Federico Penelas

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Marxismo, pragmatismo y materialismo en la filosofía del lenguaje contemporánea.
Lecercle, Brandom y Virno: una puesta en diálogo*
Federico Penelas
El filósofo y lingüista francés Jean Jaques Lecercle ha señalado en su último libro 1 que una
filosofía marxista del lenguaje debe adoptar las siguientes 6 tesis:
1) El lenguaje es una forma de praxis
2) El lenguaje es un fenómeno histórico
3) El lenguaje es un fenómeno social
4) El lenguaje es un fenómeno material
5) El lenguaje es un fenómeno político
6) La función del lenguaje es la producción de sujetos
En el libro, la defensa de las tesis viene precedida de una crítica a diversas concepciones
del lenguaje, como la chomskyana y la de la teoría de los actos de habla, especialmente en el
uso trascendental que ha hecho de ella Jürgern Habermas2. Con la tesis 1 Lecercle se apropia
de la tesis gramsciana según la cual un lenguaje no es sólo una gramática sino una concepción
del mundo.3 Las otras 5 tesis son, a su juicio, corolarios de esa idea general. En la
especificación de cada una de ellas, Lecercle se vale de un conjunto de textos de Bourdieu,
Bakhtin-Voloshinov, Althusser, Deleuze-Guatari y Pasolini.4
*
Quiero agradecer al Colectivo de Trabajo de la revista Dialéktica por la invitación a participar del
presente dossier. Agradezco a su vez a Samuel Cabanchik y Glenda Satne por algunas sustanciales
recomendaciones bibliográficas.
1
J.L. Lecercle, Une philosophie marxiste du langage,París, PUF, 2004.
2
En una conferencia posterior a la publicación del libro mencionado, Lecercle cuestionó explícitamente
también a la teoría enunciativa de Emile Benveniste (cfr. J. J Lecercle, “Vous avez dit: ‘Une philosophie
marxiste du langage’?”, Sources, primavera 2005.
3
La tradición a la que se afilia Lecercle explica que se retrotraiga hasta Gramsci, cuando buena parte de
los filósofos del lenguaje contemporáneos señalarían la estirpe wittgensteiniana de ese dictum. Claro que
el movimiento de Lecercle es históricamente pertinente. Para ahondar en la influencia gramsciana en el
filósofo austriaco ver J. Davis, “Gramsci, Sraffa, Wittgenstein: philosophical linkages”, European Journal of
the History of Economic Thought, Volume 9, Nº 3 / Septiembre 01, 2002, págs. 384-401; y A. Sen “Sraffa,
Wittgenstein, and Gramsci”, Journal of Economics Literature, Vol. 41, Nº4, 2003, págs. 1240-1255
4
Las versiones castellanas de los textos en los que se centra Lecercle son: M. Bakhtin y V. N. Voloshinov,
El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992; G. Deleuze y F. Guatari, “20 de noviembre
de 1923: Postulados de la lingüística” en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos,
1998; P. Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 1999;
L. Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. El texto de
Pasolini recuperado vía Deleuze por Lecercle es “Dal Laboratorio. (Appunit en poète per una linguistica
marxista) en P. P. Pasolini, Empirismo eretico, Milán, Garzanti, 2000.
En lo que sigue me ocuparé de mostrar, en primer lugar, cómo la concepción del lenguaje
de uno de los más importantes pragmatistas contemporáneos, el filósofo norteamericano
Robert Brandom, defiende y desarrolla explícitamente las tesis 1, 2, 3 y 6 de Lecercle, asume
implícitamente la tesis 5, y es compatible con la interpretación adecuada de lo que Lecercle
quiere decir con 4. Esta última compatibilidad se da a pesar de que Brandom en su Tales of the
Mighty Deads ha defendido que una concepción del lenguaje que acepte tesis similares a las
tesis 1, 2 y 3 de Lecercle encuentra su mejor aliado en un idealismo objetivo de corte
hegeliano, el cual da contenido preciso a la tesis 6.
En segundo lugar, me concentraré en el texto Palabras con Palabras, del filósofo italiano
Paolo Virno, en el cual se desarrolla una estimulante crítica a toda teoría del lenguaje de
carácter denotativo por, paradójicamente, aislar al denotans del denotatum, condenando al
lenguaje a ser meramente metalenguaje, lo cual viola toda aspiración materialista. Señalaré
que el tipo de materialismo defendido por Virno en el texto diverge del propiamente marxista y
se vuelve incompatible con una defensa de las tesis 1, 2 y 3 de Brandom-Lecercle.
I
Haré una presentación general de la semántica pragmático-normativa
desarrollada por Brandom, a lo largo de la cual se verá la asunción explícita de la idea de que
el lenguaje es una praxis histórica social. 5 Las líneas generales del planteo son las siguientes:
por un lado la idea de que significado es un concepto normativo que determina no el uso sino el
uso correcto; por otro lado la idea de que debe entenderse dicha normatividad como
conceptualmente inseparable de la corporización en la conducta de los usuarios del lenguaje
de patrones constitutivos de prácticas lingüísticas de carácter social.
Así, dicha aproximación al fenómeno de lo normativo se apoya sólo en la
postulación de prácticas sociales, en oposición a cualquier tipo de elevamiento de valores
trascendentes a los procesos culturales. Las prácticas serán caracterizadas en términos de
atribución a los miembros de una comunidad de un conjunto de compromisos normativos que
cumple un rol funcional en el marco de una estructura pragmática más amplia. Atribuimos a un
conjunto de individuos la práctica de no tocar la pelota con la mano en función de una serie de
compromisos normativos atribuidos a los participantes en cuestión, los cuales cumplen un rol
específico en una estructura más amplia caracterizada también en términos de compromisos
normativos a la que llamamos fútbol. No hacemos esa atribución aludiendo a la conducta
concreta de los participantes (esto es, a la regularidad de que de hecho no tocan la pelota con
la mano) pues, de hacerlo, caeríamos en un regularismo pasible de ser condenado con el mote
de falacia naturalista, en tanto haría depender el Deber Ser del Ser.
El fenómeno semántico será pensado, en particular, como constituido por una práctica
social consistente en un conjunto estructurado de compromisos y derechos inferenciales
5
Ver R. Brandom, Making it Explicit, Cambridge, Harvard U. P, 1994, capítulos 1 a 4.
asumidos por los participantes de la comunidad lingüística. Las normas implícitas en la práctica
lingüística son normas que establecen qué se debe y se puede inferir, donde por inferencia se
entiende inferencia material (no meramente formal).6
Una elucidación de la normatividad desde esta perspectiva, en este plano muy
general del análisis, será justamente el señalamiento de que las normas están implícitas en las
prácticas sociales, las cuales no son reductibles a nada sino simplemente caracterizables en
términos funcionales, esto es, en relación a otras prácticas. La elucidación en cuestión pues no
es más que la negación de una explicación en sentido fuerte de la normatividad.
Ahora bien, no sólo llevamos adelante prácticas en función de normas explícitas, sino
que también hacemos afirmaciones normativas, esto es, enunciados que involucran
vocabulario normativo. Somos capaces de enunciar reglas. Esta metapráctica normativa hace
explícitas las reglas implícitas en la práctica. Los teóricos de la pragmática normativa conciben
a dicha metapráctica explicitadora como una práctica que tiene como fin ya sea la
consolidación de una práctica concreta, ya sea el cambio de práctica. El punto es en primer
lugar advertir que la metapráctica consiste en un conjunto de aserciones normativas, y que las
mismas son, justamente, aserciones y por lo tanto al realizarlas uno asume un compromiso.
Así, al asertar “Se debe hacer x”, uno se compromete a asegurarse socialmente el derecho a
dicha aserción, es decir uno asume el compromiso de responder apropiadamente a los
desafíos que se le pueden presentar en la comunidad a dicha aserción de manera apropiada.
Esto da lugar a una caracterización más adecuada, y que excede a la presencia de
determinado vocabulario, de la normatividad de la metapráctica, y al fin que la misma persigue.
En palabras de Lance y Hawthorne, continuadores de Brandom en este punto:
“Introducir reglas explícitas gobernando el juego que unos niños han estado
jugando no es codificar alguna conducta pasada o actitudes normativas pasadas,
sino formular un sistema que se propone ser el que deber ser permitido como
gobernando el juego futuro. Esto clarifica qué es lo que se sigue de un examen del
tipo de rol que juega la aserción normativa. Si, al asertar una regla en el
metalenguaje, producimos aserciones explícitas que pueden ser ellas mismas
discutidas, desafiadas, redimidas, etc, entonces lo que nos lleva a usar dicho
lenguaje debe ser que el mismo puede darle a uno derecho a cambiar la
corrección práctica existente”.7
Es este telos que define la irrupción de las aserciones normativas, esto es, de
la metapráctica normativa, el que permite caracterizar la noción de explicitación mostrando el
tipo de relación dialéctica que dicha explicitación entraña entre la práctica y la metapráctica.
Esta dialéctica práctica-metapráctica muestra cómo para Brandom el lenguaje es un producto
6
Por inferencias materiales se entiende aquellas donde el contenido de las expresiones involucradas es
relevante para la evaluación de la inferencia. Así, por ejemplo, de “Buenos Aires está al norte de Mar del
Plata” puede inferirse, materialmente, “Mar del Plata está al sur de Buenos Aires” (inferencia formalmente
inválida).
7
M. Lance y J. Hawthorne, The Grammar of Meaning, Cambridge, Cambridge U.P. 1997, pág. 222-223
histórico, en la medida en que la irrupción de la metapráctica es el modo en que se despliega la
consolidación o reforma de las normas implícitas en la práctica.
Por lo dicho, vemos claramente que la semántica pragmático-normativa de Brandom
adhiere explícitamente a las primeras tres tesis que según Lecercle debe asumir una filosofía
marxista del lenguaje. Veamos a continuación el modo en que Brandom adhiere a la tesis 6.
Según Brandom el mejor modo de sostener la tesis pragmatista implícita en la defensa
de 1, 2 y 3, esto es, la tesis de que el uso de los conceptos determina su contenido, es
apelando al modo en que Hegel adhirió a la tesis idealista de que la estructura y unidad de los
conceptos es la misma que la estructura y unidad del yo.
El argumento de Brandom comienza presentando la concepción hegeliana del “yo”,
Todo comienza con la idea kantiana, retomada por Hegel, de que tratar a algo como un “yo” es
tomar esencialmente una actitud normativa hacia él, tomarlo como algo sujeto a compromisos,
que pueda ser responsable. El punto de Brandom es que una de las ideas hegelianas básicas
es que estados normativos tales como “estar comprometido” y “ser responsable” –y por lo tanto
el conocimiento y la agencia- deben ser entendidos como resultados sociales. Dice Brandom:
“La actitud práctica de tratar a algo como asumiendo compromisos y siendo
responsable por lo que hace –en el sentido de articulado por conceptos, esto es, el
sentido en el cual al menos parte de aquello a lo que unos esta comprometido o
frente a lo que es responsable es el ser capaz de dar razones- es denominada por
Hegel “reconocimiento” (Anerkennung). La idea central que estructura la
caracterización social que hace Hegel de los yoes es que ellos se sintetizan a
través del reconocimiento mutuo. Esto es, ser un yo –un lugar de compromiso y
responsabilidad conceptual- es ser tomado o tratado como un yo por aquellos que
uno toma o trata como un yo: ser reconocido por aquellos a quienes uno
reconoce.[...] Al mismo tiempo y por los mismos medios en que los yoes, en este
sentido normativo, son sintetizados, también se sintetizan las comunidades, en
tanto totalidades estructuradas de yoes cada uno de los cuales reconoce y es
reconocido por otro. Así, tanto los yoes como las comunidades son estructuras
normativas instituidas a través del reconocimiento recíproco” 8
Esta instancia de mutuo reconocimiento constitutivo del yo y de la comunidad ofrece el
contexto para la asunción de contenido de los conceptos, siguiendo la máxima pragmatista de
que dicho contenido se instituye en el mismo proceso en que es aplicado. El contenido real del
compromiso que uno asume al aplicar un concepto (paradigmáticamente usando una palabra)
es el producto de un proceso de negociación que involucra actitudes recíprocas, y la autoridad
recíproca, de aquellos que atribuyen el compromiso y de quien lo reconoce. Como señala
Brandom: “cuales sean en sí los contenidos de una afirmación o una acción que alguien
realice, resultan ambos de
lo que sean para otros
y
para
aquel”9. Este proceso de
negociación de reclamos de compromiso en competencia es lo que Hegel denomina
“experiencia” [Erfahrung].
8
R. Brandom, Tales of the Mighty Deads, Cambridge, Harvard U. P., 2003, págs. 216-217
9
Id., pág... 221.
Pero dicha “experiencia” no sólo oficia de contexto sino que sirve de modelo para la
explicación de la estructura y unidad de los conceptos. La idea de Hegel, según Brandom, es
que toda norma es conceptual y cada vez que hay una norma en juego deben poder
distinguirse distintos centros de autoridad recíproca así como un proceso de negociación entre
ellos. En sus palabras:
“el compromiso que uno asume al aplicar un concepto en el juicio o la acción
puede ser construido como poseyendo un contenido determinado sólo si es
administrado por otros distintos de aquel que asume el compromiso. Así, en el
reconocimiento de tal compromiso, uno está al menos implícitamente
reconociendo la autoridad de otros sobre el contenido hacia el cual está él mismo
comprometido”10
De esta manera, se ve cómo Brandom toma de Hegel, a fin de dar lugar a una
semántica pragmatista, la tesis idealista de que el plano normativo-conceptual se modela bajo
el plano de la constitución de la subjetividad, el cual no es más que el plano social de
conformación en paralelo del yo y de la comunidad. Pero, como se ve, en tanto toda norma es
conceptual, y tanto el ‘yo’ como la comunidad son estados normativos, la constitución conjunta
de los sujetos individuales y de la comunidad se
realiza en el proceso mismo de la
‘experiencia’, de la negociación conceptual. De modo que sería un error pensar que hay una
primera etapa de constitución de los sujetos sobre la base de la cual se constituyen luego los
contenidos semánticos. El punto es más bien que el proceso de constitución del yo y la
comunidad a través del mutuo reconocimiento de autoridad, se despliega en la negociación de
la normativa semántica propia de la aplicación de conceptos. Es por eso que además de
pensar a la constitución del ‘yo’ como modelo de la constitución conceptual, puede verse
también el modo específico en que Brandom, siguiendo a Hegel, piensa la tesis 6 de Lecercle
(“La función del lenguaje es la producción de sujetos”).
Por otra parte, es obvio que esta imbricación de pragmatismo e idealismo permite leer
en Brandom la adopción de la tesis 5 de Lecercle (“El lenguaje es un fenómeno político”). En
efecto, la idea de constitución comunitaria del yo como modelo de lo conceptual, la cual
involucra las nociones de reconocimiento y autoridad mostrando cómo los conceptos son
fuente de negociación, involucra directamente la tesis de la politicidad del lenguaje. Es cierto
que parte de lo que Lecercle quiere afirmar con 5 es que no hay que entender negociación en
términos habermasianos, esto es, como dándose en una comunidad libre donde todos los
miembros de la comunidad están en pie de igualdad en cuanto a la autoridad puesta en juego.
El término negociación debe ser entendido pues como sinónimo de lucha, donde los sujetos
pugnan por la hegemonía. Esta concepción agonística no está presente en Brandom, pero no
es incompatible con su planteo. 11 Es más, creo que su recuperación de Hegel en clave
10
Id., pág. 223
11
Recientemente, Brandom ha manifestado en un texto en respuesta a Habermas que su propuesta es
neutral en relación con diversos modos de dar cuenta de la normatividad moral. Ver, R. Brandom, “Facts,
pragmatista; su tesis, llamémosla “más abstracta”, de la politicidad del lenguaje puede ser de
utilidad para quien pretenda
defender una versión de 5 atravesada por las nociones de
"dominación”, “hegemonía” e “ideología”.
La posición brandomiana no afirma explícita o implícitamente nada similar a la tesis 4
(“El lenguaje es un fenómeno material”). La tesis adquiere en Lecercle (en oposición al
materialismo “vulgar” que denuncia en Chomsky al atender a su idea de que el estudio del
lenguaje debe avanzar hacia el estudio fisicalista de la mente/cerebro) la forma típicamente
marxista de ver el fenómeno lingüístico como emergiendo de las relaciones de producción, las
cuales a su vez sirven al desarrollo de las fuerzas productivas. La tesis es tal que no supone
que “emergencia” deba leerse como señalando que la superestructura exige la existencia de la
producción, sino más bien como afirmando que las formas específicas de los compromisos
conceptuales vigentes en las sociedades de clase son pasibles de ser explicadas haciendo
referencia a formas también específicas de la organización económica. Obviamente nada de
esto es sustentado por Brandom, pero su semántica pragmático-normativa es compatible con
esa interpretación de 4. No hay contradicción alguna en ver la imbricación entre el proceso de
constitución de lo conceptual normativo y el proceso de constitución del ‘yo’ y la comunidad
como por un lado asentándose en la combinación de lo que Brandom ha llamado
“pragmatismo” e “idealismo”, y, por otro lado, como explicable a su vez en los términos
funcionales propios de alguna versión de materialismo histórico.
Por lo dicho hasta aquí, en consecuencia, vemos como la semántica pragmáticonormativa desarrollada por Brandom en su Making It Explicit presenta las siguientes
características:
a) asume explícitamente las tesis 1, 2, 3 y 6 defendidas por Lecercle;
b) conlleva implícitamente la adopción de una versión general de la tesis 5
c) permite servir de base para un desarrollo particular de la tesis 5
d) es perfectamente compatible con una versión estrictamente marxista de 4
En el siguiente apartado abordaré la crítica materialista realizada por Paolo Virno a la
tradición denotativa, y presentaré algunas dudas acerca de su compatibilidad con el modelo
común a Brandom y Lecercle.
II
Una de las maneras de abordar el proyecto brandomiano es entenderlo como una
alternativa a todo tipo de factualismo semántico, entendiendo en esos términos las teorías del
lenguaje que se apoyan en la idea de que el fenómeno del significado se explica en términos
de hechos de naturaleza
semántica, sean estos reducibles o no a hechos más básicos
(respetables desde una perspectiva fisicalista por ejemplo). Lo que
Brandom denomina
Norms and Normative Facts: A Reply to Habermas”, European Journal of Philosophy, 8:3, 2000, págs.
356-374
“pragmatismo semántico” es la idea según la cual no hay nada que instituya la corrección
conceptual por fuera de la aplicación de los conceptos. Ya vimos en la sección anterior como
dicho pragmatismo se vuelve inteligible en Brandom a partir de la adopción de una determinada
forma de idealismo. Toda la movida supone negarle toda realidad previa al plano normativo y,
por lo tanto, el rechazo de todo viso de factualismo en semántica.
Una de las formas principales y tradicionales de presentar una versión de factualismo
semántico es la de dar cuenta del significado a partir de la relación de denotación entre las
expresiones lingüísticas (o, al menos, cierto tipo de expresiones) y entidades extralingüísticas.
Es por eso que se vuelve de especial interés prestar atención a la crítica que Paolo Virno dirigió
en Palabras con palabras hacia las pretensiones de los teóricos de la denotación. Mi tesis será
que el punto de vista desde el cual Virno elabora sus objeciones a la tradición (así como su
esbozo de superación de la misma) es difícil de encajar en el esquema resumido en las tesis 16, en particular porque no puede incorporar la tesis 3.
La crítica de Virno puede resumirse en éstos términos: la filosofía del lenguaje que
pone énfasis en la denotación pretende dar cuenta del significado a través de la relación entre
los nombres y las entidades particulares nombradas, pero no puede sino fracasar en su
pretensión dado que su esquema de la nominación conduce paradójicamente a pensar la
significación como mera autorreferencia.
Virno se ocupa de mostrar la presencia de ese esquema y esa paradoja en el
pensamiento de diversos autores. Me concentraré, para presentar su crítica general al
denotacionismo, en la ejemplificación que hace al tomar como referencia la obra de Bertrand
Russell y de Alfred Tarski.
Empecemos por Russell12. Son conocidos los lineamientos generales de su teoría de
los nombres y las descripciones. La distinción semántica entre ambos tipos de expresiones se
sustenta en una distinción ontológica, trazándose esta última a partir de un criterio
epistemológico. La idea es que sólo puede haber auténtica denotación 13 de las entidades
simples, atómicas; y la distinción entre lo simple y lo compuesto se refleja en nuestros modos
de conocimiento. Russell identifica dos modos básicos: el conocimiento directo, y el
conocimiento por descripción. Las expresiones atómicas de nuestro lenguaje serán aquellas
que denoten a los simples, estos es, las entidades de las que tenemos conocimiento directo
(knowledge by aquaintance). Para Russell las únicas entidades de las que tenemos
12
Para una excelente presentación en español de la teoría de Russell sigue siendo insoslayable T. M.
Simpson, Formas lógicas, realidad y significado, Buenos Aires, EUDEBA, 1974. caps. II, III, VI y VII. Los
textos de Russell especialmente relevantes para aprehender la crítica de Virno son, “On denoting”, Mind,
XIV, 1995, págs. 479-493 (versión en español “Sobre el denotar” en T. M. Simpson (ed.), Semántica
filosófica: conceptos y problemas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973); “Knowledge by Aquaintance and
Knowledge by Description” de 1911 reimpreso en B. Russell, Mysticism and Logic, Londres, George Allen
& Unwin, 1956 (versión en español B. Russell, Misticismo y lógica, Barcelona, Edhasa, 1987; “The
Philosophy of Logical Atomism” de 1918, reimpreso en B. Russell, Logic and Knowledge, Londres, George
Allen & Unwin, 1956 (versión en español B. Russell, Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus, 1966).
13
Esto es, denotación que constituya un rasgo del significado del denotans.
conocimiento directo y, por lo tanto, las únicas entidades atómicas, son los datos sensoriales y
los universales. Las expresiones que los denotan, nombres propios y términos generales, son
los correspondientes elementos atómicos del lenguaje14. El significado de las expresiones
atómicas se agota en las entidades denotadas. Por el contrario, un conjunto importante de
expresiones del lenguaje, entre las cuales se encuentran las descripciones definidas, son tales
que los objetos por ellas denotados no son objetos de conocimiento directo, no son pues
entidades atómicas. El significado de dichas expresiones no está conformado por los
compuestos denotados. Las oraciones que involucran ese tipo de expresiones no atómicas
requieren de un análisis que revele las expresiones atómicas involucradas para poder entonces
captar el significado de dichos enunciados. La caracterización de dicho tipo de análisis es lo
que se conoce como teoría de las descripciones de Russell.
El rasgo peculiar de la posición de Russell es que los nombres propios usuales de los
lenguajes naturales (tales como “Sócrates”, “Atenas”, etc) no pueden ser considerados
nombres propios genuinos (esto es, nombres propios en sentido lógico), dado que sus
referentes no son entidades atómicas, entidades de las que tengamos conocimiento directo
(recordemos que estas son sólo los datos sensoriales y los universales). En consecuencia, los
únicos nombres propios legítimos según Russell son los deícticos “esto” y “eso”
Es sobre la base de este resultado que Virno elabora su crítica. Su punto es que la
asociación russelliana entre nominación, conocimiento directo y entidad atómica conduce a la
cláusula de que un término singular debe designar un objeto cuya existencia debe estar
lógicamente asegurada. De allí se sigue la relevancia semántica de los deícticos, y de allí, la
caída en la autorreferencia. En palabras de Virno:
“Esta cláusula se satisface, sin embargo, sólo si el nombre se refiere a algo cuya
realidad dependa enteramente del mismo acto del denominar. Sólo de este ‘algo’,
efectivamente, no se puede suponer la inexistencia. Pero el único quid cuya
realidad está instituida por la denominación es el mismo nombre. Es necesario, por
lo tanto, que la denotación se resuelva en una autorrereferencia.”15
El deíctico asegura la existencia de lo señalado a fuerza de sustraerlo del campo
semántico al autoinstaurar el acto de deixis lingüística como referente de sí mismo:
“No conocemos nada por ‘contacto directo’ excepto que haya un ‘contacto
directo’: he allí el motivo no banal por el cual la denotación se repliega en la
autorreferencia. El dato sensorial es realmente denotado como ser-dato sólo
cuando se refiere a su ser-dicho, esto es, al hecho de que se está hablando. Pero
14
La crítica de Virno parecer depender de su señalamiento de que Russell parte de una posición
nominalista (cfr. P. Virno, Palabras con palabras. Poderes y límites del lenguaje, Buenos Aires, Paidós,
2004, págs. 54-58). El señalamiento es, por lo menos, curioso, dado el compromiso ontológico explícito
del filósofo británico con universales. Sería tema de otro trabajo el indagar cuanto queda y cuando
permanece de la crítica de Virno una vez acomodado ese resultado ineludible de toda exégesis del corpus
russelliano.
15
P. Virno, ob.cit., págs. 77-78.
ya que un dato sensorial está vacío, el hablarlo se reduce a hablar tout court.
Nominar lo sensible significa, por lo tanto, mostrar que una enunciación se halla en
curso. Precisamente por esto los deícticos son considerados ‘nombres
verdaderos’, ya que manifiestan el contacto directo de la palabra consigo misma o
bien señalan el ‘ser-dado-del-lenguaje’ ”16
La pretensión denotativa conduce directamente al deíctico y este último, esta es la
lección de Virno, traiciona el afán denotativo al resolverse en circularidad autorreferencial.17
La misma lección extrae Virno de la obra de Tarski. La teoría de la verdad del lógico
polaco se desarrolla en dos partes.18 En primer lugar se propone brindar condiciones de
adecuación para una definición de verdad, y en segundo lugar elabora una definición de verdad
adecuada a dichas condiciones previamente establecidas. Tarski explicitará las condiciones
requeridas señalando que se dedicará a dar con “una definición materialmente adecuada y
formalmente correcta de la expresión ‘oración verdadera’”19.
El carácter de materialmente adecuada requerido a la definición tiene que ver con la no
arbitrariedad de la misma, de modo que brinde una sugerencia para usar de una manera
definida el término verdadero, sugerencia que deberá estar de acuerdo con el uso
prevaleciente del término en el lenguaje coloquial. Tarski nos propone que pensemos en
oraciones que responden a este esquema:
16
17
Id., pág. 83.
Un punto llamativo del texto de Virno es que no se ocupa de todo el desarrollo que tuvieron las
llamadas “teorías de la referencia directa” desde la publicación a principios de los ‘70 de Naming and
Necessity de Saúl Kripke. Un punto relevante de dichas teorías es que los nombres propios presentes en
los lenguajes naturales (“Sócrates”, “Atenas”, etc, es decir, aquellos considerados “vulgares” desde la
perspectiva russelliana) recuperan su carácter de nombres genuinos, agotándose su significado en su
referente. Esto en principio obligaría a Virno a cierto reacomodamiento, ya que las teorías de la referencia
directa son el resultado más acabado de las pretensiones de la tradición denotativa, y en ellas el plano de
la nominación es mucho más amplio que el de los deícticos. Es verdad que Virno podría decir que, por
ejemplo en la obra de Kripke, el papel autorreferencial de la deixis está más que presente pues el
mecanismo de fijación de la referencia en el bautismo inicial está atravesado por la ostensión. A esto
podría responderse sin embargo que Kripke ha enfatizado una y otra vez que no hay que confundir
fijación de la referencia con determinación de la referencia, que los procedimientos a través de los cuales
identificamos el objeto para nominarlo no deben ser pensados como formando parte del significado del
nombre, y que por lo tanto la insistencia de Virno en trasladar la crítica de Russell a Kripke se basa en
confundir lo que en este último está bien separado, esto es, el plano semántico y el plano epistémico. Una
vez más, la disputa merecería un trabajo. Para una excelente presentación crítica de las teorías de la
referencia directa ver E. Orlando, Concepciones de la referencia, Buenos Aires, EUDEBA, 1999.
18
Para un análisis pormenorizado de la teoría tarskiana ver A. Moretti, “El concepto tarskiano de verdad”,
en A. Moretti y R. Orayen (eds.), Filosofía de la Lógica. EIAF 27, Madrid, Trotta, 2005. Para una
interpretación de Tarski en clave no factualista ver E. Barrio, La verdad desestructurada, Buenos Aires,
EUDEBA, 1998.
19
A. Tarski, “The concept of truth in formalized languages”, en A. Tarski, Logic, semantics and
metamathematics, traducción al inglés J. Woodger, Oxford University Press, Oxford, 1956, pág. 152. Trad.
propia.
1)
x es verdadera si y sólo si p
donde ‘p’ es cualquier oración del lenguaje en cuestión y ‘x’ un nombre suyo.
Ningún usuario del lenguaje dudaría en aceptar un bicondicional que respondiera a esa
forma como caracterizador del predicado de verdad cuando es aplicado a una determinada
oración. (1) refleja pues el contenido mínimo de la noción de verdad. Los casos de (1) deben
constituir pues un conjunto de trivialidades escandalosas. No pueden ponerse en cuestión; allí
está lo indudable del concepto de verdad. Quien no entienda los casos de (1) no entiende el
sentido mínimo de dicha noción.
De esta manera arriba Tarski a la explicitación de la condición de adecuación material
dada por su célebre Convención T: una definición de verdad es adecuada si para cada oración
‘p’ del lenguaje en cuestión, la definición implica la oración “x es verdadera ssi p”, donde ‘x’ es
un nombre de ‘p’.
La corrección formal, por su parte, atiende a la estructura del lenguaje en el que se
dará la definición; a la necesidad de basar la definición en conceptos cuya intelección no
ofrezca la menor duda; y a las reglas formales que deben regir a la definición.
Es este requisito de la corrección formal el que acarreará las consecuencias
autorreferenciales denunciadas por Virno. Para Tarski, si enfocamos los conceptos con los que
lidiará la definición buscada, lo primero que debemos tener en cuenta es los problemas que
puede provocar un uso descuidado de los conceptos semánticos. La imprudencia en este
terreno es fuente de paradojas. En particular, el esquema (1), irrestricto, es contradictorio. 20
La fuente primaria de las paradojas se ubica en los siguientes supuestos
especificados por Tarski:
“I)Hemos supuesto, implícitamente, que el lenguaje en que se estructura la
antinomia contiene, además de sus expresiones, los nombres de estas
expresiones, así como términos semánticos como el término ‘verdadero’ referido a
frases de este lenguaje, también hemos supuesto que todas las frases que
determinan el uso adecuado de este término pueden afirmarse en el lenguaje. Un
lenguaje que goza de estas propiedades se llamará semánticamente cerrado.
II) Hemos supuesto que en este lenguaje valen las leyes ordinarias de la
lógica.”21
La solución de las paradojas supondrá pues, en la medida en que no se está dispuesto
a dejar a un lado la lógica clásica (supuesto II), declinar las pretensiones de proporcionar la
definición de verdad para lenguajes semánticamente cerrados (supuesto I), entendiendo al
carácter de semánticamente cerrado como un rasgo esencial de los lenguajes universales,
tales como el lenguaje natural. Cuando hablamos de universalidad nos referimos a la idea de
20
21
Ver A. Tarski, ob. cit., pág. 158. para su formulación de la antinomia del mentiroso.
A. Tarski, “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica científica”,
Cuadernos de Epistemología, Nº 7, Facultad de Filosofía y Letras UBA, Buenos Aires, págs. 8-9.
que aquello que se puede decir en un lenguaje cualquiera también puede expresarse en un
lenguaje universal.
Las paradojas prueban que todo lenguaje universal en el que valgan las leyes de la
lógica clásica será inconsistente. Así: el uso coloquial de la expresión “...es verdadera”, en la
medida en que el lenguaje natural es universal, es inconsistente.
Se abandona pues la pretensión de buscar la solución del problema para lenguajes
naturales, restringiendo el estudio a los lenguajes estructuralmente especificados que no
presentan el rasgo de la universalidad. Aunque los resultados obtenidos para los lenguajes
estructuralmente especificados también deben tener cierta validez para los lenguajes naturales,
en la medida en que éstos pueden expresar todo lo expresable en cualquier lenguaje. El punto
es que si lo que se investiga para los lenguajes artificiales no tiene importancia para el lenguaje
natural, entonces no hay noción de verdad que valga la pena en el mismo. A partir de la
definición de verdad restringida a lenguajes estructuralmente especificados se logra pues
contar con una noción legítima de verdad para parte del lenguaje natural.
La solución tarskiana a las paradojas descansa entonces en la idea de que el
predicado veritativo y demás términos semánticos problemáticos no forman parte del lenguaje
para el que se está dando la definición de verdad; de modo que dicha definición se dará en un
lenguaje de grado superior (metalenguaje) que contenga los términos semánticos en cuestión y
se refiera al lenguaje en relación al cual se construye la definición de verdad (lenguaje objeto).
El decir que el metalenguaje es un lenguaje de grado superior al lenguaje objeto significa que
posee mayor poder expresivo, pues si tuviera el mismo los términos semánticos deberían
formar parte también del lenguaje objeto, lo cual es precisamente lo que se ha restringido como
modo de superar las antinomias. Por otro lado es preciso remarcar que la solución tarskiana
tiene como consecuencia el hecho de que toda definición de verdad no podrá aplicarse a los
lenguajes de igual o mayor poder expresivo que el lenguaje en el que se la formula, con lo cual
estará vedado desde el principio la posibilidad de dar con una definición de verdad general apta
para todo lenguaje (incluso para todo lenguaje estructuralmente especificado). De esta manera
toda definición será relativa a un lenguaje
Esta consecuencia ineludible de la definición tarskiana le permite a Virno mostrar la
otra cara de la autorreferencialidad ya identificada en Russell, esto es, la fuga de los
metalenguajes. Autorreferencia y sucesión indeterminada de metalenguajes son las dos formas
en que se consolida negándose a sí mismo el ideal denotativo de la tradición filosófica. 22
22
Un capítulo que podría hacer las delicias de la crítica virniana es el desarrollo post-tarskiano de la teoría
de la revisión presentada por Anil Gupta y Nuel Belnap como forma de afrontar una definición aceptable
de la noción de verdad. El punto de dichos autores es señalar que verdad es (junto con otros) un
concepto esencialmente circular, del cual sólo cabe ofrecer definiciones circulares (presentando así una
vindicación heterodoxa de la circularidad definicional). Ver A. Gupta y N. Belnap, The Revision Theory of
Truth, Cambridge, MIT Press, 1993. Es de especial interés, en relación con la crítica materialista de Virno,
atender a los problemas conceptuales que la teoría de la revisión conlleva en el marco de ciertas
Frente a la tradición denotativa, la cual se vuelve incapaz de dar lugar al ansiado
denotatum extralingüístico redundando en pura autorreferencialidad, Virno esboza una visión
materialista de la relación entro lo lingüístico y lo no-lingüístico. La base de la misma es el
recurso a las “pequeñas percepciones” estipuladas por Leibniz como fondo no apercibido de
nuestra percepción.23 Según Leibniz
“[e]stas pequeñas percepciones tienen por sus efectos mayor eficacia de lo que se
piensa. Ellas producen ese o se qué, esos gustos, esas imágenes de las
cualidades que tienen los sentidos, claras en conjunto, pero confusas en sus
partes, esas infinitas impresiones que provocan en nosotros los cuerpos que nos
rodean, esa conexión que cada ser tiene con el resto del universo” 24
El papel que Virno le hace jugar a esa idea leibniciana es el de poner de manifiesto la
conexión no lingüística con el mundo sensible, superando la transfiguración que la tradición
realiza de la heterogeneidad de lo sensible en un interminable precederse del lenguaje a si
mismo (ya sea bajo la figura de la ineludible autorreferencia o de la fuga metalingüística). La
serie no discreta de sensaciones no apercibidas es el espacio adecuado de la singularidad. De
esta manera Virno propugna un nuevo nominalismo que cercena las aspiraciones denotativas:
“[e]n caso de que se considere que el lenguaje ‘refleja’ (o está-por, o se refiere-a)
resulta inevitable renunciar a la singularidad: la palabra que denota carece
sistemáticamente de aquello que, sin embargo, sería su objetivo prioritario. Y
viceversa, si se quiere sostener la instancia de lo individual, se debe abandonar la
imagen obstinada de una ‘correspondencia’ entre palabra y cosa.[...] No más
tentativas de fundar la denotación sobre la singularidad, sino reivindicación de la
singularidad en contra de la denotación.” 25
La singularidad sensible, aunque no denotable, sin embargo se hace visible en el
lenguaje, manifestándose bajo la modalidad de lo posible, dado que lo no apercibido se
presenta siempre como una virtualidad, como ser en potencia (frente a los pensamientos
apercibidos que, según Leibniz-Virno, tienen el rasgo de la actualidad). Así el modo de lo
posible deviene en emblema materialista, dado que “lo ‘posible’ delinea la heterogeneidad entre
el lenguaje y lo sensible, remite a la conexión preliminar con el mundo material, expresa la
singularidad”26.
pretensiones materialistas fisicalistas. Ver, para ello, E. Barrio, “Verdad y circularidad: el problema de la
superveniencia semántica”, Theoría, Vol. 17 Nº 43, enero 2002.
23
“...hay signos a millares que hacen pensar que en todo momento existen en nosotros infinidad de
percepciones, pero sin apercepción y sin reflexión, es decir, cambios en el alma de los cuales no nos
damos cuenta, porque las impresiones son o demasiado pequeñas al par que excesivas en número, o
están demasiado juntas, de manera que no tienen nada que permitan distinguirlas por separado...”, G. W.
Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, Madrid, Aguilar, 1992, pág. 42.
24
G. W. Leibniz, ob. cit., pág. 43, bastardilla propia.
25
P. Virno, ob. cit., pág. 197.
26
Id., pág. 198.
La modalidad de lo posible entonces remite al contexto de la pertenencia corpórea al
mundo sensible, contexto inabarcable e irrepresentable. Ahora bien, la imagen virniana es más
compleja pues, según el, la propia deficiencia representativa del lenguaje es la que hace ser
“mundo” al mundo. La impotencia de lo lingüístico frente al ámbito no-lingüístico hace devenir a
este último en un contexto intrascendible, configurándose así un mundo. De esta manera “el
mundo está constituido lingüísticamente por eso que, en el lenguaje, manifiesta la incompletud
o limitaciones del lenguaje respecto del mundo”. 27 Es en el modo de lo posible donde se
despliega ese manifestarse configurador de mundo.
Hasta aquí la presentación de las críticas de Virno a la tradición denotativa, así como
de su propuesta positiva. Creo que es de sumo interés el conjunto de paradojas que el autor
italiano ha logrado desbrozar como provenientes de la pretensión tradicional de pensar al
lenguaje básicamente como un medio de representación de un mundo que, a fin de poder ser
representable, debe ser pensado como portando una estructura cuasi-lingüística. Quiero sin
embargo hacer algunas consideraciones críticas en relación con el modo en que Virno presenta
aquello que la imagen tradicional distorsiona o ha desconsiderado.
En primer lugar, quiero destacar que el modo inmediato de superar el factualismo
semántico propio de la estrategia denotativa es hacer el pasaje desde una semántica de
condiciones de verdad a una semántica de condiciones de aseveración. 28 La obra de Brandom
no es más que una profundización y desarrollo de esa salida, la cual conduce inevitablemente
hacia una concepción social del lenguaje. No se vislumbra en el texto de Virno ese movimiento.
Su modo de superar el afán denotativo es el señalamiento de una relación, no semántica, sino
onto-lógicamente previa con lo no lingüístico, pero que sin embargo se expresa en el lenguaje
a través de la manifestación no semántica de su irrepresentabilidad. Hay pues un silencio en
Virno acerca de cual es su teoría propiamente semántica, o, para decirlo a su manera, una
teoría sobre el modo de la actualidad. La inteligibilidad de la idea de irrepresentabilidad de la
singularidad dada en las pequeñas percepciones requiere al menos alguna hipótesis sobre de
que modo el lenguaje sí representa. La obra de Brandom ofrece una teoría no denotativa de la
representación que deviene en un anclaje de la misma en las prácticas sociales. El texto de
Virno no sólo no ofrece una teoría que se acerque medianamente a las tesis 1-6 de Lecercle,
sino que no ofrece indicación alguna de qué tipo de semántica esperar desde su perspectiva.
Esto es grave porque, insisto, incluso su señalamiento de la inefabilidad del nexo
27
Id., pág. 228.
28
El dar cuenta del carácter normativo del lenguaje no en términos de los hechos que determinarían la
verdad de las oraciones del lenguaje sino en términos de las condiciones sociales en que las mismas son
aseverables es el movimiento que usualmente han dado los filósofos convencidos por el Wittgenstein de
las Investigaciones Filosóficas. La interpretación kripkeana del argumento wittgensteiniano antifactualista
así como de su propuesta comunitaria alternativa es de particular importancia en este contexto. Ver S.
Kripke, Wittgenstein on Rules and Private Language, Cambridge, Basil Blackwell Pub., 1982 (versión en
español, Wittgenstein: reglas y lenguaje privado, México, UNAM, 1989). Para una excelente exposición
crítica del texto de Kripke ver G. Satne, El argumento escéptico: de Wittgenstein a Kripke, Buenos Aires,
Grama, 2005.
extrasemántico con el mundo sensible requiere algún tipo de concepción semántica que
permita entender en qué sentido el lenguaje es incapaz de representar la singularidad en
cuestión. No se ve siquiera cómo la relación de expresabilidad (el único “nexo” entre el lenguaje
y nuestra conexión primigenia con lo no lingüístico) se articula en una teoría semántica no
denotativa.
En otras palabras, un punto relevante para analizar es el rechazo de Virno a la idea del
lenguaje como metalenguaje. Pareciera que en su texto su crítica no se restringe a marcar la
inconsistencia de la tradición denotativa de aspirar a la trascendencia hacia lo extralingüístico y
agotarse en mera autorreferencia. El alcance de su posición parece incluir un desmedro
general a la idea de pensar al lenguaje como básicamente metalenguaje. Sin embargo al no
ofrecer, como vimos, una teoría semántica alternativa, su señalamiento del límite
representacional del lenguaje frente al singular sensible puede llevar a la conclusión de que en
el fondo el lenguaje, en su mero fracaso denotativo (no aminorado por su capacidad de
expresar en el modo de lo posible ese fracaso), se vuelve pura autorreferencialidad. Pareciera
que este es un resultado inaceptable, dada la retórica de Virno, pero su abandono requiere,
como ya dijimos, una teoría semántica del modo de lo actual que ni siquiera se sugiere en el
texto. 29
Esta ausencia de explicitación acerca de qué tipo de salida al factualismo denotativo es
preciso adoptar, no debe sin embargo verse como mera neutralidad frente a las diversas
alternativas posibles. Creo que hay indicios de que Virno no está dispuesto a asumir al menos
una de las salidas, esto es, aquella perspectiva capaz de cobijar una concepción del lenguaje
en términos de prácticas sociales. La razón de esa reticencia se debe, creo, a su paradojal
aferramiento a un modelo representacionalista que le permita pensar la inefabilidad. En efecto,
hacia el final de Cuando el verbo se hace carne Virno objeta la salida comunitaria del segundo
Wittgenstein por ser incapaz de asumir la figura de lo sublime. Virno expresa la figura kantiana
en los siguientes términos:
“La pretensión de exhibir empíricamente las ideas trascendentes de la razón (en primer
lugar la idea de mundo) está destinada a un seguro fracaso. Pero permite representar la
catástrofe de la representación. Y es precisamente la puesta en escena de dicha
catástrofe la que señala-aunque en modo negativo-lo que está más alto. La insuficiencia
29
Sería de interés confrontar este supuesto rechazo por parte de Virno de la idea de ubicua
metalingüisticidad, con los resultados de las reflexiones de uno de los más importantes filósofos del
lenguaje pertenecientes a la tradición marxista: Mihail Bakhtin. Basta pensar en el concepto de “discurso
ajeno” presentado por Bakhtin y Voloshinov como aquel que es “discurso en el discurso, enunciado dentro
de otro enunciado, pero al mismo tiempo es discurso sobre otro discurso, enunciado acerca de otro
enunciado” (M. Bakhtin y V. N. Voloshinov, ob. cit., pág. 155). La tesis bakhtiniana es que todo texto es
portador de discurso ajeno. El punto es crucial para pensar, por ejemplo, la relación entre marxismo y
deconstrucción. Para una muy completa presentación de la obra de Bakhtin y de su lugar en el debate
contemporáneo ver H. Mancuso, La palabra viva. Teoría verbal y discursiva de Michail Bakhtin, Buenos
Aires, Paidós, 2005; y G. T. Souza¸ Introduçao à teoria do enunciado concreto do circulo
Bakhtin/Voloshinov/Medvedev, Sâo Paulo, Humanitas-USP, 2002.
de cualquier imagen constituye la única “imagen” posible de lo supersensible: lo indica
como eso que sale del campo visual”.30
Basta reemplazar en esa cita “supersensible” por “mundo sensible” y tenemos la
posición del propio Virno sobre la relación entre lo lingüístico y lo no lingüístico presentada
anteriormente. Hay pues un compromiso en Virno con la noción de lo sublime. El punto que
quiero destacar es que es desde ese compromiso con lo sublime que se cuestiona al segundo
Wittgenstein y a toda salida que abjure definitivamente de una semántica de condiciones de
verdad hacia una semántica de condiciones de aseveración pues, como bien expresa Virno:
“El error más grande, para el Wittgenstein realmente ascético de los juegos lingüísticos,
consiste en querer mostrar oblicuamente lo indecible mediante el choque contra el límite
insito en lo decible. Por esto la polémica contra las preocupaciones filosóficas fomentadas
por un uso extravagante de nuestras palabras, por esto la liquidación de los problemas
que surgen de la “vacante” del lenguaje. En la Ricerche filosofiche, ya no hay ningún límite
contra el cual golpear la cabeza. En consecuencia, no hay ya modo de indicar-ya sea en
forma negativa o mediante el auto de fe de la representación- lo que verdaderamente
importa. Los procedimientos sublimes están ahora fuera de juego”.31
Así es posible llamar la atención acerca de que este afán virniano por mantenerse
dentro de la retórica de lo sublime y la inefabilidad, la cual requiere de un marco donde sea
inteligible la idea de instancias no representables por las representaciones posibles y por lo
tanto una teoría sobre las condiciones necesarias y suficientes de la representación, lo aleja de
todo esfuerzo por incorporar, por lo menos, alguna forma de la tercera de las seis tesis que
según Lecercle deben formar parte de una filosofía marxista del lenguaje.
Cabe preguntarse, finalmente, dónde radica el materialismo de Virno. No hay en la
reflexión virniana en Palabras con palabras mención alguna de los tópicos clásicos del
materialismo histórico. Pareciera, pues, que todo el punto radica en el señalamiento de nuestra
inmersión preconceptual en el mundo sensible, en el plano del cuerpo como antecediendo y
posibilitando a toda articulación cognitiva, en el recordatorio de las enseñanzas de Merleau
Ponty acerca del cuerpo propio. Pero ese énfasis requiere mucho más desarrollo para llegar a
articularse en una teoría materialista del lenguaje. Así, la obra de Virno parece estar en deuda
en relación con sus propias pretensiones.
30
P. Virno, Cuando el verbo se hace carne, Buenos Aires. Coedición Cactus y Tinta Limón, 2004, pág
207.
31
Id., pág. 211.
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