Como en el estudio de los fósiles, en esta norma atormentada es

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Intangibilidad de la masa frente a las
prendas de créditos futuros en la nueva Ley
Concursal
Ángel CARRASCO PERERA (  )
Elisa TORRALBA MENDIOLA (  )
La reforma de la Ley Concursal aprobada por las Cortes justo antes de su última disolución
restringe la eficacia concursal de las prendas de créditos futuros e impide que éstas puedan
afectar a la masa gravando los créditos nacidos después de la declaración de concurso. La
norma es defectuosa en su supuesto de hecho, pero menos violenta en sus efectos que lo que
podía esperar quien desconociera el tratamiento actual de tales prendas en la jurisprudencia
concursal. Al introducir finalmente una «excepción a la excepción», genera un problema
severo de conflicto de leyes en la determinación de lo que deba entenderse por «registro
público».
OPINIÓN:
El art. 90.1.6.º LC se refiere, pese a su tenor literal, a los créditos futuros pignorados por el concursado
cuyos deudores sean terceras personas y no a los créditos futuros de que sea titular el acreedor pignoraticio
contra el deudor común, sin que quepa limitar su extensión y entender que no se aplica a las cesiones
plenas no fiduciarias. El legislador concursal no ha querido decir que la prenda de créditos futuros no
comprende los créditos que el deudor haya adquirido después del concurso, sino que todo contrato
dispositivo de activos futuros no puede ser eficaz respecto de activos que llegan al poder del deudor después
del concurso.
El momento de nacimiento del crédito es, pues, decisivo a la hora de determinar la suerte concursal de la
prenda de créditos futuros y, a este respecto, el artículo sólo grava de manera sustancial a los acreedores
garantizados que ya adelantaron antes del concurso la prestación que tenían comprometida con el deudor,
a cambio de un paquete de garantías que contenía créditos futuros del concursado, pero no a los que
troceen el cumplimiento de la prestación, de forma que cada tramo lleve aparejada la entrega de nuevas
garantías por el deudor.
Por otra parte, la excepción a favor de las prendas inscritas en un registro público no responde a razones
de fondo, sino que es sólo una decisión de política legislativa que crea esa ventaja concursal para
promocionar las prendas registradas frente a otras modalidades de prendas de créditos. Qué debamos
entender por registro público y qué eficacia concursal se atribuya a la prendas de créditos futuros inscritas
en registros extranjeros es previsiblemente una cuestión que va a generar no pocas discordias.
Por último, en un sistema de prenda inscrita, la sumisión a leyes distintas de la oponibilidad general
() Universidad de Castilla-La Mancha, Consejero académico de Gómez Acebo & Pombo. Proyecto de
Investigación DER 2008-01746.
() Universidad Autónoma de Madrid, Consejera académica de Gómez Acebo & Pombo. Proyecto de
Investigación DER 2009-11702 (Subprograma JURI).
de la prenda frente a terceros y su oponibilidad concursal conduce a distorsiones que no se
plantearían de coincidir ambas leyes.
I. LA NUEVA NORMA
Sin una justificación evidente, ni siquiera elocuente, el legislador concursal de 2011 ha modificado el
texto del art. 90.1.6.º L 22/2003, de 9 de julio, Concursal (en adelante LC), para hacer inoponibles
al concurso las prendas de créditos futuros, en cuanto a los nacidos después de la declaración, con
la salvedad de las prendas sin desplazamiento inscritas en un registro público (1). El texto del
precepto reza como sigue (destacamos en cursiva la modificación operada). Gozan de privilegio
especial «Los créditos garantizados con prenda constituida en documento público, sobre los bienes
o derechos pignorados que estén en posesión del acreedor o de un tercero. Si se tratare de prenda
de créditos, bastará con que conste en documento con fecha fehaciente para gozar de privilegio
sobre los créditos pignorados. La prenda en garantía de créditos futuros sólo atribuirá privilegio especial a los
créditos nacidos antes de la declaración de concurso, así como a los créditos nacidos después de la misma, cuando en
virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación o cuando la prenda estuviera inscrita en un registro público con
anterioridad a la declaración del concurso.»
Es posible identificar tres estratos distintos en la norma. Primero (regla), la concesión de privilegio
especial a los créditos garantizados con prenda de fecha fehaciente. Proviene de la primera versión
de la LC en 2003. Segundo (excepción a la regla), la ineficacia concursal de la afección de los
créditos nacidos después de la declaración de concurso, que se incorpora al texto desde la primera
versión del Proyecto de Ley de reforma concursal de 2010. Tercero (excepción a la excepción), la
exoneración de la limitación anterior en favor de las prendas inscritas en un registro público, que se
incorpora como enmienda en el Congreso y que no sufrió oposición en el Senado.
La doctrina sobre la eficacia de la prenda de créditos futuros no era concluyente al día de hoy en la
jurisdicción concursal. Incluso es probable que la reforma de la ley vaya a producir impacto menor
que el que pudiera pensarse. Ilustrativa de la ambigüedad con que los tribunales se pronuncian
sobre la resistencia concursal de las prendas de créditos futuros es la SJMER núm. 6 de Madrid de
10 de enero de 2011. La prenda de créditos futuros (de créditos de contratos con la Administración
Pública) es válida en el concurso, según la sentencia. No hace falta inscribirla como prenda sin
desplazamiento, pues es una prenda posesoria aquélla que recae sobre un crédito, cuya constitución
ha sido comunicada al deudor y en la que se pacta la indisponibilidad del deudor sobre el crédito y
la irrevocabilidad de la transferencia. Pero el acreedor pignoraticio no puede hacerse pago en
momentos procesales distintos de los arts. 56 y 57 o 155 LC, por lo que habrá de reintegrar a la
masa lo que obtenga por cobro posterior a la declaración de concurso. Y no es ésta la más
restrictiva de las resoluciones, si se la compara con la SJMER núm. 2 de Barcelona de 30 de
septiembre de 2008, resolución primigenia en la materia, y destructiva de cualquier valor concursal a
que pudieran aspirar las prendas de créditos futuros (2).
II. ¿A QUÉ «CRÉDITOS FUTUROS» SE ESTÁ REFIRIENDO LA
NORMA?
Sorprende cómo tantos sujetos prudentes y avisados cómo los que han intervenido en la presente
reforma no hayan sido capaces de advertir, o si advertido, de corregir, el error de bulto que comete
el texto del art. 90.1.6.º LC al determinar cuál es el supuesto de hecho de la norma referida a los
(1) Es curioso que nadie pensase en el interés de los titulares de créditos futuros titulizados al amparo del art.
2.1 b) RD 926/1998 y de la Orden EHA/3536/2005, que contaban con estos activos como subyacente de su
inversión.
(2) Con anterioridad a la LC, cfr. las referencias contenidas en Los derechos de garantía en la Ley Concursal, 3ª
edición, 2009, pags. 38 y 39, en notas. También en pags. 348-349, notas.
créditos futuros. En rigor, no puede alegarse que exista ambigüedad ninguna. La norma se refiere a
los «créditos garantizados» con prenda. En consecuencia, los «créditos futuros» son los futuros
créditos contra el concursado que se garantizan con una prenda, y la prenda en cuestión lo es «en
garantía de créditos futuros». En consecuencia, los créditos «futuros» son los futuros créditos de
que sea titular el acreedor concursal privilegiado contra el deudor concursado, no los créditos
futuros pignorados, es decir, aquellos de los que sea titular en el futuro el deudor concursado contra
un tercero, y que supuestamente hayan sido cedidos en garantía al acreedor concursal. Es, además,
lo que exige la interpretación sistemática, porque el art. 90 tiene por objeto determinar cuáles son
los créditos concursales con privilegio especial, no los créditos en que puede consistir la garantía
que atribuye este privilegio. Y también lo que se impone si se quiere dar sentido a la insólita
referencia que el precepto comentado hace a los créditos rehabilitados por el art. 68 LC, que sólo
pueden ser los créditos que tuviera el acreedor contra el concursado, no el concursado contra
terceros (también concursados).
Obsérvese que en el texto del primer estrato de la norma no ocurría así. La prenda (no sólo de
créditos) privilegiaba los «créditos garantizados» por ella. Mas si la prenda recaía sobre créditos («Si
se tratare de prendas de créditos») y constara en documento fechaciente, gozará de «privilegio sobre
los créditos pignorados». El privilegio recae sobre los créditos pignorados (créditos del deudor
común contra terceros) en garantía de los créditos garantizados (créditos del acreedor garantizado
contra el deudor común).
El «segundo estrato» de la norma es un absurdo, que nadie ha despejado a lo largo del proceso
legislativo. Y también lo es el puente que lo une al tercer estrato. Porque los créditos futuros que
están excepcionados de la irrelevancia concursal —aquellos a los que se refiere una prenda
registrada— tienen que ser los créditos futuros afectos a la prenda registrada, como resulta
claramente del art. 54.3 Ley de 16 de diciembre de 1954, sobre Hipoteca Mobiliaria y prenda sin
desplazamiento de la posesión (en adelante LHMPSD), no los créditos futuros garantizados con
una prenda registrada. Me explico. El tercer estrato sólo tiene sentido cabal si se lee del siguiente
modo: sin embargo de lo anterior, son oponibles al concurso los créditos futuros de que sea titular el deudor
concursado cuando la prenda sobre estos créditos haya sido registrada. No tiene en cambio ningún sentido que
la norma haya querido decir: sin embargo de lo anterior, la prenda de un crédito (presente o futuro, eso no
importa) garantizará también los créditos adquiridos por el acreedor contra el concursado después del concurso.
¿Pero por qué sería absurda la norma que declarase que los créditos que en el futuro tenga el
acreedor contra el concursado (posteriores al concurso) no estarían garantizados con la prenda en
cuestión, aunque la misma contuviera una cláusula de globalización (all sums clause) como la que hoy
se describe en el art. 153 bis Ley Hipotecaria de 8 de febrero de 1946 (en adelante LH) en referencia
a la hipoteca global (para asegurar el cumplimiento de todo tipo de obligaciones, incluso las futuras)? Pasamos a
explicarlo.
Un crédito que se devenga contra el deudor después del concurso en el seno de una relación
jurídica de tracto continuado nacida de un contrato anterior al concurso (vgr. renta arrendaticia,
royalty devengado por el contrato de licencia) es un crédito «futuro» a los efectos del momento
concursal relevante, pero la eventual garantía de que sea titular el acreedor concursal (vgr. un
depósito irregular, como es la «fianza» arrendaticia) evidentemente cubre estos devengos
postconcursales, con independencia de si el crédito en cuestión es calificado como crédito a cargo
de la masa —normalmente es el caso— o como concursal privilegiado —como mayoritariamente
entiende la jurisprudencia concursal— respecto de las cuotas de leasing devengadas después del
concurso. Imagínese el absurdo de pretender, por ejemplo, que la entidad financiadora en el
arrendamiento financiero no pudiera hacer uso de su garantía cuasi-dominical para el cobro de las
cuotas devengadas después del concurso, cosa que además se desmiente por el art. 91.1.4.º LC.
Imaginemos un crédito contra el concursado que nace de una relación jurídica constituida después
del concurso, como consecuencia del desempeño por aquél de su actividad empresarial ordinaria
(art. 44 LC). Puede haber nacido enteramente ex novo o puede haberlo hecho en ejecución de una
relación jurídica subyacente. Por ejemplo, un descuento ejecutado después del concurso en
ejecución de una apertura de crédito preconcursal no resuelta aún por ninguna de las partes
afectadas; un suministro concreto recibido por el concursado en ejecución de un contrato de
suministro en el que no existe una obligación de abastecimiento mínimo; una operación de credit
default swap en el seno de un acuerdo de netting. Si el acreedor se hubiera hecho constituir una prenda
(de crédito, como es el caso) en garantía de estos pagos, es indudable que la garantía sería eficaz
después del concurso siempre que las deudas hayan sido contraídas válidamente por el deudor concursado
—o por la administración concursal en su caso— en el ejercicio ordinario y lícito de su actividad
económica. Es de sentido común que si la deuda ha sido válidamente constituida por el deudor
después del concurso, se trata de una deuda a cargo de la masa (art. 84.1.5.º LC) Y si es una deuda
de esta clase, que puede y deber pagarse con predetracción, y que además dispone de fuerza
ejecutiva en las condiciones del art. 154 LC, sería arbitrario negar que pudiera ser además una deuda
a cargo de la masa dotada de privilegio crediticio. ¿Por qué no ha de poder ser un crédito
privilegiado aquél que sí puede ser un crédito contra la masa? Más aún. Si el crédito ha sido
contraído después del concurso, precisamente porque el acreedor sigue dispuesto a financiar al
concursado, el acreedor habrá hecho confirmar al deudor y a la administración concursal que este
crédito sigue cubierto por la garantía, a lo que uno u otros habrán tenido que consentir para que el
acreedor siga negociando con el quebrado.
Por encima de todo, el absurdo de la interpretación literal del art. 90.1.6.º nace de su contraste con
otras técnicas de garantía real. No se comprende qué cosa diabólica pueda tener la prenda de un
crédito para que no puede cubrir también las deudas futuras del concursado con el titular de la
garantía, y que sin embargo no haya objeciones a que se constituya una hipoteca del art. 153 bis LH
con esta misma extensión futura.
En fin, concluimos esta digresión. Sólo quedan dos opciones interpretativas. O se sostiene que el
segundo estrato del art. 90.1.6.º —y por extensión el tercero— es un mero flatus vocis por delimitar
un supuesto de hecho imposible, o se acepta que la norma se ha querido referir a los créditos
futuros pignorados por el deudor común cuyos deudores sean terceras personas, no a los créditos
futuros de que sea titular al acreedor pignoraticio contra el deudor común. ¿Pero cómo puede el
intérprete corregir de una manera tan burda al legislador, más, si cabe, cuando se hace para salvar
un espacio de validez a favor de una norma limitativa de derechos y, por tanto, odiosa? Con todo,
vamos a recorrer esta segunda opción, siquiera como hipótesis. Suponemos a partir de ahora que la
norma se refiere a créditos futuros pignorados o cedidos en garantía, porque nos parece que el
legislador concursal ha querido referirse a esto.
III. CRÉDITOS FUTUROS PIGNORADOS Y CRÉDITOS FUTUROS
OBJETO DE CESIÓN PLENA
Como es previsible que la nueva norma no satisfaga a nadie, en seguida se propondrán plurales
interpretaciones restrictivas. Una de ellas será la propuesta de limitar el alcance de la norma a las
cesiones en garantía de créditos futuros y a las prendas de créditos futuros, pero no a las cesiones
plenas no fiduciarias. Los créditos futuros «plenamente» cedidos anticipadamente se adquirirían por el
cesionario de modo natural, y no formarán parte de la masa del concurso.
No creo que se trate de una interpretación aceptable de la norma, al menos si queremos evitar en el
futuro una eclosión de disputas babelianas en las que nadie se ponga de acuerdo y todos quieran
decir algo. Para empezar, tendría que poder distinguirse entre una y otra clase de cesión. Ningún
Ordenamiento que lo haya intentado (inglés, alemán, estadounidense) ha salido con éxito de ese
empeño, al menos en los casos de cesiones problemáticas, que son los interesantes (3). No es
posible discriminar si la cesión del crédito derivada del factoring o del descuento es una cesión plena
(3) Porque nadie cuestiona que una donación de créditos o una cesión fiduciaria cum amico son cesiones que
nada tienen que ver con fines de garantía. Pero estas cesiones carecen de interés.
o en garantía o si los negocios de repos son cesiones plenas cruzadas o cesiones en garantía (4).
Alguna vez se ha dicho que el criterio distintivo fundamental es la existencia o no de recurso contra
el cedente (5); y es falso, pues recurso contra el cedente cabe también en la verdadera venta de un
crédito (art. 1529 CC) y es consustancial en la cesión pro solvendo, que se define como pago
transmisivo del crédito y no como operación de garantía. Las cesiones con recurso no pueden ser
titulizadas conforme al RD 926/1998 porque el recurso contra el cedente revela que la cesión no es
«plena e incondicionada», que el crédito no consigue, y es lo que se perseguía, «desligarse»
enteramente del patrimonio del cedente, pero no porque la cesión con recurso comporte
necesariamente una cesión en garantía. Quien compra un paquete de créditos con recurso frente al
cedente sólo se diferencia de quien financia al cedente con garantía de créditos cedidos en que en el
primer caso el cesionario debe proceder primero contra el debitor cessus y en el segundo sólo puede
hacerlo subsidiariamente en caso de impago de la deuda subyacente. Pero las partes pueden
modificar convencionalmente este orden, y en muchas «prendas» de crédito se pacta la prioridad del
recurso contra el crédito cedido. Todos los días se ven cesiones (plenas) pro solvendo plenamente
intercambiables con la cesión en garantía, bien porque se pacta una subsidiariedad de la acción
directa contra el deudor cedido, dependiendo de que se realice o no el suceso de garantía, bien
porque la cesión pro solvendo se construye como una especie de pacto anticrético incluido en el
contrato de garantía real (6). Es cierto que no puede caracterizarse de garantía aquella cesión en la
que el cedente deudor ha renunciado al derecho de redimir la garantía pagando la deuda subyacente,
y tampoco aquélla en la que los provechos del crédito quedan para el cesionario, sin que se apliquen
a la reducción de la deuda. No es garantía tampoco la figura jurídica que permite que el cesionario
se quede con el exceso de valor del crédito cedido, una vez aplicado su producto al pago de la deuda
subyacente. Mas lo decisivo en tales casos es si semejantes pactos son admisibles, no si, convenidos,
recaracterizan la operación como «verdadera venta». Y todavía si hubiera operaciones no financieras
en las que tales cláusulas se reputasen válidas, la sombra de ineficacia volvería a entrar, ahora por la
ventana de la acción revocatoria concursal del art. 71 LC, porque tales estructuras contractuales
serían indefectiblemente perjudiciales para la masa del concurso del cedente.
Con todo, no es esa la principal razón para no hacer distinciones, sino una de fondo. En rigor, el
legislador concursal de hoy no ha querido decir que la prenda de créditos futuros no comprenda los
créditos que el deudor común haya adquirido después del concurso, sino que todo contrato
dispositivo de activos futuros no puede ser eficaz respecto de activos que llegan a poder del deudor
después del concurso. Y si estos activos son créditos, la norma relevante es que los créditos que
hubieran de nacer en cabeza del concursado no pueden sacarse de la masa activa merced a ningún
instrumento contractual en virtud del cual tales créditos se fabulen como nacidos en cabeza de un
tercero merced al efecto retroactivo de la condición (la condición de que nazca el crédito) cumplida.
La norma reformada es finalmente independiente de la cuestión dogmática de si el crédito nace en
cabeza del concursado o del acreedor garantizado; es decir, la aplicación del art. 90.1.6.º no es un
apéndice del art. 43.2 LC, ni se condiciona a que se trate de créditos futuros que hayan nacido en cabeza
del concursado. Da igual: aunque se sostuviera que ciertos créditos futuros han nacido en cabeza del
acreedor, tampoco serían oponibles al concurso. Por ello entendemos que el segundo estrato del
art. 90.1.6.º LC no contiene una restricción particular a las prendas de créditos, sino una regla
equivalente a la Antideprivation rule del Derecho de insolvencias británico (7).
IV. «CRÉDITOS NACIDOS ANTES DE LA DECLARACIÓN DE
(4) Las dos caracterizaciones son posibles, conforme a los arts. 5.2 e) y 6.2 II RDL 5/2005.
(5) Cfr. CASTILLA, Titulización de créditos, 2002, pags. 132-134.
(6) Acreditativa de la confusión conceptual al respecto es la STS 2 de julio de 2008.
(7) Cfr. T. CLEARY, «Financial Derivatives and the Anti-Deprivation Principle», JIBLR, 26, 2011, págs. 379 y
ss.
CONCURSO»
El momento de nacimiento del crédito se revela, pues, como decisivo para determinar la suerte
concursal de la prenda de créditos futuros. El precepto comentado no ha seguido ninguna de las
propuestas existentes en España sobre la afección concursal de los créditos futuros pignorados. No
se admite por la norma que la garantía se extienda a estos créditos aunque se encuentren
perfectamente determinados ya en el título constitutivo, ni tan siquiera aunque haya existido
notificación «anticipada» al que habrá de ser deudor de tales créditos (8). El art. 90.1.6.º LC
tampoco asume la distinción propuesta por la doctrina alemana (9), según la que precisa
distinguirse entre créditos nacidos de una relación jurídica preexistente al concurso y los que
provienen de una relación jurídica posterior. Finalmente, la LC tampoco se acomoda a la propuesta,
que uno de nosotros hiciera en el pasado, de aplicar analógicamente lo dispuesto en la disp. adic. 3.ª
Ley 1/1999, de forma que sólo quedarían gravados con la prenda los créditos nacidos de la
actividad del deudor concursado durante el primer año posterior al momento de constitución de la
garantía, aunque todo o parte de este tiempo transcurriera después de la declaración de concurso
(10). No vale la pena ya enzarzarse en disputas sobre el acierto o desacierto del legislador concursal
al tomar esta drástica decisión, salvo que hubiere —lo que no es creíble— una posibilidad si quiera
mínima de derogar esta norma. Por tanto, partamos de ella y demos por canceladas antiguas
digresiones teóricas que se producían en un contexto de inexistencia de norma concursal expresa.
Dada la regla legal, no existe mecanismo contractual que permita hacer nacer directamente en
cabeza del acreedor un crédito futuro de esta clase, o, en términos más correctos, que permita que
el acreedor garantizado adquiera de modo retroactivo una afección real sobre el crédito y una
prioridad conflictual frente al resto de los acreedores concurrentes del deudor del crédito
garantizado que hubiesen adquirido sus créditos en el tiempo intermedio. Pero la norma no
cuestiona la validez y eficacia de la cláusula contractual que obliga al deudor (luego concursado) a
transferir al acreedor los créditos que nazcan en el futuro a partir del ejercicio de su actividad
empresarial. Esto es importante, pues (a diferencia, por ejemplo, de la prohibición del art. 61.3 LC),
el art. 90.1.6.º no contiene ninguna regla de validez contractual, sino una regla de inoponibilidad
concursal. Las consecuencias no son de despreciar.
Así, la obligación de transferir estos créditos postconcursales (y eventualmente, de producirlos,
mediante la celebración de contratos al amparo del art. 44 LC) es una deuda del concursado y un
crédito insatisfecho del acreedor titular de la prenda preconcursal. No se trata de un crédito
concursal líquido susceptible de ser opuesto en compensación por parte del acreedor, pero sí es un
«crédito pendiente de cumplimiento» en el sentido del art. 61.2 LC, si se trata de un crédito
concursal ordinario. ¿Por qué decimos si se trata de un crédito concursal ordinario? Porque puede
ser muy bien un crédito a cargo de la masa, y no concursal ordinario. En efecto, creemos que, si el
acreedor in bonis ha adelantado antes del concurso toda su prestación, la obligación postconcursal
que nace en cabeza del deudor común de afectar créditos conforme nazcan no es una deuda de la
masa, a pesar de los apartados 5.º y 6.º del art. 84.2 LC. Pero si los créditos futuros han de ser
transmitidos o afectados simultáneamente a la provisión de la financiación por parte del acreedor in
bonis, y esto tiene lugar por medio de tramos, algunos de los cuales se cumplen después de la
declaración de concurso, el crédito de afectación en garantía de estos activos futuros es un crédito
bilateral y contra la masa, en los términos del art. 84.2.6.º LC. Por el incumplimiento de esta obligación
puede el acreedor in bonis resolver después del concurso el contrato fuente de esta relación (art. 62.1
LC).
(8) GARCÍA VICENTE, «La prenda de créditos futuros en el concurso», ADCO, 9, 2006, págs. 51 y ss.
(9) Que como obiter dictum asume sin más la STS de 22 de febrero de 2008, seguramente siguiendo a
PANTALEÓN, Cesión de créditos, ADC 1988, pág. 1095, que fue quien la introdujo en nuestra doctrina.
(10) SJMER Oviedo 1, 12 de mayo de 2010, siguiendo la propuesta que hicimos en Tratado de los derechos de
garantía (2.ª ed., II, 2008, pág. 267).
No sólo puede resolver. También puede oponer la excepción de incumplimiento contractual.
Llegado el concurso, y por aplicación del art. 61.2, el concursado podría seguir considerando el
contrato como subsistente, e insistir en su derecho a la retirada de fondos suplementarios hasta el
límite del crédito disponible. Si el acreedor titular de la prenda no tuviese en ese momento ningún
contracrédito disponible (por ejemplo, porque no se ha producido aún el plazo de cierre de la
cuenta), no podría oponerse a estos desembolsos. Pero en nuestro caso dispone de un
contracrédito, adicional pero no marginal ni accesorio, y puede oponer al concurso la exceptio
inadimpleti contractus para negarse a la retirada de nuevos fondos. En mi opinión es así —pero sé que
es opinión aislada— incluso si el crédito del acreedor in bonis fuera un crédito concursal.
En el género de los «créditos futuros» (posteriores al concurso) hacemos una distinción que parece
de importancia. Puede ocurrir que el acreedor titular de la prenda ya hubiese entregado
anticipadamente (al concurso) la prestación por él debida, y que los créditos futuros a entregar
constituyesen la contraprestación o parte de la contraprestación que hubiera de cumplir el deudor
luego concursado. En estos casos, el acreedor ha anticipado su prestación, y la eventual transmisión
a su favor de los créditos futuros no estaría casualizada a ninguna nueva financiación que el acreedor
aportara luego del concurso. Pero puede ocurrir, en cambio, que los créditos futuros hayan de pasar
al patrimonio del acreedor, cuando nazcan en cabeza del deudor, contra una prestación simultánea a
realizar por el acreedor. Por ejemplo, el acreedor tiene que comprar (en garantía) estos créditos
cuando nazcan, y pagar en ese momento el precio de tales créditos, con la rebaja eventual de la
prima de descuento. O bien ocurre que el acreedor ha de entregar progresivamente la financiación,
a medida que el deudor (ya concursado) vaya aportando créditos en garantía. La posición del
acreedor en este segundo escenario es más favorable que en el primero. En el primer caso, el art.
90.1.6.º LC priva al acreedor de un activo por el que había pagado anticipadamente, sin que el art.
61.1 LC le permita recuperar por resolución este pago anticipado. En el segundo caso es la masa del
concurso la que está pagando —en forma de pérdida de financiación— el precio de la restricción
impuesta a los acreedores por el art. 90.1.6.º. Evidentemente, si no va a recibir los créditos
postconcursales prometidos, el acreedor opone la excepción de incumplimiento, y tampoco
adelanta la financiación postconcursal obligada.
Imaginemos ahora una operación de factoring o un contrato marco de cesión de créditos futuros. El crédito
que el concursado adquiere contra el tercero en el ejercicio de su actividad empresarial es un crédito
postconcursal. Pero ni el contrato marco de factoring (el factoring es ordinariamente un contrato marco
no dispositivo) ni el contrato marco de cesión de créditos futuros sufren especialmente por la
privación impuesta por el art. 90.1.6.º LC. Si el deudor o la administración concursal quieren que se
descuenten estos créditos, tendrán que cederlos, con o sin recurso, a la entidad de factoring. La
adquisición de estos créditos no nace del título preconcursal, sino del contrato individual de cesión que
el concursado celebra cada vez que cede un crédito en factoring. ¿Pueden negarse el concursado o la
administración concursal a realizar estas cesiones a cambio de la financiación comprometida? No
pueden, a menos que resuelvan el contrato marco en virtud de los poderes que les confiere el art. 61.2
LC. Si el contrato marco no es resuelto, existe obligación de ceder, y esta obligación es ya una
obligación a cargo de la masa del concurso, y sujeta al art. 154 LC.
En consecuencia, el art. 90.1.6.º sólo grava de manera sustancial a los acreedores garantizados que
ya adelantaron antes del concurso la financiación que tenían comprometida con el deudor, a cambio
de un paquete de garantías que incluía créditos futuros del concursado. El art. 90.1.6.º no grava
significativamente a aquellos acreedores que troceen el cumplimiento de la financiación, de forma
que cada tramo tenga como correspectivo la entrega de nuevas garantías por parte del deudor. Y
con esto está ya anunciada la valoración que merece la reforma del art. 90.1.6.º LC desde la
perspectiva del concurso y de la continuidad de la actividad concursal del deudor. La consecuencia
de esta norma es que los financiadores avisados tendrán incentivos para trocear la puesta a
disposición de fondos, en cada caso casualizada a una correspectiva entrega de garantías. Y bien
absurda es en este punto la reforma, que ha concedido a estos financiadores de fresh money el
privilegio de ser tratados en parte como acreedores de la masa (nuevo art. 84.2.11.º), y sin embargo
no los quiere hacer acreedores con privilegio sobre créditos futuros del concursado.
V. AL MARGEN DEL ARTÍCULO 90.1.6.º LEY CONCURSAL, LA
ADMINISTRACIÓN CONCURSAL O EL CONCURSADO PODRÍAN
DESTRUIR EL VALOR DE LOS CRÉDITOS FUTUROS AFECTOS EN
GARANTÍA
Aún si la reforma legal no se hubiera producido, y los créditos futuros pudieran ser afectados en
garantía por prendas preconcursales, todavía así dispondrían el deudor o la administración
concursal, según los casos, de poderosos mecanismos para destruir la ventaja que esta afectación
supondría para el acreedor garantizado.
En primer lugar, podrían resolver por el art. 61.2 LC el contrato sinalagmático —caso de existir—
del que naciera el deber de financiar o/y la prenda, si hubiera en ello un interés del concurso. Es
decir, la prenda como derecho real puede ser resuelta por el art. 61.2 si ella misma es a su vez un
contrato bilateral (cosa no imposible) o forma parte del contenido de un contrato bilateral.
En segundo lugar, deudor y administración concursal podrían destruir este valor por el expediente
de resolver en interés del concurso los contratos bilaterales celebrados por el deudor común con
terceros, en las circunstancias del art. 61.2 LC, haciendo imposible la generación de créditos afectos
a la prenda preconcursal.
Finalmente, el deudor y el administrador concursal podrían renunciar a la contratación posterior al
concurso si el destino de los fondos obtenidos de estos contratos hubiera de integrarse
directamente al acreedor pignoraticio, en lugar de emplearse en la financiación de la empresa
concursada.
VI. FENOMENOLOGÍA DE CRÉDITOS «ANTERIORES» Y
«POSTERIORES»
Son créditos «anteriores» al concurso los créditos constituidos en cabeza del deudor antes del
concurso y sometidos a una condición suspensiva, que se cumple durante el concurso. Al menos
mientras no se trate de una condición potestativa del concursado, el cumplimiento postconcursal de
la condición suspensiva no impide la producción del normal efecto retroactivo (cfr. art. 142.I LH).
Son anteriores los créditos nacidos antes del concurso sujetos a un plazo inicial de eficacia y los
distintos plazos de un crédito único cuya ejecución se divide en el tiempo. Así los créditos por los
plazos sucesivos del precio de venta, de que sea titular el deudor común contra un tercero, aunque
alguno de estos plazos venza después del concurso de aquél, y las sucesivas certificaciones de obra
que el contratista concursado emita contra su comitente, aunque se trate de una obra que, como
expresa el art. 1592 CC, se reciba por partes y se pague por partes. Lo mismo ocurre con el pago
fraccionado de la cesión de derechos audiovisuales cedidos. El crédito contra la Hacienda por la
devolución de impuesto es un crédito anterior al concurso, aunque se liquide por Hacienda después
del concurso, siguiendo el principio de «devengo», y no el de «liquidación», ya consagrado por la
jurisprudencia concursal. Siempre que el Ordenamiento haya consagrado para un determinado
supuesto una regla de subrogación real, se considera «anterior» al concurso el crédito por el precio,
que se subroga en el lugar de la cosa previamente pignorada, hipotecada o retenida en dominio,
como ocurre en las hipótesis de los arts. 110 LH, 5, 22 y 53.2.º LHMPSD, 7 y 8 LHN, 40 LCS, 12
bis apartado 4 LMV, etc. En particular, una prenda (sin desplazamiento) sobre «cosechas» o
«frutos» (art. 52.1.º LHMPSD) queda desde el principio subrogada el crédito futuro en que
consisten los frutos (el fruto no es otra cosa que el crédito por una cantidad de dinero). Por razones
expuestas en otro lugar (11), creemos que es «anterior» el crédito por el precio de la reventa de un
bien gravado que el deudor enajena en el curso regular de los negocios. Ni en el Derecho común ni
en el autonómico civil se admite, empero, una regla subrogatoria en virtud de la cual un crédito
(preconcursal) quede subrogado en otro crédito (postconcursal). Celebrado antes del concurso un
(11) Los derechos de garantía en la Ley Concursal, pág. 348.
contrato de cuenta corriente comercial, el saldo favorable al acreedor es crédito anterior al
concurso, aunque el cierre de la cuenta se produzca después. Si el deudor o pignorante de una
garantía financiera sobre créditos dispone de un «derecho de sustitución» en el sentido especificado por
el art. 9 RDL 5/2005, de garantías financieras, los nuevos créditos aportados en lugar de los
sustituidos —si esta aportación es posterior al concurso— se consideran anteriores al concurso, si
los créditos retirados lo eran. De acuerdo con la caracterización del contrato de leasing que
actualmente mantiene la mayor parte de la jurisprudencia concursal española (12), serían créditos
«anteriores» al concurso las cuotas que nacieran en cabeza del arrendador financiero concursado, ya
sean anteriores o posteriores al concurso, contra el arrendatario financiero. Cuando el deudor
(luego concursado) celebró con un tercero un contrato del que nació un crédito que pignoró a su
acreedor, y luego aquel deudor o su administración concursal resuelven este contrato conforme al
art. 61.2 LC, y resulta que la consecuencia de la restitución resolutoria es que un nuevo crédito
ingrese en la masa del concurso, este crédito se subroga en el antiguo, y se entiende afecto a la
garantía.
Por el contrario, son posteriores al concurso los créditos contra terceros devengados (en cabeza del
concursado) a partir de una relación jurídica preexistente que establece una relación de tracto
sucesivo y que fue constituida y «pignorada» antes del concurso. De esta forma, no se integrarán en
la garantía pignoraticia las nuevas rentas arrendaticias cobradas por el arrendador concursado. No
es un crédito presente, aunque el acreedor titular de la hipoteca de establecimiento se lo haga ceder
ahora, el futuro derecho de traspaso a que se refieren los arts. 19 y ss. LHMPSD. Son créditos
posteriores los nacidos de contratos celebrados con terceros con posterioridad al concurso, aunque
deriven de una relación marco preexistente al concurso, que acaso había sido pignorada a un
acreedor. No hace que se reputen «anteriores» la circunstancia de que el deudor o pignorante (luego
concursado) haya cedido en garantía una cartera de créditos como universalidad, en la que se
pudiera disponer de los créditos pignorados y sustituirlos por créditos nacidos de la actividad
empresarial posterior al concurso. Ahora bien, exceptuamos el supuesto en que el deudor
concursado, y titular de los créditos nacederos, disponga de un poder de utilización y
patrimonialización de los créditos existentes, a cambio del deber de mantener siempre un volumen
de créditos dentro de la cartera o cesta de créditos cedidos en garantía; el precio de esta concesión
es la subrogación del crédito futuro en la universitas facti que es la cartera. Si el banco depositario es
titular de una prenda de crédito sobre su propia deuda derivada de la cuenta de depósito que el deudor
tiene abierta en poder de aquél, y esta cuenta está pignorada con pacto de extensión a ingresos
futuros, es «posterior» en el sentido del art. 90.1.6.º el crédito que produce un flujo de dinero por
transferencias o ingresos en la cuenta que tienen lugar después de la declaración de concurso (13).
VII. LA EXCEPCIÓN EN FAVOR DE LAS PRENDAS SIN
DESPLAZAMIENTO DE CRÉDITOS
¿Por qué la excepción a favor de las prendas de créditos inscritas en un registro público? La
respuesta inmediata sería: porque se trata de prendas «públicas» y no «ocultas», como las prendas
ordinarias de crédito. Pero no puede ser ésta la razón. Primero, porque entonces habría que haber
desterrado también la eficacia concursal de las prendas de créditos presentes, cuando no hubieran
sido registradas; y eso no se ha hecho. Segundo, porque ostensiblemente no es la «publicidad» lo
que al legislador concursal le preocupaba en la reforma del art. 90.1.6.º, sino la consistencia
cualitativa de la masa del concurso. Esta preocupación no se alivia porque las prendas de créditos
futuros estén registradas, porque el problema de la intangibilidad de la masa sigue existiendo de
igual forma. Por lo mismo, sería una petición de principio pretender que la diferencia de trato
(12) La postura hoy dominante es la instaurada por la sección 15.ª de la AP de Barcelona. Por todas, cfr. SAP
Barcelona, Secc. 15.ª, 9 de noviembre de 2010. También Conclusiones VII Congreso Jueces de lo Mercantil,
Bilbao, octubre 2010, ADCO, 23, págs. 441 y ss.
(13) Cfr. el supuesto y la solución de SAP Asturias, Secc. 1.ª, 19 de octubre de2009.
proviene de que en las prendas registradas (pero no en las otras) se produzca un efecto retroactivo
pleno de la condición cumplida, de forma que la afección en garantía y la prioridad se explicasen
porque los créditos futuros ya nacieron gravados en cabeza del deudor común.
Claramente se trata de una decisión de política legislativa, que crea esta ventaja concursal para
promocionar las prendas registradas frente a las otras modalidades de prendas de crédito. Cada uno
juzgará si le parece legítima la opción.
Hemos de aclarar que la excepción expresada en el art. 90.1.6.º LC no es la única existente en
nuestro sistema. Puede reputarse dudoso si el art. 15.4 RDL 5/2005 blinda los acuerdos de garantía
financiera sobre créditos futuros. Pero sí creo que esto ocurre cuando las garantías financieras están
constituidas en seguridad de las liquidaciones o del saldo de los acuerdos de compensación
contractual, y éstos sobrevivan al concurso en los términos del art. 16 del Real Decreto Ley (14).
VIII. PROBLEMAS DE CONCURRENCIA INCOMPATIBLE ENTRE
LA LEY DE LA GARANTÍA REAL Y LA LEY DEL CONCURSO
En un supuesto internacional, en el que son varias las leyes que pueden incidir en la regulación de
un crédito y en la válida constitución de derechos reales sobre los mismos, los requisitos de la lex
concursus se imponen siempre a los de cualquier otro ordenamiento. Cuando las exigencias de dicha
ley son menores que las previstas en los demás (que las previstas en la ley del crédito cedido, por
ejemplo) no se plantean mayores problemas en la práctica. Justo lo inverso ocurre con el nuevo art.
90.1.6.º LC. Primero, porque en la lex hispanica concursus las prendas de créditos futuros están sujetas
a la restricción ya explicada. Segundo, porque sólo se exceptúa de esta restricción la prenda inscrita
en un registro público.
Por otra parte, la exigencia de inscripción registral prevista en el art. 90.1.6.º LC no es una cuestión
relativa ni a la validez del negocio por el que se constituye la prenda, ni a la forma en que ésta se
configura, ni siquiera a las condiciones de oponibilidad general—fuera del concurso— de la prenda,
sino materia concursal. Es decir, se trata de una cuestión externa a la prenda, que se impone
siempre que aquélla se quiera hacer valer en un concurso abierto en España.
Lo anterior implica que nos podríamos encontrar en un conflicto de leyes que, en el peor de los
casos, podría afectar a tres sistemas normativos; a saber, la ley del concurso, la ley del crédito cedido
y (de ser distinta de la anterior) la ley que gobierna la garantía real (por ejemplo, la del lugar de
residencia del deudor cedido o la del constituyente de la garantía). Pero sujetar a leyes distintas el
concurso y la eficacia de la prenda frente a terceros en un contexto internacional produce
necesariamente distorsiones, que obligan al acreedor pignoraticio a tomar en cuenta varias leyes a la
hora de asegurarse la mayor eficacia de la garantía real. Si no lo hace así y sólo atiende a la ley
rectora de esa «eficacia general», puede encontrarse con la ingrata sorpresa de que cuando su
garante sea declarado en concurso —momento en el que, más que en ningún otro, le interesa la
eficacia de su garantía— ésta no es oponible.
En Derecho español, la ley rectora del concurso es la del Estado de apertura del mismo, es decir, la
del Estado donde el concursado tiene su centro de intereses principales (que, en principio, se
presume situado en su domicilio) o un establecimiento, únicos países cuyos tribunales pueden
considerarse competentes de acuerdo con lo establecido en el Reglamento comunitario de
Insolvencia (en adelante RPI) y en la LC. La lex concursus coincide, en consecuencia, con la ley del
deudor pignorante, entendiendo por tal la de su domicilio o, en su caso, su establecimiento.
Partiendo de esas premisas, se podría proponer la sumisión a la misma ley de todas las situaciones
en las que la prenda debe oponerse a terceros, en el concurso o fuera de él. Sólo así aseguraremos
(14) De ahí la importancia de calificar el subyacente como un acuerdo de compensación contractual, que se
pone de manifiesto, por ejemplo, en la SAP Tarragona de 13 de octubre de 2009.
su plena eficacia, y garantizaremos la seguridad jurídica al disminuir el número de leyes que hay que
«mirar» para determinar si la garantía va a ser eficaz. Y puesto que la fuerza de la lex concursus es
mayor, en tanto que impone sus requisitos en el caso del concurso al resto de las leyes, que sea ésta
la que se aplique. Como en nuestro sistema la ley del concurso es la del cedente/pignorante, la
lógica conduce necesariamente a propugnar esta última como ley aplicable a la oponibilidad en
general de las prendas sobre créditos (15).
Ese argumento no es nuevo. Quienes enumeran las ventajas de sujetar la prenda de créditos a la ley
del cedente señalan, y no precisamente como argumento de menor peso, la eficacia de esta solución
en los casos de concurso, señalando, afirmando, por ejemplo, que «unificar, también en el ámbito
internacional, el marco normativo de las cuestiones reales y concursales resulta vital para los operadores» (16). A
esta ventaja se une otra, no menos relevante en el caso de concurso: es la opción que permite
proporcionar un marco normativo fácil de identificar para todos los interesados a la hora de
proceder a la constitución del derecho real, lo que permite garantizar en mayor medida la par conditio
creditorum.
Es cierto que a los argumentos anteriores puede oponerse el siguiente. El art. 5 RPI «blinda» frente
al concurso los derechos reales sobre bienes del concursado que «estuvieren» en un Estado
miembro distinto del de apertura en el momento de producirse ésta. En orden a determinar la
ubicación del crédito hay que atender a la situación del centro de los intereses principales de su
deudor, según el art. 2 g) RPI, criterio que puede entenderse extensible a la LC. Eso significa que,
declarado el concurso en España, el titular de una prenda sobre créditos del concursado situados en
Italia —porque allí tiene su centro de intereses principales el deudor del crédito pignorado—, puede
ejecutar su garantía fuera del concurso, prescindiendo, en consecuencia de lo previsto en la LC y de
los requisitos por ésta exigidos para la eficacia de la prenda. Siendo así, es irrelevante lo que diga la
lex concursus Es cierto entonces que las restricciones impuestas por el art. 90.1.6.º LC dejan de ser
operativas.
Si en lugar del RPI es de aplicación el art. 201 LC, porque los créditos sobre los que recae la prenda
no están situados en un EM de la UE a los que es aplicable el RPI (todos con excepción de
Dinamarca), la consecuencia no es el blindaje absoluto de la garantía frente al concurso, pero sí la
aplicación de las normas del Estado de situación del crédito a efectos de determinar los efectos del
concurso sobre la prenda. Es decir, si en vez de estar ubicados los créditos objeto de la prenda en
Italia lo están, por ejemplo, en Argentina, será el Derecho argentino el que, en virtud de lo previsto
en el art. 201 LC, nos dirá si la prenda está o no «blindada» frente al concurso o, en su caso, como
puede ser ejecutada dentro de él. Con independencia de los enormes problemas que esta norma
parece estar llamada a plantear, cuando la ley de ese tercer Estado permita la ejecución separada,
nos encontraremos con la misma consecuencia a la que lleva el RPI, con la consiguiente irrelevancia
de la lex concursus.
La inconsistencia de no aplicar el art. 90.1.6.º LC a un concurso abierto en España cuando el
deudor «futuro» del crédito pignorado reside fuera de la jurisdicción del concurso es una
consecuencia inevitable de la existencia de normas sobre conflictos de leyes y de la propensión del
(15) No es ésta, sin embargo, la solución adoptada por el legislador español, que en el art. 17.3 RD 5/2005
prevé que «Cuando el objeto de la garantía sean derechos de crédito, la ley aplicable a la eficacia frente al
deudor o frente a terceros de la cesión o de la prenda será la que rige el crédito cedido o pignorado». Pese a la
ubicación de esta norma, se ha sostenido que la solución es generalizable y aplicable, en consecuencia, tanto
dentro del marco de las garantías financieras como fuera de él (GARCIMARTÍN, F. y HEREDIA, I., «La ley
aplicable a las prendas o cesiones de créditos: novedades legislativas», www.diariolaley.es, núm. 7629, págs. 1 y
ss.
(16)GARCIMARTÍN, F. y HEREDIA, I., «Las transacciones internacionales sobre créditos en el
ordenamiento español: cuestiones jurídico-reales», DeCita, 7/8. Estos autores no optan, finalmente, por la ley
del cedente como mejor solución, pero exponen detalladamente las ventajas e inconvenientes de cada una de
las opciones relevantes.
legislador concursal español a introducir normas materiales de Derecho civil en el cuerpo de
preceptos concursales. Afortunadamente, sólo en este caso se manifiesta la inconsistencia. Porque
la lex concursus española se aplicará en todo caso si el crédito está «situado» en España, aunque la ley
aplicable al crédito, o la ley aplicable a la prenda (si hubieren de ser distintas) no sean la ley
española. Ello nos permite, por un lado, reafirmar la validez de la conclusión favorable a la
sumisión de las cuestiones relativas a la oponibilidad de la garantía frente a terceros a la ley del
cedente y por otro constatar la absoluta indiferencia de la ley del crédito cedido.
Es cierto, sin embargo, que se ha propugnado una interpretación correctora de los arts. 5 RPI y 201
LC, de modo que, se dice, partiendo de la ratio de la norma, que es la protección de los derechos
reales constituidos de acuerdo con un ordenamiento distinto al de la ley del concurso, en los casos
en los que el domicilio del debitor debitoris se encuentra en España, pero la garantía se constituyó
conforme al ordenamiento de un Estado distinto, siguen siendo de aplicación aquellos. Nos parece
que no debe aceptarse una interpretación correctora que es contraria al tenor literal de ambos
preceptos, con la consecuencia de que a la protección, para algunos excesiva que, sobre todo el art.
5 RPI, proporciona a los titulares de los derechos reales sobre bienes del concursado, se añade una
interpretación extensiva en perjuicio del resto de los acreedores que verán cómo se reduce la masa
activa del concurso al permitir más ejecuciones separadas. Además, la «reconstrucción» del art. 5
RPI produce resultados perversos, pues favorece la manipulación arbitraria de la regla concursal.
En efecto, si para sacar del art. 90.1.6.º LC a un crédito futuro se requiere que al menos el deudor
de este crédito resida fuera de España, existe una base real, objetiva, para la internalización del
supuesto, que el deudor sólo puede manipular con costes (hay que «localizar» al deudor cedido en el
extranjero). Pero la ley aplicable al crédito cedido es una determinación puramente convencional de
las partes, que de esta forma podrían excluir la eficacia del art. 90.1.6.º con sólo someter el crédito
cedido a una jurisdicción con una mínima conexión objetiva con la relación controvertida.
IX. ¿QUE «REGISTRO PÚBLICO»?
El art. 90.1. LC se refiere a la inscripción «en un registro público», sin calificar cuál pueda ser éste y
sin, desde luego, indicar que tiene que tratarse del Registro de Bienes Muebles.
Esa exigencia no puede interpretarse más que en un sentido flexible, de tal manera que sea
suficiente la inscripción en cualquier registro público que permita la inmatriculación de este tipo de
derechos, no ya español, sino también extranjero. De este modo, si constituida la prenda conforme
al ordenamiento de un Estado distinto de España, éste exige o permite la inscripción de la misma
en un registro público, tal inscripción debe bastar a efectos de la aplicación del artí. 90.1.6.º LC.
Dónde se encuentre ubicado ese Registro es, a estos efectos, irrelevante.
Si lo que se pretende asegurar con la exigencia de inscripción son los intereses de los acreedores del
concursado y, asumamos, un concursado cuyo centro de intereses principales se sitúa en España, va a tener
acreedores en su mayoría «españoles», parecería lógico que se hubiera exigido que el registro en cuestión fuera
español (el de Bienes Muebles). Pero lo cierto es que la norma no lo exige y que, además, de la propia
solución conflictual acogida en otras disposiciones— art. 17.3 RD 5/2005— por el legislador para determinar
la ley aplicable a oponiblidad a terceros de la prenda de créditos, se puede extraer un argumento favorable a
la validez de registros extranjeros, o, al menos, de los del Estado cuya ley se aplica al crédito cedido. Si la
prenda se constituyó conforme a dicha ley y se registró en el Estado de la misma, parece excesivo exigir una
nueva inscripción en España, cuando no resulta del tenor de la propia norma. Y decimos esto aún para los
casos en los que la ley que gobierna la eficacia general de la prenda de créditos como derecho real fuere la ley
material (no sólo concursal) española (ley de la jurisdicción del cedente/pignorante), y en España no exista —
como no existe— otro «registro público» de pignoraciones de créditos que el Registro de Bienes Muebles.
Distinto hubiera sido si el art. 90.1.6.º LC, a la vez como lex rei sitae de la prenda y como lex concursus, hubiera
hecho mención exclusiva del «Registro de Bienes Muebles».
Bien sabemos que la posterior elucidación de qué sea un registro «público» va a ser una fuente de futuras
discordias.
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