Virtudes sólidas

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Virtudes sólidas
Educadores Católicos / Modelos y Proyectos Educativos
Por: San Pedro Poveda, 1916 y 1917 | Fuente: www.institucionteresiana.org
San Pedro Poveda, 1916 y 1917
Cumplir el deber sin ostentaci
En ese algo esencial del espitu teresiano entra el amor al trabajo; la
constante y asidua laboriosidad; el aprovechar el tiempo; el orden en todo y
la ejecuci prtica de estas virtudes, sin hacer alarde de ello, sin
mencionarlo siquiera.
Pero este vivir provechoso y este rendimiento constante ha de ser ordenado,
libre de precipitaciones, de aturdimiento y de afanes. Para aprovechar bien
el tiempo hay que emplearlo en lo que Dios quiere que lo empleemos ( ... )
En las virtudes ticas [del miembro de la Obra] entran como fundamentales
la mortificaci interna, la abnegaci, el sacrificio, la entrega de s el darse
sin reserva y el hacerlo sin afectaci, con suma naturalidad y cual si el
ejecutarlo ni fuera trabajoso, ni tuviera mito alguno ( ... )
En este trato de gentes, en esta exquisita correcci de modales, palabras,
gestos y ademanes, ha de proceder con todos sin diferencias ni distingos,
pues salvando los formulismos sociales y las etiquetas necesarias, lo
substancial debe ser idtico para mayores, iguales y menores.
La naturalidad
No puedo sustraerme al deseo de copiar algunos renglones de un libro que
manejo en estos ds. Dice su autor, entre otras muchas cosas harto dignas
de ser notadas, que en santa Teresa sobresale, como carter inconfundible
y triunfador que informa por igual toda su vida, ( ... ) la naturalidad en sumo
grado; la llaneza m franca y absoluta en sus ideas lo mismo que en sus
palabras y en sus afectos.
Qunos impide ser sencillos?
Bien sque esta llaneza franca y absoluta tiene sus quiebras si no va
regulada por la prudencia m exquisita. Pero ha de ser, por fuerza, la
cultura antesis de la naturalidad? Pero acaso la prudencia no es condici
precisa para la virtud? Ser m bien la escasez de cultura y la falta de
virtud los obstulos que nos impiden ser francos, ingenuos y sencillos? As
parece que debe acontecer, pues [santa Teresa] fue muy santa, fue doctora
y, siendo mujer y monja por adidura, poseyla naturalidad en sumo
grado y la llaneza m franca y absoluta en sus ideas, lo mismo que en sus
palabras y en sus afectos.
Fuertes y amables. Duros y blandos
Os sorprende la contradicci? Pues atended y quedars convencidos de
que no existe. Blandos, dulces, compasivos, carisos, transigentes,
benignos, amables, etc., para todos; pero fuertes, duros, rigurosos,
inquebrantables para con vosotros mismos.
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Co lograr ambas cosas? Os dirun medio eficacimo: el fuego divino del
amor de Dios.
No es cierto que el fuego ablanda y endurece? Sometidas a su acci
algunas cosas, quedan tan blandas que se derriten, y hay otras que, a
medida que es mayor la acci del fuego sobre ellas, m se endurecen. Uno
mismo es el agente que produce efectos tan contrarios. Pues bien, el fuego
de la divina caridad produce efectos anogos.
Cuando el alma vive bajo la acci del fuego divino, cuando en la oraci, en
la lectura de libros santos, en los ejercicios de piedad y sobre todo en la
sagrada comuni, obra en nosotros el fuego de la divina caridad, nosotros
quedamos llenos de esta caridad, la cual, si aumenta, hace que nos
derritamos en compasi, dulzura, benignidad, afecto, etc. No lo duds: a
medida que el amor de Dios prende en nosotros, vamos ganando en
suavidad y blandura.
Pero, adem, ese fuego divino, operando en nosotros, nos mueve a
penitencia, a sufrimientos, a fortaleza y a rigor, y en tal proporci sucede
esto, que somos tan benignos para con el primo cuanto somos duros con
nosotros mismos.
Sufrir nosotros y prodigar beneficios al primo; padecer yo para que goce el
hermano; cargar sobre mlas amarguras para encaminar los goces a los
dem, tales son los efectos del fuego divino. Duros para s blandos para los
otros. Este es el cristianismo verdad, y te es, por tanto, el espitu que yo
deseo ver.
Yo desconf mucho de aquellas almas que, viviendo constantemente al calor
de ese fuego divino, son egotas, propenden a su bien, se olvidan del bien
ajeno, prefieren su satisfacci, apetecen gozar, se enojan cuando sufren y,
en una palabra, son blandas para sy duras para el primo.
Jess, nuestro divino Maestro, ni naci ni vivi ni murias toda su vida,
desde Bel al Calvario, fue un perpetuo sacrificio.
Es cierto que tal modo de ser no llama la atenci; que nuestra blandura se
tomaren mil ocasiones por debilidad, temor, deseo de agradar y hasta por
medio para ser queridos y admirados; que nuestro rigor para nosotros
mismos podrser interpretado en sentido desfavorable tambi; que el
prodigarse bondadosamente y el sufrir en silencio son cosas que pasan
ignoradas para las gentes; pero cu verdadera es la virtud que asobra y
se oculta!
Mejor es dar que recibir
Bien quisiera yo que estas palabras de Cristo fueran [nuestro] lema ( ... )
Mejor es dar; mejor es sacrificarse por el primo, entregar por amor cuanto
se tiene, socorrerlo, consolarlo, enserle, darle, en suma, reposo, salud,
gracia; todo, hacerse todo para todos, a fin de ganarlos para Cristo (1 Cor,
9, 22). Derroche de generosidad, olvido de spropio, empe en
enriquecerlo, alegr cuando se consigue y paz del coraz cuando se
consuma el sacrificio en aras de ese amor.
Entregaos, y estad seguros del retorno; la medida de lo que habs de
recibir, no para vosotros, sino para Dios ha de ser la entrega vuestra.3
Que cada cual sea cual es
Es un defecto que trae consigo muchos disgustos, el prurito que tienen
algunos, los cuales se obstinan en querer que todos sean a medida de su
deseo. Dejad que sea cada cual segn es, pues ya Dios nuestro Ser sabe
santificar a cada uno llevdolo por el camino que El le traza. ( ... )
Procura tu santificaci con ese tu modo de ser, pero dejando que el primo
se santifique con su peculiar manera de vivir. T crees que eres como
debes? Bien esta que aslo creas, siempre que seas cual lo crees; pero por
quhas de pensar que el primo, por no ser como t, no es cual debe ser?
Querer que todos sean como nosotros?
Hay santos tristes y santos alegres; los hay que llegaron al mayor grado de
santidad sin hacer otra cosa que cumplir bien sus deberes, y quienes
consumieron sus vidas en vigilias, penitencias y tormentos para santificarse.
Los males que acarrea esta necia presunci de querer que todos sean como
nosotros queremos, sin jam querer nosotros dejar de ser como somos,
difilmente puede calcularse.
Vulgaridad impropia de quien algo sabe de espitu es la de no tolerar al
primo las faltas m nimias, pretendiendo que a nosotros se nos dispensen
las mayores.
Pretender que el primo nos soporte cuanto queremos y que a nosotros no
se nos moleste, o si se nos molesta sea a la hora, el d y en el tiempo que
nos conviene, es ceguera muy comn.
Diversidad de caracteres
Aunque se reconozca que la diversidad de caracteres, cultura, etc.,
imprimen modalidades especiales que son inevitables, no queriendo, ni
mucho menos, anular la personalidad propia, sino antes bien procurando
perfeccionar la de cada uno, debe existir un algo sustancial, idtico, para la
formaci de todos, y ese algo hay que definirlo bien, para que todos lo
sepan, lo ensen y lo ejecuten. Si no salvamos esto sustancial, la Obra no
llegarnunca a tener una fisonom propia y definida.
Espitu comn
Se ha de tender a que la piedad sea sida, arraigada, profunda, sumamente
discreta, oportuna, tranquila, firme, sosegada, seria, puesta a prueba,
alegre, severa, libre de ridiculeces, gazmors, rarezas, escrpulos, etc.
Concepto cabal de las cosas y de las personas, de representaci y
simbolismo. Tratar santamente de lo que es santo ( ... ). Aversi a todo lo
que no sea ordenado, recto, puro, justo, sensato, digno. Un vivir serio y que
jam engendre aburrimientos, desconsuelos, alteraciones, desalientos; una
ecuanimidad espontea, fruto del orden en que esttodo nuestro ser.
Sin que nada nos escandalice ni tengamos tan equivocado concepto del
mundo que choquemos constantemente con y resultemos espitus
asustadizos, enojosos y enojados con todos.
Cristo dentro, cristeros en el alma; que si El vive en notros, nuestros
modales, nuestra fisonom, nuestras palabras y obras revelar a Cristo.
Vivir mucho con El, para resultar parecidole; que si le parecemos,
tendremos idticos gustos.4
Desprendidos de todo, poseedores de todo
A la Obra ha de llegarse por Dios y para Dios, que asvino Cristo al mundo,
que si descendifue para glorificar al Padre y salvarnos ( ... ) Exteriormente
habs de ser como el Hijo de Jos pero interiormente tambi habs de
imitarle.
En esto consiste la fidelidad al espitu de la Obra. Y no os preocups de si
sois m o menos tiles, si vuestra labor es o no de provecho. Sea continua
vuestra oraci, exacto el cumplimiento de vuestros deberes, mortificados
hasta el heromo, humildes en verdad y en silencio, desprendidos de todo
para ser poseedores de todo. Que si por estos caminos vais, aunque nadie lo
sepa ni se entere de ello, ni pondere vuestra virtud. aunque de vosotros se
diga cual se dec de Cristo que era el hijo del carpintero, es decir, que sois
como todos los de vuestra clase y condici, no os importe, si vuestra
presencia, vuestras palabras y vuestras obras producen los efectos que las
de Cristo.
Ignorancia y falta de humildad
La ignorancia unas veces; otras, la presunci m o menos disfrazada, y
algunas el celo mal entendido, son causas que pueden haceros faltar a la
humildad en las palabras. Porque hay quienes creen ser m humildes
cuanto m alarde hacen de serlo; otros buscan la alabanza por la humildad,
y hasta algunos hay que pretenden edificar al primo hablando de sy de
sus cosas. Pronuncionos contra todas esas falsas expresiones de
humildad.
Lo primero que se me ocurre pensar cuando observo la manera de
expresarse que usan algunos, es que el coraz no estlibre de vanidad,
pues de la abundancia de habla la boca. Es preferible un silencio prudente
a esa estrepitosa humildad que no tiene de tal m que la expresi; como
es signo m seguro de humildad verdadera, el olvido de smismo que el
uso de frases de propio desprecio no sentido.
Alete el ajeno y no tu boca
Yo quisiera que os empeseis m en olvidaros de vosotros que en hacer la
apolog de vuestras flaquezas y miserias. Cuando ped a los que
presencian vuestras acciones que os digan vuestros defectos, habs de hacerlo
con un profundo espitu de humildad, no sea que, como dice san
Gregorio, busqus m la alabanza que la reprensi. No os engais a
vosotros mismos buscando ser honrados y estimados por medio de la humildad.
Y por si entendierais que hac6 bien al primo y le edifics refiriendo
vuestras cosas, quiero recordaros las palabras de Salom: alete el ajeno
y no tu boca; el extra y no tus labios (Pr 27, 2). iCuto mejor ser
demostrar con los hechos que sois verdaderamente humildes, y cuto m
edificars al primo de esta manera!
Y as haced vosotros con los dem hombres todo lo que deses que hagan
ellos con vosotros; porque ta es la suma de la ley y los profetas (Mt 7,
12). Ni puede darte regla m segura, ni m general, ni m breve.
Quers recibir beneficios? Hacedlos vosotros. Quers ser alabados?
Alabad a otros. Quers ser amados? Amad. Quers que os den la ventaja
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y lo mejor y m honroso? Ceded vosotros primero de eso y procurad darlo
a otros.
Si no das, no exijas
Ten por seguro que la medida de lo que recojas esten lo que des, y si
paras la atenci en lo que de ordinario acontece, observar que en la
mayor de los casos exigimos al primo lo que nosotros no damos. Nos
dolemos porque los dem no nos estiman, ni nos respetan, ni nos
obedecen, ni nos atienden, ni se sacrifican por nosotros, ni nos dispensan
nuestros defectos, ni echan a la mejor parte nuestras faltas, ni toman en
consideraci nuestra flaqueza, etc.; pero no pensamos que todo esto es
fruto de nuestro comportamiento con el primo.
Las obras dan testimonio de nosotros
Nos engamos a nosotros mismos cuando decimos que queremos, que
respetamos, que obedecemos a los dem, y luego nuestras obras dicen lo
contrario.
Las obras, s ellas son las que dan testimonio de nosotros y las que dicen
con elocuencia incomparable lo que somos. Prefiere siempre las grandes
obras en el silencio, a las peques con discursos pomposos. Ojalque seas
t del nmero de los que hacen mucho sin apenas decir nada y no de los
otros que ponderan, enaltecen y celebran lo poco que hacen. En esto, como
en todo, hemos de imitar a Jesucristo, cuya vida oculta debe ser nuestra
meditaci constante.
Dice el Aptol: Y as hermanos, ved vuestra vocaci, que no sois muchos
sabios segn la carne; no muchos poderosos, no muchos nobles (1 Cor 1,
26). Como si os dijera: pensad en lo que es vuestra Obra, en su grandeza,
en sus progresos, en el bien que dispensa a la humanidad, y al propio
tiempo echad una mirada sobre vuestra familia teresiana y ved que son
poquimos -y tan pocos!- los de gran talento, los poderosos y los nobles.
Comparad el fin con los medios, y deducirs vuestra vocaci y tendrs que
reconocer que Dios es quien lo hace todo, que vosotros sois diles
instrumentos. Cuando reflexions lo que Dios hace por vuestro medio, no
es mayor vuestra gratitud?
La verdadera sabidur
Y en esto sque mostrs verdadera sabidur, porque si Dios escogilas
cosas locas, las flacas y despreciables y aquellas que no son, para confundir
a los sabios, y a los fuertes y a las cosas que son; y vosotros os reconocs
flacos, viles, despreciables, pero escogidos por Dios, por el hecho de ser
tales y para mayor gloria de su santo nombre, querris salir de vuestra
miseria y pobreza? Con raz ests tan satisfechos de vuestra pequez.
Con raz no envidis ni a los sabios, ni a los fuertes, ni a los poderosos.
Ahora penetraos bien de por quhizo Dios esta elecci, para que cumpls
fielmente su voluntad. Tambi nos lo dice san Pablo: Para que ningn
hombre se jacte delante de El... Para que, como estescrito, el que se
glor, glorse en el Ser (1 Cor 1, 29.31). Ya lo sabs, ni jactaros, ni
gloriaros, ni aun de vuestra insignificancia, porque toda la gloria ha de ser
para Dios.6
Ausencia de personalismo
Conservar, fomentar y hacer que arraigue en [los miembros de la
Asociaci) el espitu de humildad, es de suma trascendencia para la obra
de apostolado que realizamos y por tanto, hay que desterrar a todo trance
aquello que sea stoma inequoco de soberbia. Lo es la costumbre de
quienes se expresan de tal manera que m parecen autores y ejecutores de
una empresa humana, que instrumentos de una obra de celo; que en sus
conversaciones, mandatos, reprensiones, y en suma, en todo lo que hacen
() usan tales frases, tal tono y hasta a veces, tales modales, que
desnaturalizan la Obra que representan, y desedifican a los que tienen cabal
concepto de los cargos y del papel que en ellos representa el que los
desempe ( ... ) ya que todo lo que sea personalismo, y amor al yo es un
intento de usurpaci de la gloria que a so Dios corresponde.
Tolerancia mutua
Por lo cual, toleraos mutuamente, como Cristo os toleren honor de Dios
(Rom 15, 7). Si cuando nos cuesta mucho sacrificio tolerar al primo nos
detuviamos a considerar cuto y co nos tolerJess para gloria de su
eterno Padre, iqupoco nos costar sufrirnos mutuamente! Por quse nos
hace tan difil esa tolerancia? Seguramente no es porque seamos muy
perfectos, porque nadie lo es m que Cristo y El nos toleren honor del
Padre, de manera incomparable. No ser quiz que la falta de celo por el
honor de Dios y la [falta] de perfecci propia nos llevan a ser intolerantes
con el primo, al propio tiempo que somos tolerantes con nosotros mismos?
Por este medio hemos de conocer si somos lo que debemos, si alabamos al
Ser como El desea, y procuramos su gloria y la salvaci del primo al
par que la nuestra. Sabed las mismas cosas, alabad al Ser de idtico
modo, toleraos mutuamente y hacedlo todo para gloria de Dios nuestro
Ser.
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