2. APROXIMACION HISTORICA A LA POLITICA AGRA

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territorial de la población o el creciente interés que sobre los
problemas de conservación del medio ambiente muestra la
sociedad británica exigiendo una intervención decidida por
parte del Estado(CL^utY et al., 1993).
2.
APROXIMACION HISTORICA A LA POLITICA AGRARIA BRTTANICA
La agricultura británica conoció su mayor época de prosperidad en la segunda mitad del siglo pasado, una vez iniciada
la revolución industrial. Varios factores explican e ^ta situación.
En primer lugar, el rápido proceso de urbanización e industrialización, provocando un éxodo masivo de la población rural británica (mayormente pequeños campesinos) hacia las
ciudades y centros industriales y haciendo posible en ese contexto un proceso paralelo de modernización estructural de su
agricultura al permitir que los grandes propietarios aumentaran más aún la superficie de sus explotaciones adquiriendo las
de aquellos que engrosaban las filas de la emigración. El resultado de dicha transformación fue un aumento del tamaño medio de las explotaciones agrarias y un incremento de la productividad, a la vez que una disminución de la población
activa agrícola. En segundo lugar, la prosperidad de los agricultores en el período a que estamos haciendo referencia se
debió también al hecho de que los intereses agrarios se encontraban hasta entonces muy bien representados en el Parlamento británico, ya que casi el 50% de los miembros de la Cámara de los Comunes tenía, a mediados del siglo pasado, una
relación directa con la agricultura (SE^ y STOtuNG, 1962).
La revolución industrial trajo consigo otros cambios que
afectaron de manera decisiva a la agricultura. Entre ellos destaca el espectacular crecimiento que se produjo en la demanda
de productos agrícolas por parte de los cada vez mayores núcleos urbanos, crecimiento que, al no poderse satisfacer con la
producción interna, rompió el equilibrio de la economía agra
ria británica. Habría que recordar en este sentido que, hasta
mediados del siglo XVIII, el Reino Unido había sido un exportador neto de grano y que, desde entonces, las importaciones
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comenzaron a exceder a las exportaciones en años de malas cosechas, haciéndose ya crónica esa dependencia de productos de
ultramar a principios del siglo pasado (T^CY, 1982). La crisis
agraria finisecular tuvo graves efectos sobre un amplio y hasta
entonces influyente sector de la agricultura británica que, sin
embargo, no consiguió que el gobierno adoptara inedidas proteccionistas, como sí habían hecho otros gobiernos europeos, ni
fue capaz tampoco de cohesionar un frente común de protesta.
Una explicación a la debilidad de los grupos de intereses
agrarios para hacer frente a sus problemas en ese contexto de
crisis ha sido atribuida por algunos autores a la nueva distribución de poderes surgida tras la revolución industrial (Ci.EARY et
al., 1993), mostrando cómo el avance del proceso de industrialización había ido produciendo un cambio en la correlación de
fuerzas económicas y sociales, de modo que las élites agrarias
fueron perdiendo cada vez más poder político, en beneficio de
nuevos grupos de interés de naturaleza urbana e industrial. Así,
por ejemplo, en 1900 el número de parlamentarios representantes directos de los intereses agrarios se había reducido al
25%, reflejándose su creciente debilidad en la opción no proteccionista que los poderes públicos británicos adoptarían para
hacer frente a la crisis ocasionada por la competencia de los gra
nos americanos (HILL e INGERSENT, 1977; TxncY, 1982).
No hubo, tampoco, posibilidad alguna de alianza entre el
sector agrario y el industrial -del estilo de las alianzas del
trigo y del acero ocurridas en otros países- para crear un
frente común de reivindicación en favor del proteccionismo.
El sector industrial estaba en esos momentos mejor representado que los intereses agrarios en el Parlamento, y su mayor
preocupación era que los precios de los alimentos fuesen baratos, a fin de que se mantuviesen bajos los salarios de la población obrera. Esta influencia de los intereses industriales explica que el gobierno británico rechazara las demandas de
proteccionismo y permitiese la entrada de productos agrícolas desde el exterior, aunque fuese a costa de que la agricultura británica, ya modernizada, perdiese cada vez más importancia en el conjunto de la economía nacional, y que la
seguridad alimenticia estuviese a expensas de los avatares del
comercio internacional.
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Sin embargo, la entrada de Gran Bretaña en la primera
guerra mundial y el bloqueo de ciertos mercados externos
pondrían en evidencia esta situación mostrando su vulnerabilidad al comprobar que la agricultura británica no se hallaba
preparada para compensar el déficit productivo ocasionado
en algunos sectores de importancia para el abastecimiento
del país. El gobierno se vio obligado, por razones de interés
nacional, a cambiar su política liberal respecto del sector
agrario, optando por protegerlo e incentivando a los agricultores a que aumentasen sus niveles de producción para contribuir al abastecimiento de la población. Así, en 1917, se pusieron en marcha un programa de precios garantizados para
los cereales y un plan de cultivos obligatorios subvencionados.
Estas medidas condujeron a un aumento considerable de la
superficie cultivada, cubriéndose en un año los objetivos de
producción previstos (SELF y STO^NG, 1962).
El carácter coyuntural de esta política de apoyo a la agricultura se refleja en el hecho de que la mayor parte de las medidas adoptadas entonces por los poderes públicos británicos
fueron retiradas al finál de la guerra, dando lugar a un gran
debate sobre la idoneidad de continuar con el proteccionismo
en la agricultura o bien retornar a la política liberal. En ese
contexto, las leyes sobre cultivos obligatorios fueron retiradas
en 1919, y el sistema de precios garantizados para los cereales,
en principio previsto para seis años y ratificado por la Agricultural Act de 1920, sería abolido al año siguiente por razones de
disponibilidad presupuestaria. Los agricultores quedaban de
nuevo en difícil situación para hacer frente a los avatares del
comercio internacional.
La depresión económica de los años 30 encontró, por
tanto, a la agricultura británica sin ningún tipo de protección.
Sus inmediatos y severos efectos llevaron a un cambio radical
en las orientaciones de la política agraria británica. Este cambio constituye un punto de referencia clave en la historia de la
política agraria británica, ya que fue a partir de ese momento
cuando comenzaría el actual período de intervención estatal
en la agricultura del Reino Unido, si bien, lógicamente, los
instrumentos utilizados por los poderes públicos han ido variando con el tiempo. Es importante señalar que, en esa etapa
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de crisis económica general, la agricultura fue tratada como a
cualquier otro sector de actividad deprimida, aplicándosele un
mismo tipo de intervención (disminución de impuestos, control de importaciones, reconversiones internas...).
La principal reivindicación del sindicato mayoritario entonces en la agricultura, la National Farmer's Union (NFU)
(ver apartado 3), fue, al igual que reivindicaban otras organizaciones empresariales de la industria, la aplicación de medidas protectoras frente a la competencia exterior mediante el
control de las importaciones. Tal reivindicación iba acompañada de otras para la reorganización interna de los mercados
agrarios, siendo articuladas, no sin duras negociaciones con
los poderes públicos, a través de las Ag^zculture Marketing Acts
de 1931 y 1933, que incorporarían, con la creación de los marketing boards (ver apartado 4) y el control de las importaciones, a la agricultura británica en la lógica intervencionista de
los últimos cincuenta años.
La segunda guerra mundial encontró, por tanto, a la agricultura británica con un buen plan preparado para que no
faltasen suministros alimenticios, contrariamente a lo que
ocurrió en 1914. En el período bélico acabaron de establecerse, sobre la base de las iniciativas tomadas en los años previos al desencadenamiento del conflicto mundial, las líneas
definitivas en la relación Estado-agricultura en Gran Bretaña.
Dicha relación estaría basada, principalmente, en la aplicación de un sistema intensivo de garantías estatales a los agricultores a cambio de que éstos aceptasen un estrecho control
de sus actividades por parte de los organismos públicos.
Los objetivos de esta nueva orientación de la política agraria británica, materializada, sobre todo, en la Agriculture Act de
1947, se podrían resumir en dos palabras: estabilidad y eficiencia. Por un lado, estabilidad, hecha posible por un mecanismo de precios garantizados para la agricultura basado en
una relación definida entre costes de producción y beneficios, y con el que se pretendía igualar los estándares de vida
urbana y rural. Y, por otro lado, eficiencia, exigida como contrapartida a los agricultores en términos de buena ges •ón de
sus explotaciones y aceptando someterse a las oportunas medidas de asesoramiento y control.
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Aunque algunas reivindicaciones del sindicalismo agrario
no fueron atendidas, como ocurrió con la relativa al control
de las importaciones, la Agriculture Act de 1947 contemplaba
un paquete de actuaciones lo suficientemente amplio como
para posibilitar el comienzo de una verdadera dinámica de
concertación en la agricultura británica, significando, en definitiva, un paso importante en la relación Estado-NFU. Desde
entonces, la NFU y el Estado mantendrán una estrecha y duradera colaboración que en ningún momento se haría dependiente del signo político del gobierno y que ha llegado hasta
nuestros días. Ambas partes han ritualizado periódicamente
una especie de «acuerdo neocorporativo» en el que las dos
partes se han unido para alcanzar objetivos complementarios
en aras del interés nacional, negociando las medidas para llevarlos a cabo (Ci.EnRY et al., 1993; Cox, LOwE y WINTER, 1986;
^
SELF y STORING, 1962; SMITH, 1989).
No obstante, ese marco de relaciones entre el Estado y la
NFU ha estado sometido, de una parte, a los cambios recientes experimentados por la sociedad rural británica con la
emergencia de nuevos grupos de intereses vinculados a la
problemática conservacionista y medioambiental, y de otra,
a los diferentes escenarios en los que ha tenido que desenvolverse la política agraria del Reino Unido desde su incorporación a la CE en 1973.
3.
3.1.
EL SINDICALISMO AGItARIO
Rasgos generales
La representación de los agricultores británicos ha venido
siendo ejercida desde comienzos del presente siglo por tres
asociaciones regionales, que, si bien no han creado una federación de ámbito nacional, mantienen de hecho una estrecha
coordinación en todas sus acciones, conservando grandes similitudes en sus modelos organizativos. En efecto, la National
Farmers' Union (NFU) de Inglaterra y Gales (1908), la NFU
de Escocia (1913) y la Ulster Farmers' Union (UFU) de Irlanda del Norte (1918) ostentan en sus respectivos ámbitos te-
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