SEGUNDAS JORNADAS NACIONALES DE HISTORIA SOCIAL 13, 14 y 15 de mayo de 2009 La Falda, Córdoba - Argentina Mesa 2: El tejido social americano: los grupos étnicos en interacción Autor: Prof. Lucas Esteban Rebagliati Inserción institucional: UBA, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani. Situación de revista: - Ayudante de primera en la materia Historia Argentina I (1776-1862) cátedra B, carrera de Historia. - Integrante en calidad de Investigador Tesista del proyecto de investigación UBACyT titulado “La región pampeana, 1780-1880. Transformaciones económicas, cambios sociales y construcción del orden político, dirigido por el profesor Jorge Daniel Gelman, aprobado y financiado en el marco de la Programación Científica 2004-presente. Dirección particular: San Juan 1619, Quilmes, C. P. 1878 Prov. Buenos Aires [email protected] Resumen La figura del Defensor de pobres fue una pieza central del dispositivo judicial desplegado por el Cabildo en la época tardocolonial. Este cargo era ejercido gratuitamente por uno de los regidores del Cabildo por el término de un año. Durante el período tratado numerosos esclavos, indígenas, mulatos y mujeres de los sectores subalternos recurrieron a los Defensores de pobres para presentarse ante la justicia en defensa de sus derechos. La existencia de esta función capitular revestía una capital importancia en el entramado de la sociedad virreinal. Si bien hace tiempo se ha notado que el dominio estatal en América se caracterizaba por una importante flexibilidad y actuaba con una dosis de consenso mayor de la que se pensaba -dado la ausencia de grandes ejércitos-1, poco se ha estudiado sobre la forma en que se construía la legitimidad política. El reconocimiento de ciertos derechos de los sectores subalternos por parte de la administración colonial y la posibilidad de que accedieran a la justicia, legitimaba el dominio estatal y pretendía ser una forma de contención y control social de una plebe que hacia fines del siglo XVIII era percibida como peligrosa, ignorante, ociosa y propensa a cometer crímenes.2 1 GELMAN, Jorge, “La lucha por el control del Estado: administración y elites coloniales en Hispanoamérica”, en Historia General de América Latina, Tomo IV “Procesos americanos hacia la redefinición colonial (Tándeter, E., dir), Madrid, Ediciones UNESCO/Editorial Trotta, 2000, pp. 251-264. 2 BARRENECHE, Osvaldo, Dentro de la Ley, todo. La Justicia criminal de Buenos Aires en la etapa formativa del sistema penal moderno, La Plata, Ediciones al Margen, 2001, pp. 67. 1 El conjunto de personas que fueron Defensores de pobres en el período delimitado eran un reflejo bastante fiel de la élite local. Según María Rosa Pugliese Lavalle, las principales tareas que el Defensor de pobres llevó a cabo durante el período tardocolonial fueron: representar a los pobres frente a los tribunales, participar de la visita de cárcel, pedir la soltura de los presos pobres, ocuparse de la confortabilidad de los mismos en la cárcel y procurar su apoyo espiritual.3 ¿Cumplió el Defensor de pobres con las tareas para las cuales fue creado el cargo en 1722? En esta ponencia vamos a intentar una respuesta tentativa a este interrogante a través de un análisis de las actas del Cabildo de Buenos Aires y otras fuentes. Por cuestiones de espacio, exploraremos solo una de las múltiples funciones que cumplían los Defensores de pobres: la asistencia a los pobres alojados en la cárcel del Cabildo durante el período 17761809. Sin embargo, no nos limitaremos a señalar las vicitudes de su desempeño, sino que también tendremos en cuenta el lugar ocupaban los individuos que fueron Defensores de pobres en la sociedad colonial, y los distintos roles que asumían en ella. Título: “Caridad y control social en el Buenos Aires virreinal: El caso de los Defensores de pobres (1776-1809).” Introducción Los Defensores de pobres que actuaron en el Virreinato del Río de la Plata han recibido escasa atención por parte de los historiadores. Más bien, puede decirse que casi no existen estudios que se dediquen exclusivamente a la temática, con excepción de un artículo de María Rosa Pugliese.4 Sin embargo, algunos historiadores del Derecho al analizar la situación jurídica de los esclavos en la época colonial, se han aproximado al tema. Este es el caso de Eugenio Petit Muñoz5, quien en una obra pionera en muchos sentidos, analizó la relación de los esclavos con la Justicia en la Banda Oriental durante la época colonial. En esta 3 PUGLIESE, María Rosa, “Los defensores de pobres y menores en el período indiano”, en Congreso Internacional. 500 años de Hispanidad, 1492-1992, t. II, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, 1996, pp. 492. 4 PUGLIESE, María Rosa, “Los defensores de pobres y menores en el período indiano”, en Congreso Internacional. 500 años de Hispanidad, 1492-1992, t. II, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, 1996. Posteriormente en un libro suyo incluiría un capítulo sobre la temática. “Los defensores de pobres y menores y su asesoramiento letrado en el Virreinato del Río de la Plata”, en De la justicia lega a la justicia letrada, Junta de estudios históricos de San José de Flores, Buenos Aires, 2000. 5 PETIT MUÑOZ, Eugenio, NARANCIO, Edmundo, TRAIBEL NELCIS, José, La condición jurídica, social, económica y política de los negros durante el coloniaje en la Banda Oriental. Montevideo, Publicaciones oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1947. 2 obra el autor sostenía que “el esclavo, jurídicamente, era una cosa, con supervivencias crecientes del concepto de persona”. Para fundamentar esta definición, el autor señalaba la existencia de ciertos derechos de los esclavos, quienes eran auxiliados por Defensores a la hora de acudir a la justicia. Sin embargo Petit Muñoz sostenía que: “…no se extremaron en general los defensores de los negros en la defensa de sus patrocinados. Puede decirse que, letrados o no letrados, los que actuaron ante los estrados en asuntos de negros hicieron sus mejores esfuerzos cuando estaban al servicio de sus amos: no precisamente para defender los derechos de éstos frente a los de los negros, sino los de un amo contra otro”.6 Años más tarde, Abelardo Levaggi7, a partir del análisis de la legislación castellana e indiana, y de la práctica judicial que involucraba a la población esclava en el Río de la Plata, coincidiría en lo esencial con la tesis de Petit Muñoz sobre la naturaleza jurídica de la esclavitud rioplatense. El autor argumentaba que los esclavos contaban con una serie de derechos reconocidos por la legislación y aplicados en la realidad: Derecho al buen trato, al matrimonio, a la asistencia judicial, y a comprar su libertad o ser vendido a quien quiera otorgársela, entre otros. Sin embargo, Levaggi iba a diferir con la interpretación de Petit Muñoz sobre el desempeño de los Defensores de pobres, destacando el importante papel jugado por éstos en la defensa de los derechos de los esclavos. El autor afirmaba que: “Si no faltó la excepción a la regla, justo es reconocer que la mayoría de los defensores ejerció a conciencia su cargo. Y ejemplos hubo de quienes, poseídos plenamente de su misión, y poniendo en movimiento no sólo las luces de su inteligencia sino además el fuego de su pasión, lucharon denodadamente en defensa de sus desvalidos clientes, haciéndose dignos de figurar en una antología de la hidalguía española”.8 A similares conclusiones arribó Peña de Macarlupu9, quien al estudiar la situación del esclavo en Córdoba durante el siglo XVIII, argumentaba que éstos tenían varios derechos, los cuales eran garantizados en forma efectiva gracias a la protección judicial y asistencia brindada por el Defensor de pobres. Con respecto a los individuos que ocupaban este cargo capitular, la autora sostiene que: “Dada su posición social, económica y jurídica, este funcionario estaba en mejor situación para defender los derechos de un servidor en contra de los abusos o incumplimiento de su amo. En todos los casos citados en este trabajo los esclavos 6 PETIT MUÑOZ, Op. Cit., pp. 549. LEVAGGI, Abelardo, “La condición jurídica del esclavo en la época hispánica”, en Revista de Historia del Derecho, N° 1. Buenos Aires., Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1973, pp. 83-175. 8 LEVAGGI, Op, Cit, pp. 156-157. 9 PEÑA DE MACARLUPU, Gabriela. “Los derechos de los esclavos. Legislación y realidad en la Córdoba del siglo XVIII”. Revista de Historia del derecho, n° 23, 1993. 7 3 son representados por su defensor. Podemos decir sin temor a equivocarnos que éstos cumplieron cabalmente su función, aplicándose a ella con un alto sentido de la responsabilidad y un notorio sentimiento humanitario”.10 Otro aporte más reciente provino de Carmen Bernand, quien al estudiar la situación de la población de color en las ciudades hispanoamericanas durante la época colonial se aproximó al tema. Esta autora, en base a un análisis de las solicitudes de esclavos de la ciudad de Buenos Aires en el período virreinal, llegó a la conclusión de que: “El Defensor de pobres, en el último tercio del siglo XVIII, desempeñó un papel considerable en la propagación de las ideas liberales hostiles a la esclavitud o por lo menos, a los abusos de la institución. Es posible que en Buenos Aires, ciudad periférica en expansión y abierta a las ideas europeas, la influencia de esos abogados ilustrados fuera mayor que en otros virreinatos, o en todo caso más temprana.”11 Si bien los defensores de pobres no eran abogados sino vecinos distinguidos de la sociedad, contaron con la ayuda de asesores letrados en los últimos años del período colonial y en la etapa independiente. Lyman Johnson, quien en un artículo trató las relaciones entre amos y esclavos de Buenos Aires en el período tardocolonial analizando expedientes judiciales, también se aproximó a la problemática de los Defensores de pobres. De ellos dijo que: “Algunos de los poderosos peninsulares y criollos que actuaron como defensores hombres que al mismo tiempo poseían esclavos y se beneficiaban de su trabajoreconocieron que la esclavitud permitía abusos, entendieron que el poder de los amos era una invitación a cometer actos crueles, y en consecuencia intentaron mitigar estas injusticias.”12 Ahora bien, todos estos estudios no trataban exclusivamente sobre los Defensores de pobres sino sobre la situación jurídica y social de los esclavos. Quien si estudió en profundidad las funciones del Defensor de pobres ha sido María Rosa Pugliese, mostrando como éstos progresivamente fueron contando con asesoramiento letrado. La autora, en consonancia con los autores precedentes postula que: “La preocupación del defensor general de pobres por la suerte de sus protegidos constituye una nota distintiva de su actuación forense, y del cumplimiento de las obligaciones a su cargo… Como colofón podemos concluir que, efectuando un 10 PEÑA DE MACARLUPU, Op, Cit, pp. 290. BERNAND, Carmen, Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas. Madrid, Fundación Histórica Tavera, 2001, pp. 114. 12 JOHNSON, Lyman, “A lack of legitimate Obediente and Respect: Slaves and their Masters in the Courts of Late Colonial Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review 87:4, Duke University Press, 2007, pp. 657. Traducción propia. 11 4 balance final, los defensores cumplieron una importante labor en pro de sus defendidos, sin perjuicio de las salvedades mencionadas y que no hacen sino confirmar la regla”.13 En definitiva, si bien se ha reconocido la importancia de su accionar, es poco lo que hoy en día conocemos sobre los defensores de pobres. Una de las preocupaciones más recurrentes de estos estudios ha sido rastrear las intervenciones de los Defensores de pobres en los expedientes judiciales, y luego emitir un juicio sobre su desempeño, con excepción de los aportes de Bernand y Johnson. Sin embargo quedan muchas preguntas por responder ¿Qué lugar ocupaban los Defensores de pobres en la sociedad? ¿Cuáles eran sus prácticas y sus trayectorias políticas? ¿Cómo fueron influidos por el desempeño de dicho cargo capitular? ¿Que función cumplía en la sociedad tardocolonial la existencia de un Defensor de pobres que atendiera los reclamos de los sectores subalternos? La historiografía latinoamericanista se ha visto enriquecida en las últimas décadas con una serie de investigaciones destinadas a explorar las estrategias de resistencia, adaptación y confrontación de las clases subalternas con los sucesivos entramados estatales en la época colonial e independiente temprana. Estos estudios vinieron a iluminar muchos aspectos referidos a la Justicia que habían sido poco explorados. Este es el caso de las contribuciones de Steve Stern, Carmen Bernand, Alejandro de la Fuente, Rebecca Scott, Carlos Aguirre, Raúl Fradkin, Silvia Mallo y Lyman Johnson.14 En particular estos autores han mostrado como indígenas, campesinos y esclavos del mundo colonial utilizaban las leyes en beneficio propio, para resguardar los derechos que les aseguraba la legislación vigente. Sin embargo, se conoce 13 PUGLIESE, María Rosa, “Los defensores de pobres y menores y su asesoramiento letrado en el Virreinato del Río de la Plata”, en De la justicia lega a la justicia letrada, Junta de estudios históricos de San José de Flores, Buenos Aires, 2000, pp. 71-75. 14 STERN, Steve, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española, Madrid, Alianza, 1986. BERNAND, Carmen, Op, Cit. DE LA FUENTE, Alejandro, “Su único derecho: los esclavos y la ley”, Debate y perspectivas, nº 4, Madrid, Fundación Mapfre Tavera, 2004. AGUIRRE, Carlos, Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud 1821-1854, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. SCOTT, Rebecca, La emancipación de los esclavos en Cuba: La transición al trabajo libre, 18601899, México, Fondo de cultura económica, 1989. FRADKIN, Raúl, “La experiencia de la justicia: estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense”, en AA.VV, la fuente judicial en la Construcción de la memoria, Buenos Aires, 1999, pp. 145-188. JOHNSON, Lyman, “A lack of legitimate Obediente and Respect: Slaves and their Masters in the Courts of Late Colonial Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review 87:4, Duke University Press, 2007. MALLO, Silvia, La sociedad rioplatense ante la justicia, la transición del siglo XVIII al XIX. La Plata, Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”, 2004. Dentro de los enfoques renovadores sobre la justicia se encuentra el trabajo de BARRENECHE, Osvaldo, Dentro de la ley, TODO. La justicia criminal de Buenos Aires en la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina, La Plata, Ediciones al Margen, 2001. A su vez, en el caso del Río de la Plata estos nuevos estudios se apoyan en toda una serie de autores que habían estudiado las condiciones de vida de los sectores subalternos y de los esclavos en particular. Ver, entre otros, GOLDBERG, M., “La población negra y mulata de la ciudad de Buenos Aires, 1810-1840”, Desarrollo Económico, vol. 16, Buenos Aires, 1976 y ROSAL, Miguel Ángel, “Negros y pardos en Buenos Aires, 1811-1860”, en Anuario de Estudios Americanos, Tomo LI, núm. 1, 1994. 5 mucho menos sobre el accionar de los agentes mediadores (abogados informales, tinterillos en algunos países, Defensores de pobres) que jugaban un rol central en facilitarle el acceso a la justicia a importantes sectores de la sociedad.15 En conclusión, la presente ponencia pretende atender a una temática poco explorada por la historiografía: el rol de los Defensores de pobres en la ciudad de Buenos Aires durante el período 1776-1809. Por cuestiones de espacio, exploraremos solo una de las múltiples funciones que cumplían dichos Defensores: la asistencia a los pobres alojados en la cárcel del Cabildo. Problemas edilicios y hacinamiento. El 17 de Enero de 1805 los regidores del Cabildo reunidos en sesión ordinaria, al tratar la situación de los encarcelados, llegaban a la siguiente conclusión: “Se tuvo presente ser de necesidad indispensable la construcción de una carcel acomodada, que sirva para retención de los reos y no para castigo, como hablando en propiedad sucede con los miserables actualmente por el deplorable estado que tiene la carcel, por su estrechez, y demas circunstancias dignas de la mayor atención; las quales aunque en todos tiempos se hán tenido mui presentes, no ha podido echarse mano á una obra de tanta necesidad y urgencia por falta de auxilios y fondos.”16 Este testimonio, a casi treinta años de la creación del Virreinato del Río de la Plata es de por sí bastante revelador. Allí se admitía que pese a que en teoría la cárcel era para retención y no para castigo de los reos, en la práctica se había transformado en esto último. ¿Cuáles eran las condiciones de vida en las cárceles durante el período virreinal? ¿Es cierto que las cárceles se habían transformado en un castigo para las decenas de individuos que esperaban la tramitación de sus causas? ¿Qué hicieron los Defensores de pobres al respecto? Dos de los problemas más frecuentes que surgen en los acuerdos capitulares son los problemas edilicios de la Real Cárcel y la superpoblación de la misma. En el año 1782 se reconoce que la cárcel es chica para la cantidad de presos que hay en ella y que se carece de un lugar común para los presos. A su vez las mujeres presas, que preparaban la comida para todos los encarcelados, carecían de un lugar para cocinar, debiendo hacerlo al aire libre, lo que era particularmente difícil en invierno y en los días de lluvia. A esta situación crítica se le 15 Esta falencia es señalada en SALVATORE, Ricardo, AGUIRRE, Carlos, JOSEPH, Gilbert M., Crime and Punishment in Latin America. Durham and London, Duke University Press, 2001. Una excepción aislada es el artículo de AZEVEDO, Elciene, “En las trincheras de la justicia. Abogados y esclavos en el movimiento abolicionista en San Pablo”, PALACIO, J. M. Y CANDIOTI, M. (comp.), Justicia, política y derechos en América Latina, Buenos Aires, Prometeo, 2007. 16 Acuerdos…, cuarte serie, tomo II, pp. 18. 6 sumaban las pestilencias que emanaba el patio de la cárcel y las bóvedas, donde los presos muchas veces hacían sus necesidades.17 Ante esta situación el Cabildo encargó al síndico Procurador General, Don Domingo Belgrano Pérez que se encargue de la compra de una casa para extender la capacidad de la cárcel. Quien financió la compra de dicha casa fue Don Manuel Rodríguez de la Vega, el cual había sido Defensor de pobres apenas tres años antes, en 1779. De la Vega prestó al Cabildo la suma ocho mil trescientos cincuenta pesos a un interés del 5 % anual, expresando que gustosamente daba a crédito esa suma por que tenía pleno conocimiento de las necesidades de los presos por haber ejercido el cargo de Defensor de pobres.18 Los problemas de los encarcelados estuvieron lejos de solucionarse con la extensión de la cárcel por la adquisición de una nueva casa. Dos años después, en 1784 los cabildantes volverían a tratar el tema de las condiciones de vida de los presos en un extenso documento dirigido al Gobernador Intendente que trataba sobre los reparos que eran necesarios en los cinco calabozos de la cárcel. Los cabildantes admitían la existencia de goteras en los techos, agujeros por donde entraban y salían ratas, fetidez en el ambiente producto de que los conductos subterráneos para los excrementos estaban desbordados, falta de habitaciones suficientes y superpoblación, entre otras cosas. Las consecuencias de estas condiciones era que los presos se enfermaban frecuentemente y hasta incluso perdían la vida, como se describe en el acuerdo del 4 de Mayo de ese mismo año: “Los días pasado perecieron sin remedio y repentinamente unos presos que bajaron a el Pozo de la Carzel con motivo de extraer un pescado que se les habia caido siendo la causa de estas muertes la putrefacción y fetidez que arrojan de si por conductos subterraneos las muchas inmundicias, y escretos de los presos, por que sin embargo de que las oficinas necesarias se han fabricado con la mayor capacidad y extensión son los delincuentes muchos, y la abundancia de las impurezas las tienen ya en su plenitud; de modo que no se puede tolerar la fetided en la Carzel, ni aun en esta sala de acuerdos quando se abren las ventanas como lo esperimento el Señor Gobernador en una Visita, ni tampoco fuera de ella por que rebosan ya las oficinas y se derraman las inmundicias por el Albañal en la Plaza según esta a la vista, dimanando de aquí que muchos de los presos enferman y se necesitan pasar al Real Hospital.”19 En este año, la Real Cárcel alojaba a cuarenta y nueve individuos en concepto de presidiarios, ciento cuarenta y siete que todavía no tenían sentencia, y siete mujeres en igual situación.20 Silvia Mallo, en base a documentación proveniente del Archivo de la Real 17 Acuerdos…, tercera serie, tomo VII, pp. 53, 54, 103, 113. Acuerdos…, Op., Cit., pp. 125. 19 Acuerdos…, tercera serie, tomo VII, pp. 336-338. 20 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 336-338. 18 7 Audiencia, tales como nóminas de presos e informes de las visitas, ha calculado el número de encarcelados en otros años del período tardocolonial: Presos en la cárcel de Buenos Aires durante el período virreinal 21 Año 1784 1786 1787 1790 1797 1802 Presos 203 104 153 292 149 57 Según la autora, en los años para los cuales existen datos -1786, 1787 y 1797- una mayoría abrumadora de los encarcelados eran considerados “blancos”, siendo negros, mulatos e indígenas una ínfima minoría. En su mayor parte el delito que se les imputaba a los encarcelados era robo, y en segundo lugar el homicidio.22 Las características étnicas de los detenidos guardan cierta similitud con la población en general. Recordemos que en el censo de 1778 la población “blanca” o española era mayoría -65,8 %- frente a las castas: negros, mulatos e indios -34,2 %-.23 ¿Qué rol jugó el Defensor de pobres ante las situaciones descriptas? Es difícil hacer generalizaciones para un período tan largo, teniendo en cuenta que la persona que ocupaba el cargo cambiaba todos los años, con la única excepción de Manuel Rodríguez de la Vega que fue Defensor de pobres en 1776 y 1779. Lo único que permiten ver los acuerdos capitulares son las tareas que se le encomendaban al Defensor de pobres. También podremos ver en qué medida el ejercicio de este cargo capitular, y las gestiones del Cabildo en general ante Gobernadores Intendentes y Virreyes, lograron alivianar las precarias condiciones de vida de los encarcelados. Ante el cuadro de situación crítico y alarmante que los cabildantes explicitaban en el año 1782 -superpoblación, estrechez del edificio, carencia de un lugar común para los presosal año siguiente se encargó al Defensor de pobres Don Jaime Alsina que se ocupe de realizar las diligencias necesarias para los arreglos de los calabozos, entre los que se contaban reparar tejados para que no haya goteras y construir un nuevo Albañal en el zaguán para dar salida a 21 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 336-338. MALLO, Silvia, “La experiencia del castigo institucional- Las condiciones de vida en nuestras cárceles en la segunda mitad del siglo XVIII”, en La sociedad rioplatense ante la justicia, la transición del siglo XVIII al XIX. La Plata, Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”, 2004. 22 MALLO, Silvia, Op., Cit., pp. 128,129. 23 MORENO, José Luis, “La estructura social y demográfica de la ciudad de Buenos Aires en el año de 1778”, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas, Rosario, 1965, pp. 166. 8 las aguas interiores.24 Unos meses después también se le comisionó para que arbitre los medios necesarios para establecer un lugar común para los encarcelados, dado que el que estaba en uso estaba enteramente lleno.25 Al año siguiente, en 1785, el nuevo Defensor de Pobres Don Juan Gutiérrez Gálvez también fue comisionado en numerosas oportunidades para que haga lo necesario para que se pongan en marcha las obras y reparos necesarios en la cárcel.26 A veces los Defensores de pobres eran quienes tomaban la iniciativa e informaban al ayuntamiento de las condiciones de la cárcel, efectuando pedidos concretos para aliviar la situación de los encarcelados. Éste fue el caso de Manuel Rodríguez de la Vega, quien en 1779 cuando era Defensor de pobres elevó una representación al Cabildo dando cuenta de la estrechez de los calabozos de la cárcel para la cantidad considerable de reclusos que se encontraban en la misma, proponiendo que se solucione esta situación.27 En otras ocasiones los Defensores de pobres efectuaban al Cabildo pedidos concretos de utensilios para beneficio de los encarcelados. Así ocurrió con Don Francisco Javier Carvajal, quien en 1786 solicitó la adquisición de escobas, baldes, una tina grande y un caldero para cocer la carne, destinados a mejorar el aseo de los calabozos y a la manutención de los presos.28 La situación particular de las mujeres también mereció la atención del Defensor de pobres en más de una ocasión. En 1788 el regidor y Defensor de pobres Don Ventura Llorente Romero denunciaba el miserable estado en el que se encontraban las mujeres, argumentando que se hallaban expuestas a la intemperie ya que carecían de la vivienda y el abrigo necesario al punto de que sus vidas corrían peligro. Un mes después un pliego del Gobernador Intendente ordenaba que se realicen las obras necesarias para evitar el fallecimiento de dichas encarceladas, para lo cual debían utilizarse los caudales de propios y arbitrios de la ciudad. 29 Uno de los problemas centrales con los que se topaban las numerosas obras proyectadas para ampliar la cárcel y encontrar una solución definitiva al hacinamiento y la superpoblación era el del financiamiento. Si bien el Cabildo teóricamente carecía de facultades impositivas, contaba con los llamados propios y arbitrios de la ciudad. Mientras que los primeros eran recursos de carácter permanente y formaban el patrimonio de la ciudad, los últimos eran transitorios y respondían a una necesidad específica. Los propios incluían impuestos municipales, derechos percibidos por el uso de bienes comunales, arrendamiento 24 Acuerdos…, tercera serie, tomo VII, pp. 207. Acuerdos..., Op., Cit., pp. 255. 26 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 349-350, 391-392, 448-449. 27 Acuerdos…, tercera serie, tomo VI, pp. 468. 28 Acuerdos…, tercera serie, tomo VIII, pp. 157. 29 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 558, 573. 25 9 de inmuebles del Cabildo, venta de sal y multas, entre otras cosas. En síntesis, estos ingresos municipales en su mayoría eran pequeños impuestos cobrados a las pulperías, a las ventas en pública subasta, a los vendedores de plaza, a los billares y canchas de bochas.30 En general, las necesidades de los encarcelados -manutención, vivienda y vestimenta- eran cubiertas por dos fuentes de ingresos que eran centralizadas por el Fiel Ejecutor: diversas multas cobradas y la limosna recolectada a beneficio de los presos. Los regidores se turnaban la vara de Fiel Ejecutor por un lapso de cuatro meses. En caso de que ambas fuentes de ingresos no alcanzaran para cubrir el gasto que implicaba el cuidado de los encarcelados, el Fiel Ejecutor cubría la diferencia de su peculio y el tesorero de Propios del Cabildo procedía a restituirle la diferencia. Los propios estaban destinados a cubrir los gastos ordinarios, entre los cuales se contaba la manutención de los presos.31 Sin embargo, la recolección de la limosna fue cayendo en desuso, y las multas cobradas por el Fiel Ejecutor, junto con el uso del ramo de propios, se hicieron insuficientes para cubrir las necesidades de los presos. Por ello, los regidores del Cabildo el 26 de Septiembre de 1786 llegaban a la conclusión de que: “Los fondos referidos (propios) no alcanzan en manera alguna para redimir las muchas necesidades que padecen los pobres presos, por este motivo, y el de no alcanzar tampoco para los costos que produce el diario sustento de ellos; Se tubo asi mismo presente que era indispensable el pensar seriamente en proporcionar algun medio con que se pudiera ocurrir a esta urgencia de tanta entidad…”32 A continuación, en un oficio dirigido al Gobernador Intendente los cabildantes expresaban que: “Ni el Muy Ilustre Cabildo ni la Junta Municipal tienen arbitrio para redimir la necesidad que padecen, y es indispensable que los pobres giman, con otros padecimientos, aun mas insufribles, que la prision en que se ven oprimidos, por sus crímenes.”33 La Junta municipal de Propios estaba compuesta por el alcalde de 1º voto, dos regidores diputados a tal fin y el Síndico Procurador General. El Cabildo se reservaba sin embargo el derecho de aprobar las cuentas que confeccionaba dicha Junta para luego remitirlas al Gobernador Intendente, el cual a su vez enviaba un extracto de ellas a la Junta Superior de la Real Hacienda. La Junta Municipal de propios, constituida por el Cabildo de 30 SAÉNZ VALIENTE, José María, Bajo la campana del Cabildo, Organización y funcionamiento del Cabildo de Buenos Aires después de la revolución de Mayo (1810-1821). Buenos Aires, Kraft, 1950, pp. 345-359. 31 Acuerdos..., tercera serie, tomo V, pp. 730, 750. Acuerdos…, tercera serie, tomo VI, pp. 706, 730. Acuerdos…, tercera serie, tomo VII, pp. 216. 32 Acuerdos…, tercera serie, tomo VIII, pp. 165-166. 33 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 167. 10 Buenos Aires en 1785 tuvo existencia hasta el año 1808, producto de que las Invasiones Inglesas unos años antes habían hecho notar que en casos de urgencia el sistema carecía de la celeridad suficiente.34 Otra fuente de recursos que ensayó el Cabildo para costear la subsistencia de los presos y la construcción de la cárcel, fue la apertura de una Casa de comedias.35 Dicha obra se concretó en 1804, sin embargo el mal estado del edificio, entre otras cosas, determinaron que la contribución que el concesionario debía abonarle al Cabildo fuera decreciendo, con lo cual la Casa de comedias terminó representando solo un pequeño ingreso a la institución capitular. En la representación mencionada que los capitulares elevaron al Gobernador Intendente en 1786 se enumeraban todos los gastos que acarreaba la manutención de los presos. Las “infinitas urgencias” que eran necesarias remediar incluían reparos de la cárcel y casas capitulares, grillos, cadenas y diversos utensilios como papel, tinta, pluma, libros cera y vino para las misas para los encarcelados, entre otras cosas. Otros gastos eran los desembolsos de dinero de su propio peculio que efectuaban todos aquellos que estaban involucrados en la tramitación de las causas de los presos como escribanos, fieles ejecutores, apoderados, alcaldes ordinarios y Defensores de pobres. Otras funciones que implicaban erogaciones y que indirectamente estaban ligados a la vida de los presos eran los sueldos del verdugo, los maceros, el portero y el capellán que daba misa para los encarcelados. La representación no dejaba de mencionar la necesidad urgente de construir una nueva cárcel. Los cabildantes proponían crear unos arbitrios, gravando a la población con ciertos impuestos, con el fin de cubrir todos estos gastos y otros previstos. A continuación aclaraban que una vez cubiertas todas las necesidades que se enumeraban, estos nuevos impuestos dejaran de existir para que no pueda dárseles otro destino.36 Parte de los nuevos arbitrios propuestos fueron autorizados un año más tarde, por la Junta Superior de la Real Hacienda.37 ¿Pudieron estos nuevos recursos solucionar el endémico problema del hacinamiento, la superpoblación, la exposición a pestes y enfermedades, la falta de higiene y la posibilidad frecuente de perder la vida? A juzgar por los posteriores acuerdos capitulares referentes a este tema, podemos contestar negativamente a este interrogante. Durante los cinco años siguientes (1787-1791), mientras el Cabildo hacía recuentos de las necesidades de los presos y se confeccionaban presupuestos para realizar obras interinas y construir una nueva cárcel, el crecido número de presos y las malas condiciones de salubridad dentro de la cárcel seguían 34 SAÉNZ VALIENTE, José María, Op., Cit., pp. 371. Acuerdos…, cuarta serie, tomo I, pp. 120, 333. SAÉNZ VALIENTE, José María, Op., Cit., pp. 358-359. 36 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 195-207. 37 SAÉNZ VALIENTE, José María, Op., Cit., pp. 371. 35 11 siendo una dura realidad.38 En Febrero de 1792 todavía era necesario un lugar común para los presos, debido al peligro de que se extienda el contagio de enfermedades. El Cabildo, ante lo urgente de la situación, dispuso que se posterguen otros pagos no tan necesarios y se dipute al Defensor de pobres Don Francisco Castañon junto con otro regidor -Matias de Abaroa- para que tomen las diligencias necesarias para la concreción de la obra.39 La construcción de un lugar común para los presos estuvo lejos de resolver los problemas recurrentes que venimos desarrollando. Al problema de la superpoblación se le sumaba el ruinoso estado de los calabozos y los objetos destinados limitar los movimientos de los presos, como grilletes y cadenas. Por ello en 1795 se volvió a comisionar al Defensor de pobres -Don José Pastor Lezica- para que junto con el Alcalde de segundo voto acudan a la Junta Municipal de propios y arbitrios para solicitar el dinero necesario para el arreglo de los calabozos.40 En 1796 los miembros capitulares redactarían una representación dirigida al Virrey, para que tome conocimiento de la situación de la cárcel de la ciudad. El cargo de Gobernador intendente había sido suprimido en 1788 y sus funciones ahora eran potestad del Virrey.41 En esta nueva representación de 1796 los regidores denunciaban: “…el estado deplorable en que se allaba la carzel publica de esta capital y presos que se custodiaban en ella cuio numero era demasiado exorbitante para comprenderse dentro del corto recinto y estrechez de dicha carzel de que prozedia el que unos, y otros se contagiasen con enfermedades y pestes que con el tiempo podian hazerse transzendentales al mismo publico que actualmente se encontraban achacosos y tocados de enfermedad hasta el numero de veinte y siete.”42 Dicha representación tenía como fin notificar al Virrey el hecho de que los propios no alcanzaban para aliviar esta situación: “Exponiendole las criticas circunstancias en que se alla la carzel… Suplicandole en su consecuencia que para poner la obra de la carzel que según noticia tiene proyectada este Cavildo años haze, pues de otro modo no se pueden precaber semejantes perjuicios mayormente quando el hospital de esta ciudad no tiene las cuadras necesarias para recibir los reos que ban enfermos como suzede en la actualidad con los diferentes que se allan en la carzel y los que no han podido tener lugar para su recibo quedando expuestos estos infelizes a perder la vida por falta de estos ausilios…”43 38 Acuerdos…, tercera serie, Tomo VIII, pp. 295-296, 346. Acuerdos…, tercera serie, Tomo IX, pp. 104-105, 151, 223, 284, 356. 39 Acuerdos…, tercera serie, Tomo X, pp. 43, 49. 40 Acuerdos…, tercera serie, Tomo X, pp. 102, 168, 173, 272. 41 SAÉNZ VALIENTE, José María, Op., Cit., pp. 371. 42 Acuerdos…, tercera serie, Tomo IX, pp. 104. 43 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 105. 12 La propuesta del Cabildo para conseguir los fondos necesarios para la obra de la nueva cárcel, proyectada hacía años, era que los mismos se extraigan del ramo municipal de Guerra.44 Pese a estas buenas intenciones por parte de los miembros capitulares, los memoriales presentados por el Alcalde de la cárcel y las representaciones de los cabildantes en los años subsiguientes siguieron dando cuenta de las precarias condiciones de los encarcelados: falta de ventilación, mal estado de las puertas, problemas de salud de los presos, superpoblación, etc. Los pedidos de reparación y extensión del edificio, dando cuenta de las miserables condiciones de los encarcelados, se repitieron en 1799, 1801, 1803, 1804 y 1805.45 Muchas veces la implementación de medidas efectivas destinadas a paliar esta situación se demoraban meses, y en otros casos se postergaban durante años. Ya vimos como en el testimonio con el que iniciamos este capítulo, la construcción de una nueva cárcel para desahogo de los presos seguía siendo un proyecto, pese a que la necesidad de esta obra había sido admitida desde hacía al menos una década. Dicha obra recién empezaría a efectivizarse en el convulsionado 1810 para ser concluida al año siguiente.46 En síntesis, las condiciones de vida dentro de la cárcel porteña durante los años 17761809 fueron en extremo precarias. Los mismos problemas que se denunciaban al inicio de este período -superpoblación, estado ruinoso del edificio, malas condiciones de salubridad, hacinamiento y deficiente atención médica- seguían existiendo a fines de la etapa colonial. Hemos visto a los Defensores de pobres en varias oportunidades ser comisionados para dar solución a algunos de estos problemas: supervisar los arreglos de la cárcel y la construcción de un lugar común para los presos. En ocasiones eran los mismos Defensores de pobres quienes peticionaban ante la institución capitular a favor de los presos por cuestiones específicas como la compra de utensilios o para denunciar la situación de las mujeres encarceladas. Sin embargo, muchas veces se comisionaban también a otros regidores para que supervisen los arreglos del edificio de la cárcel, como los alcaldes de 1º y 2º voto, el mayordomo de propios, el Síndico Procurador u otros regidores. También el Alcalde de la cárcel y el Alguacil Mayor eran los que notificaban al ayuntamiento las necesidades de los encarcelados y las obras necesarias a ser realizadas para reparo de los calabozos. Es decir, que la tarea de velar por la “confortabilidad” de los presos pobres de la cárcel no era privativa de los Defensores de pobres sino que se extendía a otros regidores del Cabildo, en especial 44 Acuerdos…, Op., Cit., pp. 105. Acuerdos…, tercera serie, tomo XI, pp. 410, 502. Acuerdos…, cuarta serie, tomo I, pp. 43, 277, 457. 46 Acuerdos…, cuarta serie, tomo IV, pp. 88, 277, 406. 45 13 los dos Alcaldes ordinarios. Incluso no eran raros los casos en los que se comisionaba al Defensor de pobres y a otro regidor más que lo ayude en la tarea. La eficacia del Cabildo en solucionar los problemas y las urgencias de los encarcelados estuvo sujeta y condicionada por los problemas de financiamiento de las obras que eran necesarias para arreglo y extensión de la cárcel. Ello provocó que la situación de los encarcelados variara muy poco e incluso tendiera a empeorar. En definitiva, los cabildantes no estaban muy errados cuando en 1805 admitían que la cárcel, ideada para guarda y custodia de los delincuentes, se había convertido en un verdadero castigo.47 Manutención y vestuario de los presos. Una de las formas que tenía el Cabildo para conseguir fondos destinados a costear la manutención de los presos era “la limosna”. Durante el siglo XVII y buena parte del XVIII, la limosna era recolectada por todos los miembros capitulares los días sábados después de realizada la visita a la cárcel. Esto práctica se cambió a fines del siglo XVIII, cuando la recolección de la limosna fue encargada al Fiel Ejecutor. Como hemos dicho, la vara de Fiel Ejecutor se turnaba entre los regidores por un período de cuatro meses. Esta figura capitular coordinaba o dirigía todo lo referente al abastecimiento de la ciudad y su población. Así es que regulaba el precio y la venta de artículos de primera necesidad como la harina, el vino, la yerba mate, la carne, el pan, y otros productos. El Fiel Ejecutor también cobraba multas a quienes no cumplieran con las ordenanzas capitulares. El cobro de estas multas también proporcionaban un ingreso adicional para cubrir el alimento diario de los encarcelados. En síntesis, hacia fines de 1770 la recolección de la limosna y el sustento de los presos progresivamente fueron responsabilidades asumidas por el Fiel Ejecutor.48 Sin embargo, ello no era impedimento para que el Defensor de pobres ante una situación concreta también intervenga en la materia y en consorcio con el Fiel Ejecutor se ocupe del sustento de los encarcelados. En 1775 sucedió un episodio que puede servir a modo de ejemplo. En este año el Cabildo trató una representación de los presos destinados a trabajar en las obras públicas -dirigida al Gobernador Intendente-, en la cual se quejaban de que la comida era insuficiente. El ayuntamiento en este caso resolvió designar a dos regidores, uno de los cuales era el Defensor de pobres Don Eusebio Cires, para que concurran a la hora en que se les suministraba el alimento a los presos para verificar la veracidad de la denuncia, y 47 Los encarcelados estuvieron lejos de aceptar pasivamente esta situación sino que muchas veces lograron fugarse de la cárcel. Según Silvia Mallo en el período 1760-1806 hubo ocho fugas de la cárcel porteña. MALLO, Silvia, Op., Cit., pp. 147-165. 48 Acuerdos..., tercera serie, tomo VI, pp. 316, 595-596, 661-662, 706,709. Acuerdos…, tercera serie, tomo VII, pp.216, 254, 296, 298, 469, 471, 535. 14 luego tomar las medidas correspondientes en caso de ser cierto lo afirmado por los encarcelados.49 Al año siguiente, el Cabildo comisionó a Don Francisco Cabrera, quien era Fiel Ejecutor, para que se encargue de proporcionar dos comidas diarias a los presos con lo recaudado de las limosnas. En al misma sesión el Defensor de pobres, Don Manuel Rodríguez de la Vega, se comprometía a suplir todo lo que sea necesario de su propio peculio en caso de que lo recaudado en la limosna no fuera suficiente. Esta erogación de De la Vega era “solo por caridad”, sin cargo de reintegro y por el término de un año.50 La misma fórmula iba a repetirse al año siguiente. El ayuntamiento volvería a diputar a un regidor, esta vez el Defensor de Menores, para que asociado con el Defensor de pobres se ocupen de la manutención de los encarcelados. Es así que en enero de 1777 los cabildantes resolvían que: “Haviendose diputado por el Ilustre Cabildo el año proximo pasado un señor regidor que en consorcio del señor Defensor de pobres asistiese al cuidado y alibio de los encarzelados, lo que se verifico con el cuidado y esmero que es constante, y deseando que esta obra tan caritatiba y azepta a los ojos de Dios, no descaezca, y si que quando no se aumente a los menos se mantenga en aquel mismo pie, dijeron unánimes y conformes todos los señores que contemplando en el Señor regidor Don Pedro Albarado, el mismo Zelo, y esmero con que obserbo esta Caridad el Señor Don Francisco Cabrera, lo diputaban a este fin, y que la limosna que se juntase por los señores individuos de este ilustre Cabildo se le entregue a dicho señor para su distribución, que junta esta con los dos regidores que da la ciudad para la manutención de dichos presos le pareze a este ilustre cuerpo sera suficiente, y de lo contrario siempre que dicho señor diputado asociado con el señor Defensor reconociesen que escasea la manutención deveran dar parte a este ilustre Ayuntamiento para que en su vista determine lo que sea mas conforme.”51 Los Defensores de pobres no sólo se ocupaban en algunos casos de la comida de los presos, sino que a veces también eran encargados del vestuario de los mismos. En 1780 el fiel ejecutor entregó el dinero recaudado de las limosnas y las multas al Defensor de pobres Don Antonio José de Escalada para que provea de ropa a los encarcelados.52 Hacia fines de la época colonial los Defensores de pobres se seguían ocupando de la vestimenta de los encarcelados.53 En el año 1785, el Fiel ejecutor, que hasta el momento era el encargado de la manutención de los presos, con la ayuda en algunos casos del Defensor de pobres, solicitaría 49 Acuerdos..., tercera serie, tomo V, pp. 442. Acuerdos..., tercera serie, tomo V, pp. 687. 51 Acuerdos..., tercera serie, tomo VI, pp. 22. 52 Acuerdos..., tercera serie, tomo VI, pp. 596. 53 Acuerdos..., cuarta serie, tomo III, pp. 107-108, 484-485. Acuerdos..., cuarta serie, tomo II, pp. , 502-503. 50 15 al Gobernador Intendente eximirse de esta responsabilidad. El Cabildo resolvería que de allí en adelante el cuidado y la comida de los presos, junto con la recolección de la limosna para beneficio de los mismos, serían funciones a cumplir por el Alcalde de la Cárcel.54 Ya hemos mencionado que el cabildo en 1786 elevaría una extensa representación al Gobernador Intendente para que se arbitren nuevos fondos para la manutención de los presos. No sólo la limosna había caído en desuso y las multas cobradas no alcanzaban, sino que el ramo de propios era notoriamente insuficiente para afrontar los múltiples gastos que eran necesarios realizar en la cárcel. Los cabildantes, además de señalar la necesidad de construir una nueva cárcel, comprar utensilios y abonar sueldos a todos aquellos que estaban relacionados con el mantenimiento de la cárcel, no dejaban de advertir que los fondos referidos ni siquiera alcanzaban para el diario sustento de los encarcelados.55 La sugerencia del Cabildo de crear nuevos “impuestos” temporarios -denominados arbitrios- fue aprobada parcialmente por la Junta Superior de la Real Hacienda. Por disposición del Ayuntamiento el Alcalde de la cárcel era el encargado de la limosna y la manutención de los presos, aunque ello no implicó que el Fiel Ejecutor y el Defensor de pobres se desentendieran absolutamente del tema en los años subsiguientes. Si bien el Alcalde de la cárcel se ocupaba del alimento diario de los encarcelados y de la iluminación de la cárcel56, el Fiel Ejecutor seguía cobrando diversas multas destinadas a la manutención de los presos57, y el Defensor de pobres seguía controlando que los encarcelados estuvieran bien atendidos. En 1790 los cabildantes trataron un documento de Don Manuel del Cerro Sáenz, nombrado Defensor de pobres interino por la enfermedad y ausencia de Juan de Echenique, en el cual éste informaba graves irregularidades observadas en la alimentación de los presos durante su visita a la cárcel. En la sesión capitular del trece de Septiembre: “Se leyo un pedimento, que dias haze ha presentado el Señor Don Manuel del Cerro Saenz que ha servido la comision de Defensor de pobres durante la enfermedad y ausencia del propietario Don Juan de Echenique, en que se refiere, que habiendo pasado a la Carzel publica en desempeño de su ministerio ver como se les asistia a los presos pobres con la comida reconocio, que ni se les suministraba la necesaria, ni en la forma correspondiente, asi por falta de bastimento, como por no haver basijas, o caldero en que cozerlo, de que discurre se siguen las mas de las enfermedades que padecen, y aun las muertes de algunos, que se han experimentado; por lo que penetrado del mas vivo sentimiento por estos infelices lo hacia presente, a fin de que enterado de ello este Muy Ilustre Cabildo tomase la providencia que discurriere mas oportuna.”58 54 Acuerdos..., tercera serie, tomo VII, pp. 535, 550. Acuerdos..., tercera serie, tomo VIII, pp. 165-167, 195-207. 56 Acuerdos..., cuarta serie, tomo I, pp. 344. 57 Acuerdos..., tercera serie, tomo IX, pp. 622-623. 58 Acuerdos..., tercera serie, tomo IX, pp. 414. 55 16 No solo la comida era insuficiente, sino que el alimento diario tampoco se les daba en buen estado dada la ausencia de elementos de cocina, lo que hacía que los encarcelados contraigan enfermedades y hasta en algunos casos fallecieran. Inmediatamente, en pos de remediar la situación descripta los cabildantes: “Acordaron que para subvenir en lo posible a tan urgente necesidad, que desde esta semana, en que estamos se empieze a pedir los sabados públicamente limosna, dando principio a esta santa y laudable obra por ahora a los dos rexidores mas antiguos a saber el Señor Don diego Mantilla alcalde provincial y Don Miguel Mansilla Alguacil Mayor que deveran salir conforme la costumbre que ha havido, dia sabado por la mañana, distribuyendose el uno que sera el Señor Alguacil Mayor desde la plaza por la parte del Norte de la Cuidad, y el otro por la del Sur…”59 En este caso en particular, vemos como el Cabildo comisiona a dos regidores, de los cuales ninguno de los dos es el Defensor de pobres, para que en distintos puntos de la ciudad se encarguen de pedir limosna para los encarcelados. Sin embargo, en otras ocasiones el Defensor de pobres intervenía en la colecta de la limosna y en consorcio con el alcalde de la cárcel, ambos decidían el destino que mejor podía dárseles a esos fondos con el objetivo de aliviar las necesidades de los presos.60 Una fuente extraordinaria de recursos destinada a cubrir el sustento diario de los encarcelados fue posible -una vez más- gracias a una donación de Manuel Rodríguez de la Vega, conocido benefactor y Defensor de pobres en 1776 y 1779. En 1796 el ayuntamiento le solicitó a De la Vega que ceda los intereses de su préstamo de 1782 a beneficio de los presos, dada la escasez de los propios. De la Vega accedió al pedido y de inmediato se fundó esta obra pía en beneficio de los encarcelados. Dichos recursos fueron destinados a vestuario y alimentos para los reclusos.61 En síntesis, la manutención y el vestuario de los presos fueron durante el período 1776-1809 una responsabilidad compartida entre el Fiel Ejecutor, el Defensor de pobres y el Alcalde de la cárcel. El Fiel Ejecutor al principio del período centralizaba la recolección de la limosna y se responsabilizaba por el alimento diario de los encarcelados, muchas veces con ayuda del Defensor de pobres. A partir de 1785, la manutención de los presos pasó a ser una tarea cumplida por el Alcalde de la cárcel, mientras que el Fiel Ejecutor siguió cobrando las multas destinadas a tal fin. El Defensor de pobres sin embargo, siguió relacionado 59 Acuerdos..., tercera serie, tomo IX, pp. 415. Acuerdos..., tercera serie, tomo X, pp. 230. 61 Acuerdos..., tercera serie, tomo XI, pp. 226, 240, 242. 60 17 intermitentemente con la asistencia a los presos, proveyendo vestuario, chequeando que estén bien alimentados o contribuyendo a pedir la limosna. En algunas ocasiones, aunque muy escasas, otros regidores también eran comisionados para estas tareas. Sin lugar a dudas, el Defensor de pobres más activo del período en lo referente a la manutención de los reclusos fue Manuel Rodríguez de la Vega, quien estuvo atento a algunas de sus necesidades más apremiantes aún cuando ya no ejercía esa función. Conclusiones Eric Hobsbawm, en una de sus obras más renombradas sostenía que: “Como es natural, en las sociedades preindustriales al liberalidad y la caridad constituyen una obligación moral para el hombre ´bueno`, poderoso y rico.”62 A lo largo de esta ponencia hemos visto a los Defensores de pobres ocuparse de arreglos de la cárcel, del vestuario de los encarcelados, de su manutención diaria y en ocasiones denunciar el hacinamiento de los detenidos ante el ayuntamiento y la precaria situación que vivían las mujeres presas. También hemos advertido que no siempre las gestiones del Defensor de pobres eran exitosas y que muchas veces su labor se veía obstaculizada por la escasez de fondos del Cabildo, lo que hacía que las condiciones precarias de los encarcelados subsistieran. Ahora bien, ¿Quiénes eran los Defensores de pobres? A partir de una investigación en curso hemos podido constatar que los Defensores de pobres se contaron entre los hombres más distinguidos y poderosos de la sociedad rioplatense en el período delimitado. Eran un reflejo bastante fiel de elite local, excluyendo a eclesiásticos y altos funcionarios burocráticos, los cuales tenían prohibido ocupar cargos capitulares. Como puede verse en el Apéndice, hasta 1809 el cargo fue ocupado en su mayoría por comerciantes mayoristas -que en muchos casos diversificaban sus inversiones- que tendrían participación destacada en el Cabildo y el Consulado de comercio. Muchos de estos individuos eran muy religiosos y grandes benefactores, habían tenido participación en las milicias y tenían conexiones con burócratas de alto rango. Es por ello que la cita con la que empezamos estas conclusiones bien puede aplicarse al caso que hemos estudiado. Los individuos más ricos, poderosos e influyentes de la sociedad debían mostrar misericordia y piedad hacia pobres y desvalidos para reafirmar su preeminente posición social y al mismo tiempo encontrar su salvación personal. Existían varias formas de expresar esta magnanimidad: aceptar la carga pública que implicaba ser miembro del Cabildo 62 HOBSBAWM, Eric, Bandidos, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 63. 18 y una vez en la institución velar por el “bien común”, ser administrador de instituciones asistenciales como la Hermandad de la Caridad, realizar actividades benéficas dando ingentes donaciones para los más necesitados y participar de instituciones religiosas. Ser Defensor de pobres era una de las formas más explícitas de ser caritativo, no sólo porque dicha función demandaba mucho trabajo y era onerosa, sino porque se atendían las demandas de quienes estaban más necesitados, los “pobres encarcelados”. Cuando el ayuntamiento decidió honrar a Don Manuel Rodríguez de la Vega el día de su fallecimiento mencionó sus limosnas diarias para los más pobres, su financiamiento de la Casa de niños expósitos, y la labor desplegada como Defensor de pobres. No es casual que quien fue considerado el máximo benefactor de la época tardocolonial, fuera el único individuo que ocupó dos veces el cargo de Defensor de pobres y quién más se destacó en el ejercicio de esta función. También cuando los hermanos Escalada pidieron al ayuntamiento que éste certifique los empleos que ellos y su padre habían cumplido, los cabildantes no dejaron de mencionar el importante servicio que ambos habían prestado como Defensores de pobres. Sobre su padre, Manuel de Escalada -uno de los tres individuos más ricos de Buenos Aires en 1766-, los cabildantes señalaron que: “fue electo por el año de mil setecientos sesenta y seis de rexidor Defensor General de pobres, sirviendo este honorífico empleo a expensas de su propio peculio con la mayor eficacia y amor a la Causa publica que es notorio: contribuyendo su lustre, y conocidas facultades a el efecto de la mejor defensa, y amparo de los pobres presos e indigentes.”63 La concepción de que el hombre alcanza su salvación por medio de las obras de caridad realizadas era propia de la religión católica desde la época medieval. En siglos posteriores ciertas concepciones calvinistas que encontraron arraigo en algunos países europeos occidentales empezaron a plantear que la salvación no dependía de las obras sino de la virtud y abnegación exhibida en el trabajo, las cuales eran expresión de la predestinación.64 En el Río de la Plata, al igual que en España, puede advertirse una mixtura de concepciones tradicionales y modernas acerca de la pobreza, lo que explica la importancia que siguió manteniendo la limosna y la caridad hacia los más pobres entre la elite. La existencia de la función capitular del Defensor de pobres también puede interpretarse en el mismo sentido. El ayuntamiento en 1780 se refería a la función del Defensor de pobres de la siguiente manera: “…este ilustre ayuntamiento ansioso de ejercer una caridad sin limites se ha apropiado desde su nacimiento el cuidado que por sus piadosos miembros se 63 64 Acuerdos..., tercera serie, tomo VI, pp. 684-685. WEBER, Max, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Ediciones Península, 1969. 19 proteja a los pobres generalmente, elevando asi sus corazones, y esclareciendo sus espiritus en el punto mas interesante de Nuestra catolica relijion…”65 En este testimonio puede advertirse como el derecho, la moral y la religión no eran concebidas como esferas separadas en la sociedad colonial. Algunos estudios han mostrado como una concepción paternal de la autoridad política, desde sus niveles más bajos como el Cabildo hasta llegar al soberano, estaba extendida entre amplios sectores de la población.66 El “dar a cada uno lo suyo” era una de las tareas de la administración de la justicia. Ello implicaba reconocer derechos a todos los estamentos de la sociedad, y garantizar un mínimo cumplimiento efectivo. El rol del Defensor de pobres en esta tarea no era desdeñable y sin duda debe haber contribuido, junto con otras prácticas, a retroalimentar esta legitimidad política. La intervención cada vez más frecuente de asesores letrados en la administración de justicia inferior -primero informalmente y luego de 1811 institucionalizada- empezaría a desarticular muy gradualmente la triada Derecho-Moral-Religión, proceso que tendría sus marchas y contramarchas y culminaría recién muchas décadas más tarde. BIBLIOGRAFÍA Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, tercera serie, tomos V, VI, VII; VIII, IX, X, XI, cuarta serie, tomos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, Buenos Aires, Kraft, 1925-1933. AGUIRRE, Carlos, Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud 1821-1854, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. BARRENECHE, Osvaldo, Dentro de la ley, TODO. La justicia criminal de Buenos Aires en la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina, La Plata, Ediciones al Margen, 2001. BERNAND, Carmen, Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas. 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Lugar de nacimiento, ocupación y participación en el Cabildo y Consulado.67 Año Defensor de pobres 1776 1782 Don Manuel Rodríguez de la Vega Don Francisco Antonio de Escalada Don Cezilio Sánchez de Velasco. Don Manuel Rodríguez de la Vega Don Antonio José de Escalada Don Francisco Ignacio Ugarte Don Antonio García López 1783 1777 1778 1779 1780 Lugar de Nacimiento Ocupación Participación 68 Cabildo Participación 69 Consulado España Comerciante 2 (Regidor) 1 (Prior) Buenos Aires Comerciante 8 (Cónsul) Buenos Aires Comerciante y burócrata Comerciante 10 (Alcalde 1º voto) 6 (Alcalde de 1º voto) 2 (Regidor) 4 (Cónsul) 1 (Regidor) No participó 6 (Prior) 2 (Consiliario) España España Comerciante y burócrata Comerciante y hacendado Comerciante Don Jaime Alsina España Comerciante 4 (Alcalde de 1º voto) 6 (Alcalde de 1º voto) 1 (Regidor) Desde 6/3 Don Juan Manuel Salinas ------------ Burócrata 2 (Regidor) No participó 1784 Don Juan Gutierrez Gálvez ------------ Comerciante 1 (Regidor) No participó Desde 24/2 Don Javier Saturnino Saraza Don Martín de Álzaga España Comerciante 2 (Consiliario) España Comerciante Don Francisco Javier Carvajal Don Manuel de Arana ----------- ------------- 3 (Alcalde de 1º voto) 7 (Alcalde de 1º voto) 1 (Regidor) España Comerciante 4 (Cónsul) España Comerciante 1789 Don Ventura Llorente Romero Don Diego Agüero 3 (Alcalde de 2º voto) 2 (Regidor) España Comerciante 2 (Regidor) 1 (Consiliario) 1790 Don Juan de Echenique ----------- Comerciante 1 (Regidor) No participó Desde 20/4 España Buenos Aires Comerciante y burócrata Comerciante y burócrata 1792 Don Francisco Castañon España 5 (Alcalde de 2º voto) 5 (Alcalde de 1º voto) 3 (Alcalde de 2º voto) 3 (Regidor) 1 (Consiliario) 1791 Don Manuel del Cerro Sáenz Don Francisco de Lezica 2 (Alcalde de 1º voto 5 (Regidor) 2 (Consiliario) 1781 1785 1786 1787 1788 Buenos Aires 1 (Prior) España 1793 Don José Pastor Lezica Buenos Aires 1794 Don Julián del Molino Torres Don Francisco Antonio España España 1795 Comerciante Comerciante y burócrata Comerciante y hacendado Comerciante No participó 4 (Prior) No participó 4 (Prior) No participó 4 (Cónsul) 3 (Cónsul) 1 (Secretario) 67 Cuadro elaborado en base a la información que aparece en Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, tercera serie, tomos V, VI, VII; VIII, IX, X, XI, cuarta serie, tomos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, Buenos Aires, Kraft, 1925-1933. CUTOLO, Vicente: Nuevo diccionario biográfico argentino (1776-1930), 6 vol., Buenos Aires, Elche, 1968. “Genealogía: Hombres de Mayo”. Buenos Aires, Revista del Instituto de Ciencias genealógicas, 1961. También hemos consultado documentos relativos al Consulado de Comercio de Buenos Aires, en vista de que la mayoría de los Defensores de pobres eran comerciantes, y dos censos, el de 1778 y el de 1810. 68 El número indica la cantidad de veces que integró el Cabildo -incluyendo cuando fueron Defensores de pobres- y entre paréntesis el máximo cargo alcanzado. 69 El número indica la cantidad de veces que integró el Consulado y entre paréntesis el máximo cargo alcanzado. 22 Beláustegui 1796 1797 1798 1799 Don Anselmo Sáenz Valiente Don José Santos de Inchaurregui Don Pedro González Cortinas Don Tomás Antonio Romero España 3 (Alcalde de 2º voto) 3 (Regidor) 2 (Consiliario) España Comerciante y burócrata Comerciante ----------- Comerciante 2 (Regidor) No participó España 1 (Regidor) 1 (Consiliario) 1 (Regidor) No participó No participó 1800 Don Manuel de la Piedra España Comerciante, burócrata y hacendado Comerciante 1801 Don José Oyuela España Comerciante 2 (Regidor) 2 (Síndico) 1802 España 3 (Regidor) No participó España Comerciante y hacendado Comerciante 2 (Regidor) No participó 1804 Don Manuel Ortiz Basualdo Don Juan Antonio de Zelaya Don Gabriel Real de Asúa España Comerciante 1 (Regidor) No participó 1805 Don Juan de Llano España Comerciante 2 (Regidor) No participó 1806 Don Martín Gregorio Yánez Don Juan Bautista Ituarte España Comerciante 1 (Síndico) España Comerciante 2 (Alcalde de 1º voto) 1 (Regidor) 1 (Consiliario) España Comerciante 1 (Regidor) No participó España Comerciante 3 (Alcalde de 2º voto) 2 (Prior) 1803 1807 1808 1809 Don Francisco Neyra y Arellano Don Juan Bautista Castro 23