Jefatura de hogar e identidad femenina: un análisis de casos de hogares con jefatura femenina en Monterrey, México Félix Acosta1 Marlene Solís2 En este trabajo presentamos información cualitativa útil para entender dos aspectos básicos de la experiencia vital de las jefas de hogar y de sus hogares: en primer lugar, queremos indagar acerca del papel de tres ejes (la maternidad y el ser madre; el matrimonio o la unión y la relación de pareja; el trabajo o la profesión y el ser trabajadora o profesionista)3 en la construcción y reconstrucción de la identidad de las jefas de hogar de distintos estados civiles, considerando que en su cotidiana interacción con la estructura social, estas mujeres se construyen y reconstruyen a sí mismas de manera simúltánea como mujeres (el género) y como figuras reconocidas al interior de sus hogares (la jefatura), es decir, no sólo como mujeres, sino como mujeres jefes de hogar. En segundo lugar, estamos interesados en entender mejor la naturaleza y el papel de los distintos procesos familiares que son generadores de bienestar en hogares con jefatura femenina de distintos estados civiles y las maneras específicas en que los diferentes miembros de estos hogares se involucran en aspectos centrales de su estrategia de vida familiar, como son la realización del trabajo doméstico, el cuidado de los hijos, la obtención de ingresos, la adquisición y el mejoramiento de la vivienda, y la construcción y el mantenimiento de redes familiares y sociales de apoyo. Asimismo, comparamos los hogares con jefas de distintos estados civiles, con el objetivo de entender mejor la relación entre la jefatura de hogar y el bienestar familiar y aportar de esta manera elementos para la reflexión teórico-metodológica sobre el tema. De antemano aclaramos que los resultados obtenidos de esta investigación tienen un carácter limitado, en el sentido de que no pueden extrapolarse al conjunto de hogares con jefatura femenina, pues el análisis se basa en una muestra no probabilística. Sin embargo, pensamos que introducirnos en el mundo de las jefas de hogar a través de las entrevistas a profundidad, nos permitió dar cuenta de la 1 El Colegio de la Frontera Norte. Se le puede enviar correspondencia a Argentina 260, Col. Vista Hermosa, Monterrey, N.L., México, 64620, tel. (8) 348-5703, fax (8) 333-1626, e-mail [email protected] 2 Consultora independiente. Se le puede enviar correspondencia a Guatemala 111, Col. Vista Hermosa, Monterrey, N.L., México, 64620, tel. (8) 346-3039. 3 Ver Cervantes (1994); según este autor, la identidad de género de las mujeres en un tiempo y en un espacio históricamente determinados se define a partir de las articulaciones de estos tres ejes. Con la doble acepción en estos tres ejes, Cervantes reconoce la distinción entre el mundo exterior y el mundo interior de las mujeres, entre el mundo de los hechos y el mundo de los significados. 2 complejidad de esta realidad, proporcionando mayores elementos para la discusión acerca de la vulnerabilidad social de estos hogares. Asimismo, nos fue posible detectar las formas en las que, en lo cotidiano, estas mujeres luchan por mejorar sus condiciones de vida, generándose una estrecha relación entre su estrategia de vida familiar y el proceso de construcción de su identidad como mujeres jefas de hogar. Antecedentes: jefatura femenina y bienestar familiar Los estudios sociodemográficos pioneros en América Latina y el Caribe acerca de los hogares con jefes mujeres se remontan a mediados de la década de los setenta. En estos años, la demografía de la familia tuvo uno de sus mejores momentos con el volumen publicado por el CELADE (Burch, Lira y Lopes, 1976), que contiene una gran parte de los trabajos más sobresalientes realizados hasta esa fecha en los diferentes países de la región. Del volumen publicado por el CELADE nos interesa resaltar un grupo de trabajos en los que la preocupación de los investigadores estuvo orientada más hacia el análisis de las características sociodemográficas (tamaño y composición) de los hogares, usando información generada por censos de población o por encuestas de hogares. Se investigaron en estos trabajos además las variaciones que presentaban las características sociodemográficas de los hogares según la edad, el sexo, el estado civil y los atributos socioeconómicos del jefe de hogar, como una manera de acercarse al análisis de los condicionantes sociales de la estructura familiar (Lopes, 1976; Van der Tak y Gendell, 1976; Lira, 1976). La preocupación de estos autores por estudiar los condicionantes sociales de la estructura de los hogares hizo posible que se destacaran ya entonces algunas diferencias entre las jefas y los jefes de hogar y en las características sociodemográficas de sus hogares: primero, a diferencia de los jefes, las jefas se concentraban en las etapas más avanzadas del ciclo vital familiar; segundo, la prevalencia de la familia extendida era mayor en los hogares con jefas, comparados con los hogares con jefes; tercero, el tamaño de los hogares con jefatura femenina era menor que el de los hogares con jefes hombres, debido en parte a que en la mayoría de los primeros la pareja masculina estaba ausente; y finalmente, las tasas de participación femenina en el mercado de trabajo eran mayores entre los hogares con jefes mujeres. La investigación más reciente sobre hogares con jefes mujeres en México (Acosta, 1996, 1995, 1994, 1992; Chant, 1989; Cortés, et al., García y Oliveira, 1994; González de la Rocha, 1986, 1988; ICRW, 1989; Salles. et al., 1992) y los demás países de América Latina y el Caribe (Buvinic, 1990; Folbre, 1991, 1991a) ha mostrado la validez de los resultados obtenidos en los trabajos incluidos en el volumen del CELADE; sin embargo, los estudios más actuales sobre el tema se distinguen de los primeros trabajos porque en ellos los hogares con jefes mujeres se han convertido ya en algunos casos en el objeto de investigación y porque existe una marcada 3 preocupación por la situación social de estos hogares y por sus implicaciones en términos del bienestar de sus miembros. Para Buvinic (1990),4 quien ha llevado a cabo una revisión de los trabajos sobre jefatura femenina de hogar y pobreza realizados recientemente en los diferentes países de América Latina y el Caribe, este renovado interés por la vulnerabilidad social de los hogares con jefes mujeres está relacionado con la evaluación que, al interior de los países de la región, se está llevando a cabo acerca de las consecuencias sociales del "decenio perdido" de los años ochenta y de la modificación de los modelos de desarrollo económico que está siendo implementada en estos países. Las conclusiones de los 22 trabajos empíricos revisados por Buvinic (1990) apoyan la idea de una relación positiva entre la jefatura de hogar femenina y la pobreza. La mayoría de los estudios muestran que, comparados con los hogares con jefatura masculina, los hogares con jefes mujeres enfrentan un riesgo mayor de ser pobres. Conclusiones similares se obtuvieron al analizar las consecuencias de la jefatura femenina de hogar sobre el bienestar infantil. Solamente en dos (uno para Guatemala y uno para México precisamente)5 de los quince estudios que se ocuparon de la relación se encontraron resultados mixtos; en el resto de ellos la evidencia apoya la idea de que la jefatura femenina tiene efectos negativos sobre el bienestar infantil. Al revisar los condicionantes de la situación de mayor vulnerabilidad económica y social de los hogares con jefatura femenina, comparados con los hogares con jefes hombres, los estudios analizados por Buvinic (1990) apuntan hacia tres grupos de factores cuya distinción es extremadamente importante en la formulación de políticas públicas diseñadas para el combate de la pobreza. Estos tres grupos de factores están asociados a la estructura del hogar, al sexo del jefe de la familia y a esa condición singular vivida por las jefas de hogar, de ser mujeres y constituir al mismo tiempo el principal sostén económico de la familia (Buvinic, 1990). En primer lugar, aunque la familia puede tener un tamaño menor en los hogares con jefes mujeres en los que la pareja masculina está temporal o permanentemente ausente del hogar, el número de dependientes por trabajador puede ser mayor e inclusive puede darse la situación en la que la responsabilidad del mantenimiento 4 Buvinic y Youssef (1978) tuvieron el acierto de llamar la atención, a mediados de los setenta, acerca de la prevalencia y las implicaciones sociales de la jefatura femenina de hogar en los llamados paises en desarrollo. El trabajo de estas autoras es considerado pionero dentro del tema. 5 El estudio para México es el llevado a cabo por Chant (1989) con 244 hogares pobres de Querétaro; de éstos, 22 eran hogares con jefatura femenina y la pareja masculina ausente. Chant encontró que, comparados con los hogares con jefatura masculina, en los hogares con jefes mujeres existía en general un mejor ambiente familiar pero que, en contraste, los niños de estos hogares podían abandonar la escuela debido a las necesidades de ingreso de la familia. En general, en los diferentes estudios se reconoce que las jefas tienen, comparadas con los jefes, una mayor preferencia por invertir en los hijos, pero que las condiciones sociales que enfrentan estos hogares les impiden realizarla. 4 económico del hogar recaiga enteramente en la mujer jefe de hogar.6 La evidencia obtenida para Perú en el trabajo de Tienda y Salazar (1982) sugiere que ante esta situación, los hogares con jefes mujeres responden incorporando a otros familiares a la unidad doméstica o alternativamente, integrándose a su vez a otra unidad doméstica, dando como resultado en ambos casos la formación de un arreglo familiar extenso. En segundo lugar, la mayor pobreza de los hogares con jefatura femenina está asociada al género sexo jefe de hogar. Por su condición de mujeres, comparadas con los jefes hombres, las jefas tienen en general menos educación y acceso a recursos productivos y, por lo tanto, obtienen menores ingresos cuando participan en el mercado de trabajo. Finalmente, la condición de ser jefa de hogar puede todavía imponer restricciones económicas adicionales a las mujeres, ya sea porque enfrenten una mayor discriminación en el mercado de trabajo o porque la responsabilidad del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos7 las obligue a "escoger" empleos más compatibles con esa responsabilidad, pero de menor remuneración, o porque se conviertan en madres solteras siendo aún adolescentes. Una manera diferente de acercarse a los hogares con jefatura femenina En el trabajo de Acosta (1996) se llevó a cabo un análisis con datos de la Encuesta Nacional sobre Fecundidad y Salud (ENFES) de la jefatura de hogar femenina en México, usando el concepto de jefatura declarada8 y a partir de la consideración de los 6 En algunos estudios de hogares de sectores medios y populares, sin embargo, se ha mostrado que aún en presencia de sus cónyuges, un número considerable de mujeres tienen que asumir, de hecho y aunque no se perciban como jefas, la responsabilidad económica del hogar, ante situaciones de pobreza extrema, desempleo o irresponsabilidad de los cónyuges por alcoholismo, drogadicción, etc. Véase especialmente el trabajo de García y Oliveira (1994), quienes encontraron que en 14 de 93 hogares de una muestra de sectores populares y medios de Mérida, la Ciudad de México y Tijuana, la pareja femenina se hacía cargo regularmente del sostenimiento de la familia. En otro estudio con una muestra de 142 hogares de Xochimilco (Salles, et. al., 1992) se encontró que 65 de 129 esposasmadres-amas de casa llevaban a cabo también algún tipo de trabajo remunerado ocasional (26 de ellas) o fijo (39 de ellas), mientras que la totalidad (13) de las jefas-madres-amas de casa realizaban trabajo remunerado ocasional (3 de ellas) o fijo (10 de ellas); véase el capítulo "Configuración de Roles Femeninos en la Comunidad de Xochimilco", preparado por María Luisa Tarrés, pp. 76-110. 7 La doble responsabilidad del trabajo doméstico y el sostenimiento económico de la familia impone además a las jefas de hogar en sectores de bajos ingresos serias restricciones para la construcción y mantenimiento de redes de relaciones sociales, las cuales constituyen un elemento importante de las estrategias de vida de los hogares pobres en general (González de la Rocha, 1986, 1988; González de la Rocha y Escobar Latapí, 1989). Para estas mujeres, el no disponer de tiempo ni recursos suficientes las coloca en una situación en la que la condición de igualdad, requisito para el intercambio social, no se da. 8 El uso de este concepto de jefatura de hogar establece que el entrevistador llega al hogar y le pide a la persona que contesta la entrevista, quien usualmente es el jefe o la jefa del hogar o el cónyuge, o una persona mayor de edad, que conteste a la siguiente pregunta: "¿quisiera decirme el nombre de cada una de las personas que normalmente viven en este hogar, empezando por el jefe del 5 tres grupos de factores que, en opinión de Buvinic (1990), constituyen las condicionantes más importantes de la situación de bienestar o vulnerabilidad social de los hogares con jefatura femenina. Estos tres grupos de factores, como se ha señalado anteriormente, están asociados con la estructura del hogar, el sexo del jefe de hogar y esa condición singular vivida por las jefas de familia de ser a la vez mujeres y responsables económicos de un hogar. En la operacionalización de la tercera variable, Acosta (1996) utilizó al estado civil de las jefas de hogar como una aproximación para ubicar diferentes posibilidades sociales que pudieran enfrentar las jefas de hogar, sugiriendo que la manera de vivir la condición de ser jefa de hogar está bastante relacionada con el estado civil (por ejemplo, la condición de ser jefa de hogar se vive socialmente de manera diferente si se es viuda que si se es divorciada, pues el estado civil puede determinar de manera diferencial los contenidos, los significados y las posibilidades sociales de la condición de ser jefa). Los resultados obtenidos por Acosta (1996) corroboraron la imagen primera y generalizada que se tiene de los hogares con jefes mujeres y de las características sociodemográficas y socioeconómicas de las jefas de hogar: es decir, comparadas con los jefes hombres, las jefas de hogar tienen en general más edad, tienen menores niveles de escolaridad, participan menos en el mercado de trabajo y obtienen ingresos menores; además, en el caso de algunos atributos como el estado civil, la edad, la escolaridad y el ingreso, variables todas asociadas con el bienestar de la familia del jefe de hogar, las diferencias pueden llegar a ser muy grandes. Adicionalmente, la mayor parte de los hogares de las jefas de hogar se encuentran en las últimas etapas del ciclo vital, tienen menor tamaño y mayor prevalencia de tipos extendidos cuando se les compara con los hogares de los jefes. En el mismo trabajo de Acosta (1996), una indagación de los efectos del estado civil de las jefas de hogar en la configuración de diferentes condiciones de bienestar llevó a establecer una primera distinción (posterior a la establecida entre jefes y jefas de hogar en general) entre jefas viudas y jefas no viudas; estos dos grupos de jefas exhibieron características sociodemográficas significativamente diferentes. En particular, la exclusión de la muestra de las jefas de hogar viudas provocó que mejoraran significativamente las características sociodemográficas de las jefas de hogar, que pueden convertirse en condicionantes potenciales del bienestar familiar, aunque prevalecieron las diferencias entre los jefes y las jefas de hogar, es decir, las diferencias asociadas al género. hogar". Con este procedimiento, el entrevistado designa generalmente como jefe a la persona que tiene al interior del hogar el reconocimiento general como tal; esta designación está condicionada por una serie de contenidos culturales, entre los que puede o no encontrarse presente el de la responsabilidad económica del mantenimiento de la familia. 6 Así, los resultados anteriores fortalecieron la idea de que el sexo del jefe es un condicionante importante del bienestar de los hogares. Pero la investigación mostró también que en el análisis del bienestar de los hogares con jefes mujeres es necesario distinguir diferentes antecedentes y modalidades de la jefatura femenina que pueden condicionar de manera importante la situación de bienestar observada en estos hogares. La distinción entre jefas viudas y jefas no viudas utilizada por el autor constituye apenas un ejercicio inicial pues, dadas las características de la información utilizada en ese análisis, poco se pudo hacer para documentar los distintos procesos y el papel de los diferentes miembros del hogar en la generación de bienestar al interior de los distintos tipos de hogares de jefas. En un intento por avanzar en los resultados de las dos investigaciones anteriores, los autores de este trabajo volvieron a revisar, ahora con la información de la Encuesta Nacional sobre Fecundidad y Salud (ENFES), la relación entre las condiciones de la vivienda y la jefatura de hogar, por sexo y por estado civil. Los resultados obtenidos a nivel nacional fueron similares a los reportados por Schteingart y Solís (1995), en la monografía sobre vivienda y familia en México, que realizaron a partir de una muestra del 1% del censo de población y vivienda de 1990: comparadas con los jefes de hogar, menores porcentajes de hogares con jefas de hogar presentaron deficiencias en el acceso a servicios públicos esenciales como el agua potable, el drenaje sanitario y la electricidad. Sin embargo, los resultados que mostraban que los diferentes indicadores relacionados con el bienestar familiar empeoraban a medida que nos movemos de las areas metropolitanas a las areas rurales sugirieron investigar el lugar de residencia de los jefas y las jefas de hogar de distintos estados civiles. Al revisar estos datos, los resultados mostraron que mientras que un porcentaje importante de jefes de hogar vive en areas rurales, porcentajes importantes de jefas divorciadas, separadas y solteras viven en las areas urbanas y metropolitanas. De esta manera, una nueva hipótesis emergió: las diferencias observadas a nivel nacional en la situación de la vivienda y sus servicios entre los hogares de jefas sin cónyuge y los hogares de jefes pueden ser explicadas parcialmente por diferencias sociales asociadas al lugar de residencia de los hogares; o escrita de otra manera: las condiciones de vivienda de los hogares con distinta jefatura (por sexo y por estado civil) y mismo lugar de residencia no deben mostrar diferencias significativas. A partir de estas reflexiones establecimos dos premisas básicas para el desarrollo de nuestra investigación: i) que un mayor conocimiento de los antecedentes y modalidades de la jefatura femenina de hogar puede ser una parte de lo que se está necesitando para comprender mejor la relación entre la jefatura de hogar y el bienestar; así, en lugar de interesarnos en ofrecer evidencia estadística acerca de los diferenciales en el bienestar entre hogares con jefes y hogares jefas, en este trabajo estamos interesados en aprehender mejor los antecedentes que llevan a la formación de la jefatura de 7 hogar en diferentes modalidades (en base al estado civil de la jefa), así como entender mejor las formas en las que en estas distintas modalidades de hogar con jefatura femenina se resuelve cotidianamente su estrategia de vida. Además, el análisis longitudinal de la información generada por entrevistas a profundidad (en las que se recoge la experiencia de vida de las jefas) permite visualizar el efecto del ciclo vital en la explicación de la relación entre jefatura femenina y bienestar. De esta manera, los resultados de esta investigación ofrecen posibilidades de documentar con información cualitativa algunos de los elementos y las maneras de organización familiar que producen resultados concretos en términos de bienestar en distintas categorías de hogares con jefatura femenina y en distintas etapas del ciclo vital; creemos que éste puede ser paso importante para entender mejor las implicaciones de bienestar del fenómeno de la jefatura de hogar femenina y para ofrecer elementos que puedan ser considerados por instituciones que tienen interés en implementar acciones de apoyo a distintas categorías de hogares en desventaja social; ii) que debíamos ubicar nuestro estudio en un contexto urbano, seleccionando a las jefas de hogar inicialmente a partir del lugar de residencia, de manera que todos ellos se localizaran en colonias populares del área metropolitana de Monterrey (AMM). El desarrollo de esta área urbana presenta características que la hacen especialmente interesante para el tipo de análisis que proponemos, pues dicho poblamiento ha sido impactado particularmente por dos momentos del desarrollo económico del país: de 1950 a mediados de los setenta fue una de las ciudades de mayor crecimiento industrial y económico; y durante los ochenta y lo que va de los noventa es una de las ciudades más afectadas por la crisis económica y por el proceso de modernización industrial. De tal manera que aunque el comportamiento del mercado de trabajo abrió oportunidades para las mujeres, principalmente durante los setenta, la crisis económica presente desde principios de los ochenta ha implicado la aparición de empleos precarios, no asalaridos y de baja remuneración. Por otra parte, como en la mayoría de las ciudades de países subdesarrollados, el proceso de urbanización ha sido muy poco planeado, y como efecto de un flujo migratorio intenso en los setenta y parte de los ochenta, se generaron fuertes desigualdades en lo que se refiere al acceso a servicios y a la calidad de la vivienda. A estas condiciones se han enfrentado los hogares de los sectores populares del área metropolitana de Monterrey. El abordaje teórico: identidad femenina y estrategias familiares de vida Identidad de género y estrategia familiar de vida constituyen los dos ejes teóricos de esta investigación. Ambos conceptos remiten a construcciones sociales. La naturaleza de dichas construcciones sociales está anclada en el concepto de dualidad como una característica que le es propia a la estructura social; es decir, el funcionamiento del juego de los géneros y las estrategias familiares se entiende a partir de la relación en 8 ambas direcciones entre acción individual y estructura social (Berger y Luckmann, 1967; Cervantes, 1994; Giddens, 1984; Pzeworski, 1982 ). Además, como lo escribimos en párrafos anteriores, existe una relación estrecha entre ambos conceptos, pues la solución cotidiana de la estrategia de vida familiar implica la reconstrucción de la identidad de género de las mujeres que son jefas de hogar. Entre los aportes de la discusión sociodemográfica acerca del concepto de estrategias familiares de vida que consideramos útiles rescatar para los propósitos de este trabajo está el reconocimiento de la influencia del ciclo vital familiar y de las redes sociales de apoyo como dos elementos que deben considerarse en cuenta para entender las posibilidades de respuesta de las familias ante los condicionamientos de la estructura social. A estos factores agregamos los procesos asociados con el trabajo, entendido éste en su carácter más amplio, y la "construcción" y uso cotidianos de ese espacio vital constituido por la vivienda. El segundo aporte enfatiza precisamente el cuestionamiento al carácter determinístico y homogenizador de la estructura social, vía las clases sociales, sobre el comportamiento social de los individuos en su vida familiar (Duque y Pastrana, 1976; Torrado, 1978, 1981; Chayanov, 1974; De Oliveira, Pepin lehalleur y Salles, 1989; Roberts, 1973, Lomnitz, 1975, 1977; González de la Rocha, 1986, 1988; Hareven, 1977, 1990; Moch, et al., 1987; Giddens, 1984, Pzeworski, 1982; Bourdieu, 1976). En la literatura mencionada, el debate acerca del papel homogenizador de las clases sociales sobre los comportamientos individuales y familiares está abierto todavía; la discusión teórico-metodológica continúa y existen, al mismo tiempo, algunos esfuerzos de operacionalización para el análisis de esta relación desde el punto de vista empírico. La discusión teórico-metodológica acerca de la relación entre la estructura social y el género ha seguido un camino similar. Las preguntas sin respuesta que plantea Cervantes en su excelente sistematización revelan el estado del debate: "...¿la clase y el género son sistemas que coexisten en un tiempo histórico-determinado, pero que son fundamentalmente paralelos? Si realmente no son sistemas paralelos, ¿qué tipo de relación tienen? ¿Es general y por tanto podemos encontrarlos vinculados en todos los espacios y dimensiones de la sociedad? ¿o es más bien específica y, por ende, sólo se relacionan en ciertas condiciones histórico-espaciales? Más aún, ¿estamos realmente frente a un encuentro entre dos sistemas, o es que su vínculo es más bien una articulación completa? Finalmente, si la respuesta a la pregunta anterior fuese afirmativa, ¿qué tipo de articulación tienen?, ¿cómo es que se ha modificado a lo largo del tiempo? y ¿cómo esperamos que se comporten frente al fenómeno de las actuales reestructuraciones políticas y sociales?” (Cervantes, 1994:12). La única respuesta de Cervantes a las preguntas anteriores es el reconocimiento de que "...como consecuencia de la estructura desigual de la sociedad, 9 cada mujer experimenta la presión genérica de manera distinta, de acuerdo con el estrato social y económico al que pertenece. Esta es la misma lógica opresiva, aunque su interpretación se ajusta a la forma -material, discursiva y simbólica- en la que cada grupo participa en la reproducción de los grandes paradigmas culturales de la sociedad" (Cervantes, 1994:13). En esta investigación partimos de este reconocimiento de los condicionamientos de la clase social sobre los comportamientos familiares e individuales asociados a la estrategia de vida y los procesos de construcción de la identidad de género y establecemos, como punto de partida en la investigación, que aún controlando el efecto potencial de la clase social, al interior de un mismo estrato, las mujeres que son jefas de hogar "viven e interiorizan socialmente" esa doble condición de ser mujeres y ser jefas de manera diferente dependiendo del estado civil en que se encuentran; el estado civil es útil, en nuestra opinión, para capturar, condicionamientos sociales que actúan muy específicamente sobre las posibilidades de vida de las jefas y sus hogares.9 Por esta razón, en nuestro análisis usamos como eje al estado civil para diferenciar procesos de construcción de la identidad femenina de las jefas de hogar, como una manera de mejorar el conocimiento que se tiene del fenómeno de la jefatura femenina de hogar y de su relación con el bienestar de la familia. En la indagación de los procesos de formación de la identidad de género de las mujeres que son jefas de hogar seguimos la tesis de Cervantes (1994), que establece que en los procesos de construccción de la identidad de género existen patrones que no dependen de la adscripción a la clase social sino a "factores vivenciales comunes y ... experiencias simbólicas compartidas" (Cervantes, 1994:16); partimos, como lo sugiere el mismo autor, de la consideración de tres ejes que, en su opinión, definen la identidad de género de las mujeres. Estos tres ejes, esferas o dimensiones son los siguientes: la maternidad y el ser madre; el matrimonio o la unión, y el ser esposa o compañera; y el trabajo o la profesión, y el ser trabajadora o profesionista.10 Así, la 9En palabras de Berger y Luckmann (1967), las distintas categorías de estado civil remiten a diferentes subuniversos y a distintos procesos de socialización secundaria. Estas diferencias existen a su vez, porque el conocimiento se distribuye de manera desigual también por estado civil. Además, al interior de cada categoría de estado civil o “tipificación”, el proceso de socialización no se completa nunca. De acuerdo con las categorías analíticas de Berger y Luckmann, las ambivalencias que surgen necesariamente en el proceso de formación de la identidad de las jefas, no sólo como mujeres, sino como mujeres-jefas de hogar, que Cervantes (1994) explica en términos de la interacción de los tres ejes mencionados anteriormente, constituyen lo que Berger y Luckmann explican en términos de la siempre posible asimetría entre la realidad socialmente definida (en la que las jefas son atrapadas “de facto” mediante distintos procesos) y su propia realidad subjetiva, modificada mediante procesos posteriores de socialización. 10 La doble acepción de estos tres ejes se debe a la distinción que Cervantes hace entre el mundo de los hechos y el mundo de los significados, pues por ejemplo, una cosa es el valor y el significado que las mujeres le atribuyen al ser madre y otra cosa es cómo se vive esa situación. De esta manera, una mujer puede ser madre o no, pero sí puede tener una idea de que ser madre significa contar con más recursos para la sobrevivencia, o que el ser madre es una forma de realización personal para las mujeres. 10 identidad femenina “...es la manera como se percibe, se valora, se interioriza y se vive simbólicamente y factualmente cada una de las dimensiones mencionadas” (Cervantes, 1994:16) A lo largo de su vida, las mujeres viven un proceso contínuo de rearticulación de las tres dimensiones de su identidad, cada una de las cuales compite y entra en conflicto con las otras para dominar la identidad de las mujeres; incluso puede haber momentos en los que se anulan recíprocamente. Pero también hay mujeres y momentos en los que es posible articular las tres dimensiones sin negar ni disolver: en esta situación se es madre, esposa y trabajadora. Sin embargo, es frecuente que las mujeres enfrenten disyuntivas: se tiene que elegir entre tener hijos y continuar trabajando o entre tener una carrera profesional y ser esposa, de manera que en lo cotidiano existe una tensión constante entre el ejercicio de la voluntad individual y los condicionamientos económicos, políticos, culturales y simbólicos. Esta tensión produce en la mujer situaciones de ambivalencia y momentos en los que se puede privilegiar alguna de las dimensiones de la identidad femenina. El orden de importancia que las mujeres asignan a estos tres ejes no es casual; juegan un papel importante determinados condicionamientos sociales y culturales. Algunos estudios han encontrado que en paises como México la maternidad y el matrimonio son muy valorados por las mujeres, probablemente debido a que la tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo no ha alcanzado todavía los niveles existentes en paises de mayor desarrollo económico; además, suele ocurrir que las mujeres fusionan ambas dimensiones, pues la pareja no se concibe como un fin en sí mismo sino como un medio para ser madre (García y Oliveira, 1994). La solución metodológica: entrevistas a profundidad a jefas de hogar Para recoger la información que se analiza en esta investigación se utilizó la entrevista a profundidad (Fontana y Frey, 1990; McCracken, 1990; Morse, 1994; Vidich y Lyman, 1994), una técnica que permite la reconstrucción longitudinal de la experiencia vital de las jefas y de sus hogares; esta técnica de investigación cualitativa ha mostrado ser útil en el análisis sociodemográfico cuando lo que se busca en una investigación es entender el significado que los distintos actores asignan a los diferentes procesos de organización social al interior de los hogares. Los informantes clave en esta investigación fueron precisamente las jefas de hogar de distintos estados civiles y etapas del ciclo vital familiar. De esta manera, las entrevistadas fueron seleccionadas en base al sexo del jefe del hogar declarado y posteriormente en base al estado civil y al ciclo vital. En el proceso de selección de las entrevistadas se utilizaron los cuestionarios de una encuesta sobre violencia doméstica llevada a cabo recientemente por el 11 Consejo Estatal de Población de Nuevo León, lo que facilitó en gran medida la identificación y selección de las entrevistadas y lo que permitió contar además con un expediente inicial acerca de algunas características del hogar y de la entrevistada. Se llevaron a cabo 24 entrevistas completas a jefas de colonias populares del área metropolitana de Monterrey en la segunda mitad de 1996. De estas 24 jefas, 8 son divorciadas, 5 son separadas, 6 son viudas, 3 son madres solteras y 2 son casadas. Aunque fue bastante difícil conseguir jefas en etapas tempranas del ciclo vital familiar, 10 de las 24 jefas tienen 40 años o menos. Para llevar a cabo la entrevista se utilizó un cuestionario semiestructurado organizado en dos secciones, además de una ficha familiar en la que se recogió información para cada uno de los miembros del hogar que se refiere al parentesco con la jefa del hogar, el sexo, la edad, el último grado aprobado en la escuela y el nivel, la condición de ocupación, la ocupación en el trabajo principal, el ingreso semanal, la contribución monetaria a la manutención del hogar, las horas dedicadas a las labores de la casa y el estado civil. En la primera sección del cuestionario se recoge la información relacionada con los antecedentes sociodemográficos inmediatos de la jefatura de hogar, así como la percepción que la jefa tiene de aspectos de su experiencia vital como son el matrimonio o la unión, la ruptura de la unión, la posible fuente del reconocimiento de los demás miembros del hogar de la jefatura femenina, y los grados de compromiso (significados) de la jefatura para la propia jefa de hogar. La segunda sección del cuestionario se diseñó para captar la información que se refiere a los tres condicionantes de bienestar de los hogares con jefatura femenina identificados por Buvinic (1990) con algunas adiciones, lo que en su conjunto define la estrategia de vida de las jefas y sus familias. Así, los apartados de esta segunda sección del cuestionario tratan de recoger la experiencia de las jefas en relación a los efectos de la ausencia del cónyuge masculino, las maneras en las que se dividen las tareas al interior del hogar, la experiencia laboral de la jefa y los posibles condicionamientos de género sobre las oportunidades laborales y de ingreso de las jefas, las implicaciones de la doble condición de seu mujer y jefa sobre las posibilidades de conseguir trabajo y buenos ingresos, la percepción de la jefa en relación al bienestar de su familia cuando se compara con la situación anterior en la que el cónyuge masculino estaba presente, el papel de las redes familiares y sociales de apoyo y los obstáculos que la condición de jefa impone sobre las posibilidades de construcción y mantenimiento de estos mecanismos sociales de apoyo, y la percepción y experiencia de la jefa de hogar en relación a la construcción y mantenimiento de ese espacio vital que es la vivienda. Para llevar a cabo la entrevista se instruyó a las entrevistadoras para que, en cada una de las partes de cada una de las dos secciones se le solicitara a la jefa “que 12 contara” su experiencia a partir de un planteamiento bastante general del tema. Siguiendo el relato inicial de la jefa, la entrevistadora se ocupó luego de asegurarse, con preguntas más concretas, de que se recabara toda la información que se requería en el cuestionario. Por supuesto y como se esperaba, el cuidado que las entrevistadoras pusieron en su trabajo no pudo evitar que algunas jefas mostraron más interés que otras y más disposición para contarle a la entrevistadora algunas partes de su vida. Estas diferentes disposiciones de las jefas se vieron obviamente reflejadas en la extensión de las entrevistas y en su riqueza analítica. Las mujeres que son jefas de hogar se constituyen como tales a partir de procesos más o menos complejos: son mujeres que tienen que asumir en ocasiones roles asignados socialmente al hombre. En general podemos decir que la identidad de las jefas de hogar constituye un caso particular de identidad femenina y que lo que nos interesa es investigar cómo se modifica esa identidad ante la situación presentada por la necesidad de asumir la jefatura del hogar. En el análisis de la información recolectada se privilegia una visión longitudinal que trata de recoger los aspectos relevantes de la experiencia vital de las jefas de hogar y de sus familias que pueden resultar específicos a cada categoría de estado civil considerada. Creemos que esta visión longitudinal en la parte empírica del trabajo nos permite visualizar los distintos aspectos de la vida de las jefas de hogar como procesos; esto quiere decir obviamente que consideramos y abordamos el análisis de la jefatura femenina de hogar como un proceso también, cuyos resultados en un tiempo y un espacio determinados dependen de la constante interacción entre el mundo objetivo subjetivizado por las jefas y las posteriores realidades subjetivas de las jefas, y no como una condición estática o inmanente. Además, la visión longitudinal de la información nos permitió analizar el papel del ciclo vital como condicionante del bienestar de las jefas y de sus hogares utilizando para ello a la totalidad de las jefas. Podemos, con este recurso analítico, observar lo que sucedió en la experiencia vital de las jefas a partir del inicio de la condición de jefatura y observar también los mecanismos utilizados por la jefa para enfrentar esa situación. Podemos observar también los significados iniciales que las jefas de hogar le asignan a esa condición y las reconstrucciones subjetivas posteriores producto de los reacomodos de las jefas a su nueva condición. Por esta razón, el “antes” y el “ahora” están siempre presentes en el cuestionario que se utilizó y en el análisis de la información. En el análisis empírico tratamos de mantener un diálogo constante entre identidad de género y estrategias de vida, tratando de distinguir los elementos que hacen específica la experiencia vital de las jefas según su estado civil. No tenemos la intención todavía de elaborar una tipología de hogares con jefatura femenina de acuerdo al estado civil; creemos sin embargo, que el estado civil puede ser útil como categoría organizativa en el análisis de las diferencias y que esta manera de distinguir las experiencias de vida de las jefas puede servir para el propósito de elaborar más adelante una tipología de hogares de jefas que distinga especificidades en términos de 13 las implicaciones de bienestar de la jefatura femenina que pueda servir a su vez para el diseño de una política social de apoyo a hogares vulnerables. Por ahora, nos parece relevante señalar que más allá de su función como eje organizador en nuestro análisis, el estado civil alude a una dimensión de la identidad femenina que marca diferencias importantes entre estas mujeres, sus hogares y los procesos que han emprendido para asumir la jefatura del hogar: nos referimos a la dimensión de la pareja. Así, cada estado civil implica formas diferentes de vivir un rol, el de ser esposa o compañera, que ha sido altamente valorado socialmente y que ha funcionado como el medio básico para formar una familia y continuar con la reproducción social. Con excepción de las jefas de hogar que son casadas, en los otros casos (madres solteras, divorciadas y viudas) el cónyuge está ausente, pero el significado de esta ausencia y la forma de asumirla es muy diferente para cada estado civil: así, las madres solteras no han tenido una relación de pareja, pues negaron esta dimensión como opción de vida; las jefas divorciadas o separadas pasaron por un proceso de negación de su ser esposas o compañeras, lo cual generó en ellas una actitud frente a la pareja tradicional (compartir un espacio, un tipo de organización familiar, etc.) de incredulidad y hasta de rechazo en los casos más extremos, además de que su condición de divorciadas o separadas revela un fracaso no solo en su elección individual sino un fracaso ante la sociedad, lo cual también las marca y limita para el establecimiento de una nueva relación de pareja; las jefas viudas, en cambio, jugaron el rol de esposas o compañeras y con ello cumplieron una etapa de sus vidas y cuentan con el reconocimiento social del cumplimiento de una tarea esencial para la sociedad: formar una familia; finalmente, las jefas casadas viven su relación de pareja con contradicciones, pues desempeñan dentro de esta dimensión una función que socialmente no le corresponde, la de proveer a la familia del sustento económico. Monterrey: el contexto socio-espacial del estudio Como se mencionó anteriormente, el trabajo de campo se llevó a cabo en hogares con jefas de colonias populares del área metropolitana de Monterrey, México: un espacio eminentemente urbano y con una profunda tradición industrial, aunque la crisis económica ha tenido el efecto, como en todo México, de terciarizar la actividad económica, incrementando la participación del comercio y de los servicios en la economía local. El AMM constituye un espacio privilegiado para el análisis de las estrategias familiares de vida de las familias de sectores urbanos de bajos ingresos porque ha sido una de las metrópolis más afectadas por la crisis económica mexicana. Los niveles de desempleo observados mensualmente durante 1996 en esta área urbana fueron de los más altos a nivel nacional, producto de otro proceso social paralelo al ya mencionado y que ha tenido igualmente efectos negativos muy similares sobre el empleo y los niveles de vida de las familias: nos referimos al proceso de 14 reestructuración industrial que la mayoría de las empresas de los grandes grupos industriales regiomontanos inició desde mediados de los ochenta y cuyo costo social principal ha sido la pérdida de empleos y la recesión económica. Como consecuencia de este último proceso, los efectos locales de los problemas económicos nacionales se han visto agudizados, colocando al AMM entre los contextos más afectados a nivel nacional. Constituida actualmente por 9 municipios, el AMM posee las divergencias sociales que caracterizan a México, pues dentro del conglomerado social-urbano que la integra se encuentra uno de los municipios más ricos de México (San Pedro Garza García), asiento y lugar de residencia de los grandes corporativos industriales y de las familias que ostentan su propiedad; al mismo tiempo, en el AMM existe ciudad Guadalupe, lugar-dormitorio de los obreros de las fábricas regiomontanas y nicolaítas, de los trabajadores del comercio regiomontano y de una buena cantidad de las todavía pocas maquiladoras que existen en Nuevo León. Los empadronadores estatales del conteo de población y vivienda de contaron 2,987,653 habitantes en el AMM, los cuales representan un 84.2% población total del estado de Nuevo León. Dentro del AMM, la mayor parte población vive en Monterrey: en este municipio-ciudad-capital vive el 36.4% población del AMM. 1995 de la de la de la Con las cifras del censo de población de 1990 podemos tener una idea aproximada de los arreglos familiares dominantes en el AMM, tomando como una aproximación a las familias que viven en localidades de 50,000 y más habitantes. El análisis de estas cifras revela que los hogares familiares constituyen el arreglo familiar más común en el AMM, pues su participación relativa en el total de hogares es de 95%. Al interior de los hogares familiares, el hogar nuclear (formado por el cónyuge con o sin pareja y sus hijos) alcanza una participación de 80.6% y es seguido por los hogares extensos, los cuales alcanzan un 17.5% del total; los hogares compuestos ocupan el 1.9% restante. Por otro lado, las cifras del censo de población de 1990 revelan que un 14.1% de los hogares del AMM está encabezado por una mujer, y que este porcentaje es bastante más bajo (9.8%) entre los hogares nucleares, pero se incrementa significativamente entre los hogares extensos (23.1%) y los hogares compuestos (26.8%). Resultados del análisis: identidad de las jefas de hogar y estrategias familiares de vida El análisis de la información generada en esta investigación nos permitió fortalecer la hipótesis de que el estado civil es una variable útil para diferenciar procesos de construcción de la identidad de las jefas de hogar y maneras de vivir socialmente la jefatura femenina de hogar, pues el tipo de situación a la que se enfrentan las mujeres 15 en cada una de las categorías del estado civil sugiere diferentes significados, matices y resultados en los procesos de constitución de la jefatura femenina y también diferentes situaciones de vulnerabilidad social. La información que se presenta y se analiza en esta investigación constituye de esta manera una contribución al entendimiento de los condicionantes de la vulnerabilidad social de los hogares con jefatura femenina. El análisis que hemos llevado a cabo sugiere que las jefas de hogar divorciadas y separadas, por el hecho de afrontar la ruptura de su unión en situaciones de constante violencia física y sicológica asociadas a la infidelidad, el maltrato, el alcoholismo y la irresponsabilidad económica del cónyuge masculino, experimentan contínuos conflictos producto de la constante asimetría entre su realidad objetiva subjetivizada mediante procesos de socialización primaria y posteriores realidades subjetivas, conflictos que las llevan a cuestionar algunos de sus roles tradicionales que conforman su identidad como mujeres e incluso su proyecto más amplio de vida; estas mujeres emprenden en algunos casos acciones que implican una profunda socialización secundaria y en consecuencia, una reconstrucción radical de su identidad a partir de su experiencia como jefas de hogar. Analizado como un proceso, en la internalización de la jefatura de hogar en la experiencia de vida de las jefas divorciadas o separadas pueden distinguirse varias etapas no necesariamente secuenciales: la ruptura de la unión por diferentes razones, algunas veces mezcladas en una combinación bastante conflictiva y en algunos casos muy violenta; la internalización de la jefatura de hogar a partir primero, de la negación de la pareja que se tuvo, y segundo, de la necesidad de asumir la responsabilidad económica del hogar (con más o menos necesidades y más o menos recursos, dependiendo de la etapa del ciclo vital familiar y de la disponibilidad de apoyos familiares y de amistades, pues los apoyos institucionales son prácticamente inexistentes); el fortalecimiento de la maternidad y el ser trabajadora como ejes alrededor de los cuales descansa su reconstrucción como mujeres y su construcción como jefas de hogar (este proceso fortalece aún más la negación ya no de su pareja anterior, sino de la relación de pareja tradicional como eje constructor de la identidad femenina); el abandono posterior de su papel como proveedoras, cuando los hijos o parejas ausentes asumen esa responsabilidad; y el establecimiento de relaciones de pareja no tradicionales. En todo este proceso, vale la pena señalar la presencia constante de conflictos y ambivalencias en las percepciones de las jefas de hogar y el cuestionamiento cotidiano de su propia capacidad para resolver las responsabilidades que la sociedad les ha asignado tradicionalmente como mujeres. Los elementos que forman parte del proceso anterior tiene matices diferentes en los casos de las jefas de hogar que son madres solteras, casadas o viudas, para quienes las ambivalencias y los conflictos propios de la internalización de la jefatura no generan procesos de socialización secundaria tan radicales. Las jefas que son madres solteras se caracterizan porque no han tenido de hecho una relación de pareja tradicional o simplemente no han tenido una relación de pareja. Estas mujeres se han 16 construido como jefas a partir de la decisión de no ser esposas, de manera que el ser madres ocupa un lugar muy importante en sus vidas y el ser trabajadoras se vive como un medio para cumplir con las responsabilidades económicas y los roles propios de una madre soltera. Esta negación de la posibilidad de la relación de pareja o de la relación tradicional de pareja está relacionada también con el tipo de proyecto de comportamiento reproductivo elegido por estas mujeres, pues las jefas de hogar que son madres solteras construyen su identidad reconociendo primeramente como suyo el tipo de proyecto de comportamiento reproductivo que está basado más en el interés individual. Así, la combinación madre-trabajadora es vivida de manera diferente por estas mujeres que han renunciado a ser y tener pareja. En la experiencia de vida de estas mujeres no ha estado presente tampoco el vínculo entre la maternidad y el matrimonio (o la relación de pareja), como sucede generalmente en el inicio de la carrera reproductiva de las mujeres de los demás estados civiles. A diferencia de las jefas de los demás estados civiles, las jefas casadas siguen siendo esposas. Lo que ha cambiado en la vida familiar cotidiana de estas mujeres es la incapacidad de la pareja masculina de hacerse cargo de su papel de proveeedor o de proveedor principal del hogar; de alguna manera, los maridos de estas jefas están “ausentes” del mundo familiar. A diferencia de las jefas de los demás estados civiles, las jefas casadas viven esta ausencia de la pareja masculina más en términos simbólicos que factuales. Este hecho genera al interior de los hogares de las jefas casadas una serie de situaciones complejas en las que pareciera que nada está claramente definido: los roles de la pareja están cambiados pero no son completamente aceptados o internalizados; la presencia física del marido-padre y su incapacidad manifiesta para ejercer los roles tradicionales o para internalizar los nuevos provoca, en los demás miembros del hogar, profundos cuestionamientos y ambivalencias; la jefa se sabe jefa pero la cercanía del marido le recuerda diariamente que las cosas podrían funcionar de manera “normal”; los hijos cuestionan la actitud del padre pero se siguen sometiendo a su autoridad; la jefa carga con el peso de la responsabilidad económica y el marido “ayuda” en el trabajo doméstico. En resumen, en la construcción de la identidad de estas mujeres como jefas de hogar existe una combinación bastante complejizada de las tres dimensiones de la identidad femenina en la que todo está relativizado. Lo único que parece estar claro en la identidad de estas mujeres es el respeto o el miedo que le tienen al orden social: de ahí su negativa de dar por terminada su relación de pareja. Las jefas que son viudas viven la ausencia de la pareja masculina de manera distinta. El hecho de no haber tenido la experiencia de un proceso de deterioro de la vida en pareja y su consecuente negación les hace afrontar la ausencia del cónyuge de una manera bastante idealizada. Además, a pesar de que la unión pudo haber durado poco tiempo, es como si su propia vida en pareja hubiera cumplido un ciclo natural de vida y muerte, aunque los costos emocionales y afectivos pueden ser muy profundos. Dado que las jefas viudas no tuvieron que negar por ellas mismas su ser esposas ni fueron negadas como tales por su pareja masculina, su condición de 17 mujeres “solas” tiene también significados sociales distintos: si bien son percibidas en una situación de vulnerabilidad social asociada a su condición de viudas, no viven el rechazo que acompaña al estigma de ser divorciada o separada o madre soltera. La lectura longitudinal de las entrevistas de todos los casos de jefas de hogar de este estudio muestra además la importancia del ciclo vital de la familia en el momento de la adopción inicial de la jefatura de hogar en la determinación de la vulnerabilidad social de ellas y de sus hogares: entre estas jefas de hogar de colonias populares, el haberse enfrentado a la ruptura de la unión y a la necesaria responsabilidad económica asociada a la ausencia del cónyuge o de la pareja masculina en una etapa en la que la mayor parte de los hijos son todavía pequeños coloca a estas mujeres y a sus hogares en una situación social muy desventajosa, porque las necesidades económicas de la familia son siempre mayores que los recursos que se pueden generar en esa situación. De la misma manera, las redes sociales y familiares de apoyo constituyeron en la experiencia de vida de estas jefas de hogar uno de los elementos que hicieron posible la sobrevivencia inmediata y cotidiana de las jefas y sus hijos, a pesar de que las responsabilidades de la jefatura les imponen obviamente serias restricciones para su construcción y mantenimiento. En algunos casos, el regreso de la jefa de hogar a la casa paterno-materna fue decisiva para enfrentar inicialmente los problemas de la pérdida o la ausencia de la pareja masculina; en otros casos, el apoyo familiar le facilitó a la jefa de hogar el establecimiento de un nuevo domicilio, de una nueva casa, con todo lo que ello significa (vivienda, muebles,etc.); en otros casos, el apoyo de una vecina hizo posible que la jefa descargara parte del tiempo requerido para el cuidado de los hijos y, de esa manera, poder salir a trabajar. Curiosamente, la reciprocidad que han mencionado algunos autores (González de la Rocha, 1986, 1988) como condición necesaria para la construcción y el mantenimiento de estas redes sociales de apoyo, no salió a relucir de manera evidente en las experiencias vitales de nuestras entrevistadas, lo que sugiere que, además de la reciprocidad, persisten en nuestra sociedad algunas prácticas sociales de solidaridad no necesariamente recíproca, a pesar de la difícil situación económica por la que atraviesan las familias de menores ingresos de México. Podríamos decir que las jefas de hogar son madres ante todo. Esta condición determina su comportamiento frente a la ruptura de su unión, frente a su ingreso al mercado de trabajo, frente el tipo de empleo que se desempeña, y frente a la posibilidad de volver a ser compañeras o esposas. Así, en la forma de vivir e internalizar las otras dimensiones de la identidad femenina, los hijos tienen una presencia muy importante, sobre todo si son menores de edad. El trabajo extradoméstico es una actividad fundamental en los procesos de construcción de la identidad de las mujeres como mujeres-jefas de hogar. El ser trabajadoras facilita a estas mujeres su transición de madres-esposa a madres- 18 trabajadoras; es también determinante de su mayor capacidad para internalizar la nueva realidad que les impone la pérdida o la ausencia de la pareja. Por otra parte, podemos distinguir entre las jefas que eran trabajadoras antes de asumir la jefatura y aquellas que como parte del proceso de asimiilación de la jefatura se conviertieron en mujeres trabajadoras. Esta diferencia nos parece importante porque para el primer grupo de mujeres, el haber jugado el rol de trabajadoras contribuyó a que se enfrentara en mejores condiciones el nuevo rol de jefas de hogar, mientras que para las otras jefas implicó un proceso de redefinición más profunda de su identidad. Sin embargo, a pesar de que el trabajo es muy valorado por las jefas de hogar, el hecho de que ellas y sus familias estén enfrentadas a situaciones extremas de vulnerabilidad social impide que se constituya en algo más que un medio para hacer frente a las necesidades asociadas a la manutención de la familia. Entre estas mujeres, los condicionamientos de género se encuentran muy unidos con su condición de ser jefas de hogar y de tener, al menos durante una parte importante de su vida, la casi total responsabilidad económica del hogar. El peso de la maternidad como la dimensión fundamental en el proceso de reconstrucción de la identidad de estas mujeres y de su construcción como jefas se manifiesta en la imposibilidad acrecentada socialmente de acceder a oportunidades de empleo bien remuneradas. Así, el trabajo doméstico parece ser una constante en la experiencia laboral de las jefas de hogar estudiadas. Para finalizar, la situación de vulnerabilidad social que acompaña a las jefas de hogar y sus familias principalmente al inicio de la jefatura, genera un costo social y un círculo vicioso de reproducción generacional de la pobreza. Enfrentadas “de pronto” a su responsabilidad como jefas, estas mujeres se ven obligadas a recurrir constantemente al trabajo infantil tanto doméstico como extradoméstico; así, en la necesidad de resolver en lo inmediato la situación de sobrevivencia de la familia se sacrifica generalmente la educación de los hijos. Con la ausencia de mecanismos institucionales de apoyo, el largo plazo no existe para estas mujeres y sus hijos, o más bien, en el largo plazo sólo hay más de lo mismo para los hijos de estas mujeres. Bibliografía Acosta, Félix, 1998, "Hogares con jefas mujeres y bienestar familiar en México", en Beatriz Schmukler, coordinadora, Familias y relaciones de género en transformación. 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