5. La instrucción pública en el Virreinato, 1796 Virrey José Ezpeleta

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5. La instrucción pública en el Virreinato, 1796
Virrey José Ezpeleta de Veire
Ezpeleta de Veire, José. (1796, 3 de diciembre). “Relación del gobierno del Exmo. Sor. Dn. Josef de
Ezpeleta, etc., en este Nuevo Reino de Granada con expresión de su actual estado de los diversos
ramos que abraza, de lo que queda por hacer y de lo que puede adelantarse en cada uno. Formada en
cumplimiento de lo dispuesto por las leyes de Indias para entregar al exmo. Sor. Dn. Pedro Mendinueta,
etc., electo Virrey Gobernador y Capitán Gral. de dicho Reino”. En Colmenares, Germán (Ed.). (1989).
Relaciones e informes de los gobernantes (Tomo II, pp. 153-311). Bogotá: Fondo de Promoción de la
Cultura del Banco Popular.
De la instrucción pública
A la piedad de una mujer ilustre por su nacimiento y todavía más por sus loables sentimientos, se debe
la fundación de la única casa de enseñanza de la juventud de su sexo que hay en esta capital y en todo
el Reino. Se han aumentado diez religiosas más, en virtud de real permiso para que puedan, unidas a
las de su primitiva erección, desempeñar su instituto, y así como este ha recibido de la mano liberal del
señor Arzobispo actual de esta Diócesis cuantiosos socorros y fundaciones, que en lo material lo han
enriquecido, es de esperar que de la misma reciba útiles reglamentos, adaptados a los piadosos fines
que se propuso su fundadora.
Es ciertamente digna de la más buena memoria la persona que por medio de este útil establecimiento ha
procurado facilitar a los jóvenes el aprendizaje de amas de casa y madres de familia; pero no lo será menos
cuando logre este Prelado que reciban las niñas una educación correspondiente a estos objetos, y que sin
dejar de instruirse en la religión y buenas costumbres, que es lo principal, y en que no dudo se pone mucho
cuidado, se instruyan también o se eduquen para la sociedad, donde deben volver pasados algunos años.
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Educación en la Independencia
No sin motivo he tocado este punto, porque no habiéndose tomado pie para esta fundación de alguna
de las de España, de donde pudieran haber venido dos o cuatro religiosas que diesen el principio a
esta obra, y siendo las que aquí han abrazado este instituto personas que vivieron en el mayor
recogimiento, entregadas casi del todo a ejercicios de piedad y devoción, sería de recelar que por
seguirlos exclusivamente con toda la oportunidad que les ofrece el claustro, se olvidasen o no cuidasen
mucho aquellos otros que no pueden perderse de vista en una ciudad como ésta, en donde para
una vida puramente religiosa bastan cuatro conventos de monjas, no habiendo más que uno para la
educación pública del sexo. Por tanto celebraría yo que si alguna vez hubiese de tener el Gobierno
alguna intervención o influjo en la formación, variación o adiciones de los reglamentos de éste, como
me parece podrá tenerla, la emplease felizmente en procurar el logro de los fines expresados, cuya
importancia es tan conocida, que haría un agravio a todos en detenerme a manifestarla.
La juventud masculina logra más abundantes recursos, porque además de haber Seminarios Conciliares
en Cartagena, Panamá, Popayán y Quito, en donde también hay Universidad y Colegio Real, hay otros
dos colegios en esta capital, con las denominaciones del Rosario y San Bartolomé. El del Rosario es del
Real Patronato, y según las leyes de este y sus peculiares constituciones, se halla reglada la provisión
de empleos de Rector y Vicerrector, de catedráticos, y de colegiaturas formales.
El de San Bartolomé también reconoce al Rey por patrono, pero se halla incorporado en el Seminario
Conciliar, cuya dirección corresponde al Ordinario Eclesiástico, y de aquí ha nacido una complicación
de jurisdicciones que alguna vez ha llegado a turbar gravemente la buena armonía de ambas potestades.
Para evitar semejantes acontecimientos en lo futuro, para que la educación literaria pueda recibir un
sistema uniforme y para que el colegio seminario siga bajo la dirección y método que le convienen, se
ha propuesto últimamente a Su Majestad que se agreguen al del Rosario las becas o colegiaturas de San
Bartolomé, que no sean seminaristas, con sus respectivas dotaciones, y que dejándose éste en calidad
de puro Seminario encargado al señor Arzobispo, siga el del Rosario en la de público y real, como
ahora se halla, para todos los que no quieran precisamente ceñirse a la carrera de la Iglesia.
Esto mismo había insinuado el actual señor Arzobispo en su papel reservado que cité más arriba; pero
como hubiese hecho renuncia del Rectorado de San Bartolomé el Prebendado que lo servía, y aun se
mantiene en él, y con este motivo me parece conveniente oír el dictamen de aquel prelado, acaba de
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producirlo en unos términos más extensos, según consta del expediente que se ha formado, y en que
ha sido preciso oír también la voz del Fiscal de Su Majestad, por el interés que tiene el Real Patronato.
Esta circunstancia me pone fuera de toda necesidad de hablar más largamente del asunto, porque no
es mi ánimo prevenir de modo alguno el juicio en materias sujetas al examen de los Ministros que el
Rey tiene destinados para este fin.
En el actual estado de los colegios es de advertir que sus estudios se hallan reglados por una Junta
autorizada por Su Majestad; que en el año anterior se ha suprimido en uno y otro la cátedra de Derecho
Público, y sustituido la de Derecho Real como más propia y conveniente en las circunstancias del país
y del tiempo; que en orden a la provisión de empleos y nominación de colegiales, se han propuesto a
Su Majestad ciertas modificaciones que se instruirá Vuestra Excelencia por las noticias que existen en
la Secretaría, y que ambos necesitan de una visita, de la cual, por insinuación mía, se encargó años
hace el señor Arzobispo, aunque no la ha podido practicar por sus ocupaciones y otros motivos; pero
sea cual fuere la planta que haya de dárseles por Su Majestad, es necesaria la visita, que bien ejecutada
puede producir útiles resultados, y nada pide tanto tino y cuidado como la elección del Visitador, a no
serlo el mismo Arzobispo.
La universidad de esta capital tiene el nombre de pública, pero no la realidad. Se mantiene a cargo de
los religiosos de Santo Domingo, cuyos individuos alternan en el honor de Rectorado exclusivamente.
Desde la expatriación de los jesuitas se trata de dar la mejor forma, y se expidió real cédula para este
fin, que hasta hoy no ha podido lograrse por las oposiciones continuas de los religiosos de Santo
Domingo, por falta de fondos y porque la numerosa Junta creada al intento en un cuerpo difícil de
congregarse y poco a propósito para tratar materias de esta clase y llevarlas a una perfecta conclusión,
habiendo de concurrir unos empleados como el Oficial Real y el Contador del Tribunal de Cuentas,
que no tienen conocimientos ni aun nociones de la materia.
Últimamente se remitió de la Corte el Plan que para el establecimiento había formado y dirigido a su
Majestad el señor Arzobispo Virrey, encargando el cumplimiento de la cédula anterior, y que todo se
tratase en la referida Junta.
Se ha congregado éstas algunas veces, más bien para decidir las incidencias del expediente que para lo
principal del asunto, en que se ha declarado muy poco. Ni es de esperar se adelante, cuando las diligencias
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previas se reducen a pedir o recordar el envío de las noticias de varias cantidades de temporalidades,
aplicables a los fondos de la Universidad, sobre que contestaron los Oficiales Reales de Mompós, no
sin fundamento, que ocupados en las atenciones diarias del despacho de las cajas, no tenía tiempo ni
manos para una operación que requería uno y otro, y a que sólo podrían destinar algunos momentos
desocupados. Así es que de un año en otro se detiene o entorpece la ejecución de los pensamientos más
útiles, y siéndolo a todas luces el de la erección de Universidad pública, es necesario buscar un medio
para cortar los embarazos que ocurren en su logro, y yo no encuentro otro que el que voy a proponer.
La oposición de los religiosos de Santo Domingo cuando se trata del beneficio público que es de sumo
interés en cualquier estado, pudiera evitarse imponiéndoles perpetuo silencio, y entonces contentarían
con ser miembros de la Universidad, no pudiendo aspirar a mantenerla por más tiempo en su poder.
La falta de fondos no es absoluta. La actual Universidad tiene algunos: los colegios también tienen los
suyos, y en el expediente constan otras cantidades aplicables. Lo que falta para el completo del caudal
necesario, ya sea para el edificio en que deba colocarse la Universidad, ya para dotaciones de cátedras
y otros fines, podría impenetrarse de la piedad del Rey y de las Temporalidades ocupadas a los jesuitas,
que nunca tendrían un destino más conforme a la voluntad de Su Majestad que éste, ni más apetecido
del público, ni más útil para este Reino y sus habitantes, cuyas donaciones y memorias piadosas hacen
una no pequeña parte de la temporalidades ocupadas a la extinguida Compañía.
Si después de restituido el Seminario Conciliar a su antiguo edificio, y a la dirección del Ordinario
Eclesiástico, no se pensase en dar al edificio que ahora ocupa el colegio de San Bartolomé otro destino,
como ha propuesto el señor Arzobispo, podría ocuparlo la Universidad, y sólo habría que gastar en
adaptarlo más a este nuevo objeto, y dotar los costos de reparos de su hermosa iglesia, que con
sentimiento de los amantes de las artes y del buen gusto, camina a su ruina, siendo una de las mejores
de América.
Pero aún resta otra dificultad, y es la del plan de estudios que deba seguirse, y para cuya formación es
menos proporcionada la Junta que para todo lo demás. Previendo yo esto mismo, he informado a Su
Majestad que esto es lo más conveniente que remita un plan, de los últimos y buenos que se hayan
formado para las universidades de la Metrópoli, y podrá adaptarse aquí según las circunstancias, con lo
que se logrará también la uniformidad de enseñanza y gobierno de esta Universidad con las de España,
en cuanto pudiere y conviniere uniformarla.
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