La formación de la colección de moneda romana de la Real

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ADELA CEPAS1
La formación de la colección de moneda romana de la
Real Academia de la Historia en el siglo XVIII
Desde la fundación de la Real Academia de la Historia
en 1735 hasta hoy, la formación de una colección de
monedas y medallas y su adecuada ordenación, estudio
y catalogación ha sido una constante en esta institución, a pesar de las diversas vicisitudes ocurridas a lo
largo de más de dos siglos de historia. Esta constante
preocupación se refleja en la creación del cargo y oficio de Anticuario, en 1763, así como en la delimitación de las funciones de dicho cargo, bien definidas
desde 1792; en ellas se hace constar que “al Anticuario
corresponderá custodiar (...) el Gabinete de medallas y
Antigüedades, formando sus series y catálogos, e informar sobre el
merito y precio de los monumentos que se remitan a la Academia,
la cual no resolverá en ciertos asuntos sin oír antes su dictamen”2.
El objetivo de esta comunicación es dar a conocer la
formación de la colección de moneda romana de la
Real Academia de la Historia en la segunda mitad del
siglo XVIII. Me serviré para ello de la documentación
conservada en el Gabinete de Antigüedades3 y del
expediente personal de uno de los Anticuarios de este
periodo: José de Guevara Vasconcelos4.
Desde sus comienzos, la Academia tuvo claros cuales
eran los criterios para la formación del monetario: su
intención fue formar una buena colección de moneda
“española” con todas sus series en oro, plata y cobre.
Son abundantes las indicaciones sobre qué monedas
son las útiles para el objetivo final de la Academia, que
es utilizar la naciente colección para ilustrar la historia de España. Así nos lo hace saber el Anticuario
Guevara en un informe sobre la formación del monetario, redactado en 1796 en el que muestra el estado
del monetario en este momento e indica cuales son las
colecciones compradas, los hallazgos y donaciones, las
series que se han podido formar, y el estado de conservación de las piezas, con indicación del metal,
módulo, así como las monedas inéditas y raras y la
bibliografía utilizada para la catalogación de cada
serie. Entre sus palabras entresacamos cual fue el sentido de la misma al comentar la adquisición de la
colección del Marqués de la Cañada5: “y aunque el principal objeto desta adquisicion fue poseer los monumentos que
pudieran ilustrar la Historia de España, como se componia este
Gavinete de Monedas pertenecientes à otras series, se vió insensiblemente empeñada en irlas aumentando segun se presentaban las
ocasiones, que no eran muy freqüentes, pues aunque habia principiado el gusto, y aficcion a las monedas antiguas, estaba reservado
a un cortissimo numero de Literatos, ò à algunos curiosos a quienes sus facultades les proporcionaban los medios de adquirirlas”6.
Unos años antes, Luis José Velázquez de Velasco,
Marqués de Valdeflores había elaborado para la
Academia un informe sobre un conjunto de moneda
romana de época imperial, en el que especificaba la
poca utilidad de este tipo de trabajos puesto que, a
excepción de una pieza de Calagurris, el resto no servía para escribir la historia de España7.
Los medios por los que las monedas van llegando a la
Academia son diversos; entre ellos se encuentran las
adquisiciones, donaciones, legados testamentarios, intercambio de piezas duplicadas, hallazgos, expropiaciones,
“viajes literarios” y materiales cedidos por otras instituciones, tales como la Casa de la Moneda. La colección
que va formando la Academia es un reflejo de las tendencias del coleccionismo existentes en la sociedad del
momento, ya sean coleccionistas, eruditos e ilustrados o
1. Este trabajo ha sido realizado gracias a una beca Post-Doctoral de
la Comunidad Autónoma de Madrid. (Renovación: Orden
6834/2003, de 11 de noviembre).
2. Así está definida la función del Anticuario en los actuales estatutos de la RAH, herederos de los de 1792. Real Academia de la
Historia, Estatutos y Reglamento. Madrid, 1962, p. 22.
3. Sobre el Gabinete Numario (GN) véase Escudero Martín, Fátima;
Cepas, Adela y Canto García, Alberto: Archivo del Gabinete Numario.
Catálogo e índices. Real Academia de la Historia, Gabinete de
Antigüedades. Madrid, 2004. Otros trabajos anteriores, AlmagroGorbea, Martín: El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la
Historia. Madrid, 1999, en especial las pp. 78-86 y 201-224.
4. Conservado en la Secretaria de la Real Academia de la Historia:
Guevara de Vasconcelos (José).
5. Monetario comprado en 1769-1770, GN 1769-1770/1(1-52).
6. GN 1796/1(2).
7. GN 1751/9.
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instituciones. La moneda que ingresa en el Gabinete de
Antigüedades es mayoritariamente antigua, en su mayor
parte romana, republicana e imperial, hispanorromana e
hispánica8. En menor medida, entran en el Monetario
piezas visigodas, árabes, medievales cristianas, modernas
y contemporáneas entre las emisiones españolas, además
de piezas extranjeras, medallas, objetos monetiformes y
otros materiales arqueológicos. La Academia no compró
todas las colecciones de moneda antigua o que contenían moneda antigua que aparecen mencionadas en la
documentación del Gabinete de Antigüedades. En cualquier caso, y solamente contando con la documentación
conservada en el Gabinete Numario es evidente que la
Academia llevó a cabo una amplia política de compra en
los primeros cincuenta años de la existencia del Gabinete
de Antigüedades, hecho que se vuelve a repetir en la
segunda mitad de la centuria siguiente. Es de suponer
que el descenso de compras de la primera mitad del XIX
está directamente relacionado con la guerra de la
Independencia y sus repercusiones en la vida política,
social, económica y académica de España.
Los primeros cincuenta años de vida de la Academia son
cruciales para la formación de la colección de moneda y
para la elaboración de los criterios metodológicos que
se fueron aplicando a la catalogación de las piezas con
el objetivo de elaborar un catálogo. De este periodo
destaca la labor realizada por Miguel Pérez Pastor y
Molleto (primer Anticuario nombrado en 1763), por
Pedro Rodríguez de Campomanes, que tanto como
simple académico como Director de la Academia9, estuvo siempre directamente implicado e interesado en la
elaboración de un Catálogo y, en último lugar, por José
de Guevara Vasconcelos, que durante 24 años ejerció el
cargo de Anticuario (de 1775 a 1798)10.
Se debe a Pérez Pastor la elaboración del primer
Catálogo del monetario en una fecha tan temprana
como 175911. Nos encontramos por primera vez con
la forma de funcionar del Gabinete Numario y también con la metodología seguida por el Anticuario
para llevar a cabo su trabajo. El expediente consta de
varias partes: en primer lugar el discurso del propio
Pérez Pastor sobre la moneda como fuente de interpretación histórica, sobre el método seguido para
catalogar las piezas y el orden de su colocación en los
burós y gabetas. El expediente continúa con los dos
tomos del catálogo y termina con el dictamen o censura elaborado por los académicos Pedro Rodríguez de
Campomanes, Lorenzo Diéguez y Antonio Mateos
Murillo12.
Pero el impulso definitivo a este trabajo es obra de
Campomanes, que durante su etapa como director se
lleva cabo de forma metódica el recuento de las piezas del
gabinete con la doble finalidad de colocar las monedas de
forma científica, es decir, útil para escribir la historia de
España, y de elaborar el Catálogo de la colección de la
Academia con el objetivo final de llevarlo a la imprenta.
Redacta un extenso informe13 en el que toca varios temas:
desde la forma material de elaborar el Catálogo y de colocar las piezas en los armarios, hasta la necesidad y obligación de las personas que lo hagan de manejar las
fuentes literarias necesarias para entender las acuñaciones
de los distintos pueblos, para lo que proporciona la
bibliografía necesaria. La fineza de las argumentaciones
recogidas en su informe se extiende a discusiones sobre
lo que hoy se entiende como “historia monetaria”, como
cuando argumenta en favor de la pervivencia del uso de
los bronces tardorromanos, eximiendo por ellos a los
visigodos de la necesidad de emitir moneda fraccionaria
en otros metales. La competencia académica del Director
no se limitó a la moneda de época romana, sino que aplicó similares criterios a otros periodos históricos: moneda visigoda, árabe y moderna. La noción de “bien
público”, característica de los ilustrados está presente en
su discurso, que finaliza haciendo alusión a la necesidad
de llevar esta empresa a buen término, ya que sólo así “se
hará patente la gran diligencia con que la Academia ha recogido y
procura poner al uso público en la Nación este precioso ramo en las
antiguedades y se convencerán las personas menos instruidas de la
imposibilidad que había en tratar con acierto la historia sino poseyendo esta y otras muchas colecciones que ha formado y tiene la
Academia á cuia sabiduria someto esta proposición”14.
Campomanes se pone al frente de estos trabajos y, junto
con el Secretario Capmany, asistió personalmente a las
dos primeras reuniones preparatorias del trabajo a realizar por la “Junta de Comisión para la formación del
8. Por moneda antigua entiendo toda la moneda anterior a la acuñación árabe (incluido el Imperio Bizantino) y, en la Península
Ibérica, anterior a la acuñación visigoda. Por lo que respecta a las
acuñaciones peninsulares se ha dividido el material en dos categorías: moneda hispánica (ibérica, fenicia, cartaginesa y griega) e hispanorromana (acuñaciones romanas de época imperial).
9. Campomanes fue Director entre los años 1764 a 1791 y 1798 a
1801.
10. Los restantes anticuarios del XVIII son Alonso María de Acevedo
(1769-1774) y Joaquín Traggia (1798-1802), mucho menos
implicados en la organización del Monetario.
11. GN 1759/2(3).
12. GN 1759/2(1-8).
13. “Proposición que hace á la Academia el Sr. Director para adelantar el Catálogo
de las medallas existentes en nuestro monetario”, GN 1791/2(3).
14. GN 1791/2(3).
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LA FORMACIÓN DE LA COLECCIÓN DE MONEDA ROMANA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA EN EL SIGLO XVIII
catálogo del Monetario”15. En estas primeras reuniones
se sientan las bases del funcionamiento de la Comisión.
Posteriormente serían Guevara de Vasconcelos, como
experto en moneda antigua, el padre Cuenca16, como
helenista y, Banqueri, como arabista, quienes formaron
la comisión permanente que se reunió treinta y ocho
veces entre el 25 de julio y el 7 de diciembre de 1791. A
partir de esa fecha no hay mención de las juntas, ni del
trabajo de la comisión, ni del “proyecto Campomanes”,
nada se sabe de su final, salvo que no llegaron a publicarse los sugeridos catálogos.
José de Guevara Vasconcelos ocupó el cargo de
Anticuario durante veintitrés años, desde 1775 hasta
1798. Como Doctor en Teología por la Universidad de
Osuna, tenía conocimientos de latín y griego. Entre sus
méritos literarios para acceder a la Academia destaca su
predecesor en el cargo de Anticuario, Alonso María
Acevedo, sus amplios conocimientos de historia y de las
lenguas francesa e italiana que hablaba correctamente.
En el discurso de “acción de gracias” leído el día de su
recepción como académico el 1 de septiembre de 1770
repasa la historia de España de forma general y vaga y
se excusa por no disertar sobre los asuntos que interesan y son propios de la Academia: “los puntos dudosos de
nuestra historia” puesto que “mis esperanzas de poder ser algún
día útil a la Academia las fundo en la instrucción que recibiré de
ella misma”. El futuro Anticuario promete presentar en
un futuro la Memoria que tiene redactada sobre la historia de Ceuta, su lugar de nacimiento17.
Fue nombrado Anticuario en 1775, un año después de
la muerte de Acevedo, predecesor en el cargo y mentor
para su entrada en la Academia. A pesar de que los estatutos de la Academia requerían para el cargo un cierta
especialización18, Guevara no era un especialista en
monedas y medallas. El mismo es consciente de sus
carencias científicas, y al menos esto se deduce de su discurso de entrada en la Academia, aludido anteriormente.
A lo que hay que añadir sus propias justificaciones cuando tuvo un serio enfrentamiento con la Corporación que
le acusó abiertamente de no cumplir debidamente con
sus obligaciones, es decir de no redactar un catálogo
razonado del monetario con sus correspondiente índices, después de veintitrés años ejerciendo de Anticuario.
Guevara lee su defensa en la junta marzo de 1799 “no me
creia con los conocimientos de Historia griega y latina, Geografía,
Cronología, Mitologia, ni de las célebres obras de los anticuarios, ni
con el manejo de las mismas medallas para poder saber distinguir las
verdaderas de las falsas, ni con otros muchos conocimientos, necesarios para desempeñar con acierto este encargo”19.
Después de varias y sucesivas peticiones para que presentara el Catálogo razonado y los Índices, llegaron las
cosas a tal extremo que Guevara presentó su dimisión
como Anticuario en junio de 1798, dimisión que fue
aceptada dos meses después. Mediante su amistad con el
ministro Pedro Ceballos consigue del Rey licencia para
seguir viviendo en la habitación de la Academia y el sueldo por las asistencias a las Juntas. La Academia aceptó
que se le abonaran los honorarios, pero dejó sin efecto
el asunto de la vivienda. Guevara lee el 15 de marzo de
1799 la Representación a que se ha hecho antes referencia y solicita que se cumpla la voluntad del Rey20. El
expediente personal de Guevara, conservado en la
Academia de la Historia, contiene el borrador de la contestación a la defensa de Guevara redactado por Joaquín
Traggia, el Anticuario sucesor, en la que argumenta
minuciosamente contra su actuación como Anticuario.
Es probable que Guevara no cumpliera debidamente
con sus obligaciones como Anticuario y lógico el
malestar de la Corporación al exigirle reiteradamente
el catálogo y los índices del monetario. Como él
mismo sabía y termina admitiendo en su defensa, su
preparación para acometer semejante encargo no era la
que figuraba en los Estatutos. Independientemente de
los numerosos listados de monedas, cartas y expedientes firmados por Guevara como Anticuario, no se conservan en el Gabinete Numario informes académicos
suyos, tan usuales en este periodo y que se solían leer
y comentar en las Juntas de Académicos. De hecho el
único documento académico sobre numismática que
se conserva en el archivo del Gabinete Numario es una
carta fechada en Madrid el 28 de abril de 1775 y leída
15. GN 1791/3(1-23).
16. Guevara y Cuenca debieron de trabajar conjuntamente sobre la
parte antigua de la colección, aunque parece que es Guevara quien
se encarga de leer las cédulas en la Comisión.
17. Datos tomados del expediente personal conservado en la Secretaria
de la Real Academia de la Historia. No se sabe si llegó a redactar
la Memoria sobre Ceuta; no aparece en la recopilación de sus obras
manuscritas e impresas editadas por Aguilar Piñal, F.: Bibliografía de
autores españoles del siglo XVIII. Madrid, 1988, vol. 4, p. 374-375.
18. En los Estatutos de 1792 se señala lo siguiente: “El oficio de anticuario será perpetuo, y ha de recaer en individuo que tenga particular conocimiento de antigüedades, principalmente de Numismática” en Capmany,
Antonio de: Breve noticia del privilegio, y progresos de la Real
Academia de la Historia, Memorias de la Real Academia de la Historia, 1,
1796, p. cxxvi.
19. Representación de José de Guevara Vasconcelos, nº 36 dentro de
su expediente personal, reproducido por Castañeda, V.: El monetario
de la Real Academia de la Historia en el siglo XVIII. Intimidades de la vida
corporativa. Madrid, 1950, p. 25.
20. Castañeda, V.: El monetario de la Real Academia de la Historia en el siglo
XVIII. Intimidades de la vida corporativa. Madrid, 1950.
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en Junta, pocos meses antes de ser nombrado
Anticuario, dirigida a Antonio Valcárcel, correspondiente en Valencia. En dicha carta, Guevara diserta
sobre un tema planteado por Ignacio Pérez del Sarrio21
al correspondiente Valcárcel.
Opina Pérez del Sarrio, según sabemos a través de las
interpretaciones de Valcárcel y Guevara, que como no
se encuentran bronces de pequeño módulo en el periodo comprendido entre Julio César y Póstumo, hay que
deducir que es solamente a mediados del siglo III
cuando este tipo de moneda empieza a aparecer, siendo por tanto piezas falsas los pequeños bronces alto
imperiales conocidos a través de los anticuarios y de
las colecciones de museos. Guevara muestra a
Valcárcel su desacuerdo con esta opinión que califica
de peregrina porque se contradice con el hecho de que
estas piezas están presentes en las mejores colecciones
de Europa y comentadas por los más famosos anticuarios. Después de una larga disertación en la que
enumera la bibliografía al uso, concluye con un
comentario sobre lo que posiblemente pudo decir
Pérez de Sarrio: que hasta “Claudio II el Gótico duró la
plata, y desde entonces hasta Diocleciano todas son de cobre (o
como llaman los anticuarios bronce)con una ojita muy sutil de
estaño que las cubre; y en este caso tendrá razon el Señor Don
Ignacio del Sarrio. Mi recelo esta fundado ya en lo extraño de la
proposición, y ya en el tiempo en que se supone que principiò à
conocerse el pequeño bronce, que cabalmente ès la epoca en que
adulteró tanto la moneda de plata”22. No sabemos exactamente los términos en los que Pérez de Sarrio planteó
a Valcárcel la cuestión de la adulteración del antoniniano. Lo que único que tenemos es la contestación de
Guevara, que da cumplida cuenta de sus conocimientos bibliográficos y de historia monetaria del siglo III
d.C. Contrasta el alarde de erudición bibliográfica y
su conocimiento sobre algunos de los problemas ya
planteados en el siglo XVIII sobre numismática e historia monetaria romana que hace patente en una de las
Juntas de la Academia pocos meses antes de ser nombrado anticuario con la escasa atención que parece
haber concedido al cargo que ejerció durante veintitrés años.
Sin que sirva como excusa, hay que tener en cuenta
que Guevara estuvo ocupado en otras actividades
durante el ejercicio de su cargo como Anticuario,
especialmente en los últimos años, cuando
Campomanes a partir de 1791 organiza la Comisión
para la elaboración del Catálogo. En 1794 Melchor
Gaspar de Jovellanos le pide que defienda ante la
Sociedad Económica Matritense su Informe sobre la ley
Agraria. De la carta de Jovellanos se deduce que se fía
de la oratoria de Guevara y de su poder de convicción.
Guevara cumplió con el encargo recibido y el informe
de Jovellanos fue aceptado por la Sociedad y se publicó en 1795 en las Memorias de la Real Sociedad Económica
Matritense23. También estuvo implicado en otros dos
proyectos de la Academia. El primero, en colaboración
con Cándido María Trigueros era un importante proyecto epigráfico, desgraciadamente interrumpido del
que dan cuenta las Actas de la Academia en 1794:
Inscripciones geográficas de España, recogidas y examinadas por
la Real Academia de la Historia, conocido también como
Diccionario geográfico antiguo o Colección Litográfica. Este
proyecto, sin duda dirigido por Trigueros que había
empezado a trabajar en él muchos años antes, tenía
como objetivo la publicación de todas las inscripciones antiguas halladas en la Península, traducidas al
castellano con su correspondiente comentario, antecedente del volumen correspondiente a la península
Ibérica del Corpus Inscriptionum Latinarum de E.
Hübner24. El segundo, junto con José Cornide y fray
Benito Montejo, estaba centrado en el estudio de las
ruinas de Segobriga25.
La Academia de la Historia debió, sin duda, a Pedro
Rodríguez Campomanes el enorme esfuerzo de iniciar
y sentar las bases científicas, más allá del mero coleccionismo anticuarista, de la colección numismática
que la Academia había empezado a reunir desde su
fundación, aunque no consiguiera ver terminados, y
mucho menos publicados, los Catálogos.
21. Ignacio Pérez de Sarrio publicó en 1800 una pequeña obra titulada Disertación sobre las medallas desconocidas españolas, Valencia, Imprenta
de Benito Monfort, 32 p., en la que defiende el origen fenicio de
la escritura de la moneda ibérica.
22. GN 1775/2.
23. Jovellanos, G. M.: Obras completas. Tomo II: Correspondencia (17671794), ed. José Miguel Caso González. Oviedo, 1985, cartas nº
529 y 538; Tomo III: Correspondencia (1794-1801), ed. José
Miguel Caso González. Oviedo, 1986, carta nº 613.
24. Aguilar Piñal, F.: Cándido María Trigueros. Un escritor ilustrado. CSIC,
Instituto de Filología, 1987, pp. 104 y ss. Sobre las supuestas falsificaciones epigráficas de Trigueros, véase Mora, G.: Trigueros y
Hübner. Algunas notas sobre el concepto de falsificación, Archivo
Español de Arqueología, 61, 1988. p. 644-348; Remesal Rodríguez,
J.: Trigueros epigrafista. La pasión de Hübner por Trigueros,
Carmona en la Edad Moderna, III Congreso de Historia de Carmona.
Carmona, 2003, p. 463-486.
25. Mora, G.: Historias de mármol. La arqueología clásica española en el siglo
XVIII, Anejos de Archivo Español de Arqueología XVIII, 1988, p.
67, 93.
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