rómulo betancourt y la década de los sesenta

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RÓMULO BETANCOURT Y LA DÉCADA DE LOS
SESENTA
Alexis Márquez Rodríguez
Creo que mi presencia esta mañana en este recinto
requiere una explicación. No soy ni he sido nunca eso que
al parecer está de moda, lo que llaman un analista
político. Ni siquiera soy propiamente un político, más allá
de la definición aristotélica del “zoom politikon”. He sido y
soy meramente un testigo de lo que ocurre a mi
alrededor. Y a veces se me ocurre, como en esta ocasión,
comentar un poco acerca de lo que veo. Lo que van a oír
a continuación es eso, un comentario de mis apreciaciones
empíricas sobre la vida y obra de un personaje de
indiscutible importancia histórica como fue Rómulo
Betancourt. Son ideas un poco al desgaire, sin ínfulas de
tesis política ni de análisis histórico-político. Les ruego que
las tomen exactamente en ese sentido, sin ir más allá de
ese simple propósito. Por supuesto, mucho agradezco la
invitación a este grato encuentro, y especialmente al
ilustre rector de esta noble Casa de Estudios, reverendo
padre Luis Ugalde, quien sugirió que se me invitase.
El 18 de octubre de 1945 ocurrió uno de los hechos más
lamentables de la historia venezolana.
El derrocamiento del
general Isaías Medina Angarita es comparable con la de José
María Vargas por Pedro Carujo en 1835, afortunadamente
frustrada, o con el llamado “asesinato del Congreso”, el 24 de
enero de 1848. Con el gobierno de Medina Angarita se fue
acentuando la transición postgomecista, iniciada en 1936 por
el general Eleazar López
puede
catalogarse
democrático,
de haber
Contreras. Aunque el de este no
como
un
gobierno
genuinamente
no puede negársele al astuto general el mérito
sucedido a Gómez sin buscar perpetuarse en el
poder, liquidando, de paso, las pretensiones de los más
tenebrosos
aspirantes a delfines del fallecido dictador, y
propiciando, como primerísima medida, la disminución del
-2período presidencial de siete años a cinco. También debe
anotarse a su favor cierta apertura democrática,
aunque
tímida, de gran importancia.
Con Medina se inicia un proceso de evolución democrática,
que, aunque demasiado cauteloso, tenía que irse acentuando a
medida que se fuesen sucediendo gobiernos progresistas. Este
proceso se vería favorecido por la derrota del nazi-fascismo
en la Segunda Guerra Mundial, en la cual
la alianza de las
llamadas democracias occidentales con la Unión Soviética
había
propiciado
una
liberalización
de
los
gobiernos
latinoamericanos y una cierta colaboración entre los sectores
de izquierda y los de una derecha tolerante y tolerable.
La participación civil en el golpe militar contra Medina tuvo
causas y efectos muy importantes. Los militares golpistas
buscaron la colaboración del pequeño pero muy activo partido
Acción Democrática a través de Rómulo
calculado
propósito
de
disfrazar
el
Betancourt, con un
verdadero
carácter
militarista y dictatorial que se incubaba en el sector más
ambicioso, representado por Marcos Pérez Jiménez, quien,
ladinamente, mantenía un bajo perfil. Betancourt había creado
Acción Democrática a raíz de la muerte de Juan Vicente
Gómez. Este partido fue, sin duda, una de las más grandes
obras políticas de Betancourt, que comprendió desde temprano
la importancia de los partidos en la brega por la democracia, y
en el posterior ejercicio de esta.
La jugada les resultó perfecta. Betancourt, pese a su
sagacidad política, cayó en la trampa, y su papel se redujo a lo
que ellos querían: a servirles de coartada para simular un
carácter democrático en el movimiento, de suerte que una vez
consolidado el nuevo régimen, pudiesen desmarcarse del
-3sector civil e instaurar abiertamente una dictadura de corte
militarista. Tal
como ocurrió a partir del derrocamiento de
Gallegos, el 24 de noviembre de 1948. Fue tan eficaz la táctica
de Pérez Jiménez y sus más cercanos seguidores, que para el
golpe contra
Gallegos no necesitaron colaboración civil, que
mas bien les hubiese estorbado, y el gobierno cayó sin pena ni
gloria, sin que se disparase un tiro y sin que se moviese un
dedo para defenderlo.
Desde el principio se quiso justificar el derrocamiento de
Medina atribuyéndole un carácter revolucionario que nunca
tuvo. Llamarlo
Revolución
de Octubre es una de las más
grotescas manipulaciones que se han hecho con el lenguaje en
la historia venezolana. Ese presunto carácter revolucionario se
sigue
pregonando, por el solo hecho de haber instaurado el
sufragio universal, directo y secreto para elegir al presidente
de la república y los demás funcionarios de elección popular.
Esto es cierto, y el más grave error de Medina fue no haberse
adelantado y propiciado desde la presidencia la reforma
constitucional para establecerlo. A ello él estaba dispuesto,
pero no se atrevió a dar el trascendental paso, convencido, sin
embargo, de que en poco tiempo se iba a llegar a ello. Lo que
hizo, pues, la fementida Revolución de Octubre fue adelantarse
a lo que inexorablemente iba a ocurrir a la vuelta de poco
tiempo.
Igualmente en el lapso que va del derrocamiento de
Medina al de Gallegos hubo algunos logros
importantes, en
áreas como la educación, la salud y el manejo de la riqueza
petrolera. Sin embargo, en este último aspecto los gobiernos
de Betancourt y de Gallegos se conformaron con algunas
discretas reformas fiscales, pero no se atrevieron a tomar una
-4medida que sí hubiese sido verdaderamente revolucionaria, la
nacionalización de la industria petrolera, tal como años antes lo
había hecho México bajo el gobierno del general Lázaro
Cárdenas. Aunque quizás entonces no había en
las
condiciones
necesarias
para
una
nuestro país
medida
de
tal
envergadura.
Aquellos logros fueron encomiables, por
nada
que
compensase
el
daño
que
se
supuesto, pero
hizo
bruscamente el proceso de democratización que
al
cortar
estaba en
marcha. Esto sin contar los tremendos males que trajo al país
la dictadura militar de Pérez Jiménez, que había sido, en
realidad, el verdadero propósito del derrocamiento de Medina.
El gobierno de Rómulo Betancourt durante el trienio de la
Junta Revolucionaria de Gobierno, por él presidida, fue
evidentemente democrático. En ese lapso se dictó una nueva
constitución, que significó un
avance político indiscutible, no
obstante que había sido dictada por una Constituyente con una
aplastante mayoría de diputados accióndemocratistas, en
virtud de su abrumadora votación en las elecciones de dicha
Constituyente en 1946. En la Constitución se estableció, como
ya se dijo, por primera vez en la historia venezolana el sufragio
universal, directo y secreto, reconociendo el voto a los
mayores de 18 años, a las mujeres y a los
analfabetos. Por
otra parte, la lucha política en todos los niveles determinó el
fortalecimiento de los partidos preexistentes al 18 de octubre,
concretamente Acción Democrática y el Partido Comunista –
este gozaba por primera vez de vida legal, después de quince
años de existencia clandestina–, y motivó la creación de otros,
como Unión Republicana Democrática (URD) y el Comité de
organización
política
electoral
independiente
(COPEI),
-5inicialmente un partido de extrema derecha, que
luego dio
paso en su seno a la ideología socialcristiana.
En
la práctica fue amplio el ejercicio de los derechos
humanos, y los medios de comunicación, todavía muy poco
desarrollados, gozaron de amplia libertad, si bien con casos,
no por aislados menos graves, de abusos y atropellos contra la
libertad de expresión. También se mantuvo el principio de
separación e independencia de los poderes, aunque la mayoría
abrumadora obtenida por Acción Democrática en las elecciones
de 1947 determinó que el Congreso Nacional estuviese
demasiado
apegado a las políticas oficiales durante los
escasos nueve meses que duró el gobierno de Gallegos, pero
en su
seno los diputados de oposición tuvieron una amplia
libertad, como la habían tenido también los
diputados
de
oposición
en
la
escasísimos
Asamblea
Nacional
Constituyente. En cuanto al Poder Judicial, fue
asimismo
bastante independiente de los otros poderes, aunque hubo
algunos
hechos
de
presión
política
sobre
jueces
en
determinados casos.
La Junta Revolucionaria de Gobierno tuvo que
enfrentar
varias intentonas de derrocamiento. Estaba en su derecho, y
era su obligación, defenderse frente a ellas, y con tal motivo
hubo de
suspender las garantías constitucionales en varias
ocasiones, lo cual, como generalmente ocurre, dio oportunidad
a que se cometiesen abusos en detrimento de
los derechos
humanos. A veces las persecuciones de reales
o supuestos
conspiradores resultaron injustas, y fueron denunciados a
través de los medios de comunicación
casos de torturas a
presos políticos, algunos de los cuales fueron comprobados.
-6Graves abusos se cometieron también en los llamados
juicios de responsabilidad civil, con que se pretendió castigar
la evidente corrupción habida en los gobiernos anteriores.
Muchos de esos juicios, que concluyeron con la incautación de
los bienes de presuntos peculadores, estuvieron amañados y
recayeron sobre personas inocentes, por lo cual más tarde sus
bienes les fueron devueltos.
Otro de los hechos más notorios del trienio que va de
1945 a 1948 fue el gran auge, paralelo al de los
partidos
políticos, del movimiento sindical, que se venía desarrollando
desde 1936. Lamentablemente Acción Democrática manejó,
tanto las luchas partidistas como las sindicales, con un gran
sectarismo, el cual se aplicó también en las esferas del
gobierno, en las que fue de uso corriente lo que hoy se conoce
como clientelismo. Ese sectarismo llevó muchas veces la
violencia, incluso armada, a las luchas partidistas y sindicales.
Fueron corrientes las agresiones a los partidos y líderes de
oposición, sobre todo cuando realizaban mítines, que eran
brutalmente saboteados por turbas afectas al gobierno, lo
mismo que en las luchas por el control de los sindicatos, en las
cuales los sindicalistas de Acción
Democrática impusieron el
tenebroso argumento de la cabilla con que solían agredir a sus
opositores.
Ese sectarismo fue uno de los factores que en mayor
medida contribuyeron al desprestigio de Acción Democrática y
de sus gobernantes, y estuvo entre los motivos invocados por
los militares para justificar el derrocamiento de Gallegos. Fue
igualmente uno de los factores determinantes de que, al darse
el golpe contra este nadie saliese a la calle ni alzase su voz
para defenderlo, en contraste con lo ocurrido en 1945, cuando
-7al producirse el alzamiento contra el general Medina la policía
de Caracas, comandada por el entonces mayor Santiago
Ochoa Briceño, y un numeroso grupo de civiles, especialmente
sindicalistas, opusieron fuerte resistencia, con el trágico saldo
de muchos muertos.
Durante
el
ejercicio
de
la
presidencia
Revolucionaria de Gobierno se ponen de
psíquicos de Rómulo Betancourt, quien
de
la
Junta
relieve los rasgos
llega a esa posición
con apenas treintaisiete años de edad, y con una experiencia
política limitada a la del luchador, pero sin conocimiento
directo del difícil y delicado arte de gobernar. Su sagacidad
innata, su talento indiscutible, su habilidad para el manejo de
las situaciones inherentes a su cargo, por complejas que sean,
permiten, no obstante, que su gestión sea positiva y tenga un
final airoso.
Pero hay un
rasgo de su personalidad que, si
bien se había manifestado en su relación con sus compañeros
de lucha, era ahora, en el ejercicio del poder, que se mostraba
plenamente: el autoritarismo. Este señalamiento resulta por lo
menos extraño, tratándose de quien ha sido exaltado como el
gran demócrata. La personalidad de Betancourt demuestra que
ambos rasgos, el autoritarismo y el sentimiento democrático,
no son necesariamente antagónicos. Betancourt era, en efecto,
autoritario, de lo cual dio abundantes muestras, y ha
sido
reconocido como tal por muchos de sus amigos y compañeros
de ruta. Uno de sus más cercanos camaradas de juventud,
aunque a la larga siguieron caminos ideológicos diferentes, me
confió en una ocasión que era
cierto lo que se decía, que
Betancourt, desde joven, siempre iba armado de un revólver.
“No sólo es cierto”, me dijo, “yo te garantizo que no era de
adorno, y que en casos de necesidad haría uso de él sin
-8vacilar”. Pero tal forma de comportamiento, gracias a su férrea
disciplina y a su agudo olfato político, no lo llevó por atajos
dictatoriales, y supo gobernar en equipo, aunque con un
definido liderazgo de tal naturaleza, que ha permitido asimilar
su imagen a la de un caudillo, si bien de tipo civil. De ahí la
chistosa, pero muy significativa caracterización que de él hizo
el
semanario
El
Morrocoy
Azul,
cuando
le
endilgó
el
sobrenombre de “Napoleón de Guatire”. Algo parecido hizo
Francisco Herrera Luque cuando, en su novela Los cuatro ases
de la baraja, parangona a Betancourt con los tres más grandes
caudillos gobernantes en Venezuela anteriores a él: José
Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez.
Esta caracterización cobra más peso si se recuerda que Herrera
Luque, además de novelista, era también psiquiatra.
Dentro de este cuadro caracterológico se han comentado
siempre, como hechos anecdóticos, los estallidos
de ira de
Betancourt, cuando en plena reunión del gabinete ministerial
golpeaba su pipa sobre la mesa. Un amigo de todo mi afecto y
confianza, que
fue director general de un ministerio en el
segundo gobierno de Betancourt, y como tal le tocó asistir al
consejo de ministros cubriendo las ausencias del ministro, me
confió que él había presenciado algunos de esos arranques de
ira, y agregó, quizás exageradamente, que al único ministro
que Betancourt trataba con gran respeto y consideración era el
Dr. Rafael Pizani, ministro de educación.
A la caída de Gallegos Betancourt sale al exilio, el cual se
prolongará hasta el derrocamiento de Pérez Jiménez, el 23 de
Enero de 1958. En ese lapso dirige virtualmente, desde el
exterior, a Acción Democrática. Pero la dirección efectiva del
partido, en la
clandestinidad y dentro del país, estaba en
-9manos de jóvenes accióndemocratistas que se habían fogueado
en la lucha contra la dictadura, y a quienes Betancourt ni
siquiera conocía.
Derrocada la dictadura, Betancourt regresa al país, junto
con muchos otros venezolanos que habían sido aventados al
exilio. Habilidosamente dejó entrever que venía sin ambición
de poder –“sin apetito de poder” fue su
expresión textual–.
Sin embargo, esto era difícil de creer, dada su demostrada
vocación de estadista y su clara conciencia del papel histórico
que estaba destinado a
desempeñar, lo que, dicho sea de
paso, nada tiene que ver
con el mesianismo típico de los
caudillos tradicionales. Además, aunque no se sabe que
Betancourt haya hecho algún tipo de autocrítica por su
participación en el golpe contra Medina, que fue el primer paso
fríamente calculado para la instauración, a su debido tiempo,
de la dictadura pérezjimenista, es lógico pensar que él no
podía resignarse a pasar a la historia sólo como presidente de
la Junta Revolucionaria de Gobierno, es decir, de un régimen
de facto, que para peores penas había sido, no sólo producto
de la felonía militar, sino también la antesala necesaria de una
de las tiranías más brutales y corruptas de la historia
venezolana.
Muy
inteligentemente,
Betancourt
supo
imponer
su
candidatura, prácticamente como inevitable, en 1958. Se
enfrentó en esta ocasión a otros dos candidatos, Wolfgang
Larrazábal, apoyado por URD, el PCV y otros grupos menores,
y Rafael Caldera, lanzado por su partido COPEI. Inicialmente se
intentó lanzar un candidato unitario independiente, apoyado
por todos los partidos, pero las conversaciones en tal sentido
fueron infructuosas.
- 10 Betancourt triunfó limpiamente en los comicios, y Acción
Democrática obtuvo un total de 105 parlamentarios, entre
diputados y senadores, contra 79, en conjunto, de URD, COPEI
y el PCV. Es decir, Betancourt no sólo gana la presidencia, sino
que además asegura una holgada mayoría parlamentaria.
Betancourt asume la presidencia el 13 de febrero de
1959. Mes y medio antes, el 1 de enero, se había producido el
triunfo de la Revolución Cubana, con la huida del dictador
Fulgencio Batista. El 24 de enero, primer aniversario del
derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, llega a
Caracas Fidel Castro, y es recibido apoteósicamente en un
multitudinario mítin realizado en El Silencio. La reseña del
diario El Nacional, acompañada de una impresionante foto de
la multitud, es muy elocuente:
La concentración efectuada en El Silencio para Fidel Castro
ha sido, quizás, la más grande que se haya efectuado en aquel
sitio. El acto constituyó una profesión de fe democrática por
parte de la colectividad venezolana, que en el líder cubano ha
visto el símbolo de las luchas populares y del triunfo de los
pueblos contra sus opresores. Desde el mediodía empezaron a
reunirse millares de personas con el objeto de tomar puestos
desde donde pudieran contemplar con relativa comodidad al
dirigente cubano que ahora se dispone a lograr la culminación
del movimiento revolucionario con la adopción de medidas
prácticas destinadas a superar las contingencias económicas
padecidas por su país. Cuando se dirigió a la multitud, Castro
comenzó su discurso con la frase ‘Hermanos de Venezuela’.
Después hizo una exposición sobre los problemas sufridos en su
patria y la similitud de desgracias que han afrontado por igual
los pueblos venezolano y cubano. Analizó el drama político que
azota a su país desde la Independencia, lograda a través de
treinta años de batallas, hasta los años actuales, en que los
caudillos políticos y militares han hecho valer sus pretensiones
individuales, caracterizadas por el abuso, el crimen y el robo,
sobre las aspiraciones de millones de hombres y mujeres y la
elevada moral de las conciencias populares. Se refirió Castro a
los fusilamientos ocurridos en su tierra, después del triunfo
rebelde, y explicó que han actuado tribunales conscientes, y
que para no cometer injusticias se ha procurado que los
ajusticiados tengan un mínimo de diez asesinatos, ya que entre
- 11 los que han sufrido el castigo, hay unos que habían matado
hasta cien personas, por el solo delito de servir a la causa
democrática y rebelde, contra las orgías de sangre abiertas por
el espantado Batista.
Fidel
Castro
también
fue
recibido
en
una
sesión
extraordinaria por la Cámara Diputados, presidida por el
Dr.
Rafael Cadera. Allí pronunció el discurso de orden el diputado
de Acción Democrática Domingo Alberto Rangel, quien, entre
otras cosas dijo:
Estamos recibiendo a un hijo de Venezuela, porque Fidel
Castro tiene carta de naturaleza en nuestro país. Venezuela,
madre de libertadores, debe premiar como hijo suyo a quien ha
sabido libertar de la opresión y del terror a un país hermano.
Somos, Fidel Castro, un país que jamás se encerró dentro de
sus fronteras, que no vivió con heroísmos ajenos al drama de
las patrias hermanas y que ha tenido con orgullo de todas las
épocas de su historia el haberle tendido la mano al continente
americano para ayudarlo a salir de las tinieblas y llevarlo a la
luz infinita de la libertad (...) Castro es hoy un héroe, quizás el
único héroe que ha producido la América Latina desde que
terminó la gesta de los libertadores. Pero el héroe no significa
nada, o se perdería en la tragedia del fracaso, si no tuviera a su
lado un pueblo que es la materia prima de la historia, porque la
historia se hace en el juego de clases sociales que van tejiendo
una tela, y se hace también con la voluntad férrea y firme de
los pueblos que aspiran a libertarse y progresar.
No hizo Betancourt el mínimo esfuerzo por disimular el
disgusto que le causaba la presencia en Caracas de Fidel
Castro,
a
quien
gustaba
referirse
con
el
peyorativo
cognomento de “el barbazas del Caribe”. Frente a él siempre
tuvo reservas, las cuales se acentuaban entonces, cuando el
dirigente cubano había accedido al poder en su país. Quizás la
intuición le anunciaba tempranamente lo que habría de ocurrir
después en el
Revolución
proceso de afianzamiento y desarrollo de la
Cubana, repudiada hoy vehementemente por
muchos que antes la ensalzaron hasta el delirio.
- 12 Desde el primer momento el gobierno de Betancourt
estuvo signado por su feroz repulsa del
comunismo y de todo
lo que tuviese el sello del izquierdismo o del antiimperialismo
que él juzgaba obsoletos y desfasados. Actitud que a muchos
les resultaba por lo menos extraña en alguien de quien se
decía que había sido, en un pasado no demasiado lejano, un
ferviente partidario del comunismo, e indiscutible dirigente y
jefe del Partido Comunista de Costa Rica, donde vivió exilado
en los años 30. Manuel Caballero, sin duda el historiador que
con mayor sabiduría y equilibrio ha estudiado la vida y la obra
de Rómulo Betancourt, en su libro Rómulo Betancourt, político
de
nación,
que
no
vacilo
en
calificar
de
fundamental,
demuestra, con documentación de primera mano, lo que
durante mucho tiempo ha sido motivo de controversia en la
historia política venezolana, como es la militancia comunista de
Betancourt. Esta se inicia con un paso fugaz por el Partido
Revolucionario
Venezolano
(PRV),
con
sede
principal
en
México, que, aunque el propio Betancourt lo definió como “un
potpurri (…) de individuos de las más diversas posiciones
ideológicas”, tuvo en su seno una mayoría de venezolanos
identificados con el marxismo-leninismo, que, por lo demás, a
la vuelta
estalinista.
de poco tiempo adoptarán también una posición
Igualmente
confirma
Caballero
de
manera
irrefutable la militancia y el liderazgo de Betancourt en el
Partido Comunista de Costa Rica, especie sobre la cual el
propio Betancourt, sin llegar a negarla categóricamente,
procuró sembrar dudas e imprecisiones.
En el discurso de Betancourt en el acto de posesión de la
presidencia hubo un pasaje que no por breve deja de ser
importante, al cual, por cierto, casi nunca se hace referencia
- 13 cuando
se
habla
de
la
actuación
política
del
polémico
personaje. Es un párrafo donde, sin disimulos ni circunloquios,
anuncia que en su gobierno los comunistas no serán tomados
en cuenta, porque “la filosofía política comunista no se
compagina
con
la
estructura
democrática
del
Estado
venezolano…”. Tal afirmación, agresiva e innecesaria, equivalió
en su contexto a una suerte de declaración de guerra. Quizás
visto desde la perspectiva de hoy el parrafito no tenga mayor
trascendencia, y hasta suscite el aplauso de los más diversos
sectores
de
la
opinión
pública,
incluidos
grupos
y
personalidades de la llamada izquierda democrática. Mas en
1959 no podía tener la misma lectura. Se acababa de salir de
la dictadura, en la lucha contra la cual los comunistas habían
actuado en primerísima fila, junto con los accióndemocratistas,
en la más rigurosa clandestinidad. En las elecciones de
Constituyente de 1952 los comunistas jugaron un papel
fundamental, habiendo sido decisivos en la campaña electoral
a favor de las planchas de URD, que resultaron triunfantes, y
fueron motivo del más escandaloso fraude electoral que haya
conocido
nuestra
historia.
Igualmente
fue
decisiva
la
participación del PCV en la fundación y actuaciones de la Junta
Patriótica, que en 1957 y 1958 dirigió desde la clandestinidad
el derrocamiento de la dictadura. El PCV dio, además, una alta
cuota
de presos, exiliados y muertos en la lucha contra la
tiranía. De allí salió el PCV con un inmenso prestigio, que se
tradujo en una muy alta votación en las elecciones de 1958.
Entre los diputados a quienes iba dirigido el discurso estaban
presentes, entre otros destacados comunistas, Jesús
que
venía
de
ocho
años
de
prisión
en
las
Faría,
ergástulas
pérezjimenistas, el preso político de más largo cautiverio de la
- 14 tiranía, y Pompeyo Márquez, el legendario Santos Yorme, que
estuvo entre los principales dirigentes de la resistencia contra
la dictadura. Por otra
parte, el PCV había visto con cierta
simpatía la firma del Pacto de Punto Fijo, del cual se le había
dejado fuera, pese a que en la elaboración del documento
suscrito habían participado algunos de sus dirigente. Y hasta
es posible conjeturar que, de no haber mediado la provocación
de Betancourt en su discurso, no habría sido muy cuesta arriba
lograr de los comunistas, al menos durante un tiempo, una
posición moderada, de oposición racional, en términos no
virulentos, y hasta cierta colaboración en algunas políticas
gubernamentales dirigidas a solucionar los grandes problemas
del país.
La virtual declaración de guerra proferida por Betancourt
favoreció que los comunistas y otros sectores de izquierda
radical,
entre
ellos
accióndemocratista
el
que
desprendimiento
poco
después
de
dio
la
juventud
nacimiento
al
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), entusiasmados
ante el triunfo de la Revolución Cubana se lanzasen a la lucha
armada, tratando de emular la hazaña de los cubanos recién
bajados de la Sierra Maestra. Comenzó así la violencia que
signó la década trágica de los sesenta del siglo pasado.
El
gobierno
de
Betancourt
insurrección de la izquierda, que
tuvo
que
enfrentar
la
buscaba derrocarlo. Estuvo
en su derecho y era su obligación. El movimiento guerrillero
venezolano tenía la desventaja de que, mientras la Revolución
Cubana había luchado contra una tiranía vesánica y corrupta
hasta derrocarla –lo cual le proporcionaba grandes simpatías
de todas partes–, la
nuestra arremetía contra un
legítimo y democrático, y ello debilitaba su acción.
gobierno
- 15 Sería insensato pretender que el gobierno de Betancourt
no se defendiese ante la agresión de las guerrillas.
El
problema fue que esa defensa no siempre se hizo por las vías
legales y democráticas. La reacción de un gobierno
acosado
por un enemigo armado puede, y a veces debe ser muy dura
y
despiadada,
pero
siempre
dentro
de
una
legalidad
democrática que debe respetarse aun en las más cruentas
guerras internas o externas. Y en Venezuela eso no siempre
fue así. Por lo contrario, abundaron las acciones notoriamente
ilegales, verdaderos crímenes, incluyendo torturas y asesinatos
a sangre fría, perpetrados fuera de combate por las Fuerzas
Armadas y por los cuerpos policiales. Con lo cual no pretendo
justificar
las
atrocidades
cometidas
igualmente
por
las
guerrillas urbanas y rurales.
Por supuesto que no todos esos actos ilícitos son
imputables directamente a Betancourt. Pero sí hubo algunos
hechos de notoria ilegalidad realizados por él mismo, como,
por ejemplo, la violación flagrante de la Constitución al ordenar
la detención y el sometimiento a juicio militar de un grupo de
parlamentarios del PCV y del MIR, sin el requisito previo y
esencial del allanamiento de su inmunidad parlamentaria. Este
hecho fue tanto más grave cuanto que entre los así detenidos
–que pasaron cuatro años en la cárcel– había dirigentes de
quienes se sabía que internamente habían manifestado su
desacuerdo con la lucha armada.
Otro hecho abominable, tanto por lo ilegal como por lo
injusto, fue la persecución de profesores y maestros por el
solo hecho de pertenecer al PCV o al MIR. El propio Betancourt
informó
en
comunicación,
una
que
ocasión,
a
setecientos
través
de
educadores
los
medios
comunistas
de
y
- 16 miristas habían sido destituidos de sus cargos en la educación
oficial, sin alegar razones valederas para eso. La mayoría de
ellos, si no todos, eran ajenos a actividades subversivas,
mucho más a acciones guerrilleras.
Con
ocasión
del
octogésimo
aniversario
de
Rómulo
Betancourt, nacido el 22 de febrero de 1908, se han realizado
diversos actos en su honor. Es natural, justo y razonable. Sin
embargo, lo que no parece
muy acertado es que se haya
actuado con exceso, como con el propósito de crear una
especie de “culto betancurista”, al estilo del tan criticado “culto
bolivariano”. Lo curioso es que la “adoración” a Betancourt ha
sido asumida, entre otros, por historiadores y otras especies
que antes se habían pronunciado vehementemente contra el
“culto a Bolívar”.
Hay quienes han reivindicado la vieja especie de que
Rómulo
Betancourt
es
el
“padre
de
la
democracia”,
agregando algunos la frase “a lo venezolano”, que, por
supuesto, no logra disfrazar ni modificar la vieja superchería.
Se trata de una grotesca manipulación del lenguaje, además
de una ridiculez y cursilería carente de base histórica y
científica. La democracia no tiene padre ni madre.
Vuelvo a
Manuel Caballero, quien en su libro citado ha caracterizado
contundentemente semejante necedad:
Durante mucho tiempo, un lugar común entre perezoso y
adulador, se empeñó en consagrar a Rómulo Betancourt “Padre
de la Democracia” venezolana. Se trata de una vieja maña
producto de una sociedad con una lacrimosa actitud huérfana;
de un crecimiento histórico que no se atreve a actuar si no es
bajo una protección paternal: Simón Bolívar es así el Padre de
la Patria, Juan Vicente Gómez el Padre de la Paz, y luego
vendría este otro padrecito.
Pero llamar de tal guisa a Rómulo Betancourt repugna no
solamente a la historia, sino a la simple lógica. Porque en
- 17 cuanto a lo primero, ese tipo de héroe cultural no pertenece a
la historia, sino a la leyenda. Y segundo, cuando un sistema
político solicita o se deja imponer un padre, podrá ser cualquier
cosa, menos una democracia. Por lo demás, es un insulto a la
memoria que se pretende así halagar: desde
el primer
momento de su ser político, Rómulo Betancourt insurgió contra
el paternalismo gomecista. (Manuel Caballero: Rómulo
Betancourt, político de nación. Ob. cit. p. 15).
Sería insensato negar la importancia histórica de Rómulo
Betancourt. Su liderazgo fue evidente, plasmado en diversos
hechos de implacable realidad. Uno de ellos fue la creación de
la más poderosa maquinaria política que haya habido en
nuestro país, el partido Acción Democrática, cuya actual
postración no desmiente lo que fue en el pasado. Otro fue
haber gobernado exitosamente el país en el período quizás
más convulso en la historia venezolana, enfrentando poderosos
enemigos y no menos poderosas acciones de dentro y de fuera
del país. Derrotar la lucha armada de los años 60 fue, sin
duda, una hazaña política nada desdeñable, al margen de lo
censurable de algunos de los métodos empleados y sin hacer
juicios de valor sobre aquel hecho.
Justo es, pues, que se celebre el centenario de Rómulo
Betancourt, pero dándole la exacta dimensión a su figura, una
natural y humanísima conjunción de virtudes y defectos.
Lo
importante no es la exaltación irracional y frívola de su figura,
en una grotesca adulación póstuma, sino aprender de su vida
y de su obra, de sus aciertos, para valorarlos en tanto que guía
y ejemplo, como de sus errores, para evitar que se repitan.
Caracas, 25 de marzo de 2008
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