William Chislett: «El déficit y el futuro de las pensiones obligan a

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William Chislett: «El déficit y el futuro de las pensiones obligan a
formar Gobierno con rapidez»
ABC, 28 de febrero de 2016
Fernando Pérez
El escritor y periodista británico cree que en los casos de corrupción ha fallado
«el sistema de contrapesos y controles» institucionales
Corresponsal de «The Times» en Madrid durante la Transición, Chislett es uno
de esos británicos enamorados de España que, no solo se acaban estableciendo
aquí, sino que convierten nuestro país en una fijación analítica. En su nuevo libro
para el Real Instituto Elcano, «A New Course for Spain: Beyond the Crisis», trata
de explicar el nuevo escenario económico español tras la resaca de las «vacas
gordas» del insostenible modelo del ladrillo.
-¿Qué cosas se han hecho bien estos años para estabilizar una situación que en el
verano de 2012 amenazaba con el desastre?
-El PP heredó una situación crítica y su gran logro fue evitar el rescate del país y
limitarlo a algunos bancos. El sistema bancario es bastante más solvente ahora.
También las exportaciones han sido un logro del sector privado, y poco conocido
fuera de España. Lo que espero es que las empresas no dejen de exportar a
medida que el mercado doméstico esté más fuerte. Hay que seguir. Los países
que son fuertes exportadores suelen tener economías más sostenidas.
-¿Cuáles son las tareas pendientes?
-Hay mucho populismo. Volver a 2012, como propone el PSOE en determinadas
materias no es aconsejable. Hay que seguir el camino de ahora, pero creo que no
se ha logrado controlar el gasto autonómico. Un año más, España no va a cumplir
con el objetivo de déficit de Bruselas. Aquí hay trabajo por hacer y pensar en
gastar como antes es un error. También hay margen para recaudar más atacando
el fraude y la evasión. Y este país necesita que las instituciones que deben
controlar las cuentas y los gastos, realmente lo hagan. Hace falta un sistema de
contrapesos y controles. De haber sido mejor, todos los casos de corrupción
hubieran salido antes. El PP no aceptó la gravedad del problema.
-¿Se puede hablar de recuperación consolidada en España con la inestabilidad
que se vive a nivel global?
-Un país con un nivel de desempleo de más del 21% difícilmente se puede decir
que se ha recuperado. Las cifras macroeconómicas de 2015 fueron bastante
buenas, pero la plaga del desempleo sigue y va a seguir por mucho tiempo.
-¿Cómo valora el impacto de la reforma laboral?
-Ha sido positivo, pero a costa de mucho empleo precario. Al escribir este libro
descubrí que España tiene el récord mundial en número de reformas laborales en
los últimos cuarenta años, más de cincuenta, y aún con esto, el mercado sigue
siendo disfuncional. Y es que el problema es más de modelo productivo. El de
las «vacas gordas», basado en la construcción, era insostenible. Una vez
desaparecido, tenemos más de dos millones de contribuyentes menos a la
Seguridad Social que en 2007. Volver a la tasa de paro del 8% que debemos
considerar como de pleno empleo en España, no va a ser fácil. Y es obvio que
derogar la reforma laboral no ayudaría.
-¿Se han hecho avances para cambiar este modelo de ladrillo y turismo?
-La clase política busca soluciones a corto plazo, y por eso llegó el boom de la
construcción, pero hay que avanzar hacia un modelo más basado en el
conocimiento, más sostenible, aunque menos intensivo en creación de empleo.
-Quizás los políticos deberían comenzar por un gran pacto educativo...
-Sí, porque cada nuevo gobierno cambia todo lo que ha hecho el anterior. Y
quitando o poniendo Ciudadanía o dando más religión no se soluciona el
problema. Sigue la enorme tasa de abandono escolar. Y no es asunto de dinero:
gastamos por alumno más o menos como el resto de países... Hay que motivar
más al profesor. Y acabar con un sistema que obliga a aprender de memoria de
un modo excesivo.
-¿Hay desconfianza de los inversores por la incertidumbre política?
-Está claro que no les gusta. Aunque Bélgica estuvo casi 600 días sin Gobierno y
no colapsó... Pero España no puede estar tanto tiempo así, porque aquí hay dos
problemas que se deben solucionar rápido: el déficit presupuestario y la crisis en
la Seguridad Social. Tú no puedes seguir pagando las pensiones con el dinero de
la hucha de las pensiones, que ya está más o menos en la mitad que en 2011. Se
tira de ella porque no afecta al déficit, pero no va a durar para siempre. El pacto
de Toledo hay que reformarlo otra vez y no se puede esperar... El mensaje que
daban las elecciones era claro. Los votantes pedían enterrar las diferencias, pero
parece que no ha llegado a los líderes políticos...
-¿La crisis ha vuelto a la sociedad menos tolerante con la corrupción?
-Cameron ganó las elecciones como reconocimiento a que salvó la economía.
Rajoy, hasta cierto punto, también lo hizo, pero no ha sido reconocido. La gente
recuerda la corrupción. Los votantes naturales del PP están enfadados. Este es un
país que no tiene cultura de dimitir. En el mío, un ministro de Energía, Chris
Huhne, tuvo que irse por intentar que su mujer cargara con una pérdida de
puntos por exceso de velocidad. Eso aquí es impensable. Pero es verdad que los
españoles son ahora menos pasivos, están más dispuestos a denunciar la
corrupción. Antes, aunque mucha gente no estaba directamente implicada, se
beneficiaba de un modo u otro. Se hacía a veces la vista gorda. No creo que la
sociedad española sea corrupta, pero la clase política sí se ha convertido de
alguna manera en una élite extractiva. Son como rentistas que viven de
comisiones, amiguismo, clientelismo, nepotismo... El nepotismo es el lado
negativo de la gran importancia que se da a la familia en España: si no fuera por
ella y su fortaleza, se habrían producido más problemas sociales.
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