I.E.S. Nº1 “Dra. Alicia Moreau de Justo”. Buenos Aires AÑO LECTIVO: 2º cuatrimestre 2009 PROFESORADO: Letras Trayecto de Formación Centrado en la Enseñanza Disciplinar ESPACIO CURRICULAR: Seminario de ficción, memoria y política en la literatura Argentina contemporánea. NOMBRE DEL PROFESOR: Andrés Allegroni PRESENTACIÓN DE: Monografía NOMBRE DEL ALUMNO: Johanna Ganopolsky El sujeto en cuestión, una novela de desplazamientos En la presente monografía voy a analizar la novela La mujer en cuestión1 de María Teresa Andruetto. El trabajo estará dividido en tres apartados: 1. La novela como reconstrucción de la biografía de Eva Mondino, en el que tendré en cuenta el texto “El posmodernismo y la sociedad de consumo” de Frederic Jameson para analizar el tratamiento del tiempo, el espacio y el narrador. 2. La novela como reconstrucción de un narrador. En este apartado voy a centrarme en la recepción del texto, con el fin de realizar una aproximación al juego que se le propone al lector y al modo en que éste concretiza el texto, utilizaré como apoyo teórico El proceso de lectura: Enfoque fenomenológico de Wolfgang Iser. 3. La novela como ejercicio de la memoria, último apartado que funcionará a modo de conclusión. Esta división obedece a que entiendo que La mujer en cuestión no puede leerse desde una sola óptica, porque el ejercicio que se le propone al lector es casi el mismo que desarrolla el “narrador” para tratar incesantemente de capturar la vida, la esencia o siquiera comprender el pensamiento-accionar de Eva. El desplazamiento funciona como terreno para el conflicto en la lectura. Al narrador le falta información, al lector le falta información y el desplazamiento vuelve a operarse: a la sociedad le falta información, es entonces donde creo que el libro se convierte en un ejercicio de la memoria. 1. La novela como reconstrucción de la biografía de Eva Mondino. Escribir un texto narrativo implica, de entrada, tomar una decisión sobre el punto de vista y es justamente la elección del ángulo de observación lo que da a una serie de hechos el carácter de historia (…) María Teresa Andruetto Hacia una literatura sin adjetivos La primera aproximación a la lectura de la novela nos ofrece una afirmación que va a multiplicarse – como en espejo- en cada una de las lecturas mencionadas: hacer una reconstrucción total es imposible. Por lo tanto el intento va a ser una persecución constante. El narrador, a través de la recuperación de múltiples voces, intentará captar el sentido de la vida de Eva. Pero la pregunta por quién es la mujer en cuestión permanecerá abierta y lo que en realidad se verá son los diferentes estereotipos que conforman y definen a la sociedad argentina de varias décadas. No una vida sino una sociedad es la que queda al descubierto a partir de la exposición de las diversas opiniones. No una respuesta a quién es Eva Mondino sino una pregunta acerca de la posibilidad de llegar a un conocimiento total de la persona, acerca, específicamente, de la identidad. Siguiendo la clasificación de Mieke Bal, podemos decir que hay un tiempo de la fábula y otro de la historia. El tiempo de la fábula será en este caso el de la vida de Eva Mondino, mientras que el tiempo de la historia se medirá por lo que le lleve al narrador -y el modo en que éste elige- contar su historia. ¿Cuál es ese “modo”? En principio se nos presenta un informe, pero la falta de datos, la particular organización del comienzo (en el que se describe sin decir por qué o para qué2), o el modo de presentación de la mujer en cuestión, permitirá que veamos que se trata de un espacial modo de informe, una estilización, un uso narrativo de ese género: “La mujer en cuestión se llama, no se demorará más el asunto, Eva Mondino…” (pág. 13). A través de la primera “Nota del Informante”, podemos observar una de las características del texto: “Nota del Informante: según se ha podido comprobar lo tuvo negro, castaño claro, caoba y rubio ceniza” (pág. 12). El carácter particular de la cita radica en el contenido de la misma (¿qué tipo de informe se ocupa de saber los colores de los que se tiñó el cabello su objeto de observación, es este un dato relevante?), se trata de lo que Frederic Jameson denomina “pastiche”3. No es una parodia, en el sentido de que el efecto que provoca no es la risa o la burla del informe como género discursivo, sino que deja en evidencia el hecho de la imposibilidad de “saber” qué es lo que debe y lo que no debe incluirse en un informe de estas características. Y este no saber abre el abanico de suposiciones acerca de las intenciones del informante y sus propias motivaciones para la escritura del informe (sobre este tema volveré en el segundo apartado). ¿Cómo pensar el tiempo en esta historia? En primera instancia debemos considerar dos tiempos como los de fundamental importancia, el primero fechado pero confuso e iterativo, refiere la supuesta biografía de Eva. El segundo silenciado, da cuenta de la instancia narrativa. La confusión entre un tiempo y otro remite a la falta de datos de la que parece sufrir el narrador y su relación con la historia (la motivación por la cual escribe), pero esa falta no se evidencia sino en la cantidad de información “trivial” que aporta y las repeticiones con que a cada momento trivializa lo que podríamos considerar como puntos centrales de la vida de Eva. Un ejemplo de esto último podemos encontrarlo en los temas 1 Andruetto, María Teresa. La mujer en cuestión. Debolsillo: Buenos Aires ([2003] 2009). 2 Resulta pertinente hacer una salvedad, la versión del libro a la que me aproximo en este trabajo fue corregida o cambiada por la autora. En la primera edición se encontrarán dos hojas que darán un marco -tal vez explicativoacerca de la naturaleza del narrador. Me ceñiré sin embargo a la edición correspondiente a editorial Debolsillo (2009) porque me interesa el efecto particular que se construye a través de este no saber. 3 Frederic Jameson escribe: “Aquél (el pastiche), como ésta (la parodia), es la imitación de un estilo peculiar o único, el uso de una máscara estilística, discurso de una lengua muerta: pero es una práctica neutral de dicho remedo, sin el motivo ulterior de la parodia, sin el impulso satírico, la risa, esa sensación aún latente de que existe algo normal comparado con lo cual lo que se imita es más bien cómico”. 2 referidos a si Eva se casó efectivamente o no con Aldo –y por lo tanto si tenía derecho o no a llamarlo “primer marido”- y a si tuvo realmente un hijo, si éste murió al nacer, si en realidad nunca lo tuvo, etc. Esa colección de datos y “suposiciones” que nos presenta el narrador tomando y retomando los mismos temas desde las distintas perspectivas genera una idea de totalidad, pero de totalidad inabarcable, de la imposibilidad de captar el absoluto. ¿En qué sentido puede pensarse esto? La cantidad de discursos que se presentan sirve como muestra de algunas opiniones de una época, abarca diversas posibilidades sin definirse por ninguna, las expone y obliga al lector a preguntarse por la táctica del entrevistador para conseguir las declaraciones. Pero sobre todo formula una perspectiva en la concepción de la historia ¿dónde está la historia? ¿cómo se conforma? Si lo que importase en la novela fuese sólo la reconstrucción de la vida de Eva, la narración se hubiese agotado entre las páginas 13 y 20, en las que puede leerse cronológicamente una serie de hechos de su vida. Sin embargo, ese es apenas el comienzo de esta historia que crece a medida que crecen los personajes convocados para hablar del tema. Y esos discursos que son en apariencia secundarios se vuelven centrales. Este rasgo, junto con el manejo que hace el narrador de esos materiales, cómo y cuándo introduce los discursos –siendo que se trata de decisiones explícitas (una cita puede servir de ilustración de lo que expongo: “Este informante cree que ha llegado el momento de hacer referencia…”, pág. 87 )- es lo que dicta el tiempo de la narración, donde se concentra el peso de la temporalidad y, como intento señalar en la introducción a este trabajo, funciona como desplazamiento4. Algo similar sucede con el espacio en el que transcurre la novela, es en principio un doble espacio: ¿un escritorio? ¿un bar? Se trata de elegir un lugar en el cual se sitúa el narrador que escribió el informe que leemos y desde el cual nos habla. Por otro lado tenemos una multiplicidad de espacios destinados a la historia de Eva: los espacios de los vecinos, los espacios de la represión, los espacios de estudio, el espacio de la casa de Eva con Aldo Banegas, etc. Nuevamente tenemos una precisión –aunque más no sea vaga- acerca de los lugares en los que transcurrió y transcurre la vida de la mujer en cuestión, sin embargo no sabemos nada acerca del informante. El narrador que en primera persona dice que escribe un informe, se aleja a cada momento del formato: “… (N. del I.: si se le permitiera a este informante introducir una opinión personal, diría que como casi todos los hijos de inmigrantes por aquel entonces)” (pág. 25). Respecto de la elección del narrador dice la misma autora en Hacia una literatura sin adjetivos: “Así, en el acto narrativo que es el cuento (o la novela), el narrador cuenta, lo que es decir da cuenta de su particular modo de ver esos hechos, ya que las cosas no son lo que son de un modo absoluto…”. El narrador elegido para contar en esta novela se devela, con el correr de las primeras páginas, como un “informante” que se empeñará en averiguar a través de los dichos de otros quién es Eva. En este punto del análisis podríamos preguntarnos ¿quién es entonces protagonista de la historia? Pareciera que Eva es, en todo caso, el sujeto acerca de quien se predica, el tema de la obra. Sin embargo, aún cuando todo girará en torno a ella, el único personaje real de la novela será finalmente el narrador quien convocará al resto de los personajes a través del estilo directo e indirecto, valiéndose de distintas estrategias (comillas, la mayoría de las ocasiones), para hacer dialogar los discursos del modo que considera más conveniente. Vuelvo sobre la última cita, el narrador, aún siendo que lo que se propone como escritura es un informe cuyas características serían borrar toda marca del enunciador, no puede evitar estar presente en su propia historia, su subjetividad se trasluce a veces concientemente y otras no. Esta característica, esta evidencia que nos propone el texto vuelve a constituir otro desplazamiento ¿es posible un texto despojado de toda subjetividad? ¿Cómo leemos, cómo nos involucramos como lectores? ¿nos dejamos engañar por las supuestas pretensiones del formato o podemos hacer una lectura crítica? ¿y como sociedad… podemos hacer una lectura crítica? 2. La reconstrucción de un narrador. Definir un punto de vista frente a lo narrado no solo significa instalar el lugar del yo sino que señala el lugar que se pretende que ocupe el tú para observar los sucesos narrados (…). María Teresa Andruetto Hacia una literatura sin adjetivos Wolfgang Iser en su texto desarrolla una teoría acerca de lo que hace un lector, propone una dimensión virtual del texto, construida en base a los límites impuestos por el mismo y las experiencias del lector. En esta relación dinámica el lector a cada momento elabora una serie de expectativas con Frederic Jameson, al referirse a la temporalidad posmodernista sugiere: “… rasgos que en un período o sistema anterior estaban subordinados ahora pasan a ser dominantes, y otros que habían sido dominantes se convierten en secundarios”, me pregunto si hubiese sido posible esta novela en otra época, no ya por la temática sino por la multiplicidad de voces que conforman un conglomerado que nos deja ante la angustia de pensar el hoy como un “crisol” de discursos en el que se dificulta la comprensión. 4 3 respecto a lo que sucederá en la historia que luego verá o no cumplidas, pero a las que remitirá siempre a un esquema coherente que él mismo será responsable de armar en su imaginación5. Lo curioso del caso es que ese esquema coherente nunca termina de armarse en la novela. El lector se enfrenta a un narrador que se le escapa a cada paso y como las suposiciones de los vecinos acerca de Eva, hace sus propias suposiciones acerca de la identidad del que cuenta ¿por qué investiga?, ¿con qué propósito lo hace?, ¿quién es el narrador? El lector se ve convertido en una especie de detective, cuya mirada se reparte entre el juego que propone el narrador (llegar a conocer quién es la mujer en cuestión) y el juego del investigador (llegar a develar quién es el informante –y el mandante-). Pero no conocemos nada acerca de este narrador excepto algunas de sus opiniones y el hecho de que dispuso de dinero para pagar los testimonios – o al menos algunos de ellos (“… es cierto que estuve de acuerdo en contarle algunas cosas, y en dejar que las use a su manera, y también es cierto que necesito el dinero…” pág. 121). No conocemos sus estrategias para recavar la información, excepto que realiza grabaciones. Aunque el encomillado pretende dar cuenta de una exposición fiel acerca de los dichos de cada entrevistado, no se da cuenta en ningún momento acerca de las decisiones que llevaron al escritor del informe a preguntar por cuestiones como la que sigue: “… la mujer en cuestión se ha acostado con no menos de cinco hombres…” (pág. 55). El lector inmediato que se propone en el texto es el Mandante, de quien sabremos, como lectores, los siguientes datos: “Puede a un lector de este tiempo no parecerle demasiado agresiva la calificación de “bolche” o comunista, pero debe tenerse en cuenta que éstos eran, por entonces, motes peligrosos, sobre todo en el año 1975 y los que le siguieron hasta fines de 1982, para poner una circunstancia temporal, la del debilitamiento y caída del golpe militar, pues no sabe este informante si esos hechos, fechas y otros detalles, son, tantos años más tarde, del conocimiento del mandante, ni si esa información circula en su país, tal como aquí es de público conocimiento” (pág. 48). Surgen apenas unos datos: el mandante no vivió la época de la dictadura militar, no vive en el mismo país que el informante, de algún modo podemos suponer que es joven y que no tiene demasiada información de la época que el informante periodiza como “debilitamiento y caída del golpe militar”. Ahora bien, no sabemos las intenciones del supuesto mandante para solicitar este informe, ni su ocupación. Sumado esto al hecho de que el informe no cumple con las características propias del género, el juego vuelve a quedar abierto y la pregunta por el informante se desplaza hacia el mandante, del que incluso puede ponerse en duda su existencia real. Esta falta de información vuelve siniestro el informe: la solicitud del informe (tan detallado) puede responder a los servicios de inteligencia, a los mismos militares, a Milovic, o a cualquier otro personaje involucrado en ese tipo de accionar. Puede que el mismo informante no sepa para quién trabaja, puede que sin saberlo el informante esté colaborando con una causa “turbia”, puede que… nosotros como lectores estemos ante un informe de un militar que ideológicamente acuerde con el proceso. De modo que el texto deja abierta la incertidumbre: Aunque desconoce este informante los avances o resultados de otros informes ordenados y las necesidades o razones últimas que tiene el mandante para solicitar el presente informe, así como la relación que el mismo mantiene o mantuvo –si es que mantiene o mantuvo alguna- con la mujer que nos ocupa… (pág. 153) La imposibilidad de definir o concretar en el texto las expectativas hace que no sea posible armar un “esquema coherente” –pensemos en una cita hecha casi al principio de este trabajo en la que se presentaba a Eva, ¿por qué se la presentaría de ese modo en el informe si el mismo estuviese dirigido únicamente al mandante quien, según vemos en la presente cita, solicitó explícitamente un informe acerca de ella?- . Este hecho funciona como un nuevo modo de desplazamiento: la lectura se vuelve introspectiva y remite a nuevas preguntas: ¿qué sucedió con la sociedad en esa época?, ¿estuvo de acuerdo?, ¿podía hacer algo?, ¿hace algo ahora en función de ese pasado?, Como lectores de este informe, ¿nos volvemos cómplices? Es necesario señalar una última cuestión en relación a este punto: desde el principio de la novela, se les da el nombre de “testigos” a todos aquellos que prestaron testimonio para el informe: …en ocasiones, quien redacta este informe tiende a considerar que han existido tantas Evas como testigos la nombran, tantas como personas la conocieron y hablaron de ella. (pág. 34) Es curioso el uso de la palabra “testigo” en este caso, se diría que testigo es aquel que presencia una cosa, que da testimonio de esa cosa, pero al hablar de una vida, el término parece implicar otras Wolfgang Iser escribe: “Mientras que las expectativas pueden continuamente modificarse y las imágenes continuamente expandirse, el lector siempre se esforzará, aunque solo sea inconcientemente, por encajar todo en un esquema coherente”. 5 4 cuestiones, pone sobre aviso al ojo del lector, quien sin entender muy bien cómo comienza a sospechar de Eva ¿qué habrá hecho para que su vida merezca ser testificada? Algo habrá hecho. 3. La novela como ejercicio de la memoria Pero, como suele decirse, quien mira una casa ve un mundo, ve el mundo en el que esa casa está plantada, y quien mira con insistencia “lo privado”, termina por ver el espacio público en que esa privacidad está instalada. María Teresa Andruetto Hacia una literatura sin adjetivos Ante todo este apartado surge como una pregunta: ¿puede la ficción funcionar como memoria de un hecho histórico? A través de la estratégica recuperación de voces, la novela incluye los discursos que circulan en distintos grupos acerca de la dictadura y las personas que se vieron involucradas de algún modo en ella. Pienso en esta manera de redactar: “las personas que se vieron involucradas…”, es que en el país hay personas que realmente creen que no estuvieron involucradas en la dictadura, se sienten ajenas al proceso militar. Parece ser que esta novela viene a preguntarse un poco por esto: ¿puede alguien considerarse ajeno? ¿puede algo que sucede en el país serle ajeno a un ciudadano? ¿no es acaso, el hecho de formarse una opinión y accionar en función de ella, ser parte? Maurice Halbwachs hace una distinción entre la historia de un país y la memoria colectiva. Dice de la primera: … generalmente la nación está demasiado alejada del individuo como para que considere la historia de su país de otra forma que como un marco muy amplio con el que su historia sólo tiene muy pocos puntos de contacto… (pág. 193) Por lo pronto, no parece que la discusión acerca de los pensamientos y los sentimientos que gobernaron a cada grupo que convivió en una determinada época, puedan verse reflejados en la historia. Las memorias colectivas, gestadas en grupos, no son evocadas en los libros o manuales de historia. Su existencia queda borrada y lo que se cuenta es “la verdad” que prevaleció, o la que oficialmente se prefiere o se establece por motivos políticos. La recuperación de estas memorias colectivas a través de la novela abre una nueva posibilidad de reflexionar acerca de las propias actitudes como sociedad, de los propios modos de relacionarse con la realidad, de los prejuicios inconscientes que subyacen a los grupos. La información más trivial se resignifica: catalogar a una persona por el modo en que se viste (“…tenía aspecto de hippie, no era como nosotras…” pág. 26), puede ayudarnos a pensar una época y contribuye a la compresión de la historia como un objeto mucho más complejo que una serie de hechos. Sumado a los discursos el uso del género específico para narrar, permite ver una postura estética, ideológica y política de la autora. Para terminar, quiero detenerme un momento más en esa reflexión del informante acerca de si circula o no –hoy en día- información acerca de lo sucedido durante la última dictadura militar. Creo que eso es lo que novelas como esta vienen a ofrecer, la recuperación de las memorias colectivas, de los imaginarios de la época, recuperación que apela –cuestiona- a un sujeto: el lector. Novela analizada Andruetto, María Teresa. La mujer en cuestión. Buenos Aires: Debolsillo ([2003]2009). Bibliografía consultada Andruetto, María Teresa. Hacia una literatura sin adjetivos. Córdoba: Comunicarte (2009). Bal, Mieke. Teoría de la narrativa. Madrid: Cátedra (1985). Halbwachs, Maurice. “Memoria colectiva y memoria histórica”. Revista Sociedad. 12-13 (1998): 189-201. Iser, Wolfgang. “El proceso de lectura: Enfoque fenomenológico”, en Estética de la recepción, Coord., José Antonio Mayoral (1987): 215 – 284. Jameson, Frederic. “El posmodernismo y la sociedad de consumo”, en La posmodernidad, Coord., Hal Foster (2002): 165 – 186. 5