Respuesta Jesé C. Middendorf

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“Sobre el lente hermenéutico y la santidad”
Andy Johnson
Respuesta
Por
Jesé C. Middendorf
Superintendente General, La Iglesia del Nazareno
Me siento fortalecido por la declaración del Profesor Johnson sobre el dogma distintivo de la
Iglesia del Nazareno. Su posición es clara: “que Dios llama a su pueblo a la santidad y
puede dotarles, en realidad, con un carácter santo no se disputa.”
Yo también afirmo la posición de Johnson que usar el lente hermenéutico de “segundidad” e
“instanténeidad” no es el único método por el cual la comunidad de fe puede leer los textos
del Nuevo Testamento que facilitan un contexto en donde Dios puede transformar la
comunidad en una comunidad santa.
No obstante, creo que debemos estar prudentes en no abandonar demasiado pronto el uso
de los términos señalados a pesar de lo que parecer ser una disminución de su empleo en la
vida de la Iglesia. Quizás, la necesidad mayor es analizar más a profundidad algunos textos
para evitar una “prueba de texto” que se traiciona por una interpretación superficial de unos
textos favoritos de nosotros.
Dado que hay otros métodos fieles para interpretar algunos de nuestros pasajes esenciales;
no es necesario demandar que los exégesis sostengan principalmente nuestra posición de “lo
subsiguiente” o “lo segundo” de entera santificación. Sin embargo, la experiencia parece
indicar que, por la mayoría de la gente, el lenguaje de segundidad y instanténeidad es
sumamente importante para comprender y apropiar las provisiones de la gracia que hacen
posible la santidad de carácter. Para el cristiano wesleyano / arminiano, la búsqueda de
santidad no es una opción deseable ni un medio a una ventaja espiritual sino una parte de el
orden de salvación. La razón por la cual estamos inclinados a descubrir la idea de
“segundidad” en una variedad de textos es nuestra convicción profunda, nacida de
experiencia y nuestro entendimiento de la amplitud de la Escritura, que la naturaleza misma
de la redención por toda la humanidad demanda dos fases.
Tan esencial es el concepto de “segundidad” a nuestro declarado entendimiento como una
denominación (véase los “Artículos fe fe” y “Declaración de fe”) que debemos enfrentar la
cuestión seria con franqueza. Puesto que el lenguaje de segundidad e instantaneidad parece
ser usado con menos frecuencia por la clerecía y el laicado, debemos encontrar maneras para
reafirmar la validez del lenguaje indicado mientras evitamos la tendencia de forzar una
interpretación sobre otros textos, que, a lo mejor, infieren tal convicción. Mientras que
cambios culturales y sociales alteren algunos entendimientos de cómo Dios lleva a cabo su
voluntad para la santidad en el corazón y vida del creyente, la realidad es que Dios todavía
justifica, regenera, y adopta; además, desea restaurar el dañado “Imago Dei.”
La subsecuencia, o segundidad, se basa en más que “el lente hermenéutico” con que se
examine cualquier texto bíblico individual. El exégesis demanda el lente de experiencia que
reconoce las ambigüedades enfrontadas por alguien que intente forzar que lenguaje y
experiencia coincide exactamente al cruzar las fronteras de idioma y cultura así como la
división social e histórica causada por el pasar de tiempo. Lo que es sumamente importante
para la Iglesia del Nazareneo es evitar sentimientos defensivos mientras buscamos medios
más adecuados para expresar, en cada generación, nuestras convicciones entrañables con
respecto a la entera santificación o la vida más profunda, sobre su “segundidad” y
“instantáneidad.” Nuestra lectura e interpretación de la Escritura siempre deben ser guiadas
por la erudición cuidadosa. Pero nuestra erudición no debe pasar por alto lo que las
experiencias e interpretaciones de otros, por las edades, nos han enseñado.
Por lo tanto, no puedo dejar la convicción de que los textos bajo examinación por Johnson
por lo menos permiten una interpretación de la “segundidad.” La naturaleza de lo que Pablo
les recomienda a los tesalonicenses parece demandar una obra más penetrante en el corazón
y vida del lector. La “voluntad de Dios” requiere que sea “santificado.” La implicación del
lenguaje más y más ferviente y el nivel de la “demanda” impuesta en los tesalonicenses,
parece no sólo sugerir anhelo, sino apropiación. La insistencia de Pablo en que los
tesalonicenses sean santificados enteramente no permite una interpretación fácil implicando
que se puede entrar tal estado de gracia por simplemente “crecer en gracia.” Dolorosamente,
la experiencia humana, en todas culturas y por todas las edades de la historia humana, parece
verificar la insistencia de arminianismo wesleyano—no se puede alcanzar la santificación por
pura fuerza humana y anhelo.
Lo que Pablo pide es más que un cristianismo “culto.” Él insiste en una fuente interior de
gracia, de “entera santificación,” la cual es posible sólo por una medida de actividad divina
en el corazón humano, y tampoco es la experiencia santificadora sujeta al desarrollo humano.
La medida de entregarse que es necesario en esta obra de gracia parece posible solamente
por el creyente, por el redimido.
Estoy animado por la insistencia de Johnson en que el llamado de Dios a la santidad no está
disputado. No difiero con la sugerencia que los pasajes citados no aguanten un análisis
rigorosa por quien busque “probar” la segundidad or instantaneidad por confiar en estos
textos solos. Pero yo insistiría en que no rechacemos estos textos como si tuvieran ningún
elemento de lo prescrito. Es posible que el lente hermenéutico no sea la único modo por el
cual la comunidad de fe puede leer los textos bajo cuestión, pero parecería ser uno de los
modos.
Bien que queremos proteger la integridad de nuestra erudición dentro de la tradición
wesleyana / arminiana, no demoremos en enseñar y predicar con denuedo que la orden de
salvación, con la carta blanca del intento redentor de Dios, demanda que retengamos
fuertemente el concepto de que Dios quiere hacer más que justificar y regenerarnos.
También anhela santificar “enteramente” a su pueblo.
Quizás aquí vale la pena que nos recordemos que la de gracia de entera santificación no
espera hasta que la descubramos. La voluntad de Dios es nuestra santificación. Él lo hará si
se lo permitimos. No tenemos que “cazar” la santidad. Así que andemos en a luz, la
santidad nos seguirá, con insistencia y persistencia. Él que nos llamó es fiel. “¡Él Lo hará!”
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