Aportaciones psicológicas a la predicción de la conducta violenta

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Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
Aportaciones psicológicas a la predicción de la
conducta violenta: reflexiones y estado de la cuestión
A. Andrés Pueyo* y S. Redondo Illescas
Departamento de Personalidad - Universidad de Barcelona
Grupo de Estudios Avanzados en Violencia- (GEAV)
www.ub.es/personal/geav.htm
* [email protected]
(Comunicación preparada en el marco del proyecto del MCYT-FEDER SEC2001-3821-C05-01)
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Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
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1.- La violencia: simplemente un comportamiento o algo más
complejo.
El siglo XX se recordará como un siglo marcado por la violencia nos dice
Nelson Mandela en la presentación del documento “Violencia y salud en el siglo
XX” dirigido por la OMS (Krug, 2002). A continuación afirma que “las
dimensiones de la violencia ejercida en el siglo XX alcanzan desde la intimidad
de la familia a las relaciones internacionales” lo que hace de este fenómeno algo
más que un problema de naturaleza ética o jurídica y debemos contemplarlo con
otra mentalidad para que su tratamiento en el siglo XXI sea más exitoso. Uno de
los cambios más interesantes, especialmente en clave profesional para los
psicólogos, es el enfoque de la salud para la consideración de la violencia. El
cambio del planteamiento de la consideración jurídico/penal a la consideración
de la salud/bienestar implica un nuevo enfoque de la violencia, pasar de la
política del castigo/corrección al de la prevención/predicción. Ya en 1996 la
OMS consideró que la violencia, por su extensión y consecuencias en la salud y
el bienestar de las personas, debe entenderse como un problema de salud
pública. Según este planteamiento podemos afirmar que la violencia es:
“Previsible” y “Predecible”. El camino para la actuación profesional está
abierto.
Gro Harlem Burtland (directora general OMS en 2002) afirma que la violencia
está presente en la vida de numerosas personas en todo el mundo y nos afecta a
todos en algún sentido y concluye que: “Cuando la violencia es persistente la
salud está siempre muy afectada”. En 1996, con motivo de la 49 Asamblea
General de la Organización Mundial de la Salud, reunida en Bruselas, se adoptó
la resolución WHA49.25 donde se afirmaba que la violencia “es el mayor y más
creciente problema de salud pública en el mundo moderno”. En esta resolución
se consideraba la importancia que han adquirido los diferentes tipos de violencia,
por sus consecuencias, en la salud publica en todos los países, tanto
desarrollados como no desarrollados. Además en aquella resolución se recogía,
explícitamente, las recomendaciones de la Conferencia Internacional sobre el
Desarrollo y la Población (El Cairo, 1994) y de la Cuarta Conferencia Mundial
sobre la Mujer (Pekín, 1995) que reclamaban una atención urgente sobre el tema
de la violencia en aspectos variados como la violencia de género, contra los
niños, las minorías, etc...
Este interés de la OMS por la violencia refleja la importancia que este fenómeno
ha adquirido en las sociedades modernas y converge con el tradicional interés
que la criminología y el derecho han tenido por el mismo. La violencia no es
patrimonio exclusivo de las sociedades en las que predomina el bienestar social
y la libertad individual ya que en la mayoría de sociedades humanas aparecen
comportamientos violentos de mayor o menor gravedad y duración. Pero es bien
cierto que muchos pensadores habían pronosticado una desaparición gradual de
la violencia en la medida en que las sociedades avanzan en la distribución más
equitativa de los recursos y el acceso mayoritario a un estado de bienestar y
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libertad individual. Una paradoja de este hecho es, por ejemplo, la sociedad
norteamericana que siendo como es una de las mas avanzadas en cuanto a los
derechos y libertades individuales, es a su vez una de las más violentas a nivel
mundial.
La violencia hoy ya no es solamente un problema moral o ético, que lo es, ni tan
siquiera penal o jurídico, si no que se está convirtiendo en un problema de salud
pública, en un elemento de consecuencias comparables a las epidemias de
naturaleza infecciosa o a los sucesos naturales devastadores. En este contexto
parece que las medidas de control de la violencia, de castigo de los agresores, de
reparación de las víctimas se han de complementar con las de prevención,
educación y como no de predicción. Muchos de los términos que ya se emplean
en los estudios de violencia provienen de campos adyacentes cómo la
epidemiología y la salud pública. En este contexto situaremos el problema de la
predicción del comportamiento violento y el rol profesional que los psicólogos
deben tener en esta tarea.
Hay numerosos términos que se consideran sinónimos de la violencia y que se
utilizan de forma habitual y en cierto modo confusa. Así por ejemplo hablamos
de agresión, fanatismo, delincuencia, daño, abuso, etc.... al referirnos a la
violencia y especialmente esta afirmación es cierta en el campo de la psicología.
La violencia no es una conducta, ni una emoción, ni una respuesta simple, ni tan
siquiera una forma de actuar, de pensar o de sentir. La violencia es más que una
conducta. Según la OMS la violencia consiste en el uso deliberado de la fuerza
física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de
causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones (Krug, 2002).
Contrasta esta definición con la de Webster, Douglas, Eaves y Hart, 1997,
autores del HCR-20 (como veremos uno de los instrumentos más utilizados en la
predicción de la conducta violenta), la violencia es: “comportamiento que puede
causar daño a los demás, un comportamiento que puede generar miedo a otras
personas”. El acto violento no se define solamente por las consecuencias que
genera sino que los actos violentos lo son en sí mismos; así, disparar una pistola
en el medio de un numeroso grupo de personas, aunque no haya víctimas, es un
acto violento.
Una consecuencia que refleja la complejidad del fenómeno de la violencia es el
hecho de que no hay un único indicador que podamos utilizar como medida de la
violencia. De hecho los estudiosos y expertos del tema que quieren analizarlo de
forma cuantitativa utilizan índices tales como: número de detenciones, años de
condena, número y variedad de los delitos y agresiones, tipos de agresión, etc...
un efecto de esta situación es que los parámetros estadísticos de la violencia son
siempre imprecisos y discutidos.
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Naturalmente a los psicólogos nos interesa en primer lugar la conducta o
comportamiento violento pero también las llamadas actitudes violentas, las
emociones violentas, los trastornos mentales que se asocian a la violencia, las
consecuencias sobre las personas víctimas de la violencia, etc... Es decir no nos
interesan todos los aspectos del fenómeno de la violencia, sino aquellos aspectos
de ésta que implican a los individuos, también a grupos humanos, en tanto que
agentes del comportamiento violento o víctimas de la violencia.
En una sociedad desarrollada como la española –y en conjunto las europeas- el
volumen total de violencia es relativamente bajo y estable como consecuencia
del aceptable funcionamiento de los mecanismos globales de integración social
(Kury, Obergfell-Fuchs y Würger, 1994, Stangeland, 1995a, 1995b, 1995c,
Giménez-Salinas, 1998, Killias y Aebi, 2000, Redondo, 2001) Sin embargo,
desde una perspectiva más analítica existen, como es notorio, riesgos específicos
de comportamientos violentos y muy violentos en individuos determinados y en
situaciones y contextos concretos. Es esta combinación de factores individuales
de predisposición y de factores situacionales desencadenantes la que puede
permitirnos diseñar y validar sistemas y procedimientos de predicción y
prevención de utilidad para los técnicos y profesionales aplicados.
Una faceta de la complejidad del fenómeno de la violencia es la enorme variedad
de expresiones del mismo. En primer lugar, es evidente que existen variadas
formas del comportamiento violento, que se manifiestan en diferentes edades del
desarrollo humano (adolescencia, juventud, edad adulta), con distinto grado de
intensidad (un insulto, una agresión, un homicidio...), y con diverso nivel de
reiteración y de estabilidad (de forma casual o de manera repetida). En segundo
término, es conocido que los factores asociados a los comportamientos violentos
son también diversos en cualidad y en intensidad. De manera tradicional, estos
factores se han dividido en tres grandes grupos: sociales o ambientales,
psicológicos y biológicos (Sanmartín, 2000; Quinsey et al.,1998).
En el presente análisis vamos a concentrar nuestro esfuerzo en el componente
psicológico de la violencia individual. Desde esta perspectiva, definiremos la
conducta violenta como aquélla que pretende y consigue dañar física o
psicológicamente a otra u otras personas sin que éstas hayan consentido en
recibir este trato. Este tipo de comportamientos también incluye la violencia
hacia víctimas que consienten o que no comprenden el efecto de estas conductas
(niños y personas con minusvalías psicológicas o ciertas psicopatologías). Deben
incluirse en este tipo de comportamientos también aquéllos que producen miedo
u otro tipo de consecuencias negativas tales como son las amenazas directas o
indirectas y cualquier tipo de constricción de las libertades y derechos
individuales. Las consecuencias de estos comportamientos son siempre muy
negativas tanto para las víctimas de los mismos como para su entorno inmediato.
Estas consecuencias pueden ser la muerte, el daño físico de la víctima, la ruina
económica o moral, la pérdida de su autoestima, etc. (Hart, 1998).
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A la luz de la investigación acumulada a lo largo de las pasadas décadas el
estado actual del conocimiento sobre el comportamiento violento podría, en
síntesis, resumirse de la siguiente manera:
• Los seres humanos muestran, desde los primeros años de vida, diferencias
individuales en su comportamiento y por extensión en un gran conjunto de
características psicológicas y, entre ellas, en sus rasgos de personalidad,
algunos de los cuales pueden jugar un papel decisivo en la expresión o
inhibición de las manifestaciones agresivas y violentas (Garrido y López
Latorre, 1995; Andrés Pueyo, 1999; Garrido, Stangeland y Redondo, 1999;
Romero et al., 1999; Lykken, 2000).
• Los factores sociales pueden a su vez jugar un papel modulador muy
importante en el desarrollo humano y en la socialización y, por tanto, en la
facilitación o inhibición de las manifestaciones violentas (Henggeler, 1989;
Rechea, Barberet, Montañés y Arroyo, 1995; Garrido et al., 1999).
• Por último, en la precipitación de los comportamientos violentos juegan un
papel determinante los factores situacionales, que ofrecen al individuo la
oportunidad de la acción violenta, sin la cual ésta no ocurriría, pese a que
pudiera haber una cierta predisposición del individuo (Clarke, 1992, 1993,
1994; Cohen y Felson, 1979; Felson, 1994; Stangeland, 1995c).
Algunos de los atributos psicológicos individuales (los rasgos de personalidad y
las habilidades psicosociales) son claramente factores de riesgo para el
comportamiento violento en tanto que son variables predisponentes para la
ejecución de conductas antisociales frecuentes. Parte de estas conductas
antisociales, en combinación con determinados factores sociales, que conocemos
como factores desencadenantes (como por ejemplo los conflictos
interpersonales, las toxicomanías o las situaciones de necesidad, marginación y
desarraigo social) pueden dar lugar a manifestaciones violentas graves o
extremas. El conocimiento de los mecanismos de acción de los factores de
riesgo, de los factores desencadenantes y de su interacción es la clave para la
predicción y prevención del comportamiento violento.
Considerados los dos anteriores grupos de factores (predisponentes y
desencadenantes), el análisis empírico de la violencia puede hacerse en dos
planos diferentes aunque interdependientes. Estos dos planos son: el global –es
decir, las tasas de violencia existentes en una determinada comunidad social-, y
el individual–esto es, los casos específicos de individuos que se comportan
violentamente y el riesgo que presentan estos individuos de reiterar tales
comportamientos-. Nuestro análisis se interesa específicamente en este segundo
plano que, ciertamente, influye sobre el primero, ya que como es evidente el
comportamiento violento individual acaba reflejándose en las tasas globales de
violencia registradas en el nivel social.
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2.- ¿Es posible predecir la violencia?: un caso particular de la
predicción del comportamiento.
La violencia, a pesar de la sensación creciente que tenemos de que es algo muy
común y habitual, la verdad es que, afortunadamente, es un fenómeno poco
habitual, raro e infrecuente, especialmente la violencia grave y muy grave. Esto
no significa que no sea muy importante y motivo de fuertes preocupaciones
sociales. No se deben confundir ambas características. La frecuencia de un
fenómeno no le resta ningún grado de importancia o trascendencia al mismo. De
hecho la importancia se mide en términos de las consecuencias y no solamente
en términos de frecuencia. Este último aspecto aporta al fenómeno de la
violencia un componente muy importante a saber: la predicción del mismo. Un
terremoto es un fenómeno infrecuente, ahí radica parcialmente la dificultad en
predecirlo. El hecho de su poca frecuencia, aun de su excepcionalidad, no le
resta nada a su poderoso efecto devastador, a sus consecuencias catastróficas y,
por tanto, a su enorme gravedad.
La dificultad de comprender los fenómenos extraños e infrecuentes no se limita,
en la psicología, a casos como la enfermedad mental, especialmente cuando esta
es grave, esquizofrenias, trastornos delirantes, algunos tipos de demencias,
etc..... sino que se extiende a otros fenómenos tales como los atentados
colectivos, los asesinatos en serie, las violaciones y abusos a menores, entre
otros sucesos “violentos” que acontecen en distintos entornos sociales, de forma
a veces sorpresiva. La relación entre la incomprensión y la infrecuencia con que
se suceden estos acontecimientos se puede representar en forma de una relación
lineal progresiva: a mayor infrecuencia más difícil es comprender las claves de
este fenómeno.
No hay una relación única entre la calificación de “poco habitual o infrecuente”
y la “importancia y trascendencia” del mismo. De ninguna manera podemos
considerarlos como antónimos sino que más bien son sinónimos. Esta afirmación
tiene validez en ambas direcciones. La frecuencia y la trascendencia son factores
ortogonales, independientes porque probablemente están producidos por causas
distintas. Por ejemplo solamente pensar en el atentado reciente de Madrid o el
más lejano en el tiempo de Casablanca (donde 12 terroristas suicidas provocaron
una masacre) o en las víctimas de la violencia doméstica en lo que llevamos de
año en España, nos presentan la amarga cara de la realidad: la enorme gravedad
y trascendencia de la violencia. Pero aunque nos parezcan sorprendentes son
hechos infrecuentes especialmente en términos epidemiológicos.
Recientemente hemos asistido a un debate similar entre la importancia de un
hecho, la Neumonía Asiática (SARS), y su impacto en términos de frecuencia.
Todos los responsables sanitarios a nivel mundial están preocupadísimos por
esta nueva enfermedad, por la gravedad de la misma y especialmente por el
desconocimiento de su etiopatogenia, y no solamente por el número de
infectados y muertes que produce que son, aunque parezca paradójico por el eco
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de esta enfermedad en los medios de comunicación y sus efectos en la vida
social y económica, muy limitados.
Con la violencia, especialmente con la que consideramos violencia grave e
intensa, la que produce víctimas entre los niños, las mujeres y otros grupos más
débiles de nuestra sociedad, sucede algo parecido, es infrecuente pero muy
grave. Es preocupante y produce una enorme emergencia por las consecuencias
directas que tiene sobre las víctimas y también tiene fuertes consecuencias
indirectas tales como: la profunda desesperanza que causa ser testigo indirecto,
generalmente por la difusión que los medios de comunicación hacen de la
misma.
Los sucesos complejos, como la violencia, además de infrecuentes tienen otra
propiedad y es que son de origen multicausal. No hay una única y exclusiva
razón que justifique totalmente (explique en un sentido causal) el
comportamiento violento. Esta multicausalidad quizás sea parte de la razón de la
infrecuencia de los actos violentos en las personas. La trascendencia de la
conducta violenta es la razón principal de que hablemos de la necesidad de
predecirla. La violencia, los actos violentos, son en cierto modo sucesos
inciertos como otros fenómenos que suceden, como los cambios atmosféricos,
los tecnológicos o los económicos. Predecir la violencia, en el campo
profesional de la psicología jurídica, significa muchas cosas aparentemente
distintas tales como:
- saber del riesgo de que un chico cometa un delito de robo con fuerza, un
asesinato o una violación,
- conocer anticipadamente si un terrorista suicida va ha hacer explosionar
una bomba en el interior de un autobús,
- asimismo significa conocer la probabilidad de que un marido
despechado por la ruptura matrimonial, pueda asesinar a su ex-esposa,
- saber si una madre podría estrangular a sus hijos en venganza contra el
abandono del padre de los mismos,
- conocer, si un preso, al concederle la en libertad, puede reincidir en
conductas violentas y delictivas,
- anticipar que un enfermo mental grave o un deficiente mental, pueda
comportarse violentamente con sus familiares o desconocidos en su vida
cotidiana y en la comunidad en la que vive,
- tener conciencia de que un menor, al finalizar una pena de internamiento
o un programa de rehabilitación, va a continuar realizando actos de
vandalismo callejero o de violencia en el seno de una banda o grupo
organizado,
- pronosticar el suicidio de un anciano o de un joven que está sufriendo un
episodio de depresión intensa o de desajuste personal por distintas
razones,
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
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- vaticinar que, si no se deja de consumir alcohol o otras drogas, un
determinado individuo va a continuar maltratando a sus hijos menores en
el seno de la familia,
- presagiar el resultado de las conductas de un grupo de hinchas
seguidores de un club deportivo en un encuentro de la máxima rivalidad,
- prever si un grupo organizado, banda juvenil o secta, va a cometer
actividades de naturaleza violenta sobre individuos aislados u otros
grupos en un momento determinado.
Todas estas demandas, y seguro que otras más que no se citan,
corresponden al ámbito de la predicción de la violencia. Con casi todas ellas los
psicólogos dedicados al tema de la psicología forense, jurídica, criminológica y
también clínica se enfrentan en algún momento de su actividad profesional. La
predicción de la violencia es un campo donde la psicología tiene un papel
destacado y esto es así por dos razones: Primera, porque es a la psicología la
que le compete en su ámbito de actividad profesional el predecir la conducta de
los individuos y la violencia es un fenómeno asociado a la forma y a las
consecuencias del comportamiento. A veces también la omisión de ciertas
conductas se considera una forma de violencia por las consecuencias que tiene
sobre las víctimas, como sucede por ejemplo en la omisión de ayuda o la
atención a personas desvalidas. Segunda, las claves individuales psicológicas son
las más importantes en la predicción del comportamiento violento según se ha
demostrado en la mayoría de estudios empíricos recientes y dedicados a esta
cuestión (Andrews y Bonta, 1994; Quinsey et al.,1998).
3.- Cómo podemos predecir técnicamente la violencia.
La conducta violenta es el resultado de una decisión de actuar y comportarse
violentamente, si bien es cierto que, en determinadas ocasiones, esta decisión no
es imputable penalmente o depende de factores en cierto modo “irracionales” o
desconocidos. La decisión de actuar violentamente puede estar influida, según
hemos visto, por un conjunto variado de factores que solos o en interacción
provocan patrones de conducta que por su naturaleza y especialmente por sus
efectos calificamos de violentos. Entre estos factores deberemos reconocer tres
tipos: a) Biológicos, tales como ciertas alteraciones neurológicas, trastornos
endocrinos e intoxicaciones; b) Psicológicos: trastornos de personalidad, retraso
mental, psicosis y otras alteraciones psicopatológicas, crisis emocionales,
estados de ánimo, convicciones prejuiciosas, etc., y c) Sociales: exposición a
modelos violentos, subculturas violentas, confrontaciones o situaciones de crisis
social intensas. Por lo general estos factores actúan conjuntamente. Nuestro
objetivo es predecir la actuación violenta, o en términos científicos la
probabilidad de que acontezca la conducta violenta, con la finalidad de evitar los
daños y consecuencias negativas que la violencia suele producir.
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
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¿Es posible predecir y, en consecuencia, prevenir la violencia? Creemos que la
respuesta, en términos globales, es sí. Pese a ello, los episodios concretos de
futuros comportamientos violentos son difíciles de predecir con la exactitud que
sería deseable. Esta tarea es especialmente complicada cuando los individuos no
presentan características personales predisponentes ni poseen antecedentes de
violencia. En cambio, es más fácil anticipar la violencia futura cuando se trata de
personas potencialmente violentas, que tienen una historia anterior de
comportamientos violentos repetidos o que poseen una personalidad
predisponente al comportamiento violento o en su caso que sufren una
enfermedad estrechamente asociada a la conducta violenta.
La violencia, el fenómeno que queremos predecir, es por su propia naturaleza un
fenómeno complejo y ésta realidad tiene consecuencias muy diversas. Por
ejemplo debemos distinguir, para simplificar y aumentar la precisión en la
predicción, los distintos tipos de violencia que, siguiendo a la OMS, son más de
30 tipos. Estos tipos surgen de combinar la naturaleza de la violencia (física,
sexual, psicológica o por deprivación/abandono) con el agente causante de la
violencia (auto-dirigida, interpersonal y colectiva). Además de los distintos tipos
de violencia, al hacer predicción, podemos estar interesados en distintos aspectos
de la propia predicción como son: la predicción de la inminencia de la conducta
violencia, las recaídas o reincidencias, la frecuencia de los actos violentos, etc...
según estos intereses los profesionales de la psicología forense y criminal
utilizarán procedimientos e instrumentos distintos. Así, si queremos predecir
violencia en general se puede utilizar el HCR-20 (Webster et al., 1997) mientras
que si queremos predecir violencia de género o de pareja es mejor utilizar el
SARA, o si queremos predecir recaídas de violadores o agresores sexuales
adultos utilizaremos el SVR-20.
A la dificultad intrínseca a cualquier tipo de predicción y especialmente a la
predicción de sucesos violentos, debido a la múltiple causalidad que éstos
presentan, hay que añadir la baja frecuencia que, en general, tienen los episodios
violentos. A ello se añaden dos dificultades más: la escasez de instrumentos y
técnicas desarrolladas para predecir la violencia y la frecuente resistencia a
aceptar una visión científico-determinista1 de la conducta humana, que suele
estar presente entre los profesionales que trabajan en el campo de la delincuencia
y la conducta violenta.
La predicción del riesgo de conductas violentas, cuyos más destacados expertos
actuales debemos situarlos en grupos canadienses (R. Hare, D. Webster y S.Hart)
norteamericanos (D. Hanson) e ingleses (P.Barret) debe efectuarse sobre la base
de analizar conjuntamente varias facetas propias del comportamiento violento: a)
Naturaleza específica de la conducta violenta: qué tipos de violencia ocurren; b)
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Como resulta evidente el término determinista tiene aquí una acepción probabilística, propia
de la metodología científica, que permite afirmar que la presencia de ciertos factores
antecedentes (A) hace más probable la aparición de la conducta violenta (B), y en ningún caso
sugiere un determinismo lógico-formal en términos de dado A necesariamente sucederá B.
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Gravedad de la conducta violenta: intensidad de los efectos de la violencia; c)
Frecuencia: cuántas veces aparecen estos comportamientos; d) Inminencia: en
qué momento suceden los comportamientos violentos, y e) Probabilidad:
indicación acerca del ajuste de la predicción del riesgo de aparición del
comportamiento violento (Webster et al., 1994,1997; Hart,1998). Estas
características provienen de tres tipos de informaciones básicas: de carácter
empírico, que son las que nos permiten la precisión predictiva; profesionales,
que nos facilitan la utilidad práctica de la predicción, y de carácter legal, que nos
ayudan a la toma de decisiones imparciales y razonables.
A partir de estos aspectos podemos estimar el riesgo de aparición de
comportamientos violentos pero en función de una serie se condiciones que
hemos de asumir previamente. Entre estas presuposiciones están hechos como la
situación de internamiento, la presencia de control sobre el sujeto, la historia
anterior de crisis emocionales, el consumo de sustancias tóxicas, etc.
Consecuentemente, a partir de ciertas condiciones podemos proponer la
estimación condicional del riesgo de comportamientos violentos.
Cuando hablamos de predicción enseguida nos viene a la mente la predicción del
tiempo meteorológico, ¿es que los psicólogos cuando predecimos el
comportamiento violento hacemos algo parecido a lo que hacen los
meteorólogos? Quizá esta actividad profesional, a mi entender, es la que guarda
más relaciones con la del psicólogo que estima el riesgo de violencia. Hay
muchas razones para ejemplificar esta similitud y la más destacada es que ambos
profesionales tienen como primera misión predecir lo que va a suceder en el
futuro. El meteorólogo con respecto al tiempo meteorológico. Si va a hacer calor
o frío, lluvia, viento o tormenta. Estas predicciones se requieren cada vez más
detalladas: cuándo va a suceder, dónde, con qué intensidad, cuáles van a ser sus
efectos, etc. El psicólogo, especialmente el que trabaja en contextos
criminológicos, debe también predecir sobre las conductas antisociales que
puede cometer un individuo determinado. Si es un preso al que hay que conceder
la libertad condicional, ¿qué riesgo hay de que vulnere las reglas que se le
imponen?, si está siguiendo un programa de rehabilitación, ¿qué probabilidades
hay de que lo siga?, y ¿qué pronóstico de los efectos del tratamiento se pueden
esperar? Si, por el contrario, es un acusado de agresión sexual o familiar, ¿qué
riesgo existe de que vuelva a reintentar estos comportamientos delictivos? Estos
y otros muchos ejemplos nos sitúan a los psicólogos en un rol profesional
parecido al de los meteorólogos.
Los psicólogos y los meteorólogos tienen más cosas en común. Pensemos en los
efectos y consecuencias que tienen ciertos fenómenos meteorológicos como son
los ciclones, tornados, las “gotas frías”... muchas veces son catastróficas y,
salvando las distancias, se parecen a la de ciertos comportamientos criminales.
Estos fenómenos meteorológicos son “estados” particulares de los climas, es
decir combinaciones particulares de los procesos que regulan la temperatura, la
presión, la humedad, etc. Esta misma relación es la que guarda el
comportamiento antisocial con la personalidad del delincuente, especialmente
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
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cuando en este sujeto muestra el llamado Trastorno de Personalidad Antisocial o
una Psicopatía. Su personalidad es como el clima, su conducta como alguno de
estos fenómenos meteorológicos, que sin ser muy frecuentes son peculiares y por
tanto también caracterizan, junto con las otras variables normales, a los climas.
¿En que consiste la evaluación del riesgo de comportamientos violentos?
Estimar el riesgo de violencia no es más que un procedimiento para predecir la
probabilidad de aparición de una conducta violenta determinada ya que ésta sí
que se puede estimar razonablemente. Es posible predecir el riesgo de
comportamientos violentos con más precisión que el simple azar o las
predicciones unidimensionales. Se puede predecir el riesgo de cualquier elección
si conocemos los determinantes de ésta y tenemos datos sobre elecciones que
anteriormente hayan sucedido y de las cuales conocemos sus antecedentes. Esta
última consideración es cierta en el campo de los registros penales,
criminológicos y psiquiátricos, ya que existen datos e informes acumulados que
pueden proporcionar este tipo de informaciones. Esencialmente consiste en un
proceso que permite comprender el peligro que puede existir de aparición de
conductas violentas con el objetivo de limitar sus potenciales efectos negativos.
Para poder completar este proceso con éxito nos interesara registrar
informaciones acerca de varios aspectos: ¿qué tipos de conducta violenta se
producen?; ¿con qué frecuencia?, ¿bajo qué condiciones o en qué escenarios?;
¿cuáles son las condiciones presentes?, ¿cómo se intervino?, ¿qué sucedió
después?, etc. Se han desarrollado estrategias de evaluación psicológica
intensivas, procedimientos actuariales basados en tests psicológicos y otras
estrategias (clínicas, epidemiológicas...) para identificar el riesgo de
determinados comportamientos violentos, que denominamos formas críticas de
violencia, pero sigue habiendo un importante grado de imprecisión en tales
predicciones. ¿Qué tipos de estimaciones de riesgo de formas críticas de
violencia son más necesarios por la gravedad de sus consecuencias? En nuestra
opinión, es fácil distinguir los siguientes: riesgo de suicidio, de homicidio por
parte de menores, de los diferentes tipos de agresión sexual, de las agresiones
domésticas y familiares y, naturalmente, de la violencia en general.
Podemos distinguir dos tipos de predicción del riesgo de comportamientos
violentos: el riesgo inmediato y el riesgo a medio y largo plazo (Quinsey et al.,
1998, Hart; 1998). Los esfuerzos actuales se concentran en la evaluación del
riesgo inmediato de conductas violentas ya que éste es más fácil de realizar y
más eficaz en la práctica aplicada. El riesgo inmediato de conductas violentas se
sitúa en torno a una predicción que se extiende a lo largo de unos días o a un
máximo de unas semanas, y se basa en un patrón de signos de alarma
identificables. Normalmente la evaluación de este tipo de riesgo de violencia
inmediato se realiza por medio de Listados de Chequeo de los signos de alarma
más críticos y urgentes que anticipan una agresión o ataque importante. El
Riesgo de Ataque es un concepto de gran utilidad para todos aquéllos que tratan
a diario con poblaciones de potencial riesgo violento (especialmente policías,
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responsables de prisiones, cuidadores de enfermos mentales y, en algunos casos,
profesores y maestros de escuelas secundarias). Por el contrario, el riesgo de
medio y largo plazo se extiende a un rango temporal de varios años y, aunque es
más impreciso, es muy importante en la toma de decisiones judiciales (por
ejemplo, para autorizar una liberación condicional anticipada) y, también, como
forma de evaluar la eficacia de los programas de intervención reeducativa y
terapéutica.
¿Cuales son los métodos o procedimientos de valoración y predicción del riesgo
que se pueden utilizar? S.Hart los clasifica en dos grandes grupos que denomina:
a.- A criterio libre del profesional (discretionary): estos métodos se
caracterizan porque no hay una pauta o instrumento técnico validado y
contrastado, son los más empleados por los diferentes profesionales que en algún
momento se ocupan de este menester (criminólogos, psiquiatras, psicólogos,
jueces, etc.). En este grupo de métodos se distinguen tres que son:
a.1.- juicio profesional no-estructurado
a.2.- juicio profesional estructurado
a.3.- evaluación por anamnesis
b.- Siguiendo una pauta determinada (No-discretionary). En estos
métodos se sigue una pauta/protocolo (método o procedimiento) que proviene de
los desarrollos técnicos de la evaluación psicológica o de otras técnicas de
estimación de riesgo de campos afines. En este grupo distinguimos dos que son:
b.1.- Los tests psicológicos
b.2.- Los “tests” actuariales
Veamos algunos detalles de los procedimientos antes mencionados.
a.1.- Juicio profesional no-estructurado
En este procedimiento la característica fundamental es la idiosincrasia con
que cada profesional aborda el problema de predecir el riesgo en función
de su formación, sus preferencias personales, sus hábitos profesionales, la
naturaleza de las demandas, etc... es decir el libre criterio de cada uno de
los profesionales que actúan (o pueden actuar) en esta labor. En general
podemos decir que la recogida de datos (informaciones) no sigue normas
o guías fijas ni estables, cualquier información puede ser incluida en el
bagaje previo a la decisión. Así mismo la información se puede recoger
siguiendo cualquier técnica o procedimiento que el profesional considere
adecuado.
Las decisiones siguen un proceso análogo al de recogida de datos, es decir
sin un criterio previo explícito. Las informaciones que dan lugar a las
decisiones pueden ponderarse o combinarse de cualquier forma a juicio
del responsable de la decisión. También, en el caso de la comunicación de
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los resultados, el responsable de la evaluación emplea el procedimiento
que considera oportuno en función del receptor de la decisión.
En este procedimiento las limitaciones son obvias y sin discutir la eficacia
mayor o menor de este procedimiento, podemos destacar las siguientes
insuficiencias: la dificultad en encontrar justificaciones empíricas y/o
sistemáticas, de hecho este procedimiento presenta bajos niveles de
acuerdo entre jueces (fiabilidad baja), poca precisión (no-validos) y una
fundamentación débil (irrecusables). De hecho las predicciones realizadas
siguiendo este método se basan en la “autoridad” del profesional que las
formula. Por lo general estas decisiones son muy genéricas y no están
dirigidas a realizar ninguna actuación con el sujeto agresor sino que tratan
de “sancionar” en términos de informe pericial
a.2.- Juicio profesional estructurado
Este tipo de evaluación está dirigido a prevenir un determinado tipo de
comportamiento o resultado así que lo calificaremos como orientado a la
actuación profesional, normalmente preventiva. Suele incluir un nivel
determinado de estructuración de la evaluación ya que incluye la
exploración guiada de una serie explícita y fija de factores de riesgo
identificados y conocidos. Especifica el modo y la manera de reunir y
recoger informaciones que se incluyen en el protocolo de información que
servirá después para tomar la decisión. Sin embargo no introduce, por lo
general, restricciones ni orientaciones sobre la toma de decisiones ni en la
forma de resumir y comunicar los resultados y/o decisiones obtenidas.
Las limitaciones mas relevantes son: a) que requiere protocolizar todo el
proceso de evaluación en el que se incluye: un modo sistemático de
recogida de datos, posiblemente requiera entrenamiento y formación en
las nuevas técnicas y procedimientos que implica este enfoque; b)
generalmente los elementos del protocolo se incluyen en el proceso de
generalización inductiva que a veces no son adecuados en determinados
casos, poco frecuentes, y, c) presupone que los profesionales pueden
utilizar el protocolo de forma eficaz y precisa.
a.3.- Evaluación por anamnesis
Incluye una mínima organización de la información que se recoge ya que
se sigue el protocolo propio de las anamnesis habituales en contextos
clínicos. En ellas se incluyen datos histórico-biográficos que de buen
seguro registran la historia y el contexto donde sucedieron episodios o
actos violentos. Esta orientado a actuar. En la medida en que sigue el
esquema clínico este enfoque de evaluación tiene como objetivo diseñar
estrategias de actuación y de gestión o manejo del riesgo. En este ámbito
es frecuente hablar de aspectos como la “reducción del riesgo” o la
“prevención de recaídas”.
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
14
En cuanto a las limitaciones, este procedimiento es poco fiable, su validez
también es desconocida y asume que la historia registrada se puede
repetir, por sí misma, y debido a que ya ha aparecido con anterioridad. En
el fundamento de este procedimiento se opina que todas las carreras
violentas son estáticas, no modificables y que las personas violentas están
predeterminadas a comportarse de ese modo.
b.1.- Los tests psicológicos
Son muy conocidos por los psicólogos estos instrumentos de evaluación
pero se descuida, por parte de muchos profesionales, su utilidad en tanto
que predictores. Normalmente el uso de los tests se hace en un sentido
clínico-diagnóstico sobre todo dentro del campo de la psicología jurídica.
No obstante en otros contextos (clasificatorios y de selección) el uso de
los tests como procedimientos de predicción es bien conocido. Los tests
miden ciertos rasgos y atributos psicológicos que, de acuerdo a los
conocimientos disponibles y científicamente contrastados, predicen
comportamientos violentos. La fiabilidad y la validez de estos
instrumentos permiten obtener informaciones relevantes y útiles que a su
vez ayudan a la toma de decisiones correctas. También el uso de estos
instrumentos impone un nivel elevado de organización de los datos
empleados en la evaluación ya que se utilizaran en un momento
determinado del proceso de evaluación y del momento en el que hay que
tomar una decisión.
Las limitaciones que tiene la predicción utilizando tests psicológicos son:
a) que requieren una formación profesional en el empleo de los tests, en
contenidos forenses, clínicos y/o criminológicos ya que hay que decidir:
qué test utilizar, cómo utilizarlo y cómo interpretar los resultados
obtenidos, b) la justificación de su utilización requiere decidir
inductivamente acerca de aquello que, en general, es aplicable al caso que
nos ocupa y en el momento en que lo utilizamos (todas decisiones previas
a el uso del test).
b.2.- Los “tests” actuariales
Los rasgos característicos de la valoración del riesgo por métodos y
procedimientos actuariales provienen de que estos se han diseñado
explícitamente con la intención y finalidad de predecir el riesgo de
comportamientos violentos. Siguiendo las pautas desarrolladas por los
actuarios de seguros se han aplicado procedimientos estadísticos para la
predicción del riesgo. Tienen una gran “fidelidad” ya que están
optimizados para predecir un resultado concreto y específico, en un
período temporal determinado, para una población determinada y en un
contexto socio-cultural también muy específico. Introducen una estructura
rígida en la predicción tanto en los procesos de evaluación como en los de
toma de decisiones.
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
15
Las limitaciones de los procedimientos actuariales son: a) el uso de este
tipo de instrumentos requiere dos tomas de decisiones caso de forma
constante para las que hay que tener un cierto nivel de conocimientos y
formación técnica, así hay que decidir qué escalas utilizar y cómo
interpretar los resultados, b) lo mismo que en los tests psicológicos hay
que justificar adecuadamente las decisiones de su utilización concreta y c)
los resultados pueden ser fácilmente malinterpretados y dar lugar a
justificaciones pseudo-objetivas y pseudo-científicas.
Estos procedimientos requieren estudios cuantitativos y epidemiológicos
a gran escala, estimaciones de la frecuencia de los comportamientos que
se quieren predecir en las distintas poblaciones donde pueden ocurrir, etc.
Este tipo de información, al menos parcialmente cuando nos referimos a
poblaciones penitenciarias y delictivas, suelen estar disponibles, aunque
con frecuencia de modo incompleto.
En todas las descripciones de los procedimientos que hemos realizado se han
presentado los rasgos que las distinguen y caracterizan, así como sus
limitaciones. Consideramos que todo proceso de evaluación del riesgo comporta,
al menos, dos etapas que podemos distinguir a efectos del análisis de sus
propiedades y limitaciones. Estas dos etapas son: 1) la recogida, organización y
análisis de la información relevante, y 2) la decisión y comunicación del
resultado de la evaluación.
En resumen, los procedimientos existentes en la actualidad para la predicción o
estimación del riesgo de comportamientos violentos se pueden clasificar en dos
grandes grupos, que a su vez se subdividen en diferentes subgrupos. Estos dos
grandes grupos son: 1) procedimientos basados en el juicio profesional, y 2)
decisiones de base actuarial. Entre los primeros debemos incluir las estimaciones
clínicas (fundamentadas mayoritariamente en diagnósticos psiquiátricos), las
predicciones a partir de las anamnesis y las basadas en instrumentos
estructurados específicos (p. ej., HCR-20, SARA...). En el segundo grupo
destacan las estimaciones basadas en los tests psicológicos y las que se
fundamentan en la aplicación de escalas de riesgo (p. ej., VRAG, RRASOR...).
Como ejemplo de los anteriores tipos de instrumentos de evaluación del riesgo
de comportamiento violento podemos citar el HCR-20 y el VRAG. El HCR-20
es uno de los instrumentos paradigmáticos y mejor validados para la estimación
del riesgo de violencia en general. Desarrollado por el Dr.Webster, especialista
canadiense reconocido internacionalmente, está diseñado para evaluar el riesgo
de conductas violentas en personas con trastorno mental o problemas de
personalidad, y se basa en el uso de informaciones de tres tipos (que recogen las
siglas del instrumento, HCR): histórico-biográficas, clínicas y de gestión del
riesgo. El VRAG (Violence Risk Appraisal Guide), de Quinsey et al. (1998), fue
desarrollado para evaluar el riesgo de comportamientos violentos en varones
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
16
adultos con enfermedades mentales, que estuvieran en tratamiento ambulatorio o
internados en centros hospitalarios vinculados a instituciones penitenciarias. El
VRAG es el sistema actuarial más preciso para prevenir violencia reiterada
(reincidencias) entre pacientes con trastornos mentales, internados o en
tratamiento ambulatorio. Sus parámetros de eficacia se cifran en una
probabilidad predictiva –es decir, de que un paciente sobre el cual se han
predicho recaídas violentas acabe en efecto comportándose violentamente en un
futuro- del 55%. Este instrumento logra un incremento de la predicción sobre el
azar del 88% y presenta una precisión del 72% en la clasificación de pacientes
violentos (P. Barret, 2001).
En la actualidad existen distintos instrumentos de naturaleza empírica para la
estimación del riesgo de comportamientos violentos. Estos instrumentos,
desarrollados especialmente en países anglosajones, europeos y norteamericanos,
no tienen paralelos en nuestro entorno criminológico o forense. Tales
instrumentos, además de las características propias de cualquier instrumento de
medida, se distinguen por dos parámetros muy importantes que son: sensibilidad
(porcentaje de verdaderos positivos, es decir, de sujetos que habiendo sido
predichos violentos acaban comportándose violentamente) y especificidad
(porcentaje de falsos positivos, o sea, de individuos que habiendo sido predichos
violentos no acaban actuando como tales).
En la tabla que presentamos a continuación se muestra el resumen de los
principales instrumentos existentes hasta ahora en el contexto de la evaluación
del riesgo de comportamientos violentos.
Test o Método
Variables
Predictoras
Hallazgos y
aplicaciones
Ref.
Meta-análisis de
predictores de violencia
general y reincidencias
Evaluación objetiva de
riesgo de delincuencia
juvenil, problemas
familiares y otros
factores similares
(basado en 52 trabajos
/16,191 personas).
Historia de agresiones
graves, de tipo sexual e
intimidaciones basado en
un estudio sociológico
de 600.000 participantes
(USA)
Factores que sugieren la
explotación de los demás
y un estilo de vida
crónicamente inestable.
Pocos ítems relacionados
directamente con la
violencia.
Factores de reincidencia
en personas con
trastorno mental y sin
trastorno mental. El
historial criminal es el
mejor predictor.
Bonta, Law & Hanson
(1998)
Identifica por medio de
puntuaciones elevadas el
riesgo de graves
conductas violentas.
Wolfgang, Figliio, Tracy
& Singer (1985)
Las puntuaciones en esta
escala son los mejores
predictores individuales
de violencia; sin
embargo la escala no se
diseñó con este objetivo
y es solo aplicable a
hombres adultos.
Predice para un intervalo
de 7 a 10 años el riesgo
de conductas violentas
(no sexuales) en
Hare (1991)
[Versión española:
Moltó et al., 1999]
Sistema de Puntuación
de Gravedad delictiva
Psychopathy Check List
– Revised (PCL-R)
Violent Risk Appraisal
Guide (VRAG)
Ítems de desarrollo de la
personalidad, historia de
conductas violentas y
no-violentas. Incluye la
Quinsey, Harris, Rice &
Cormier (1998)
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
Sex Offender Risk
Appraisal Guide
(SORAG)
Meta-análisis de
predicciones de violencia
sexual
Rapid risk assessment
for sexual offense
recidivism (RRASOR)
Minnesota Sex Offender
Screening Tool –
Revised
Static and dynamic risk
assessment tools
California Actuarial Risk
Assessment Tables
puntuación en el PCLR.
Items de desarrollo de la
personalidad, historia de
conductas anormales
violentas y preferencias
y desviaciones sexuales.
Activación sexual
desviada, historia de
violencia, y factores de
personalidad (basados en
61 estudios y 28.972
personas).
Incluye factores de la
relación con la víctima,
delitos sexuales
anteriores y edad del
sujeto (muestra 2.592
personas).
Factores de historial
criminal, víctimas,
consumo de tóxicos y
otros.
Historial de agresiones
sexuales y factores de
tipo demográfico y
actitudinales.
Factores e historial de la
víctima y tipo de
agresión sexual sufrida.
Spousal Assault Risk
Assessment Guide
(SARA)
Historial de agresiones
en contexto de parejas,
ajuste psicosocial
(estudios de un total de
2.309 sujetos).
Dangerousness
Prediction Decision Tree
Historia reciente de
comportamientos
violentos, Oportunidades
y desencadenantes
(Triggers) (HOT) de
conductas violentas.
Suicide Probability Scale
Historia anterior,
depresión actual, estrés y
variables cognitivas
(basado en una muestra
de 1.158 personas)
Factores de riesgo de
tipo: Histórico, Clinico y
de gestión del Riesgo,
presentados en un
instrumento único a
modo de protocolo de
confirmación y guía.
Guía Profesional para la
evaluación del riesgo de
HCR-20, Version 2
SCR-20
percentiles. Sólo para
hombres adultos.
Predice, para un
intervalo de 7 a 10 años,
el riesgo de violencia
sexual. Ofrece
percentiles. Solo para
hombres adultos.
Seguimiento de un
intervalo que oscila entre
15-30 años que muestran
el 77% de riesgo de
reincidencia en delitos
sexuales.
Predice reincidencia en
periodos de 5 a 10 años a
partir de cuatro factores.
17
Quinsey, Harris, Rice &
Cormier (1998)
Hanson & Bussier
(1998)
Hanson (1997)
Predicción en un plazo
de 6 años el nivel de
riesgo (elevado o bajo)
de los agresores
sexuales.
Ofrece niveles de riesgo
elevado, medio o bajo de
reincidencia.
Epperson, Kaul & Huot
(1995)
% reincidencia en un
plazo de 5 años tanto
entre violadores como
abusadores infantiles.
Resumen de
puntuaciones que
predicen el riesgo que
presentan los agresores
domésticos y otros tipos
de violencia en general.
Predice a un plazo de 3
meses si un individuo
tiene o no riesgo de
comportarse
violentamente a partir de
un árbol de decisiones de
5 pasos.
Puntuación en términos
de probabilidad de
riesgo, de severo a
liminar, de conducta
suicida.
HCR-20 existe en
distintas lenguas y se ha
utilizado en Europa.
Schiller & Marques
(1999)
SCR-20 existe en
distintas lenguas y se ha
Boar, Hart, Kropp &
Webster (1997)
Hanson (1997); Hanson,
Scott & Steffy (1992)
Kropp, Hart, Webster &
Eaves (1999)
Hall (1987); Hall &
Ebert (in press)
Cull & Gill (1999
edition)
Webster, Douglas, Eaves
& Hart (1997)
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
TVR (Tabla de Variables
de Riesgo)
violencia sexual.
Predicción del riesgo de
quebrantamiento de
permisos de salida de
sujetos penados en
prisión, a partir de 18
variables pertenecientes
a 4 categorías de
factores: persona,
actividad delictiva,
conducta penitenciaria y
permiso.
utilizado en Europa
La TVR fue diseñada a
demanda de la Secretaría
de Estado de
Instituciones
Penitenciarias del
Ministerio de Justicia
Español.
18
Clemente et al. (1993),
Nuñez (1997)
De la mayoría de estas escalas e instrumentos no existen traducciones ni
adaptaciones al contexto lingüístico castellano ni a los ámbitos jurídico-penales
ni de trabajo profesional propios de España y los países latinoamericanos.
4.- Utilidad práctica de la predicción de la violencia
La violencia en general y, en particular, algunas de sus formas más llamativas y
espectaculares –como la violencia juvenil, el maltrato infantil, la violencia contra
las mujeres y la violencia sexual- constituyen preocupaciones importantes y
recurrentes de los ciudadanos y de los poderes públicos. Como consecuencia de
ello, en el plano científico, estos problemas están recibiendo una atención
creciente de parte de los investigadores (ver Science, 28 de Julio de 2000).
Sin embargo, cuando se analiza en términos globales este sector de la
investigación, se constatan dos limitaciones importantes: en primer lugar, una
gran heterogeneidad, dispersión y aislamiento de las temáticas tratadas y de las
metodologías utilizadas; en segundo término, el carácter preponderantemente
exploratorio y descriptivo de la mayoría de los estudios, que suelen limitarse a
informar de cierta problemática (p. ej., la violencia juvenil en un determinado
barrio o ciudad) sin derivar prescripciones específicas para el control o la
reducción del problema en cuestión. En general existe una muy escasa
vinculación –con algunas excepciones- entre la investigación básica sobre
violencia y las prácticas y rutinas más frecuentemente utilizadas para su
abordaje.
Frente a esta situación, en el terreno aplicado, las instituciones y agencias
educativas, de servicios sociales, y de justicia –tanto de ámbito local, como
regional o estatal- se enfrentan a retos operativos específicos, a saber: conocer
los factores concretos que se vinculan a determinados comportamientos
violentos para, en la medida de lo posible, anticipar el riesgo de que se
produzcan y poder prevenirlos de maneras más eficientes. Los ejemplos pueden
ser muy variados. Veamos algunos. En las escuelas (especialmente en ciertas
edades -como el inicio de la adolescencia- y determinados contextos –ciertos
barrios de las ciudades-) los docentes necesitan evaluar el riesgo de violencia de
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
19
algunos de sus chicos y tomar la iniciativa al respecto; sin embargo, el sistema
escolar –y sus profesionales: directores de colegios, maestros, pedagogos,
psicólogos...- carecen por lo común de instrumentos predictivos específicos y de
programas de prevención e intervención adecuados (Redondo y Garrido, 2001).
Algo semejante acostumbra a suceder en los servicios sociales primarios y
especializados (p. ej., protección a la infancia). Incluso los servicios e
instituciones finalistas en el control de la violencia (como juzgados de menores,
juzgados penales, centros de reforma juvenil y prisiones) no suelen disponer de
la tecnología necesaria para acometer estas tareas de una manera sistemática y
efectiva (pueden encontrarse numerosos ejemplos de ello, para diferentes países
europeos, en: Lösel, Bender y Bliesener -eds.-, 1992; Davies, Lloyd-Bostock,
McMurran y Wilson -eds.-, 1996; Redondo, Garrido, Pérez y Barberet -eds.,
1997; y en distintos contextos jurídico-penales del ámbito español y
latinoamericano en: Urra y Vázquez Mezquita, 1993; Redondo, 1993; Clemente,
1995; Urra y Clemente, 1997; Clemente y Nuñez -I y II, 1997; y Redondo y
Garrido, 2001).
Por ejemplo, cuando frente a un caso de violencia doméstica, un juez debe
decidir acerca del encarcelamiento o la libertad provisional de un agresor, en
función del riesgo de nuevas conductas de maltrato, con gran frecuencia debe
hacerlo en el vacío de información técnica al respecto. Más allá de la buena
voluntad y la experiencia de los profesionales que trabajan en estos sectores
(juristas, psicólogos, trabajadores sociales, etc.) son muy escasos los
instrumentos y procedimientos disponibles para llevar a cabo eficazmente las
tareas de predicción y prevención. Las múltiples funciones a las que deben
atender estos profesionales y el frecuente desconocimiento de los resultados de
la investigación en la materia dificultan enormemente sus posibilidades de
acción. (El problema al que nos estamos refiriendo tiene una ingente magnitud
social. Los comportamientos violentos –en diferentes formas e intensidadesaparecen en las familias, en las escuelas, en los barrios, en los locales públicos,
en las prisiones, etc. Paralelamente a la amplitud del problema, es considerable
el número de profesionales y técnicos sociales –maestros y educadores,
trabajadores sociales, psicólogos, abogados, policías, jueces y fiscales....- que o
bien deben resolver a menudo situaciones de violencia aunque tal cometido no
constituya la esencia de su función -el caso de los maestros-, o bien tienen como
cometido profesional el propio control de la violencia -el caso de los policías-.
Baste lo dicho para imaginar el exorbitante presupuesto público que, de una u
otra forma, se destina a servicios y profesionales que tratan con estas
problemáticas).
En síntesis, con objeto de mejorar progresivamente nuestras posibilidades de
control de los comportamientos violentos, consideramos imprescindible una
paulatina integración de la investigación básica sobre violencia con las
necesidades sociales y aplicadas en esta misma materia, que permita ir derivando
instrumentación técnica de utilidad práctica para las instituciones y los
profesionales que trabajan en este sector. En esta dirección, sería necesario crear
y validar para el contexto español instrumentos y procedimientos de predicción
del riesgo de violencia así como formular programas de prevención que estén
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
20
estrechamente relacionados con la información generada por los procesos de
predicción. Esta información la constituyen los llamados factores de riesgo y los
desencadenantes, en parte ya conocidos actualmente y que son el núcleo
conceptual de la predicción y prevención del comportamiento violento.
Desde un punto de vista científico, la predicción y la prevención se hayan
íntimamente vinculadas por tres razones fundamentales. En primer lugar, porque
una detección eficaz de los individuos y contextos en mayor riesgo de violencia
es la condición necesaria para la aplicación eficaz de medidas preventivas
correctoras. En segundo término, porque lo que vamos aprendiendo sobre los
factores de riesgo de comportamientos violentos (ciertas características
personales, carencias educativas, déficit cognitivos, etc.) nos orienta sobre los
objetivos y estrategias que debemos utilizar para erradicarlos o reducirlos. Es
decir, el conocimiento de los factores de riesgo constituye la base de los
programas preventivos y de tratamiento de la violencia. Por último, porque los
resultados obtenidos por los programas –es decir, sobre la mayor o menor
efectividad de cada tipo de programas- constituye, a la postre, una nueva
reevaluación de nuestros conocimientos sobre predicción –si tomamos en cuenta
que los programas parten de tales conocimientos predictivos-.
En la dirección apuntada de vinculación estrecha entre predicción y prevención,
resultan especialmente relevantes los estudios meta-analíticos desarrollados por
Andrews et al. (1990), Andrews y Bonta (1994), y sobre todo Gendreau, Little y
Goggin (1996), quienes a partir del análisis de 131 muestras (que incluían más
de 750.000 sujetos, tanto jóvenes como adultos) pusieron de relieve la existencia
de dos grupos de factores de riesgo diferenciados: los denominados factores
estáticos, inherentes al sujeto o a su pasado y difíciles de cambiar, y los
dinámicos, o factores individuales y ambientales que pueden cambiarse mediante
las oportunas intervenciones técnicas (véase figura anterior). Esta diferenciación
es muy relevante para la prevención ya que apunta en la dirección de aquellas
variables preferentes para los objetivos de las intervenciones y programas de
tratamiento (Redondo, Garrido y Sánchez-Meca, 1997; Redondo, Sánchez-Meca
y Garrido, 1999, 2002).
Ya hemos dicho que la utilidad primordial de la predicción del riesgo de
comportamientos violentos es evitar que estos se produzcan y por tanto prevenir
la violencia es la finalidad indirecta que persigue la predicción. Pero de forma
más inmediata los objetivos que tienen los procedimientos de predicción de
riesgo de comportamientos violentos desarrollados técnicamente se pueden
identificar como los siguientes:
a).- guiar la intervención de los profesionales en las tareas de predicción y
no dejar a su libre criterio el procedimiento de estimación del riesgo ya que este
método se ha demostrado poco fiable, de dudosa valides e irrefutable.
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
21
b).- mejorar la consistencia de las decisiones al tener en cuenta sistemas
contrastados de recogida de datos relevantes y significativos de la historia
biográfica del sujeto, de sus variables clínicas de estado y de la situación
(factores de riesgo/protección) que rodean al sujeto sobre el que hay que predecir
su comportamiento futuro. Además de esta recogida selectiva de información se
requiere normas de combinación ponderada de los datos para que la toma de
decisiones sea precisa y fiable.
c).- mejorar la transparencia de las decisiones, como consecuencia de
utilizar procedimientos de predicción basados en instrumentos clínico-actuariales
o actuariales, se dispone de un registro de los distintos pasos del proceso de
predicción aportando transparencia a la decisión y recomendación finales.
d).- proteger los derechos de los clientes y usuarios, es otra de las
consecuencias prácticas de seguir buenas pautas de predicción ya que las
decisiones, a veces útiles y acertadas pero otras veces no, se pueden analizar a la
luz de los derechos que protegen a los clientes y usuarios de los sistemas de
atención a los agresores/víctimas.
En resumen y como reflexión final, según Steve Hart, psicólogo de la
Universidad Simon Fraser de Vancouver (Canadá) y Presidente de la sección de
Psicología Jurídica de la Asociación de Psicología Americana, la evaluación del
riesgo de violencia consiste en caracterizar (identificar) el riesgo de que los
individuos cometan actos violentos en el futuro. La finalidad de esta evaluación
puede ser clínica (intervenir, prevenir, actuar urgentemente,...) o jurídica (tomar
decisiones penales, sobre libertad condicional, etc....). La predicción de la
violencia es posible si atendemos a que lo predecible es el riesgo de aparición de
la conducta violenta, no la conducta en sí misma. Esta predicción se puede hacer
de forma fiable y válida si la fundamentamos en procedimientos técnicos. He
aquí algunas recomendaciones:
La evaluación del riesgo debe realizarse de manera científica, profesional y
de acuerdo a las consideraciones legales propias de cada marco jurídico
concreto.
El riesgo puede y debe ser evaluado de distintos modos y procedimientos.
En promedio, la evaluación del riesgo de violencia es tan bueno como la
mayoría del resto de pronósticos tales como el meteorológico, el financiero,
el industrial, el médico, etc.
No es posible realizar predicciones específicas de violencia futura en un
individuo determinado con un elevado nivel de certeza o de previsión
científica. No podemos conocer el riesgo, simplemente podemos estimarlo
asumiendo ciertas restricciones temporales y de contexto.
Predicción de la violencia. Andrés Pueyo, A. y Redondo, S.
22
Estas aportaciones y comentarios, descritos a partir de lo que hoy es la
actualidad científica del problema de la predicción del comportamiento violento
pretenden únicamente destacar la importancia de utilizar procedimientos
contrastados y fiables, generados en el contexto de la investigación clínica y
actuarial, para la cotidiana labor profesional de los psicólogos que actúan en los
campos variados de aplicación de la psicología jurídica, forense y criminal.
Todavía hoy en España estamos comenzando esta tarea pero de buen seguro que
la voluntad de aplicarla hará que, como en otros tantos campos, la puesta a punto
será muy rápida y de la calidad que la realidad profesional demanda.
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