Keynes, y la ley de Say

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UTN - FRBA
Cátedra de Política Económica
Resúmen elaborado por el Lic. Bruno Magro, Ayudante de Cátedra
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936)
J. M. Keynes
Fondo de Cultura Económica (FCE). Reimpresión 2000
Teoría marxista de la moneda y la anticipación de Keynes
Cabe destacar que Marx, primero distingue entre mercancía común y mercancía dineraria y luego entre dinero
y moneda. Para Marx el dinero es una relación social de producción entre los individuos, una categoría
económica al igual que lo es, por ejemplo, la división del trabajo. No es un invento práctico para facilitar el
intercambio. En cambio, la moneda surge con la extensión progresiva del trueque, el acrecentamiento del
intercambio y la multiplicación de las mercancías intercambiadas, que incitan su creación. Esto lleva a la
disolución del trueque directo.
Marx presenta cinco funciones desempeñadas por el dinero en la producción simple de mercancías: como
medida del valor; medio de circulación, almacén de valor o tesoro, medio de pago de deudas contractuales y
como medio de pagos internacionales o dinero mundial. En el Capítulo XVII de las Teorías de la Plusvalía,
Marx usa su análisis de las funciones del dinero en la producción de mercancías simples para atacar la Ley de
Say y para demostrar que las economías de intercambio contienen las posibilidades formales de las crisis.
Además, cuanto más avanzadas e importantes sean las funciones del dinero en la economía, más propensa se
muestra ésta ante la crisis.
De la Teoría monetaria de Marx, que es muy moderna e innovadora, presenta dos principios fundamentales
que hacen de ella la anticipación más importante de la teoría de Keynes. El primero es que hay que considerar
el stock monetario total, más que el flujo de nueva moneda o ce crédito, cuando se estudia la dinámica
monetaria, es decir, los movimientos de la oferta y la demanda de fondos, los cambios del atesoramiento y de
la velocidad de circulación, las oscilaciones del tipo de interés. De este principio deriva la tesis que hace del
tipo de interés el precio del capital monetario, es decir, del stock de moneda ( por la oferta y demanda de
dinero), más que del flujo de crédito. El segundo principio se refiere precisamente al tipo de interés. Éste
ciertamente se considera un precio, aunque de un tipo especial, una forma “ irracional de precio”,
absolutamente en contradicción con el concepto de precio de las mercancías. Ello se debe a que el precio de
mercado de una mercancía real tiene una dinámica regulada por el precio de producción (concepto visto en
clase). El de la moneda, en cambio, depende únicamente de las fuerzas de la oferta y la demanda, y no posee
un valor normal en torno al cual oscilar. Es completamente ajena a mar la idea ricardiana y milliana ( a
quienes Keynes dirige sus cañones) que ve en la tasa de rendimiento del capital real el valor de equilibrio del
tipo de interés. Para Marx, los movimientos a largo plazo del tipo de interés son definibles sólo como
promedio de los movimientos a corto plazo, no como reguladores de éstos; y resultan determinados por el
consenso general, además de las costumbres, las tradiciones jurídicas, etcétera. (El Capital III).
Keynes, y la ley de Say
Durante el período entre el Treatise on Money y la publicación de la Teoría General (TG desde este
momento), Keynes dará el salto teórico fundamental que le permitió realizar su revolución. Abandona el
análisis del desequilibrio típico del Treatise y la adopta de un enfoque de equilibrio macroeconómico. Para
entender este paso, es necesario partir de la ley de Say. La mayoría de los críticos prekeynesianos habían
rechazado la ley de Say por sus implicaciones relativas al equilibrio entre producción y gasto. Este tipo de
crítica se encontraba implícito en todos los modelos del desequilibrio ahorro-inversión que finalmente
culminarían en las ecuaciones del Teatrise on Money.
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En la Teoría General, Keynes critica la ley de Say por una razón distinta de la tradicional: Por sus
implicaciones en relación con la dirección del nexo causal entre producción y gasto. Para Keynes, no es la
producción la que genera el gasto y la demanda, sino las decisiones de gasto las que generan la demanda,
a la que luego se ajustará la producción. A partir de esta tesis, Keynes deduce tres implicaciones. Supone
que los procesos por los cuales la producción se ajusta a la demanda son lo suficientemente rápidos para
darlos por sentado o para dejarlos fuera del análisis; convirtiendo el análisis en uno de equilibrio. No hay
razón para detenerse en la dinámica de la composición intersectorial de la producción, dado que la
producción se ajusta rápidamente a la demanda, los cambios de su estructura pueden ignorarse en el estudio
de los factores que determinan su nivel (el de producción)1. Por último, para identificar las causas que
determinan el nivel de empleo, hay que estudiar los factores de los que dependen las decisiones de gasto.
“ Desde tiempos de Say y Ricardo los economistas clásicos han enseñado que la oferta crea su propia
demanda – queriendo decir con esto de manera señalada, que el total de los costos de producción debe
necesariamente gastarse por completo, directa o indirectamente, en comprar los productos”... “ se ha
supuesto que cualquier acto individual de abstención de consumir conduce necesariamente a que el trabajo y
los bienes retirados así de la provisión del consumo se invertirán en la producción de riqueza en forma de
capital y equivale a los mismo”... “ La versión moderna de la tradición clásica consiste en la convicción,
frecuente, por ejemplo, en casi todos los trabajos del profesor Pigou, de que el dinero no trae consigo
diferencias reales, excepto las propias de la fricción, y de que la teoría de la producción y la ocupación
pueden elaborarse (como la de J.S. Mill2) como si estuvieran basadas en cambios “ reales”, y con el dinero
introducido superficialmente en un capitulo posterior. El pensamiento contemporáneo está todavía
profundamente impregnado de la noción de que si la gente no gasta su dinero en una forma lo gastará en
otra” ( Keynes TG: Capítulo II, sección VI).
Las citas anteriores nos pintan un panorama acerca del pensamiento de Keynes. De ellas es posible visualizar
los pilares de su construcción teórica. La economía monetaria de producción y la inexistencia del laissez faire
en el sistema capitalista. Debido a que vivimos en una economía de producción monetaria, el sistema no
necesariamente se ajusta para garantizar el pleno empleo, ya la imposibilidad de conocer las condiciones que
prevalecerán en el futuro lleva a los agentes al uso del dinero como almacén de valor. Así al formular su
postura, Keynes reconoció el importante papel del dinero, no sólo en el intercambio, sino también en la
producción. En su desarrollo teórico, Keynes integra al aspecto real de la demanda efectiva, un aspecto
monetario o nominal. Esta integración se observa en la evolución de su pensamiento en el período que va del
Treatise on Money (1930), predominantemente monetario, a la Teoría General (1936), supuestamente real.
Ya en sus conferencias de Cambridge, en el período siguiente a la publicación del Teatrise, Keynes inició su
análisis del nivel de la producción desde el punto de vista de la ley de Say: la oferta y la demanda del
conjunto de la producción. Keynes reconoció este enfoque, que destacaba la doble naturaleza de las variables
económicas agregadas (flujo circular): los costos de producción de los bienes finales representan ingresos que
se gastan en la compra de esos productos. El flujo real de los bienes tiene su contrapartida en los flujos
monetarios de los ingresos nominales.
Sin embargo, este reconocimiento condujo a Keynes a caracterizar la economía de la ley de Say como una
economía “ neutral” ( por oposición a una economía de trueque o economía monetaria), donde:
1
Implicancia fundamental que justifica el análisis macroeconómico keynesiano.
Citada por Keynes en la página anterior. J S Mill sostiene que “...los medios de pago de los bienes son sencillamente otros bienes.
Todos los vendedores son, inevitablemente, y por el sentido mismo de la palabra, compradores. Si pudiéramos duplicar
repentinamente las fuerzas productoras de un país, duplicaríamos por el mismo acto la oferta de bienes en todos los mercados; pero al
mismo tiempo duplicaríamos el poder adquisitivo. Todos ejercerían una demanda y una oferta dobles; todos podrían comprar el
doble, porque tendrían dos veces más que ofrecer a cambio”
2
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GASTO (C + I) = PRODUCCIÓN CORRIENTE ( Y) = INGRESO CORRIENTE ( w + b)
Donde (C ) es consumo; (I) inversión; (Y) producción corriente; w = salarios reales y b = beneficios reales.
Keynes sostuvo que estas igualdades se darían cuando el conjunto de los factores obtuviera la totalidad del
producto, es decir, cuando los factores sean remunerados con los bienes reales que están produciendo, no con
dinero. Keynes llamó a este último, economía cooperativa o de salario real, y señaló que en dichas
economías no puede haber jamás una deficiencia de demanda efectiva, ya que siempre que algunas personas
que se ponen a trabajar, el ingreso ganado en términos de su producto constituye necesariamente un
incremento del gasto igual al incremento de la producción. El único límite de este proceso es el pleno empleo.
Para demostrar que la economía podría alejarse del pleno empleo, en lugar de acercarse a el como afirmaba el
laissez faire, Keynes pensó en demostrar que el gasto podría ser menor que el ingreso, porque en esas
condiciones los valores de las ventas de los productores no cubrirían los costos de producción, de modo que
se incurría en pérdidas, lo que induciría a los productores a reducir los niveles de producción ( o las quiebras
reducirían el número de productores).
La economía empresarial: Salarios pagados en dinero
Keynes señaló que, en una economía donde los salarios se pagan en dinero, es posible que una parte del
ingreso no se gaste y que los factores de la producción obtengan la producción corriente total sin gastar sus
ingresos totales. En dicha economía empresarial, diametralmente opuesta a una economía de salario real,las
fluctuaciones del ingreso resultantes de las fluctuaciones ocurridas en la razón del gasto al ingreso
ocasionarán fluctuaciones de la demanda efectiva3. El efecto de los cambios de la demanda en relación con
los costos sobre las ganancias haría que los empresarios cambiaran sus niveles deseados de producción y
empleo.
Sin embargo, el reconocimiento de que el pago de los salarios nominales permite su ahorro, no era suficiente
para asegurar que el gasto agregado difiriera ( sea menor) del ingreso agregado. Si el ahorro se usara, en
última instancia, para comprar o financiar la compra de bienes de inversión, la igualdad global del ingreso y
el gasto seguiría operando. Como señalara Keynes en una Conferencia de 1933, “ para el individuo el
desmbolso no se iguala a su ingreso, pero para la comunidad, el desembolso agregado debe igualar el
ingreso... El ahorro y la inversión son distintos para los individuos, pero deben ser iguales para la
comunidad”.
En suma, el interrogante de cómo surgen diferencias entre los gastos y ingresos, de cómo tales diferencias
producen fluctuaciones de los planes de producción y por ende fluctuaciones del empleo, no podía ser
contestado simplemente suponiendo una economía que paga salarios en dinero, una economía de producción
monetaria. Si bien en dicha economía es posible el ahorro, este por sí solo no implica necesariamente la
variabilidad de la razón gasto agregado – ingreso agregado. En términos de la Teoría General, la introducción
de la ley psicológica del consumo no basta por sí sola para refutar la ley de Say.
3
Conferencia de 1933. La demanda efectiva es ya, en esta etapa temprana, la necesidad más que la capacidad para financiar el gasto, es
decir, lo que define Clower ( 1969) como la demanda efectiva.
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Las expectativas y la variabilidad del ingreso y el gasto
A fines de 1933 Keynes logra develar la clave del enigma teórico. Solo en una economía de ley de Say
( neutral, de salario real) el gasto corriente se determina siempre por el ingreso corriente y es igual a ese
ingreso. Mientras que en una economía empresarial una parte de este ingreso corriente podría ser retirado del
flujo circular, causando así ciertos cambios en la razón gasto ingreso.
En dicha conferencia, Keynes explicó que el ingreso corriente puede ser un determinante completamente
adecuado de las decisiones de consumo de las familias, pero que en las decisiones de inversión tomadas hoy
para la producción de bienes destinados a la venta futura, es más importante el ingreso que se espera que
rinda la inversión. De esta manera, Keynes deja de lado las decisiones de gastor y no gastar ( consumo y
ahorro), para establecer la distinción entre las decisiones basadas en resultados realizados y las decisiones
basadas en los resultados esperados (el consumo y la inversión). En una economía donde no es posible
prever con certeza el gasto del ahorro corriente en una fecha futura, los empresarios deberán tomar decisiones
corrientes sobre el gasto de inversión de acuerdo con los beneficios que esperan obtener durante la vida
esperada del proyecto. Los ingresos corrientes de los empresarios afectarán sus gastos corrientes, siempre y
cuando, sus ingresos corrientes influyan en sus expectativas de ingresos futuros4. De esta forma y a partir de
este momento, todo el análisis de Keynes es desarrollado en términos de valores esperados. Son las
expectativas las que hacen que el gasto corriente se aleje del ingreso corriente, porque el gasto corriente se
determina ahora por el ingreso esperado5.
Todo lo planteado por Keynes acerca de los determinantes del gasto de inversión puede ser justificado sólo si
los empresarios no saben, y no pueden saber, cuál será la demanda futura, representada por el ahorro
corriente (el exceso entre los ingresos y los gastos), que ocurra durante la vida de sus inversiones. En otras
palabras, si no existe ninguna señal del mercado capaz de proporcionar dicha información6.
Dado que toda decisión de ahorrar es a la vez una decisión de reducir el consumo presente, produce una clara
señal del mercado corriente para los productores mediante una reducción de sus ingresos. Pero si la inversión
es independiente del ingreso corriente de manera parcial o completa, esto no afectará las expectativas del
ingreso futuro. Sin embargo es más importante el hecho de que no se da ninguna señal del mercado futuro
porque no hay más nada que señalar. En ausencia de un conocimiento de los ingresos futuros, las familias no
pueden celebrar compromisos de gastos futuros basados sólo en ahorros presentes. Su única acción es
entonces el cambio del gasto corriente. Sin un conocimiento de los planes de consumo futuro de los
consumidores, los inversionistas deben formular pronósticos si no hay información disponible sobre el
mercado futuro. Así, Keynes critica a la teoría clásica porque “ caen en una falacia al suponer que existe un
eslabón que liga las decisiones de abstenerse del consumo presente con las que proveen al consumo futuro,
siendo así que los motivos que determinan las segundas no se relacionan en forma simple conlos que
determinan las primeras” (Keynes TG: Cap II, Sección VI).
El único lazo posible al no haber información concreta son las expectativas de los empresarios, ya que el uso
de la información corriente del mercado sería erróneo. El problema podría ser planteado de la siguiente
manera:
Cuando el ingreso no está dado sino que es variable, el consumo corriente de las familias ( y por ende, su
ahorro, o sea su demanda de consumo futuro) no puede conocerse antes de que se determine el ingreso
4
Para Keynes, el ingreso es la expectativa que nos induce a hacer lo que estamos haciendo.
Además, sujeto al financiamiento externo suficiente para cubrir el gasto de inversión deseado.
6 Esta postura implica también que, para los consumidores, no puede pronosticarse el ingreso futuro ni, por ende, los gastos y los
ahorros.
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corriente. Pero el ingreso corriente depende de la demanda de trabajo de los individuos, la que a su vez se
encuentra ligada con el consumo familiar agregado y con la demanda de inversión de las empresas. Sin
embargo, esta última se relaciona con el gasto familiar futuro y por ende con los ingresos futuros y con el
monto del consumo presente que depende de la inversión presente. En el presente no existe información
alguna de los ingresos corrientes y futuros, ni de las elecciones futuras entre el consumo y el ahorro. Lo que
debe saberse para decidir ahora, sólo se conocerá cuando ocurran los efectos de esas decisiones. En estas
condiciones, los mercados futuros como son los postulados en el análisis de equilibrio general moderno, no se
usarían para contratar las corrientes de consumo futuro porque no existen las restricciones objetivas
requeridas en esos mercados.
La distinción establecida entre los valores esperados y los valores realizados, en el sentido de que las
decisiones del ahorro no producirían señales de mercado de un tipo que lleve a los empresarios a proveer para
el consumo futuro representado en el ahorro corriente haciendo inversiones en un monto similar, es decisiva
para el argumento de Keynes. Pero como corolario de este argumento, Keynes debió identificar los factores
del mundo real que producían las condiciones en las cuales no había señales de mercado porque no había
ninguna información que el mercado pudiese brindar. Así, Keynes afirmó en una conferencia de 1933, queel
ahorro no crea una demanda de más de consumo futuro y de inversión en un monto similar para proveer a
dicha demanda porque:
1.
2.
3.
Los productores no saben lo que se deseará en el futuro.
No se les proporcionan datos.
No se les puede prometer que habrá un consumo.
En suma, los productores no pueden saber lo que desearán comprar en el futuro los consumidores porque los
propios consumidores no lo saben. La falta de información misma que igualaría siempre el ingreso con el
gasto se debe a la incertidumbre acerca del gasto futuro en consumo por parte de las familias. Keynes observa
que su desarrollo entra en conflicto con la posición ortodoxa, en la que “ se consideraba el ahorro... como
una distribución del consumo a lo largo del tiempo7”
La incertidumbre se aplica a todas las decisiones económicas y deben ser consideradas de manera explícita en
su análisis económico. Basándose en ello, Keynes pudo demostrar la ausencia de una tendencia sistemática
hacia el pleno empleo debido a la falta de existencia de un lazo seguro y conocido entre el ingreso corriente y
el gasto en la producción corriente como lo había postulado la ley de Say. En una economía donde los gastos
corrientes están determinados por las expectativas de ingreso futuro, no habrá largo plazo ninguna tendencia
hacia una posición óptima, es decir, hacia la destrucción del desempleo” (Keynes Conferencia de 1932).
De esta forma, Keynes define una economía de producción monetaria – por opocisión a una economía
neutral, de salario real – como aquella donde no existen fuerzas naturales del mercado que tiendan a eliminar
el desempleo. El sistema no fracasa porque haya un mal funcionamiento operativo o institucional, ni porque
la incertidumbre conduzca a un comportamiento de comprador perverso, sino porque no hay ningún
mercado capaz de enlazar las decisiones del consumo futuro con las decisiones del gasto corriente si las
primeras no existen cuando las últimas deben tomarse.
En una economía de “ salario monetario” o empresarial, donde los ingresos no se reciben en especie ni en
bienes producidos por los trabajadores, y donde la “ ley psicológica”, que relaciona los cambios del consumo
con los cambios del ingreso y permite un ahorro positivo de los ingresos en salarios, es posible que los gastos
sean menores que los ingresos. Además, dado que “ una decisión individual de ahorrar, de hecho no
7
En contraste además con la teoría del ingreso permanente de Milton Friedman (1957) y con la Teoría del ciclo vital del consumo
desarrollada por los economistas de la síntesis neoclásica Franco Modigliani y Brumberg (1954), basados en un trabajo de su colega
Tobin (1951).
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significa hacer un pedido concreto para consumo posterior, sino simplemente la cancelación de uno
presente” (Keynes TG: Cap XVI, Sección I), las decisiones de inversión corrientes deben tomarse sobre la
base de las mejores conjeturas de los empresarios acerca de la demanda, el costo, y por ende los ingresos
futuros. En una economía monetaria, los gastos de inversión corrientes no se relacionan con el ingreso
corriente sino con el ingreso esperado. Por lo tanto, es posible que los gastos corrientes difieran del ingreso
corriente en el caso de los consumidores y de los inversionistas (familias y empresas), pero ser iguales en el
agregado.
La tasa de interés como señal de mercado futuro
Sin embargo, Keynes sabía que con lo planteado hasta entonces no bastaba para apoyar su hipótesis acerca de
la naturaleza de una economía de producción monetaria. Aún debía demostrar que, en dicha economía no es
cierto que un mayor deseo de conservar riqueza, siendo la misma cosa que un mayor deseo de mantener
inversiones, debe ser estimulante de la producción, al aumentar la demanda de inversión; “ de modo que la
inversión corriente es promovida por el ahorro individual en la misma medida que disminuye el consumo
actual. Es muy difícil desarraigar esta falacia de la mente de los hombres. ” (Keynes TG: Cap XVI, Sección
I).
Si Keynes no hubiese podido demostrar esto, cualquier divergencia entre el ingreso y el gasto en la
producción corriente sería contrarrestada por el gasto en bienes de inversión, de modo que, aunque el ingreso
y el gasto fuesen desiguales para los individuos, serían iguales en total con pleno empleo. En otras palabras,
la tasa de interés igualaría la inversión y el ahorro, restableciendo la ley de Say. Por lo tanto, si Keynes no
pudiera demostrar que “ si un acto de ahorro no hace nada por mejorar el rendimiento probable, tampoco lo
hará para estimular la inversión”(Keynes TG; Cap XVI, Sección I) porque no produce en el presente una
señal del mercado futuro, fracasaría su intento de demostrar que el sistema económico no se regula solo.
Al analizar este punto, Keynes tenía que identificar el aspecto decisivo de una economía de producción
monetaria que permitía a los consumidores no gastar todo su ingreso, no saber lo que consumirían en el
futuro, y posponer su decisión sobre el gasto de su ingreso: un almacén de valor que preserva el poder de
compra del ingreso corriente.
Keynes inició su argumento suponiendo la existencia de un almacén de valor durable que puede actuar como
un “ tonel sin fondo para el poder de compra”, de tal modo que, cuando su demanda aumenta, la demanda de
mano de obra no resulta afectada, no exista señal alguna en el mercado laboral, aunque la cantidad ofrecida
de dicho tonel este aumentando. Solo después de demostrar que la existencia de tal activo produce los
resultados implícitos en su definición de una economía de producción monetaria, se ocupa de las propiedades
que dicho activo tendría que poseer para producir esos resultados. En la terminología de Keynes, esto
significa suponer “ tácitamente que la clase de dinero a que estamos acostumbrados tiene algunas
características especiales” (Keynes TG: Cap XVII, Sección III).
Las propiedades esenciales del interés8
La importancia de demostrar la divergencia entre el ingreso individual y el gasto individual para refutar la ley
de Say reside en la posibilidad de que una parte del ingreso corriente (ahorro o atesoramineto) no conduzca a
un gasto equivalente en el mercado corriente, en bienes producidos corrientemente por la mano de obra. Para
que el ahorro conserve el poder de compra, deberá convertirse en una forma durable. Cualquier activo
8
Corresponde al capítulo XVII de la TG.
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durable tiene la propiedad de existir a lo largo del tiempo, de servir como un almacén de valor, por
definición. Por lo tanto, el ahorrador no desea necesariamente “ un bien de capital por sí mismo, cuando en
realidad lo que efectivamente desea es su rendimiento probable” (Keynes TG: Cap XVI, Sección I) En
consecuencia, todos los almacenes de valor potenciales deben clasificarse en términos de sus rendimientos
esperados para determinar lo que comprarán los ahorradores.
El problema de Keynes consistía en la explicación de que los ahorradores escogieran, sobre la base de su
clasificación, bienes durables que no requieran mano de obra en su producción. De otro modo, un “ acto
individual de ahorro es precisamente tan bueno para la demanda efectiva como otro de consumo también
individual” (Keynes TG: Cap XVI, Sección I). En otras palabras, debía explicar por qué los ahorradores
prefieren el dinero, aunque su rendimiento fuese muy bajo o nulo.
Keynes observó en primer término que los rendimientos esperados de los bienes durables no monetarios se
relacionarán, en el corto plazo, inversamente con su demanda9. Por lo tanto, los ahorradores continuarán
demandando el bien duradero no monetario que tenga el rendimiento esperado más alto, como un almacén de
valor, hasta que la expansión de la oferta haga que su rendimiento baje al nivel del rendimiento esperado del
activo que le siga en orden, y así sucesivamente hasta que el nivel de rendimiento esperado de todos los
almacenes de valor alcance la igualdad10.
En una economía sin bienes durables que posean las características especiales del dinero, tácitamente
supuestas, este proceso de igualación de los rendimientos netos continuará hasta que: 1) todos los activos
tengan los mismos rendimientos esperados, y que II) la cantidad de todos los bienes duraderos haya
aumentado hasta el punto en que la demanda monetaria agregada de los bienes duraderos de nueva
producción sea igual al ahorro corriente neto ( los rendimientos netos pueden llegar al punto en el que el
precio de demanda es igual al precio de oferta, pero no necesariamente). Este resultado puede considerarse
como el equivalente formal de la ley de Say, porque el ingreso corriente se gasta siempre en la producción
corriente, ya se consuma o se ahorre y se use para comprar almacenes de valor. Un aumento de su producción
genera siempre una demanda suficiente para comprarlo.
Pero si en el sistema hay un bien durable que posea las “propiedades esenciales” del dinero, el proceso de
igualación de los rendimientos netos puede detenerse antes de que se alcance el pleno empleo porque este
bien durable, llamado “dinero”, ofrece un almacén de valor distinto cuyo rendimiento esperado no se
determina por las condiciones técnicas de la producción que generan los rendimientos decrecientes en
respuesta a un aumento de la demanda, sino por su prima de liquidez11. Keynes sostuvo que dicha prima se
encuentra determinada por la psicología del público, o preferencia por la liquidez12, que puede ser
independiente de los cambios ocurridos en la oferta de dinero.
Cuando la prima de liquidez del dinero es suficientemente elevado, los ahorradores preferirán almacenar
riqueza en forma de “dinero”, y la demanda de almacenes de valor durables no monetarios de reciente
producción será menor que el valor del ahorro por el monto de la demanda de dinero como almacén de valor:
el ingreso corriente superará al gasto corriente por el monto de dinero mantenido. En tal caso, es la
“eficiencia marginal del dinero ” – la tasa de interés- la que regirá, porque detiene ( desplaza) la demanda de
bienes de capital de los ahorradores, como almacenes de valor, antes de que llegue al nivel requerido para
9
Keynes aludió al mismo argumento de los rendimientos decrecientes al explicar la declinación de la curva de eficiencia marginal del
capital.
10 No es más que el ajuste clásico de la igualación de las tasas de ganancias, vía oferta y demanda.
11 Capacidad de comando inmediato sobre los bienes, a diferencia de otros activos financieros y reales que brindan una capacidad
potencial de comando sobre los bienes, ya que primero deben ser vendidos para ser transformados en moneda.
12 Podemos empezar a vislumbrar la diferencia que existe entre la función de demanda de dinero tradicional y la función de la
preferencia por la liquidez, donde los individuos desean conservar activos líquidos porque el futuro es incierto y la moneda es el activo
líquido por excelencia.
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equilibrar el ahorro de pleno empleo. De esta forma, Keynes de vida a su argumento de que una “ economía
de producción monetaria” no hay nada que garantice que la preferencia por la liquidez será tal que la tasa de
interés baje hasta el nivel necesario para asegurar los resultados de una “ economía neutral”, es decir, que la
detención de la tasa de interés no surtirá efecto.
Las propiedades esenciales del dinero13
El argumento de Keynes no puede desarrollarse sin la explicación de las características especiales que hacen
del dinero un tonel sin fondo para el poder de compra. Es obvio que si una decisión de conservar dinero antes
que un bien durable no monetario, genera una señal de mercado como un aumento del “ precio” del dinero en
relación con los costos y por ende una expansión de la producción de dinero, es posible que aumente la
demanda de mano de obra para producir dinero. O si el dinero tiene un sustituto cercano, el aumento de la
demanda podría “ desbordarse” hacia un bien durable producido por la mano de obra. En ambos casos, la
demanda de dinero como almacén de valor no sería diferente de la demanda de un almacén de valor no
monetario en su efecto sobre el nivel de empleo, y no habría nada que impidiera al sistema alcanzar la
igualdad con pleno empleo entre el ingreso y el gasto.
Pero si las “ características especiales” del dinero son las de la elasticidad de producción y sustitución baja o
nula, el ahorro que se transforma en “ una demanda de dinero como almacén de valor no es una sustitución
de la demanda de consumo presente por la demanda de consumo futuro”...” No significa hacer un pedido
concreto para consumo posterior, sino simplemente la cancelación de uno presente... dado que la
expectativa de consumir es la única razón de ser de la ocupación, no debería haber nada de paradójico en la
conclusión de que la baja de propensión a consumir tenga, ceteris paribus – todo lo demás constante- un
efecto deprimente sobre la ocupación” (Keynes TG: Cap XVI, Sección I)
Así Keynes puede concluir que, en una economía de producción monetaria ( donde el dinero tiene una
elasticidad de producción y sustitución baja o nula y por lo tanto no afectan la demanda de mano de obra),
cuando los ingresos se pagan en dinero, el ingreso podrá ser destinado para la demanda de producción
corriente o de almacenes de valor. Pero usar el ingreso corriente para demandar dinero como un almacén
de valor no es una demanda efectiva (y de mano de obra) porque no genera la expectativa de ventas
futuras (y por lo tanto de ingresos esperados) de bienes producibles y por ende no crea expectativas de un
ingreso. En contraste con lo afirmado por la teoría clásica del interés, no habría ninguna señal de
incremento de la demanda de inversión y por ende de empleo. En efecto, la única señal resultante de un
aumento de la demanda de dinero es una disminución de la demanda de producción corriente y por ende
una disminución del ingreso corriente. En la medida en que el ingreso corriente influya en el ingreso
esperado, esto reducirá la inversión en lugar de aumentarla.
En esa economía, el dinero no es neutral. En ella la determinación de la demanda efectiva es necesaria para
determinar si el gasto corriente superará o será menor que la producción corriente, si las expectativas se verán
satisfechas o insatisfechas, y si la producción y el empleo se ajustarán a las nuevas expectativas. Por lo tanto,
la demanda corriente debe basarse en las expectativas, porque el ingreso corriente no es un buen pronostico
cuando una parte de del ingreso corriente puede no ser efectivo, es decir, puede usarse para demandar bienes
durables cuya producción no requiere mano de obra.
En este sentido, podría afirmarse que Keynes criticó los supuestos implícitos de sus contemporáneos acerca
de las propiedades del sistema de precios competitivos al señalar que la demanda de dinero como almacen de
13
Las propiedades esenciales del dinero, por oposición a las propiedades esenciales del interés, se han tratado extensamente en la
bibliografía poskeynesiana (Davidson y Misnky entre otros). Ambos temas se encuentran desarrollados en el Capítulo XVII de la TG
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valor es la que produce ciertos efectos en los mercados financieros pero no genera señales para los
productores que afrontan el problema de pronosticar las decisiones de gasto futuro de los consumidores. Es
una demanda no efectiva de un producto que todavía no se especifica, en un momento que todavía no se
determina. No proporciona ninguna información para basar una decisión racional en la inversión en
capacidad productiva. Además dado que el ahorro y la inversión se igualan por el nivel del ingreso, y no por
la tasa de interés, esta señal para los mercados financieros no puede influir en la inversión de una manera
decisiva.
La crítica de Keynes a la teoría clásica, no puede ser considerada como una simple “ falla del mercado”. No
hay información alguna que pueda ser transmitida por el mercado, y por lo tanto no podemos afirmar que el
mercado falle. Más bien, su crítica se centra en las características estructurales de la economía capitalista, o
una crítica de la especificación errónea de la demanda usada en los modelos tradicionales. En dicho contexto,
serán decisivas las propiedades esenciales del interés y el dinero, la demanda de dinero será “ inefectiva” para
generar señales que influyan en la inversión y demanda de mano de obra. También hacen necesario formular
la teoría de la demanda efectiva para identificar los determinantes del nivel de la producción y el empleo.
Cabe aclarar que para Keynes, no es el dinero como tal lo que provoca el desempleo, ya que “ si el futuro
pudiera preverse correctamente, sólo un lunático, desearía usar el dinero como almacén de valor” (Keynes
1937). Pero aunque el dinero es el menos incierto de los eslabones que ligan el presente al futuro
desconocido, no se infiere de ello que los cambios de la cantidad de dinero o de las variables monetarias
tendrán un efecto directo en las evaluaciones del futuro por parte de los ahorradores e inversionistas o en sus
reacciones ante la incertidumbre. Las reacciones del comportamiento frente a la incertidumbre son
enteramente independientes de que el dinero sea el eslabón más seguro entre el presente y el futuro y de las
razones por las que se necesita ese eslabón.
En un sistema de producción capitalista, no existe hoy la información que se necesita en el presente para la
toma de decisiones racionales; solo existirá mañana, mientras que el ingreso corriente se determina por las
decisiones de producción para el consumo futuro. En un mundo semejante, es un hecho objetivo que el
futuro es incierto e imprevisible, y es natural entonces que la inversión sea volátil. La manipulación del
dinero no puede tornar menos incierto el futuro, aunque seguramente podrá afectar la estabilidad del sistema
y la capacidad de cualquier bien para actuar como dinero.
Con todo ello podemos afirmar que la CLAVE DE LA TEORÍA DE KEYNES, no se encuentra en los
supuestos implícitamente realistas acerca de los precios rígidos, el ajuste constreñidos de la cantidad, la
hipótesis de decisiones dobles o las velocidades relativas del ajuste de precios y cantidades, sino en las
PROPIEDADES ESENCIALES DEL INTERÉS Y EL DINERO.
La Revolución de Keynes
En el capítulo final de la Teoría General, se puede observar las consideraciones que hace Keynes sobre la
filosofía social a la que podría llevar su obra. En este capítulo, Keynes radicaliza su posición frente al laissez
faire, postulando la necesidad de la intervención estatal en la economía. Muestra su escepticismo sobre la
eficacia de la política monetaria. Keynes postulaba el derecho del Estado a intervenir en el sector privado, y
que dicha intervención no debía limitarse solo a la gestión del crédito y la formación del ahorro; en lugar de
ello, se había de ampliar a los dos ámbitos en los que el laissez faire había mostrado claramente su
deficiencias: la determinación del nivel de inversiones y la de la distribución del ingreso.
En el primer caso, Keynes llegó incluso a predicar una especie de socialización de las inversiones. Dado que
en un régimen de laissez faire el nivel de inversión conduce a la economía hacia equilibrios de subempleo, el
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UTN - FRBA
Cátedra de Política Económica
Resúmen elaborado por el Lic. Bruno Magro, Ayudante de Cátedra
Estado tenía el derecho pleno – o el deber- de intervenir para asegurar el pleno empleo. Respecto a la
distribución del ingreso, Keynes observó que el sistema de libre mercado tendía naturalmente a la
instauración de esquemas distributivos arbitrarios e injustos. Para Keynes, la desigualdad es inherente al
sistema capitalista. Consideraba, además, que la elevada cantidad de ahorro generada por una distribución del
ingreso desigual podía servir únicamente para mantener bajos los niveles del gasto y de la demanda agregada,
más que para sostener el proceso de acumulación. También aquí debía intervenir el Estado.
Sin embargo para Keynes, el estado debía intervenir sin mermar los principios fundamentales en los que se
basaba la economía capitalista, tal como el propio Keynes la veía: el individualismo y la propiedad privada de
los medios de producción. Keynes se oponía al laissez faire, pero seguí siendo liberal. Para él, la intervención
estatal no debía abolir la mano invisible, sino más bien ayudarla a manifestarse, a hacerse visible. Esta es su
filosofía del mercado administrado o planificación central del mercado.
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