Los primeros asentamientos de Andalucía

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Los primeros
asentamientos
de Andalucía
Los poblados del Neolítico o las migraciones de nuestros ancestros desde África hacia Europa hace
más de un millón y medio de años, son algunas de las claves demográficas que se investigan hoy en
yacimientos como el de Orce para reconstruir la adaptación del ser humano a su entorno.
> Paul Palmqvist Barrena / Catedrático de Paleontología
E
l concepto de asentamiento humano ha ido cambiando durante el
transcurso de nuestra evolución.
Así, hasta que tiene lugar el advenimiento de la agricultura y la ganadería en el
Neolítico, hace unos 10.000 años, con
sus consecuencias inmediatas sobre el
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incremento en la producción de alimentos, sus posibilidades de almacenaje y,
con ello, la necesidad de defender terrenos apropiados como campos de cultivo
y pastoreo frente a otras sociedades, no
se producen los primeros poblamientos
estables. Ligados a ellos se dejan sentir
también los primeros impactos antrópicos sobre el medio natural, con el inicio
de la deforestación y el exterminio de muchas especies autóctonas. La sedentarización trajo como consecuencia un aumento
exponencial en la densidad de población,
permitiendo usar el exceso de alimentos
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Paisaje de Orce a inicios de la época
Pleistocena. En primer término aparece un
félido con dientes de sable, de la especie
Homotherium latidens, en segundo plano
se representan tres elefantes de la especie
Mammuthus meridionalis, mayor que los
modernos elefantes africano y asiático, y
tres caballos de la especie Equus altidens.
Ilustración: Mauricio Antón.
revolución industrial durante la segunda
mitad del siglo XVIII y principios del
XIX. En última instancia nos habría de
conducir a la sociedad globalizada de
nuestros días, inmersa en las ventajas que
nos aportan la tecnología y la medicina
modernas, pero también en las condiciones de deterioro ambiental y de hacinamiento humano en las grandes urbes, en
las que asistimos a una alienación creciente de los ciudadanos.
en el mantenimiento de gremios artesanos y élites gobernantes liberados de las
tareas agrícolas, con lo que surgen los rudimentos de la sociedad moderna. Paradójicamente, este cambio demográfico se
tradujo también en un descenso en la calidad de vida, lo que se evidencia en una
disminución significativa de la estatura
en estas poblaciones cuando se las compara con la de los cazadores-recolectores
del Paleolítico. Esto es consecuencia de
una menor calidad en la dieta, más basada ahora en los cereales que en la carne,
así como por la aparición de problemas
prácticamente inéditos hasta el momen-
to. Tal es el caso de las caries dentales,
los conflictos armados entre poblaciones
vecinas o la transmisión epidémica de
toda una serie de nuevas enfermedades,
muchas de ellas originadas en los propios
animales domésticos.
La segunda explosión demográfica
tuvo lugar con la mecanización de los
medios de producción, acontecida en la
Tomado desde esta perspectiva, el estudio del marco cronológico en el que se
produjo la primera dispersión de nuestros
ancestros desde el continente africano
hacia el resto del Viejo Mundo, hace más
de un millón y medio de años, el análisis de las capacidades tecnoculturales
de estas lejanas poblaciones, así como
el contexto ecológico y ambiental que la
hicieron posible, podría parecernos, a primera vista, algo poco relevante fuera de
un marco estrictamente académico. No
obstante, como veremos a continuación,
es el conocimiento de las circunstancias
que permitieron que tuviese lugar dicho
evento migratorio, quizás el más significativo en la historia de la humanidad. De
hecho esto nos aporta las claves necesarias para comprender, en última instancia, las adaptaciones del género humano
a su entorno natural, desarrolladas en el
transcurso de los últimos dos millones y
medio de años, lo que en definitiva debe
permitirnos acceder a nuestra más íntima
esencia. >>
El cambio demográfico del Neolítico supuso un descenso
en la calidad de vida, evidenciando en una disminución de la
estatura por, entre otras causas, una dieta menos carnívora
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Imagen del cráneo del “viejo de
La Chapelle” descubierto en 1908.
Foto: Luna04 (Wikimedia Commons).
En Dmanisi se ha
documentado la existencia
de restos humanos de la
especie que protagonizó el
primer éxodo africano
Es precisamente en Andalucía, en el
borde nororiental de la depresión intramontañosa de Guadix-Baza, donde se ubican los yacimientos paleontológicos de la
región de Orce, que atesoran el impresionante registro fósil que debe guiarnos en
este fascinante viaje en el tiempo. No obstante, para su inicio debemos alejarnos de
estos paisajes de belleza insólita y agreste
del altiplano granadino, situándonos en
una región más remota, el Cáucaso. Allí,
próximo a Tbilisi, la capital de la actual
Georgia, se encuentra el emplazamiento
medieval de Dmanisi, bajo cuyos restos
arqueológicos se ha documentado la existencia de una importante asociación fósil
de grandes mamíferos, en la que se incluyen restos humanos de la especie que
protagonizó este primer éxodo africano.
Esto se han conservado en sedimentos
que descansan sobre un nivel de basaltos
datado en 1.800.000 años.
En Dmanisi se han exhumado varios cráneos
humanos y diversos
restos del esqueleto
postcraneal, asociados a una ingente
asociación de útiles
líticos elaborados
con una tecnología
primitiva de talla,
el denominado olduvayense. Los cráneos muestran una baja
encefalización, con volúmenes endocraneales comprendidos entre solo 600 y 775
cm3, y su morfología recuerda a
la de Homo habilis, el primer representante de nuestro género en el
continente africano. Entre ellos destacan
un cráneo y su correspondiente mandíbula, que carece de todos los dientes a excepción de un canino inferior, mostrando
una intensa reabsorción del tejido óseo al-
veolar, lo que indica que
este individuo perdió
la dentición años
antes de sobrevenirle la muerte.
Como esta condición le impediría masticar el
alimento, cabe
especular con
la posibilidad de
que sus congéneres
se lo procesasen oralmente. Conviene recordar aquí que, antes de
este descubrimiento, las
evidencias más antiguas
sobre cuidado de individuos discapacitados se encontraban en los neandertales. Es el caso
del caso del “viejo de La Chapelle”, de
una antigüedad de “solo” 60.000-50.000
años, que muestra también la pérdida en
vida de buena parte de sus dientes.
Reconstrucción de un grupo de homininos tallando las industrias líticas en sílex
recuperadas en el yacimiento de Fuente Nueva (Granada). Ilustración: Mauricio Antón.
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Reconstrucción de un grupo de félidos con
dientes en forma de cimitarra, Homotherium
latidens, abatiendo a un elefante.
Ilustración: Mauricio Antón.
Abajo, Hiena gigante, Pachycrocuta
brevirostris, fracturando un hueso largo de
ungulado para acceder a la médula de su
interior. / Ilustración: Mauricio Antón.
De hecho, hay una serie de características que indican una adaptación temprana de los humanos hacia una dieta con
mayor aporte de proteínas de origen animal que la de los grandes simios como
los chimpancés, nuestros parientes vivos
más próximos. Entre ellas se encuentran
la relación entre la longitud del intestino
y la del cuerpo, más próxima a la de los
grandes carnívoros que a la de los primates de alimentación omnívora, la absorción preferente del hierro de la hemoglobina frente al de la materia vegetal y el
hecho de que hospedemos diversas especies de cestodos que parasitan también a
los carnívoros.
Tales evidencias sugieren una adaptación temprana de nuestros antepasados al consumo de carne, lo que quizás
se podría situar hacia el origen del propio género Homo, hace dos millones y
Características como la
longitud del intestino revelan
una adaptación temprana
del hombre a la ingesta de
proteínas de origen animal
Carroñeo de los restos del elefante por las hienas gigantes, de la especie Pachycrocuta brevirostris, que consumirían los tejidos blandos no aprovechados por los homininos, dejando sus
coprolitos o excrementos fosilizados alrededor del esqueleto. / Ilustración: Mauricio Antón.
medio de años. Este cambio en la dieta
habría favorecido el incremento del tamaño corporal y la expansión cerebral, el
aumento de la sociabilidad, evidenciada
en el individuo desdentado de Dmanisi,
el desarrollo de la tecnología lítica y, en
definitiva, la capacidad de dispersión de
las primeras poblaciones humanas fuera
del continente africano, al traducirse en
un aumento del tamaño de los grupos y,
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Reconstrucción de la posible historia tafonómica del elefante de Fuente
Nueva tras ser abatido por los félidos con dientes de sable, momento en
el que los homininos lo carroñearían, desmembrando y transportando las
extremidades a otro lugar. / Ilustración: Mauricio Antón.
con ello, del territorio a prospectar en la
búsqueda de recursos animales. De hecho, si atendemos al índice de encefalización, que relaciona el tamaño del encéfalo con la masa corporal, nos encontramos
con que el cerebro humano es unas tres
veces mayor que el esperable en un simio
de nuestras dimensiones. En cambio si
tomamos como referencia al conjunto de
los mamíferos, entonces pasa a ser unas
siete veces mayor. El tejido nervioso es
muy costoso de mantener, pues aunque la
masa del cerebro humano representa solo
un 2,5 por ciento de la masa corporal, su
consumo en glucosa asciende al 22 por
ciento de la tasa metabólica basal, mientras que en los grandes simios no supera
el 8 por ciento.
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Por todo ello, cabe plantearnos qué
ventajas adaptativas supuso la expansión
cerebral en el transcurso de la evolución
humana. Una manera de enfocar este problema consiste en considerar que el cerebro compite metabólicamente con otros
órganos, como el tracto digestivo, el corazón, los riñones o el hígado. Dado que
el tamaño de los tres últimos no se puede
reducir sin acarrear consecuencias fisiológicas nefastas, esto sugiere que la economía energética llevó a que las dimensiones
del aparato digestivo en los humanos fue-
sen más similares a las de un carnívoro,
pasando su masa a representar sólo un 58
por ciento del valor esperable en un simio
antropomorfo. Por ello, la expansión cerebral progresiva que caracteriza a la evolución del linaje humano vino asociada a
una dieta más carnívora, única forma de
satisfacer las exigencias metabólicas de
este órgano. A su vez, el cambio en la dieta implicó, dado nuestro legado evolutivo
como primates, la necesidad de desarrollar
una tecnología lítica adecuada para procesar estos recursos, como las lascas de sílex
Atendiendo al índice de encefalización, nos encontramos
con que el cerebro humano es unas tres veces mayor que el
esperable en un simio de nuestras dimensiones
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Reconstrucción de una jauría del
cánido hipercarnívoro, Lycaon
lycaonoides, en un lance cinegético
sobre un caprino, Hemitragus albus.
Ilustración: Mauricio Antón.
Abajo, pareja de félidos con dientes
en forma de cimitarra, Homotherium
latidens, abatiendo a una cría de
hipopótamo, Hippopotamus antiquus.
Ilustración: Mauricio Antón.
Los yacimientos de la región
de Orce proporcionan las
evidencias más antiguas
de presencia humana en el
margen occidental de Europa
de borde cortante que permitían cortar la
piel y la carne de los cadáveres de los ungulados, algo para lo que nuestra dentición
nos incapacita frente a los grandes depredadores. Esto que disponen de muelas
carniceras secantes, o los bloques calizos,
usados para fracturar por percusión los
huesos y acceder al tuétano de su interior.
este reemplazamiento faunístico el que
permite explicar la presencia de poblaciones humanas que muestran afinidades
anatómicas con los representantes africanos más tempranos del género Homo.
Dichas poblaciones continúan usando
hasta el Pleistoceno medio la tecnología
lítica olduvayense, como se documenta en
la Gran Dolina de Atapuerca, pese a que
un modo de talla tecnológicamente más
avanzado, el achelense, hizo su irrupción
en el registro arqueológico africano en
torno a un 1.600.000 años atrás. No obstante, las bifaces características de esta
tecnología lítica no aparecen en Europa
antes del último medio millón de años,
por lo que la clave de este desfase tecnológico tendría una posible explicación en la
composición de las comunidades de grandes mamíferos en las que se insertaban las
poblaciones humanas. En todo caso, esta
ya es otra historia.
En este contexto, los yacimientos de la
región de Orce proporcionan las evidencias más antiguas de presencia humana en
el margen occidental de Europa, en torno
a un 1.400.000 años. Su estudio reveló
que la dispersión faunística no solo afectó al género humano, ya que a inicios de
la época Pleistocena se producen importantes trasvases de especies entre África
y Eurasia. Ejemplo de ello es la llegada
a nuestras latitudes de una serie de inmigrantes, como el félido con dientes de
sable Megantereon whitei, el ancestro de
los perros salvajes africanos Lycaon lycaonoides, la hiena gigante Pachycrocuta brevirostris, el gelada Theropithecus
oswaldi, el ovibovino Soergelia minor, el
équido Equus altidens o el megaherbívoro
Hippopotamus antiquus. Es precisamente
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