¡Toquemos el silbato! El término whistleblowing, el cual tuvo su

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¡Toquemos el silbato!
El término whistleblowing, el cual tuvo su origen en Inglaterra, significa “tocar el
silbato”. Se utilizaba para referirse a la policía que hacía sonar su silbato para
alertar cuando se cometía un acto ilícito o veía a un ladrón escaparse.
Hoy, el whistleblowing es conocido más bien como “la voz de la conciencia” y
representa la denuncia y revelación de prácticas ilegales e inmorales cometidas
por parte de un miembro de una organización, puestas a conocimiento de
personas que pueden tomar determinaciones al respecto. ¿Recuerdan a
“Garganta profunda” en el caso Watergate, el cual expuso los trapos sucios del
presidente Richard Nixon? Él fue un whistleblower anónimo.
Pero reportar un comportamiento inadecuado trae sus consecuencias. Los
whistleblowers son vistos de un extremo al otro: como héroes o grandes
traidores.
Teniendo en cuenta nuestra realidad nacional, al parecer tiembla el pulso al
momento de hacer sonar el silbato de la conciencia, aquel que alerta cuando
hay abuso de poder, corrupción e inmoralidad entre pares. Irónicamente, en lo
que se piensa es en “la lealtad” a un partido, a intereses particulares o a una
persona, como recientemente vimos con 23 senadores que eligieron el no
desafuero de su par (se rehusaron a hacer sonar el silbato).
Pero se olvidan que la principal deslealtad en realidad es hacia Dios, hacia más
de 6.000.000 de compatriotas y hacia la mismísima bandera paraguaya. Esto
no se trata de ser soplones, sino de ser valientes, de ser defensores de los más
altos intereses de la Patria. No se trata de ser delatores, sino de ser
reveladores de lo que se hizo a espaldas del pueblo.
Paraguay está sediento de ética, de transparencia, de honestidad. Su nivel de
tolerancia llegó -al fin- a su límite. Está harto de ver un festín de corrupción. Es
que, si analizamos bien, la mayoría de nuestros problemas tienen como causa
eminentemente la falta de ética.
Por ende, necesitamos autoridades que soplen el silbato, cual sonido
molestoso de vuvuzela mundialista, que quite su blindaje a quienes piensan
que no están siendo controlados, a quienes creen que se saldrán con la suya a
platazo limpio. Porque el silencio, sí, el silencio terminará por acabarnos.
Necesitamos autoridades que no traicionen a la voz de la conciencia, que
pongan a la patria en primer lugar, que piensen en el bienestar común antes de
tomar decisiones.
Tenemos la esperanza de que, tarde o temprano, los whistleblowers expongan
a los que tanto daño nos hacen y estos enfrenten a la Ley. Que sepan que
“…la comida que se gana con engaños tal vez sea sabrosa, pero al final será
como llenarse la boca de arena”, Proverbios 20:17 (NBD).
Narumi Akita
Socia ADEC
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