China consolida su Gran Salto Adelante de la reforma

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Carta de Asia-Economía
China consolida su Gran Salto Adelante de
la reforma
Enrique Fanjul
Con la renovación del gobierno que está llevando a cabo estos días, en la sesión anual
de la Asamblea Popular Nacional, China culmina un ciclo de cambios y acontecimientos
institucionales que, desde hace algo más de un año, configuran un auténtico Gran Salto
Adelante en la política de reforma y apertura al exterior.
Se trata, por supuesto, de un Gran Salto Adelante que tiene una naturaleza muy distinta a
la famosa campaña de movilización política que con ese nombre lanzó Mao Tse-tung a fines
de los años cincuenta, y que provocaría grandes desórdenes sociales y económicos en
China.
En este año, precisamente, se va celebrar el 25 aniversario de esta política de reforma,
que ha transformado radicalmente el panorama del país, al que ha convertido en uno de los
mayores focos económicos y de negocios del mundo.
El gran salto que China afronta en la actualidad está configurado fundamentalmente por
dos hechos. En el plano doméstico, por la renovación de su liderazgo político, que ha
supuesto la irrupción de una nueva generación de dirigentes con una orientación más
tecnocrática y profesionalizada. Esta renovación tiene su máxima expresión en el
nombramiento de Hu Jintao como secretario general del Partido Comunista y presidente
de la República Popular.
En el plano de sus relaciones exteriores, ese gran salto está configurado por el avance
cualitativo en su apertura e inserción exterior que representan la entrada en la Organización
Mundial de Comercio y la designación de Pekín como sede de las olimpiadas de 2008.
La trascendencia de estos hechos permite afirmar, sin caer en una exageración, que
China está culminando la etapa más decisiva de su evolución desde que se adoptó la
política de reforma a fines de los años setenta. Podría argumentarse que el acontecimiento
más relevante desde que se abordó el camino de la reforma ha sido la crisis de Tiananmen
de 1989. Esta crisis representó sin duda una convulsión que tuvo un fuerte impacto a nivel
internacional y nacional. Sin embargo, su legado ha sido imperceptible, en el sentido de
que ha tenido muy escasas consecuencias sobre la posterior evolución económica y
política de China (incluyendo también en esta última el papel de la oposición política al
régimen de Pekín, que no ha logrado adquirir una entidad apreciable, ni dentro ni fuera de
China).
La adjudicación a Pekín de las Olimpiadas de 2008 fue una buena noticia para China.
También lo ha sido para el resto del mundo. Su trascendencia queda aún más resaltada
si la situamos junto a otro hecho decisivo para la inserción exterior de China: su
incorporación a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La pertenencia a la OMC ha reforzado el "anclaje" en la economía internacional de la
economía china, que deberá avanzar hacia una mayor homologación con las pautas
internacionales.
Significativamente se han producido así, en un breve plazo de tiempo, dos hechos que
van dar un gran impulso a su integración en la comunidad internacional: sin duda la
mejor forma de favorecer la democracia y los derechos humanos en China.
Apertura exterior y democratización
El principal argumento utilizado por los que en su momento se opusieron a la elección
de Pekín como sede olímpica fue el de los derechos humanos. Pero, ¿cuál es la mejor
política a seguir? ¿Castigar a China por sus insuficiencias en el respeto de los derechos
humanos? ¿O actuar de forma que se favorezca una mejora efectiva de los mismos?
Durante los 25 años de proceso de reforma, China ha experimentado, como es bien
sabido, un gran crecimiento económico. Pero también se ha producido, y esto es con
frecuencia olvidado, una notable mejora en las libertades personales de la población. En
comparación con el totalitarismo de la época de Mao, el ciudadano chino, especialmente
en las ciudades que más se han desarrollado económicamente, disfruta en la actualidad
de un grado mucho mayor de libertades: puede viajar dentro y fuera del país, elegir sus
estudios, cambiar de trabajo, acceder a una variedad de productos culturales que antes
era impensable.
Esta mejora ha sido en parte una consecuencia del proceso de crecimiento económico
y la liberalización que ha acompañado a éste. La sociedad china se ha vuelto más
compleja, ha surgido una amplia y creciente clase media, se han instalado en el país
decenas de miles de empresas extranjeras que exigen unos mínimos en cuanto a
respeto de la ley, transparencia de las normas.
El otro gran factor que ha influido positivamente en la evolución de China ha sido el
factor exterior. Si, en la época de Mao, China llegó a vivir de espaldas al mundo, y le
importaba muy poco lo que éste pudiera opinar, con la reforma la restricción exterior ha
pasado a tener una influencia decisiva sobre las actuaciones de los gobernantes chinos.
Con la reforma el objetivo central del gobierno chino, al que se supeditan
prácticamente todas sus líneas de actuación, ha pasado a ser el crecimiento económico,
la modernización. Para conseguir ese objetivo es imprescindible la apertura al exterior:
el comercio, las inversiones extranjeras, la importación de conocimientos y métodos de
gestión.
Si no hubiera sido por esta restricción exterior, por ejemplo, la represión tras los
sucesos de Tiananmen hubiera sido incomparablemente mucho más dura de lo que fue.
En la actualidad, la oposición política al régimen comunista es prácticamente
inexistente: este es otro dato importante, que también se ignora con frecuencia. Y, desde
luego, resulta imposible vislumbrar, a corto y medio plazo, una alternativa al poder del
Partido Comunista. China avanzará hacia una mejor situación de derechos humanos y
libertades, y eventualmente, estoy seguro, hacia un régimen democrático. Pero lo que la
va a empujar en esa dirección va a ser fundamentalmente el crecimiento económico y la
integración con el exterior.
Medidas del exterior que en China se percibieran como hostiles, como habría sucedido
con el rechazo olímpico, tendrían un efecto negativo ya que favorecerían en China a los
sectores más nacionalistas y conservadores, los más opuestos a la liberalización
política.
Las Olimpiadas y la OMC han sido dos buenas noticias para China y su evolución, y
por tanto para la comunidad internacional, interesada en la estabilidad de una potencia
que se acerca a los 1.300 millones de habitantes.
El mercado seguro
Con este nuevo "gran salto adelante" se refuerzan aún más las perspectivas que ofrece
el mercado chino como fuente de negocios. A pesar de las dificultades económicas
internacionales, la economía china ha logrado mantener una alta tasa de crecimiento, y
en el año 2003 podría fácilmente crecer en torno al 8 por 100. La mayoría de los
pronósticos apuntan a que podrá mantener una tasa elevada de crecimiento (de un 5-6
por 100) a medio y largo plazo.
China se configura así como un mercado "seguro", especialmente en un contexto
internacional como el actual. Y no sólo por la estabilidad de su crecimiento, sino también
por la estabilidad de su marco de negocios, altamente favorable para la participación de
empresas extranjeras.
Aunque el marco legal chino tenga todavía un largo camino por delante para
desarrollarse y adaptarse a las pautas internacionales, el clima de negocios ha sido,
desde hace ya más de dos décadas, sumamente positivo hacia las empresas extranjeras.
Aunque sus pautas de funcionamiento sean distintas, la empresa extranjera cuenta con
un marco de protección superior al de muchos otros mercados. En China, por ejemplo,
resultarían impensables declaraciones como las que se escucharon hace algunos meses
a gobernantes argentinos, criticando a las multinacionales extranjeras que operaban en
Argentina porque se habían llevado beneficios fuera del país.
El síndrome argentino ha tenido un profundo efecto sobre las empresas españolas, en
las que se puede percibir en los últimos meses un claro aumento del interés por
mercados del mundo a los que hasta ahora se prestaba una atención limitada. Es el
caso, sobre todo, de Europa del Este y de China.
El atractivo del mercado chino se ve reforzado por sus buenas perspectivas de
solvencia, que se traducen en sus crecientes reservas de divisas (que han sobrepasado
los 280.000 millones de dólares y han convertido a China en uno de los países con
mayores reservas del mundo), en las crecientes entradas de inversiones directas (otra
clara muestra de confianza en el país), o en el mantenimiento de un apreciable superávit
en su balanza comercial.
Enrique Fanjul ha escrito varios libros sobre China, el último de ellos "El drágon en el
huracán, retos y esperanzas de China ante el siglo XXI".
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