NORMAS PARA EL USO DE ESTA LISTA DE ENCABEZAMIENTOS

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NORMAS PARA EL USO DE ESTA LISTA DE
ENCABEZAMIENTOS
1. Finalidad. La biblioteca para todos ha traído como consecuencia la necesidad de responder a las demandas de información del conjunto de los ciudadanos, usuarios en potencia de la biblioteca pública. Estas demandas suelen
concretarse más que en la búsqueda de información sobre un campo determinado del saber –lo cual supondría un conocimiento del campo más amplio en
el que sistemáticamente se inscribe el primero–, en la búsqueda de información
sobre un campo determinado de la realidad susceptible de ser objeto del conocimiento y por consiguiente «materia» de un documento en el que se transmite
ese conocimiento. La biblioteca pública, como medio social de información,
debe, pues, disponer de un medio capaz de mediar en esta búsqueda y de llevar
al encuentro de la información anhelada al lector que busca información sobre
una materia o que, sencillamente, sólo conoce de un libro que busca la materia
de que trata. Este medio, si prescindimos del contacto directo con el libro en
los estantes o con el bibliotecario, es el más sencillo y menos formalizado de la
biblioteca y se llama catálogo alfabético de materias. De su fusión o no con los
catálogos alfabéticos de autores y de títulos depende el que pase a formar parte
de un catálogo general llamado catálogo diccionario.
El catálogo alfabético de materias no es más que un conjunto de asientos
bibliográficos para cuya ordenación se ha tenido en cuenta un punto de acceso
que no abre las puertas a la descripción del libro, sino a su contenido, y que se
llama encabezamiento de materia. Éste es un término tomado del lenguaje usual
que trata de condensar sintéticamente la materia de un libro, entendiendo por
materia, no el mensaje, la información o el discurso que forman el contenido
de un libro, sino el asunto o tema sobre el que versa dicho discurso. Claro está
que toda la ancha realidad, incluida la mental, puede ser objeto o asunto de
discurso. De donde se sigue que, siendo «Botánica» un discurso o tratado sobre
las plantas, puede a su vez ser objeto de un discurso o tratado sobre la historia
de esta disciplina.
Por hallarse los encabezamientos constituidos por términos del lenguaje
usual, se plantean una serie de problemas semánticos y sintácticos, ya que, por
un lado, hay términos con distinto significado (homonimia) o términos distintos
para el mismo significado (sinonimia) además de evolucionar semánticamente
y aparecer de continuo otros nuevos necesarios para nombrar nuevas realidades,
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y, por otro lado, no siempre los términos son tan simples que dejen de tener
necesidad de relacionar entre sí sus distintos elementos. Los encabezamientos
de materia necesitan, pues, una codificación, un «control» para poder servir de
instrumentos adecuados en el «diálogo informativo» y convertirse en un lenguaje documentario.
Los resultados de esta codificación suelen presentarse en forma de lista de
encabezamientos acompañada de un conjunto de reglas como las presentes.
Con este «código» en las manos, el bibliotecario puede hacer dos cosas fundamentales: preparar el catálogo alfabético de materias, utilizando tanto los encabezamientos como las posibilidades aquí contenidas, y tener un verdadero
léxico para mantener el diálogo informativo con el usuario. Es el resultado de
un trabajo que con ser la forma más elemental del análisis de un documento,
es también la forma más fundamental. Y que da pie a la tarea de más responsabilidad comunicadora del bibliotecario en su misión de ajustar la información
contenida en su biblioteca a las necesidades y urgencias de sus lectores.
Para ello, el bibliotecario tiene que ser capaz de lo siguiente: identificar
el trozo de realidad del que «habla» un libro, representarlo mentalmente en
un concepto, darle nombre y posibilidades de comunicación por medio de un
término, dar la forma debida a ese término, adjudicárselo a un asiento bibliográfico y ordenar adecuadamente el conjunto de todos los asuntos de los que
«hablan» sus libros. No es tarea fácil y está por encima de la habilidad catalogadora. Para identificar con seguridad «trozos» de realidad concreta, hay que
tener en la cabeza toda la realidad susceptible de ser objeto de discurso dentro
de un libro o de un folleto. Sería ingenuo pensar que esta Lista ofrece todas
las soluciones, pero sería suicida creer que, desde ahora, puede prescindirse
de ella. Sobre su pauta pueden construirse otras generales con mayor número
de encabezamientos y un número indefinido para materias especiales que no
llegarían a ser todavía un «thesaurus». Por muchas razones, ya que, a pesar
de coincidir en algunos aspectos, los descriptores son menos complejos que
los encabezamientos y por ello se multiplican más, son más abundantes a la
hora de describir un mismo contenido, tienen mayor movilidad entre sí (sin
que hayan de ocupar un puesto tan prefijado de antemano) y necesitan una
sintaxis más rica para su enlace; los descriptores pertenecen a un lenguaje
más especializado y técnico que los encabezamientos; aunque los encabezamientos ofrecen algunas posibilidades de síntesis o de postcoordinación, los
descriptores pertenecen a un lenguaje más postcoordinado y, por consiguiente,
con mayores posibilidades para el análisis documental en profundidad; por
fin, en el caso de los descriptores tienen mayor importancia la sistematización
o conexión interrelacional del conjunto.
2. Principios básicos. Ya desde Cutter, la redacción de una Lista como la
nuestra y, por consiguiente, la asignación de encabezamientos de materia, se
apoya en una serie de reglas básicas o principios generales –algunos inmutables
y otros variables– cuyo conocimiento es imprescindible al catalogador, ya que
le dan a conocer el alcance de la lista que utiliza y le orientan para realizar con
acierto las distintas posibilidades que se le ofrecen.
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2.1. Principio de especificidad. El encabezamiento debe servir para designar una materia determinada y sólo ella y además debe ser precisamente
aquella de la que trata el documento. Está claro que el ideal de lo específico
se consigue cuando un término sólo puede designar a un solo ser, como es el
caso de todos los nombres propios. De donde se sigue que los documentos
cuyo asunto sea designable con un nombre propio son los de más fácil catalogación por materias. Precisamente por eso la Lista no contiene ningún nombre
propio (a excepción de los utilizados como modelos en los apéndices) ni de
persona, ni de entidad, ni de animales, ni de lugar. Pero tampoco contiene
nombres comunes de cosas concretas enumerables en series uniformes. Basta
pensar en los infinitos términos originados por la taxonomía en las distintas
ciencias de la naturaleza (nombres de seres pertenecientes a los tres reinos:
mineral, vegetal y animal) muchos de los cuales tienen su correspondiente en
el lenguaje vulgar. Precisamente una y otra clase de nombres constituyen el
grueso del contenido de los diccionarios enciclopédicos. A ellos y a los especializados, así como a los manuales más acreditados hay que acudir en estos
casos. Muchas veces, el bibliotecario recibirá el aviso con la fórmula Pueden
usarse además los nombres... que se utiliza no sólo en los casos ya citados,
sino también en el de las enfermedades, órganos y huesos, objetos artificiales como máquinas, herramientas, etc. Bastará sencillamente con acudir al
índice alfabético de la CDU en su edición abreviada (la aparición de la 4.a es
inminente) para que, dada la naturaleza eminentemente enumerativa de este
sistema de clasificación, los 5.000 encabezamientos que contiene esta Lista se
conviertan en unos 19.000.
La especificidad influye además en la elección del elemento inicial del encabezamiento en los casos en que se plantee el problema por tratarse de un
encabezamiento compuesto, ya que, en el caso de encabezamiento + subencabezamiento no deberá ser aquél menos específico que éste. Pero a lo que se opone
radicalmente la especificidad es a la sistematización y no tanto, como veremos,
al uso de términos más universales, justificados, en ciertos casos. Puede estar
justificado alguna vez, por tener pocos libros sobre este tema, catalogar un libro
que trata de Manzanos bajo Arboles frutales; lo que nunca estará justificado
es catalogarlo bajo Arboles frutales-Manzanos.
2.2. Principio de síntesis. La asignación del encabezamiento de materia es
el resultado de un proceso mental de síntesis en cuya virtud no sólo se procura
reducir el contenido de un documento a muy pocos (preferiblemente a uno) asuntos o materias, sino que se intenta obtener la expresión del mismo con un término
de la máxima simplicidad. La mayor o menor dificultad para conseguir todo esto
depende fundamentalmente de dos condiciones: que el documento –por razón de
su contenido y no desde el punto de vista formal– tenga carácter monográfico y
que la materia de esta monografía no supere un cierto grado de complejidad. Así
que los encabezamientos de materia no tienen útil aplicación en la catalogación
de poligrafías y publicaciones periódicas. Y la dificultad, a veces la imposibilidad, de conseguir una síntesis perfecta justifica el procedimiento de acudir a
más de un encabezamiento de materia para la descripción del contenido de un
documento. A veces no quedará más remedio que renunciar a la síntesis perfecta
y dejar perder parte del contenido.
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Es probable que esta imposibilidad de síntesis en las obras literarias, cuyo
contenido se halla tan estrechamente ligado al discurso (el asunto de un poema
es el poema mismo) a la que se añade la importancia del autor en estos casos,
haga desaconsejable la utilización de encabezamientos de materia para las obras
literarias o de creación mejor identificadas por su autor o por su título que de
cualquier otra manera.
2.3. Principio de uso. Los encabezamientos de materia deben acomodarse al fin para el que se utilizan: aplicarse a unos determinados fondos,
ayudar a unos usuarios concretos, formar un catálogo llamado catálogo alfabético de materias. En nuestro caso, implica tener en cuenta la naturaleza de
los fondos de la biblioteca pública, las necesidades del usuario de los mismos
y la finalidad del catálogo alfabético de materias. Un principio tan descaradamente relativista y pragmático rompe toda idea de perfección y de aplicar
a rajatabla principios casi filosóficos en la asignación de encabezamientos de
materia. Los encabezamientos de materia de esta Lista han sido redactados
para una biblioteca pública española de carácter general y de tipo medio. En
ella, prescindiendo de ejemplares duplicados, de la literatura infantil y de la
literatura de creación, los fondos no superan por lo general los 30.000 títulos;
a ella acuden usuarios que no son especialistas, que buscan lectura o bien
información sobre puntos concretos y no materiales de arranque para una
investigación.
Por eso estos encabezamientos están pensados para macrodocumentos con
predominio de los de tema genérico. En nuestra Lista los encabezamientos
se detienen en un grado de especificidad poco profundo, abundan poco los
subencabezamientos (más necesarios cuando la materia es más compuesta),
hay pocos casos de inversión de los elementos de un término así como de
términos compuestos y se han aceptado con generosidad nombres de disciplinas (Geología, Mineralogía, etc.) como encabezamientos de materia, a
sabiendas de que no se trata en tales casos de verdaderos encabezamientos de
materia, pero conscientes de que este tipo de encabezamientos es necesario
para bibliotecas públicas en las que los estudiantes constituyen el 90% de los
usuarios.
Por este motivo, se cae en la sistematización en todos los casos en que se utilice el subencabezamiento –Historia (en el que se sigue un criterio cronológico)
y en los casos a los que sirve de modelo Lengua española–.
Por lo que se refiere al vocabulario se ha utilizado un conjunto de términos a
mitad de camino entre el uso vulgar y el uso especializado. Y es que la abundancia de medios de comunicación ha divulgado gran cantidad de términos que en
otro tiempo habrían sido considerados como estrictamente para especialistas.
2.4. Principio lingüístico. Los encabezamientos se redactarán en español
(cuando exista un término aceptado en nuestro idiomas), en el lenguaje usual
(que no tiene que ser necesariamente el «vulgar») y en el orden natural del idioma (prevalencia del nombre sobre el adjetivo como elemento inicial). Los casos
de inversión –señalados por la coma (,) que sigue al primer elemento– deben
limitarse al máximo y se justifican cuando el elemento inicial es demasiado ge-
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nérico y se prevé que la búsqueda se hará por otro elemento más específico (en
muchos casos un apellido).
2.5. Principio de uniformidad. Cada materia debe tener siempre el mismo encabezamiento. Por consiguiente debe escogerse (basándose en razones de
uso y de idioma) entre varios posibles (sinonimia) y debe distinguirse por medio
de determinantes entre paréntesis en el caso de que un encabezamiento sirva
para varias materias (homonimia).
2.6. Principio de economía. Debe limitarse al máximo el número de encabezamientos para un mismo documento. Esto supone no acudir con asiduidad a los encabezamientos dobles o a los compuestos con «y» (que solucionan
fácilmente el problema de las materias que se solapan), pero evitando al mismo tiempo el peligro de caer en los encabezamientos excesivamente genéricos.
Mientras que en la biblioteca especializada el análisis de las materias y la multiplicidad de encabezamientos puede ser hasta recomendable, en el caso de la
biblioteca pública no debiera pasarse de tres encabezamientos para un mismo
documento. Cuando un libro trate demasiados temas o un tema contemplado
desde muchos puntos de vista o un tema demasiado complejo, no habrá más
remedio que acudir a un encabezamiento más genérico, aunque otros más específicos, que podrían ser utilizados en el caso de no ser tantos, se encuentren o
puedan encontrarse en la Lista.
3. Formas del encabezamiento
3.1. Encabezamientos con una sola palabra. Es la forma ideal de encabezamiento y se trata de ordinario de un nombre, ya que los adjetivos sólo son
usados como encabezamientos cuando han sido sustantivados por el uso, y otras
formas gramaticales sólo pueden ser usadas cuando son sustantivadas por el
hecho de constituirse formalmente en asunto de un estudio.
En el caso de los nombres propios, la forma que ha de adoptar el encabezamiento se rige por lo establecido para ellos (sean de persona, de entidad o de
lugar) en las vigentes Reglas de Catalogación. I. Monografías y publicaciones
seriadas (Madrid: Dirección General del Libro y Bibliotecas, 1984).
En cuanto al uso de nombres comunes no presentan mayor problema que
el del uso del singular o del plural. No es fácil establecer una regla segura por
el hecho de que todo concepto universal, aun en su forma singular, se refiere a
muchos individuos. P.e., tanto se refiere a muchos Hombre como Hombres,
Caballo (o el Caballo) como Caballos, así que la regla más socorrida y práctica
viene a ser el uso y a veces la simple eufonía. Con todo diremos que aquí hemos
procurado utilizar la forma plural para los nombres concretos, es decir, que indican realidades sustantivas, y que al mismo tiempo se refieren a una pluralidad de
individuos (Barcos, Peces...) así como para las materias que no pueden expresarse en singular (Derechos políticos y civiles, Países comunistas... mientras
que se reservaría el singular para los nombres abstractos (Libertad, Calor...) y
para los concretos que no designan directamente una pluralidad de individuos
(Trigo, Oro...).
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3.2. Encabezamientos de nombre + adjetivo. Es una forma consustancial del idioma para especificar a un nombre y, por consiguiente, a una materia.
Es una forma eficaz de encabezar y al mismo tiempo puede ser una trampa. Un
libro que trate de las Fiestas madrileñas no puede encabezarse por Fiestas madrileñas, sino por Madrid-Fiestas, mientras que otro que trate de España y su
pintura puede no tener que encabezarse por Pintura-España, sino por Pintura
española si el tema es la pintura hecha por españoles y no la pintura existente
en España. Resolver el problema con acierto supone muy a menudo conocer el
idioma con el que se trabaja, la materia de que se trata y las técnicas de catalogación por materias. Intervienen el grado de acuñación del término compuesto,
su elocuencia, su capacidad descriptiva. Calzadas romanas no puede ser de
otra manera, mientras que Carreteras palentinas –de apariencia semejante–
tiene que ser Carreteras-Palencia. En general la forma nombre + adjetivo está
siempre justificada cuando no puede ser cambiada por la forma encabezamiento
+ subencabezamiento sin que cambie el sentido. En todo caso debe evitarse la
acumulación de adjetivos, aunque acaso no pueda evitarse cuando se trata de
expresar las variedades y estilos artísticos: Pintura barroca española.
3.3. Encabezamientos de nombre + complemento. A veces es el medio
de lograr términos que designan un solo concepto y consiguientemente una sola
materia: Máquinas de vapor, Aviones de reacción, Aceite de oliva... En este
mismo grupo hay que situar la expresión de cualquier materia cuando se quiere
indicar formalmente su condición de asunto en la literatura o en el arte: Madrid
en la poesía, Niños en la pintura...
3.4. Encabezamientos de nombre + nombre. Muchas veces se trata de una
simple acumulación verbal para cubrir adecuadamente una determinada materia,
sobre todo en el caso de cuasi-sinónimos muy unidos: Ritos y ceremonias, Usos
y costumbres, Emociones y sentimientos..., pero la fórmula sirve también para
mucho más: para expresar los asuntos en que varias materias se entrecruzan o
solapan, creando un campo en el que no es posible estudiar (y, por consiguiente,
buscar) la una sin la otra: Arte y Literatura, Padres e hijos, Educación y empleo.
3.5. Encabezamientos de frase. Se utilizan únicamente en los casos en los
que una frase hecha (a menudo en otros idiomas) es la mejor forma de designar
una materia específica: Donación «inter vivos», «Res nullius», Seguro a todo
riesgo... Este tipo de encabezamientos no suele ser necesario en el grado de
especificidad que ha de alcanzar la catalogación por materias en la biblioteca
pública.
3.6. Encabezamiento + Subencabezamiento. Es prácticamente el único
caso de sintaxis propia en la asignación de encabezamientos: El del término
que resultaría demasiado difuso por lo extenso de su enunciación o cuyo primer
elemento es demasiado genérico. El resultado práctico de utilizar subencabezamientos es conseguir la entrada por un término más específico, evitando la
excesiva acumulación de los mismos términos genéricos. Al mismo tiempo se
consigue la especificación de una materia. El mayor o menor uso de subencabezamientos en una biblioteca depende de la abundancia de sus fondos y de su
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finalidad informativa. En una Lista como la presente, destinada a las bibliotecas
públicas españolas, los subencabezamientos son poco abundantes, si prescindimos de los utilizados en los modelos ofrecidos en los apéndices.
La Lista, a la hora de escoger los encabezamientos que figuran en ella, ha
seguido principalmente el llamado criterio bibliográfico: se escogía en concreto
el encabezamiento sobre el que se supone que existen publicaciones con posibilidades de estar en una biblioteca pública. De esta suerte, el bibliotecario se
encontrará con Trigo y con Arroz, pero no con cebada, por poner un ejemplo.
El mismo criterio ha sido seguido en cuanto a los subencabezamientos. Así que
la Lista no evita el trabajo personal del bibliotecario en la confección de su catálogo por materias ni resuelve los problemas, por ejemplo, de un bibliotecario
de biblioteca universitaria.
Con todo, nos atrevemos a pedir a nuestros compañeros que no se desanimen, con estas dos aclaraciones:
1. Algunas veces, el criterio bibliográfico nos lleva a ofrecer algunos encabezamientos con subencabezamientos más o menos desarrollados, que pueden
servir como modelos para casos análogos. Así Aceitunas, para otros productos
agrícolas; Abogados, para otras profesiones (podríamos haber escogido Médicos
por el criterio bibliográfico, pero en este caso se imponía el orden alfabético);
Acero, para otros metales o aleaciones; Calor o Electricidad, para otras formas
de energía física; Indios americanos, para otros pueblos; Lengua española, para
otras lenguas; Pulmones, para otros órganos y aparatos; Tuberculosis, para otras
enfermedades. De forma parecida, otras veces, los subencabezamientos utilizados
para un encabezamiento genérico pueden valer para los encabezamientos más específicos comprendidos en su extensión, como ocurre con Alimentos, Animales,
Arte, Enfermedades, Funcionarios, Máquinas, Plantas, etc.
2. La segunda aclaración es también un consejo: que aprendan a formar los
subencabezamientos para formas de catalogación por materias más afinadas de
las que se necesitan en la biblioteca pública. Para ello, además de tener en cuenta lo que se dice en esta parte doctrinal de la Lista, no deben dudar en acudir a
las partes de los sistemas de clasificación en las que se desarrollan las facetas o,
en el caso de la CDU, los auxiliares especiales. La necesaria limitación de estas
líneas nos impide demostrarles cómo.
4. Los subencabezamientos. Como en el caso de los números auxiliares
de la CDU podríamos hablar de subencabezamientos generales y subencabezamientos especiales atendiendo a la extensión de su posible aplicación. En
realidad un subencabezamiento no puede ser tan especial que sólo sirva para un
encabezamiento (Factor Rh, pero no Sangre-Factor Rh) ni tan genérico que
no especifique nada (para un libro sobre la Vida de los animales salvajes, hay
que usar Animales salvajes y no Animales salvajes-Vida). Para que el bibliotecario pueda escapar de los falsos subencabezamientos, deberá comenzar por
tener en cuenta dos cosas: que el subencabezamiento sea «elocuente», sirva para
especificar la materia del encabezamiento, y que no se produzca en ningún caso
subordinación sistemática. Pero sin el sueño de aplicar principios metafísicos en
este campo: desde un punto de vista teórico, tanto valdría Automóviles-Ruedas
como Ruedas de automóvil.
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Respecto a los subencabezamientos conviene tener en cuenta las siguientes
normas:
a) Distinguimos cuatro clases de subencabezamientos: de materia, topográficos, cronológicos y formales.
b) Cada subencabezamiento se une con el encabezamiento o con los subencabezamientos anteriores por medio de un guión (-).
c) El orden obligatorio en que se consignan los subencabezamientos, en
caso de concurrencia de varios, es el establecido en a).
d) Sólo debe utilizarse un subencabezamiento de cada clase, menos si
se trata del de forma (Cervantes, Miguel de - Personajes femeninos y no
Cervantes, Miguel de - Personajes-Mujeres, Pulmones - Diagnóstico de las
enfermedades y no Pulmones - Enfermedades-Diagnóstico).
4.1. Subencabezamientos de materia. Suelen indicar cualidades, propiedades, acciones, etc. de una materia específica que no se estudia en toda su realidad. En todo caso deben ser siempre conceptos aplicables a muchas materias.
4.2. Subencabezamientos topográficos. Son nombres de lugar que sirven
para especificar una materia. Los nombres de lugar pueden ser también encabezamientos y no es fácil determinar cuándo un nombre de lugar indica la materia
de un documento y cuándo sirve solamente para especificar tal materia. Los
intentos de dar reglas válidas han terminado por ser recomendaciones pragmáticas y solucionar el problema con el doble encabezamiento no parece la mejor
de las soluciones. La solución habrá que buscarla acudiendo a los modelos para
España –y para Madrid– que se dan en los apéndices.
A este respecto, conviene tener presentes las siguientes observaciones:
a) La redacción de los encabezamientos de nombres de lugar sigue las mismas reglas que la de los encabezamientos análogos para el catálogo alfabético
de autores.
b) El grado de especificación geográfica (país, región, ciudad, etc.) debe
fijarlo cada bibliotecario en función de las necesidades de sus usuarios.
c) En todo caso el encabezamiento o subencabezamiento se hará de forma
directa (Bogotá y no Colombia-Bogotá: Barcelona y no Cataluña-Barcelona).
d) Los adjetivos gentilicios prevalecerán en los casos en que tienen un
valor distinto del puramente geográfico (Pintura española, pero BibliotecasEspaña y no Bibliotecas españolas).
e) Para determinar si el topónimo ha de ser encabezamiento o subencabezamiento se tendrá en cuenta que cuando se trate de asuntos de los que trata la
historia, la geografía, la política y la sociografía el topónimo deberá utilizarse
como encabezamiento (España-Política exterior; España-Política y Gobierno;
España-Clima... La razón de esta regla generalmente aceptada puede ser, por
un lado, que la connotación topográfica parece esencial al tema (hasta el punto de que puede hablarse de «política exterior española», «Gobierno español»,
etc., mientras que no es posible decir «mortalidad española») y, por otro, que el
nombre geográfico es más específico que el común.
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f) Los términos que designan instituciones (universidades, bibliotecas, museos, etc.) se utilizan como subencabezamientos con los nombres de ciudad, pero
como encabezamientos con subencabezamiento topográfico en los demás casos.
4.3. Subencabezamientos cronológicos. Especifican una materia al situarla en el tiempo. Cuando los términos cronológicos o con valor cronológico designan materias sin ninguna especificación (Edad Media) o equivalen a
nombres propios (Renacimiento, nombres de acontecimientos, guerras y batallas, etc.) pueden ser usados como encabezamientos. En el caso de batallas,
convendrá acudir a la inversión, sobre todo cuando la denominación incluye un
topónimo (Bailén, Batalla de (1908)). Hay que estar atentos para evitar errores
con nombres de persona que equivalen a períodos cronológicos (La España de
Carlos V = España-Historia...).
El grado de especificación en los términos cronológicos varía según las necesidades informativas de la biblioteca. En los apéndices se dan, a título de orientación, las principales denominaciones cronológicas de la historia de España
y de las repúblicas hispanoamericanas. Como podrá observarse, la ordenación
en estos casos es cronológica y no alfabética. Esto plantea algunos problemas
a la hora de utilizar el tratamiento electrónico de datos en la confección de un
catálogo alfabético de materias. Convendrá tenerlos en cuenta para buscar las
soluciones adoptadas en otras partes.
Por fin, conviene advertir que en esta Lista sólo se utilizan como subencabezamientos los términos cronológicos precedidos del subencabezamiento uniformeHistoria. Ello supone, en algunos casos, dejar de alcanzar un grado de especificación de la materia que no es necesario en una biblioteca pública (para una obra
acerca de la Restauración de monumentos en Madrid en el siglo XIX, habremos de
contentarnos con Madrid-Restauración de monumentos más que suficiente para
la cantidad de documentos sobre el tema que tendrá la biblioteca) y en otros casos
apelar a otra clase de recursos (Soria-Restos arqueológicos o Restos arqueológicos medievales, por Soria-Restos arqueológicos-Edad Media); pero se consigue
también evitar el uso indiscriminado de esta clase de subencabezamientos.
4.4. Subencabezamientos formales o de forma. No designan la materia
propiamente dicha, pero tampoco necesariamente sólo su envoltura más externa
o soporte, es decir, la «designación general del material». La forma se refiere sobre todo al discurso, a la configuración del discurso que trata una materia. Esta
configuración va desde los aspectos más externos (Fotografías, Grabados...)
hasta el mismo género literario (Novelas, Ensayos, Conferencias...) pasando
por muchos grados intermedios y pudiendo llegar hasta un comienzo de valoración crítica (Publicaciones infantiles y juveniles; Manuales para aficionados...).
En una biblioteca pública no conviene abusar de ellas, como suele ocurrir. Se
recomienda utilizar las contenidas en el Apéndice.
Naturalmente, las denominaciones de forma pueden ser también encabezamientos de materia (en singular en el caso de los géneros literarios), además de
utilizarse en su valor formal como apoyo para otros subencabezamientos formales: Novela; Diccionarios; Bibliografías; Ensayos-Colecciones; EnsayosCertámenes, etc.).
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5. Materias y casos especiales
5.1. Subencabezamientos dobles. Aunque hemos dicho que no deben utilizarse dos subencabezamientos de la misma clase y aunque a veces puede evitarse
el duplicarlos haciéndolo con el encabezamiento (Aleaciones de oro y plata: OroAleaciones; Plata-Aleaciones), algunas veces se admite la duplicación: EspañaRelaciones-Francia; Vega Carpio, Félix Lope de-Influencia Calderón de la Barca,
Pedro (se haría un segundo encabezamiento por Calderón de la Barca, PedroCrítica e interpretación); Lengua española-Diccionarios-Lengua francesa.
5.2. Nombres étnicos. Se utilizan sólo para designar a los pueblos o naciones que no tienen territorio propio: Judíos, Gitanos, Arabes... Pero EspañaHistoria, para Historia de los españoles. Asimismo el adjetivo gentilicio se
conserva en Pintura española, Lengua española, Literatura española...
5.3. Lengua y literatura. Para designación de las distintas lenguas o
idiomas, hemos adoptado el sistema de utilizar la palabra Lengua seguida del
adjetivo correspondiente. Creemos que va mejor con el uso actual en España
en los títulos de libros y en los nombres de entidades relacionadas con «el español». Este procedimiento afecta también a campos superiores a los de un
idioma (Lenguas africanas-Bibliografías y no Lenguas-África-Bibliografías
Bibliografías para un estudio titulado Bibliografía de las lenguas de África)
y para los nombres de dialectos (Dialecto aragonés; Dialecto leonés...), pero
no para variedades lingüísticas más específicas (Dialecto leonés-Bierzo). Dado
que el procedimiento no es muy estrictamente aplicable a partes de la lengua
(consonantes españolas = consonantes de la lengua española; ortografía española = ortografía de la lengua española), los subencabezamientos utilizados con el
modelo Lengua española no evitan toda apariencia de sistematización.
Un sistema equivalente se usa con Literatura (Literatura española;
Literatura francesa...) y con sus formas (Literatura popular; Literatura
religiosa...), las cuales, al combinarse con la primera no podrán evitar la duplicidad de adjetivos: Literatura popular española. Pero hay una diferencia
sustancial respecto a la lengua y es que los géneros y subgéneros encabezan
directamente: Novela española y no Literatura española-Novela.
La simple enunciación del encabezamiento basta para saber cómo resolver
ciertos compromisos: Literatura francesa-Autores españoles; Literatura argelina; Literatura argelina (árabe); Literatura argelina (francés).
Como subencabezamiento para estudios de historia de la literatura se utiliza
Historia y Crítica y en el caso de obras individuales, el nombre del autor con el
título uniforme y el subencabezamiento Crítica e interpretación.
Todo cuanto hemos dicho se refiere, claro está, a los estudios literarios.
Las obras literarias de creación pueden también contener información sobre
un asunto que justifique un encabezamiento de materia. Pero ya hemos dicho
que, en principio, las obras literarias no son objeto de búsqueda en un catálogo alfabético de materias. Otros casos relacionados se resuelven en la entrada
Literatura.
5.4. Tratados, convenciones, convenios, etc. Los encabezamientos redactados a base del término Tratados (que puede servir también de subencabezamiento) son encabezamientos propiamente dichos, es decir que se refieren a la
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materia Tratados como tal: Tratados internacionales. No hay inconveniente en
que una biblioteca utilice formas más específicas como Tratados bilaterales,
Tratados multilaterales, Convenios, Convenciones internacionales, etc. Los
tratados mismos se encabezan por el país o por la materia del tratado y llevan
como subencabezamiento –Tratados, convenios, etc.: España-Tratados, convenios, etc. – Francia; Pesca-España-Tratados, convenios, etc. – Francia. Los tratados individuales se encabezan por su nombre, con inversión de los términos,
cuando sea preciso: Utrech, Tratados de 1713.
6. La Lista como estructura. Si los encabezamientos de materia tienen ya
una estructura común por el hecho de su ordenación alfabética, la tienen mucho
más por el sistema de referencias con que los encabezamientos están unidos entre sí y por las posibilidades de desarrollo de un encabezamiento que se indican
de continuo, generalmente a través de la fórmula «Pueden usarse además...».
Las definiciones y explicaciones que sirven tanto para fijar el significado de los
términos como para determinar su extensión conceptual, son también elementos
estructurales de la Lista.
No hemos creído en la rutinaria afirmación de que el catálogo alfabético de
materias dispersa la información y, por consiguiente, no hemos sentido la necesidad de recuperar, a través de las referencias, la sistematicidad y jerarquización
perdidas. No hay tal. Tanto el catálogo alfabético de materias como el sistemático
tratan de concentrar la información, sólo que el primero lo hace en torno a temas o
asuntos y el segundo de otra manera cuya exposición no es de este lugar.
Así que, al utilizar las referencias, no hemos tratado en modo alguno de reconstruir el árbol del saber, sino de asegurar dos cosas:
a) La eficacia heurística, el valor informativo que el catálogo ha de tener para
el usuario, el cual nunca debe alejarse de la biblioteca sin haber obtenido alguna
noticia, mientras la haya en la biblioteca, sobre el asunto por el que siente interés.
b) El valor de código que la Lista tiene para el bibliotecario quien, en todo
caso, debe poder solucionar el problema de expresar una determinada materia.
La referencia simple de «V.» («Véase») y la explicación correlativa «U.p.»
(«Úsase por») van dirigidas tanto al bibliotecario como al lector, por lo tanto
deberán estar también presentes en el catálogo. La referencia de «V.» sirve para
enviar del encabezamiento posible y no escogido al escogido, en aquellos casos
en que por tratarse de sinónimos, de encabezamientos complejos (con distintas
posibilidades de elemento inicial), de distintas formas de un mismo término o
de un determinado grado de especifidad prefijado por el catalogador, sería posible escoger entre varios. La explicación «U.p.» avisa sobre los encabezamientos
que no deberán buscarse.
Las referencias complementarias o de «V.a.» («Véase además») van dirigidas al usuario del catálogo. Tratan de completar la información sobre un asunto
por dos caminos: indicando otros asuntos relacionados con el que interesa y
(siguiendo el procedimiento de algunas listas italianas) refiriendo a temas más
genéricos en los que ciertamente se trata la materia de que se trata. Hemos prescindido, pues, de remitir por medio de «V.a.» a temas más específicos y hemos
escogido el camino contrario. Mantener el «V.a.» para enviar a los múltiples
temas en que se puede descomponer uno más genérico no es en el fondo más que
el viejo sueño mantenido desde Cutter de conferir sistematicidad a un catálogo
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que no es ni pretende ser sistemático y muchas veces este tipo de referencia
equivaldría a remitir a toda una enciclopedia, como acontece en el caso de las
referencias llamadas «generales» («Véanse además los nombres de los distintos
escritores», etc.). Es seguro que un lector encontrará información sobre los Gatos
entre los Felinos, mientras que no es probable que lo halle sobre los Felinos en
Gatos. Por lo demás, también con el sistema adoptado se consigue establecer la
conexión conceptual que puede llevar a reconstruir la sistematicidad.
Con ello queda dicho que desaparecen las referencias generales de esta Lista
y que las indicaciones de «R.e.» van dirigidas al bibliotecario para indicarle la
posibilidad de usar encabezamientos más específicos dentro de una materia;
esta posibilidad se ve ampliada por los avisos de «Pueden usarse además...» en
que se convierten las antiguas referencias generales. El mismo aviso advierte al
lector de que existen tales encabezamientos más específicos.
7. La Lista y el catálogo. Entre la Lista y el catálogo debe existir una
perfecta simbiosis: la Lista se refleja en el catálogo y el catálogo se refleja en
la Lista.
La presencia de la Lista en el catálogo no se limita a prestar sus encabezamientos o a orientar en la confección de los mismos, sino que además debe
trasladarse al catálogo todo aquello que sirve para garantizar el acierto en la búsqueda de información. Así sucede con algunas notas y definiciones que no son
útiles únicamente al bibliotecario y con los dos pares de referencias (V - U.p. y
V.a. - R.e.) que, al establecer interrelación entre todos los encabezamientos del
catálogo, garantizan la precisión y exhaustividad de su respuesta al lector.
No se agota aquí el aparato de ayuda en el catálogo, el cual debe disponer además
de guías (bien conocidas de los bibliotecarios) para acotar debidamente el campo
de búsqueda en parcelas más chicas que un cajetín de fichero y de fichas de referencia explicativa que pongan al corriente de los cambios introducidos en el sistema de
catalogación por materias, cuando no compensa el cambio de los asientos:
Beneficencia
Para las obras posteriores a 1970
V. Asistencia social
El catálogo debe estar presente en la Lista con la constancia de que un encabezamiento (y de las referencias que este uso pueda provocar) ha sido ya
utilizado. Cuando esto sucede por primera vez, se hace una señal junto al encabezamiento en la Lista. También se hacen constar en ella, en el lugar debido,
los encabezamientos y subencabezamientos que hayan tenido que ser utilizados
y no consten allí. Sólo en el caso de los nombres propios convendrá mantener
un fichero aparte. Las grandes bibliotecas necesitan, por supuesto, mantener su
propio fichero de autoridad.
Por fin, no puede olvidar el bibliotecario español su obligación de contribuir
a la continua actualización de esta obra.
8. Ordenación alfabética. La ordenación del catálogo alfabético de materias debe atenerse a las normas establecidas en el cap. 9 de las Reglas de
Catalogación: I. Monografías y publicaciones seriadas (Madrid: Dir. G. del
Libro y Bibliotecas, 1986).
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