Alcances de la crítica de la modernidad y la recuperación del sujeto

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VI ENCUENTRO DEL CORREDOR DE LAS IDEAS DEL CONO SUR
“Sociedad civil, democracia e integración”, Montevideo, marzo de 2004
Alcances de la crítica de la modernidad y la recuperación del sujeto
en la filosofía latinoamericana actual
Dante Ramaglia*
Entre
los
distintos
planteos
que
convergen
en
los
debates
teóricos
contemporáneos sobre la problemática del sujeto vamos a retomar los aportes que
provienen de Arturo Roig y Franz Hinkelammert. En el caso de Roig, es abordada esta
cuestión desde las posiciones que sostiene en relación a la filosofía y la historia de las
ideas latinomericanas, disciplinas desarrolladas en su mutua interrelación sobre las que
ha producido una serie de precisiones conceptuales y renovación metodológica. Por su
parte, Hinkelammert, cuyo ámbito inicial de reflexión lo constituyen la economía y la
teología, elabora una teoría del sujeto que se proyecta sobre el campo de la filosofía y
las ciencias sociales. En la exposición sintética que presentamos de sus tesis, sin la
intención de realizar un estudio comparativo exhaustivo, trataremos de mostrar
especialmente los puntos de encuentro entre ambos, si bien se advierten también
énfasis diferentes en el tratamiento de ciertos temas relativos a la sujetividad.
En particular, indicamos como se plantea en ellos una crítica de la modernidad
occidental, leída especialmente a partir de sus consecuencias a nivel mundial. De allí
que su lectura de este proceso, al mismo tiempo que se sitúa en el contexto de
América Latina, no deja de referirse a la dinámica que ha desembocado en la actual
globalización. En este sentido, la indagación que proponen en torno del paradigma
moderno y la configuración de formas de sujetividad y racionalidad a que ha dado
lugar, trata de poner de relieve las crisis e inflexiones que se presentan en su
desenvolvimiento histórico. Podemos anticipar que en ambos autores la categoría de
sujeto va a ser recuperada desde una resignificación crítica que sirva para orientar una
praxis emancipatoria.
Franz Hinkelammert: de la negación al retorno del sujeto
Para Hinkelammert a lo que se asiste en el momento actual representa un
cambio del significado histórico de la modernidad, debido a las tendencias destructivas
que llegan a amenazar la supervivencia de la misma humanidad. De este modo
remarca el fracaso en que concluye el proyecto moderno en cuanto promesa de
emancipación, ante lo cual reconstruye mediante lo que podemos designar como
método genealógico las distorsiones que experimentan esos ideales cuando se los
confronta con los procesos históricos. En todo caso, las consecuencias negativas
observadas en un sistema global en que la estrategia de acumulación capitalista pone
en riesgo la vida del hombre y la naturaleza, si bien representa una crisis terminal,
responden también a un desarrollo progresivo que tiene sus orígenes en el despliegue
del paradigma moderno. De la crítica radical de la modernidad occidental que efectúa
se desprende la necesidad de una superación que tiene como eje la posibilidad de
autoconstitución de la sujetividad.
Un ejemplo significativo de las contradicciones que atraviesan la modernidad lo
ubica en la significación que adquieren los derechos humanos. Hinkelammert
encuentra en la inversión que realiza John Locke el marco categorial por medio del cual
se justifican las violaciones que se hacen en nombre de los mismos con las
“intervenciones humanitarias” de las potencias imperialistas de nuestros días. En el
planteo de Locke los derechos referidos a la persona humana van a ser sustituidos por
la propiedad como derecho fundamental usufructuado por la burguesía, con lo cual va a
sostener la legitimidad de la guerra, la conquista y la esclavitud que se consuman
efectivamente en su época. De acuerdo a una lógica que incluye la privación de esos
derechos al otro que es dominado y hasta convertido en enemigo por resistirse a la
expansión capitalista de la propiedad privada, la inversión producida con la modernidad
resulta significativa por las repercusiones que tiene a lo largo de la historia de occidente
en cuanto se presenta como “una historia de aniquilaciones de países y del exterminio
de poblaciones y culturas”. Frente al esquema fundante de Locke y su reiteración en el
presente se aboga por la necesidad de una revisión crítica sobre el sentido que podría
conferirse a los derechos humanos.
La definición que establece una igualdad contractual basada en la libertad del
individuo autónomo va a ser puesta en cuestión desde el siglo XIX a partir de los
movimientos sociales de emancipación que producen una reformulación de los
derechos humanos al reivindicar sus necesidades, incorporando la idea de que éstos
derivan del ser humano como sujeto de derecho. Asimismo a partir del reclamo
particular de la sociedad civil ante una necesaria instancia institucionalizada considera
Hinkelammert que puede otorgarse una universalidad concreta a los derechos
humanos. En la coyuntura actual esto representa lo que denomina como derecho a la
vida, que parte de la consideración del ser humano como sujeto natural y necesitado.
Es a la vez un criterio ético y político que permite el discernimiento de los derechos e
instituciones, orientado a la inclusión en un mundo en que quepan todos, o como
también lo expresa, en el principio de que no se puede vivir sin que otros vivan.
Precisamente un aspecto que remarca Hinkelammert se refiere a que la
condición humana es negada cuando se produce la absolutización de las instituciones.
En particular, la sustitución de los sujetos reales por el sistema se presenta como una
tendencia inherente a la conformación histórica del capitalismo. La vigencia que
adquieren en la teoría neoliberal contemporánea las tesis de la economía política
clásica sobre la “mano invisible” del mercado evidencian en realidad la invisibilización
que se produce respecto a la exclusión social. En Hume y Adam Smith aparece la
construcción del mito del mercado como sistema autorregulado, de lo que se deduce la
necesidad del orden instaurado con el capitalismo. Ese mito no deja de sustentarse en
una concepción ética que al mismo tiempo que establece el interés general a partir de
las leyes de la economía capitalista se desentiende de la responsabilidad por los
efectos considerados no intencionales al responder al automatismo del mercado.
Desde una ética que transforma al mercado en el criterio sobre todos los valores,
se desprende la transformación del sujeto en objeto. La negación del sujeto
corresponde al privilegio que se concede en la teoría social a una forma de racionalidad
abstracta, que remite la acción humana a la relación medio-fin. Según una lógica donde
predomina el cálculo costo-beneficio y la eficiencia económica, la acción racional va a
ser reducida a los fines que persiguen los sujetos individuales. La totalización que se
hace del circuito medio-fin representa igualmente la ausencia de responsabilidad sobre
los efectos indirectos de la acción directa que se constituyen hoy como amenazas
globales, tal como se observa en las desigualdades sociales existentes y la acelerada
destrucción del medio ambiente. En su lugar, propone Hinkelammert como alternativa
la consideración de una forma más abarcadora: la racionalidad reproductiva, a la que
caracteriza como el autorreconocimiento mutuo de los sujetos inscrito en el circuito
natural de la vida humana. Mediante la misma el sujeto se convierte en un actor que
determina sus fines dentro del circuito natural que es condición de su propia vida como
sujeto. Desde la perspectiva de la racionalidad reproductiva se comprende al sujeto
como un ser natural que especifica sus necesidades a través de fines y medios para
realizarlos, pero su actividad se inserta en una totalidad que lo antecede: “Lo mismo
ocurre con el concepto clave de totalidad, vinculado al de utopía. Ya vimos que la
concepción de totalidad se desprende de la propia racionalidad reproductiva, en cuanto
ésta desemboca en la necesidad del sujeto de integrarse en el circuito natural de la
vida humana. El sujeto, la sociedad y la naturaleza se constituyen a partir de esta
condición de posibilidad de la vida humana en la totalidad”. Para las ciencias sociales
postula Hinkelammert su replanteo a partir de ocuparse de la racionalidad reproductiva
como teoría crítica de las actuales condiciones de vida, ante las limitaciones de la
totalización de la racionalidad medio-fin que niega legitimidad a las necesidades frente
al sistema.
Por otra parte, si bien en su análisis la constitución del ser humano como sujeto
representa un conflicto que atraviesa enteramente la historia, recibe con la modernidad
una serie de determinaciones y cambios. La determinación inicial que surge de la
filosofía moderna afirma la existencia de un sujeto trascendental, caracterizado por su
autorreflexión frente al mundo externo. Como contracara se presenta la conformación
del individuo poseedor, que mantiene una relación con el mundo de los objetos (la
naturaleza, los demás hombres y el propio cuerpo) en que éste va a ser sometido a un
cálculo de utilidades. Si la primera concepción ha sido puesta en crisis en el
pensamiento contemporáneo, no deja de tener una presencia significativa la
configuración del sujeto calculante en la sociedad de mercado global, en que la
racionalidad orientada al consumo y acumulación corre pareja con un marcado
nihilismo.
Como resistencia a este proceso el ser humano se hace presente como “sujeto
viviente”. Por medio de esta categoría Hinkelammert pone de relieve que comprende la
condición humana del sujeto en cuanto ser natural y social. Por su corporeidad necesita
satisfacer sus necesidades materiales y lo hace integrado al conjunto humano y de la
naturaleza como condiciones de la propia vida, en que la intersubjetividad es necesaria
para que el ser humano llegue a ser sujeto. En la medida que esas condiciones para la
subsistencia son negadas por la tendencia autodestructiva que evidencia el desarrollo
del sistema capitalista a escala mundial, aparece la reacción de un sujeto que actúa en
nombre del interés material de seguir viviendo. A esta emergencia la denomina como
“el retorno del sujeto reprimido”, el cual se constituye como sujeto al oponerse a la
inercia del sistema. Aclara que esto es el resultado a posteriori de un proceso histórico
en que el sujeto se revela como una potencialidad y no como presencia positiva, es una
ausencia que se expresa en el reclamo por la plenitud humana negada. La respuesta a
esa ausencia se traduce en la formulación ética del bien común que interpela al
sistema para transformarlo. El sujeto que se afirma como vivo y concreto es un
presupuesto que condiciona los valores de esa ética, por lo que la misma se presenta
como cambiante históricamente.
Teoría, praxis e historia del sujeto en Arturo Roig
La reflexión teórica de Arturo Roig tiene como uno de sus núcleos principales a
la categoría de sujetividad. Entre los múltiples desarrollos que recibe el tratamiento del
tema del sujeto indicaremos especialmente las proyecciones que tiene para las tesis
que sustenta en torno a la filosofía latinoamericana. Asimismo la problemática referida
al sujeto resulta delimitada a partir de una lectura crítica de las distintas formulaciones
que proceden de la tradición filosófica de la modernidad.
Cuando Roig describe el proceso histórico de constitución del sujeto va a
remarcar el modo en que la depuración que realiza la filosofía moderna desde el ego
cogito cartesiano a la trascendentalidad con que lo reviste Kant, no es ajena a otras
formas de sujetividad. Paralelamente al sujeto pensante autocentrado en la conciencia,
desde donde se establece una separación y apropiación conceptual del mundo objetivo
que corresponde a la idea de dominación de la naturaleza, aparece un sujeto que lleva
esta relación de dominio al sometimiento de otros hombres, tal como se visualiza por
ejemplo en la conquista de América. Este último aspecto sería encubierto y justificado
desde un discurso pretendidamente universal que acompaña las políticas de expansión
colonial e imperialista que se dan desde el inicio de la modernidad hasta el presente.
Igualmente no representa una trayectoria lineal ni sin contradicciones; ya que la
autoimagen construida por el sujeto moderno experimenta distintas crisis. Una inflexión
significativa la ubica Roig en los “filósofos de la sospecha”, Marx, Nietzche y Freud, que
producen un “descentramiento” del sujeto con lo que ponen en cuestión la noción de
conciencia, al reconocer que dentro de la misma operan factores condicionantes como
lo ideológico, lo instintivo y lo pulsional. En distintas postulaciones teóricas
contemporáneas se continúa con esta crítica interna, que se dirige también contra las
formas alienantes y opresivas que acompañan el despliegue de la racionalidad
moderna. No obstante, se revierte el sentido de la desconstrucción tal como es
planteada en la filosofía posmoderna, que tras la declaración de la muerte del sujeto va
a remplazarlo por la omnipresencia del sistema. De este modo se pasa de la
transparencia de la conciencia a una transparencia de la sociedad, que revela para los
pensadores posmodernos la vigencia de la fragmentación y pérdida de sentido, para
concluir legitimando el “mito de la apoliticidad y transparencia del mercado”.
En confrontación tanto con una concepción moderna sustancialista o
trascendental como con la ultracrítica posmoderna que conlleva la negación del sujeto,
Roig va a delimitar su propuesta teórica. En él la temática del sujeto constituye una
referencia central para la fundamentación del pensamiento latinoamericano y su
reconstrucción historiográfica. En cuanto se trata de mostrar la conformación de una
sujetividad que reacciona frente las formas de desconocimiento y de dominación
implica la articulación entre una teoría y praxis liberadora. En este sentido, la categoría
que propone como condición de posibilidad del discurso filosófico es la de “a priori
antropológico”, por medio de la cual se produce la autoafirmación y reconocimiento de
un sujeto en su carácter radicalmente histórico y social. La significación que da al a
priori, no como formal, implica que previo a lo gnoseológico está lo axiológico, ya que
del acto de “ponerse a sí mismo como valioso” se deriva la necesidad de conocerse.
El modo en que caracteriza al sujeto como empírico y colectivo remite a su
enraizamiento en una facticidad social sobre la cual se juega la historicidad humana,
entendida como la capacidad de construir y transformar las propias condiciones de
existencia. A través de la consideración de la trama histórica que une los discursos a la
conflicitividad social en que son producidos, Roig señala como se presenta la
afirmación de un "nosotros" latinoamericano dentro de un proceso dialéctico y con
rupturas. Igualmente si la constitución de la sujetividad implica el establecimiento de
ciertas formas de identidad, en la medida que son contempladas como constructos
históricos, se mueven también entre los polos de la autenticidad y la alienación, entre el
rescate y la pérdida de humanidad. La recuperación crítica de estas nociones que se
consideran aún validas para la filosofía y las ciencias humanas evidencian el sentido
conferido a un planteo que se asume en la línea del humanismo.
De allí también la definición postulada por Roig sobre la filosofía latinoamericana
que, según aclara, “se ocupa de los modos de objetivación de un sujeto, a través de los
cuales se autorreconoce y se autoafirma como tal. Esos modos de objetivación son, por
cierto, históricos y no siempre se logra a través de ellos una afirmación de sujetividad
plena”. De acuerdo a las diferentes formas en que se ejerce el a priori antropológico
resulta estimada la legitimidad de las objetivaciones producidas por un determinado
sujeto histórico. En este punto aclara que no se trata tanto de las objetivaciones en sí
mismas como manifestaciones que integran la cultura material y simbólica, sino
interesan los modos en que son producidas. Desde esta perspectiva las distintas
mediaciones, entre las cuales se destaca el lenguaje, aun cuando no escapan a la
posibilidad de caer en formas alienantes, constituyen el espacio donde podemos
aproximarnos a un ejercicio de lo humano.
Por otra parte, si el pensar latinoamericano es entendido como un saber crítico,
no constituye el patrimonio exclusivo de los filósofos profesionales, sino que las formas
críticas de decodificación del discurso vigente tienen su manifestación en los procesos
de emergencia promovidos por sectores marginados (clases sociales, grupos étnicos,
mujeres) que reivindican su condición de sujetos. A partir de retomar esas expresiones
que se dan ligadas a la vida cotidiana adquiere relevancia la función de la filosofía que
debería orientarse en las direcciones o “miradas” que Roig designa como ectópica,
utópica y neotópica. La mirada ectópica supone la posición del sujeto fuera de su
centro, es decir, la reformulación constante de los proyectos identitarios mediante una
actitud dialéctica y abierta, en que la criticidad se expresa mediante distintas formas
discursivas. La mirada utópica, concebida ésta como una función más que forma
narrativa, parte de un diagnóstico crítico para modificar una realidad dada, apelando a
ideas reguladoras que tiendan a realizar modos posibles y deseables de convivencia
humana. Por último, la mirada neotópica se basa en el saber alternativo que se
condensa en los discursos y símbolos generados por diversos grupos sociales y
culturales en su exigencia de reconocimiento y dignidad. Desde estas miradas la
filosofía latinoamericana se presenta como la voluntad de un sujeto, o mejor dicho de
sujetos, por construir un mundo propio que resiste a las formas hegemónicas y
homogeneizantes impuestas con la globalización.
La filosofía entendida por Roig como práctica tiene implicaciones éticas y
políticas que aquí nos limitaremos simplemente a reseñar en sus supuestos principales.
En primer lugar, se parte del a priori antropológico para mostrar que tiene un contenido
axiológico, ya que el autorreconocimiento implica el necesario reconocimiento de los
demás como valiosos y dignos. Esto supone la afirmación del valor intrínseco del ser
humano, que no puede ser reducido a medio o mercancía, ya que cada uno de
nosotros constituye un fin en sí mismo. Si la dignidad humana representa un principio
ético que sirve como idea reguladora, su reconocimiento no tiene un carácter
meramente teórico sino que tiene lugar en procesos de emergencia social que
responden a necesidades humanas no satisfechas. Es lo que el autor ha denominado
como “moral emergente” que surge del reclamo subjetivo frente a la ética que se
encuentra objetivada en instituciones y normas legitimadoras del poder. Los actos de
emergencia y resistencia contra un sistema injusto indican además una vía por la que
se puede otorgar un contenido sustantivo a la democracia y los derechos humanos.
A modo de conclusión: la sujetividad ante el fin de la utopía
A partir de los lineamientos que presentamos en relación a la temática del sujeto
vamos a considerar las conclusiones que se desprenden de las perspectivas
propuestas por los autores que hemos reseñado anteriormente. En primer lugar, es
posible constatar que la referencia a la categoría de sujeto resulta condicionada por la
trayectoria que se describe a partir de su constitución en la modernidad. Es
indisociable, entonces, de las distintas valoraciones que se efectúan sobre el proceso
histórico producido bajo el paradigma moderno que termina siendo puesto en crisis
desde distintos planteos teóricos. En este sentido, habría que reconocer que la
dinámica compleja a que ha dado lugar la modernidad elude de hecho una definición
precisa para ser mejor captada por sus características comunes, que incluye
igualmente las tendencias diversas y contradictorias que se manifiestan en el marco de
un fenómeno que abarca un período extenso con distintas inflexiones.
En cuanto a Hinkelammert se enfatiza el agotamiento del paradigma moderno a
partir de la identificación de rasgos negativos que, tal como se presentan en el mundo
contemporáneo, concluyen transformándose en una amenaza para la misma vida
humana. De allí que entienda que la racionalidad instaurada justifica una situación de
dominación que impregna las relaciones sociales y se extiende al medio natural,
revelándose tendencialmente autodestructiva en las condiciones actuales de la
globalización. Para articular una posición superadora se requiere restituir a lo que
termina siendo relegado en la conformación histórica de la sujetividad moderna, esto es
al sujeto con sus necesidades inserto en una totalidad natural y social en que
encuentra sus condiciones de existencia. Si bien Roig en su diagnóstico acerca de la
modernidad reconoce los diferentes desarrollos a que ha dado lugar, resulta
coincidente en cuanto ambos advierten acerca del desplazamiento del sujeto concreto
por una racionalidad formal que se identifica con el sistema. La crítica se dirige
especialmente a las concepciones neoliberales que formulan una ética del mercado en
que llega a sustentarse la tesis del "excedente de humanidad". Es posible observar,
además, en la fase del capitalismo global hasta la disolución de la lógica sistémica,
donde la hegemonía económica mundial opera sobre el caos y la subordinación de lo
político. La ausencia de racionalidad, o bien la idea de que ésta opera
independientemente de los sujetos sociales, recibe su legitimación dentro de los
planteamientos posmodernos, al mismo tiempo que clausuran la posibilidad de los
"relatos"
emancipatorios
definitivamente clausurada.
que
habían
signado
una
etapa
que
se
considera
En contraposición se reconoce como necesaria la recuperación de la categoría
de sujeto, asociada a otros conceptos "modernos" como los de totalidad, utopía,
alienación y humanismo. De allí también que sean retomados como antecedentes
significativos las sucesivas críticas teóricas, junto con los movimientos sociales
emancipatorios, que evidencian las tensiones producidas al interior de la modernidad
hasta el presente. No obstante, de lo que se trata en los planteos de Roig y de
Hinkelammert es repensar la validez de estas nociones en el contexto contemporáneo.
Contemplado este contexto desde las relaciones asimétricas y de exclusión social que
impactan especialmente en regiones periféricas, como es el caso de América Latina,
bien puede advertirse las diferencias que median en relación al proyecto de
reconciliación de la modernidad consigo misma.
Como eje de discusión acerca de este proyecto se sitúa el tema de la utopía, con
lo que se intenta recrear la necesidad de dotar de un nuevo significado a la
emancipación humana frente a quienes declaran el final del impulso útópico en el
estado presente de las sociedades capitalistas avanzadas. Igualmente puede
advertirse que los autores referidos toman distancia respecto de las formas en que se
presentan las utopías características de la modernidad, en que se planeó la
construcción de una sociedad perfecta según la idea de un acercamiento progresivo a
la realización plena de ese ideal. En la etapa actual de la mundialización se prescinde
incluso de la proyección futura al consagrarse la concreción de un orden global
incuestionable, lo cual lleva a percibir las crisis como factores distorsionantes
meramente externos. Frente a la clausura que impone un mundo ordenado, ya sea en
el plano ideal o inmanente, reafirmar el potencial liberador que tiene la utopía está
indisolublemente ligado a una modalidad teórico-práctica que hace a la condición
humana.
Para Roig la función utópica es paralela al ejercicio de sujetividad que se
manifiesta en el a priori antropológico, en cuanto la existencia se encuentra definida por
necesidades pero también por posibilidades no realizadas. En este sentido, la categoría
de dignidad humana representa una idea reguladora que sirve como criterio de
evaluación con respecto al orden social existente, así como orienta la posibilidad de su
transformación. Cabe remarcar que este principio de constitución de la sujetividad
responde a un proceso atravesado por la contingencia histórica en que se manifiesta
renovadamente la lucha por el reconocimiento de la dignidad. Y es en este sentido que
la afirmación de la condición de sujeto aspira a la universalidad frente a las
universalizaciones que desconocen esa condición hasta concluir en la justificación de la
fragmentación y desigualdades sociales. En efecto, es un modo alternativo de
universalidad el que se propone a partir de la reivindicación de la prioridad del sujeto,
que excede al individuo en cuanto requiere del reconocimiento intersubjetivo, para
presentarse como condición de posibilidad de las formas históricas variables en que se
expresa. En una perspectiva similar, Hinkelammert sostiene la necesidad de oponer al
universalismo abstracto de la globalización de mercado la referencia a un criterio
universal que remite a la noción de sujeto como totalidad y, al mismo tiempo, incorpore
la pluralidad como requisito de un proyecto inclusivo de sociedad. Que el sujeto se
presente como una "ausencia trascendental" significa que contiene siempre un
horizonte de posibilidades no logradas, formuladas positivamente en el reclamo del
bien común ante la negación que lo reduce a objeto. De este modo, la concreción
permanentemente actualizada de una sociedad donde se atienda a la satisfacción de
las necesidades de todos tiene como referente a la idea reguladora de sujeto, que sirve
también como criterio para juzgar la situación actual en que se llega a la imposibilidad
de la reproducción de la vida humana.
La relevancia que adquiere, en consecuencia, la noción de sujeto en las
propuestas de ambos autores presupone una reformulación del sentido histórico y
conceptual que asume con la modernidad, para ser comprendida desde un marco
orientado a la universalidad pero que reconoce la complejidad y diversidad en que se
constituye la sujetividad dentro de un desarrollo dialéctico abierto.
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