Ficha 1 Durkheim

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Universidad de la República
Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias
Afines
Introducción a las Ciencias Sociales
Ficha 1
Vigencia y pertinencia del modelo explicativo
Durkheniano
Mag. José Enrique Fernández
Abril de 2006
2
Índice
1.
INTRODUCCIÓN
3
2.
EL POSITIVISMO Y LA VERSIÓN RACIONALISTA DE DURKHEIM:
VIGENCIA Y PERTINENCIA DE UN ABORDAJE METODOLÓGICO
ESTRICTAMENTE SOCIOLÓGICO
3
2.1
Precisiones sobre el debate contemporáneo teórico - metodológico en
Ciencias Sociales
3
2.2
4
El positivismo, de Comte a Durkheim
2.3
Durkheim y el positivismo. La posición racionalista como superación y
ruptura
6
3.
LA DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO A TRAVÉS DEL
DESARROLLO DE LA TEORÍA DE LA AUTORIDAD MORAL
9
3.1
Aspectos centrales del relato Durkheniano. Coherencia y continuidad de su
planteo teórico
9
3.2
El papel central de la solidaridad como hecho social
10
3.3
El derecho como forma cristalizada de la solidaridad
12
3.4
La división del trabajo social como base de una nueva forma de solidaridad 13
3.5
La división del trabajo social en el tránsito entre sociedades. El debate con
el reduccionismo economicista
15
3.6
La anomia como categoría central en la explicación del conflicto
16
3.7
El rol del Estado en una concepción organicista
20
3.8
Las instituciones como elemento claves en la integración social
20
4.
CONCLUSIÓN.
21
5.
BIBLIOGRAFÍA
25
3
“ No se puede escapar a la naturaleza
más que creándose otro mundo desde
el cual la domine; este mundo es la
sociedad.”
Emile Durkheim
1. Introducción
En cualquier disciplina, el abordaje de los clásicos, por definición implica dar por sentada su
vigencia, por lo que, más que revisar la vigencia de Durkheim (lo que pondría en cuestión su
carácter de clásico), pretendemos discutir su abordaje teórico - metodológico en función del
papel que ha tenido en la delimitación del objeto de estudio de la sociología, y el potencial que
entendemos tiene para dar cuenta de los fenómenos sociales que nos ocupan en este cambio
de siglo.
Si bien existe una integración importante entre teoría y método en el relato Durkheniano, a los
efectos de nuestra discusión, vamos a comenzar por una revisión de sus planteos
metodológicos básicos contextualizados en el surgimiento del positivismo, para luego,
reconstruir el proceso de formulación de la teoría de la autoridad moral, hilo conductor a
nuestro criterio, de toda su producción.
El presente trabajo se centra en la producción de Durkheim; se ha descartado el tratamiento
de los autores que continuaron desarrollando sus categorías teóricas y metodológicas, así
como, también se descarta la comparación exhaustiva con autores (como Marx y Weber) que
manejaron modelos alternativos al suyo en lo teórico y metodológico. Entendemos que
Durkheim admite un tratamiento específico, y en esto nos concentramos, por lo que los límites
de la monografía están fijados por este criterio de focalización.
2. El positivismo y la versión racionalista de Durkheim: vigencia y pertinencia de un
abordaje metodológico estrictamente sociológico
2.1 Precisiones sobre el debate contemporáneo teórico - metodológico en Ciencias
Sociales
Es necesario reconocer la fuerza que tiene la saga del positivismo en sus diferentes versiones,
en el abordaje metodológico contemporáneo de las ciencias sociales,. Más allá de los fuertes
cuestionamientos provenientes de las corrientes “comprensivistas”, que generalmente discuten
contra versiones estereotipadas del positivismo, hay que reconocer (al menos como hipótesis
de trabajo), que el actual eclecticismo metodológico característico de la investigación empírica
en ciencias sociales, tal como lo plantea Wilson (Wilson T.; FCU: ficha 256), muestra la
vigencia contemporánea de las corrientes de pensamiento que a partir de “hitos” como lo
fueron Durkheim y Weber, han desarrollado estrategias metodológicas estructuralistas y
comprensivistas, sin que exista un paradigma que respalde esta integración.
La discusión entre abordajes “naturalistas” vs. “comprensivistas” sigue ocupando un espacio
importante en la agenda de debate de las ciencias sociales, mientras que también se
diagnostica una creciente separación entre la generación de teoría social y la investigación
empírica concreta. Sin intentar profundizar en estos aspectos, vamos a realizar algunas
puntualizaciones sobre el particular:
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I) En primer lugar entendemos que la exigencia epistemológica vinculada a la versión
naturalista es fuertemente normativa para el caso específico de las ciencias sociales,
generando una situación contradictoria; por una parte aporta elementos vinculados a la lógica
de investigación que garantizan rigurosidad y posibilidad de control del proceso de generación
de conocimiento, pero, dada la especificidad del objeto de estudio, presenta una baja
capacidad explicativa desde una perspectiva nomológica, tanto deductiva como inductiva. Esta
versión naturalista, plantea como postulados básicos la unidad y continuidad de la ciencia, la
reducción de las ciencias sociales a las naturales, tiene como punto de partida la objetividad, y
entiende el acto de conocer como la acción de subsumir hechos particulares bajo leyes
universales. La posición reduccionista que otorga a esta versión la exclusividad del status de
cientificidad, se priva del concurso de alternativas que han demostrado su pertinencia en el
abordaje de fenómenos sociales específicos.
Por otra parte, la versión comprensivista (en sus posturas extremas), hace énfasis en la
dualidad y discontinuidad de la ciencia, la especificidad de las ciencias sociales, toma como
punto de partida la pertenencia, y percibe el conocimiento como una fusión entre un horizonte
previo de sentido y un intérprete. Esta versión implica en sus extremos también un
reduccionismo, ya que se concentra en la interpretación del sentido dejando de lado el estudio
de la distribución del problema. Por otra parte, desde esta perspectiva, se desdibujan los
límites entre las diferentes disciplinas, replanteando para las mismas el problema de la
delimitación del objeto de estudio.
ii) En segundo lugar compartimos el diagnóstico de crisis de la versión naturalista, tanto en su
aplicación efectiva en las ciencias naturales como en su capacidad de dar cuenta de la
especificidad de las ciencias sociales. Entendemos que esta situación no descalifica la versión,
pero genera la oportunidad (al cuestionar su autoridad científica) de dar una discusión
relativizando posibles reduccionismos.
iii) En tercer lugar compartimos la necesidad de profundizar en la discusión entre abordajes
cuantitativos y cualitativos. Entendemos como complementarias las estrategias que parten de
las propiedades de las estructuras sociales considerando al “agente” como “portador transmisor” de esa estructura y las que parten de aspectos subjetivos de la interacción social,
considerando al “actor” como portador de la subjetividad. Esa complementariedad no debe
surgir de una práctica “ecléctica” sin sustento teórico, tal como plantea Wilson (Wilson T.;
FCU: ficha 256); entendemos que el desafío está en generar teoría que respalde esta
integración.
2.2 El positivismo, de Comte a Durkheim
Partimos de la hipótesis de que, el abordaje Durkheniano implica una ruptura con el
positivismo de Comte, y, por otra parte, una superación de la versión naturalista estrictamente
reduccionista. Encontramos aquí una de las claves de la vigencia de Durkheim, por lo que
vamos a intentar una pequeña exploración de las fuentes del positivismo para luego analizar
la versión Durkheniana.
El positivismo como método científico surge en la mitad del siglo XIX en un contexto en que el
idealismo en la filosofía social y el romanticismo en la literatura convivían con el auge
explosivo de las ciencias naturales. La posibilidad de generar una “ciencia de la sociedad”,
claramente va a estar signada por el impacto de las ciencias naturales y el desarrollo también
explosivo de la sociedad industrial.
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Si bien se acepta a Augusto Comte como principal gestor del positivismo, la influencia de las
ciencias naturales tuvo un impacto que trascendió a su figura. Anthony Giddens plantea al
respecto: “Pero en tanto los escritos de Marx cobraron acentos fuertemente positivistas (y no
cabe duda que así fue), se lo puede categorizar a él junto a Comte como los que vaticinaron y
trataron de crear una ciencia de la sociedad que reprodujera, en el estudio de la vida social
humana, la misma especie de iluminación espectacular y de poder explicativo que ya habían
suministrado las ciencias de la naturaleza” (Giddens, A.;1997, p. 29).
El pensamiento de Comte constituye uno de los primeros intentos de delimitar para las
ciencias sociales un objeto de estudio específico y distinto del de las ciencias naturales. Esta
perspectiva positivista, plantea a la base empírica como elemento prioritario del conocimiento
científico. Todo enunciado que pretenda ser científico debe referirse a entidades observables,
es decir, a hechos o fenómenos que sean susceptibles de ser cuantificados y medidos. Su
metodología se basa en la utilización de técnicas como la observación, la medición, la
experimentación y la comparación. Todo aquello que no permita la utilización de estas técnicas
queda relegado al campo de lo extracientífico.
El positivismo Comteano constituye un intento por erradicar las explicaciones metafísicas de
las ciencias sociales, oponiéndoles un conocimiento racional de lo estrictamente fáctico. Lo
positivo se opuso a lo metafísico como lo real a lo especulativo. En esta perspectiva, el
objetivo de la ciencia es la enunciación de leyes invariantes, universalmente válidas, que
garanticen la explicación y la predicción de los fenómenos. El valor de la explicación científica
reside básicamente en su comprobación empírica y objetiva.
La objetividad o neutralidad valorativa constituye otro de los requisitos fundamentales que
debe tener el conocimiento científico. Las proposiciones científicas deben estar exentas de
valores, pues ésta es la única forma de garantizar su objetividad y alejar a la ciencia de las
engañosas explicaciones de la metafísica. Este reduccionismo sostiene que el conocimiento
científico tienen un solo método válido: se trata del método experimental de las ciencias
naturales. El Objetivo de las ciencias sociales sería, entonces establecer leyes generales que
sirvieran como instrumentos para la explicación sistemática y la predicción confiable. En
consecuencia, la metodología queda reducida al conjunto de operaciones lógicas supervisoras
del proceso científico y encargadas de proteger la neutralidad y objetividad en todas las etapas
de ese proceso.
El positivismo de Comte pretendió que las ciencias sociales formaban parte de las físico naturales. En su Curso de filosofía positiva, propone una organización jerárquica y
enciclopédica de las ciencias. La física social es la ciencia que estudia los fenómenos más
complejos y la última en desarrollarse históricamente. A partir de ella es posible organizar la
sociedad de una manera racional y científica. Esta clasificación de las ciencias se vincula con la
enunciación Comteana de los tres estados, la cual explica el devenir humano desde una
perspectiva evolucionista consustanciada con el ideal de progreso dominante en aquel
momento histórico. De acuerdo con ella, el individuo, tal como la especie humana, pasa
sucesivamente por tres estados diferentes caracterizados por tres métodos de filosofar que se
excluyen mutuamente. El primero es el estado teológico, en el que las explicaciones están
dadas por las voluntades arbitrarias de seres sobrenaturales. En el segundo, el metafísico,
todo se explica por entidades abstractas (ideas, conceptos sin referencia empírica). El tercero
y último estado es el positivo (o científico) y se caracteriza por la enunciación de leyes
(relaciones invariantes entre los fenómenos). En él se renuncia a conocer lo absoluto (el origen
y el destino del universo). Toda explicación se reduce a los hechos y a las relaciones
necesarias que se establecen ente ellos. En el estado positivo se establecen las bases del
único conocimiento que los positivista consideran verdadero: el racional basado en la
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observación y medición (conocimiento científico). Para alcanzar este estado positivo
definitivamente, es necesaria la constitución de una física social que complete el estudio de
todos los fenómenos posible y complete, con ello, la jerarquía enciclopedista de las ciencias.
Para Comte, a partir de la constitución de la sociología sería posible la reorganización de la
sociedad de una manera científica.
2.3 Durkheim y el positivismo. La posición racionalista como superación y ruptura
Se puede considerar a Durkheim como el heredero más importante del método y la filosofía
del Comte., no obstante, el propio Durkheim se encargo de señalar la distancia que lo
separaba de la metafísica positiva de Comte y Spencer: “... hasta el presente, la sociología ha
tratado de una manera más o menos exclusiva, no de cosas, sino de conceptos. Es verdad que
Comte ha proclamado que los fenómenos sociales son hechos naturales, sometidos a las leyes
naturales. Comte reconoció, pues, y de una manera implícita su carácter de cosas, pues solo
hay cosas en la Naturaleza. Pero, cuando abandonando estas generalidades filosóficas, intenta
aplicar su principio y hacer emerger de él la ciencia que contiene, toma a las ideas como
objeto de estudio ... Comte ha tomado por desarrollo histórico la noción que tenía de él, y que
no difiere mucho de la concepción del vulgo ... como no se concibe que la evolución humana
pueda ser otra cosa que el desarrollo de alguna idea humana, parece completamente natural
definirla por la idea que de ella tienen los hombres. Procediendo de esta guisa, no sólo se
continúa en la ideología, sino que se da como objeto en la sociología un concepto que no tiene
nada de propiamente sociológico.” (Durkheim, E.; 1912, p. 62 - 63).
El cuestionamiento a Comte pasa por marcar el alejamiento de éste de los principios
metodológicos básicos del positivismo; la misma reacción se encuentra en relación con el
abordaje realizado por Spencer: “Spencer rechaza tal concepción (la de Comte), pero es para
reemplazarla con otra que ha formado de la misma manera. Este autor hace a las sociedades y
no a la Humanidad, el objeto de la ciencia; pero acto continuo define a las primeras de una
manera tal, que hace evaporar la cosa de que habla, para poner en su lugar la prenoción que
ella se ha forjado.” (Durkheim, E.;1912, p. 63).
Durkheim se llama a sí mismo y a la corriente en la que se inscribe racionalista. Su principal
objetivo fue aplicar el racionalismo científico al estudio de los hechos sociales estableciendo
relaciones de causas y efecto. En este sentido, “operacionaliza” los principios básicos del
positivismo, con un doble efecto, concreta sus objetivos generales, a la vez que los revisa y
ajusta a las condiciones de aplicación que le impone su objeto de estudio. De esta forma,
construye un abordaje basado en el modelo de las ciencias naturales, rupturista con la
metafísica positivista y no - positivista, que a su vez marca una distancia considerable con las
ciencias naturales; esto es, son la referencia, pero su modelo no implica una subsunción de la
sociología en la mismas.
En Las reglas del método sociológico,
Durkheim plantea los preceptos metodológicos
necesarios para obtener el conocimiento objetivo buscado. En primer lugar. sostiene la
necesidad de definir claramente el objeto de estudio de la sociología (los hechos sociales) y,
gracias a ello, delimitar su campo de investigación. La primera de las reglas dice que es
necesario tomar los hechos sociales como cosas.
Más allá de la significación negativa que produce esta cosificación, decir que los hechos
sociales deben se tratados como cosas implica otorgarles un status científico (como lo tienen
las cosas naturales). Los hechos sociales deben ser tomados desde su exterioridad y no desde
lo que el investigador cree que son; en este sentido, plantea que: “ ... las maneras colectivas
de obrar o de pensar tienen una realidad independiente de la de los individuos ... Son cosas
7
que tienen su existencia propia. El individuo las encuentra completamente formadas, y no
puede hacer que no sean o sean de otra manera de los que son ... y le es tanto más difícil (no
decimos imposible) modificarlas ... Claro está, que el individuo interviene en su génesis, pero
para que exista un hecho social, es preciso que muchos individuos hayan, por lo menos,
combinado su acción, y que de esta combinación se haya engendrado un producto nuevo. Y
como esta síntesis se realiza fuera de nosotros (pues entran en ella una pluralidad de
conciencias), tiene necesariamente por efecto el fijar, el instituir fuera de nosotros ,
determinadas maneras de obrar y determinados juicios, que no dependen de cada voluntad
particular tomada separadamente ... existe una palabra ... que expresa bastante bien esta
manera de ser muy especial; nos referimos a la palabra institución. Sin desnaturalizar el
sentido de esta expresión, se puede , en efecto, llamar institución, a todas las creencias y a
todas las formas de conducta instituidas por la colectividad; la Sociología podría , por tanto,
definirse: la ciencia de las instituciones, de sus génesis y de su funcionamiento”. (Durkheim,
E.;1912, p. 28 y 29).
La necesidad de explicar el funcionamiento de las sociedades superando la metafísica
positivista, pasa para Durkheim por el hecho de identificar dentro del ámbito de los social,
elementos que presenten el carácter de “cosas” en forma análoga a las ciencias naturales. Este
es un pre - requisito para tener como punto de partida la objetividad. En este punto, mediante
la analogía con el organismo de un ser vivo, se elabora un modelo de funcionamiento de la
sociedad (el ser vivo) como producto del funcionamiento equilibrado de órganos. La unidad del
sistema es el individuo (célula), y por analogía se plantea que entre la célula y el organismo
existen instancias intermedias que organizan y explican el funcionamiento del organismo.
Estas instancias intermedias (órganos) son conceptualizadas como hechos sociales (y en un
nivel de abstracción mayor como instituciones); el funcionamiento de las instituciones no se
explica por el funcionamiento de cada individuo, de la misma forma que el funcionamiento de
las células no explica el funcionamiento del órgano.
Esta concepción organicista, permite conceptualizar a la sociedad como sistema, producto del
quehacer activo de sus elementos pero no deducible del mismo, y otorga un importante poder
explicativo a las estructuras cristalizadas (instituciones). De esta forma, se logra delimitar el
objeto de estudio de la sociología; al aislar al hecho social como “cosa”, se cumple con el pre requisito de objetividad, a partir del cual se organiza el proceso de investigación.
El estudio de estos hechos debe ser abordado a partir del principio de que se ignora lo que
ellos son, cuáles son sus características y cuáles sus causas y funciones. La sociología debe
concentrarse en el estudio de sus caracteres objetivos. El carácter de objetivo, está dado por
la exterioridad de estos hechos en relación al individuo.
Durkheim reivindica para el hecho social una naturaleza propia y distintiva (la social) que lo
diferencia del objeto de estudio de otras disciplinas (como por ejemplo la psicología que
estudia hechos individuales); plantea en este sentido que: “Los hechos sociales y los psíquicos
no difieren solamente en calidad, sino que tienen otro sustracto, no evolucionan en el mismo
medio, no dependen de las mismas condiciones. Esto no quiere decir que no sean en cierto
sentido psíquicos, pues todos consisten en maneras de pensar o de obrar. Pero los estados de
la conciencia colectiva no son de la misma naturaleza de la conciencia individual: son
representaciones de otra clase.” (Durkheim, E.;1912, p. 18).
Las características centrales de estos hechos son que ellos existen fuera de la conciencia de los
individuos y poseen un poder de coerción en virtud del cual se les imponen; “ He aquí, pues,
maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante propiedad de existir con
independencia de las conciencias individuales. Y estos tipos de conducta o de pensar no sólo
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son exteriores al individuo, sino que están dotados de una fuerza imperativa y coercitiva, por
la cual se le imponen, quieran o no.” (Durkheim, E.;1912, p. 38).
En este sentido, sin negar el campo de acción de cada actor individual, Durkheim se concentra
(y propone como punto básico de su delimitación del objeto) en la acción del agente (agente
en biología es el portador de algo) como portador de una estructura, que actúa en función de
su individualidad sino, por el contrario, transporta los contenidos de la esfera institucional a la
que pertenece.
Durkheim propone la eliminación sistemática de las prenociones como requisito de objetividad.
Esto significa que el investigador debe prohibirse la utilización de conceptos que no hayan sido
producidos científicamente (a partir de la observación) sino que provengan del conocimiento
vulgar. Porque éstos, si se los utiliza en la investigación científica, funcionan como velos entre
el investigador y su objeto de estudio
Para Durkheim la explicación en sociología consiste en establecer relaciones de causalidad. El
descubrimiento de estas relaciones se logra a través de la utilización del método comparativo,
que constituye una forma de experimentación indirecta que permite comprobar la existencia
de tales relaciones. Este abordaje se concreta básicamente en estudios bi - variados donde se
mide la variación conjunta de los indicadores que para Durkheim son la referencia empírica de
los hechos sociales en estudio. En Las reglas del método sociológico se manifiesta
explícitamente contra el análisis multivariado, ya que entiende que para cada fenómeno se
debe de considerar una sola causa.
La explicación de un fenómeno social debe buscarse siempre en un hecho social y nunca en un
fenómeno extra social. Esta regla fortalece la delimitación del campo estrictamente
sociológico, enfatizando la autonomía de la ciencia social, y señalando, al mismo tiempo, la
naturaleza propia y distintiva de su objeto de estudio: “La causa determinante de un hecho
social debe buscarse entre los hechos sociales antecedentes, y no entre estados de la
conciencia individual” (Durkheim, E.; 1912, p. 193).
Resumiendo, entendemos que Durkheim aporta elementos que cuestionan la tradición previa
positivista, sin renegar de los principios básicos; de esta forma consolida al positivismo como
herramienta teórico - metodológica.
La utilización de analogías organicistas no implica en este caso una subsunción de la sociología
en las ciencias naturales, por el contrario, establece la especificidad de la primera, aislando
elementos del mundo social pasibles de ser tratados con objetividad.
El otro elemento que implica un enriquecimiento del modelo, es la utilización del análisis
funcional en las ciencias sociales. La concepción de la sociedad como organismo, lleva a la
necesidad de explicar el equilibrio de este sistema, básicamente la relación entre los órganos
para asegurar la viabilidad del mismo: “La función de un hecho social debe buscarse siempre
en la relación que sostiene con algún fin social” (Durkheim, E.; 1912, p. 194).
Un buen ejemplo de las categorías de análisis funcional de Durkheim lo podemos encontrar en
el enfoque metodológico utilizado en La división del trabajo social: “Nuestro trabajo se
dividirá, pues, en tres partes principales. Buscaremos primero cuál es la función de la división
del trabajo, es decir, a que necesidad social corresponde. Determinaremos en seguida las
causas y las condiciones de que depende. Finalmente, como no habría sido objeto de
acusaciones tan graves si realmente no se desviase con más o menos frecuencia del estado
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normal, buscaremos clasificar las principales formas anormales que presenta, a fin de evitar
que sean confundidas con otras. (Durkheim, E.; VI, 1993; p. 64).
Aquí tenemos desarrollados los puntos principales: la centralidad de la función
conceptualizada como necesidad para el sistema, y en segundo nivel, las causas que la
condicionan. El concepto de necesidad (acotado al sistema, no al individuo) es un punto
central en este modelo: “Preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es, pues,
buscar a qué necesidad corresponde; cuando hayamos resuelto esta cuestión, podremos ver si
esta necesidad es de la misma clase que aquellas a que responden otras reglas de conducta
cuyo carácter moral no se discute” (Durkheim, E.; VI, 1993, p. 64).
La introducción del análisis funcional relativiza la exigencia de medir la causalidad en extremo,
lo que implica relativizar el planteo positivista reduccionista: “De un punto de vista histórico, el
análisis funcional es una modificación de la explicación teleológica, esto es, de la explicación no
por referencia a causas que producirían el hecho en cuestión, sino por referencia a fines que
determinaría su curso.” (Hempel C.;FCU: ficha 121, p. 9).
Entendemos que Durkheim no lleva al análisis funcional a sus extremos, esto es, lo utiliza
como herramienta heurística combinándolo con un modelo explicativo básicamente
nomológico inductivo.
La ruptura y superación del positivismo Comteano, no niega el positivismo, y tampoco niega
las estrategias centradas en el individuo como actor; lo que reclama Durkheim, es la
delimitación del campo de la sociología en función del estudio de las formas cristalizadas de
acción social, dejando el resto del campo abierto a otras disciplinas.
En el caso del relato Durkheniano, no es posible a nuestro criterio separar teoría de
metodología. En función de esto, luego de discutir sus fuentes y desarrollos metodológicos,
vamos a incursionar de lleno en la aplicación concreta del modelo a través de las principales
categorías de análisis propuestas en su obra.
3. La delimitación del objeto de estudio a través del desarrollo de la teoría de la
Autoridad Moral
3.1 Aspectos centrales del relato Durkheniano. Coherencia y continuidad de su
planteo teórico
La concepción de la sociedad como sistema; la tensión entre egoísmo e individualismo; la
generación de estructuras intermedias entre la sociedad y el individuo; las formas de cohesión
del sistema en base a diferentes formas de solidaridad; y, los desajustes del sistema
conceptualizados como desviación, cruzan toda la obra de Durkheim, y mantienen su
capacidad explicativa (a nuestro criterio) en sus postulados fundamentales.
Partimos de la hipótesis de que existe un hilo conductor en toda la obra de Durkheim, que está
centrado en las categorías fundamentales desarrolladas en La división del trabajo social. (su
obra central a nuestro criterio); a saber: la clasificación entre sociedades primitivas e
industriales cruzada con las formas de solidaridad mecánica y orgánica; el concepto de anomia
como déficit de institucionalización; y en última instancia, el papel central de la socialización
del individuo a través del trabajo.
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Nuestra proposición es discutible; en este caso nos afiliamos a la postura de Anthony Giddens
quien discute con Nisbet sobre la centralidad de estas categorías. Plantea Nisbet: “ En sus
estudios posteriores, Durkheim nunca volvió a utilizar la distinción entre los dos tipos de
solidaridad, ni la división del trabajo como forma de cohesión, y mucho menos cualquier tipo
de racionalización del conflicto y de la anomia en la sociedad en tanto que meras formas
patológicas de división del trabajo. Los tipos de sociedad, de constreñimiento y de solidaridad
que se analizan en sus últimas obras - ya sea en términos teóricos o prácticos - no tienen nada
que ver en absoluto con los atributos de una sociedad orgánica e irreversiblemente moderna
que había identificado en La División del Trabajo.” (Nisbet, R.;1965, p. 37).
Más allá de no compartir el planteo de Nisbet, entendemos relevante el contraplanteo
realizado por Giddens sobre el particular: “De hecho, la esencia de mi planteamiento se sitúa
prácticamente en el polo opuesto de lo sugerido por Nisbet: sostengo que Durkheim continuó
basando sus obras posteriores en la distinción entre solidaridad mecánica y orgánica; que
Durkheim entendió siempre que la existencia de la solidaridad derivada de la división del
trabajo constituía la característica más genuina de las sociedades contemporáneas por
oposición a las sociedades tradicionales; que el tratamiento que Durkheim concede al conflicto
y la anomia en sus últimos escritos no se puede entender al margen de su análisis de las
formas patológicas de la división del trabajo; y que los tipos de sociedad, de constreñimiento y
de solidaridad que ese analizan en sus últimas obras aparecen estrechamente relacionados con
los atributos de la sociedad contemporánea tal y como se formularon en La División del
Trabajo.” (Giddens, A.;1997, p. 92).
3.2 El papel central de la solidaridad como hecho social
El principal problema que centró la atención de Durkheim en sus obras fundamentales es la
teoría de la autoridad moral. Al partir del hecho de que toda sociedad tiene como pre requisito funcional la existencia de una conciencia colectiva, producto del agregado de
voluntades individuales, pero que adquiere un carácter exterior y coactivo en relación a las
mismas, el primer problema a despejar es el de encontrar indicadores que den cuenta en
forma empírica de la misma, en diferentes estados de desarrollo de esas sociedades.
La conciencia colectiva supone la existencia de relaciones entre individuos (conciencias
individuales): esta relación social se conceptualiza como solidaridad: “El estudio de la
solidaridad depende, pues, de la Sociología. Es un hecho social que no se puede conocer bien
sino por intermedio de sus efectos sociales.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 88).
Una vez definida la solidaridad como hecho social (esto es, externo y coactivo), estudiar sus
efectos sociales, implica encontrar las formas cristalizadas de la misma: “... la solidaridad
social es un fenómeno completamente moral que, por si mismo, no se presta a observación
exacta, sobre todo, al cálculo. Para proceder tanto a esta clasificación como a esta
comparación, es preciso, pues sustituir el hecho interno que se nos escapa, con un hecho
externo que le simbolice, y estudiar el primero a través del segundo. Ese símbolo visible es el
derecho”. .” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 85).
El ligar a la solidaridad (variable) con el derecho (indicador) presupone establecer una
relación de variación conjunta entre ambos conceptos: “Cuando más solidarios son los
miembros de una sociedad, más relaciones diversas sostienen, bien unos con otros, bien con el
grupo colectivamente tomado, pues si sus encuentros fueran escasos, no dependerían unos de
otros más que de una manera intermitente y débil. Por otra parte, el número de esas
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relaciones es necesariamente proporcional al de las reglas jurídicas que las determinan.”
(Durkheim, E.; VI;1993, p. 85).
En la medida que se encuentran variaciones en la reglas jurídicas se presume la existencia de
diferentes tipos de sociedades con diferentes tipos de solidaridad. Durkheim plantea con
fuerza la tensión entre la conciencia individual y la colectiva, planteando que a menor
superposición entre ambas corresponden estadios más avanzados de la sociedad. La pérdida
de conciencia individual (personalidad) frente a la conciencia colectiva, se relaciona con las
sociedades primitivas, altamente segmentadas. La solidaridad basada en la igualdad dentro de
los segmentos, es conceptualizada por Durkheim de la siguiente forma: “Hay en nosotros dos
conciencias: una sólo contiene estados personales a cada uno de nosotros y que nos
caracterizan, mientras que los estados que comprende la otra son comunes a toda la sociedad.
La primera no representa sino nuestra personalidad individual y la constituye; la segunda
representa el tipo colectivo y, por consiguiente, la sociedad, sin la cual no existiría. Cuando
uno de los elementos de esta última es el que determina nuestra conducta, no actuamos en
vista de nuestro interés personal, sino que perseguimos fines colectivos. Ahora bien, aunque
distintas, esas dos conciencias están ligadas una a otra, puesto que, en realidad, no son más
que una, ya que sólo existe para ambas un único substrato orgánico. Son pues solidarias. De
ahí resulta un solidaridad sui géneris que, nacida de semejanzas, liga directamente al individuo
a la sociedad ... nos proponemos llamarla mecánica.” (Durkheim, E.; VI;1993. p. 134).
Esta solidaridad nacida de la semejanza (mecánica) está en la base de las sociedades
primitivas. En este tipo de sociedades predomina el derecho positivo, como manifestación
cristalizada de la solidaridad mecánica.
Durkheim no percibe a esto como una situación estática; las desviaciones de las normas se
conceptualizan como patologías que en caso de no ser integradas ponen en riesgo al sistema.
Este planteo no apunta al mantenimiento del sistema en forma rígida, ya que pueden darse
procesos en que las costumbres se consoliden en normas de derecho positivo. En este caso el
cambio es gradual y funcional. La tensión entre las aspectos cristalizados y las costumbres
emergentes se discuten de la siguiente forma: “¿No podría entonces ocurrir que manifestaren
otras clases de solidaridad social diferentes de las que exterioriza el derecho positivo? Pero
esta oposición no se produce más que en circunstancias completamente excepcionales. Para
ello es preciso que el derecho no se halle en relación con el estado presente de la sociedad y
que, por consiguiente se mantenga, sin razón de ser, por la fuerza de la costumbre. En este
caso, en efecto, las nuevas relaciones que a su pesar se establecen no dejan de organizarse,
pues no pueden durar si no buscan su consolidación. Sólo que, como se hallan en conflicto con
el antiguo derecho que persiste, no pasan del estado de costumbres y no llegan a entrar en la
vida jurídica propiamente dicha. Así es como el antagonismo surge. Pero no puede producirse
más que en casos raros y patológicos que no pueden incluso durar sin peligro.” (Durkheim, E.;
VI;1993, p. 86).
El cambio no solo es gradual y funcional, sino que en ningún caso es producto exclusivo de
una generación. La construcción de la sociedad a través de procesos inter y
transgeneracionales, coloca el tema de la tradición como un elemento clave del proceso: “ Lo
que da fuerza a los estados colectivos no es sólo que son comunes a la generación presente,
sino, sobre todo, que son, en su mayor parte, un legado de las generaciones anteriores. La
conciencia común no se constituye, en efecto, sino muy lentamente y lo mismo le ocurre para
modificarse. Hace falta tiempo para que una forma de conducta o una creencia llegue a ese
grado de generalidad y de cristalización; hace falta tiempo también para que lo pierda ... La
autoridad de la conciencia colectiva está hecha pues, en gran parte gracias a la autoridad de la
tradición.” (Durkheim, E.; VII; 1993, p. 78).
12
3.3 El derecho como forma cristalizada de la solidaridad
Una vez definido el derecho como indicador de solidaridad, y constatada su variación, es
necesario buscar elementos observables que permitan clasificarlo. Durkheim plantea en ese
sentido: “Ahora bien, todo precepto jurídico puede definirse como una regla sancionada...
conviene, pues, clasificar las reglas jurídicas según las diferentes sanciones que a ellas van
unidas.” .” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 90).
Durkheim clasifica al derecho en dos categorías: el represivo y el restitutivo. La solidaridad
mecánica genera como expresión cristalizada al derecho represivo. Por el tipo de lazos en
juego entre los individuos (superposición de ambas conciencias), la trasgresión a la norma es
conceptualizada como crimen. “El lazo de solidaridad social a que corresponde el derecho
represivo es aquel cuya ruptura constituye el crimen; llamamos con tal nombre a todo acto
que, en un grado cualquiera, determina contra su autor una reacción característica que se
llama pena.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 93).
La pena implica un castigo contra el individuo de parte de la sociedad, en la medida que se
han atacado con esa acción las bases de solidaridad estructurantes de la misma.
Es interesante como Durkheim asocia a la conciencia colectiva en las sociedades primitivas a
la religión. En este caso, la religión es producto de los primeros estadios de una proceso de
autocreación de la sociedad, tal como lo plantea Giddens: “Lo que demostraba Las formas
elementales no era que la religión crea la sociedad, sino que las representaciones colectivas
incorporadas en la religión expresaban la autocreación de la sociedad humana.” (Giddens, A.;
1997, p. 109).
Durkheim, en sus términos, plantea sobre el particular: “Si, pues, el derecho criminal era
primitivamente un derecho religioso, se puede estar seguro que los intereses que sirve son
sociales. Son sus propias ofensas las que los dioses vengan con la pena y no las de los
particulares; ahora bien, las ofensas contra los dioses son ofensas contra la sociedad.”
(Durkheim, E.; VI;1993, p. 119).
Finalmente Durkheim coloca un tema central en relación a la pena; la misma tiene un valor
intrínseco como elemento de cohesión social, independientemente de los crímenes específicos
y de las circunstancias particulares en las que se generan.
“Todos los actos que las hieren no son, pues, peligrosos en si mismos o, cuando menos, no
son tan peligrosos como son reprobados. Sin embargo, la reprobación de que son objeto no
deja de tener una razón de ser, pues sea cual fuere el origen de esos sentimientos, una vez
que forman parte del tipo colectivo, y sobre todo si son elementos esenciales del mismo, todo
lo que contribuye a quebrantarlos quebranta a la vez la cohesión social y compromete a la
sociedad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 136).
Para Durkheim, el crimen no se agota en el daño causado a la victima concreta, en todo caso
este es el aspecto de menor relevancia, lo crucial es que: “... el crimen hiere sentimientos que,
para un mismo tipo social, se encuentran en todas las conciencias sanas.” (Durkheim, E.;
VI;1993, p. 97).
Si bien el crimen afecta a las conciencias individuales, lo relevante para provocar la pena es
que afecta a la conciencia colectiva, esto es, a la sociedad. “Podemos, pues, resumiendo el
13
análisis que precede, decir que un acto es criminal cuando ofende los estados fuertes y
definidos de la conciencia colectiva.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 106).
3.4 La división del trabajo social como base de una nueva forma de solidaridad
La sociedad primitiva, basada en la solidaridad mecánica y cristalizada en el derecho
represivo, da paso en forma gradual a la sociedad industrial, donde entre otros elementos, se
modifican las categorías centrales claves del modelo explicativo. El debilitamiento de la
segmentación característica de la sociedad primitiva, y la necesidad de nuevas formas de
cooperación dan paso a un nuevo tipo de solidaridad, la orgánica; solidaridad basada en la
diferencia y la complementación, que para Durkheim se sustenta en un proceso social
ampliamente trabajado desde diferentes perspectivas: la división del trabajo: “Otra cosa muy
diferente ocurre con la solidaridad que produce la división del trabajo. Mientras la anterior
implica la semejanza de los individuos, ésta supone que difieren unos de otros. La primera no
es posible sino en la medida en que la personalidad individual se observa en la personalidad
colectiva; la segunda no es posible como cada uno no tenga una esfera de acción que le sea
propia, por consiguiente, una personalidad. Es preciso, pues, que la conciencia colectiva deje
descubierta una parte de la conciencia individual para que en ella se establezcan esas
funciones especiales que no puede reglamentar; y cuanto más extensa es esta región, más
fuerte es la cohesión que resulta de esta solidaridad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 163).
Una de las instituciones que aparece como necesaria en este proceso es la familia. Esta es una
de las primeras esferas institucionales donde se procesa la división del trabajo (la división del
trabajo sexual). Para Durkheim, este proceso consolida a la institución familia, y
eventualmente puede ser trasladado a ámbitos más extensos: “Vémonos así llevados a
preguntarnos si la división del trabajo no desempeñará el mismo papel en grupos más
extensos; si, en las sociedades contemporáneas en que ha adquirido el desarrollo que
sabemos, no tendrá por función integrar el cuerpo social, asegurar su unidad. Es muy legítimo
suponer que los hechos que acabamos de observar se reproducen aquí, pero con más
amplitud; que esas grandes sociedades políticas no pueden tampoco mantenerse en equilibrio
sino gracias a la especialización de las tareas; que la división del trabajo es la fuente, si no
única, al menos principal de la solidaridad social.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 83).
Al pasar de una sociedad segmentada a una sociedad con grados de complejidad y
especialización, que pone en riesgo a la autoridad moral (solidaridad mecánica) por el
debilitamiento de las estructuras existentes. La materia social liberada en este proceso debe
de buscar nuevas formas de solidaridad: “El aumento de la división del trabajo se debe, pues,
al hecho de que los segmentos sociales pierden individualidad, que los tabiques que los
separan se hacen más permeables, en una palabra, que se efectúa entre ellos una
coalescencia que deja libre a la materia social para entrar en nuevas combinaciones.”
(Durkheim, E.; VII;1993, p. 35).
El desarrollo de la sociedad mediante estos mecanismos complejos de diversificación,
requieren una respuestas para los vacíos morales existentes entre los segmentos. Durkheim
introduce aquí una categoría: “densidad moral”, que da cuenta del nivel de integración en la
diversidad: “Entre los diversos segmentos hay como vacíos morales. Por el contrario, esos
vacíos se llenan a medida que ese sistema se nivela. La vida social, en lugar de concentrarse
en una multitud de pequeños focos distintos y semejantes, se generaliza.... Si convenimos en
llamar densidad dinámica o moral a ese acercamiento y al comercio activo que de él resulta,
podremos decir que los progresos de la división del trabajo están en razón directa a la
densidad moral o dinámica de la sociedad.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 36).
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A partir de esto, se plantea un pre - requisito funcional para el crecimiento de las ciudades
(asimilando el concepto de ciudad a sociedad industrial): “No pueden (las ciudades), pues,
multiplicarse y extenderse si la densidad moral no se eleva ... Podemos, pues formular la
siguiente proposición: la división del trabajo varía en razón directa al volumen y a la densidad
de las sociedades, y, si progresa de una manera continua en el transcurso del
desenvolvimiento social, es que las sociedades, de una manera regular, se hacen más densas,
y, por regla general, más voluminosas.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 42).
En este caso, se marca una distancia clara con otras concepciones de la división del trabajo; se
establece la necesidad de la misma para el sistema y una secuencia precisa de causalidad.
“Nosotros decimos, no que el crecimiento y la condensación de las sociedades permitan, sino
que necesitan una mayor división del trabajo. No se trata de un instrumento por medio del
cual ésta se realice; es la causa determinante.” .” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 43).
La solidaridad orgánica, basada en la división del trabajo, cristaliza en el derecho restitutivo.
Las diferencias entre las sanciones correspondientes a éste en relación al represivo, dan
cuenta de una forma más compleja de organización social. Durkheim plantea que: “La
naturaleza misma de la sanción restitutiva basta para mostrar que la solidaridad social a que
corresponde ese derecho es de especie muy diferente. Distingue a esta sanción el no ser
expiatoria, el reducirse a un simple volver las cosas a su estado.” (Durkheim, E.; VI;1993, p.
141) . El derecho restitutivo se puede clasificar a su vez en derechos reales (vinculación del
individuo con las cosas) y los derechos personales (vinculación de individuos con individuos).
“El derecho de propiedad, la hipoteca, pertenecen a la primera especie (derechos reales); el
derecho de crédito a la segunda (derechos personales)” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 146).
Los derechos reales, al ser la vía por donde ingresan a la sociedad las cosas, genera una
solidaridad negativa, ya que no implica la cooperación entre individuos. Durkheim discute el
punto en estos términos: “Bien se ve en qué consiste esta solidaridad real: refiere
directamente las cosas a las personas y no las personas a las cosas. En rigor, se puede ejercer
un derecho real creyéndose solo en el mundo, haciendo abstracción de los demás hombres.
Por consiguiente, como sólo por intermedio de las personas es por donde las cosas se integran
a la sociedad, la solidaridad que resulta de esta integración es por completo negativa. No hace
que las voluntades se muevan hacia fines comunes, sino tan sólo que las cosas graviten con
orden en torno a las voluntades. Por hallarse así limitados los derechos reales no entran en
conflictos; están prevenidas las hostilidades, pero no hay concurso activo, no hay consensus.”
(Durkheim, E.; VI;1993, p. 147). Durkheim adjudica a esta falta de concurso activo una
función clara en el sistema, la diferenciación social. “En resumen, las reglas relativas a los
derechos reales y a las relaciones personales que con ocasión de los mismos se establecen,
forman un sistema definido que tiene por función, no el ligar unas a otras las diferentes partes
de la sociedad, sino por el contrario, diferenciarlas, señalar netamente las barreras que las
separan. No corresponden, pues, a un lazo social positivo; la misma expresión de solidaridad
negativa de que nos hemos servido no es perfectamente exacta. No es una verdadera
solidaridad, con una existencia propia y una naturaleza especial, sino más bien el lado
negativo de toda especie de solidaridad.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 150).
Los derechos que generan una solidaridad positiva, son entonces los personales. Estos
implican formas de cooperación entre individuos diferentes. Para Durkheim, luego de separar
del derecho restitutivo las normas de los derechos reales, “ lo que queda constituye un sistema
no menos definido, que comprende al derecho de familia, al derecho contractual, al derecho
comercial, al derecho de procedimientos, al derecho administrativo y constitucional. Las
relaciones que los mismos regulan son de naturaleza muy diferente a las precedentes;
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expresan un concurso positivo, una cooperación que deriva esencialmente de la división del
trabajo.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 153).
3.5 La división del trabajo social en el tránsito entre sociedades. El debate con el
reduccionismo economicista
Analizadas las dos formas de solidaridad, sus referentes empíricos cristalizados en dos tipos de
derechos, e induciendo a partir de la observación dos tipos de sociedades, Durkheim marca el
papel central de la división del trabajo en el tránsito de una sociedad a otra: “Hemos visto en
la primera parte de este trabajo que la conciencia colectiva se hacía más débil y más vaga, a
medida que la división del trabajo se desenvolvía. A consecuencia de esta indeterminación
progresiva es por lo que, incluso la división del trabajo, llega a ser la fuente principal de la
solidaridad.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 69). El concepto de cooperación en un organismo
complejo, supone en las ciencias naturales la articulación entre órganos diferentes. Trasladado
esto a la sociedad, considerada como organismo, se plantea que esa cooperación, si bien tiene
varias dimensiones posibles, presenta una que se constituye en un pre - requisito funcional
para la estabilidad del sistema, la dimensión moral.
Mencionamos anteriormente que para el hilo conductor del relato Durkheniano es la teoría de
la autoridad moral; pues, en un contexto donde se separa tendencialmente la conciencia
colectiva de la conciencia individual y emerge el individuo con una personalidad diferenciada,
la integración a la sociedad se procesa a través de la división del trabajo conceptualizada como
proceso cooperativo entre individuos diferentes. El carácter moral de la división del trabajo es
planteado por Durkheim como un elemento clave para el orden social: “Nuestro deber ¿es
buscar y llegar a constituir un ser acabado y completo, un todo que se baste a si mismo, o
bien, por el contrario, limitarnos a formar la parte de un todo, el órgano de un organismo? En
una palabra, la división del trabajo, al mismo tiempo que es una ley de la naturaleza, ¿es
también una regla de moral de la conducta humana, y, si tiene este carácter, por qué causas
en qué medida? No es necesario demostrar la gravedad de este problema práctico, pues, sea
cual fuere el juicio que se tenga sobre la división del trabajo, todo el mundo sabe muy bien
que es y llega a ser cada vez más, una de las bases fundamentales del orden social.”
(Durkheim, E.; VI;1993, p. 60).
Ahora bien, la moralidad en la sociedad no tiene una relación directa con el desarrollo de las
misma. El tránsito entre la sociedad primitiva y la sociedad industrial no logra cubrir en forma
inmediata los vacíos morales existentes entre los segmentos; a esto se suma el hecho de que
la división del trabajo produce a su vez nuevos vacíos morales. Durkheim registra la ausencia
de medidas de moralidad media asociadas al desarrollo de las sociedades, pero plantea que
“...pero poseemos una para la inmoralidad colectiva. La cifra media de suicidios, de crímenes
de toda especie, puede servir, en efecto, para señalar el grado de inmoralidad alcanzado en
una sociedad dada. Ahora bien, si se hace la experiencia, no resulta en honor de la civilización,
puesto que el número de tales fenómenos mórbidos parece aumentar a medida que las artes,
las ciencias y la industria progresan.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 69).
El carácter moral de la división del trabajo es discutido, sobre todo con la economía política
clásica; Durkheim invierte la causalidad: la división del trabajo es una consecuencia y no una
causa de la especialización: “Véase, pues, hasta qué punto la división del trabajo se nos
presenta bajo un aspecto diferente al de los economistas. Para ellos consiste esencialmente en
producir más. Para nosotros esta mayor producción es sólo una consecuencias necesaria, una
repercusión del fenómeno. Si nos especializamos no es por producir más, sino para poder vivir
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en condiciones nuevas de existencia que nos han sido dadas.” . (Durkheim, E.; VII;1993, p.
58).
El carácter secundario que tiene la actividad industrial desde el punto de vista funcional en
relación a la división del trabajo lleva a separar claramente su carácter de no generador de
solidaridad:
“Sin duda que la actividad industrial no carece de razón de ser; responde a necesidades, pero
esas necesidades no son morales” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 70). A parte del hecho de que
las necesidades a las que responde el desarrollo industrial no son morales, la acción de la
división del trabajo en esta dimensión produce consecuencias que operan contra la autoridad
moral, esto es, contra la integración social. “Si, pues, la división del trabajo no respondiera a
otras necesidades que éstas, no tendría otra función que la de atenuar los efectos que ella
misma produce, que curar las heridas que ocasiona. Es esas condiciones podría ser necesario
sufrirla, pero no habría razón para quererla, porque los servicios que proporcionaría se
reducirían a reparar las pérdidas que ocasionare” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 73).
Durkheim no niega la dimensión económica de la división del trabajo, pero cuestiona si, el
reduccionismo economicista que privilegia la explicación por los resultados de la misma. En
este caso, ubica a la dimensión económica en una jerarquía inferior a la dimensión moral:
“...el efecto más notable de la división del trabajo no es que aumente el rendimiento de las
funciones divididas, sino que las hace más solidarias. Su papel, en todos esos casos, no es
simplemente embellecer o mejorar las sociedades existentes, sino hacer posibles sociedades
que sin ellas no existirían. Si se retrotrae más allá de un cierto punto la división del trabajo
sexual, la sociedad conyugal se desvanece para no dejar subsistir más que relaciones sexuales
eminentemente efímeras; mientras los sexos no se hayan separado, no surgirá toda una forma
de la vida social. Es posible que la utilidad económica de la división del trabajo influya algo en
ese resultado, pero, en todo caso, sobrepasa infinitamente la esfera de intereses puramente
económicos, pues consiste en el establecimiento de un orden social y moral sui generis.”
(Durkheim, E.; VI;1993, p. 81).
3.6 La anomia como categoría central en la explicación del conflicto
El concepto de anomia, clave en la explicación Durkheniana, no puede ser desarrollado
descontextualizado de dos elementos claves; la analogía organicista en lo metodológico y la
orientación política en lo teórico.
Al concebir a la sociedad como un organismo, se establece en forma mecánica un ser y un
deber ser en relación a la viabilidad funcional del sistema. En términos de Giddens, “Durkheim
intentó conectar el ser y el deber ser mediante su distinción entre los normal y lo patológico,
concebida como una analogía con la salud y la enfermedad de un organismo.” (Giddens, A.;
1997, p. 123). Establecido el deber ser (la integración a través de la solidaridad orgánica, los
desvíos son conceptualizados como patologías: “ Hasta ahora hemos estudiado la división del
trabajo como un fenómeno normal; pero, como todos los hechos sociales y, más
generalmente, como todos los hechos biológicos, presenta formas patológicas que es necesario
analizar. Si, normalmente, la división del trabajo produce la solidaridad social, ocurre, sin
embargo, que los resultados son muy diferentes e incluso opuestos ... Además, el estudio de
las formas desviadas nos permitirá determinar mejor las condiciones de existencia del estado
normal.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 151). Durkheim ya había marcado desde el punto de
vista metodológico la factibilidad de medir la integración a través de sus desviaciones, ya que
las mismas se presentan como faltas a normas cristalizadas; no obstante, en el caso de la
solidaridad orgánica, estas normas son menos visibles que las que derivan de la solidaridad
17
mecánica. Pero esta postura metodológica requiere otro parámetro básico para delimitar el ser
y el deber ser del sistema; el dato necesario es la apuesta ideológico - política de Durkheim,
esto es, su liberalismo político y su defensa sociológica del republicanismo.
Haciendo acuerdo con Giddens, “ el problema fundamental al que se enfrentaba la sociología
era el de definir las formas sociales capaces de realizar los ideales de libertad e igualdad
generados por la transición desde el orden tradicional. El dilema que Durkheim tenía que
afrontar y que La división del trabajo esclareció pero no resolvió procedía, por tanto, de su
convicción de que, si bien los defensores de las viejas teorías económicas se equivocan cuando
plantean que hoy en día no se necesita ninguna regulación, los apologistas de la institución de
la religión no están en lo cierto cuando sostienen que la regulación de ayer puede ser útil hoy.”
(Giddens, A.; 1997, p 108).
Durkheim es claro al establecer la causalidad en el paso de una sociedad primitiva a una
industrial; los problemas de integración de la segunda no dependen de la desaparición de la
primera: “ Pero, puesto que ya hemos sentado que el debilitarse la conciencia colectiva es un
fenómeno normal, no podemos convertirlo en causa de los fenómenos anormales que ahora
vamos a estudiar. Si, en ciertos casos, la solidaridad orgánica no es todo lo que debe ser, no
es ciertamente porque la solidaridad mecánica haya perdido terreno, sino porque todas las
condiciones de existencia de la primera no se han realizado.” (Durkheim, E.; VII;1993, p.
165).
Al plantear el déficit en la consolidación de la solidaridad orgánica, básicamente se hace
referencia al proceso de separación entre la conciencia colectiva y la conciencia individual. Esta
transición, conceptualizada por los economistas clásicos como el desarrollo del egoísmo en un
contexto donde la mano invisible del mercado nivela al sistema, tiene otros sentido en
Durkheim: el desarrollo del individualismo moral apunta a la cooperación, y las tensiones que
se producen entre egoísmo e individualismo refieren a una escasa institucionalización del
último. “En sus obras sociológicas, Durkheim no estaba interesado principalmente en
investigar las complejas interrelaciones existentes entre las tres dimensiones de la anomia, el
egoísmo, y el individualismo ... La conclusión sustantiva más importante a que llegó Durkheim
en La división del trabajo era que la solidaridad orgánica presuponía el individualismo moral:
en otras palabras, que no es correcto contrastar una sociedad que se basa en una comunidad
de creencias (solidaridad mecánica) con una que posee una base cooperativa (solidaridad
orgánica), y atribuir únicamente a la primera un carácter moral, mientras que la segunda se
considera únicamente como una agrupación económica.” (Giddens, A.; 1997, p. 94).
La anomia, pues, no se refiere entonces al crecimiento del individualismo moral, por el
contrario, esto es un pre - requisito funcional para el sistema. En términos de Giddens: “El
individualismo moral no se tenía que confundir con el egoísmo (esto es, la búsqueda de los
intereses propios), tal y como se planteaba en la teoría económica clásica y en la filosofía
utilitarista. El crecimiento del individualismo, derivado de la expansión de la solidaridad
orgánica, no se tenía que equiparar necesariamente con la anomia (la condición anómica de la
división del trabajo era un fenómeno transitorio, que se originaba precisamente en el hecho de
que la formación de los contratos se encontraba insuficientemente regulada por una norma
moral).” (Giddens, A.; 1997, p. 95).
El déficit de institucionalización del individualismo moral, deviene en dos tipos de anomia: la
relacionada con las crisis industriales y comerciales y la derivada de la división coactiva del
trabajo.
“Un primer caso de ese género nos lo proporcionan las crisis industriales o comerciales, con las
quiebras, que son otras tantas rupturas parciales de la solidaridad orgánica; son testimonio, en
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efecto, de que, en ciertas partes del organismo, ciertas funciones sociales no se ajustan unas a
otras.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 152). La tensión entre desarrollo industrial e integración
social encuentra en las crisis cíclicas del capitalismo una fuente de anomia. La lógica interna
del capitalismo es para Durkheim un factor que conspira contra la solidaridad orgánica. Es así
que “ el antagonismo entre el trabajo y el capital es otro ejemplo más evidente del mismo
fenómeno. A medida que las funciones industriales se especializan, lejos de aumentar la
solidaridad, la lucha se hace más viva.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 153).
De todas formas, no es imputable esta situación a la división del trabajo; el problema reside
en ausencias de reglamentación entre los órganos: “ ... en todos esos casos, si la división del
trabajo no produce la solidaridad, es que las relaciones de los órganos no se hallan
reglamentadas; es que se encuentran en un estado de anomia.” (Durkheim, E.; VII;1993, p.
169).
La segunda fuente de anomia, la división coactiva del trabajo, apunta a uno de los núcleos
centrales del planteo Durkheniano: la desigualdad exterior en la contractualidad. Este punto es
crítico para mantener el equilibrio del sistema; en términos de Durkheim: “ Acabamos de ver,
en efecto, que toda desigualdad exterior compromete la solidaridad orgánica. Este resultado
nada tiene de malo para las sociedades inferiores en que la solidaridad hallase, sobre todo,
asegurada por la comunidad de creencias y de sentimientos... Es todo lo contrario de lo que
ocurre cuando la solidaridad orgánica se hace predominante, pues entonces lo que la
quebranta alcanza al lazo social en su parte vital.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 182).
El desarrollo de la contractualidad es necesario para el desarrollo de la división del trabajo, ya
que el contrato es la forma jurídica cristalizada del cambio en las relaciones laborales. Pero
más allá que exista una contractualidad jurídicamente respaldada, esta no es efectiva en la
medida que forme parte de la moralidad generada por la solidaridad orgánica.
Caracterizábamos a la anomia como déficit de contractualidad; por lo que se puede suponer
que a mayor contractualidad, mayor integración. “ Mas, para que ese resultado se alcance no
basta que la autoridad pública vele por el mantenimiento de los compromisos contraídos; es
preciso también que, al menos en la mayoría de los casos, sean sostenidos espontáneamente.
Si no se observaren los contratos más que por la fuerza o por el miedo a la fuerza, la
solidaridad contractual sería singularmente precaria. Un orden meramente exterior disimularía
mal estados de violencia muy generales para poder se indefinidamente contenidos. Pero, se
dice, a fin de que no sea de temer este peligro, basta con que los contratos se consientan
libremente. Es verdad; más la dificultad no está por eso resuelta, pues, ¿qué es lo que
constituye el libre consentimiento? La aquiescencia verbal o escrita no es una prueba
suficiente; cabe no prestarla sino a la fuerza. Es preciso, pues, la ausencia de toda coacción;
pero, ¿donde comienza la coacción? No consiste sólo en el empleo directo de la violencia, pues
la violencia indirecta suprime igualmente la libertad.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 184).
La complejidad de determinar el nivel de coacción en la contractualidad es resuelta por
Durkheim de la siguiente manera: “ Sentada esta definición, diremos que el contrato no se
halla plenamente consentido sino cuando los servicios cambiados tienen el valor social
equivalente.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 185).
Al llegar a este punto, precisa su distancia con los postulados de la economía política,
conceptualizando a la libertad como un elemento objetivo que surge de la reglamentación,
esto es, del desarrollo de la solidaridad orgánica: “ Corresponde a los economistas el mérito de
haber señalado los primeros el carácter espontáneo de la vida social, de haber mostrado que la
coacción sólo puede hacerla desviar de su dirección natural y que, normalmente, resulta
aquélla, no de arreglos exteriores e impuestos, sino de una libre elaboración interna. Han
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rendido, de esta manera, un servicio importante a la ciencia de la moral; ahora que se han
equivocado sobre la naturaleza de esa libertad. Como ven en ella un atributo constitutivo del
hombre, como la deducen lógicamente del concepto del individuo en si, les parece encontrarla
completa desde el estado de naturaleza, abstracción hecha de toda la sociedad. La acción
social, según ellos, , no tiene, pues, nada que agregarle; todo lo que puede y debe hacer es
regular el funcionamiento exterior en forma que las libertades concurrentes no se perjudiquen
unas a otras. Pero si no se encierra estrictamente en esos límites, comete una usurpación
sobre su legítimo dominio y le disminuye. Mas, aparte de que es falso que toda reglamentación
sea producto de la coacción, ocurre que la libertad misma es producto de una reglamentación.
En vez de ser antagónica a la acción social, es una resultante de ella.” (Durkheim, E.;
VII;1993, p. 189).
Para Durkheim, la lucha de clases se encuentra entre las formas anómicas de la división del
trabajo. Esto implica que registra la existencia de la misma, la analiza, y entiende que es una
situación que no debería darse en un organismo (sociedad) sano. Giddens plantea que
“Durkheim, al igual que Marx, anticipó el surgimiento de una sociedad en la que el conflicto de
clase desaparecería, así como también el elemento de coerción en la división del trabajo. Pero
este esquema no ahorraba a Durkheim la preocupación por el conflicto. Más bien todo lo
contrario: el punto de partida de su sociología fue un intento de analizar los orígenes de los
conflictos que habían caracterizado la expansión del industrialismo.” (Giddens, A.; 1997, p.
122).
La explicación del conflicto de clases se basa en no haberse completado las transición entre la
solidaridad orgánica y mecánica. La anomia producida por la división coactiva del trabajo es la
responsable de esta situación. “ Para que la división del trabajo produzca la solidaridad , no
basta, pues, que cada uno tenga su tarea; es preciso, además, que esta tarea le convenga.
Pues bueno, esta condición es la que no se da en el ejemplo que examinamos. En efecto, si la
institución de las clases o de las castas da origen a veces a tiranteces dolorosas en vez de
producir la solidaridad, es que la distribución de las funciones sociales sobre la cual descansa
no responde ya a la distribución de los talentos naturales.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 176).
La gravedad de esta situación anómica surge en la analogía con el organismo biológico. “ Nada
semejante se observa en el organismo. Sin duda que, en los momentos de crisis, se hacen la
guerra los diferentes tejidos y se nutren los unos a expensas de los otros. Pero jamás una
célula o un órgano busca usurpar a otro el papel que a éste corresponde. La razón está en que
cada elemento anatómico va mecánicamente a su fin.” (Durkheim, E.; VII;1993, p. 175).
Queda claro que para Durkheim la división del trabajo coactiva debe superarse; una de las
opciones es la regulación central de la sociedad, pero, si bien suscribe esta posición, entiende
que no alcanza con regular la economía. Giddens plantea en este sentido que: “ la principal
tesis de El capital era que la anarquía del mercado, característica del capitalismo, sería
sustituida bajo el socialismo por un sistema en el que la producción estaría centralmente
regulada: en pocas palabras, en el socialismo marxista, el capital no desaparece: simplemente
lo administra la sociedad en lugar de los individuos. La obra de Marx se correspondía con lo
que Durkheim tomaba por el principio central del socialismo: a saber, que la capacidad
productiva de la sociedad se debía de regular centralmente. Sin embargo, por más que ello
pueda contribuir a la superación de la división del trabajo forzada (la division du travail
contrainte), de nada serviría para reducir el vacío moral derivado de la condición anómica de la
industria moderna. Todo lo contrario, lo profundizaría, puesto que aún acentuaría más la
importancia de lo económico a expensas de lo moral.” (Giddens, A.; 1997, p. 101).
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3.7 El rol del Estado en una concepción organicista
¿Quedará el gobierno reducido a la administración de las cosas y no de las personas? Esta
pregunta es crucial en el relato Durkheniano. Hasta que punto el gobierno opera en el campo
de los derechos personales, y en última instancia, que relación hay entre Estado, gobierno e
individuo.
Para Giddens, la noción de Estado en Durkheim es restrictiva: “Una sociedad política no
necesitaba poseer un Estado: el Estado en la terminología de Durkheim, hacía referencia al
personal administrativo o a la burocracia a la que se confiaba formalmente las funciones de
gobierno.” (Giddens, A.; 1997, p. 112). En todo caso el Estado asociado al gobierno adquiere
coherencia en la versión organicista: es un órgano con funciones especializadas al igual que
otras instituciones. Esta versión del estado forma parte de la división del trabajo, esto es, es
una forma de solidaridad orgánica que asume funciones de autoridad moral. La acción del
estado entonces no opera contra la división del trabajo, sino contra sus expresiones anómicas.
“En concreto, el Estado articulaba y fomentaba los sentimientos y objetivos morales
incorporados en la difusa conscience collective. Este es un punto importante para la
comprensión de la concepción de Durkheim de la autoridad moral tal y como existía en las
sociedades modernas.” (Giddens, A.; 1997, p. 118).
Desde esta perspectiva, el órgano gubernamental garantiza el desarrollo del individualismo
moral. Esta garantía está dada por la normativa; en el caso de la sociedad industrial, basada
en la solidaridad orgánica, el poder político va a tener menos peso, dada la distancia entre la
conciencia colectiva y la conciencia individual. “ Se suponía implícitamente que el poder
político era el resultado de un ascendiente moral del Estado preestablecido; cuanto más
trascendente o mas religiosa sea la base moral del Estado, más absoluto será su poder.”
(Giddens, A.; 1997, p. 125).
3.8 Las instituciones como elemento claves en la integración social
Dando por sentado que el paso de una sociedad primitiva a una industrial está acompañada de
una pérdida de poder del Estado, la nueva autoridad moral a construir requiere llenar los
espacios morales que quedan vacíos al romperse la segmentación de la sociedad.
Este proceso, claramente de integración, es percibido por Durkheim como central; de ahí que
la noción de anomia se sintetiza en la baja institucionalización del mismo.
Al concebir a la sociedad como organismo, es necesario que los órganos se constituyan a partir
de las células (los individuos). La situación de individuos (células) frente a instituciones
(órganos), como por ejemplo el Estado, es inadmisible desde el punto de vista funcional. “Una
nación no puede mantenerse como no se intercale, entre el Estado y los particulares, toda una
serie de grupos secundarios que se encuentren lo bastante próximos de los individuos para
atraerlos fuertemente a sus esfera de acción y conducirlos así en el torrente general de la vida
social.” (Durkheim, E.; VI;1993, p. 44).
La institución más importante en la génesis de la sociedad ha sido la familia, pero con el paso
de la sociedad primitiva a una sociedad industrial esencialmente urbana, ésta deja de tener el
carácter integrador. Como elemento pasible de sustituir a la familia, y propio del ámbito de la
solidaridad orgánica, Durkheim propone reconsiderar el papel de las corporaciones como
espacio de socialización e integración. “Por lo demás, las profesiones suponen más o menos
directamente las ciudades, y las ciudades se han formado y reclutado principalmente por
medio de emigrantes, es decir, de individuos que han abandonado su medio natal. Así se ha
21
constituido, pues, una nueva forma de actividad desbordada del viejo cuadro familiar. Para
que no permaneciera en estado de desorganización, era preciso que se creara un nuevo cuadro
que le fuera propio; dicho de otra manera, era necesario que un grupo secundario de nuevo
género se formara. De esta manera ha nacido la corporación: sustituyó a la familia en el
ejercicio de una función que en un principio fue doméstica, pero que ya no podía conservar ese
carácter. (Durkheim, E.; VI;1993, p. 31).
Si bien la corporación medieval pierde vigencia con el desarrollo de la manufactura y de la
gran industria, lo que propone Durkheim es un tipo de organización que establezca espacios
morales, esto es, normativos, que operen como órganos, lo que implica la generación de un
producto nuevo, independiente de las voluntades individuales y con poder de coerción. “Para
que una moral y un derecho profesionales puedan ser establecidos en las diferentes
profesiones económicas, es preciso, pues, que la corporación, en lugar de seguir siendo un
agregado confuso y sin unidad, se convierta, o más bien vuelva a convertirse, en un grupo
definido, organizado, en una palabra, en una institución pública..” (Durkheim, E.; VI;1993, p.
18).
4. Conclusión.
A modo de conclusión, comenzamos reiterando la cita de Anthony Giddens: “Pero en tanto los
escritos de Marx cobraron acentos fuertemente positivistas (y no cabe duda que así fue), se lo
puede categorizar a él junto a Comte como los que vaticinaron y trataron de crear una ciencia
de la sociedad que reprodujera, en el estudio de la vida social humana, la misma especie de
iluminación espectacular y de poder explicativo que ya habían suministrado las ciencias de la
naturaleza”; a la que agregamos una evaluación sobre los resultados alcanzados por estas
propuestas: “En este aspecto, la ciencia social debe ser considerada seguramente como un
fracaso. Frente a las certezas ostensibles, al sistema de leyes precisas alcanzado por la
mecánica clásica - ese modelo al que aspiran todas las ciencias después de Newton y que en el
siglo XIX se aceptaba sin discusión como la meta por emular - , las conquistas de las ciencias
sociales no parecen impresionantes”. (Giddens, A.; 1997, p. 29).
Es obvio que lo planteado por Giddens es así; a esto podríamos agregar que los dos grandes
relatos no lograron predecir el curso del capitalismo, que se recrea a partir de sus crisis
cíclicas. Lo planteado no resta valor al hecho que las categorías centrales planteadas por Marx
y Durkheim han dado cuenta de procesos relevantes intrínsecos al sistema capitalista, y
constituyen una base ineludible para la acumulación teórica.
En el caso específico de Durkheim, cabría una pequeña reflexión sobre el potencial de sus
categorías analíticas para el análisis de los modelos de sociedad actualmente existentes.
Siguiendo el modelo metodológico Durkheniano, deberíamos analizar los hechos sociales que
tienen un papel central en la configuración de la sociedad; esto es, el tipo de solidaridad
prevaleciente.
La pregunta a plantearse sería si ¿estamos en una sociedad basada en la solidaridad
orgánica?, o de otra forma: ¿la división del trabajo sigue siendo la principal fuente de
solidaridad en la sociedad post - industrial. La otra pregunta relevante sería: ¿existe un
tránsito ineludible entre la solidaridad mecánica y orgánica, o ambas coexisten y el balance
entre ambas admite diferentes configuraciones de acuerdo a cada coyuntura histórica?
Para ingresar en este tema, siguiendo a Durkheim, debemos identificar las formas patológicas
de la solidaridad predominante. Podemos registrar así formas anómicas vinculadas a las
22
diferentes fuentes: en primer lugar, la anomia vinculada a la relación trabajo capital, y a las
crisis económicas del sistema; y en segundo lugar las vinculadas a la división coactiva del
trabajo.
En este sentido, entendemos que en esta coyuntura es posible precisar con una perspectiva
histórica más amplia que la que tenía Durkheim en su momento, los límites y techos posibles
del desarrollo. Nos parece legítimo en una época contemporánea a la sociedad industrial en los
países centrales, ver al desarrollo en forma evolucionista, como un tránsito de lo tradicional a
lo moderno, un proceso donde la creciente racionalidad lleva a un punto de llegada: “la
industrialización”. Hoy, desde la perspectiva de la sociedad post - industrial (este término es
discutible pero nos parece pertinente para continuar con el modelo Durkheniano), donde por
los menos se avizoran los techos posibles del desarrollo (a modo de ejemplo el techo ecológico
en cuanto a lo que en términos de Habermas sería “la apropiación del ambiente donde
funciona el sistema”, y hacia el interior del mismo: “las crisis de integración, motivación y
legitimación” (Habermas, J.; s.f., p. 16), la concepción evolucionista pierde efecto y se pone
en duda la pretendida racionalidad positivista implícita en estos procesos.
La caracterización de la actual etapa del capitalismo como “Globalización”, da cuenta de un
proceso, que presenta elementos típicos del sistema reconocibles a través del último siglo de
desarrollo.
Naúm Minsburg señala que "el sistema capitalista se ha ido globalizando a partir
del descubrimiento y colonización de América" (Minsburg; N.; 1999, p. 19); esto implicaría
darle a este atributo el carácter de intrínseco al sistema. Más allá de esta discusión, la actual
coyuntura presenta aspectos nuevos que hacen de la globalización un componente central de
la dinámica del sistema. Entre estos aspectos destacamos:
 la mundialización de los flujos financieros superior al crecimiento de las inversiones
extranjeras, del producto y del comercio mundiales.
 La desregulación y liberalización progresiva en la esfera financiera.
 Debilitamiento de la relación entre la economía real y el capital financiero en función de la
lógica especulativa.
 Expansión de las corporaciones transnacionales productoras de bienes y de servicios y de
corporaciones bancarias mediante inversiones de capital.
 Monopolio de los adelantos tecnológicos en especial en informática y comunicaciones.
De la nueva configuración que surge en esta etapa de globalización, devienen agrupamientos
con un poder financiero, comercial y político que no tienen precedentes en el desarrollo
capitalista, y que en muchos casos exceden el poder específico de las naciones.
Este desarrollo independiente de los mercados es acompañado de prescripciones de
desregulación y apertura comercial hacia los países subdesarrollados, mientras se consolida
una práctica por parte de los países desarrollados de un proteccionismo basado en trabas
arancelarias, para arancelarias, y subsidios. En términos de Aldo Ferrer: "la globalización dista
de ser total en la producción y comercio mundiales. Los países desarrollados protegen sus
mercados en productos que consideran sensibles, como los agrícolas, textiles y el acero".
(Ferrer, A.;1999, p. 91).
Las características del sistema comercial internacional producto del proceso de globalización,
sumadas a las desigualdades provenientes de la división internacional del trabajo, con fuertes
desigualdades generadas por la especialización productiva, son una fuente de anomia (en
términos de Durkheim) sin tomamos al sistema internacional como organismo. Las recetas de
expansión financiera y la liberalización de los mercados no ha cumplido con las previsiones
23
respecto a que se superarían las restricciones de ahorro interno y se optimizaría el empleo de
los recursos productivos y financieros.
Este contexto de globalización, ha sido un campo fértil para la promoción del reduccionismo
economicista, conceptualizado como “pensamiento único” que plantea la imposibilidad de
incidir en la trayectoria determinada en el "mundo global". "La globalización real y sobre todo
la virtual han contribuido a difundir una visión fundamentalista del fenómeno: la imagen de un
mundo sin fronteras, gobernado por fuerzas fuera del control de los estados y de los actores
sociales " (Ferrer, A.;1999, p. 92).
En la hipótesis de la existencia de una “sociedad global”, asimilable a un organismo, cabría
aplicar la categoría de Durkheim de solidaridad orgánica, basando la misma en la solidaridad
emergente de la división internacional del trabajo. En esta hipótesis, las expresiones
cristalizadas de esta solidaridad podrían ser observadas en la normativa internacional. En este
marco, continúa vigente, con mayor fuerza que en el momento en que Durkheim elaboró su
modelo, la concepción reduccionista economicista, que asocia la viabilidad del sistema
internacional al libre juego del mercado. La visión fundamentalista del pensamiento único en
lo económico, ha dejado poco espacio para explicaciones alternativas, entre ellas las
sociológicas. En este sentido plantea Ferrer: (La globalización resulta pues de la coexistencia
de factores económicos y marcos regulatorios que reflejan el sistema de poder prevaleciente
en las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, se carece de acciones solidarias
multilaterales para resolver problemas muy graves del orden global: el subdesarrollo y miseria
prevalecientes en gran parte de la humanidad, el aumento de la brecha entre ricos y pobres
(en los últimos 30 años la diferencia de ingresos entre el 20% más rico y el 20% más pobre de
la población mundial aumentó de 30 a 60 veces), el tráfico de drogas y armamentos, los
conflictos políticos, étnicos y religiosos, las migraciones desde los países pobres, y la
protección del medio ambiente. Semejantes cuestiones no tienen respuesta por el libre juego
de los mercados si no existe al mismo tiempo una cooperación efectiva de la comunidad
internacional”. (Ferrer, A.;1999, p. 92).
La sociedad global presenta órganos diferenciados de dirección: eventualmente podrían ser los
organismos bilaterales; y niveles de institucionalización intermedios: acuerdos de integración
regionales por ejemplo. En todo caso, a modo de hipótesis, entendemos que el proceso hacia
una sociedad global, de existir, se encuentra en una etapa de prevalencia de la solidaridad
mecánica, con fuertes niveles de segmentación al interior del sistema internacional. Un fuerte
indicador de solidaridad mecánica sería la fuerte militarización de la política internacional, post
caída del socialismo real. La conciencia colectiva en este caso, se asocia con la prevalencia
fundamentalista del pensamiento único. En la medida que caen los muros de contención entre
los segmentos, en general por el impacto de dos procesos fuertes: la expansión independiente
de los mercados, y la explosión de la información como fenómeno económico y cultural; se
producen vacíos morales entre segmentos que a su vez generan anomia. El carácter coactivo
de la contractualidad internacional es obvio, y produce fuertes limitaciones estructurales al
equilibrio interno de los sistemas nacionales.
En las sociedades nacionales desarrolladas (por ejemplo el Reino Unido), donde se aplico con
fuerza un modelo de base liberal en lo económico, se ha producido un fuerte viraje hacia
políticas integradoras, a la luz de los resultados desestructurantes del modelo. La posición del
primer ministro T. Blair, de “humanizar el capitalismo y mercantilizar el socialismo” responde
a la necesidad funcional de reducir la anomia que pone en riesgo la existencia del sistema.
En la medida que el equilibrio de los sistemas depende de la apropiación del ambiente externo
al mismo, la capacidad de exportar el conflicto fuera de sus límites (en términos de Habermas)
24
es clave para diferenciar por lo menos a dos tipos de sociedades: las que tienen poder para
hacerlo (las desarrolladas), y las que no tienen ese poder (la subdesarrolladas).
Al interior de las sociedades nacionales, entendemos que no se ha cumplido lo que Durkheim
planteaba como paso (en sentido evolutivo) de una solidaridad a otra. Si bien predomina el
tipo de solidaridad orgánica, la anomia derivada de la misma ha llegado en muchos casos a los
límites de riesgo de supervivencia del sistema. En estos casos, el sistema no desaparece;
emergen si en las crisis institucionales nuevas formas de solidaridad mecánica, que deberían
ser exploradas con mayor profundidad. La aparición cíclica de gobiernos totalitarios, y el
resurgimiento de ideologías no utópicas (neo - nazismo, fundamentalismos religiosos,
xenofobia, nacionalismos) es un indicador de anomia que debería de ser considerado en el
contexto de las consecuencias de la globalización.
En el último siglo han entrado en crisis dos fuentes claras de socialización (integración): la
familia y el trabajo.
Durkheim planteaba que la familia como institución era un producto de la división sexual del
trabajo, y que con la crisis de la segunda, la primera tendía a desaparecer. Este proceso se ha
comprobado desde mitad del siglo XX, generando una crisis fuerte a nivel de la socialización
primaria de los individuos. Por otra parte, con los techos existentes para el desarrollo
industrial, grandes sectores de la población quedan fuera de la división del trabajo. Esta
incapacidad de ingresar al sistema de cooperación entre individualidades, ha generado
procesos de exclusión estructurales; esto es, se segmenta la sociedad, creando ghetos que
escapan a la acción coactiva de la solidaridad orgánica. El hecho de que un grupo importante
de la sociedad
constituya una sociedad en si misma, que no comparte los valores
prevalecientes, genera un tipo de situación que podría ser calificada como anomia, pero que
no encuadra dentro de las categorías planteadas por Durkheim. La consideración de la
exclusión como patología implica un problema, ya que la misma no responde a la lógica de la
división del trabajo, y por lo tanto, existe una incapacidad estructural de resolverla dentro de
sus límites.
El debate entre políticas universalistas y políticas residuales (focalizadas) en el marco del
desarrollo de modelos de protección social para intervenir sobre el tema de la exclusión social
da cuenta de acciones tendientes a intervenir sobre esta nueva problemática. La políticas
universalistas suponen solidaridad orgánica, y suponen por otra parte la posibilidad del
desarrollo de las fuerzas productivas. El modelo del Welfare State es un ejemplo claro de su
desarrollo. El desmantelamiento de este modelo, sobre todo en los países subdesarrollados, se
ha basado en acciones que sobre todo afectan a la contractualidad. La desregulación de los
derechos personales (en términos de Durkheim) en todos los niveles implica anomia. Cuando
se llega a los umbrales de crisis, la opción de políticas focalizadas pasa por acciones que
controlan el conflicto, descartando de plano el nivelamiento social. Asegurando el mínimo vital
a través de políticas residuales, no se generan derechos, esto es, se produce ciudadanía
invertida. Al no poder nivelar el sistema a través de la integración, la “salud” del mismo no se
restablece; se genera una nueva situación donde la estrategia es “curar a través de la
amputación del miembro enfermo”.
No vamos a resolver aquí el tema de la exclusión; los límites de este trabajo no admiten una
profundización en el tema. Pero si, queremos dejar planteado como núcleo central para futuros
trabajos el problema que creemos emerge de esta coyuntura.
La segmentación de la sociedad, generando un grupo de excluidos sin posibilidad de
integración, genera un vacío moral entre por lo menos dos segmentos, que direcciona a parte
25
del derecho hacia la contención en forma represiva del segmento excluido. Más que
conceptualizar esta situación como anomia, entendemos que habría que explorar la posibilidad
de coexistencia de dos sociedades integradas en función de valores diferentes, y relacionadas
entre si a través del derecho represivo. El contexto de globalización que caracteriza al sistema
internacional refuerza esta situación, poniendo límites estructurales a la superación de la
segmentación en las sociedades subdesarrolladas.
Como hipótesis final, planteamos que ambos tipos de solidaridad (mecánica y orgánica)
coexisten, adquiriendo nuevas configuraciones, que deberían de ser construidas como objeto
de estudio desde la sociología. Entendemos que (al igual que en la época de Durkheim), es
necesario construir alternativas explicativas alternativas al reduccionismo economicista y
psicologicista; reiteramos pues, que el modelo Durkheniano tiene vigencia y resulta pertinente
como base para la acumulación teórica social.
5. Bibliografía
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1993.
 Durkheim, E.: “La División Social del Trabajo”; Volumen II. Planeta Agostini, Buenos Aires:
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 Durkheim, E.: “Las Reglas del Método Sociológico”. Daniel Jorro Editores, Madrid: 1912.
 Ferrer, A.: “La globalización, la crisis financiera y América Latina".; en: Boron, A. et al:
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Eudeba - CLACSO: Buenos Aires, 1999.
 Giddens, A.: “Las nuevas reglas del método sociológico. Critica positiva de las sociologías
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 Giddens, A.: “Política, sociología y teoría social. Reflexiones sobre el pensamiento social
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 Habermas, J.:”Problemas de legitimación en el capitalismo tardío”. OPS - CES: Montevideo,
s.f.
 Hempel C.: “La lógica del análisis funcional”. Fondo de Cultura Universitario, Montevideo:
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 Minsburg; N.: "Trasnacionalización, crisis y papel del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Mundial", en: Boron, A. et al: “Tiempos Violentos. Neoliberalismo , globalización y
desigualdad social en América Latina”. Eudeba - CLACSO: Buenos Aires, 1999.
 Nisbet, R.: “Emile Durkheim”. Englewood Cliffs. N. J.: 1965
 Wilson T. : “Métodos cuantitativos vs. cualitativos en investigación social”. Fundación de
Cultura Universitaria: ficha 256
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