones políticas y
sociales. En este sentido, el fijarse en las manifestaciones, en actividades que no son
específicamente artísticas, indican significativamente su modo de proceder, de utilizar algo
que está en el ambiente, como las palabras que se vocean al aire mientras se produce la
marcha, para activar la conciencia reflexiva del ciudadano.
Todas las palabras de las manifestaciones se contienen de alguna manera en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU en 1948 que Jesús Palomino
usa en esta exposición y el andar, el estar en marcha, es una metáfora de activación de la
conciencia que algunos artistas han utilizado de muy diversas maneras. Me acuerdo de los
movimientos de Bruce Nauman por su estudio, de las caminatas de Richard Long por
parajes naturales o del recorrer la muralla china de Marina Abramovic y Ulai. También de
las actividades de Allan Kaprow en las que no sugieren aparentemente ningún contacto con
lo que entendemos como arte, sino una forma de activar la conciencia física de uno mismo y
las implicaciones de todo tipo que esto supone. Una de ellas, titulada “Tail wagging dog”
consistió en pasear por las colinas cercanas a Del Mar (California) mientras el músico JeanCharles Francois perseguía su sombra. Cuando el perseguidor, por los cambios de
dirección o los accidentes del terreno, perdía la sombra del conductor, golpeaba dos piedras
que llevaba en las manos y el perseguidor se convertía en conductor. Tail wagging the dog
(literalmente, la cola mueve al perro, en vez de el perro mueve la cola) también es una frase
hecha en inglés que quiere decir más o menos que se está confundiendo el objetivo
principal por el protagonismo adquirido de algo menos significativo. Algo así, aunque no
exactamente, como nuestro empezar la casa por el tejado o el árbol no deja ver el bosque.
Llegados a este punto, la mejor manera de abordar las intenciones de la propuesta de Jesús
Palomino es dirigirnos directamente al artista y mantener una conversación en la que aclare
sus intereses y, como en la actividad de Allan Kaprow, ponga en marcha nuestras
conciencias desde la experiencia física de su exposición en el Espacio Iniciarte.
CONVERSACIÓN
En las manifestaciones que has fotografiado en estos últimos años hay una deliberada
fusión de arte y vida o, al menos, de aspectos sociales y políticos de la vida en el arte. De
hecho, tus fotografías pueden considerarse documentales o testimoniales, ¿es en este
terreno de fronteras borrosas o diluidas donde tus propuestas empiezan a tomar sentido?
Las fotografías de manifestaciones que presento fueron tomadas por mí en Londres,
Hong Kong y Nueva York con la simple intención de recoger el acontecimiento.
Digamos que, casualmente, topé con ellas. Cuando las tomé no las consideré posible
material para una exposición.
Unas cuantas miles de personas atravesando el centro de la isla de Manhattan
contra la invasión de Irak. Unas dos mil personas en Hong Kong criticando clara y
abiertamente al Partido Comunista Chino por sus abusos y represión política.
Cientos de miles de ciudadanos británicos musulmanes marchando por el centro de
Londres pidiendo abrir un debate social democrático sobre convivencia entre
culturas y religiones.
Curiosamente, lo que experimenté siendo espectador y participante en las tres
manifestaciones fue bastante parecido: en primer lugar, alegría, y en segundo, alivio.
Los tres eventos, organizados por minorías, criticaban posiciones de poder mediático
y político mayoritarias. Me sentí aliviado al ver a personas humanas reales
expresando su no conformidad. La intensidad del ambiente en las
tres manifestaciones fue alta, obviamente debido a la emergencia de los temas. Las
manifestaciones rompían el ritmo habitual de la ciudad dejando las calles, por
algunas horas, sólo para los ciudadanos y sus reivindicaciones.
El valor que yo le otorgo a estas imágenes es el de documento. El valor de haber sido
testigo y poder mostrarlas ahora a otras personas. Para mí, bien podrían ser la
simple constatación de que la Historia, contrariamente a lo que muchas personas de
manera pasiva mantienen, la hacen personas reales, en muchas ocasiones
anónimas, en situaciones cotidianas muy alejadas del más mínimo heroísmo. Sentí
que estas imágenes podrían ser una buena manera de transmitir estas
ideas: ciudadanos marchando pacíficamente, reivindicando democráticamente lo
que consideran justo, demostrando su no conformidad a pesar de todo.
La política, la actuación política, ocurre casi por definición en el espacio público. En mi
opinión este espacio está bastante degradado por el uso que hacen del mismo ciertos
poderes que también se autodenominan públicos. ¿Cómo enfrenta un artista de ahora su
actividad en este espacio? ¿Es posible intervenir significativamente en el espacio público?
Bueno, esta pregunta va directamente al centro del problema. En tu enunciado, veo
que determinas ya los ingredientes y los márgenes que ponen en juego el
intercambio político, tal y cómo lo conocemos actualmente: la esfera pública, la
acción política, el abuso de algunos poderes y la posibilidad de contestar a esos
mismos poderes dentro del juego democrático aceptado.
Efectivamente son estos los márgenes en los que se mueve mi trabajo.
Las imágenes de las manifestaciones sintetizan bien mis intereses. Las fotos
muestran a personas que se niegan democráticamente a aceptar abuso y
manipulación. A su vez, estas personas proponen otra manera de hacer y entender
la política en sus respectivos países y comunidades. Es a este tipo de gestos
cotidianos de acción política y no especialmente heroicos a los que intento dar
espacio con mi exposición. Creo que, insospechadamente, poseen un gran valor
transformador.
¿Cómo afronto yo personalmente trabajar en este ámbito? Bueno, en primer lugar
intento con toda mis capacidades hacer una buena exposición. Intento no ser
manipulado por intereses ajenos a mi trabajo. Creo, en la medida de lo posible, un
ambiente de diálogo y colaboración entre la galería o la institución que me invite a
trabajar. Procuro ser claro en mis condiciones de trabajo y hacerlas cumplir a la
parte contratante. Con todas las posibilidades a mi alcance, explico al posible
público las intenciones de mi práctica. Finalmente, aprendo y disfruto de la
experiencia. Es de esta manera como pretendo que se lleven a cabo mis proyectos. No
siempre se consigue sin fricciones o dificultades aunque en muchas ocasiones
funciona.
El trabajo de los artistas suele mostrarse en lugares privilegiados a los que suelen acudir un
público reducido y especializado. ¿Qué problemas te plantea conciliar esta realidad con tus
propuestas?
Las galerías, museos, publicaciones, convocatorias de arte de todo tipo forman
actualmente parte natural de nuestro paisaje social. Por fortuna, la vida cultural en
España y fuera de ella se ha visto ampliada y vigorizada. Esto sólo puede tener un
efecto positivo en la vida política de los ciudadanos. Con esto no quiero adoptar una
postura pasiva o acomodaticia y olvidar el ejercicio de la crítica de políticas culturales
públicas o privadas.
La endogamia profesional dentro de los circuitos artísticos, la carencia de interés por
parte de los gestores culturales de explicar, acercar y compartir la experiencia
artística, el marcado carácter elitista de algunas convocatorias, la
hipermercantilización de los objetos de arte, la falta de conocimiento de parte del
público asistente a las convocatorias pueden verse como obvios problemas para
realmente conseguir una mayor participación democrática ciudadana.
De todas maneras, no veo como problema que a mis propuestas artísticas acuda un
público interesado y conocedor, aunque reducido, como tú apuntas. El verdadero
problema sería lo contrario: ningún público, ignorante y desinteresado.
Pero volvamos a lo realmente importante: los artistas tenemos gran parte de
responsabilidad en que, estas cuestiones que pueden verse como barreras, no
impidan la consciente y significativa acción de nuestra práctica. Habrá de negociarse
continuamente con las otras partes. ¿Quién serán nuestros interlocutores y socios de
empresa? Sencillamente, las galerías, los museos, las publicaciones, las fundaciones,
etc.
Podríamos considerar al circuito artístico como inalterable en sus relaciones de poder
e intereses. Yo, simplemente, no creo que sea así. Si pensamos en la historia como
un proceso secular resultado de la acción de hombres reales, no veo por qué, a pesar
de la obvia resistencia de algunos poderes, no podrían ser modificadas para mejor
ciertas prácticas. El circuito está creado, mantenido, alimentado y movido por
personas reales a las que se puede hablar, negociar, criticar o desestimar. Es de esta
práctica de la que puede derivarse una nueva situación, un cambio de ambiente, un
espacio más significativo.
Me parece acertado abandonar el fatalismo de la institución arte como algo inamovible. Tus
obras y actuaciones tienden a tensar esa negociación y abrir grietas en el muro institucional
que rodea al arte y algo, tan inmediato como la difusión de eslóganes en posters, puede
adquirir un alcance mayor. La propuesta de ayuno real y mediático durante un día en tu
exposición “Contra la Desgana” en 2006 en la galería Helga de Alvear puede parecer
ingenua pero no deja de reconocer algunos síntomas: las necesidades cubiertas nos
paralizan y la hiperinformación nos desconcierta, nos impide pensar por nuestra cuenta.
También las emisiones de radio aspiran a abrir el campo del debate e involucrar a cuanta
más gente mejor. Es decir, con tus proyectos intentas no sólo plantear cuestiones plásticas,
sino también ofrecer herramientas críticas que, por muy precarias que parezcan, puedan
ayudar a mejorar la convivencia. ¿De qué manera se realiza ese proceso en el que la crítica
se acompaña de la promoción de valores éticos necesarios para mejorar la situación? ¿Crees
que esta debe ser una de las tareas del artista?
Bueno, veo natural reflexionar, buscar soluciones y actuar coherentemente cuando
detecto en mi entorno problemas importantes y urgentes no resueltos. Cuando estos
conflictos son de carácter político más nos valdría prestarles plena atención porque
la dejación, el abandono o la falta de reflexión sólo pueden acarrearnos
consecuencias negativas a todos sin exclusión.
Temas tan importantes como la justicia social, la participación democrática o la ética
política dependen casi exclusivamente de nuestro capacidad responsable para
actualizar sus significados en nuestras prácticas sociales.
Por lo general, cuando proyecto alguna acción que tematiza directamente sobre
algún aspecto político, lo hago con la simple y sana intención de proponer, desde la
reflexión, una solución posible.
No concibo mis acciones como activismo político. Creo más adecuado, considerarlas
activadoras de reflexión, llamadas de atención, advertencias. En mis instalaciones
utilizo cierta “estética del activismo” (pancartas, panfletos, posters, slogans, etc.), no
porque me identifique con ella sino porque funciona bien como estrategia plástica.
En muchas ocasiones, con la intención última de mover a la reflexión, un buen chiste
sirve. Esa fue la intención cuando en mi obra "CONTRA LA DESGANA" (Galería
Helga de Alvear. Madrid, Enero 2006) propuse un día de ayuno mediático y
alimenticio. Por supuesto que no esperaba a nadie siguiendo la jornada de ayuno.
Fue mi lógica respuesta a la reflexión: la mejor manera de contrarrestar la desgana
es haciendo ganas. Bien concluyes tú en tu enunciado que el hiperconsumo nos aloja
en la atrofia ética y política.
Aparte de mí, sólo tengo constancia de otra persona más siguiendo la jornada de
ayuno. No esperaba otra cosa tratándose de una propuesta poco habitual, aunque
plena de sentido, presentada en el ámbito de una galería comercial.
Jean Renoir declaraba en alguna parte, creo que a propósito de su película “La gran ilusión”
sobre la 1ª Guerra Mundial, que el soldado francés que combatía en las trincheras frente al
soldado alemán se encontraba más cerca de éste que de sus mandos superiores, los cuales,
desde los despachos, decidían sus destinos en el frente. Toda tu obra, desde los inicios me
parece muy asociada a la idea del hogar y el ámbito donde el individuo desarrolla su vida.
De forma progresiva y natural en tu trayectoria este campo se ha ido ampliando, desde lo
privado de las muy primeras exposiciones a lo público de las recientes. Hoy día, siguen
muy vigentes modelos sociales que priman, por encima de cualquier otra consideración, la
competitividad y el individualismo extremo ¿Crees que se puede fomentar desde la práctica
artística una reflexión crítica que cuestiones estos modelos?
No creo que sea fácil responder a una cuestión tan compleja. Entiendo que una
sociedad que pueda propiciar una reflexión democrática genuina sería el mejor
antídoto contra modelos sociales asfixiantes y abusivos o contra políticas culturales
manipuladas o carentes de significación humana.
Obviamente, la realidad no se presenta de manera tan simplificada ante nuestros
ojos. La aceptación de ciertos modelos sociales basados exclusivamente en el éxito
personal a toda costa puede desatender y desplazar aspectos éticos, humanos y
políticos importantes. Este modelo hipercompetitivo e hiperindividualista al que
haces referencia no es más que un reflejo de los márgenes económicos en los que, por
desgracia a veces, tenemos que desenvolvernos. Tampoco es raro ver, y esto es
ciertamente muy peligroso, cómo estos modelos son irreflexivamente aceptados y
alentados por el propio sistema educativo. El circuito profesional del arte y la
propia industria de la gestión cultural tampoco escapa a estas circunstancias.
De todas maneras tu pregunta sigue siendo compleja e inabarcable. Difícil.
Las fórmulas mágicas definitivas en política cultural fueron abandonadas hace ya
algún tiempo por la democracias maduras. Creo que una posibilidad bastante
realista sería detectar las experiencias de gestión que hayan resultado positivas y
significativas en museos, galerías e instituciones culturales e intentar prestarles seria
atención con la idea de aprender de ellas. Estudiar las razones de su éxito, sus
medios para acercar la producción cultural a los ciudadanos, su capacidad para
generar disfrute e interés por la cultura, etc. No se me ocurre nada mejor.
Toda obra de arte se completa cuando el público la recibe, pero creo que en tus obras ese
espacio para la recepción está bastante más demandado que en las de otros muchos artistas.
¿Podrías contarnos alguna experiencia donde el proyecto haya crecido después de su
instalación y exhibición?
Los proyectos, en los que con mayor claridad la experiencia se va conformando y
ampliando incluso posteriormente a su presentación, son las emisiones de radio.
Estos proyectos consistieron en actuaciones en el espacio del museo (habitualmente
una instalación) acompañados de una segunda experiencia de colaboración en forma
de programas de radio que podía extenderse de uno a dos meses.
En estos programas participaron voluntariamente muchas personas que, atraídas
por la propuesta, se sumaron a la experiencia de diálogo abierto e intercambio
mediático que supone la radio. Los temas abordados en las diferentes emisiones
eran variados: política cultural, salud mental, asistencia a menores, relaciones con el
mundo islámico, inmigración ilegal, violencia de género, etc. Previamente a las
emisiones, me ocupé personalmente de organizar los programas, trabajar con los
colaboradores en la elaboración de los guiones y convocar a los diferentes invitados.
Los colaboradores eran jóvenes estudiantes de periodismo o de arte. Por lo general
las emisiones salieron bien, a pesar de la falta de experiencia en el medio, tanto mía
como de los participantes. Las emisoras eran por lo general radios comunitarias no
comerciales (Valladolid y Vejer de la Frontera) y bastante profesional, en el caso de
las emisiones realizadas en Ondajerez de Jerez de la Frontera, Cádiz.
Cuando trabajo en proyectos con radio toda mi energía está puesta en organizar,
apoyar e incentivar a los colaboradores. Preparar los guiones, convocar a los
entrevistados y coordinar el encuentro entre los profesionales de la emisora y los
jóvenes voluntarios es básicamente mi acción. Posteriormente, en la realización
concreta de los programas me gusta pasar a un segundo plano. En algunos casos, yo
ni si quiera estoy físicamente presente en el momento de la emisión de los programas.
El proyecto pasa a manos de las personas que lo han organizado. Son los jóvenes
periodistas o los jóvenes artistas los que toman el protagonismo y llevan a cabo la
experiencia.
También claramente algunas ediciones de posters editados por mí se van ampliando
y articulando sin total control por mi parte. Nunca sé a dónde finalmente van a
parar estos eslóganes impresos. Aunque sí sé que los espectadores los han cogido de
la sala de exposiciones y, en cierta manera, leído y distribuido.
Pasando ahora a la exposición de Santa Lucía, me gustaría empezar por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Si tu obra pretender hablar de alguna manera de
derechos humanos parece evidente que lo mejor es ir a uno de los textos fundamentales de
los mismos, aunque sea, me parece, bastante desconocido o, por lo menos, olvidado,
cuando es un documento extraordinario en todos los sentidos, incluso en su redacción.
¿Cuál es tu relación con la declaración de los derechos humanos y cómo te decides a
utilizarla?
Bueno, la relación que tengo básicamente con la Declaración Universal de los
Derechos Humanos es política. Los llevo en mi cartera. Viajo siempre a todas partes
con esa pequeña declaración en mi bolsillo. Me gusta leerlos de vez en cuando,
posiblemente para activar mi conciencia.
Propuse hacer este mismo proyecto en ShenZhen, China, el pasado año 2007. La
Fundación que me invitó a trabajar allí vió serios problemas en el proyecto. Me
comentó el director de dicha Fundación que los Derechos Humanos eran un tema
"políticamente sensible". Que tendría problemas con la policía si intentaba llevar a
cab o la acción en las calles . Y q u e p rob ab lemen te él, a p es ar d e
ser alguien importante dentro del Ministerio de Cultura en Pekín, también tendría
problemas. Obviamente abandoné el proyecto.
Cada vez que leo esta Declaración promulgada por Naciones Unidas en 1.948 y
hoy, aceptada por la caso totalidad de los países del mundo, pienso en la cantidad
de sufrimiento y crueldad que hay en la historia del ser humano. La propia
Declaración es una lección de historia en sí. Me emociona pensar en ella como uno de
los textos políticos modernos más importantes. No es concebible hoy día una acción
política democrática y de justicia que no esté basada en estos Derechos.
Me alegra poder llevar a cabo este proyecto ahora en Sevilla. Aquí no creo que nadie
se escandalice al leerlos.
La distribución de los posters con la declaración de los derechos humanos en la sala de arte
ya cumple con una función informativa y hasta formativa, pero además está prevista su
distribución en varios institutos de la ciudad. Este es un gesto simbólico, quizás pequeño
pero de alguna manera ejemplar. ¿Cómo piensas realizar esta actividad que sin duda lleva
un gasto de energía considerable y que, aunque forme parte de la exposición, no podrá
verse en la Sala Iniciarte?
Bueno, tampoco es tan agotador como sugieres. Es cuestión de cinco días. A día por
Instituto de bachillerato.
Sí, la idea es realizar una distribución de esta información en cinco centros de
enseñanza de Sevilla de diferentes zonas de la ciudad. Hacer una pequeña
presentación de los Derechos y de su historia e intentar que el máximo número de
jóvenes estudiantes convocados tengan la oportunidad de leer la Declaración. Es una
acción simple.
10.000 carteles son muchos. No creo que haya tanto público en la Sala de Iniciarte
como para agotar la tirada. Tampoco quiero que queden posters sin distribución.
Así que iremos a los institutos a repartir información. Posteriormente, si alguno de
los estudiantes se siente interesado por el proyecto está más que invitado a la
exposición en la sala.
Si alguno de esos alumnos va a la sala Iniciarte se encontrará dentro con un cercado de valla
metálica de bastante altura que ocupa casi toda la nave central de la antigua iglesia y parte de
las laterales, dejando un espacio relativamente pequeño alrededor para poner circular
entorno a ese espacio cerrado. Una versión de la misma pieza la instalaste en China, ¿qué
diferencias encuentras en instalar una obra de este tipo en lugares tan diferentes como China
y Sevilla?
Cuando propuse hacer el proyecto sobre los Derechos Humanos en China y fue
denegado, mi comentario en todo momento era el mismo: este proyecto no está
exclusivamente pensado para China y su situación política. El proyecto tiene sentido
en cualquier país o lugar ya que atañe a todos trabajar en la mayor presencia y
ejercicio de los Derechos.
Volver a cerrar el espacio con una valla metálica e iluminarla con focos de luz verde
igualmente tiene sentido. No es repetir la misma acción. Es usar los mismos
elementos en un nuevo lugar con nuevas condiciones, posiblemente nuevas
implicaciones y lecturas. La diferencia más clara es que en China no pude presentar
la edición de los Derechos Humanos como parte de la instalación ya que fue
imposible por cuestiones de carácter político .
Para mí lo realmente interesante es primar la experiencia de tridimensionalidad que
se puede lograr cerrando el espacio de la manera que lo hago. Conectar esa
experiencia a la reflexión sobre el espacio público, la vida política y de los Derechos.
Esta es mi intención.
Recuerdo otra obra tuya donde utilizaste este tipo de vallas. En la instalación de 2003 en la
sala Imagen de Sevilla, titulada “Abajo, sin noticias del otro lado, sin voz”, también usabas
una valla metálica, pero allí tenía casi un sentido urbanístico, de señalización de frontera
entre la ciudad y sus límites periféricos. Ahora, creo que las interpretaciones pueden ser
más complejas. ¿Qué sentido tiene para ti que aquí la valla delimite un espacio cerrado?
Bueno, tu pregunta habla de la complejidad que la confrontación con el objeto de
arte y su experiencia supone. Imagino que todas las posibles lecturas que apuntas se
darán en la mente de los espectadores. Mi intención no es provocar una lectura
unilineal dictada por mí y mis intereses. Más bien lo contrario. El espectador visitará
la exposición en la que los diferentes ingredientes (instalación, posters, fotografías,
texto en el catálogo, comentarios, etc.) configurarán una experiencia y aportarán
información suficiente como para poner en marcha un posible proceso de reflexión.
Sorpresa, interés, indiferencia, rechazo, y hasta por qué no decirlo, indignación
podrán darse. ¿Quién puede controlar eso?
Bueno, imagino que hago lo que hago, no para ser fácilmente aceptado, sino para
poner en marcha estos procesos humanos de transmisión y confrontación que son
propios en la experiencia artística. La univocidad es una posibilidad pero no la
única. Lo extremo, la ambigüedad, el cúmulo de lecturas, etc. pueden darse y
configurar la experiencia. Bueno, digamos que, por lo general, es así como ocurre.
Quizás también las fotografías de las manifestaciones y los posters de la Declaración de los
Derechos Humanos sean indicativos del sentido no sólo del recinto vallado sino de toda la
exposición. Están, sin duda, pensadas para provocar la reflexión del espectador.
Lo que hago básicamente es presentar en el ámbito del circuito artístico profesional
mis intereses que por lo general tienen que ver, aunque no siempre, con cuestiones
políticas.
No puedo dirigir las lecturas. No puedo crear una lectura única de la experiencia del
espectador. En todo caso puedo dar claves, información de mis intenciones, explicar
y mostrar hacia dónde se dirigen mis intereses. Será a partir de esto que el
espectador podrá sacar sus propias conclusiones. La experiencia artística que yo
planteo no se diferencia mucho básicamente de cualquier otra. Si el espectador la
confronta sin ánimo crítico posiblemente no pueda sacar nada en claro. En cambio,
si la experiencia plástica y espacial que la instalación propone despierta el interés y la
curiosidad (y para esto está pensada), pondrá a los espectadores en una mejor
disposición para una reflexión positiva y enriquecedora.
Si no te importa, me gustaría incidir un poco más en esa relación entre experiencia y lugar.
Estamos en febrero de 2008 en Sevilla, hablando de una exposición que se mostrará en
mayo en el espacio Iniciarte, en la antigua iglesia de Santa Lucia. Este es un espacio que
pretendes alterar con tu intervención para hacerlo más explícito y provocar una experiencia
física que después podrá ser también estética, ética y hasta política. ¿Es esta experiencia del
espectador la que buscas más que la adecuación de una obra al espacio dado, un lugar
dentro de otro lugar?
Todos los ingredientes de la exposición son importantes para la experiencia: espacio,
posters, fotos, textos, etc. Al cerrar el espacio ocurre que "el espacio aparece". La
valla impone un límite físico pero no visual. El espacio de la sala ocupado por luz
verde es seccionado por el límite físico que supone la valla. Los espectadores se ven
limitados en su tránsito. El espacio que habitualmente debería ser ocupado por ellos
ahora permanece cerrado y sólo visualmente accesible.
La presencia del límite físico, que es la valla metálica resaltada por la iluminación
verde, podría tener, en una primera mirada, una lectura negativa, alarmante,
agresiva. He de asumir ese riesgo porque el efecto final buscado es "hacer aparecer el
espacio". Sería como el efecto de un diagnóstico de enfermedad grave en la vida de
una persona. En principio devastador. Quizás después revelador del gran valor y el
amor que tenemos por nuestra existencia humana.
Pretendo hacer aparecer el espacio cerrándolo, negándolo a los espectadores. Espero
que la tensión de la experiencia espacial ponga en marcha el proceso de curiosidad y
cuestionamiento. También podría ser una analogía de lo que supondría habitar un
espacio público carente de derechos. Como dice Hannah Arendt: " El espacio
público no funciona con profecías sino con advertencias."
La obra no construye un lugar o, como tú apuntas, otro lugar dentro del lugar. La
instalación intenta evidenciar, hacer más patente y obvio el espacio a partir de una
limitación. Intenta desvelar la tridimensionalidad en la que nos desenvolvemos, que
es física pero también social.
Los otros ingredientes de lectura que acompaña al espacio cerrado son el texto de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y las fotografías de las
manifestaciones. Imagino que es desde este lugar de reflexión política y humana que
debe ser leída la instalación.
José Yñiguez, Sevilla, febrero 2008
(1)Jesús Palomino (2004-2006) “Filtros, Carteles Informativos & Emisiones de Radio”. El
catálogo editado con la ayuda de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en junio
de 2007 es un detenido repaso de las obras y proyectos de Jesús Palomino en los últimos
años. Además de numerosas ilustraciones, cuenta con textos de Armando Montesinos, Rosa
Palomino, Charles Cintron y una conversación de Jorge Casanova con el artista.
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