28.- España. Arquitectura: del Plateresco al Escorial. Escultura: los

Anuncio
28.- España. Arquitectura: del Plateresco al Escorial. Escultura: los primeros imagineros: Berruguete y Juni.
Pintura: El Greco.
El Renacimiento italiano representa una etapa decisiva en el desarrollo de la civilización occidental. Su nacimiento en
los albores del siglo XV (el "Quattrocento" o Renacimiento temprano) y el excepcional esplendor que conseguirá en el
siglo XVI (el "Cinquecento": alto Renacimiento hasta 1520, fecha de la muerte de Rafael, y Manierismo
posteriormente) contribuyeron a la transición entre la Europa medieval y la Edad Moderna. Este período de
investigación y plenitud creadora bastó para forjar en el terreno de las artes un sistema de representación, que perduraría
intacto hasta fines del siglo XIX. Las intensas relaciones que España mantenía con Italia permitieron que la esencia del
Renacimiento fuera asimilada ya a finales del siglo XV y se extendiera a lo largo del siglo XVI. A diferencia del caso
italiano, el Renacimiento en España se mantendrá bajo la tutela de la nobleza, la Corte y la Iglesia, quienes establecerán
cuáles son las necesidades que debe satisfacer el arte.
La arquitectura del Renacimiento español se puede estructurar en tres fases o períodos: Estilo Plateresco, Estilo Purista
o Clasicista y Estilo Herreriano.
El Primer Renacimiento es conocido como estilo Plateresco. Este estilo arquitectónico se desarrolla cronológicamente
en la primera mitad del siglo XVI. La característica fundamental que define el Estilo Plateresco es la profusión
decorativa, que combina simultáneamente elementos de influencia italiana con otros hispanos: medallones, escudos,
balaustradas y figuras humanas, animales o vegetales entrelazadas, los denominados grutescos, se conjugan con
habilidad y cubren las superficies de los edificios hasta desdibujar sus originarias líneas puras. Esta característica le
valió la denominación de “plateresco”, al comparar su minuciosa decoración con la tarea propia de los plateros y
orfebres. Las obras arquitectónicas y los artistas más significativos del Estilo Plateresco son los siguientes: El
Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, de Pedro Gumiel: cubierto el techo con exquisito artesonado
mudéjar y sus muros con yeserías platerescas o La Fachada de la Universidad de Salamanca, de autor anónimo:
esculpida en el primer tercio del siglo XVI, se divide en tres cuerpos por encima de dos arcadas, en el primero aparece
un medallón con los Reyes Católicos y una inscripción en griego, en el central se encuentra el escudo imperial de Carlos
V, y en el superior se halla la figura del Papa con dos cardenales; se trata de una fachada muy decorada, que recuerda a
un retablo, con calles y cuerpos, con medallones, escudos, motivos heráldicos, remates en crestería, decoración calada
imitando a una cresta, con elementos ornamentales que imitan candelabros u otros elementos constructivos,
arquitectónicos o simplemente abstractos, con grutescos, etc.
El Clasicismo Renacentista se conoce como el Estilo Purista. El Estilo Purista o Clasicismo Renacentista se caracteriza
por un retorno a las formas clásicas, al gusto italianizante, por una implantación de aquellas formas arquitectónicas que
han definido al Renacimiento italiano. Como consecuencia la arquitectura recobra su esencia y su principal
preocupación se centrará en los espacios, concebidos como un todo unitario en el que unas partes no se acentúan más
que otras. Se imponen los arcos de medio punto, los almohadillados en los muros y los edificios adquieren un aspecto
más sereno, armónico y equilibrado. La decoración, aspecto fundamental del estilo inmediatamente anterior, pasará a
ocupar un segundo plano, generalmente sólo cubre puertas y ventanas, limitándose a algunos elementos concretos,
generalmente de inspiración clásica. Las obras arquitectónicas y los artistas más significativos del Estilo Purista o
Clasicismo son los siguientes: La Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, de Rodrigo Gil de Hontañón, El
Palacio de Carlos V de Granada, de Pedro Machuca: representa la introducción del clasicismo italiano en la
arquitectura civil española, el proyecto es originalísimo en el concepto, sobre todo por la inserción del patio circular
porticado en el cubo externo y la armoniosa distribución de las fuerzas; la fachada tiene dos cuerpos, el inferior de
sillería almohadillada con ventanas cuadradas y circulares y el superior con columnas adosadas y vanos adintelados,
todo el conjunto remata en una enorme cornisa; se utiliza la superposición de órdenes, tanto en el patio como en el
exterior, toscano en el cuerpo inferior y jónico en el superior y La Catedral de Granada, de Diego de Siloé: comenzada
por Enrique Egas en estilo gótico, Siloé tuvo que adaptarse al plano primitivo y buscar un sistema moderno que se
adaptara a sus elevadas proporciones, una vez desechados los elementos constructivos góticos, convirtiéndola
finalmente en uno de los edificios más destacados del estilo renacentista español.
La arquitectura del Bajo Renacimiento Español se conoce como Estilo Herreriano. Este estilo arquitectónico, el Estilo
Herreriano o Escurialense, cuyas manifestaciones se denominan también Arquitectura del Bajo Renacimiento Español,
ocupa el último tercio del siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II. El estilo anterior se ve interrumpido por la
introducción de formas del Cinquecento italiano y los postulados del Manierismo, caracterizadas por una gran sobriedad
decorativa, conectando perfectamente con la austeridad que propugnaba la Contrarreforma, debiéndose también su
triunfo al hecho de ser un estilo propio y nacional. El nombre que recibe el estilo deriva de Juan de Herrera, autor de
la obra clave de este período, el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial: las obras comienzan bajo la dirección de
Juan Bautista de Toledo, pero muere en 1567 y será sustituido por Juan de Herrera, el auténtico artífice de El Escorial;
se caracteriza por el predominio de los elementos constructivos y la casi total ausencia decorativa, las líneas rectas y los
volúmenes cúbicos, dominando las formas geométricas simples y la horizontalidad, rota únicamente por las torres de las
esquinas y la cúpula de la basílica, de planta de cruz griega; en resumen, edificio monumental que representa la
grandeza del Imperio español y de su rey.
La escultura renacentista llega a España gracias a artistas italianos, como Fancelli y Torrigiano, o a los españoles que
viajan a Italia a formarse, como es el caso del gran Alonso Berruguete. La escultura del Renacimiento español es de
gran originalidad por el fuerte sentimiento religioso del que está impregnado, le concede mucha importancia a la
expresividad, es original en los materiales empleados: se utiliza mucho la madera policromada con la técnica del
estofado, en la que se aplica una fina capa de pan dorado y luego se pinta encima y se raspa para que se vea el dorado.
Se siguen construyendo sepulcros, retablos, sillerías de coro y retratos.
La escultura renacentista de concepción clásica no se introdujo en España ni con rapidez ni con facilidad. Fancelli fue
uno de los italianos que más contribuyeron a la introducción y difusión del Renacimiento italiano en España. Fancelli,
de formación florentina y gusto por el preciosismo detallista como demuestra en Los Sepulcros de los Reyes Católicos
en la Capilla Real de Granada: su obra cumbre, mantiene el tipo exento, de lecho horizontal, ahora más grande para
dar cabida a las dos figuras yacientes de los reyes, y lados en talud, revestidos con medallones y hornacinas, con
originales grifos en las esquinas y cuatro estatuas sedentes de los Padres de la Iglesia velando en los extremos de la
cornisa el sueño de los monarcas.
No obstante, la plenitud de la escultura renacentista española llegará de la mano de la Escuela de Valladolid,
concretamente de Alonso de Berruguete y de Juan de Juni. Alonso de Berruguete se convertirá en el artista más
representativo de esta etapa. Permaneció durante diez años en Italia, donde entró en contacto directo con las obras de
Donatello, cumbre de la escultura del Quattrocento italiano, y con las de Miguel Ángel. Pero a pesar del estudio directo
que realizó de las obras del Renacimiento italiano su obra escultórica se caracterizará por los rasgos expresivos y
dramáticos. Alonso de Berruguete supo canalizar esta búsqueda y lo hizo por medio de esculturas policromadas de
volumen alargado que reflejaban gestos muy acentuados y actitudes inestables, en ellas el artista huye voluntariamente
de las formas y proporciones consideradas correctas y da primacía a su estilo personal antes que a los parámetros
establecidos en Italia. Entre sus obras más significativas figura La Sillería del Coro de la Catedral de Toledo: aquí
juega con las posturas de los personajes y las composiciones de plegados en los ropajes en su búsqueda de movimiento
y expresionismo, además de que realizará un magnífico estudio psicológico de las emociones humanas. Juan de Juni,
de origen francés, pero de formación también fundamentalmente italiana. Al analizar su obra se observan con claridad
sus raíces francesas y la influencia que recibió de Miguel Ángel, aunque ninguno de estos dos aspectos entorpeció su
integración en la escuela castellana, por lo que se convirtió en un artista que supo transmitir el fervor religioso de sus
contemporáneos. Se caracterizó por sus figuras polícromas de gran tamaño, impregnadas de dramatismo, de
gesticulación casi teatral, trabajadas con lentitud y detalle, y composiciones agobiadas por la falta de espacio, que
inician ya el Manierismo.
Mientras que el gran pintor del Bajo Renacimiento o, mejor dicho, del Manierismo Español es, sin duda el Greco,
oriundo de Creta. Emigra a Venecia, donde comenzó a trabajar en el taller de Tiziano y realizó algunas colaboraciones
con Tintoretto; influencias de esta etapa serían su cromatismo más cálido y vibrante, la importancia de la luz, las
composiciones grandes, los escorzos, etc. Y trabaja en Roma, donde adquiere influencias sobre todo de Miguel Ángel,
en especial el gusto por composiciones monumentales y el vigoroso modelado de las anatomías. Finalmente se dirigió a
España, donde pasó un tiempo en Madrid, atraído por la Corte de Felipe II y la posibilidad de trabajar en El Escorial,
estableciéndose tras su fracaso allí en la ciudad de Toledo, donde trabajó intensamente y con gran éxito, aunque casi
exclusivamente para los conventos del lugar y la nobleza toledana. En su obra se produce la fusión de las formas
iconográficas bizantinas, con el colorido de la pintura veneciana y la religiosidad española, creando un nuevo lenguaje
artístico estrechamente relacionado con el manierismo italiano, pero de rasgos estilísticos muy personales, no siendo su
obra comprendida enteramente por sus contemporáneos. Entre las principales características de la pintura de El Greco
debemos destacar las siguientes: sus figuras son exageradamente alargadas, delgadas y con grandes paños flotando a su
alrededor, por influencia su fuerte manierismo, lo que además imprime en ellas una mayor espiritualidad; otra
peculiaridad de sus modelos es su gran expresividad y misticismo, llegándose a decir que los buscaba en los
manicomios toledanos; sus composiciones también son manieristas, en ellas falta el espacio, las figuras aparecen
recargadas hacia una de las zonas del lienzo, parecen ser impulsadas hacia lo alto; los fondos en muchas de sus obras
son inexistentes, en otras son paisajes con luz de tormenta o la ciudad de Toledo entre brumas; los colores dominantes
pasan de la gama cálida inicial al dominio cada vez mayor de los más fríos e irreales, acentuando así las visiones
místicas que caracterizan su obra; su técnica es libre y abocetada; etc.
Sus obras más importantes fueron La Trinidad: de su primera etapa, muy influenciado por la obra de Miguel Ángel,
aunque en ella ya aparecen las desproporciones, el dramatismo y la irrealidad de los fondos que caracterizan su obra en
España, El Expolio: colorido y expresionismo, patetismo y espiritualidad característicos de El Greco; reminiscencias de
Miguel Ángel y del Manierismo son su renuncia al espacio y a la perspectiva, El martirio de San Mauricio: obra
realizada para El Escorial y que no fue muy bien acogida en la Corte; representa aquí no el hecho trágico del martirio,
sino la aceptación serena del destino, El entierro del Conde de Orgaz: lienzo situado en la Iglesia de Santo Tomé de
Toledo, representa el milagro del Señor de Illescas, a cuyo entierro acudieron San Esteban y San Agustín mientras un
ángel subía al cielo su alma; representa dos mundos, la tierra y el cielo, con dos técnicas y características
completamente diferentes, El caballero de la mano en el pecho: El Greco fue un genial retratista, admirado por
Velázquez, que supo trasladar con gran maestría al lienzo la fisonomía y la personalidad de los sobrios caballeros
castellanos.
Descargar