RESEÑA DE PUBLICACIONES 131 Género y Poder. Violencias de

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Género y Poder. Violencias de género en contextos de represión política y
conflictos armados.
Sonderéguer, María (compiladora)
Universidad Nacional de Quilmes, 2012. 308 páginas.
Por Geraldina Brid
Esta publicación realizada por la Universidad Nacional de Quilmes y compilada por María
Sonderéguer, sistematiza la incorporación de la perspectiva de género en el abordaje de
las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en contextos de represión política y
conflictos armados, considerándolo un debate reciente, especialmente teniendo en cuenta
que recién en el año 1998 el Estatuto de la Corte Penal Internacional tipificó a la violencia
sexual como crimen de lesa humanidad, y reconoció institucionalmente la violencia
ejercida contra las mujeres, especialmente en contextos de guerra.
A través de cuatro capítulos y a partir de la presentación de diferentes casos de estudio,
el trabajo plantea con mucha claridad los avances en el trato de la violencia sexual y de
género como delito autónomo, respecto de las demás violaciones ocurridas a lo largo de
los años.
En un primer capítulo, Los crímenes de género en la jurisprudencia internacional, se
revisan algunos casos que acercan las primeras aproximaciones al reconocimiento de la
violencia sexual como delito de lesa humanidad. Se citan los Tribunales Penales
Internacionales de Ruanda y de la ex Yugoeslavia, y la importancia de contar con mujeres
a la hora de los juzgamientos. En el caso conocido como Akayesu, cuya acusación
originaria de 1996, no incluía casos de imputación sexual, un año más tarde fueron
considerados testimonios de mujeres alegando incidentes de violación cerca de los
terrenos de la oficina comunal en la cual se encontraban refugiadas. La Sala de Primera
Instancia concluyó que la violencia sexual había sido sistemática en la comuna, con el fin
de aniquilar al grupo tutsi. Esta sentencia se constituyó en la primera decisión de un
Tribunal Penal Internacional en incluir a la violencia sexual como acto de genocidio.
Asimismo, se logra incluir el delito de violación como delito de lesa humanidad en los
juzgamientos del Tribunal Penal Internacional para lo ocurrido en la ex Yugoeslavia,
generando un avance más que relevante en la jurisprudencia internacional.
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Otro de los casos citados conocidos como Kumarac (o llamado caso Foca por la
referencia al lugar donde sucedió) fue uno de los que más aportes realizó en la
consideración de violación a cualquier tipo de agresión sexual (sin atenerse a la versión
restringida). En todos los casos se reconocía que los testimonios de las víctimas
constituyen una pieza fundamental, y su obtención de parte de ellas comprende una tarea
más que ardua, especialmente en culturas patriarcales.
Un segundo capítulo, Comisiones de Verdad y Justicia en América Latina, resulta muy
interesante en el análisis muestral de los principales casos de violaciones de derechos
humanos en la región, ya sea para la comparación de los ejes vectores, como también de
los diferentes avances en la consideración de la violencia de género. El primer caso trata
lo sucedido en Guatemala durante el conflicto armado entre 1962 y 1996, y aporta mucho
contenido conceptual respecto de las definiciones de violencia sexual y su equiparación
con formas específicas de tortura. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico registró
más de 42.000 víctimas y una gran influencia del racismo en las prácticas de tortura,
acorde a la noción de genocidio. La violencia de género en Guatemala como un
mecanismo de terror y arma de guerra buscaba agredir no sólo a las mujeres
particularmente, sino al cuerpo social reforzando la idea de “culpabilidad” de las víctimas.
Un segundo caso relata lo acontecido en Perú. La Comisión de la Verdad del Perú,
creada en el año 2001, para investigar los crímenes y violaciones de derechos humanos
entre 1980 y 2000, no tuvo desde su inicio una perspectiva de género, sino que la adoptó
tiempo después, dando cuenta que los testimonios de las mujeres, en muchos casos
discriminadas por sus propias familias, no habían tenido el lugar que se merecían. De
esta manera, como habíamos mencionado en párrafos anteriores, volvía a ponerse
énfasis en la importancia de la presencia de mujeres en espacios de decisión.
El caso de Chile, recopila el trabajo de esclarecimiento de las violaciones de los derechos
humanos realizado por la Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación. Este estudio
aporta algo novedoso a los trabajos anteriores porque destaca el asunto referido a la
obligación del Estado de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, y en caso
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de no hacerlo, la existencia de violación. Se cita el trabajo realizado por el Área de
Ciudadanía y Derechos Humanos de la Morada y e Instituto de la Mujer, en el marco de la
investigación sobre violencia sexual en la dictadura advirtiendo poco espacio y registro del
testimonio de las mujeres. El informe ahonda en lo solicitado por las diferentes comisiones
acerca de las reparaciones por parte del Estado.
Otro de los casos relatados es el de Paraguay, y lo ocurrido durante la dictadura de
Stroessner, con la particularidad de no ser puramente de carácter militar, sino una
formalidad subordinada a las fuerzas militares y extranjeras, donde la represión era
moneda común. En el 2003 se creó la Comisión de Verdad y Justicia para la investigación
de la violación de derechos humanos. El informe de la Comisión llegó a 1.469 mujeres
víctimas por acción directa o por desprotección. La violencia sexual se reconoció
subregistrada, en especial la ocurrida en comunidades indígenas.
El tercer capítulo, La Corte Internacional de Derechos Humanos y la Justicia de
Género. Hacia una justicia de género, sistematiza aportes específicos. Se menciona
entre otras la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
contra la mujer (CEDAW) en 1979, y la Convención de Belem do Para de 1994, así como
la referencia a diferentes casos, entre otros, el de Miguel Castro vs Perú, Rosendo Cantú
y otros vs México y el de Campo Algodonero en México. En este capítulo es en donde
más se detallan los conceptos de genocidio, y la responsabilidad jurídica del Estado de
ofrecer protección a las víctimas.
El cuarto y último capítulo, Memoria, Género y Justicia: la experiencia argentina,
reconstruye a partir de los trabajos de estudio la experiencia de violencia y represión en la
Argentina, la posibilidad de reabrir los juicios a partir del año 2003, y el enfoque de
perspectiva de género poco presente. La causa Molina del Tribunal Oral de Mar del Plata
es la primera y única causa que sentencia el sometimiento sexual de las detenidas
ilegalmente, abandonando la línea de delito sexual como instancia privada, y avanzando
en el campo institucional y una visión más amplia que considere diversas formas
sexualizadas de agresión como prácticas organizadas y no como “excesos”. Por otro lado,
vale la pena citar que el Juez Federal Sergio Torres en el proceso de acusación del
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general Jorge “el Tigre” Acosta, lo acusa de violación considerando a ese delito como
autónomo, y contemplando válido solamente el testimonio de la víctima. Por último, el 12
de abril de 2012 se dicta el primer fallo en el Tribunal Oral Federal de Santa Fe que
establece que los abusos sexuales cometidos bajo terrorismo de Estado son una forma
particular de tormento y corresponde encuadrarlos como delitos de lesa humanidad.
En resumen, el trabajo resulta muy interesante en los aportes para la reconstrucción del
avance en la jurisprudencia y el reconocimiento e inclusión de la violencia de género y
sexual como delito de lesa humanidad y autónomo de otros delitos. Cada uno de los
informes elegidos ejemplifica desde su caso de estudio los pasos realizados para la
institucionalización de este tipo de abordaje. A lo largo de su lectura reconocemos que el
debate ha tenido un tiempo muy corto, y que el camino de sensibilización de instituciones
y sociedades aún no ha terminado.
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