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| ARTE
DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 2016
GALERÍA
SEISDIECIOCHO
POR: CARLOS CÁRDENAS
RAFAEL (REINVENCIÓN Y
CLASICISMO)
Influencia. La segunda obra de Harper Lee acercó a lectores
en español a ‘Matar un ruiseñor’.
Harper Lee se
vuelve un mito
EFE
Miami, Florida
La publicación el pasado
año de la secuela de ‘Matar un ruiseñor’ permitió
a jóvenes lectores en español descubrir este clásico
de las letras estadounidenses y que elevó a su autora, Harper Lee, a la categoría de mito, informó la editorial Harper Collins.
El sello anunció a comienzos de 2015 que publicaría una continuación de la célebre novela,
la cual se lanzó el pasado
mes de julio con el título
de “Ve y pon un centinela” y que representó el
fin de un silencio de más
de 50 años por parte de la
escritora, fallecida el
viernes a los 89 años de
edad, en Monroeville, un
pequeño pueblo de Alabama (EE.UU.).
Para los lectores en español, Harper Collins ha
impreso hasta el momento unos 150.000 ejemplares en esta lengua, en dos
tiradas que han dejado
unos “buenos resultados”
y ha permitido a “toda
una nueva generación”
de lectores descubrir la
que hasta el año pasado
era la única obra conocida de Lee, de acuerdo con
sello editorial.
“Para nosotros fue una
gran sorpresa descubrir
que hay toda una nueva
generación de lectores en
lengua española que no
había leído el primer libro”, señaló a Efe Larry
Downs, vicepresidente de
Harper Collins Español,
responsable de la distribución de la obra en lengua
española en el continente
americano.
Downs señaló que al
interior de la editorial
la noticia del fallecimiento de la escritora
dejó a todos en “shock”
y suscribió las palabras
del presidente del sello,
Michael
Morrison,
quien destacó que la escritora fue una mujer
“brillante” que desprendía “jovialidad, humildad y amabilidad”.
Rafael Sanzio, formado
en un ambiente refinado y
culto como el ducado de
Urbino de Federico da
Montefeltro y, en donde su
padre, Giovanni Santi, se
desempeñaba como artista oficial, tenía, por muchos motivos, marcado su
destino; no es de sorprenderse pues, que de tal ambiente emergiera un artista de su estatura. De su
formación posterior con
Pietro Perugino, uno de
los más célebres pintores
de su época, lograría asimilar las bases más sólidas en el oficio; su colaboración como asistente le
permitiría emular rápidamente el estilo de su maestro, a tal grado que, en
ocasiones es difícil identificar la mano de cada uno.
Esta veloz asimilación de
los logros técnicos de
quienes le precedieron le
permitieron, a muy corta
edad, ser considerado un
gran Maestro de amplio
reconocimiento; la forma
en que Rafael estudia con
rigor la obra de Leonardo
y Miguel Ángel durante
su estancia en Florencia
le permite elaborar obras
con un mayor naturalismo y de valores atmosféricos más refinados, lo anterior le abre las puertas a
la clientela de más tradición en el ámbito renacentista florentino como es el
caso de Agnolo Doni y su
esposa Maddalena Strozzi.
Si bien, la producción florentina de Rafael es célebre por sus retratos y las
madonnas, tema recurrente en su pintura, sería
hasta su llegada a Roma,
que su fama se dispararía
a niveles nunca antes vistos en un artista de su
edad (25). El papa Julio II
le encomienda la decoración de las estancias papales y con ello, una empresa que le aportaría a la
historia del arte un refe-
rente artístico que sería
“canon estético” durante
generaciones. Su relación
de reserva con Miguel Ángel, no le impidió profundizar en el secreto “terrible” de la estética del genio florentino, patente en
la Stanza della Segnatura,
sobretodo, en la célebre
“Escuela de Atenas”, donde, a modo de homenaje, le
retrata como Heráclito,
meditabundo y ensimismado, sin dejar de mencionar el tributo a Leonardo en la figura que representa a Platón y que se encuentra al centro del fresco. Obras como la “Virgen
del Foligno” nos evidencian a un Rafael que se ha
empapado del cromatismo
veneto y que, de algún modo, ya se venía anunciando desde el ciclo de la
Stanza di Heliodoro. Al
servicio de Leon X, quien
le dispensó de honores,
cargos y amistad, el artista no se da abasto con infinidad de compromisos de
variado orden, además de
las estancias: prefecto de
las antigüedades romanas, arquitecto de San Pedro, decoración de la Farnesina, retratos de cardenales, tapices para la Capilla Sixtina, decoración
de las Logias Vaticanas,
etc.) le obliga a delegar, cada vez más, la elaboración
de frescos y pinturas a sus
alumnos, de manera especial a Giulio Romano, obviamente, bajo su supervisión. Su última pintura “La
Transfiguración”, de una
dramaticidad poco habitual
en su trabajo, nos revela a un
artista distinto, explorando
el acusado contraste de la
luz como herramienta expresiva. Así, habiendo sintetizado, en su corta vida, los
valores más emblemáticos
del humanismo renacentista y otorgándoles su sello
personalísimo, al final de
sus días, Rafael de Urbino ha
logrado pararse en el umbral del barroco.
EFE
EL SIGLO DE DURANGO |
EFE
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