La necesidad de acotar el "activismo" de la Inspección General de

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Universidad de Buenos Aires
From the SelectedWorks of Martin Paolantonio
2004
La necesidad de acotar el "activismo" de la
Inspección General de Justicia: el caso "Jasler
S.A."
Martin Paolantonio
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Título: La necesidad de acotar el "activismo" de la Inspección General de Justicia: el caso "Jasler S.A."
Autor: Paolantonio, Martín
Publicado en: LA LEY 2004-A, 1476
SUMARIO: I. La Inspección General de Justicia y la práctica del Derecho Societario. - II. La "nueva"
Inspección General de Justicia. - III. El caso "Jasler S.A.". - IV. Primera aproximación a lo resuelto. V. Los argumentos de la resolución de la IGJ en el caso "Jasler S.A.". Tratamiento individual. - VI. A
modo de conclusión
I. La Inspección General de Justicia y la práctica del Derecho Societario
La Inspección General de Justicia ("IGJ", como se la conoce generalmente en el ambiente
jurídico y contable) tiene a su cargo, como se sabe, el órgano estatal que desarrolla el poder de
policía en materia societaria en el reducido -pero sumamente relevante desde el punto de vista
económico- ámbito geográfico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El art. 299 y sigtes. de la ley de sociedades comerciales "LSC" (Adla, XXXII-B, 1760), bajo el
título "De la Fiscalización Estatal", señala las competencias básicas de la "autoridad de
contralor" y la Ley 22.315 -Ley Orgánica de la Inspección General de Justicia (Adla, XL-D,
3988)- complementa y especifica la más genérica referencia de la LSC.
En ejercicio de sus funciones específicas, la IGJ establece periódicamente criterios sobre temas
de su incumbencia, mediante Resoluciones Generales, entre las que se destaca por su
importancia práctica la Resolución General 6/80, de la entonces denominada Inspección General
de Personas Jurídicas (Adla, XLI-A, 607) (1).
Nótese, que por su propio ámbito de actuación y competencia local, la IGJ no tiene como
función dictar normas reglamentarias de la LSC, debiendo acotarse al ejercicio del poder de
policía societaria y a sus atribuciones registrales (2).
No se nos escapa que la línea divisoria entre autoridad de aplicación y autoridad reglamentaria
puede ser en algunos casos de difícil delimitación, aunque en la práctica la IGJ se ha limitado,
en materia societaria general (3), a cumplir con el -hasta ahora- más difundido entendimiento
acerca de sus funciones.
El rol acotado de la IGJ, que para quienes ejercen la profesión resulta un hecho evidente y
consecuentemente sin necesidad de demostración (4), habría de sufrir un drástico giro al
producirse el cambio de autoridades luego de la asunción de Néstor Kirchner.
II. La "nueva" Inspección General de Justicia
Mediante decreto 655/2003, se designó como Inspector General de Justicia a Ricardo Augusto
Nissen, conocido doctrinario del Derecho Societario, quien daría prontamente a su gestión una
impronta novedosa, transformando a la otrora "aburrida" IGJ en el centro de atención de todos
los profesionales vinculados a la práctica societaria.
Pareciera que, de la noche a la mañana, se hubiera determinado que la IGJ había por años
descuidado sus deberes específicos de policía administrativa, debiéndose depurar prácticas
societarias consideradas -hasta el momento- válidas, o al menos ajenas a las potestades de la
autoridad administrativa de control.
Comenzaron así a dictarse normas generales e individuales que, en opinión de buena parte de
los abogados del foro local, excedían las incumbencias propias de la IGJ.
Así, la resolución general 7/03 (Adla Bol., 25/2003, p. 42), publicada en el Boletín Oficial del 25
de septiembre, estableció recaudos para la actuación e inscripción de sociedades extranjeras,
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dificultando severamente su registración (5).
En una orientación conceptualmente similar, la resolución general 8/03 creó un registro para la
inscripción de actos aislados de sociedades extranjeras, y la resolución general 9/03 aclaró
ciertos aspectos de la resolución general 7/03.
En virtud de la resolución general 7/03 es posible afirmar que la IGJ exacerbó su competencia
administrativa como poder de policía respecto de los arts. 118 y sigtes., LSC (6).
Además de los citados actos administrativos de carácter general, llegarían otros de alcance
individual, cuestionando la validez de las asambleas unánimes autoconvocadas (7), el
otorgamiento de poderes generales de administración y disposición (8), y la amplitud del objeto
social con relación al capital inicial de la sociedad (9).
No es nuestro objetivo el analizar esas normas generales o individuales, las que mencionamos
como inicio de un cambio de política de actuación que pone a la IGJ como un regulador de
hecho de la normativa societaria, sino la resolución adoptada en el Expediente 1.730.450 de la
IGJ, mediante la cual, ya sin dudas, se vislumbra un "activismo" de la IGJ en una cuestión tan
central del Derecho Societario como lo es el recaudo de pluralidad de personas (art. 1°, LSC).
Al analizar lo resuelto en el expediente mencionado (10), no sólo demostraremos sus severas
falencias argumentales desde una perspectiva jurídica y económica, sino que quedará visible la
necesidad de finalizar con el "activismo" de la IGJ, reconociendo las limitaciones a su
competencia y la necesidad de respetar el frecuentemente violado principio de división de
poderes.
III. El caso "Jasler S.A."
Los hechos son ciertamente sencillos y habituales en la práctica societaria: se trataba de la
solicitud de registro de una sociedad anónima -Jasler S.A.- cuyas acciones se suscribieron en el
contrato social por dos personas, a razón del 99% y 1% del capital social.
Ante esta circunstancia, la IGJ denegó la inscripción de la sociedad, considerando que no podía
entenderse cumplido el presupuesto de pluralidad de personas que la LSC -art. 1°- requiere
para la existencia del ente ideal.
La conclusión se apoyó en los siguientes argumentos:
a) la pluralidad de personas no puede tener una función puramente formal, pues el
consentimiento de un socio sólo debe considerarse jurídicamente relevante en la medida que
tenga un contenido económico suficiente como para implicar una voluntad verdadera de realizar
aportes y correr con los riesgos de beneficios y utilidades que implica la figura de la sociedad;
b) las sociedades anónimas no han sido creadas como instrumentos para limitar la
responsabilidad de sus integrantes ni para quebrar los principios generales de la universalidad
del patrimonio, sino como contratos idóneos para la concentración de capitales a los efectos de
emprender negocios de gran envergadura;
c) las "sociedades de cómodo" se encuentran excluidas de nuestro derecho, entendidas éstas
como el recurso utilizado por aquellos empresarios individuales que sólo aparentemente actúan
como entes societarios, sea por la vía de la simulación de la pluralidad o por el denominado
negocio indirecto;
d) la pluralidad formal no es suficiente para el nacimiento de un nuevo sujeto de derecho, con
personalidad propia y con el excepcional beneficio de la limitación de responsabilidad; y
e) en casos como el de Jasler S.A., correspondería la desestimación automática de la
personalidad jurídica, por lo que mal podría inscribirse la sociedad.
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IV. Primera aproximación a lo resuelto
Anticipamos nuestro desacuerdo con el criterio adoptado por la IGJ, y en los apartados
siguientes explicaremos en detalle las razones de nuestro parecer.
Por ahora señalemos que, de ser lo resuelto una sentencia, no dudaríamos en calificarla como
arbitraria, en tanto no importa una derivación razonada del derecho vigente.
Más aún, visualizamos en los argumentos utilizados para denegar la inscripción, un excesivo
dogmatismo y rigidez en la interpretación de las normas, doctrina y jurisprudencia que se cita,
sumado a la existencia de juicios apriorísticos acerca del carácter y justificación que
corresponde atribuir a la responsabilidad limitada como nota típica de las sociedades anónimas,
así como algunos resabios de la olvidada tesis institucionalista en materia societaria.
Adicionalmente, pero no menos importante es que, sea mediante normas de alcance general o
individual, la actividad de policía societaria que corresponde a la IGJ no es el mecanismo ideal
para modificar o reglamentar normas de la LSC, y mucho menos para dirimir cuestiones
controvertidas en la doctrina y jurisprudencia, sin las mínimas garantías de debate y discusión
que típicamente acompañan al proceso parlamentario.
V. Los argumentos de la resolución de la IGJ en el caso "Jasler S.A.". Tratamiento
individual
En el apartado 3. de este trabajo indicamos los fundamentos por los cuáles la IGJ denegó la
inscripción registral de Jasler S.A.
Toca ahora un análisis individual de esos argumentos.
Comencemos por la cuestión de la "pluralidad formal" de la constitución de Jasler S.A.
Cierto es que la doctrina nacional (11) ha resaltado la necesidad de la existencia de una
pluralidad real, no aparente o simulada, en tanto tales circunstancias suponen una violación del
carácter pluripersonal del contrato de sociedad en la LSC.
Ahora bien, el recaudo de pluralidad de personas no está sujeto a ninguna proporcionalidad o
distribución mínima de índole legal, y mal puede arrogarse la autoridad administrativa el poder
de determinar un "mínimo" de participación de un socio a efectos de considerar que
"realmente" se ha prestado el consentimiento.
No se requiere mayor análisis, por otra parte, para vislumbrar la inseguridad jurídica de un
criterio numérico discrecional por parte de la autoridad de control (12), y la irrazonabilidad de
presumir "iure et de iure" el carácter simulado de estas sociedades.
Tampoco, aun aceptando al efecto discursivo el acierto de la solución cuestionada, parece que
pueda considerarse lo resuelto como un ejercicio útil del poder de policía.
Así, el presupuesto simulado consentimiento respecto del 1% del capital social bien podría
extenderse a un número que la autoridad de contralor considerara aceptable para luego, de
múltiples maneras (13), retornar al esquema original deseado por los socios.
Y resulta al menos paradójico que la IGJ adopte ahora este "novedoso" criterio, cuando ha sido
el propio Estado Nacional quien, en numerosas oportunidades, ha aprobado por decreto la
constitución de sociedades con esa distribución accionaria (14).
Se menciona también en la resolución IGJ 1412 que la sociedad anónima no es un vehículo
para quebrar el principio de universalidad del patrimonio, sino para permitir la concentración
económica en el desarrollo de proyectos de gran envergadura.
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Dejemos momentáneamente lo vinculado al principio de universalidad del patrimonio -cuestión
sobre la que volveremos al analizar el supuesto "privilegio" de la responsabilidad limitada- para
centrarnos en la parte final del argumento.
Es cierto que, históricamente, la sociedad anónima ha permitido -y aun hoy permite- concentrar
inversiones y llevar a cabo proyectos acordes a tal captación de recursos. Ese, como es sabido,
fue el origen de la hoy denominada sociedad anónima, utilizada para las "aventuras" de la
colonización.
Pero está claro que hoy, la concentración económica puede ser, y como dato de la realidad es,
bastante limitada. Puede o no gustarnos que mini emprendimientos adopten la figura de la
sociedad anónima, pero lo cierto es que la propia IGJ exige un capital mínimo de $12.000, que
seriamente no puede pensarse sirva para llevar a cabo emprendimientos de gran envergadura.
Si lo que se pretende es limitar el uso de sociedades anónimas para casos en los que, quizá, la
figura a utilizar sería la sociedad de responsabilidad limitada, deben preverse las reformas
legales necesarias o -sin ir tan lejos- que la IGJ requiera un capital mínimo acorde a tal
característica o finalidad del tipo -la que, vale la pena señalarlo, no se aprecia en las normas
legales vigentes-.
El tercer argumento, referido a las "sociedades de cómodo", luce formalmente inatacable.
El problema, sin embargo, radica en concretar el concepto de una manera que no infrinja, por
parte de la autoridad administrativa, pautas de razonabilidad, ni provoque una situación de
inseguridad jurídica por la laxitud del concepto.
De hecho, este último razonamiento no es separable del inicial vinculado a la "pluralidad
formal", y consecuentemente pasible de las mismas observaciones.
El cuarto argumento es el que, en nuestra opinión, muestra un manifiesto prejuicio sobre una
cuestión que indudablemente puede debatirse en el ámbito doctrinario y eventualmente
parlamentario -y resolverse donde corresponde: los tribunales-, pero claramente no
determinarse ni utilizarse como criterio para el ejercicio del poder de policía administrativo en
materia societaria.
Nos referimos, como el lector ya habrá anticipado, al "excepcional beneficio de la limitación de
responsabilidad" (15).
Como bien se conoce, la limitación de responsabilidad es una nota tipificante de la sociedad
anónima (art. 163, LSC), común por otra parte en todas las legislaciones sobre la materia.
La limitación de responsabilidad no es una consecuencia de la pluralidad de personas, sino del
tipo societario. Así, el problema de la "pluralidad formal" es en todo caso de carácter general, y
no propio de las sociedades anónimas.
Ahora bien, en la doctrina está abierto el debate acerca de los efectos económicos y eventuales
límites que corresponden asignar a la limitación de responsabilidad -incluyendo interesantes
propuestas de "lege ferenda"- (16), y no se ve por qué la autoridad de contralor habría de
definir la cuestión sin que existan elementos normativos que sustenten el criterio adoptado.
Cierto es que la responsabilidad limitada no es un principio absoluto y que no puede ser
utilizado abusivamente (art. 1071, Cód. Civil).
Pero nos permitimos dudar de que la regla de universalidad del patrimonio tenga el alcance que
la resolución IGJ 1412 pretende asignarle.
No sólo se opone a ello lo expuesto precedentemente, sino la existencia de normas concretas,
como las del contrato de fideicomiso (ley 24.441, -Adla, LV-A, 296-) (17), que señalan
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claramente la erosión del concepto de patrimonio único como atributo de la personalidad
jurídica, y la factibilidad de creación de patrimonios especiales, con finalidades particulares
ajenas a la satisfacción de los derechos de los acreedores del patrimonio "general".
La última justificación de la resolución IGJ 1412 señala que, en casos como el de "Jasler S.A.",
correspondería la aplicación automática del art. 54, LSC y la consecuente desestimación de la
personalidad jurídica. Cita a tal efecto un fallo de la Cámara Nacional en lo Civil, en el que se
resolvió que "debe rechazarse la tercería de dominio promovida por una sociedad comercial
respecto de los fondos embargados a otra sociedad en un juicio por cobro de pesos, si el
tercerista reviste calidad de entidad controlada por el demandado -en el caso, esta última posee
el 99,99 % del capital social de aquélla-, por aplicación de la teoría de la penetración societaria
-art. 54, LSC-, dado que la constitución del tercerista resulta fraudulenta a los intereses del
actor y violatoria de sus derechos constitucionales" (18).
Sin embargo, de la lectura del fallo, se aprecia que no existe una aplicación automática del art.
54, LSC (19), sino una razonada valoración de circunstancias de hecho a efectos de denegar la
pretensión del tercerista.
Por otra parte, el razonamiento no es lógicamente adecuado: importa una petición de principios
el uso como premisa de la conclusión a la que se pretende arribar. En efecto, la afirmación de la
aplicación automática del remedio previsto por el art. 54, LSC, supone incluir como punto de
partida de la argumentación la verificación del supuesto de hecho de la norma, que es
claramente lo que se debe demostrar para la procedencia de la solución legal.
VI. A modo de conclusión
El reciente rol protagónico que ha asumido la IGJ en el ejercicio de sus funciones de policía
societaria marca un cambio en el ámbito del derecho societario que hay que observar con
cuidado, particularmente cuando pareciera que el contenido de normas individuales y generales
recientemente dictadas exorbita la competencia legal de la autoridad de control.
Si bien alguna de las finalidades que persigue la normativa de reciente data merecen la
aprobación general, debe tenerse presente que las resoluciones de la IGJ no pueden
transformarse en una reglamentación general de la LSC, ni en un mecanismo para dirimir
cuestiones interpretativas con enfoques doctrinarios controvertidos.
En particular lo resuelto en el caso "Jasler S.A." muestra una peligrosa tendencia a analizar
cuestiones del ámbito de la competencia de la IGJ con argumentaciones que tocan puntos
centrales de la normativa societaria, fuera del ámbito de la policía societaria.
Adicionalmente, los fundamentos del caso "Jasler S.A" no se sustentan en una aplicación
adecuada del derecho vigente -que a todo evento tiene otros mecanismos para mitigar los
efectos del "privilegio" de la responsabilidad limitada (20)-, el que no autoriza las presunciones
de fraude y simulación que campean en la Resolución IGJ 1412.
Tampoco es conforme a derecho una aproximación "numérica" al concepto de pluralidad de
personas, ni una valoración negativa de la responsabilidad limitada como característica del tipo
(21), tema este último que puede debatirse por sus consecuencias sobre terceros acreedores
"involuntarios", sea en la esfera doctrinaria o parlamentaria, pero no ser resuelto por la
autoridad de contralor de la LSC en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
(1) Denominación que, aunque el tema dista de ser relevante, refleja mejor la naturaleza del organismo que la actualmente vigente por
imperio de la ley 22.315.
(2) Aunque no dudamos, como lo señala Benseñor, que el estudio del poder de policía societario es inseparable de la concepción política
que anime las ideas acerca de la intensidad en que debe producirse el intervencionismo estatal (BENSEÑOR, Norberto R., "Fiscalización
estatal y poder de policía societario", "Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones", 1987, p. 340), nos parece claro que la
discusión ha de verificarse partiendo del reconocimiento de que la "autoridad de contralor" es autoridad de aplicación en los términos de
la ley 22.315 para el caso de la I.G.J.
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(3) Esto es, fuera de competencias especiales como las previstas respecto de las sociedades que realizan operaciones de capitalización y
ahorro, para las cuales la actividad reglamentaria de la IGJ ha sido más profusa lo que se explica, considerando que es de competencia
de la IGJ "reglamentar la actividad" (art. 9°, inc. f, ley 22.315).
(4) De hecho, tanto los profesionales del Derecho como de las Ciencias Económicas con actuación en el ámbito societario visualizan a la
IGJ como parte de la "rutina de trabajo", sin esperar ni suponer que el ejercicio del poder de policía pueda implicar discusiones
sustanciales sobre cuestiones reguladas por la LSC.
(5) No se puede prescindir de que la visión de las autoridades nacionales respecto del capital, formal o sustancialmente extranjero, es
particularmente negativa, plasmando la R.G. 7/03 la visión de las sociedades offshore como vehículos de la evasión fiscal y eventual
lavado de dinero. Visión que, por otro lado, Nissen ha puesto bien de manifiesto con carácter personal, al encarnar la cara visible de una
corriente que visualiza a las sociedades offshore como "meros instrumentos de fraude constituidos por personas que no hayan hecho de
la honra de los compromisos asumidos su estilo de vida" (NISSEN, Ricardo, "Otro golpe mortal contra las sociedades extranjeras off
shore", anotando el fallo de la sala F, en ED, 6/8/03). No compartimos estas generalizaciones. Las sociedades offshore, como muchos
otros mecanismos jurídicos, pueden usarse para fines lícitos o ilícitos. En muchos casos, su uso responde a un legítimo propósito de
planificación fiscal empresaria, y en el caso de particulares, a una prevención contra las reiteradas expropiaciones del Estado a derechos
patrimoniales. Por supuesto, también pueden ser el vehículo para defraudar al Fisco, al cónyuge, y otras hipótesis patológicas de las que
dan cuenta los repertorios jurisprudenciales, particularmente en temas de levantamiento del velo societario.
(6) Por supuesto que el objetivo de erradicar mecanismos de lavado de dinero o evasión impositiva merece una aprobación general. Lo
que se discute es básicamente la legalidad del mecanismo adoptado, y su razonabilidad en cuanto a los costos transaccionales que se
generan para las utilizaciones legítimas de las sociedades extranjeras. No faltan, sin embargo, opiniones aprobatorias de la
reglamentación: RICHARD, Efraín Hugo, "La actuación de las sociedades constituidas en el extranjero. A propósito de la resolución 7/03
de la Inspección General de Justicia", ED, 9/10/03.
(7) Así, Resolución IGJ 1461, del 17/11/03, respecto de "Don Crescencio S.A.A.G.C.I.".
(8) Resolución IGJ 1504 del 24/11/03, para la sociedad "Agromanía S.A.".
(9) Resolución IGJ 1416 del 4/11/03, "Gaitán, Barugel & Asociados S.R.L." (sociedad con objeto comercial amplio y capital inicial de
$5000).
(10) La publicación de la resolución IGJ 1412 del 3 de noviembre se puede ver en "El Accionista", 20/11/03. En igual fecha y con idéntico
contenido, resolución IGJ 1413, "Bosques Verdes S.A.".
(11) En igual sentido, la jurisprudencia. Muy claro al respecto es el desarrollo de CABANELLAS, Guillermo, "Introducción al Derecho
Societario", t. I, p. 181 y sigtes., Bs. As., Heliasta, 1993, a quien cita la resolución de la IGJ. Aunque no es central a nuestra
argumentación, en cuanto el ejercicio del poder de policía no requiere en su actuación la existencia de opiniones doctrinarias que apoyen
las concretas soluciones adoptadas, no estamos totalmente convencidos que la opinión de Cabanellas sea, de "lege lata", coincidente con
lo resuelto por la autoridad de contralor.
(12) El 1% no es suficiente. ¿Lo será el 5%? ¿Quizá el 7 ó 10%? ¿Y cuál será la situación jurídica de los centenares de sociedades en esta
situación? ¿Habrá de reputárselas nulas? En fin, los interrogantes podrían multiplicarse, y la demostración de la arbitrariedad del poder de
policía en estos casos aparece manifiesta.
(13) Contradocumentos, dilución posterior a la constitución, son los primeros mecanismos que nos vienen a la mente para demostrar la
futilidad del criterio adoptado en "Jasler S.A.".
(14) Nos viene inmediatamente a la memoria la época de las privatizaciones, pero no es necesario ir tan lejos. Mediante decreto 838/02
(Adla, LXII-C, 2948), el Poder Ejecutivo Nacional resolvió la constitución de 3 sociedades anónimas, cuyo objeto social sería el de operar
como entidades financieras en los términos de la ley de entidades financieras 21.526 (Adla, XXXVII-A, 121) y sus modificatorias, siendo
el capital inicial suscripto en un 99% por el Banco Nación y el 1% por la Fundación Banco Nación, a efectos de ser destinatarias de los
activos y pasivos privilegiados excluidos según el procedimiento previsto en el artículo 35 bis de la ley de entidades financieras, respecto
de los Bancos Bisel, Suquía y Entre Ríos S.A. (ver Boletín Oficial del 23/5/2002).
(15) La resolución IGJ 1412 no hace en este punto otra cosa que plasmar la opinión doctrinaria de Nissen, como puede fácilmente
verificarse por la lectura de su trabajo. El principio de la limitación de responsabilidad de los socios o accionistas, LA LEY, 25/9/03. Allí se
expresa: "Finalmente, la situación jurídica originada por la reunión en una sola mano de la casi totalidad de las acciones de una sociedad
anónima, impide a su titular invocar el beneficio de la limitación de la responsabilidad por las obligaciones sociales, pues cuando se
presenta el frecuente caso de una compañía, donde un sujeto de derecho es titular del 99,99% del capital social de la misma, es
conclusión evidente que esta sociedad se constituyó a los únicos fines de limitar la responsabilidad de su controlante absoluta y no para la
concentración de capitales, que es el fundamento de la constitución de toda sociedad mercantil".
(16) La cuestión de los efectos económicos del sistema de responsabilidad limitada de las sociedades es generalmente obviada por la
doctrina nacional, aunque Cabanellas (Introducción..., p. 68 y sigtes.) se destaca como una excepción a la regla. Sintéticamente, ya que
el tema justificaría en otro contexto un extenso desarrollo, se analiza el impacto de la solución legal desde la perspectiva de la eventual
producción de externalidades negativas para los acreedores "involuntarios" (los que lo son en razón de actos ilícitos y, para algunos
autores, ciertos acreedores contractuales que no pueden negociar protecciones o mejoras de su posición), la viabilidad de estrategias de
diversificación de riesgos en escenarios de responsabilidad limitada, los mecanismos judiciales para limitar la responsabilidad limitada,
etc. Así, mientras para algunos autores la regla de responsabilidad limitada es la única compatible con el desarrollo económico y la
eficiencia, para otros la solución no encuentra justificación alguna respecto de los acreedores "involuntarios", debiendo ser entendida la
responsabilidad limitada como un subsidio explícito en beneficio de las empresas, y eventualmente darse un privilegio legal en la quiebra
a los acreedores "involuntarios". Sólo citaremos los artículos más significativos de la discusión doctrinaria, de cuya lectura la conclusión
inicial es que queda mucho por analizar y discutir, lo suficiente para que el tema no sea resuelto por la autoridad de contralor:
Hansmann, Henry y Kraakman, Reinier, Toward Unlimited Shareholder Liability for Corporate Torts, 100 YALE L.J. 1879, 1932 (1991);
Leebron, David Limited Liability, Tort Victims, and Creditors, 91 COLUM. L. REV. 1565, 1612 (1991); Easterbrook, Frank y Fischel, Daniel,
Limited Liability and the Corporation, 52 U. CHI. L. REV. 89, 117 (1985); Alexander, Janet, Unilimited shareholder liability through a
procedural lens, 106 Harvard Law Review (1992); MILLON, David, "Piercing the corporate veil, financial responsibility and the limits of
limited liability", Washington and Lee Public Law and Legal Theory Research Paper Series, Working Paper 03-13, septiembre de 2003.
(17) Si bien la existencia de patrimonios separados no se inicia en el derecho nacional con la ley 24.441, es ésta -particularmente
relevantes al efecto, sus arts. 14 a 16- la que legitima un mecanismo de segregación patrimonial de carácter convencional, lo que por
otra parte es consistente con la tendencia general en el derecho contemporáneo de admitir figuras unipersonales de responsabilidad
limitada: BOQUERA MATARREDONA, Josefina, "La sociedad unipersonal de responsabilidad limitada", Cívitas, Madrid, 1996; PAILLUSEAU,
Jean, "La modernización del derecho de las sociedades comerciales - Una nueva concepción del derecho de las sociedades comerciales",
LA LEY, 1997-E, 1408; ALEGRIA, Héctor, "La sociedad unipersonal", "Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones", 1994-1;
PIAGGI de VANOSSI, Ana, "Estudios sobre la sociedad unipersonal", Depalma, Bs. As., 1997.
(18) CNCiv., sala B, 6/3/2001, LA LEY, 2001-F, 46.
(19) En realidad, si alguna conclusión puede sacarse del excepcional remedio de la desestimación de la personalidad societaria (art. 54,
LSC), es que de ninguna manera éste es "automático". Toda resolución de desestimación supone por el juzgador, bajo tacha de
arbitrariedad en caso contrario, una detenida evaluación de la situación fáctica que justifique el apartamiento del velo societario.
(20) Así, sin pretensión de exhaustividad, el levantamiento del velo societario, las acciones de responsabilidad de terceros contra los
administradores, sea bajo la LSC o en virtud de lo dispuesto por la legislación falencial, la extensión de la quiebra, etc.
(21) Si bien no se puede pedirle a la IGJ otra cosa que la aplicación del derecho vigente en el ámbito de su competencia, la resolución
1412 es además contraria a la uniforme tendencia en el derecho comparado contemporáneo respecto de la valoración favorable de la
limitación de responsabilidad del empresario individual, como mostramos supra, nota 17. Tendencia que, por otra parte, es acogida por
los proyectos de reforma de la legislación societaria nacional: ver ANAYA, Jaime, "Lineamientos del anteproyecto de reforma de la ley
19.550", LA LEY, 2/12/03.
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