Dios es una mujer - Latinas y Latinos por el Cambio Social

Anuncio
Dios es una mujer
Para los [las] sentimentalistas, los sectarios [las sectarias] y los
estacionarios [las estacionarias], no hay mujer cuando deja de
ser esclava del sentimiento, de la fe tradicional, del
quietismo estacionario, para ser responsable
de sus afectos, de su fe, de su actividad.
Eugenio María de Hostos
En la recordación del tradicional día en que meditamos y reflexionamos sobre el crimen
de la violencia hacia la mujer, me parece importante analizar una serie de realidades que
nos pueden ayudar positivamente a erradicar este pecado capital y crimen que cometemos
contra la imagen femenina de Dios y que, de una manera irrespetuosa, las organizaciones
religiosas, políticas y culturales, entre otras, siguen ignorando.
Primeramente, tenemos que reconocer que la relación de cooperación entre hombres y
mujeres establecida por nuestra Diosa desde el principio, fue reemplazada por una de
dominio masculino y de opresión y exclusión femenina. Hay quienes dicen que
históricamente podemos identificar el comienzo de esta desviación con el surgimiento de
la propiedad privada que es contraria a la posesión comunal. Por cuanto cada cultura
tiene su manera muy peculiar de implementar este proceso de relaciones desiguales de
opresión y exclusión de la mujer, a mí me parece que éste -similar al racismo y al
heterosexismo, entre otros males -- mucho más complejo. Por esto, debemos evitar caer
en simplismos deterministas en donde creemos que con la erradicación del sistema
capitalista se elimina automáticamente -por obra y gracia del Espíritu Santo- a un mal que
podemos llamar por diferentes nombres: machismo, chauvinismo masculino y
supremacía masculina.
En nuestra realidad cultural latina, a mi juicio, la opresión y la exclusión de la mujer se
manifiestan, en la construcción social, en por lo menos dos postulados. Uno, define la
responsabilidad arbitraria y privilegios especiales de nosotros, los hombres, y se conoce
como machismo. El otro, le exige a la mujer someterse, ser obediente, auto sacrificarse y
buscar la perfección, éste se conoce como marianismo. Este último utiliza la figura de la
Virgen María para desarrollar una ideología de control que nada tiene que ver con la
Biblia ni mucho menos con María, la madre de Jesús.
Ambas adversidades -el machismo y marianismo- tienen como meta final organizar y
justificar la opresión y la exclusión de la mujer en el núcleo familiar, centros de trabajo,
organizaciones políticas, lugares de adoración, o sea, en nuestra sociedad en general. Es
de suma importancia que podamos comprender que la manifestación de la opresión y la
exclusión en todo momento se da, por lo menos, en dos niveles: en lo personal y en lo
estructural. Es como una especie de interrelación e interdependencia entre lo personal y
lo estructural en la que no es correcto eliminar uno en favor del otro. Me parece que esto
ha sido uno de los errores que hemos cometido. En este error están quienes han puesto
sus energías en lidiar solamente con lo personal sin tomar en consideración la manera en
que nuestras estructuras -políticas, económicas, educativas, religiosas, entre otrasproducen, sustentan y reproducen la ideología sexista. Reitero, no me parece correcto el
descartar la posibilidad de que las contradicciones económicas en nuestra sociedad,
puedan ser también culpables de producir la opresión contra la mujer. Con esto me
refiero a la lucha de clases que es producto de nuestro sistema capitalista patriarcal y neoliberal, una realidad que muchas feministas en Estados Unidos se han empeñado en
ignorar, dejando solamente al hombre como médula de análisis.
Por otro lado, en el otro error están quienes se han empeñado en hacer creer que lo que
tenemos que hacer es luchar para erradicar o cambiar esas estructuras antes mencionadas,
y automáticamente desaparece el mal del machismo. Esta creencia es muy común en
nuestras organizaciones políticas de izquierda, las cuales han lidiado con una ceguera
revolucionaria cuando se trata de elaborar una crítica constructiva al sexismo que todavía
existe en Cuba. Y esto es curioso porque dentro del gobierno cubano, a mi juicio, la
autocrítica se ha elaborado propiamente, aunque hay todavía mucho camino por recorrer
en lo que concierne a la justicia no tanto de inclusión de la mujer, sino también de su
participación en el poder administrativo de la revolución. A este mal también se suma el
racismo y el heterosexismo. Que no se nos olvide, lo contrario de exclusión no es la
inclusión, sino más bien la participación. Ahora bien, lo que estoy tratando de decir es
que aunque este crimen se comete contra una persona ésta pertenece a un grupo particular
que ha sido discriminado por las estructuras sociales.
¿Cómo se elabora y se justifica este proceso opresivo? Deshumanizando o
despersonificando a un/una ser humano, en este caso la mujer. Cuando usted
deshumaniza o despersonifica usted le quita todo aspecto humano a una persona,
convirtiéndole en un objeto o un animal. De esta manera justificamos el tratamiento de
violencia, opresión, explotación y exclusión. 0 sea, que la ideología la orquestamos hacia
lo femenino, como grupo, aunque la ejecutemos hacia la mujer como individuo.
Ahora bien, quiero dejar unos asuntos muy claros en todo esto. El discurso de decir que
las mujeres son solo oprimidas y excluidas por nosotros los hombres no me parece
correcto. A mí me parece -esto lo digo sin evadir responsabilidad o sonar apologéticoque este tipo de análisis es muy simplista, ya que requiere de otras realidades para una
interpretación seria. Por un lado, éste análisis erróneo parte de un postulado heterosexual
en donde se establece y se santifica al heterosexismo como la única manera de establecer
relaciones, negando la existencia de relaciones lésbicas, o sea, la relación entre dos
mujeres. En este tipo de relación, cuando se da la opresión y la exclusión, podemos
encontrar que el origen de ese mal es una mujer. Ahora bien, decir que la mayor parte de
la opresión y exclusión viene de nosotros los hombres me parece correcto.
La otra realidad que debemos tomar en consideración es que hablar de la mujer desde una
perspectiva genérica no lleva a cabo una evaluación detallada de la realidad de nuestras
hermanas y compañeras latinas. Sobre todo cuando ésta tiene que lidiar no sólo con la
supremacía masculina sino también con la supremacía blanca que muchas mujeres dentro
del movimiento feminista están promoviendo. O sea, que no podemos negar que muchos
de los logros alcanzados para las mujeres en esta sociedad, no benefician a las mujeres
negras y/o latinas que sufren una doble o triple opresión y exclusión. Esto se agudiza si le
sumamos la realidad de la orientación sexual.
En resumen, hay un llamado a que resistamos todo proceso de opresión y exclusión. No
podemos negar que existen unos procesos de injusticia contra la imagen femenina de
Dios, así que no vamos a tratar de tapar el cielo con la mano. La fuente de esa opresión
tiene que buscarse no solo en nosotros los hombres, sino también en estructuras que
promueven esa ideología machista y marianista como son las organizaciones religiosas,
políticas y culturales, nuestro sistema educativo y los medios de comunicación, entre
otros males. También me parece necesario el que descolonicemos la manera de pensar y
de actuar de aquellas mujeres que se han convertido en defensoras, promotoras y
reproductoras de la ideología sexista. Pero muy particular, nosotros los hombres tenemos
que tomar responsabilidad en la destrucción del pecado y del crimen de la supremacía
masculina y movernos a la construcción de relaciones saludables. Fundamentalmente,
hay que entender cómo la propiedad privada reemplazó la comunidad matriarcal, que
nada tenía que ver con oprimir al hombre, por un patriarcalismo que tiene como
fundamento el oprimir y excluir a la mujer. Que la bendición de nuestra madre celestial
sea con ustedes. Paz con justicia.
Barrios, Luis. “Pitirreando”. pps. 190-192.
Descargar