Delitos de tortura En principio, puede decirse que torturar a una persona significa someter a esa persona a intensos sufrimientos físicos o psíquicos, a infundirle un gran miedo, grandes humillaciones con alguna finalidad, finalidad que puede ser muy variada. En principio esta acción puede ser realizada por cualquiera, cualquier persona puede infligir a otra un sufrimiento intenso con alguna finalidad, sin embargo, la tortura que nos interesa, la tortura en sentido técnico que forzosamente es la que se describe en el 174 y 175 del CP: tortura es, exclusivamente, la que es ejecutada por un servidor público, un empleado público, un funcionario, una autoridad, no por un particular. Eso no significa que una tortura realizada por un particular carezca de relevancia penal, sino que significa simplemente que no se castiga a tenor del 174 o 175 del código penal sino que ha de castigarse por otras vías. A veces leemos en los medios de comunicación que una persona ha visto como unos enmascarados perpetraban en su vivienda y le sometían a torturas, le hacían objeto de malos tratos, le golpeaban, lo maltrataban para que les dijera por ejemplo donde estaba la caja fuerte, sin embargo eso no es una tortura en orden al artículo 174 CP. La tortura que nos interesa por tanto, es la que practica un servidor público y puede decirse que se ha practicado siempre y se sigue practicando. Lo que ha cambiado radicalmente de un tiempo a aquí, es la legalidad, porque antes era una práctica legal, era una práctica reglamentada, de manera que era uno de los instrumentos que tenía el juez para tratar de obtener la confesión del reo o información sobre posibles responsables de un hecho, de manera que no era algo ilegal como es hoy en día. De hecho, tan legal era que no se ocultaba. A partir de la ilustración la tortura desaparece de los textos legales y pasa a ser una práctica ilegítima que es constitutiva de delito con arreglo al art.174 del CP. Por medio de la tortura, se persiguen unos fines, por eso hay sentencias de nuestros tribunales en el sentido de que el hecho de que un policía le pegue una paliza a un sujeto, eso no es tortura porque no le pega con unas de las finalidades del art.174. Las finalidades que tradicionalmente se han perseguido con la tortura podríamos decir que son 4: - Tratar de obtener una confesión de la persona a la que se le aplica la tortura. - Para obtener información. - Castigar, a veces se aplica la tortura a alguien, no por lo que sabe, sino porque se le castiga por pertenecer a determinado grupo, por profesar determinadas ideas etc. - Amedrentar a los demás, cuando se sabe que se esta torturando a alguien por su ideología por ejemplo se genera un temor en el resto de la población con la finalidad de disuadirles de que participen de esa ideología, de esa organización, de esos ideales. Siempre se ha perseguido una de esas metas y en la actualidad sigue ocurriendo exactamente lo mismo, tal es así, que como veremos, en el código penal, prácticamente se reproducen estas finalidades como las que determinan, que los sufrimientos que se infligen a una persona merezcan la consideración de tortura. La tortura afecta a varios bienes jurídicos, si la tortura no es otra cosa que infligir sufrimiento a alguien, temor, humillación, ahí aparecen implicados varios bienes jurídicos, desde luego la dignidad o la integridad moral de la persona sometida a tortura, sin duda cabe es tremendamente humillante que a una persona se la ate, se la encadene, se le practiquen todos estos ejercicios de sadismo que vienen aplicando los torturadores y se ha llegado a limites de sofisticación extremos porque cuando se aplica la tecnología a la tortura se alcanzan resultado aún mas extremos e incluso se ha teorizado sobre la tortura para intentar obtener un grado mayor de tortura. Otros bienes jurídicos que intenta proteger el precepto son el del bienestar físico y psíquico, de la integridad, de la salud de la persona y cabría hablar también de una vulneración que comporta la práctica de la tortura respecto de los derechos fundamentales como son los relacionados con el proceso penal, ya que aquí una de las finalidades perseguidas es obtener una confesión cuando la legislación garantiza el hecho de no confesarse culpable. Por lo tanto, las garantías penales y procesales que reconoce el ordenamiento jurídico también se ven vulnerados cuando se aplica la tortura. El ordenamiento jurídico español reacciona del siguiente modo: La Constitución española en el art.15 prohíbe la tortura, y los tratos degradantes y esa prohibición se ve reforzada por el art.174 CP que establece: Artículo 174. 1. Comete tortura la autoridad o funcionario público que, abusando de su cargo, y con el fin de obtener una confesión o información de cualquier persona o de castigarla por cualquier hecho que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o por cualquier razón basada en algún tipo de discriminación, la sometiere a condiciones o procedimientos que por su naturaleza, duración u otras circunstancias, le supongan sufrimientos físicos o mentales, la supresión o disminución de sus facultades de conocimiento, discernimiento o decisión o que, de cualquier otro modo, atenten contra su integridad moral. El culpable de tortura será castigado con la pena de prisión de dos a seis años si el atentado fuera grave, y de prisión de uno a tres años si no lo es. Además de las penas señaladas se impondrá, en todo caso, la pena de inhabilitación absoluta de ocho a 12 años. 2. En las mismas penas incurrirán, respectivamente, la autoridad o funcionario de instituciones penitenciarias o de centros de protección o corrección de menores que cometiere, respecto de detenidos, internos o presos, los actos a que se refiere el apartado anterior. Redacción vigente hasta la entrada en vigor de la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, el 1 de octubre de 2004: 1. Comete tortura la autoridad o funcionario público que, abusando de su cargo, y con el fin de obtener una confesión o información de cualquier persona o de castigarla por cualquier hecho que haya cometido o se sospeche que ha cometido, la sometiere a condiciones o procedimientos que por su naturaleza, duración u otras circunstancias, le supongan sufrimientos físicos o mentales, la supresión o disminución de sus facultades de conocimiento, discernimiento o decisión, o que de cualquier otro modo atenten contra su integridad moral. El culpable de tortura será castigado con la pena de prisión de dos a seis años si el atentado fuera grave, y de prisión de uno a tres años si no lo es. Además de las penas señaladas se impondrá, en todo caso, la pena de inhabilitación absoluta de ocho a doce años. 2. En las mismas penas incurrirán, respectivamente, la autoridad o funcionario de instituciones penitenciarias o de centros de protección o corrección de menores que cometiere, respecto de detenidos, internos o presos, los actos a que se refiere el apartado anterior. Veamos ahora los diferentes elementos que integran el delito de tortura: Estamos ante un delito especial porque el sujeto activo del delito no es cualquiera (como en el homicidio, como en las lesiones, como en las detenciones ilegales, como en los secuestros, como en las amenazas o como en las coacciones por ejemplo) sino que el sujeto activo en este delito lo es la autoridad o el funcionario público porque así lo establece el art.174.1 CP, por lo que solo serán autores del delito de tortura los que tengan el carácter de autoridad o funcionario público, y aquí es conveniente tener en cuenta que para saber que debemos entender por autoridad o funcionario público hay que recurrir al propio código penal y no a las normas administrativas, en concreto al art.24 CP, donde se establece que “A los efectos penales se reputará autoridad al que por sí solo o como miembro de alguna corporación, tribunal u órgano colegiado tenga mando o ejerza jurisdicción propia. En todo caso, tendrán la consideración de autoridad los miembros del Congreso de los Diputados, del Senado, de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas y del Parlamento Europeo. Se reputará también autoridad a los funcionarios del Ministerio Fiscal ” y en su punto dos del mismo artículo 24 se establece que “Se considerará funcionario público todo el que por disposición inmediata de la ley o por elección a por nombramiento de autoridad competente participe en el ejercicio de funciones públicas”. Naturalmente, hay que matizar esa primera afirmación de que sujetos activos solo pueden ser autoridad o funcionario público. El Código penal no precisa, pero no todo funcionario puede cometer el delito de torturas (una funcionaria de la facultad de la secretaria difícilmente puede cometer un delito de tortura, ya que no entra en sus funciones conseguir información, ni obtener una confesión, ni el castigo de nadie etc.). El círculo de los autores, por lo tanto, esta delimitado a funcionarios de los cuerpos policiales, funcionarios de la administración de justicia, funcionarios de la administración penitenciaria … Lo que se castiga, el hecho castigado, es someter a una persona a “…condiciones o procedimientos que por su naturaleza, duración u otras circunstancias, le supongan sufrimientos físicos o mentales, la supresión o disminución de sus facultades de conocimiento, discernimiento o decisión o que, de cualquier otro modo, atenten contra su integridad moral…”. Básicamente, por tanto, se va a tratar de tener a una persona en condiciones de sufrimiento, de incomodidad, con alguna de las finalidades que el propio código establece. Caben diferentes situaciones, mantener a una persona encerrada en condiciones pésimas aún cuando nadie las golpee, sin permitirles mantener relación con un abogado o sin permitirle tener relación con su familia etc. Otro ejemplo sería el policía que golpea a un detenido para que confiese un delito. Por tanto, las acciones que tienen cabida dentro del delito de torturas son muchas, el código hace una relación amplia y abierta. Es preciso que la acción se realice con abuso del cargo, por tanto diríamos que cuando ese funcionario o esa autoridad están actuando como tales y someten a una persona a alguna de estas acciones en ese caso si se dan las torturas pero que un funcionario o autoridad que este por la calle comúnmente y no esté en el ejercicio de sus funciones, si realiza este tipo de actos no se consideran del tipo de tortura que establece el artículo 174 CP. Las finalidades perseguidas con esa conducta son; intentar obtener una confesión, conseguir información, para castigar a esa persona y por cualquier motivo que encierre discriminación. El legislador pensó en este precepto para aquellos supuestos en los que el legislador se ensaña con una persona sencillamente porque por ejemplo no es nacional, o porque su tendencia sexual es minoritaria, o por su religión etc. Naturalmente cuando una persona es sometida a tortura puede sufrir unas lesiones, y ahí hay que decir que el mero castigo de la tortura no acota todo el desvalor del hecho. El castigo que acompaña a la tortura tiene por finalidad sancionar a ese funcionario, a esa autoridad, que abusando de su cargo realiza esta conducta, en tanto en cuanto representa una conducta que atenta contra la integridad, garantías constitucionales etc. de la víctima, pero no abarca el desvalor propio de las lesiones, entonces surge un concurso con las lesiones, con lesiones que dependerá de su gravedad o de su intensidad que estemos hablando de un tipo de lesiones o de otras. La cuestión es saber si es un concurso real o ideal; siempre hay opiniones encontradas, ORTS BERENGUER dice que es un concurso ideal, sin embargo, aunque doctrinalmente puede defenderse que es un concurso ideal, desde el punto de vista del Derecho positivo hay que concluir que es un concurso real, sencillamente porque así lo establece la regla concursal prevista en el art.177. El art.177 entiende que debe de castigarse como si de un concurso es real se tratase ya que establece que se castigaran los hechos separadamente aun cuando en principio pudiera calificarse de técnicamente concurso ideal, el legislador entiende que debe castigarse como un concurso real. Hay una variante en el 174.2 referente a las torturas practicadas en determinados ámbitos (concretamente en las instituciones penitenciarias o en los centros de protección o corrección de menores). En aquellos casos en los que un particular o varios particulares son los que ejecutan la acción de torturas, los que torturan a un detenido y lo hacen porque quienes tienen la condición de autoridad o funcionario les contratan para que hagan ese trabajo. Al parecer esta es una práctica que actualmente se da, son los llamados soldados de tortura, mercenarios que son contratados para realizar este trabajo. Si es un particular el que realiza la tortura, como decíamos antes, el particular no puede ser castigado con arreglo al 174, pero lo que se puede hacer es aplicar el 173.1 CP y que en el caso de que existan lesiones habrá un concurso con un delito de lesiones, por lo que ese particular será castigado como autor del delito tipificado en el 173 en concurso con lesiones si las hubiera. En cuanto al funcionario público que se ha servido, que ha utilizado los servicios de un particular responderá con arreglo al 176 que prevé expresamente ese supuesto. Hay que pensar un posible problema concursal que se plantea en el art.609 CP donde se establece que “El que, con ocasión de un conflicto armado, maltrate de obra o ponga en grave peligro la vida, la salud o la integridad de cualquier persona protegida, la haga objeto de tortura o tratos inhumanos, incluidos los experimentos biológicos, le cause grandes sufrimientos o la someta a cualquier acto médico que no esté indicado por su estado de salud ni de acuerdo con las normas médicas generalmente reconocidas que la parte responsable de la actuación aplicaría, en análogas circunstancias médicas, a sus propios nacionales no privados de libertad, será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años, sin perjuicio de la pena que pueda corresponder por los resultados lesivos producidos ”. Hasta qué punto es admisible la justificación de tortura en determinados supuestos; podrías hablar del caso en que nos encontramos con que hay un interrogatorio a un hombre que se sabe que ha puesto una bomba y que va a explotar en un lugar público y que solamente hay una forma de averiguar donde se encuentra y evitar la catástrofe porque no hay forma de avisar a que las personas salgan porque va a estallar en breve. Habría que plantear si en ese caso esta justificado o no; podría justificarse en base al estado de necesidad ya que si para evitar la muerte de 100.000 personas hacemos daño a 1 parece ser que se podría justificar. Sin embargo, los riesgos que conlleva el justificar la tortura en un estado de Derecho es un tema serio.