¿Cómo se decide crear la Iglesia de Iesu para Riberas de Loiola? Si se me permite una matización, la primera decisión es la de crear una parroquia, lo cual nos lleva a la construcción de la Iglesia y de los locales necesarios para la actividad parroquial. La parroquia no es sólo su templo, sino la vida organizada en torno a la comunidad de los católicos que viven en un lugar determinado. El obispado suele estar atento a los planes urbanísticos de expansión, para evaluar la conveniencia de erigir nuevas parroquias. No es una decisión fácil, porque no andamos sobrados de fuerzas; pero a pesar de ello, nos esforzamos en acompañar a los fieles, allí donde se encuentren. ¿Qué labor desempeñará esta nueva parroquia? Una parroquia está llamada a conformar la familia de los creyentes, a predicar la Palabra de Dios, a celebrar los sacramentos que Cristo nos encomendó, a servir a los pobres y necesitados del lugar… En el caso presente, además de todo lo anterior, esta parroquia ha sido pensada con una especial sensibilidad, para ofrecerse como un “atrio de los gentiles”, según una conocida expresión de Benedicto XVI. El Atrio de los Gentiles era el espacio del templo de Jerusalén –a modo de antesala- al que tenían acceso todos los pueblos, y no sólo los israelitas. Hoy los “gentiles” son aquellos que no confían plenamente en la revelación bíblica; pero que, sin embargo, están sedientos del misterio de Dios. Pues bien, el Papa pide que hoy también sigan creándose nuevos “atrios de los gentiles” para permitir a todos acercarse a Dios, siguiendo un itinerario pedagógico. La propuesta es indudablemente nueva y abre horizontes de acción y de diálogo con los no creyentes. Cada vez son más las personas que sienten que el alejamiento de la fe no les ha llevado a ser más felices, sino todo lo contrario. Pues bien, esta parroquia está especialmente abierta a su acompañamiento. Por otro lado, esta Iglesia es especialmente emblemática, por el hecho de que ha sido diseñada y construida por el arquitecto Moneo. ¿Ha tenido usted relación con él? La presencia de Moneo en este proyecto ha sido posible por la amistad personal que el párroco de esta nueva parroquia, Jesús Mari Zabaleta, mantenía con él. Por mi parte, a pesar de que mi llegada a San Sebastián tuvo lugar cuando la obra estaba ya muy adelantada, he tenido la ocasión de conocer a Moneo y de visitar con detalle la obra guiado por él mismo. Quiero agradecerle públicamente el interés y la dedicación que ha manifestado en medio de sus múltiples ocupaciones. Especialmente, aprecio el esfuerzo realizado para poner todo su ingenio artístico, al servicio de una arquitectura que nos eleva a la trascendencia, al misterio de Dios. La Iglesia ejerció en siglos anteriores de mecenas del arte… ¿Hoy en día opta por la arquitectura funcional, y deja de apostar por el arte? En primer lugar, creo que no hay que contraponer la funcionalidad y la belleza artística. Las construcciones del medievo y del renacimiento, también fueron funcionales en su momento. La apuesta de la Iglesia por el arte continúa, porque la belleza es uno de los tres caminos principales de acceso al misterio de Dios. ¿Tres caminos? ¿Nos podría explicar esto con más detalle? En la tradición eclesial se ha hablado de tres “vías” para llegar al conocimiento de Dios; vías que se corresponden con los tres trascendentales: el bien, la verdad y la belleza (bonum, verum, pulchrum). La “vía de la verdad” es explorada por los filósofos, como Santo Tomás de Aquino, utilizando los argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios. La “vía de la bondad” es el testimonio de los santos y de tanta gente buena, cuya vida nos conmueve y nos llama a la conversión. Y la “vía de la belleza” nos cautiva y nos eleva hacia el autor y fuente de esa belleza. Dios es la verdad, la bondad y la belleza. La vía de la belleza nos permite dialogar con los no creyentes. Dicho de otro modo, existe una pastoral de la belleza que queremos cultivar. Pero parece obvio que la belleza no lleva a todos hacia Dios. Algunos aprecian las cosas bellas, sin más… Está claro que hay que educar la sensibilidad para que la belleza nos lleve a Dios, de lo contrario la belleza puede ser una trampa… También existe una distorsión de la belleza, en el marco de un esteticismo efímero y aparente, ligado al mercado de una moda sensual. Se trata de una belleza sin alma, divorciada del bien y de la verdad. Pero para los cristianos, la belleza no es un “ídolo”, sino un “icono”. El icono nos remite a una belleza superior, mientras que los ídolos no son reflejo de otra cosa que de nuestra propia crisis interior, son la proyección de nuestras pasiones. La clave está en no separar la belleza, la bondad y la verdad. ¿Eso quiere decir que el verdadero arte no puede ser “laico”? Evidentemente, no me estoy refiriendo a que todas las obras artísticas tengan que reflejar siempre representaciones religiosas. Me refiero a que el auténtico arte no nos deja indiferentes, sino que suscita emociones, genera gozo, paz y deseo de interiorización… El arte nos saca de la indiferencia y nos pone en movimiento, con auténticos deseos de plenitud. Pero está claro que la capacidad de admiración hay que cultivarla, porque de lo contrario se corre el peligro de esterilizar el arte. La belleza –sin distinguir entre belleza religiosa o belleza laica- prepara nuestro corazón y nuestra mente para la belleza suprema, que es Dios. En el fondo, la belleza no es otra cosa que el esplendor de la verdad; y la verdad es Dios. Permítame para terminar una pregunta más “terrenal”...: ¿No resulta un tanto llamativo la construcción de un supermercado en los bajos de los locales parroquiales? En los ámbitos de la economía eclesial solemos decir que la Palabra de Dios no tiene precio, pero que su predicación tiene unos costes; por lo que en la situación presente, era necesario buscar una forma de financiación de este complejo parroquial. Desde el primer momento, en sintonía con Moneo, se rechazó la posibilidad de que hubiese locales comerciales debajo del templo religioso, pero no así debajo de los locales parroquiales. Pienso que la financiación del proyecto a través de estos locales comerciales no es indecorosa. Más aún, le escuché a Moneo una reflexión muy interesante: También en la Edad Media la Iglesia solía estar junto al mercado, por la sencilla razón de que servimos al hombre y a la mujer real, a ese que frecuenta diariamente el mercado.