Si el respeto por la naturaleza llegase en forma de olimpiada, todos deberíamos hacernos deportistas BURBUJAS OLÍMPICAS DE VERANO Las medallas de Río celebran el amor por la naturaleza, porque se han fabricado siguiendo estrictos criterios de sostenibilidad, hemos leído en un bello titular estos días; incluso a los podios (de madera certificada y reutilizables) llega el cuidado ambientalista. La apertura del viernes 5 fue brillante y primó en sus mensajes dos palabras clave si se piensa en el Planeta: naturaleza y compromiso, que se reclamaba para sí mismo y se pedía al resto del mundo. La madre Tierra fue generosa con este país, continúa siéndolo. Necesitamos ahora devolverle su generosidad, para que nos reintegre ciento por uno, como siempre hace. Río 2016 recordó una parte de las amenazas que vive el planeta: el calentamiento global como ejemplo. La metáfora del niño, que encuentra la esperanza en unas ramas que brotan del suelo, se quiso extender a los deportistas que al entrar al gran desfile depositaron una semilla para luchar contra la deforestación, en forma de un naciente jardín y bosque olímpico. Pero no todo son alegrías ecológicas en estos eventos, plagados también de agresiones económicas y sociales, que distorsionan la imagen de ese país. Como sucedió en Pekín hace ocho años, que limpiaron el aire por unos días, ningún trozo de excremento o plástico se verá en televisión chocándose con los cascos de los hermosos veleros por Yacarepaguá, colector de muchas disfunciones ambientales y sociales, pero las bacterias no entienden de estas componendas. Los espectadores, acostumbrados a creer que solo existe lo que sale en sus pantallas, se verán atraídos por el espectáculo deportivo y olvidarán la realidad ambiental, que también podrían apreciar si auscultaran con detalle el territorio donde viven. Por eso, debemos aprovechar estos eventos para llamar la atención de forma duradera sobre la necesidad de hacer la paz con la naturaleza, como lo fue Río 92; ¿Se acuerdan? Si así fuese, todos seríamos unos verdaderos olímpicos ecologistas merecedores de muchas medallas, que sin duda nos otorgaría la Madre Tierra –Brasil de manera especial porque el territorio amazónico nos refrigera el clima y es un paraíso de biodiversidad- en forma de recursos de vida. Proponemos que figure como logo del deporte mundial. Sería una buena pedagogía. Estos días nos visitan, ¡qué atrevimiento!, las Perseidas. Expresemos un deseo muy grande: ¡Qué todo vaya bien en Río 2016 y haya un mañana!