"Ética a Nicómaco" y - IES Dionisio Aguado

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ÉTICA A NICÓMACO
Es junto a la “Ética a Eudemo” y la “Gran Ética” uno de los textos sistemáticos donde
Aristóteles reflexiona sobre la ética y el comportamiento humano. Probablemente su editor fue
Nicómaco, quizás su hijo, y consta de diez libros donde trata los problemas relacionados con el
saber práctico. Debe ser, junto con “Política” una de las últimas obras del estagirita.
De los fragmentos de selectividad recogemos fragmentos del Libro II donde trata la virtud
moral como término medio y del Libro X donde trata la felicidad como actividad contemplativa.
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Libro II Cap. VI
Por consiguiente, todo arte o ciencia cumple su función mirando al término medio y dirigiendo
a él los esfuerzos; lo cual ha dado frecuentemente lugar a la afirmación de que a las bellas
obras de arte no se les puede quitar ni añadir nada, en el entendido de que tanto el exceso
como el defecto arruinan la perfección, mientras que el término medio la conserva. Y si, como
hemos dicho, los buenos artistas trabajan con esto en vista, y si, además, al igual que la
naturaleza, la virtud es más exacta y mejor que todo arte, entonces ella también deberá
apuntar al término medio.
Esto que hemos dicho, bien entendido, se refiere a la virtud moral, cuya materia está
constituida por pasiones y acciones, en las cuales hay exceso y defecto y término medio; por
ejemplo, en el atemorizarse, el envalentonarse, el desear, el enojarse, el apiadarse, y en
general en el sentir placer o dolor, hay exceso y defecto, y ninguno de los dos está bien. En
cambio, cuando experimentamos esas pasiones en el momento oportuno, en las apropiadas
circunstancias, con relación a las personas adecuadas, por una causa justa y del modo correcto,
nos hallamos en el término medio, que es al mismo tiempo lo mejor y lo propio de la virtud. Y
también en las acciones hay exceso y defecto y término medio. De modo que la virtud tiene
que ver con pasiones y acciones proclives a ser censuradas por exceso o defecto, mientras que
el término medio recibe la alabanza y el éxito, doble resultado propio de la virtud. La virtud,
entonces, es un término medio, puesto que tiende al medio.
Súmese a esto que uno puede equivocarse de muchas maneras, pues el mal, como se lo
representaban los pitagóricos, pertenece a lo infinito e indeterminado, y el bien a lo finito y
determinado, mientras que el acierto sólo puede ser de una manera. De modo que lo uno es
fácil, mientras que lo otro es difícil: fácil errar, difícil dar en el blanco. Y a causa de esto, en fin,
el exceso y el defecto son propios del vicio, y el término medio, de la virtud: Los buenos lo son
de un modo único, y de todos modos los malos
La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para
nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición
intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan
por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la
virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual según su sustancia y la definición que
expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien,
es extremo.
Una vez que en el texto se ha determinado que la virtud es un hábito y no una pasión ni una
facultad o potencia, Aristóteles explica en qué consiste este hábito; es el hábito de elegir bien.
Para Aristóteles, a diferencia de las tesis intelectualistas de Sócrates y Platón donde la acción
correcta moralmente depende del conocimiento del bien, la ética es un saber práctico que
consiste en acostumbrarme a obrar bien para ser bueno. Es actuando bien como me hago
bueno. El problema radicaría en cómo actúo bien. Según Aristóteles eligiendo de acuerdo al
termino medio. Se desplaza el problema a saber en qué consiste el término medio ya que no
puede ser un término medio objetivo sino que depende de cada persona y de cada situación,
por eso la elección tiene que estar de acuerdo a un término medio subjetivo. Cuando
preguntamos por él, Aristóteles nos refiere a la actuación del hombre prudente. Al ser la
prudencia una virtud intelectual o dianoética (recordar la diferencia entre virtudes éticas y
dianoéticas) y por tanto, dependiente de la razón. Como podemos ver, Aristóteles finalmente
recae en un intelectualismo aunque más moderado que el socrático o platónico.
Libro X Cap. VII
Entonces, si la felicidad es la actividad conforme a la virtud, es razonable pensar que ha de
serlo conforme a la virtud más alta, y ésta ha de ser la virtud de la mejor parte del hombre,
sea ésta la inteligencia o alguna otra facultad a la que por naturaleza se adjudica el mando y la
guía y el conocimiento de las cosas bellas y divinas. Y ya fuera eso mismo algo divino o lo que
hay de más divino en nosotros, en todo caso la felicidad perfecta será la actividad de esta
parte ajustada a la virtud que le es propia, actividad que, como hemos dicho, es contemplativa.
Esto parece concordar con lo dicho en los libros anteriores y con la verdad. Efectivamente, la
actividad contemplativa es la más excelente de todas (puesto que la inteligencia es lo más alto
de cuanto hay en nosotros y está en relación con las más excelentes de las cosas
cognoscibles), además de ser la más continua, porque contemplar podemos hacerlo con mayor
continuidad que cualquier otra cosa. Y además, pensando que el placer debe ir mezclado con la
felicidad, y vemos que todos reconocen que el ejercicio de la sabiduría es el más placentero de
los actos conformes con la virtud. La filosofía encierra goces extraordinarios por su pureza y
firmeza; y tiene sentido admitir que el goce de lo aprendido es mayor aún que el de su mera
indagación. Por lo demás, la autosuficiencia o independencia de que hemos hablado se
encuentra sobre todo en la vida contemplativa, ya que, si bien tanto el filósofo como el justo
tienen que solventar las necesidades vitales lo mismo que los demás hombres, en cuanto el
justo está suficientemente cubierto al respecto, necesita además de otros hombres para
practicar en ellos y con ellos la justicia (y lo mismo respecto de la templanza, la valentía y las
demás virtudes morales), mientras que el filósofo es capaz de contemplar, aunque esté solo y
tanto más cuanto más sabio sea, y aunque sería mejor para él tener colaboradores, en
cualquier caso es el más independiente de los hombres. También puede sostenerse que la vida
contemplativa es la única que se ama por sí misma, porque de ella no resulta nada fuera de la
contemplación, mientras que en la actividad práctica nos esforzamos en mayor o menor
medida por algún resultado extraño a ella.
En este fragmento podemos ver el carácter eudaimonista de la ética aristotélica. Dado el
carácter finalista o teleológico de todo su pensamiento, el fin último de una sustancia natural
es su bien; ahora bien, por un lado hay bienes o fines que en el caso de la sustancia humana
los queremos como medios para conseguir otros fines, por otro, hay un fin último que no lo
queremos para otra cosa sino por el mismo. Este fin último es la felicidad. Ahora bien, ¿en qué
consiste la felicidad humana? Consistiría en cumplir con la propia naturaleza humana y como
ésta es esencialmente racional, la felicidad consistiría en una actividad racional como es la
actividad contemplativa (recordar que Aristóteles distingue entre ciencias productivas,
prácticas y contemplativas). Dentro de estas actividades la más autosuficiente (autarquía)
sería la Filosofía primera o Metafísica.
POLÍTICA
Justo con “Constituciones” son los dos textos dedicados al estudio de las cuestiones sociales y
políticas. Consta de ocho libros y destaca en ellos la teoría clásica sobre las formas de gobierno
y la vinculación entre ética y política.
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Libro I, 2
Si el hombre es infinitamente más sociable que las abejas y que todos los demás animales que
viven en grey, es evidentemente, como he dicho muchas veces, porque la naturaleza no hace
nada en vano. Pues bien, ella concede la palabra al hombre exclusivamente. Es verdad que la
voz puede realmente expresar la alegría y el dolor, y así no les falta a los demás animales,
porque su organización les permite sentir estas dos afecciones y comunicárselas entre sí; pero
la palabra ha sido concedida para expresar el bien y el mal, y, por consiguiente, lo justo y lo
injusto, y el hombre tiene esto de especial entre todos los animales: que sólo él percibe el bien
y el mal, lo justo y lo injusto y todos los sentimientos del mismo orden cuya asociación
constituye precisamente la familia y el Estado.
No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada
individuo, porque el todo es necesariamente superior a la parte, puesto que una vez destruido
el todo, ya no hay partes, no hay pies, no hay manos, a no ser que por una pura analogía de
palabras se diga una mano de piedra, porque la mano separada del cuerpo no es ya una mano
real. Las cosas se definen en general por los actos que realizan y pueden realizar, y tan pronto
como cesa su aptitud anterior no puede decirse ya que sean las mismas; lo único que hay es
que están comprendidas bajo un mismo nombre. Lo que prueba claramente la necesidad
natural del Estado y su superioridad sobre el individuo es que, si no se admitiera, resultaría
que puede el individuo entonces bastarse a sí mismo aislado así del todo como del resto de las
partes; pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no
tiene necesidades, no puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un dios.
La naturaleza arrastra, pues, instintivamente a todos los hombres a la asociación política. El
primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque el hombre, que cuando ha alcanzado
toda la perfección posible es el primero de los animales, es el último cuando vive sin leyes y
sin justicia. En efecto, nada hay más monstruoso que la injusticia armada. El hombre ha
recibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y de la virtud, que debe emplear sobre todo
para combatir las malas pasiones. Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque
sólo tiene los arrebatos brutales del amor y del hambre. La justicia es una necesidad social,
porque el derecho es la regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo
que constituye el derecho.
En este fragmento podemos ver la concepción del hombre como un animal político, esto es,
como un ser que sólo puede cumplir con su virtud (areté), con su función propia, en el marco
de la ciudad. Y es aquí, en convivencia, donde puede el hombre utilizar y desarrollar su
lenguaje, la razón, la palabra. Primero en su casa, en la familia. Finalmente en el Estado. Es
por esto por lo que el Estado es anterior al individuo, porque sólo ahí el hombre puede
moralizarse, ser virtuoso. Esta tesis se conoce como organicismo o naturalismo. Cada parte del
todo, cada individuo en la sociedad, tiene sentido si cumple con su función en relación al todo,
y fuera de él, no es ni puede llegar a ser, verdaderamente humano.
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