150 aniversario de la canonización de san felipe de jesús

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FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD
E
150 ANIVERSARIO DE
LA CANONIZACIÓN DE
SAN FELIPE DE JESÚS
María de Guadalupe González Pacheco
l pasado 8 de junio la Iglesia Católica celebró los 150
años de la canonización
—en 1862, por el Beato
Papa Pío IX— del primer santo
mexicano, San Felipe de Jesús, quien
murió martirizado en Nagasaki, Japón, a los 23 años de edad, el 5 de
febrero de 1597, junto con otros 25
cristianos. Este santo ha tenido una
especial importancia para los mexicanos, por ser el primer santo mexicano y, por muchos años, el único
canonizado de nuestra patria. Por
lo mismo, la Ciudad de México y
su Arzobispado lo nombraron su
segundo patrono, después de la
Virgen de Guadalupe.
Cuando se cumplió el Primer Centenario de la Canonización de San
Felipe de Jesús, en 1962, Don Francisco Orozco y Jiménez, quinto Arzobispo de Guadalajara, promovió,
junto con el Obispo de Nagasaki, la
construcción de una iglesia en el lugar del martirio que llevaría el nombre de San Felipe. Y el Episcopado
Mexicano declaró solemnemente a
San Felipe de Jesús como Celestial
Patrono de la Juventud Mexicana,
y en especial de la Acción Católica
de Jóvenes Mexicanos, ACJM. Por
otra parte, una infinidad de iglesias
y templos en México están dedicados a este santo.
El día de la canonización —que
aquél año coincidió con la Solemnidad de Pentecostés— sobre el
frontispicio del Vaticano, junto
al emblema del soberano Pontífice, lució el escudo mexicano y la
imagen del Primer Santo Mexicano dentro de la Basílica de San
Pedro, en Roma, ante la presencia
de varios obispos, sacerdotes y fieles mexicanos. Más tarde, el Papa
Juan Pablo II instituiría un nuevo
Título Cardenalicio: el de Santa
María de Guadalupe y San Felipe
de Jesús, conferido al octavo Arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús
Posadas Ocampo, que luego pasó
al Cardenal Juan Sandoval Iñiguez,
y con sede en la Basílica Parroquial
de la Virgen de Guadalupe, en la
Vía Aurelia, de Roma.
Algunos podrán pensar que con
la canonización de los siguientes
santos mexicanos, la figura de San
Felipe de Jesús pasó a un segundo
plano, quedando como uno más
entre muchos. Pero en el fondo, de
acuerdo a los planes de Dios no es
así. Los dones que Él concede son
sin arrepentimiento y si San Felipe
de Jesús tuvo el privilegio de ser el
primer santo y mártir mexicano reconocido como tal y de ser durante
tanto tiempo el único, era ciertamente porque Dios quería que su
figura resaltara de manera especial
y resplandeciera como por toda la
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“¿Cuál será el
mensaje que
Dios nos quiso
transmitir al
dejar tanto
tiempo a San
Felipe de Jesús
como único santo
de México? ”
eternidad como un faro iluminador
sobre los demás santos que vendrían
a continuación.
¿Cuál será el mensaje que Dios
nos quiso transmitir al dejar tanto
tiempo a San Felipe de Jesús como
único santo de México? Ante todo,
quiso mostrarnos un joven inquieto, que por momentos se vio deslumbrado y atraído por los bienes
de esta tierra y, al buscarlos, se buscó egoístamente a sí mismo, como
nos sucede al resto de nosotros con
mucha frecuencia. Sin embargo, al
abrirse a la gracia de Dios, se abrió
también a su voluntad y, quitándose del centro a sí mismo, puso
en el centro a Dios, a quien dedicó
ya toda su energía y toda su vida
hasta el final.
El recorrido en la fe de San Felipe de Jesús es también un ejemplo para nosotros en el sentido de
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permitirnos ver cómo, si nosotros
damos simplemente nuestros pocos panes y peces, Jesús los multiplicará hasta el infinito, para bien
de toda la humanidad. Porque San
Felipe simplemente tomó la decisión de ser misionero, pero nunca llegó a tener la oportunidad de
serlo en el sentido tradicional del
término. Ni siquiera había tenido tiempo de aprender japonés.
Él sólo tomó la determinación de
quedarse en Japón. Y Dios, sin requerir de él que dijera una sola palabra, lo convirtió en un misionero que habló con una voz mucho
más potente que la humana, con la
voz del sacrificio de Jesús, al cual
él unió su humilde sacrificio en el
monte del Tateyama. Jesús tuvo la
delicadeza con Felipe, de permitirle que su muerte se identificara
en una multitud de detalles, con la
que padeció Él mismo. Como Él,
a Felipe no le quitaron la vida, él la
entregó generosamente por su propia voluntad, pues habría podido
evitar el martirio; como Jesús, Felipe recorrió una larga vía dolorosa
en la que sufrió burlas, escarnios
y malos tratos; como Él, también
murió en un monte, en una cruz;
como Él su corazón fue atravesado
por una lanza después de muerto
Después de atravesarlo con las dos
lanzas reglamentarias, lo traspasaron con una tercera para elevar su
cuerpo y ajustar bien el sedil, que
originalmente había quedado fuera de lugar, ya que se pretendía que
el cuerpo permaneciera un tiempo
prolongado en la cruz. De no tener
sostén, podía acabarse deslizando
a tierra, evitando así lo que se pretendía: que todos lo vieran ya corrupto y devorado por los cuervos.
Pero esto no sucedió. Los cuerpos, rodeados por una valla que
pretendía impedir la recolección
de reliquias por parte de los cristianos, permanecieron incorruptos durante nueve meses. Y esto
fue ocasión de grandes prodigios.
Todos los viernes, a partir del 14
de marzo, se veía en medio de los
mártires una columna de fuego, de
donde se difundía una diversidad
de centellas, a manera de estrellas
resplandecientes de distintos colores, que todos los presentes podían
ver y admirar, como confirmando
lo que dijo el profeta Daniel: que
quienes enseñaron el camino de la
justicia lucen ya como el resplandor del firmamento. La enseñanza
principal que Jesús, a través de su
siervo Felipe, quiso transmitirnos,
fue la del infinito valor de la cruz,
de la cruz que es el eje de toda la
historia de la humanidad. Y no fue
casualidad que la cruz de Felipe, la
número 13, estuviera situada pre-
cisamente al centro, como eje de
todas las demás. No es tampoco
casualidad que muchos de los santos mexicanos canonizados años
más tarde, hayan seguido en la
estela de Fray Felipe, recorriendo
el camino de la cruz bajo la forma
del martirio.
¿Por qué quiso Dios inundar a este
sencillo joven con tantas y tan notables gracias? Precisamente por ser
pequeño, sencillo, humilde. Y para
recordarnos que, sin necesidad de
hacer cosas grandiosas y viviendo
en la pequeñez, humildad y sencillez de nuestra vida, pero con una
entrega total a la voluntad de Dios,
poniéndolo a Él siempre como
nuestro centro, buscando sólo sus
intereses y abrazándonos de nuestra cruz, podemos llegar, como San
Felipe, a una total unión con Dios,
es decir, a la santidad.
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