tacto con el líquido, pierden su envoltura membranosa por disolución, y los anterozoides principian á nadar arrastrando algún tiempo, unida á su extremidad anterior, la vesícula de que antes lie hablado. Los movimientos de los anterozoides son rotatorios al mismo tiempo que de traslación: la vesícula se desprende por fin, y la espiral, libre y bajo la influencia motriz incesante de las pestañas vibrátiles, ejerce en el agua la misma acción mecánica de una hélice. Los anterozoides, en sus movimientos, vana encontrar las gotas mucilaginosas suspendidas en la abertura del cuello de los arquegonios; quedan retenidas en ellas en gran número, y sin pararse en sus movimientos mixtos, recorren el cuello á través del líquido gelatinoso hasta llegar á la oosfera. Ésta, en el punto en contacto con el tubo gelatinoso, presenta una mancha clara debida á la denudación del núcleo protoplásmico, por la cual se verifica la intromisión de uno de los anterozoides, y aquel es el momento en que el núcleo y el protoplasma de los gérmenes, macho y hembra, se unen íntimamente. L a fecundación está consumada, el cuello del arquegonio se oblitera y una membrana celulósica envuelve el corpúsculo resultante de ese acto para constituir el huevo. Paso á ocuparme ahora de la serie de fenómenos que se verificarán para transformar el huevo en embrión y después en una planta. L a oosfera fecundada es, hablando con propiedad, un huevo, una célula prolífera, que se divide por medio de tabiques paralelos y perpendiculares al eje del protalo y en la dirección del cuello, en cuatro pares de células. Por tabicamientos sucesivos se forma primeramente un órgano que ha recibido el nombre de pie, á expensas del primer par de células superiores de atrás, el cual se introduce en el parenquima del protalo para absorber las substancias nutritivas que deben mantener la vida de los seis ociantes destinados á formar la raíz, el tallo, y la primifolia. Al ocuparme del origen y formación de la raíz y el tallo, vimos que aquellos órganos crecen siempre por una sola célula terminal; pues bien, aquí venimos á encontrar la explicación de ese hecho caraterístico en las criptógamas vasculares. En efecto, formado el pie, según he dicho, las dos células superiores delanteras deben formar el tallo; las dos inferiores de atrás, la radícula, y las dos inferiores de delante, la hoja; pero es el caso que de las dos destinadas al tallo, una aborta, ó igual cosa acontece con las que se diferencian en radícula. Así, pues, el origen de los cuatro primeros órganos de la planta, se encuentra en dos células para el pie y la hoja, y en una para el tallo y la raíz, de donde resulta que estos últimos continúan su evolución y desarrollo siempre por una sola célula terminal. Las primeras hojas de los heléchos ofrecen dos caracteres esenciales: su pequenez relativa y su forma. E l conocimiento de ambas cosas es de sumo interés para no exponerse á incurrir en graves inexactitudes cuando se emprende el estudio de estas plantas, como ha acontecido á varios pteridólogos, bajo otros conceptos muy recomendables. Muchas especies, dotadas de frondas descompuestas en su edad adulta, las tienen simples en su juventud, y lo que es más notable, no sólo difieren en su morfología, sino que, siendo fértiles algunas, se des-