El Aborto [ED, 206-1125] Por Franco, Carlos; Garona, José; Landini, Raúl; Noailles, Raúl y Velasco, Luis F. Ante renovados planteos de actualidad en contra de la incriminación del aborto, la Sociedad de Abogados Penalistas de Buenos Aires se ve en la obligación de hacer pública su posición al respecto. Y el criterio que sostenemos concuerda con la normativa que se encuentra vigente en nuestro país, que se funda básicamente en el respeto del derecho a la vida. La Constitución Nacional en su art. 75, inc. 22 consagra la jerarquía constitucional de los tratados que allí se incorporan. Así, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en su art. I° reconoce que todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona, y en el art. VII expresa que toda mujer en estado de gravidez o en época de lactancia, así como todo niño, tienen derecho a protección, cuidado y ayuda especiales; la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su art. 3° reitera el mismo derecho a la vida, la libertad y la seguridad. Agrega en el art. 16° 3 que la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado; la Convención Americana sobre Derechos Humanos, subscripta en San José de Costa Rica y aprobada por ley 23.054 [EDLA, 1984-22] establece en su art. 4° que toda persona tiene derecho a que se respete su vida, derecho que está protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción agregando que nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, aprobado por ley 23.313 [EDLA, 1986-A-36], dispone que los Estados firmantes deben conceder a la familia, como elemento natural y fundamental de la sociedad, la más amplia protección y asistencia, especialmente para su constitución (art. 10, 1) y debe conceder especial protección a las madres durante un período de tiempo razonable antes y después del parto (art. 10, 2); el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ley 23.313) reconoce en su art. 6° que el derecho a la vida es inherente a la persona humana, que está protegido por la ley y que nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente; la Convención sobre los Derechos del Niño (ley 23.849 [EDLA, 1990203]) dice que los Estados partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida (art. 6); el Código Civil en sus arts. 63 y 70 establece expresamente que la existencia de las personas comienza con la concepción; la ley 23.264 al disponer en su art. 3° la modificación del art. 264 del cód. civil atinente a la patria potestad, se refiere a los deberes y derechos inherentes a aquella institución desde la concepción de los hijos; el Código Penal (arts. 85 a 88) incluye al aborto entre los delitos contra la vida; el decreto 1406/98 establece el ’Día del niño por nacer’, fijándolo en el 25 de marzo de cada año. En sus considerandos, reconoce que el niño, especialmente en su etapa prenatal, es un ser de extrema fragilidad e indefensión, salvo la natural protección brindada por su madre; que la vida, el mayor de los dones, tiene un valor inviolable y una dignidad irrepetible; que el derecho a la vida no es una cuestión de ideología, ni de religión, sino una emanación de la naturaleza humana, y que la calidad de persona, como ente susceptible de adquirir derechos y contraer obligaciones, deviene de una prescripción constitucional y para nuestra constitución y la legislación civil y penal, la vida comienza en el momento de producirse la concepción. Hace mérito asimismo del compromiso demostrado por la Nación Argentina en defensa de los derechos del niño por nacer, en los foros internacionales de El Cairo (1994), Copenhague y Beijín (1995), y Estambul (1996). A lo expuesto cabe agregar que aún con anterioridad a ello la propia Constitución Nacional en su art. 29, al calificar de infames traidores a la patria a quienes concedan al Poder Ejecutivo la suma del poder público, incluye expresamente el derecho a la vida entre aquellos cuya entrega está vedada; como así también que la citada Ley Fundamental en el art. 75, inc. 23 incluye entre las atribuciones del congreso el dictar un régimen de seguridad especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental. Queda claro, pues, que el bien jurídicamente protegido en el delito de aborto es la vida, y en el caso de este delito la más autorizada doctrina ha destacado que se trata de un crimen nefando, por el que se da muerte a una persona absolutamente inocente, extremo que resulta inconcuso cualquiera fuere la causa o el motivo que se invoque, así como que dicha privación de la vida se comete con el máximo de impunidad imaginable, ya que es imposible pensar en un grado mayor de debilidad, desamparo e indefensión de la víctima. A ello cabe añadir que no es admisible bajo ningún concepto sostener, ante los avances que ha logrado la ciencia empírica, que en el acto de la destrucción del feto la madre no hace más que disponer de una de sus vísceras, es decir, simplemente, de una parte de su propio cuerpo, sino que, por el contrario, se trata de un ser vivo distinto y con derechos inalienables, tal como acertadamente lo reconoce la legislación antes citada, criterio que esta Sociedad comparte en forma unánime. Buenos Aires, 24 de febrero de 2004.