Estaba pensando contaros una pequeña historia, real, por supuesto, a estas horas de la tarde. Ignoro si sabré expresarme como se merece el protagonista de la historia, o mejor dicho, los protagonistas, padre e hijo, pero voy a intentarlo. Allá por el mes de junio, ocurrió un accidente aéreo en las cimas de un pueblecito precioso de Galicia, Villa Garcia de Arousa. Su piloto, un caballero y un profesional magnífico, salvaba la vida cuando paseaba a una pareja de recién casados en su precioso helicóptero, empresa a la que se dedicaba no hacía mucho tiempo. Este buen amigo, por razones que, sólo la providencia conoce, un día antes había hablado conmigo animándome a recogerme en el aeropuerto de Granada pues tenía que venir a la sierra de Lanjarón a realizar unas fotografías aéreas. La invitación residía en recogerme ese viernes, una vez finalizado el trabajo, e irme con él desde granada a vigo, en un viaje preciosísimo de los que no estamos acostumbrados, la mayoría de los mortales, y permanecer ese fin de semana con ellos, a fin de conocer a su padre y navegar en unos de los numerosos barcos de vela que construye, del que hoy por hoy, estoy locamente apasionado por comprar. Las condiciones cilmatológicas del viernes de esa mañana, hicieron que este piloto me telefoneara desde el aeropuerto de vigo para decirme que la niebla impedía su salida hacia el sur y que por tanto perdía el trabajo que le habían encomendado. Entre una y otra conversación de ánimo le dije que no se preocupara por mí, que lo importante era el trabajo y que además esa misma mañana, muy de madrugada, me habían llamado notificando la muerte de un primo hermano mío, y que, por tanto, me era asimismo, imposible irme con él. Transcurrió el viernes algo apesadumbrado y el lunes por la mañana temprano recibo un e-mail a manera de telegrama de este amigo y piloto, que me hizo estremecer por momentos. En el mismo decía que buscara las noticias del sábado en televisión y el periódico del Faro de Vigo. De manera inmediata y un poco con la mosca detrás de la oreja, me puse manos a la obra. Cual fue mi sorpresa cuando en primera plana de dicho periódico y en video, aparece el helicóptero de mi amigo completamente destrozado y en portada la noticia siguiente: "gracias a la pericia del piloto Xurxo García, los pasajeros que iban volando, salvaron su vida". Imaginaos como me quedé. Localicé de inmediato via movil a mi amigo y el tío, con más fuerza que un toro y sin apenas poder hablar, estaba acostado e inmóvil en la cama de un hospital esperando a ser intervenido. Los mecanismos del rotor de cola habían saltado por los aires y en décimas de segundo se precipitaba al vacío en aquella sierra. Se me saltaron las lágrimas y el magnífico piloto me comentaba que si hubiese venido a granada a por mí, bien yendo o bien de regreso, hubiésemos tenido una gran sorpresa en el aire. Su padre, Don Julio, entregado en cuerpo y alma a su hijo, me iba informando día a día, de una manera elegantísima y de una calidad humana fuera de lo común, los partes médicos que constantemente se emitían. Cuando pensaba escribiros esta historia, lo hice, acordándome no ya de mi amigo, ni de su pericia, ni de los avatares por los que la vida nos conduce, sino de la actitud de aquel padre hacia su hijo. Me llena de emoción cada vez que lo recuerdo, y os aseguro que me acuerdo todos los días, la magnífica entrega y su preocupación constante, abría en mi corazón, como a modo de ventana, el amor que un padre tiene hacia sus hijos. No me parece bien alargar este relato, pero vaya para Don Julio García mi más cordial agradecimiento por la atención, por la exquisitez y por la delicadeza en atender y responder ante todas las llamadas que recibían y sobre todo por la categoría humana de ese padre que bien me merece la pena nombrarlo y catalogarlo como "maestro". Fuerte abrazo para mi piloto y para su grandísimo padre de pura estirpe gallega mi más absoluta consideración y cariño. Que terminéis feliz el domingo.