HISTORIOGRAFÍA CHILENA ENTRE LOS AÑOS 30 Y 70 DEL SIGLO XX POR LEOPOLDO MONTENEGRO UN PERÍODO HISTÓRICO EXCEPCIONAL Este período historiográfico considerado, desde un punto de vista histórico se encuentra montado en dos fases distintas. Una, en la parte de ascenso, cumbre y derrota del Estado de compromiso – cuya máxima expresión llegó a ser la experiencia socialista de la UP-, ligado al capital industrial, el cual articula los conflictos y consensos políticos y de clase de esa fase. Y el otro pie en el inicio, fundamento y consolidación del Estado neoliberal –simbolizado en el Golpe de Estado del 73, la dictadura que le derivó y la posterior transición a la democracia-, asociado al capital financiero, el que por su condición hegemónica estructura las más importantes manifestaciones de la vida social de esos años, preferentemente aquellas de naturaleza cultural y teórica. Es necesario comenzar así la exposición de esta síntesis porque de otra manera no se entendería la trayectoria de la teoría y práctica de la historiografía y de los historiadores vigentes en esos 40 a 50 años que convulsionaron Chile. Sin tratar de comprender este período histórico en su conjunto a lo más llegaríamos una galería de connotados historiadores con sus grandes virtudes y también algunos de sus defectos, sin lograr explicar el porqué de sus evoluciones particulares y colectivas, la causa de ciertas posiciones teóricas antinómicas con posturas anteriores, o de actitudes negacionistas de ciertos procesos históricos realmente existentes y aportes historiográficos efectivamente válidos. Algunos de los rasgos generales de la primera parte del período historiográfico considerado son: Las distintas evoluciones y vicisitudes de la labor historiográfica, las críticas de lo anterior y la afirmación de las propias formas de hacer y escribir la historia, llevaron a una concepción común entre los historiadores mezcla de positivismo metodológico y aplicación de las visiones interpretativas generales en boga, en un ambiente de pluralidad entre conservadurismo, liberalismo, racionalismo y marxismo; la gran mayoría de los historiadores, con ciertas excepciones, son académicos e investigadores universitarios formados en la Universidad de Chile; el lugar desde donde se expande su actividad es entonces el Estado, en cierto sentido tienen los historiadores la obligación de cultivar un cierto sesgo burocrático; si bien la profesión mantiene ciertas faltas, se han ido creando las condiciones para una real profesionalización: mérito interno, credencialismo, relaciones internacionales, prestigio académico. En la segunda parte del período, vale decir a partir del 73, se produce en todos los sentidos una inversión de tendencias: por la vía de los hechos se acentúa la visión 1 historiográfica conservadora; la Universidad Católica remplaza a la Chile en la docencia e investigación; historiadores vinculados a la empresa privada y al poder pasan a tener una gran visibilidad pública; y bajo el manto de la modernización se empiezan a introducir criterios de organización de la profesión importados desde los centros especialmente anglosajones, alejándose de los modelos europeos. Los historiadores más importantes de esta época en su conjunto, sin dejar de considerar a los maestros herederos de la tradición clásica como, Feliú Cruz y Pereira Salas, son Julio Cesar Jobet, Marcelo Segal, Jorge Barría, Nestor Meza Villalobos, Rolando Mellafe, Mario Góngora. Hernán Ramírez Necochea, Luis Vitale, Jaime Eyzaguirre, Julio Heisse, Julio Alemparte, Sergio Villalobos, Alvaro Jara, Marcelo Segall. La gran mayoría ellos ven afectada su vida profesional, para bien o para mal, con el golpe de Estado del 73 CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS ENTRE LOS 30 Y LOS 70 Conviene, desde un ángulo explicativo, referirse a algunas de las características fundamentales de las corrientes historiográficas principales coexistentes en el periodo observado. Estas son dos: la corriente marxista y la corriente cercana al estructuralismo o académica. Estas dos corrientes comparten ciertos rasgos y se diferencian en otros, que trataremos de explicar. En cuanto a la corriente conservadora mantiene su impronta y presencia generada en los años 30 y más bien será obviada en el período estudiado y considerada nuevamente a partir de los 90. CORRIENTE HISTORIOGRÁFICA MARXISTA CHILENA En un sentido general la corriente histórica marxista se desarrolla en un contexto histórico favorable al desarrollo de esas ideas. En primer lugar internacionalmente el prestigio post segunda guerra alcanzado por los países socialistas hacia atrayentes las ideas las cuales les daban sustento teórico. En segundo lugar, en una cierta pluralidad, el movimiento político chileno de izquierda, que representaba una fuerte realidad si bien no mayoritaria en la sociedad, se declaraba pública y abiertamente de ideas marxistas. En tercer lugar, nuevas generaciones de universitarios adoptaban las ideas socialistas y nuevos contingentes sociales, especialmente obreros, se sumaban a los partidos de ideología socialista. Así, unos de los precursores de la introducción del materialismo históricos fue Julio Cesar Jobet. Este académico universitario en un artículo sobre historiografía escrito en 1949 critica las formas de análisis predominates y resalta la ausencia de las clases laboriosas en las temáticas históricas. De ahí que el mismo se proponga avanzar en esa línea con su texto Ensayo crítico del desarrollo económico y social de Chile (Editorial Universitaria, Santiago, 1951) en donde intenta dar una visión panorámica de la historia nacional, ocupando en ella un lugar importante las clases subordinadas. Se 2 declara como partidario del materialismo histórico y por lo tanto considera, y así lo refleja su obra, que son las contradicciones de carácter económico las que producen el movimiento histórico (JOBET, 1970). Pero el aspecto más novedoso de su planteamiento, para el ambiente dominante, es la idea de que los estudios históricos si bien rigurosos deben servir para la transformación de la sociedad chilena en un sentido democrático auténtico, cuestión que lo acerca definitivamente a la idea de praxis, de no sólo interpretar el mundo sino también transformarlo, de Carlos Marx. La obra de Jobet se despliega bajo esas ideas en la década del 50 y 60, y a principios de los 70 publica el ensayo Temas Históricos Chilenos (Editorial Quimantú, 1970) en donde revisa, a su juicio, el panorama historiográfico chileno desde el siglo XIX, deteniéndose en las potencialidades y carencias de la propia historiografía marxista en ese momento (JOBET, 1970). Análisis hecho con mesura, amplitud y diversidad. Después de esto Jobet prácticamente desaparece, y a diferencia de algunos de sus colegas académicos conservadores que tienen una segunda juventud, su aporte deja la escena tal y como había desaparecido bajo sus pies, casi medio siglo de convivencia nacional. Marcelo Segall, por su parte, es uno de los primeros historiadores en hacer uso del materialismo histórico. Es más en el prólogo de su Desarrollo del capitalismo en Chile. Cinco ensayos dialécticos (Editorial del Pacífico, Santiago, 1953), define a Ramírez y Jobet colmo estudiosos menores y subraya el hecho que su obra es la que más se acerca a las concepciones marxistas. Se puede considerar una obra pionera de la historiografía marxista clásica, no obstante que mucho de sus conceptos teóricos son aplicados en contextos y situaciones que requerían análisis más complejo y sin duda mayor información: es el caso de la reiteración en todo el texto del rol de la minería como fuerza productiva dinámica y portante de la transformación revolucionaria durante todo el proceso histórico estudiado. El periodo que cubre la investigación va de 1848 hasta 1900 y en él se resalta como nunca el rol de los sectores populares , haciendo evidente el conflicto de clases y el rol del artesanado y del naciente proletariado (MARCELO SEGALL, 1953). La historiografía marxista se vio luego enriquecida en este período por las contribuciones de académicos y militantes, a partir de los 50, como Hernán Ramírez Necochea y Fernando Ortiz, de filiación comunista, de Jorge Barría, socialista, más tarde en los sesenta de Luis Vitale, militante trotskista y los teóricos de la dependencia Enzo Faletto, Ruy Mauro Marini y André Gunder Frank. Todos partían de un punto en común, la teoría y la concepción histórica marxista, sin embargo en sus distintos desarrollos se separaban para adoptar visiones cercanas en cada caso, sea al historicismo o al estructuralismo, que eran las escuelas de pensamiento que dominaban el panorama teórico y metodológico en el ambiente del marxismo en ese momento. Superado el positivismo, dejadas atrás las concepciones idealistas y reaccionarias de la historiografía conservadora, ganado para la causa del cambio un sector importante de los universitarios, no quedaba más que saldar cuentas entre los materialistas. Y hacerlo en el terreno por excelencia de la teoría marxista, que es el del 3 análisis histórico para un proyecto de transformación revolucionaria: en la profundidad y claridad del análisis del capitalismo; en la formación material y de la conciencia de la clases portadora de la revolución; en el grado de madurez de la sociedad para incubar y parir los cambios; en conocer la exacta naturaleza de las relaciones de dependencia externa, por enumerar algunos de los planos del debate entre los marxistas (GABRIEL SALAZAR, 2003). Después de la pérdida de su posición importante en la sociedad de parte de la historiografía marxista, y de sus historiadores, a mediado de los setenta, las nuevas generaciones, herederos en parte de esa gran tradición teórica, hacen un balance, todavía provisorio, del aporte de esta corriente a la historiografía chilena, que se puede resumir en los siguientes aspectos: la historiografía marxista, a) pone al centro del análisis histórico la lucha, el conflicto de clases, en el ámbito económico, político y cultural, cuestión clave para el estudio del desarrollo histórico de conjunto de una sociedad dada, b) introduce el concepto de modo de producción de la vida material, vale decir la economía, como el elemento central de la formación social chilena, causante de sus avances y retrocesos, de sus períodos de paz y sus convulsiones, c) Los conocimientos históricos sirven en la medida que pueden contribuir a la transformación de la sociedad, y d) y la necesidad de estudiar el imperialismo y la dependencia como variable importante del desarrollo histórico nacional (LUIS MOULIAN, 1997). Una crítica más a fondo de la causa de la gran dificultad de esta corriente para actualizarse a los tiempos actuales desde el punto de vista historiográfico, apunta al hecho que ella nunca no pudo romper las amarras del positivismo que debía superar, y que por lo tanto sufrió la misma suerte de ese paradigma teórico: siempre presente pero irrelevante (GABRIEL SALAZAR, 2003). CORRIENTE HISTORIOGRÁFICA ACADÉMICA Y EN ALGÚN SENTIDO ESTRUCTURALISTA CHILENA En los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX se encuentra el mayor aporte de un grupo de historiadores que tienen como común denominador el haberse acercado desde un punto de vista teórico metodológico a la escuela francesa de los Annales, de reconocida vocación estructuralista. Ellos son Mario Góngora, Sergio Villalobos, Rolando Mellafe, Álvaro Jara y Claudio Véliz, en una lista que probablemente no termina en ellos. Todos académicos formados y trabajando en la Universidad de Chile y todos ellos habiendo participado en instancias de intercambio académico en Francia con la Escuela de los Annales y también en estadías académicas en países anglosajones y en Alemania (ALEJANDRA ARAYA, 2005). Se entregan todos estos antecedentes para decir que el período estudiado convivían en la universidad de Chile, con todas sus sedes de Arica a Punta Arenas, pasando por Antofagasta, La Serena Valparaíso, Talca, Chillán, Temuco y Osorno, las dos corrientes de pensamiento historiográfico más consistentes que en ese momento había en el país, y sin contar a aquellos académicos que estaban cercano de una de ellas y 4 que pertenecían a las universidades semiestatales. Y que de algún modo esta entente cordial se debía también al hecho que la propia corriente de los Annales se consideraba como originaria de la matriz marxista, en lo que se refiere a la visión de los procesos de largo plazo y ligados a la estructura económica de las sociedades, enfocando, los Annales, su crítica esencialmente la forma soviética del marxismo. No obstante, se pecaría de unilateral si no se considerara el hecho que estos historiadores tenían una formación y una producción que iba más allá de la renovación historiográfica que significó la escuela de los Annales, y que quizás se pueden caracterizar ellos por un cierto eclecticismo historiográfico en la totalidad de su obra. Pero el hecho cierto es que sus trabajos más relevantes llevan la marca teórico metodológica de esta escuela: Mario Góngora en Origen de los Inquilinos en el Chile Central Chile y en La Evolución de la Propiedad Rural en el Valle del Puangue; Alvaro Jara en Guerra y Sociedad en Chile; Sergio Villalobos en La Historia del Pueblo Chileno; Claudio Véliz en Historia de la Marina Mercante; y Rolando Mellafe en La Introducción de la Esclavitud Negra en Chile: Tráfico y Rutas. Después del golpe de Estado del 73 la entente cordial se termina y cada cual toma los derroteros más convenientes. Mario Góngora reemplaza como Decano del Pedagógico a un exiliado Ramirez Necochea, y posteriormente es contratado por la Universidad Católica “en donde he realizado mi mejor trabajo como profesor” (SIMON COLLIER, 1983). Es trabajando en la UC que publica el Ensayo Histórico Sobre la Noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX en Chile, considerado un estudios de conjunto de todo el periodo republicano, bajo un prisma ideas conservadoras y de corte nacionalista (CARLOS RUIZ Y RENATO CRISTI, 1992). Sergio Villalobos escribe su Historia el Pueblo Chileno y en el estudio historiográfico que precede el texto ignora absolutamente la historiografía marxista y sus historiadores, considerando el hecho que sus propias críticas apuntaban al hecho de un deficiente desarrollo la ciencia historiográfica debido, entre otras factores, a la tendencia idealista predominante (VILLALOBOS, 1983). Otros historiadores de este grupo asumen otras funciones y roles fuera de la Universidad, continúan con su trabajos e investigaciones, sin embargo algo ha cambiado en el panorama historiográfico chileno, cuestión que sólo va poder comenzar a ser dimensionada a mediados de los años 90, cuando una nueva generación proceda a realizar la inexorable crítica de las generaciones precedentes, con la participación, a veces, de los propios maestros. CONCLUSIÓN El periodo considerado parece ser uno de los más ricos en desarrollo historiográfico en la historia de Chile. Sin embargo parece ser el más trágico, puesto que al proceso normal de desarrollo de una ciencia y una profesión, se unieron hechos históricos que torcieron la dirección de la marcha, hasta ese momento previsible de la sociedad y que dejaron abiertas interrogantes y desarrollos teóricos que aún no terminan de cerrarse. Las distintas propuestas historiográficas que operaron en esta realidad lo hicieron con 5 solvencia teórica y mucha capacidad metodológica, y un hecho cierto que sí se logró superar el paradigma anterior positivista. Porque la coacción material e intelectual no puede impedir el cambio de marcos de referencias historiográficos, y más bien la tendencia ha sido la multiplicación de productores historiográficos armados con una teoría mucho más consistente que en el pasado, fruto precisamente del análisis crítico de ese pasado. Muchos de los rasgos visibles de la actual historiografía tienen las señas de las batallas, literalmente, por la historia, dadas en este período reseñado. BIBLIOGRAFÍA Araya, Alejandra. “Rolando Mellafe Rojas. Los tiempos de un historiador en el tiempo de las cartas”, en González P., María Teresa (Selección y notas) Epistolario de Rolando Mellafe Rojas. Colección Fuentes para la Historia de la República Vol. XXV, Facultad de Filosofía y Humanidades. 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Salazar, Gabriel. “La historiografía marxista (clásica) en Chile”e “Historiografía marxista y teoría de la dependencia I y II” (María Eugenia Horvitz y Enzo Faletto), en La historia desde abajo y desde dentro. Facultad de Artes. Universidad de Chile. Departamento de Teoría de las Artes, Santiago, 2003, pp. 47-67. Segall, Marcelo. Desarrollo del capitalismo en Chile. Cinco ensayos dialécticos. Editorial del Pacífico, Santiago, 1953. Léase “De la historia, de los historiadores y de los literatos”, pp. 3038; y “Síntesis histórica de las ideas filosóficas en Chile”, pp. 317-347. (Versión digital en www.memoriachilena.cl) Vitale, Luis. Interpretación marxista de la historia de Chile (versión digital en www.historiaviva.cl) Prólogo de Julio César Jobet, pp. 3-8. Villalobos, Sergio. “Introducción para una nueva historia”, en Historia del Pueblo Chileno. Tomo I. Empresa Editora Zig-Zag-Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, Santiago, 1983 (1980), pp. 24-42. 6