POSICIONAMIENTO RELATIVO A LOS HECHOS OCURRIDOS EN DÍAS PASADOS CON LOS ESTUDIANTES DE LAS ESCUELAS NORMALES DE MICHOACÁN, PRESENTADO POR GRUPO PARLAMENTARIO DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL. Dip. Víctor Manuel Silva Tejeda, Presidente de la Mesa Directiva del Honorable Congreso del Estado. Presente. Los que suscriben, Laura González Martínez, diputada de esta LXXII Legislatura a nombre del Grupo Parlamentario de Acción Nacional, con fundamento en los artículos 8° fracción II y 241 de la Ley Orgánica y de Procedimientos del H. Congreso del Estado, me permito exponer al pleno el siguiente posicionamiento sobre los acontecimientos ocurridos en di versas Escuelas Normales de nuestro Estado. Sin duda, la manifestación de las ideas, la libertad de expresión y la libertad de reunión son de los derechos más importantes que consagra nuestra Constitución, porque es mediante estas libertades que las personas pueden manifestar sus ideologías, di funden su cultura y disienten de las políticas públicas del gobierno. Si bien, la esencia de la democracia moderna implica que la minoría sea incluida en el proceso decisional, en palabras de Kelsen «democracia significa discusión» y cuyo único resultado debe ser el acuerdo, también como premisa fundamental de ese dialogo democrático y la resolución de conflictos, es la existencia de una norma independiente a los intereses de una de las partes. Negociar, llegar a compromisos o acuerdos es la esencia de la democracia en términos kelsenianos, es la nueva democracia gobernable. Lamentablemente, muchos de los movimientos reinvidicatorios de luchas sociales lejos están de actuar dentro de estos contextos democráticos, utilizando derechos que la propia democracia les ha garantizado para manipularlos, relativizarlos a su favor y presionar a las autoridades para que resuelvan siempre conforme a sus intereses. El derecho a la manifestación, petición y expresión son libertades que se enclavan dentro de las denominadas garantías individuales, las cuales son consideradas como derechos de primera generación, es decir, derechos civiles y políticos, también denominados derechos de defensa o libertad. En términos teóricos los derechos fundamentales se distinguen entre derechos de defensa (que pueden ser, a su vez, reacciónales o de libertad) y derechos de prestación (divididos entre derechos de organización y derechos de prestación en sentido estricto). Todos los derechos fundamentales tienen límites e intervenciones. En primer lugar, l as intervenciones deben hallar fundamento en otra norma constitucional, la cual opera como necesario límite al derecho en cuestión. Los fines y valores sociales, por importantes que sean, no pueden ser utilizados como límite de los derechos si no encuentran reconocimiento en el texto fundamental. Los límites de los derechos fundamentales pueden ser directos, esto es, cuando expresamente mencionados como tales en relación con determinados derechos. Como ejemplos de límites directos, el artículo 6º de la Constitución señala como límite para la manifestación de las ideas: el ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público –alguien de los aquí presente puede afirmar coherentemente que secuestrar bienes y personas no es un delito, o tomar vías de comunicación no altera el orden público-. Por su parte el artículo 9º de nuestra Norma Fundamental establece en su párrafo segundo que «NO se considerará ilegal, y NO podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto, a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee. Por otro lado, la propia Organización de los Estados Americanos en sus textos internacionales reconoce la necesaria limitación de los derechos humanos por parte de los Estados por ejemplo, artículos 7.2, 12.3, 13.2, 15, 16.2, 21.2 o 22.3 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Luego, si concluimos que el derecho de manifestación es un derecho de libertad cuyo ejercicio exige únicamente por parte de la autoridad un no hacer –es decir, dejar que se manifiesten las personas-, también podemos deducir que dicho derecho permite limitaciones y restricciones que la propia Constitución señala, en especial cuando se incide en el derecho y en los intereses de otros ciudadanos, o en la trasgresión de la paz pública. En relación al contenido de este derecho podemos decir que el derecho a la manifestación es una manifestación colectiva de la libertad de expresión y petición ejercitada a través de una asociación transitoria, siendo por un lado un derecho individual en cuanto a sus titulares y colectivo en su ejercicio, constituyendo un cauce del principio democrático participativo. Después de analizar teóricamente el derecho de manifestación y petición, su contenido y limitantes, estamos en posibilidad de realizar un estudio comparado de dicho derecho en los diversos ordenamientos constitucionales de Latinoamérica. de la libertad de expresión, simplemente éste como el resto de los derechos está limitada a sus medios y a sus fines; sin embargo, como es de explorado derecho, no existe una libertad absoluta y en el caso concreto ésta se ve limitada en todos los países democráticos básicamente por los siguientes supuestos: 1. Que la reunión o manifestación no sea armada. 2. Que la reunión o manifestación sea pacífica. 3. Se realice de forma respetuosa. 4. Que la reunión sea con fines lícitos. 5. No se altere la moral, el orden público y la seguridad del Estado. 6. Se prevé la intervención policial para resguardar el los derechos de los terceros y el orden público, al grado de justificar la disolución de la reunión. Sin duda, para que el ser humano pueda desarrollar toda su potencialidad requiere vivir dentro de un gobierno que fomente la libertad, por lo cual es necesario admitir que la educación de la libertad es esencial para su existencia. Bien podría uno decir, con algo de razón, que son necesarios unos parámetros para la existencia de una sociedad libre, sin embargo, estos parámetros deben estar basados en la búsqueda del constante mejoramiento de la colectividad y no en el celo irreflexivo y negligente de algunos hombres, ni quienes confunden la autoridad con el autoritarismo, ni libertad con libertinaje. Acción Nacional, no condena ni juzga los objetivos de los normalistas para manifestarse –y ahora de los maestros de la CNTE- son libres de tenerlos y en un Estado Democrático, Constitucional y de Derecho como el mexicano es, desde hace poco más de una década, son libres de profesarlos, al final de día no son sino otro grupo más de interés dentro de la compleja y plural sociedad michoacana, que en una elemental lógica lo que defienden es eso, sus intereses; pero no podemos estar de acuerdo en los medios utilizados para alcanzar sus objetivos. Un principio ético de Acción Nacional, propugnado desde los inicios de nuestra fundación como Partido fue la correcta identificación de los medios para alcanzar los fines, la utilización de algo para fines que no fue creado, no sino el más grave rompimiento de principio ético de un Estado. Cierto, la policía no fue creada para reprimir a los ciudadanos ni coartar sus libertades, ni la libertad de expresión y manifestación para secuestrar bienes y quemarlos, en el caso concreto ¿Quién de las partes actuó éticamente? ¿Quién utilizó sus medios de forma adecuada? Me queda claro que el Gobierno. Pero el conflicto no quedará ahí, una espiral de violencia social se avizora, bajo esa realidad Acción Nacional será responsable y podrá todo lo que se esté de su capacidad política para alcanzar la reconciliación fraterna que merece Michoacán. La fraternidad como uno de los elementos constitutivos de nuestra democracia es una deuda que nosotros los mexicanos tenemos pendientes. Es nuestra incapacidad de reconocernos como hermanos una de las principales trabas a nuestro desarrollo. Son nuestras divisiones las que nos siguen matando. Debemos terminar de una vez para siempre con nuestro discurso de «ellos y nosotros». Se tiene que terminar esta dialéctica, debemos reconocernos todos como parte de una misma realidad. Debemos darnos cuenta que ninguna de estas partes tiene toda la razón. Y sólo lo podremos hacer si asumimos la democracia como una forma de vida, como un hecho moral. Si empezamos a reconocernos como hermanos, si vamos al encuentro del otro, sobre todo de los que más sufren, si dejamos de lado nuestras divisiones, si nunca más intentemos imponer una idea de verdad por la fuerza, tomando calles o secuestrando camiones, sino que a partir del consenso lleguemos a una verdad superadora, que vayamos a un diálogo democrático y fraterno con el ánimo de reconciliación y no de venganza. Que lleguemos al diálogo con la virtud de la docilidad y de la humildad de quien se deja sorprender por la verdad, con el convencimiento de saber como decía Antonio Machado que es mejor guardarnos nuestras verdades, la nuestra y la de ellos y que de una vez por todas juntos de la mano vayamos a buscarla. Hace ya casi un siglo un prominente mexicano le escribió a una carta a José Vasconcelos haciéndole en esencia una pregunta: «¿vale más lanzarse a una lucha que pueda llevar a los grupos contrarios al exterminio, para lograr el triunfo inmediato o perderlo todo, o vale más sacrificar el triunfo inmediato a la adquisición de una fuerza que solo puede venir de una organización bien orientada y con capacidad de vida?» Así, compañeros diputados ¿vale más la aplicación selectiva de la ley y el Estado de Derecho, ti l dando de delincuencial es las luchas sociales contrarias a los intereses del gobierno? ¿o vale más arengar el triunfo sectario de grupos de presión que impiden el desarrollo de nuestro Estado y pretenden poner de rodillas al gobierno? Acción Nacional ya decidió, vale mucho más reconciliarnos en aras de una mejor, pacífica y digna vida de todos los michoacanos. ¡Ustedes deciden si siguen peleando!