La diferencia que a veces hace la diferencia…

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La diferencia que a veces hace la diferencia…
El título del artículo puede parecer simplemente un juego de palabras. Pero en
realidad no lo es, y ya veremos por qué. Pero para ir entrando en tema, nos estamos
refiriendo a la diferencia de inventario de hacienda, calculada como inventario inicial
menos inventarios inicial, que integra el margen bruto de la actividad tambo, al igual
que la integra en la producción de carne también.
Es sabido que esta diferencia, primero calculada en kilos, luego se valoriza en
dinero, y ello utilizando los valores a cierre de ejercicio, tanto para el inventario de
cierre (obvio) pero también para el de inicio. Y la razón de valuar los inventarios a
inicio a valor cierre, lo que puede parecer algo inapropiado, tiene por finalidad sacar del
medio el “ruido” que producen las variaciones –subas o caídas- en los precios de la
hacienda entre inicio y cierre.
Si hubo subas, en algunos casos, o bajas en otros, ello no es mérito ni culpa del
empresario, respectivamente. Y la intención es que la empresa pueda saber cómo varió
su capital hacienda, pero solamente considerando lo hecho tranqueras adentro, y
dejando de lado las variaciones del mercado, que se consideran en otro ítem a la hora de
evaluar el patrimonio.
La diferencia que a veces define…
Esto viene a parafrasear el título del artículo. Y es que las diferencias de inventarios
de hacienda no son un tema menor. Puede ocurrir, por supuesto, que los inventarios de
hacienda tengan poca variación entre inicio y cierre de ejercicio, tanto en leve alza
como en leve baja. Y en ese caso, estas diferencias no son de alto impacto como para
definir qué ocurre con el margen de la actividad.
Pero puede ocurrir, y esto es lo que se viene observando en los últimos ejercicios,
que las diferencias de inventario han tomado valores importantes, y pasan a ser un
componente definitorio y que se analiza con lupa.
Y ello se debe a varios factores que han venido actuando. Por un lado, se ha dado el
achicamiento de los tambos, por un tema de márgenes brutos en evidente desventaja con
respecto a la agricultura, unido a una caída en la rentabilidad del negocio lechero, entre
otros motivos, por los deprimidos precios de la leche. Porque no necesariamente un
avance de la agricultura tendría que haber implicado una reducción en la lechería. Con
los sistema que pueden posibilitar que, a costa de alta suplementación, se puedan tener
altas cargas sin sacrificar producción, estaba y está la posibilidad de poder seguir
llevando a cabo el negocio lechero en menor superficie. Pero la decisión fue reducir el
tambo en vista de sus bajos resultados, agravado ello por años con escasas
precipitaciones, bajos rendimientos de silos, y la necesidad de “importar” mayor
cantidad de alimento que lo habitual.
Y también operó otro factor. Alguna empresas, embarcadas en una política de
reducción de deuda, tomaron la decisión de “realizar” parte de su capital hacienda, es
decir vender cabezas para reducir deuda, y en un momento en que los valores de la
hacienda han venido en franca suba. Ello no constituye es una decisión ni buena ni
mala. Cada empresa debe evaluar la situación en la que se haya, los pro y contra de una
decisión así, y llevar a cabo lo que evalúe mejor. Pero lo que es innegable es el impacto
que tuvo esta decisión en la diferencia de inventario, el único ítem del margen bruto que
puede ser tanto positivo como negativo: es decir aumentar o deprimir el resultado
cuando se restan a los ingresos, los egresos.
En las buenas…y en las malas…
Más de una vez se ha comentado que en realidad, la diferencia de inventario está
comparando, al fin y al cabo, solamente dos “fotos”: una a inicio y otra a cierre de
ejercicio, mostrando cómo han variado los inventarios. Y el hecho de ser simplemente
fotos, limita lo que están mostrando. Ya al día siguiente de ese inicio o cierre de
ejercicio seguramente se producen modificaciones en los inventarios, de modo que esa
foto deja de tener vigencia. Por ejemplo, y citando casos reales, que en la semana
posterior al cierre de ejercicio, varias cabezas en la categoría de vaquillonas preñadas
ingresaron al tambo, hace que se modifique su categoría anterior – que por otra parte es
la de mayor valor!- con lo cual, la “foto” de valor del inventario al día de cierre –por
ejemplo el 30 de junio- ya no es tal. Y como esa situación pueden darse otras similares.
Es más, algunos consideran que es un valor que poco aporta al margen y prefieren
analizar el margen y comparar ejercicios sucesivos sin prestar mayor atención a esta
diferencia.
Pero convengamos que de alguna manera hay que poder analizar que ha pasado con
los inventarios de hacienda, y no queda otra forma que tomar esas dos “fotos” y
compararlas entre sí. Es decir haciendo esos dos “cortes”, algo similar, salvando las
distancias, a lo que puede ocurrir cuando en el balance patrimonial se calcula la deuda
con proveedores a inicio y cierre de ejercicio.
Como decíamos, es una diferencia que en algunos años ha jugado a favor, en los años
en que los tambos se iban capitalizando en cabezas de hacienda, creciendo, fuera por
crecimiento vegetativo y también, sin ser una estrategia excluyente, vía compra, de
modo de apurar los tiempos biológicos de crecimiento del rodeo. Quizás en esos
ejercicios se agradecería su aporte, mientras que hoy se la ve como un lastre importante
para los resultados del margen bruto del tambo
Hay categorías y categorías…
Ahora bien, hay además otra consideración que hacer respecto a la variación total del
inventario, y es analizar qué ha venido pasando con cada categoría dentro de esos
inventarios. Porque yendo específicamente a la actividad tambo, hay varias categorías,
desde la más valiosa que es la vaquillona preñada, hasta llegar al ternero macho, muchas
veces descartado ya al nacer, y actualmente con nuevos horizontes.
Y puede ocurrir que haya un crecimiento en alguna categoría de menor valor, por
ejemplo vacas secas, pero que paralelamente haya un descenso en la cantidad de
vaquillonas preñadas. Y puede ocurrir entonces que, según la magnitud de estas
variaciones, la diferencia de inventario termine siendo negativa, aún cuando las
variaciones en cabezas sean de la misma magnitud en ambas categorías. Y ello se debe a
la diferente valuación de vaca seca versus la vaquillona preñada.
Ganado de carne versus ganado de leche.
Decíamos anteriormente, que se ha venido viendo en las empresas en los últimos
años una reducción en los inventarios de hacienda. Es decir que se destinó mayor
proporción de la habitual a venta. En algunos casos se trató de hacienda de descarte,
pero también se agregó hacienda en producción (vacas), y especialmente la categoría
“estrella”, las vaquillonas preñadas, la categoría de mayor valor unitario por cabeza.
Lo esperable sería, en todo caso, que contra la reducción en los inventarios de
hacienda, las ventas de hacienda balancearan esa reducción. Pero no ha sido así.
Sucede que esas ventas en muchos casos tuvieron como destino el mercado de carne.
Y lo notable fue que la diferencia entre lo que valía un animal en el mercado de la carne
y lo que podía valer en el mercado de la producción láctea se fue ampliando. A tal punto
que, por ejemplo, ya durante el ejercicio 2008/09 se observó que cuanto más cerca de
inicio de ejercicio se realizaron las ventas, mayor fue la diferencia. Y por ejemplo, se
observaba que una vaca apta para seguir en ordeñe, con una valuación en el mercado
lechero de unos 2.000 $/cabeza, se vendía en el mercado de carnes a la mitad, es decir a
1000 $. Y ello producía un importante desfasaje en el resultado final. Es decir, llevado a
un extremo, si esa vaca hubiera tenido el mismo valor o similar en ambos mercados, se
habría dado una pérdida en la diferencia de inventario que se compensaba o
prácticamente, con los ingresos por ventas de hacienda. Pero eso no ocurrió y por lo
tanto, el decrecimiento en los inventarios de hacienda se hizo sentir y fuerte.
En el ejercicio 09/10 se repitió la historia, pero además acrecentada esa diferencia. Y
si, para dar números promedios, la valuación de la vaca seca o en ordeñe rondaba los
4.000 $/cabeza, en el mercado de carne, los valores pagados rondaron los 2.000 $, es
decir que se producía una pérdida de 2.000 $ por cada vaca vendida.
Nuevo escenario.
Con la mejora en le precio de la carne, se valorizó el ganado destinado a mercado. Y
con la valorización del precio de la leche, se dio como consecuencia el aumento en el
precio del ganado lechero. La brecha entre ambos mercados sigue estando, pero en
forma más reducida que en ejercicios pasados. Y, lo más importante, con las
perspectivas alentadoras en el tambo, la estrategia de varias empresas es no solo dejar
de decrecer en capital hacienda sino incluso a recomponer existencias. Ello va a tener,
en el mediano plazo, una inversión en lo que venía sucediendo con las diferencias
negativas en los inventarios.
Conclusión.
La diferencia de inventarios no es un tema menor, y puede llegar a tener un alto
impacto en el margen bruto de la actividad tambo.
Y, en empresas que se dedican mayoritariamente a la actividad tambo, el impacto
llega a sentirse fuertemente en resultado final.
Hasta se ha dado el caso de empresas que, teniendo un resultado positivo sin
considerar la diferencia de inventario, se ha convertido en negativo al contabilizarla.
Eso da una idea de su impacto...y puede hacer la diferencia…
Ing. Félix Fares
[email protected]
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