proceso de conocimiento nos da la posibilidad de conocer una realidad objetiva existente con independencia del sujeto y que a pesar de aceptar la existencia de las cosas fuera de nosotros, terminarían por concluir que no era posible conocer la realidad objetiva. Con dicha neo-síntesis pondríamos en su sitio esas versiones de que sólo tendríamos la posibilidad de conocer las apariencias de las cosas objeto de conocimiento, sin poder conocer su realidad y mucho menos su realidad esencial, dejando en simple supuesto o especulación eso de que en últimas tendríamos que resignarnos a no poder conocer nada en su esencia, a no conocer la “cosa en sí”. No podríamos limitarnos a considerar que tan solo sería cognoscible lo “fenoménico”. Si bien el objeto de conocimiento empezamos a conocerlo por su inmanencia mediante un proceso que ha partido de su conocimiento inmediato, haciendo uso de nuestra arquitectura sensorial (célula) y luego conociéndolo más depuradamente mediante procesos de pensamiento, representación, razonamiento lógico (formal y dialéctico), concienciación e intuición, lo cierto es que al hacer uso de la razón ésta no sería suficiente para llegar a conocerlo también en su dimensión trascendente (no inmanente), ya que para conocer lo trascendente del objeto (cosa en sí Kant-eana) tendrían que usarse o desplegarse otras capacidades que nos permitan captar más datos que los simplemente suministrados por los sentidos. El neocórtex, a pesar de ser la mayor parte de la corteza cerebral y poseer millares de millones de “conexiones”, sería incapaz de procesar y almacenar toda la cantidad de información binaria suministrada por la realidad objetiva o mundo físico, teniendo más competencia para ello la manera de ser de la Célula. Tampoco la información que contienen los ácidos nucleicos basta para informar las actividades de gobernabilidad de los órganos del individuo de organización superior, como tampoco permitir que la infinidad enzimática posea autogobernabilidad. Es decir, estando frente a un canal de sistema informático donde se procesan informaciones mayores a su salida de las de su entrada, entre las posibles explicaciones eficientes y cuerdas no descartamos que pudiera existir otra vía proveniente de algún otro sitio, como la insinuada condición Trascendental. El Monismo “Ëllo-Yo-criptoYo”, Entonces, desde la corporeidad totalista del “Ello-Yo-criptoYo” no sólo conoceríamos a través de todo nuestro sistema orgánico-sensorial, ni sólo por nuestro sistema nervioso-neuronal (médula, encéfalo, cerebro), sino que más que conocer también llegamos a saber a través de la inefable dimensión de nuestro profundo y entraño plano orgánico-psico-trascendental del “sentir entraño”. Esto es, el conocer no es patrimonio exclusivo de cierta función de la razón (racional), sino que también se conoce a través de otros factores o planos, los que por no ser nítidamente racionales podríamos llamarlos como no-racionales o irracionales, pero que por no estar contra-razón ni anti-razón valdría la pena intentar relacionar lo irracional con lo meta-racional, tomando así distancia de quienes creen que lo irracional es el atributo de cualquier desquiciado. Igual que la problemática de conocer la cosa en sí, echamos mano de la existencia del plano Trascendental, intuyéndolo mucho más como algo proveniente de nuestras profundidades del sentir entraño y no tanto como quienes estando en la idea de un pensamiento no empírico nos dicen que los datos no provienen de los órganos sensoriales (aferencias neurológicas) sino que florecen desde las profundas sinapsis del interior mismo del cerebro. Para nosotros el holismo gestalt-ista comprendería la totalidad organizada de nuestro cuerpo integral (metáfora celular) de ADN, ARN, células, tejidos, órganos, aparatos, cuerpo y conciencia, mientras que para otros el holismo gestalt-ista se reduciría al total de señales cibernéticamente trans-causalizadas que se dan confinadas al interior del mismo cerebro (metáfora del cerebro). Mientras que una se funda en toda la potencialidad del cuerpo entero (bio-orgánicopsico-trascendental), la otra en la potencialidad cogitativa/cognoscitiva del cerebro para conocer y pensar. Y todo se nos facilitaría en la medida que nos apropiemos del legado de Maurice Merleau-Ponty, recuperando la naturalidad de la humanidad y la humanidad de la naturaleza. Porque más allá de ese otro legado cientifista que todo lo reduce a abstracciones de procesos físico-químicos, necesitamos aprender a buscar la verdad, viendo el Mundo en los sentidos del mundo. Y en ello nos disponemos a profundizar. 353