LOS POBRES Extracto de un texto más largo con este título Alberto

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LOS POBRES
Extracto de un texto más largo con este título
Alberto Hurtado S.J.
El mandamiento del amor arraigado en el tema de la justicia, floreciendo en la vida de
trabajo, ha de manifestarse espléndido con todos, pero especialmente con los predilectos de
Cristo, con los pobres. Quisiera poner ante sus ojos esta noche qué son los pobres en la mente
de Cristo, cuál es su grandeza, y al mismo tiempo cuáles son sus dolores, y lo que podemos
hacer por ellos.
El mensaje de Jesús ha significado la más formidable revolución en cuanto a la
apreciación de riqueza y pobreza. El concepto pagano de la vida pone su confianza y su
aprecio en las riquezas; el cristianismo en la pobreza. Los ídolos del paganismo antiguo y
contemporáneo encarnan el placer, la voluptuosidad, el poder... hoy además el confort. El
Dios cristiano al venir a este mundo para redimirnos, enseñarnos, ser nuestro modelo es un
Dios unido íntimamente con la pobreza... casi diría, con la miseria. Su cuna, la cuna que tiene
todo niño por pobre que sea, no la tuvo... fue una pesebrera de animales... A los pocos días de
nacido huir... y comer el pan del destierro. Durante 30 años la austera vida del trabajador que
no tiene las comodidades de la fortuna...
En su vida pública: duerme... come... camina a pie sin provisión... Cuando le preguntan
cuál es su casa... Los pájaros... y así lo vemos dormir en el monte, barco; sentado polvoriento,
reseco por la sed junto al pozo Jacob... La rabia de sus adversarios hace que no pueda
permanecer en algún sitio: vaga de pueblo en pueblo; de región en región, aprovechando
cuando se le ofrece el alojamiento y la limosna que le brinda la hospitalidad de un amigo... Y
al final de sus días después de habernos dado Él, todo: ejemplo, amor, prodigios de caridad...
cuando la gratitud de los enfermos que sanó, muertos resucitados, hambrientos que alimentó,
lo debía haber proclamado Rey, lo encontramos muriendo desnudo, reseca su lengua,
afiebrada su frente, herida cual terreno arado sus espaldas, muriendo en la cruz en la pobreza
y desnudez más total... y aun entonces dándonos lo único que le quedaba, su perdón, su
Madre, su cielo...
Se rodea de pobres y a los ricos que se le asocian los invita a dejarlo todo por seguirlo,
dejarlo por lo menos en su afecto, y a muchos en la realidad efectiva: Si quieres ser perfecto:
ve, vende lo que tienes... Y así Mateo rico; Lázaro, Marta y María lo siguen en su vida de
pobreza... La historia continúa y a las almas que aspira a llevar a la más alta perfección las
invita a la pobreza o las empobrece de antemano. Y en sus corazones desposeídos hace nacer
la humildad, la paz, la sencillez, todas las virtudes... Las almas desposeídas tienen la inmensa
riqueza de poseer a Cristo; sienten la libertad de espíritu para anunciar la verdad con valentía;
sienten esa simplicidad y pureza que hacía de Francisco de Asís el hermano de las aves y de
los animales; el celo de Javier, el divino impaciente.
Estos pobres han sido los grandes ricos del mundo, su tesoro más preciado, la paz más
pura del valer del hombre y la esperanza de su resurgimiento en las épocas más
atormentadas... ¡Oh, Señor! en estos siglos de riqueza enséñanos a amar la pobreza como a
madre, pobres voluntarios, para que se reparta abundante la riqueza de tu gracia...
Queriendo llenar su casa dice en el Evangelio “Vayan a los rincones de las calles, y
tráiganme prontamente a los pobres y a los enfermos, a los ciegos e inválidos”. Son los
indigentes que llevan la señal del Hijo de Dios a quienes pertenece la entrada en la ciudad
Santa. Jesús dice que para ellos ha sido enviado: “A evangelizar a los pobres he sido
enviado”. Y de hecho es a los pobres a quienes dirige la palabra en el monte santo:
“Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”. Si a ellos pertenece el
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cielo, que es el Reino de Dios en la eternidad, a ellos también les pertenece la Iglesia que es el
Reino de Dios en la tierra.
La Iglesia les pertenece; son los primeros que han entrado en ella (1Cor 1, 26-28). Los
ricos al entrar se despojaban de sus bienes y los ponían a los pies de los Apóstoles a fin de
venir a la Iglesia, que es la ciudad de los pobres, con el corazón de la pobreza. De aquí hemos
de concluir el respeto a los pobres y a los indigentes, como a nuestros primogénitos en la
familia de Jesucristo. Santiago apóstol con gran solemnidad nos dice: “Oíd, hermanos míos
muy amados: ¿No es cierto que Dios ha escogido a los pobres a fin de que fuesen ricos en la
fe y los herederos del Reino que ha prometido a los que ama? Y a pesar de eso, aún osan
despreciar a los pobres. Crueldad, por tanto no honrarlos”
La Iglesia es ciudad edificada para los pobres; ella es la ciudad de los pobres. San Pablo
dice: “En la Iglesia no hay muchos sabios según el mundo, ni muchos poderosos, ni muchos
nobles, sino que Dios ha querido elegir lo que entre ellos había de más humilde”. Por eso la
Iglesia es Iglesia de pobres y en sus comienzos los ricos al ser recibidos en ella se despojaban
de sus bienes y los ponían a los pies de los Apóstoles para entrar en la Iglesia de los pobres...
Grandes de esta tierra, revístanse de sentimientos cristianos y miren con respeto a los
pobres. Mediten seriamente en la caridad de Nuestro Señor, que si los honores del siglo los
ponen en una situación elevada respecto a ellos, el carácter de Jesucristo, que ellos tienen el
honor de llevar, los eleva sobre ustedes.
Y estos predilectos de la Iglesia cuánto sufren. Su carne es carne de dolor. Su alma llena
de amargura, su vida un tejido de privaciones... su mañana ¿qué será? ¿Tendrá trabajo?
¿Tendrá pan? ¿Tendrá como enterrar a su hijito muerto? ¿Cómo alimentar a su madre
anciana?
¿Qué hacer ante la pobreza? Oyentes los que tienen una situación más holgada, sin
amargura lo digo, con profundo amor, para ser testigo de la verdad de Cristo. La misión de los
ricos es servir a los pobres. Jesús no necesita de los ricos ni de la riqueza para Sí. Él ha venido
en profunda humildad y no reclama nada para Sí. Para su culto lo más sencillo: agua, pan,
vino, un poco de cera... Nunca ha estado mejor servido que cuando se le sacrificaba en los
calabozos y cuando la humildad y la fe constituían todo el adorno templos.
Pero a los ricos sí los necesita Jesús, para el servicio de sus pobres. Jesús no necesita de
nada según su poder; pero necesita de todo según su compasión. Es un gran misterio. La
misma compasión que lleva a Jesús inocente a cargar con todos nuestros crímenes lleva a
Jesús incluso a cargar con todas nuestras miserias... Aquí tiene hambre, allí sed; en una parte
gime encadenado... sufre al mismo tiempo el frío y el calor. Jesús pobre, el más pobre de
todos; cada uno sufre por sí, Jesús por todos.
Y por sus pobres llama a los ricos. Si no hubiese en su Iglesia más que pobres ¿quién los
socorrería? Podría enviar a sus Ángeles, pero más justo que sean asistidos por los hombres sus
semejantes... Y en la Iglesia santa, la Iglesia de los pobres, los ricos también tienen entrada
con un pasaporte, el servicio de los pobres. Por tanto oh ricos, lleven los títulos que quieran en
el mundo; en la Iglesia no son más que los servidores de los pobres.
¿Por qué algunos han de vivir en tanta abundancia y satisfacer hasta los deseos más
inútiles de una curiosidad estudiada, mientras su hermano no puede sostener a su familia, ni
calmar el hambre que lo devora? Para llenar esta desigualdad, ha fundado su Iglesia en la que
recibe a los ricos, pero para servir a los pobres. Ricos, si no llevan el fardo de los pobres,
sucumbirán; pero si lo llevan tomando parte de su miseria, merecerán participar también de
sus privilegios. No despreciemos pues más la pobreza ni la tratemos de grosera y plebeya. El
Rey de la gloria la ennobleció también haciéndose pobre.
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