Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su

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Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
Sal 117, 1
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Barcelona, diciembre 2014
Queridos amigos:
Una vez más, es una alegría hacer memoria con vosotros de lo
que la Comunidad del Cordero ha vivido en Barcelona durante este año.
Queremos entrar en un gran canto de acción de gracias porque, como
dice el apóstol Pedro, para esto hemos sido llamados. (IP 3,9)
Dios actúa. El Reino de Dios está entre nosotros: El triunfo de
un amor humilde y desarmado que, en el secreto de la vida de la gente
“corriente”, no se deja vencer por el mal. Los hermanitos y las
hermanitas del Cordero hemos de dar testimonio, con gozo, de esta
victoria del amor más fuerte que la muerte que admiramos en tantas
personas, victoria que se entrevé en medio de un mundo cada día más
quebrantado por la violencia y el odio. Misterio de la Luz que las
tinieblas no pueden vencer.
El pequeño monasterio que pronto tendremos en Barcelona ha
recibido un hermoso nombre: “Luz del Cordero”. Este nombre, tan
entrañable para nosotros, evoca ese triunfo del Amor de Dios que, del
pesebre a la Cruz y en la mañana de Pascua se ha manifestado en
Jesucristo. Luz del Cordero que ilumina toda la historia.
A esta luz queremos contemplar las personas que nos han
acompañado y los acontecimientos vividos.
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El Reino de Dios, ya está entre nosotros
Cf Lc 17, 21
Boceto del pequeño
monasterio “Luz del
Cordero” visto desde
la calle Doctor Trueta.
En el momento de redactar esta carta estamos aún al final de los
trámites administrativos; esperamos ya la confirmación de la Licencia
de Obra. Pero, pronto, ¡ya estará en marcha!
El Señor, por su parte, no pierde el tiempo, y en este año ha
consolidado los cimientos más sólidos que el pequeño monasterio
pueda tener.
La oración de los niños y de los que son como niños
“Os aseguro también que si dos de vosotros se
ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo,
sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre
que está en los cielos.” (Mt 18, 19)
Hace unos meses, hicimos unas tarjetitas para pedir
explícitamente a los niños su oración por el pequeño monasterio, “para
que muchos niños y mucho pobres puedan encontrar en él el Amor de
Jesús”.
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Cuando Oriol la recibió se sintió decepcionado: “Pero ¿por qué
me mandan esto las hermanitas? ¿Es que no saben que yo ya rezo por el
petit monestir desde hace mucho tiempo?” Y así, muchas mamás y
papás y abuelas nos dan testimonio de que sus niños, sin que nadie les
haya dicho nada, rezan cada noche antes de dormir “por el pequeño
monasterio y por los pobres y por los hermanitos y las hermanitas”.
Algunos han querido, además, dar unas monedas para la
construcción. “Yo he dado todo lo que tenía, ¡29 céntimos!”, nos dice
una niña de 7 años y continúa: “y mi hermano también lo ha dado
todo”. Y mientras que una hermanita, conmovida, le intenta explicar
que Jesús devuelve el céntuplo, su hermano de 9 años “que ha dado
todo” sentencia: “De todos modos, es mucho mejor tener un monasterio
que tener dinero.”
A Paco ya os lo habíamos presentado. Vive con muchos otros
enfermos en el Cottolengo, “su hogar”, como a él le gusta llamarlo.
Cada día va ante la gruta de la Virgen de Lourdes que hay en el jardín y
reza allí por la Comunidad del Cordero “porque es la Virgen de Francia
y las hermanitas sois de Francia”, dice él. “¿Y qué le dices a la
Virgen?”, le pregunta una hermanita. Y Paco contesta como una gran
evidencia: “¡Pues lo del monasterio, en el Poblenou, pa’ las hermanitas
y pa’ los pobres, claro!”
Natalia descubrió el Amor de Dios y su presencia en su vida en
el curso de una grave enfermedad. Nos decía: “El Señor no nos ha
abandonado, ha escuchado nuestra oración. No me he curado, pero si
no, ¿de dónde me vendría tanto amor que siento por mi familia, tanta
alegría y tanta fuerza para poder vivir todo esto…? Cuando me
encuentro muy mal, sin saber muy bien qué es ofrecer los sufrimientos,
en esos momentos sé que tengo que rezar por el pequeño monasterio…”
También nos conmueve la oración explícita por esta intención
de varias personas que viven el gran sufrimiento de la enfermedad
psíquica: “Yo rezo con mis lágrimas.”
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Ana, Dolores, Miguel y otras abuelas y abuelos casi no pueden
salir de casa a causa de la edad y de todo lo que ella conlleva. Muestran,
sin embargo, un gran entusiasmo por el pequeño monasterio y hablan de
él a sus vecinos y amigos. A veces dicen suspirando: “Hermanitas, me
gustaría ayudar, pero yo ya no puedo.” “Claro que puede, rece por
nosotras y por todos lo que vendrán al pequeño monasterio.” Y una
hermosa sonrisa se dibuja en esos rostros marcados por el paso de los
años: “Cuenten con ello, eso sí que lo haré.”
El don de la amistad
“A vosotros os he llamado amigos, porque todo
lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer.” (Jn 15, 15)
Giovanni pasa el día en la plaza en la que estará el pequeño
monasterio y, con frecuencia, también las noches porque no tiene casa.
Cada vez que nos ve, se levanta y viene muy educadamente a darnos la
mano y saludarnos: “¿Cómo va, cuándo se vienen?” Siempre expresa su
alegría de vernos y su deseo de que pronto seamos “vecinos”. Como un
hermano mayor, también se preocupa por nosotras: “Hermanitas, está
lloviendo, no estén por la calle así, váyanse pronto a casa”, sin ocuparse
de dónde va a cobijarse él. Otro día, ha oído que hay personas que no
están contentas de que haya ahí un monasterio: “Es que ¡no se dan
cuenta!”, dice lamentándose y triste pero intentando ser comprensivo…
Como a los hermanitos y hermanitas esta “aventura” del
pequeño monasterio nos sobrepasa, el Espíritu Santo da sus ideas a
través de los amigos o a través de los amigos de los amigos, que se
convierten así en amigos. El pequeño monasterio estará, realmente,
cimentado sobre la amistad.
Y es, sin duda, la amistad la que hace dar fruto a todo tipo de
iniciativas para encontrar fondos, de tal manera que el pequeño
monasterio “Luz del Cordero” será el pequeño monasterio de todos y
habrá sido construido por todos:
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─ Voy a organizar un café en casa con unas amigas para que os
conozcan.
─ Esto que contáis les iría muy bien escucharlo a mis amigos. La
próxima reunión la montamos en nuestra casa, venís y les explicáis.
─
Tengo una reunión de antiguos alumnos del colegio; dadme
material que voy a hablar del pequeño monasterio.
─ Venid a nuestro grupo de matrimonios, rezamos juntos y dais un
testimonio.
─ Le he pedido a mi párroco que podáis venir a explicar vuestra
misión y hacer una colecta.
─ Si os parece, vamos a montar un concierto a beneficio del pequeño
monasterio.
─ ¿Qué os parecería un teatro de marionetas e invitar también a niños
que nunca tienen oportunidad de ver algo tan bonito?
─ Hay un grupo folclórico de estudiantes de una Universidad de
Méjico que viene a Cataluña, ¿les pregunto si pueden hacer un
espectáculo benéfico?
Hemos decidido decir que “sí” por adelantado a vuestras
proposiciones. Cada uno ofrece lo que es y está a su alcance, y el
Espíritu que todo lo guía, también da la gracia: Todas estas iniciativas
han sido la ocasión de dar y recibir el Evangelio.
Y así, ya han llegado más de 1600 donativos, la mayor parte de
menos de 10 euros, de bienhechores de 4 a 94 años; sin contar los
donativos anónimos recibidos a través de los conciertos, las colectas
hechas en 13 parroquias, las ventas de artesanía, la “Operación 1 euro al
mes” que hacemos en la iglesia de Sant Jaume o los 110 “monederos y
huchas del Cordero” que circulan por Barcelona y con los que algunos
“valientes” hacen “minicolectas” entre sus conocidos al tiempo que
anuncian su fe.
Con todo ello, cuando llegue la Licencia de Obra, creemos que
estaremos en condiciones de hacer la cimentación y la estructura del
pequeño monasterio hasta la cubierta.
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En el mismo impulso de docilidad al Espíritu Santo, se ha puesto en
marcha una Asociación de amigos, los “Amics dels petits monestirs”1.
Tiene como objetivo ayudar a la construcción del pequeño monasterio,
y también el de responder a otras necesidades puntuales de la familia
del Cordero, como pueden ser situaciones de urgencia o de precariedad
entre los que frecuentan la Comunidad. Permite, así, poder ayudar a
personas concretas guardando el anonimato.
La asociación puede dar representación legal a cuantas ideas podáis
tener para ayudarnos. Uno de sus miembros tomaba esta imagen para
explicarlo: “La Asociación es como un perchero. Ofrece una estructura.
Cada uno puede venir a colgar sus ideas mientras el peso no supere
nuestras posibilidades”.
Os damos un ejemplo, la “Paradeta de l’Anyell”:
Varios amigos, que no podían ayudar económicamente a la
construcción del pequeño monasterio, quisieron hacer algo concreto,
material, para colaborar: Cada uno empezó a hacer lo que sabía y, así,
trajeron manualidades, verdaderas “obras de arte” muy bonitas y llenas
de amor. Otros, llegaban con cosas de las que sentían que tenían que
desprenderse para pasar a una etapa nueva en su vida, y que creían
bueno que sirvieran “para la gloria de Dios”. Pero para poner un puesto
en la calle, hace falta un permiso y una entidad que lo solicite. Los
“Amics dels petits monestirs” tomaron en mano esta representación
ante el Distrito y… no recibieron la licencia para una venta. Obtuvieron
algo mucho mejor: Una plaza del barrio a nuestra disposición todo un
fin de semana para presentar la Comunidad y el proyecto del pequeño
monasterio, para cantar, dar testimonios, hacer un teatro de Navidad,
una comida en la calle a la que muchos puedan unirse y, también,
licencia para “montar la paradeta”.
¡Toda la familia del Cordero en marcha! Lo que pretendía ser un
sencillo puestecito de artesanía se ha convertido en la ocasión de
desplegar infinitas cualidades, de expresar la belleza con cosas muy
sencillas y, sobre todo, de vivir juntos una misión: Mostrar lo hermosa
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Si estáis interesados en recibir más información sobre els Amics dels petits
monestirs, podéis escribir a [email protected]
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que es la Iglesia; una Iglesia de pobres, niños, abuelos, familias,
jóvenes, religiosos, abierta a todos; una Iglesia que vive la comunión
fraterna en la diferencia, que ora, que anuncia a todos la alegría y la
felicidad que Dios quiere para cada ser humano. Un amigo muy pobre
decía a uno de los jóvenes que habían preparado las mesas de fiesta:
“Nos habéis hecho vivir, por adelantado, lo que no tendremos en
Navidad”. Sí, el Reino de Dios ya está entre nosotros. (cf Lc 17, 21)
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Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Jr 31, 33
Entre las cosas más hermosas que vivimos, como un tesoro que
el Padre del cielo deposita en el hueco de nuestras manos para que lo
cuidemos con gran esmero, está el camino personal de personas
cercanas, jóvenes o menos jóvenes. Es un gran privilegio recibir la
confianza de alguien que abre su corazón y nos convierte así en testigos
directos de la obra de Dios en su vida.
Este año, no hemos organizado muchos encuentros de jóvenes,
pero varios de ellos han venido con frecuencia a pedirnos un momento
personal para escucharles y sobre todo para escuchar, juntos, al Señor.
Buscan su camino y descubren que, ante todo, se trata de estar habitado
por una Presencia y entonces todo se ilumina en la vida.
Algunos han querido recibir la cruz de los jóvenes del Cordero
para manifestar su decisión de darle al Señor el primer lugar en su vida
y encontrar la fuerza de mantenerse firme en los combates de cada día.
“He hecho mi rincón de oración en mi habitación y he puesto ahí la
cruz. Cada día tomo un momento de oración con el Evangelio. Siento
que es mi lugar de intimidad con Jesús. ¡Estoy muy contenta!”, nos
cuenta una de ellas.
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Con bastante frecuencia, tenemos que abrazar sus sufrimientos:
Llevar sus desesperanzas en la intercesión y la esperanza. Muchos
necesitan, simplemente, escuchar y ver que la vida ¡vale la pena vivirla!
Los jóvenes sufren, posiblemente cada vez más, confrontados a la
dureza de nuestra sociedad, al mal, a la división de las familias, al vacío
interior. Detrás de lo que puede parecer superficialidad, hay una espera
inmensa y un verdadero deseo de autenticidad. Pero qué largo es el
camino para comprender y aceptar que la felicidad que tanto desean
pasa, necesariamente, por el don de sí sin reservas. Y ¡qué maravilla
cuando descubren que no hay verdadera felicidad sin amor y no hay
amor sin darse por entero!
La Comunidad se convierte para ellos en un lugar fraterno y, por
así decir, materno porque transmite la vida. Vienen en busca de paz y
sobre todo de la Palabra de Dios, la única que nos sana. Cada vez que
celebramos la Vigilia de una fiesta litúrgica importante, hay alguno que
pide hospitalidad para poder participar en la celebración de la noche y
en la de la mañana.
Hace poco, una chica que camina hacia el Bautismo nos llama:
“Necesitaría irme unos días de retiro. Estoy mal. No consigo rezar.
¿Puedo ir a vuestra casa… ahora mismo?” Momentos después,
rezábamos juntas las Vísperas en el pequeño oratorio de la fraternidad y
adoramos en silencio al Santísimo en la hora que sigue. Durante la cena
nos dice muy aliviada: “Nada más que con esta oración, ¡ya me siento
mucho mejor! ¡Este Evangelio me ha hecho mucho bien! Parece que era
para mí… Y ¿es así cada día? ¡No os dais cuenta de cuánta suerte
tenéis! Gracias a la disponibilidad de nuestras hermanitas que la
acogerán desde el día siguiente, nuestra joven amiga podrá prolongar su
retiro tres días más en el pequeño monasterio “Luz de la
Transfiguración” en Navalón (Valencia), y reencontrar allí la paz y la
alegría.
Ella forma parte de esos jóvenes que, en nuestros días, son
llamados a la vida cristiana como “ex nihilo”, a partir de “la nada”. El
Espíritu Santo mismo, sin mediación alguna, revela en su corazón las
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verdades de la fe y el Amor del Padre. ¡Así actúa el Señor en el siglo
XXI! Así sella la nueva Alianza de la que habla el profeta Jeremías:
pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo
seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Nos gustaría dejarle la Palabra a
Érika que está viviendo esa experiencia:
En mi caso, aunque suene extraño para muchos, yo no sabía
nada de Dios, ni de la Virgen y mucho menos de la Iglesia. Me
consideraba atea y es que nadie puede creer en un Dios que no
conoce. Tengo treinta años, soy economista. Durante 6 años
trabajé en un banco, tengo una bonita familia y una buena
salud. Sin embargo, eso no era suficiente para mí, en un mundo
en el que se nos vende la idea de alcanzar la felicidad a través
de eso. Así que atravesé el océano Atlántico y vine a vivir a
Barcelona durante un año, buscando dejar todo atrás,
buscando nuevos lugares, nuevos amigos, nuevas experiencias,
para encontrarme a mí misma, y acabé siendo encontrada por
Dios.
Fue un día de julio en Viena, cuando me sentí sola ─algo raro
en mí ya que vivo y viajo sola desde hace ya varios años─ y
comencé a caminar sin rumbo. Le daba vueltas a mi vida,
tratando de ver qué faltaba, porque de tanto correr hacia el
futuro había olvidado cómo disfrutar cada momento de mi
vida. Perdida, entré en una iglesia, sin poder aún describir el
sentimiento que me embargó. Sólo les diré que lloré como
nunca antes había hecho. Lloré tanto que sólo salí de allí
cuando fue la hora de cerrar la iglesia. No sabía por qué lo
hacía, sólo sentí que lo necesitaba y, después de terminar de
llorar, la paz me invadió.
Después de este episodio en Viena, la vida me llevó a Polonia,
donde aumentó mi deseo de visitar iglesias, no por ver arte,
arquitectura o tomar una buena foto; esta vez sentía un
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llamado a escuchar, a asistir a Misa, aunque sin entender lo
que decía porque no hablo polaco, pero Dios hablaba a mi
corazón.
Entonces mi curiosidad se despertó y cuando volví a
Barcelona, sentí la necesidad de acercarme a alguien que me
orientara. Fue lo que me llevó a perseguir por la calle a una de
las hermanitas, la detuve cerca de San Jaime y le dije: “No sé
por qué, ni para qué, pero sé que debo hablar con usted”. Y ese
fue el inicio no sólo de una amistad con una comunidad que me
ha dado la mano y que ha contestado a todas mis preguntas,
sino que también fue el inicio de un encuentro con Dios y con
la felicidad que sólo Él nos puede brindar con su presencia y
Palabra.
Como podéis imaginar, exultamos y damos gracias por cada una
de estas personas que, como Érika, manifiestan la obra de Dios que nos
crea y re-crea. Milagros actuales de Jesús Resucitado ¡tan parecidos a
los que nos relatan los Hechos de los Apóstoles! Nos sentimos casi en
la obligación de compartir con vosotros estos testimonios de conversión
porque son un signo de los tiempos: tiempos de la Misericordia que
viene al encuentro de un mundo desorientado.
Desde siempre, Dios nos amó primero (I Jn 4, 19) pero parece que
hoy Él se declare muy abiertamente, dándole la vuelta a la vida de
nuestros contemporáneos con la manifestación sobreabundante de su
Amor. Nuestra fraternidad ha vivido esta aventura junto a Montse, cuyo
camino ha sido lo que más ha marcado nuestro año:
Dentro de poco harán dos años que las hermanitas del Cordero
decidieron cruzarse en mi vida. Mi vida entonces... un
verdadero desastre (drogas, alcohol, vicios…). Mi fe era nula,
tenía muchos dioses y ninguno era... ¡ÉL!
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Mi vida... poco sentido tenía. Bebía para no pensar, me
drogaba para no pensar, me peleaba para no pensar... etc. Y
entonces... Aparecieron ellas (las hermanitas) y, con ellas, una
frase: "Dios está cerca de los que tienen roto el corazón". Y ahí
comenzó mi camino. Con ellas descubrí:
Que por muy desastrosa que sea tu vida... siempre hay una
salida, una nueva oportunidad.
Que aunque pienses que "No eres nadie"... sí que eres alguien
¡y único! Y con eso puedes llegar donde te lo propongas.
Que puedes salir del peor de los infiernos si te agarras de la
mano de la Virgen y dejas que te lleve.
Que Dios aprieta pero nunca ahoga... y todo con paciencia se
puede lograr ¡y se puede saber llevar!
Que existe un... ¡ÉL! Y que la fe... mueve montañas.
Ellas, me sacaron de mi agujero, me enseñaron la luz, me
mostraron su fe... ¡y me cambiaron la vida! El camino hasta
aquí ha sido largo, (les he dado muchos disgustos) pero ellas
nunca dejaron de creer en mí, ¡y me mostraron con sus
enseñanzas la infinita misericordia de Dios! Gracias a ello, de
las tinieblas pasé a encontrar la Paz.
Hoy... estoy limpia: no alcohol, no drogas, estoy estudiando,
tengo mi piso. Mi vida en nada se parece a lo que era antes...
¿El mérito? Se lo atribuyo a la Virgen María. Creo
sinceramente que de ella fue el plan de cruzar a las hermanitas
en mi camino y después hizo que ellas se encargaran de mí... y
me dieran un corazón nuevo ¡y de carne! Siempre tendré
palabras buenas para ellas y "dos" manos para lo que
necesiten...
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A ti que lees esto, un único consejo:
Deja que Dios ponga en tu vida las herramientas y las
personas justas para mejorarte. Tú solo espera a que lleguen
y... ¡Déjalas trabajar! Todo llega... ¡no desesperes!
Montse
También hemos vivido al ritmo de la Pascua, acompañando a
dos personas muy queridas en la última etapa de su vida. Ahí, y de
modo eminente, hemos podido palpar con nuestras propias manos la
obra del Padre en lo más íntimo del ser. En el gran despojamiento del
sufrimiento, de la impotencia ante la enfermedad, del “adiós” inevitable
y desgarrador, han sido introducidas en un corazón a corazón con Jesús
y la Virgen María que nos ha mostrado una ventana entreabierta del
Cielo. Han sido para nosotros maestras con su confianza, su ofrenda, su
caridad, que tenían ya gusto a Paraíso. Los que se marchan nos ponen
delante de lo esencial. Y su Pascua, como la de Jesús, produce un fruto
de gloria, una efusión del Espíritu Santo sobre los suyos, pero también
sobre el mundo entero. Damos gracias a Dios por haber podido vivir
estos momentos tan hermosos y privilegiados junto a ellas y de poder
contar ahora con su presencia invisible a nuestro lado y su intercesión
llena de afecto.
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“En mi pobreza, ¡Tú eres mi tesoro!”
Cuando llamamos a las puertas para pedir el pan o cuando
encontramos a nuestros amigos de la calle, recogemos con frecuencia el
testimonio de una sabiduría que viene del corazón de Dios y que ha sido
depositada en el corazón de los pobres. Sólo ellos saben estas cosas,
precisamente porque son pobres. Esta sabiduría la descubrimos en el
rostro radiante de un hombre africano que nos ofrece un croissant que,
visiblemente, acaba de comprar. Nos habíamos cruzado en la sórdida
escalera de su edificio y había dejado su puerta abierta. Lo vimos
sentado en un piso absolutamente vacío: No tenía nada y sin embargo
quería darlo todo. ¡Qué palabra, silenciosa, en esta limosna!
Otro día, en el comedor de Madre Teresa nos sentamos frente a
un hombre que, inmediatamente, nos dice en francés que él es ateo.
Tenía una buena situación y lo ha perdido todo. Aunque no es creyente
nos hace preguntas sobre la oración del rosario. Al final de la
conversación le deseamos que el día vaya bien y, de forma inesperada,
nos dice: “Sobre todo, lo importante es que vosotros vayáis bien.
Porque si vosotros vais bien, el mundo irá bien.”
Son éstas llamadas que nos interpelan y nos dicen la seriedad y
la belleza de nuestra vocación. Esta belleza resultaba evidente a los ojos
de todos cuando, el pasado mes de octubre, celebrábamos en Barcelona
los 80 años de nuestra hermanita Christine. Ella también nos enseña la
Sabiduría.
La celebración de este aniversario fue una gran acción de gracias
por esta vida totalmente entregada al Señor y al Señor en sus hermanos
más pequeños, en los pobres… que también somos nosotros. Como en
familia, miramos juntos fotos desde su infancia hasta hoy. Pudimos
admirar la fidelidad de toda una vida y su docilidad al Espíritu Santo. Él
le ha enseñado el gozo, la simplicidad, la libertad, y le ha concedido un
don particular para animar y enviar. Así, fueron posibles el nacimiento
de la Comunidad del Cordero, la fundación en Barcelona y la
“resurrección” de muchas personas…
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Esta gran acción de gracias se materializó en la alegría de ese
día, la frescura de la fiesta, la profundidad de todo lo que se compartió,
la ternura y la gratitud de tantos amigos de todas las generaciones.
Somos muchos los que podemos dar testimonio de cómo la
presencia de la hermanita Christine ha sido decisiva en nuestras vidas.
Nos ha acompañado en nuestro camino hacia Jesús, nos ha tendido la
mano cuando vacilábamos y nos ha sostenido siempre con lo único que
cuenta: la Caridad.
Verla vivir y rezar nos ha enseñado la amistad, la intimidad con
Jesús, la vida cotidiana y sencilla con Él: “Párate un momento, medio
minuto, tres segundos, y dile: Señor, estoy aquí, estás aquí, tú me
amas… Para esto no hace falta teléfono, no te toma tiempo, ¡y te
cambia el día!”
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Pobres, familias, sacerdotes, hermanitos, hermanitas, jóvenes,
todos experimentamos cómo cada encuentro con esta hermanita
impregnada del Evangelio es una epifanía.
Y ahora que la edad avanza, aprendemos junto a ella cómo es
dulce abrazar la propia fragilidad y decir a Dios:
“En mi pobreza, ¡Tú eres mi tesoro!”
***
Hemos querido compartir estas maravillas con vosotros para que
cada uno haga suya la Palabra: Estad siempre alegres. Orad
constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en
Cristo Jesús, quiere de vosotros. (I Ts 5, 16-18)
Nos gustaría que todas las personas de las que os hemos hablado
entren ahora en vuestro corazón y vuestra oración.
Nos atrevemos a volver a pedir vuestra ayuda para la
construcción del pequeño monasterio “Luz del Cordero”. Adjuntamos
un tríptico con un formulario que permite hacer una aportación
periódica. (No necesita sello). Esta carta circular llegará a lo largo del
2015 a más de 2000 personas. Una aportación, por pequeña que sea,
multiplicada por miles de amigos, ¡puede acabar rápidamente el
pequeño monasterio!
Y nuestra acción de gracias no sería completa sin
agradecimiento: Gracias también a vosotros, que nos ayudáis de forma
incondicional con vuestros bienes, la oración, la disponibilidad y la
amistad que nos sostienen en nuestra misión y nos permiten vivir lo que
os hemos contado.
Rezamos por cada uno y por vuestras familias para que la Luz
del Cordero brille en vuestros corazones.
Seguid rezando por nosotros,
los hermanitos y las hermanitas del Cordero
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¡Gracias!
19
hermanitos del Cordero
c. Mercè, 5
08002-BARCELONA
T: 93 295 52 93
hermanitas del Cordero
c. Ferran, 28
08002-BARCELONA
T: 93 317 09 37
www.comunidaddelcordero.org
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